SUMARIO Nº 11
Editorial
Cantos negros de nuestra América morena
Macunaíma de Mario de Andrade. Por Marcin Kazmierczak
Entrevista Paulo Freire
Reportaje a Le Courbusier
Poesía: variaciones sobre balas, gatillos y barricadas
Alejo Carpentier: De lo real maravilloso americano
Frank Delgado: trovador cubano
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Poesía

Variaciones sobre balas, gatillos y barricadas


La luna con gatillo
Por Raúl González Tuñón

Es preciso que nos entendamos.
Yo hablo de algo seguro y de algo posible.
Seguro es que todos coman
y vivan dignamente
y es posible saber algún día
muchas cosas que hoy ignoramos.
Entonces, es necesario que esto cambie.

El carpintero ha hecho esta mesa
verdaderamente perfecta
donde se inclina la niña dorada
y el celeste padre rezonga.
Un ebanista, un albañil,
un herrero, un zapatero,
también saben lo suyo.

El minero baja a la mina,
al fondo de la estrella muerta.
El campesino siembra y siega
la estrella ya resucitada.
Todo sería maravilloso
si cada cual viviera dignamente.

Un poema no es una mesa,
ni un pan, ni un muro,
ni una silla, ni una bota.

Con una mesa, con un pan,
con un muro, con una silla,
con una bota, no se puede cambiar el mundo.

Con una carabina,
con un libro,
eso es posible.

¿Comprendéis por qué
el poeta y el soldado
pueden ser una misma cosa?

He marchado detrás de los obreros lúcidos
y no me arrepiento.
Ellos saben lo que quieren
y yo quiero lo que ellos quieren:
la libertad, bien entendida.

El poeta es siempre poeta
pero es bueno que al fin comprenda
de una manera alegre y terrible
cuánto mejor sería para todos
que esto cambiara.

Yo los seguí
y ellos me siguieron.
¡Ahí está la cosa!

Cuando haya que lanzar la pólvora
el hombre lanzará la pólvora.


Cuando haya que lanzar el libro
el hombre lanzará el libro.
De la unión de la pólvora y el libro
puede brotar la rosa más pura.

Digo al pequeño cura
y al ateo de rebotica
y al ensayista,
al neutral,
al solemne
y al frívolo,
al notario y a la corista,
al buen enterrador,
al silencioso vecino del tercero,
a mi amiga que toca el acordeón:
-Mirad la mosca aplastada
bajo la campana de vidrio.

No quiero ser la mosca aplastada.
Tampoco tengo nada que ver con el mono.
No quiero ser abeja.
No quiero ser únicamente cigarra.
Tampoco tengo nada que ver con el mono.
Yo soy un hombre o quiero ser un verdadero hombre
y no quiero ser, jamás,
una mosca aplastada bajo la campana de vidrio.

Ni colmena, ni hormiguero,
no comparéis a los hombres
nada más que con los hombres.

Dadle al hombre todo lo que necesite.
Las pesas para pesar,
las medidas para medir,
el pan ganado altivamente,
la flor del aire,
el dolor auténtico,
la alegría sin una mancha.

Tengo derecho al vino,
al aceite, al Museo,
a la Enciclopedia Británica,
a un lugar en el ómnibus,
a un parque abandonado,
a un muelle, a una azucena,
a salir, a quedarme,
a bailar sobre la piel
del Último Hombre Antiguo,
con mi esqueleto nuevo,
cubierto con piel nueva
de hombre flamante.

No puedo cruzarme de brazos
e interrogar ahora al vacío.
Me rodean la indignidad
y el desprecio;
me amenazan la cárcel y el hambre.
¡No me dejaré sobornar!

No. No se puede ser libre enteramente
ni estrictamente digno ahora
cuando el chacal está a la puerta esperando
que nuestra carne caiga, podrida.

Subiré al cielo,
le pondré gatillo a la luna
y desde arriba fusilaré al mundo,
suavemente,
para que esto cambie de una vez.

Meta Bala
Por Atahualpa Yupanqui

Quisiera ir a la luna
y hacer una barricada
con mi fusil engrasa’o
y mucha bala pasada.

Desde allí mirar la tierra
sin descuidar la mirada...

y al que asome la cabeza:
meta bala, meta bala.
Al que tortura a los negros:
meta bala, meta bala.
Al que castiga a los indios:
meta bala, meta bala.
Al que explota a los obreros:
meta bala, meta bala.
Al que encarcela a mi pueblo:
meta bala, meta bala.

Quisiera estar en la luna
en mi barricada blanca...

y al que asome la cabeza:
meta bala, meta bala.


Al centro del enemigo
Por José Luis Parra

La guerra nos pega de frente

y nos abate.

Nos obliga a resurgir

desde un montón de cadáveres.

Siento las manos enemigas

golpeando, golpeando.

Hasta donde no veo hay dolor.

Hasta que el día comience

hay dolor.

No aparto mi memoria

para no caer muerto de nada.

Para ver la sangre nuestra,

la sangre de mis hermanos,

la que se derramó en África y Asia,

la sangre americana.

Me conmuevo hoy y siempre

por la verdad de la lucha.

Desde la historia revive Espartaco.

No se consume la llama

que nos grita que se acabe,

que acabemos con esta desgracia.

Que arrojemos la lanza

convertida en misil

construido con plata de Potosí,

oro de Sudáfrica,

con madera del Líbano,

cobre de Chile, arroz de Vietnam,

con hambre de Biafra,

con la sangre sufrida

de todas las razas.

Seamos claros.

La lucha nos toca de cerca,

no podemos ser neutrales.

Miremos de frente un momento.

Subamos a la luna,

seamos más en la barricada.

Con el gatillo ya armado

disparemos al centro del enemigo,

que se esparza sobre sus cabezas

el olor nauseabundo

de nuestras desgracias.

Y bajemos entonces a nuestra Tierra

para vivir la esperanza.