* El ingreso de 2 mil 260 policías federales preventivos a Ciudad Universitaria a las 6:30 de la mañana de ayer domingo, tomó por sorpresa a los paristas que sesionaban en el auditorio Che Guevara de Filosofía. La mayoría de los planteles de la UNAM, al igual que el de la ENAH -sin pertenencia a la casa de estudios-, fueron ocupados por ese cuerpo dependiente de Gobernación
La Jornada, México, 7 de febrero de 2000
* Los esfuerzos de solución
llegaron a su límite, dice
Zedillo se responsabiliza del ingreso de la PFP a la
UNAM
* Tras los hechos de Prepa
3 era necesario aplicar la ley, señala
El presidente Ernesto Zedillo asumió por entero la
responsabilidad del ingreso de la Policía Federal Preventiva a las instalaciones
de la UNAM, en poder de integrantes del Consejo General de Huelga desde hace
casi 10 meses. Indicó que tras los sucesos ocurridos en la Preparatoria 3,
constató, "con mucha tristeza'', que los esfuerzos por lograr una solución
únicamente entre los universitarios habían llegado a su límite, y que "resultaba
indispensable complementarlos con la aplicación de la ley''.
En mensaje transmitido a todo el país por radio y televisión, el
jefe del Ejecutivo fue puntual en el desglose de la participación que le incumbe
en el desalojo de las sedes universitarias y en la consecuente aprehensión de
632 personas, entre estudiantes, maestros y algunos padres de familia.
Texto íntegro del mensaje presidencial
La Universidad Nacional Autónoma de México ha vivido una
situación muy dolorosa no sólo para los universitarios, sino para todos los
mexicanos. Durante casi 10 meses se despojó a la UNAM por la fuerza de gran
parte de sus instalaciones, se le obligó a suspender sus actividades normales y
se dañó su patrimonio.
Lo más triste es que miles de estudiantes sufrieron injustamente
la interrupción de sus estudios. Yo, que recibí mi educación superior en una
institución pública, y gracias a ello tuve mayores oportunidades de superación,
entiendo muy bien el sentimiento de frustración y desesperanza de quienes han
perdido clases y las muchas otras cosas valiosas que da la universidad.
Desde el principio, pensé que esta situación era muy injusta
para una institución que tanto ha dado a México. A lo largo del siglo XX, la
Universidad Nacional se ha ganado el cariño, el respeto y la admiración de todos
los mexicanos.
La comunidad universitaria ha estado a la vanguardia en la
construcción del México moderno, en la edificación de nuestras instituciones y
en el despliegue de nuestra cultura.
La comunidad universitaria, además, ha participado activa y
generosamente en la construcción de nuestra democracia.
Con toda razón, los mexicanos llamamos con orgullo a la UNAM:
"nuestra máxima casa de estudios".
A pesar de lo grave del atropello que sufrió la universidad,
siempre consideré que el mejor camino para resolver el conflicto habría de ser
el diálogo entre los propios universitarios, el ejercicio de la prudencia y la
tolerancia, y también de las reglas de la convivencia democrática.
Ahora puedo decir rotundamente que no es verdad que a lo largo
del conflicto el gobierno de la República haya tenido una actitud pasiva, ni
mucho menos indiferente. Precisamente por considerar que la solución entre
universitarios era la más deseable, juzgué que el gobierno federal debía
esforzarse por acercar a las partes. Para ser efectivo tenía que ser discreto,
nunca protagónico ni mucho menos intentar sacar ventajas políticas de esta
lamentable situación. En otras palabras, si la apuesta era por el diálogo entre
los universitarios, entonces correspondía al gobierno de la República ser útil,
antes que hacerse notable.
Creo que a todos nos consta que las autoridades universitarias
siempre tuvieron disposición para dialogar y llegar a acuerdos en el marco de la
ley y en bien de la universidad. Atendieron las demandas presentadas, inclusive
aquellas que nada tenían que ver con el origen del conflicto. Lamentablemente,
una y otra vez las propuestas de solución se toparon con la
intransigencia.
La cerrazón persistió incluso después de que alrededor de 180
mil universitarios participaron en un plebiscito democrático -el primero
organizado por la UNAM en su historia-, en el que la inmensa mayoría se
pronunció en favor de una propuesta del rector y de que se reabriera la
universidad.
Cabe señalar que la propuesta del rector atendía claramente las
demandas que durante varios meses sostuvieron los autores del despojo que sufrió
la universidad. Estas personas, quizás ensoberbecidas erróneamente por la
prudencia de las autoridades, no quisieron reconocer que su movimiento original
había triunfado; endurecieron aún más su intransigencia y persistieron en dañar
a la universidad.
Queriéndolo o no, con su actitud, los paristas privatizaron
temporalmente nuestra mayor universidad pública en función de sus muy
particulares intereses. Por la fuerza convirtieron en su propiedad privada un
bien público -la universidad- que sostenemos todos los mexicanos.
Peor aún, debido a esa actitud, se llegó al punto de grave
riesgo de violencia entre los propios universitarios, como dolorosamente ocurrió
el pasado primero de febrero en la Preparatoria 3, cuando un grupo de paristas
agredió muy violentamente a empleados de la propia UNAM.
Esa noche, a mi regreso de una visita oficial al extranjero y al
enterarme de lo ocurrido, constaté con mucha tristeza que los esfuerzos por
lograr una solución únicamente entre los universitarios había llegado a su
límite, y que resultaba indispensable complementarlos con la aplicación de la
ley. Poniendo por encima de cualquier otra consideración mi responsabilidad con
la universidad y con México, instruí en consecuencia al procurador general de la
República.
Como resultado de trámites legales impecables, un juzgado
federal ordenó al Ministerio Público restituir a la UNAM la posesión de sus
instalaciones y aprehender a los presuntos responsables del delito de
despojo.
Con estricto apego a la ley, hoy ha sido cumplida la orden del
juzgado. Para ello, di instrucciones precisas de que ningún elemento de la
Policía Federal Preventiva que ingresase a las instalaciones de la UNAM portara
armas de fuego y que, además, se instruyese a los policías de actuar con la
máxima prudencia y evitando al máximo posible el uso de la fuerza. Pedí que se
gestionara la participación de notarios públicos que certificasen la no
portación de armas de fuego, así como la presencia de observadores de la
Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Afortunadamente, durante el cumplimiento de la orden judicial no
han ocurrido hechos de violencia que lamentar. Tengo entera confianza en que la
comunidad universitaria no sólo sabrá recuperar el tiempo que se ha perdido,
sino que resurgirá con mayor vigor, con ideas, proyectos y obras que beneficien
a los mexicanos.
Estoy seguro de que, desde ahora mismo, la Universidad Nacional
emprenderá su transformación para seguir sirviendo a México. Estoy seguro de que
los mexicanos seguiremos sintiéndonos profundamente orgullosos de la UNAM, y de
que será siempre nuestra primera universidad pública y la primera casa de
cultura del país.
El gobierno de la República siempre ha estado y estará en favor
de la universidad pública. Esta es una conquista histórica de los mexicanos, y
mi gobierno la seguirá defendiendo y promoviendo.
El gobierno Federal apoyará resueltamente a la Universidad
Nacional, porque es su obligación, porque tiene inquebrantable fe en ella, y
porque todos los mexicanos la queremos abierta y trabajando. Por eso quiero
hacer un llamado a que todos, sin distinción de posiciones políticas ni de
responsabilidades de gobierno, apoyemos leal y desinteresadamente a la
UNAM.
Todos debemos poner por delante el interés de la UNAM, porque es
el interés de México. Gracias por escucharme.
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