Logo de Margen   Periódico de Trabajo Social y Ciencias Sociales
Edición digital

Edición N° 51 - primavera 2008

“Población sobrante, Políticas Sociales y construcción de la subjetividad”

Por:
Tamara Seiffer
* (Datos sobre la autora)


Excluidos, marginales, pobres, desposeídos, inempleables, afectados, expoliados, desviados, humildes, necesitados, en riesgo, vulnerables, disfuncionales, anormales… Categorizaciones identitarias para referirse a una misma población: los imposibilitados de vender su fuerza de trabajo. Caracterizaciones particulares que construyen subjetividades también particulares.

En este artículo 1 se presentará una aproximación conceptual a las Políticas Sociales y un breve recorrido histórico de su desarrollo en la Argentina neoliberal. Este desarrollo histórico, nos interroga sobre el papel que las mismas han jugado en la reproducción de los trabajadores en general y de aquella fracción que se presenta como sobrante para las necesidades de la acumulación de capital en particular. En este sentido, resulta interesante preguntarnos por su rol en tanto reproductoras de determinadas formas de subjetividad.

I.

Si en el modo de producción capitalista la vida misma es tomada bajo custodia y controlada es porque es necesario garantizar la intercambiabilidad de su potencia de trabajar. En este modo de producción la reproducción asume la forma generalizada del valor como expresión de un trabajo social que se realiza de manera privada e independiente, en el cual el sujeto tiene pleno control sobre el ejercicio de su propio proceso de trabajo, pero ninguno sobre el de los demás. 2 Que la reproducción de la vida asuma la forma del valor significa que la misma está mediada por la mercancía como unidad de valor de uso y valor. Esta mediación de la mercancía implica, por una parte, que los hombres encuentren sus medios de vida bajo la forma de la mercancía, y por el otro, que el hombre mismo, su capacidad para trabajar, es decir, su fuerza de trabajo 3, asuma esa misma forma.

El cuerpo, receptáculo indistinguible de esa fuerza, se vuelve blanco de diversas estrategias de control. 4 La población se vuelve objeto de la política y las políticas sociales una de las formas que adquiere. Forma particular de intervención del Estado dirigida de manera directa a las condiciones de vida y de reproducción de los trabajadores a través de la distribución secundaria del ingreso, las políticas sociales indirectamente han cumplido una función reguladora de las condiciones de venta y uso de la fuerza de trabajo constituyéndose en importantes agentes de proletarización. Son una de las formas que las sociedades han encontrado para “dar respuesta”, parcial y contradictoriamente, a la forma mercancía de la fuerza de trabajo garantizando su reproducción sin “costo directo” para el capital individual. 5

Sólo a través de un violento proceso de expropiación que los convirtió en doblemente libres -libres de relaciones de dependencia personal y libres de los medios de necesarios para poner en movimiento su fuerza de trabajo- la mayor parte de los seres humanos pudieron ser reducidos a fuerza de trabajo mercancía, atributos del capital. Pero la separación de sus medios de vida no alcanza para explicar de qué manera los seres humanos adquieren la disposición para venderse como fuerza de trabajo, como señala Marx “sólo puede aparecer en el mercado en la medida y por el hecho de que su propio poseedor –la persona a quien pertenece esa fuerza de trabajo- la ofrezca y venda como mercancía”. 6

Es así que “fueron necesarios siglos hasta que el trabajador “libre”, por obra del modo de producción capitalista desarrollado, se prestara voluntariamente, es decir, se viera socialmente obligado, a vender todo el tiempo de su vida activa, su capacidad misma de trabajo, por el precio de sus medios de subsistencia habituales”. 7 Se requirió la construcción de una nueva subjetividad. Es lo que Offe 8 denomina como proletarización activa (en oposición a proletarización pasiva) y que en palabras de Danani se explica de la siguiente forma: “no se trata de que las compulsiones hayan desaparecido, no, sino de que ellas estructuren la totalidad de la vida, en el sentido ya expuesto de que “funcionarán” por la mediación de prácticas activamente (voluntaria, aunque no “espontáneamente”) desarrolladas por sujetos que han “naturalizado” estas condiciones, y que por lo tanto ofrecerán su capacidad de trabajo para la venta como modo regular de obtener medios de vida”. 9 La política social va a desempeñar un papel central en este sentido.

II.

El proceso de acumulación de capital en Argentina se caracteriza por una escala de producción de mercancías en general restringida al mercado interno y por la presencia de pequeños capitales y de fragmentos de capital medio que logran valorizarse a la tasa media de ganancia sobre la base de la apropiación de porciones de renta diferencial de la tierra portadas en las mercancías agrarias exportadas. 10

A partir de la segunda mitad de la década del ´70 se opera una transformación que agudiza sus contradicciones y transforma las formas normales de reproducción de su fuerza de trabajo. Este período se caracteriza por la contracción mundial de renta de la tierra poniendo en crisis la forma particular de sustento de la acumulación de capital en Argentina. La economía argentina pasó a tener una escala de producción relativa más pequeña agudizando su estancamiento y contracción.
Así, el proceso de acumulación de capital pasó a reproducirse sobre otras fuentes de valorización: la toma de deuda externa, las privatizaciones de las empresas públicas y el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor. Las dos primeras permitieron mantener por un largo período la moneda nacional sobrevaluada, permitiendo que los capitales individuales puedan comprar en el mercado mundial medios de producción abaratados.
Posteriormente, la subvaluación de la moneda eliminó está ventaja, pero abrió la posibilidad de que los capitales argentinos puedan realizar sus mercancías en el mercado mundial. El último elemento, la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor, se constituyó en el factor principal que permitió el acceso al mercado mundial y compensó la caída de la tasa de ganancia.

El hecho de que la fuerza de trabajo pase a venderse sistemáticamente por debajo de su valor impacta sobre sus formas normales de reproducción 11 y masifica otras formas. Esta situación se conjuga al mismo tiempo con una determinación mundial: la forma que adopta el proceso de acumulación ya no requiere de la producción masiva de una fuerza de trabajo con atributos homogéneos, sino que cada vez más requiere de una fuerza de trabajo heterogénea (expansión de la subjetividad productiva de unos, degradación de la de otros) y cada vez más produce una población sobrante a sus necesidades de reproducción.

La producción de una superpoblación obrera relativa es condición del modo de producción capitalista, pero esta determinación general se realiza mediada por su forma nacional. En nuestro país el desempleo total y parcial (o subempleo) ha devenido en una condición normal de la economía. La suma de ambas cifras durante la década del ´80 se ubica en un promedio cercano al 11%, en la década del ´90 en el 24%, hacia el 2001 cercana al 34% y para el primer trimestre de 2007 se ubicaba en el 19%. 12

    Estos cambios en la forma de acumulación de capital en Argentina se expresaron bajo la forma política del neoliberalismo y sólo pudieron llevarse a cabo con la implementación de una dictadura militar que avanzó sobre las conquistas de la clase obrera nacional desarticulando su capacidad de resistencia y rompiendo con las formas de solidaridad desarrolladas hasta el momento. 13


III.

El giro que sufrió la forma de acumulación de capital en la Argentina a partir del ´76, con su profundización en la década del ´90, de la cual dimos cuenta en el apartado anterior, tuvo su manifestación en el ámbito de las políticas sociales. Las políticas sociales otrora universales, garantizadoras de derechos como la salud, la vivienda y la educación, se precarizan, se focalizan y descentralizan, pasan a privilegiar los mecanismos de seguro privado y aumenta su componente asistencial. 14 Si en un período anterior el Estado, mediante el avance de la acción política de la clase obrera argentina, había tomado en sus manos la producción relativamente indiferenciada y masiva de la misma, garantizando educación pública, salud pública, seguro de desempleo, planes de vivienda, etc, ahora se libera parcialmente de muchas de estas responsabilidades que vuelven a la órbita de la esfera privada.

Así nos encontramos con la desregulación de las obras sociales y la privatización de los seguros de salud que impactaron negativamente en términos de universalización de la cobertura, profundizando la heterogeneidad de prestación por la diferenciación interna (solidaridad segmentada) propia del modelo de los seguros sociales. A su vez, se convirtió en un nuevo espacio de valorización del capital por la participación del capital privado en el mercado de obras sociales, 15 e impactó negativamente sobre el poder de la clase obrera en su forma sindical.

Observamos la transformación del sistema jubilatorio que, presentado como la posibilidad de asegurar un retiro equivalente a lo ahorrado a lo largo de la vida y en conjunción con las condiciones de precariedad del empleo y aumento del desempleo permitió, por un lado, que parte importante de la clase obrera argentina estuviera excluida de la posibilidad misma de su reproducción en el período de retiro debido a la falta de aportes jubilatorios. Interesantes son los datos que nos ofrece Grassi: “En 1980, algo más del 18% de los asalariados trabajaba sin que se le realizara el correspondiente descuento jubilatorio, proporción que se duplicó en 1997”, en 1990 se llegó a un 40% de la población en edad de jubilarse sin cobertura y en 1997 los aportantes efectivos al sistema (de reparto y de capitalización) fue del 49.7%, sólo del 31% de la PEA. 16 Por otro lado, y más importante aún, fue la disminución de los montos de los aportes patronales y la licuación de los fondos de quienes sí aportaron a través de su administración por las Aseguradoras de Fondos de Jubilación y Pensión (AFJP) que financiaron la deuda pública interna a un tasa de interés real negativa. 17

Aunque no son los únicos elementos de las transformaciones operadas, son las más importantes por su impacto en la reproducción de la clase obrera. Como plantea Grassi, la reforma previsional y la de las obras sociales “formó parte de un proyecto integral de reforma social que constituyó la respuesta más orgánica y técnicamente más sólida y que permitiría – como se vio- realizar intereses del capital de largo plazo, ajustando las condiciones internas a las condiciones de acumulación producidas a nivel del sistema mundial”. 18


Por otra parte estamos frente a la inexistencia de cobertura por desempleo y licencia por maternidad por la extensión de formas de empleo no estables (contratación no permanente, monotributo, trabajo en negro, pasantías, becas…) que precarizaron la relación salarial excluyendo estos componentes del salario; la disminución del componente educación/formación por reducción de los ingresos y su heterogeneización por la extensión de formas privadas; y la caída del salario familiar por eliminación de las asignaciones familiares para salarios de ciertos nivel (mayores a $1500), por la eliminación y unificación de ciertos rubros 19 y por la extensión de las formas de contratación no permanentes ya señaladas.

En la década del ´90 “se redujeron sistemáticamente los presupuestos destinados al gasto social, atando los recursos de estas áreas a impuestos al salario (previsión social, asignaciones familiares, vivienda), finalmente se redujeron los recursos humanos, disminuyendo los salarios, destrozando planteles y descentralizando la operatoria, lo que en la práctica redundó en una mayor desigualdad, ya que las jurisdicciones con mayor capacidad de pago mantuvieron o mejoraron la calidad de las prestaciones mientras que las jurisdicciones más pobres por falta de recursos financieros y técnicos la deterioraron”. 20

La privatización se realizó en dos sentidos. Por una parte entregando a explotación privada áreas rentables, fundamentalmente en los ámbitos de la salud y la educación, quedando en manos del Estado aquellas que no permiten la valorización. “Para las familias, sobre todo las de menores ingresos, significó simplemente que debieron pagar por servicios que antes eran universales y gratuitos de la esfera pública como la salud y la educación”. 21 Por otra parte, con un proceso de refilantropización de las políticas sociales que propone el desarrollo de un sentido privado y voluntario de la solidaridad, que pone en manos de “organizaciones de la sociedad civil” la prestación de servicios otrora estatales y que promueve líneas de fortalecimiento comunitario, desarrollo local y microemprendimientos.

Al mismo tiempo observamos un creciente aumento del componente asistencial de la política social, componente que hasta los ´70 tenía un carácter residual. Como plantea Grassi “la mayor liberalización de la fuerza de trabajo y la desestructuración de las instituciones de regulación de su uso y de protección de los trabajadores, fue determinante del mayor peso de la asistencia en la política social, cuyo sujeto no es otro que el trabajador desprotegido, efectiva o potencialmente pobre”. 22 Al mismo tiempo, aumentó el peso de este tipo de políticas en el consumo obrero. “Durante la hiperinflación y los días finales de la convertibilidad, ante la drástica reducción de los ingresos provenientes de los mercados de trabajo, la asistencia y las redes tomaron mayor dimensión, las dos fuentes –aunque se reducen las prestaciones- adquieren un peso porcentual mayor porque los ingresos han caído”. 23

Este tipo de políticas a la vez que continúan el fraccionamiento de la clase obrera, explicitan la existencia de una parte de la población como sobrante para las necesidades del capital. 24

IV.

Durante la -utilizando el término de Grassi- “otra década infame”, el proceso iniciado por la dictadura militar pudo seguir su curso, entre otras cosas, gracias a un dispositivo de poder que expropió a los trabajadores de la forma que asumía su identidad. La expropiación de la noción de “empleo de por vida” y la imposición de la noción de “empleabilidad”, que despoja al trabajo de la idea de seguridad, se convierten en la base de la transformación de la identidad del ser trabajador. La instancia del examen, en tanto dispositivo para seleccionar los cuerpos y volverlos lo más productivos posibles y la implementación de las leyes de flexibilización laboral, fueron centrales a la hora de arrasar con conquistas históricas de la clase trabajadora. 25

La década del ´90 está plagada de discursos de diversos actores de la sociedad que permiten la configuración de una nueva subjetividad a través de la expropiación de su identidad como trabajadores. Ya no son trabajadores desocupados, son excluidos, marginales, inempleables, desviados, vagos, anormales… y así como en el marco de la empresa capitalista la noción de “empleabilidad” y la amenaza de despido limitó las posibilidades de acción colectiva de los trabajadores, la primer consecuencia de la expropiación operada a la parte de la clase trabajadora desocupada es la negación de su capacidad de generar acciones colectivas en conjunto con la clase trabajadora ocupada, estrategia del capital que atomiza las luchas y permite la fragmentación de la clase trabajadora.

La forma que asumen las políticas sociales se convierten en un dispositivo de poder central para el capital: tienen la iniciativa política y con ello la capacidad de nombrar, atribuir identidades y configurar subjetividades. La presencia de la “ética del trabajo” 26 en conjunción con la nueva identidad atribuida se constituye en un mecanismo de encierro discursivo que logra el desarme moral. Las políticas sociales reafirman discursivamente la centralidad del trabajo como medio para “ganarse la vida”, ellos, “inempleables”, deben recuperar la “cultura del trabajo”, al tiempo que no ofrecen ninguna alternativa real de que pueda realizarse una inserción en el proceso productivo. Se reafirma así, el supuesto de que el desempleo es un problema de los individuos particulares y no de la forma en que se organiza la sociedad. El empobrecimiento de sus condiciones de existencia, como consecuencia directa de la incapacidad de realizar su fuerza de trabajo, se moraliza con un discurso que plantea a la pobreza como consecuencia de la falta de empeño en la satisfacción de las necesidades, sé es culpable de lo que no se tiene.

Así como en la empresa, el examen se constituye en dispositivo de poder por excelencia, en al ámbito de las políticas sociales, el diagnóstico social es el gran organizador. Se diferencia al merecedor del no merecedor, mecanismo efectivo en la construcción de la docilidad de estos cuerpos.

Están quienes lograron romper parcialmente con estas formas de encierro: “los piqueteros” usaron una forma de protesta como medio para ser reconocidos en tanto trabajadores. Y están quienes no, quienes se identificaron con la identidad atribuida, despojados de todo recurso identitario, 27 no se sumaron a espacios de organización colectiva de ningún tipo y buscaron -y buscan- sacar “algo” del cara a cara en una entrevista con algún empleado de algún servicio social. Demostrar que se es el más pobre entre los pobres, y así, después de responder cuestionarios, llenar planillas, ser clasificado, registrado, y sólo después de abrir su casa para mostrar la forma miserable en la que vive su vida, sólo así –quizás- reciba algún medicamento, un colchón, una bolsa de alimentos… Y el proceso no finaliza aquí, recién aquí termina de instalarse un mecanismo de vigilancia que decide momento a momento la necesidad de mantener o recortar “la ayuda” en función de que se hayan cumplido ciertas reglas que determinan si además de pobre se es un “buen pobre”: ¿lleva a sus chicos a la escuela?, ¿los alimenta bien?, ¿le da las vacunas?, ¿se capacitó para trabajar?

Si la guerra se termina cuando se aniquila la voluntad de confrontación, 28 aquí se ha ganado, al menos, una batalla. El poder disciplinario tuvo éxito y el desarme moral se manifiesta en expresiones del tipo “¿y yo quién soy?”, “yo no puedo”, “yo no sé”, o en la imposibilidad de organizar el tiempo, de ponerse objetivos, de proyectar la vida.

Si en la empresa funciona la amenaza del despido como instancia de examen para seleccionar cuerpos, en el campo de las políticas sociales existe la amenaza de la pérdida de un “beneficio”. Si en la empresa el dispositivo de poder busca volver a los cuerpos lo más productivos posibles, ¿qué sucede en el campo de las políticas sociales dirigidas a la parte de la población obrera que se constituye como sobrante para las necesidades de la acumulación?, ¿son las políticas sociales un puro mecanismo de disciplinamiento?, ¿están inscriptas en una estrategia de legitimación?, ¿son una manera de valorizar fracciones del capital a través de la compra de mercancías que no se realizarían de otra manera? Si al capital le interesa la vida del obrero, su cuerpo, en tanto contiene la facultad, la potencia, la capacidad de ser fuente de valorización, qué pasa con estas fracciones de la clase obrera que pareciera que pierden esa capacidad?, ¿por qué se reproducen?, ¿qué subjetividades conforman? Estas y otras preguntas son las que quedan abiertas y a las cuales el proceso de investigación intentará dar respuesta.

Bibliografía utilizada

  • Aguirre, P.: Estrategias de consumo. Qué comen los argentinos que comen, CIEPP, Buenos Aires, 2005.

  • Bauman, Z.: Trabajo, consumismo y nuevos pobres, Gedisa, Barcelona, 1999.

  • Clausewitz, K.: De la guerra, AGEBE y Terramar Ediciones, Buenos Aires, 2005.

  • Cortes, R. y Marshall, A.: “Política Social y regulación de la fuerza de trabajo” en Cuadernos Médico-Sociales nº 65-66, septiembre-diciembre, 1993.

  • Danani, C.: “Condiciones y prácticas sociopolíticas en las políticas sociales: las obras sociales, más allá de la libre afiliación” en Lindemboin, J. y Danani, C.: Entre el trabajo y la política. Las reformas de las políticas sociales argentinas en perspectiva comparada, Edit. Biblos, Buenos Aires, 2003.

  • Danani, C.: Política social y economía social. Debates fundamentales, Edit. Altamira, Buenos Aires, 2004.

  • Danani, C.: “La construcción sociopolítica de la relación asalariada: Obras Sociales y sindicatos en la Argentina, 1960-2000”, Tesis doctoral, UBA, Mimeo, Buenos Aires, 2005.

  • Dubar, C.: La crisis de las identidades. La interpretación de una mutación, Ediciones Bellaterra, Barcelona, 2002.

  • Foucault, M.: Vigilar y Castigar, Siglo XXI, Buenos Aires, 2001.

  • Grassi, E.: Políticas y problemas sociales en la sociedad neoliberal. La otra década infame (I), Espacio, Buenos Aires, 2003.

  • Iñigo Carrera, J.: “La acumulación de capital en la Argentina”, Mimeo, Buenos Aires, 1999.

  • Iñigo Carrera, J.: El Capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia, Ediciones Cooperativas, Buenos Aires, 2004.

  • Marx, K.: El Capital, Tomo I, Vol 1, Edit. Siglo XXI, México, 1999.

  • Marx, K.: El Capital, Tomo I, Vol 3, Edit. Siglo XXI, México, 2000.

  • Offe, C.: Contradicciones en el Estado de Bienestar, Alianza Editorial, México, 1991.

  • Pierbattisti, D.: “La privatización de ENTel y la transformación de las identidades en el trabajo: génesis del dispositivo neoliberal en Argentina. 1990-2001”, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Disponible en http://www.iigg.fsoc.uba.ar/Publicaciones/JI/JI10.pdf, 2006.

  • Polanyi, K.: La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo, Fondo de Cultura Económica, México, 2006.

  • www.indec.mecon.ar.


NOTAS

1 El mismo es un avance del proyecto de investigación titulado: “El papel de la política social en la reproducción de la población excedente: el caso de las políticas sociales en el Barrio La Unión, 2002-2006”, desarrollado en el marco de los proyectos UBACyT 2004-2007 S057: “La Producción de Conocimiento en Trabajo Social” y UBACyT 2008-2010 SO101: “Biopolítica de la producción tecnocientífica: las intervenciones sociales en clave de trabajo inmaterial. El caso del Trabajo Social”. dirigidos por el Dr. Mario Heler.

2 Véase Marx, K.: El Capital, Tomo I, Vol 1, Edit. Siglo XXI, México, 1999.

3 “Por fuerza de trabajo o capacidad de trabajo entendemos el conjunto de facultades físicas y mentales que existen en la corporeidad, en la personalidad viva de un ser humano y que él pone en movimiento cuando produce valores de uso de cualquier índole”, en Marx, K., ob. cit., p. 203.

4 Véase Foucault, M.: Vigilar y Castigar, Siglo XXI, Buenos Aires, 2001.

5 Véase Danani, C.: Política social y economía social. Debates fundamentales, Edit. Altamira, Buenos Aires, 2004; Danani, C.: “La construcción sociopolítica de la relación asalariada: Obras Sociales y sindicatos en la Argentina, 1960-2000”, Tesis doctoral, UBA, Mimeo, Buenos Aires, 2005; Cortes, R. y Marshall, A.: “Política Social y regulación de la fuerza de trabajo” en Cuadernos Médico-Sociales nº 65-66, septiembre-diciembre, 1993; y Offe, C.: Contradicciones en el Estado de Bienestar, Alianza Editorial, México, 1991.

6 Véase Polanyi, K.: La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo, Fondo de Cultura Económica, México, 2006; y Marx, K., 1999, ob. cit., pp. 203-205.

7 Marx, K., 1999, ob. cit., p. 327.

8 Véase Offe, C., ob. cit.

9 Danani, C., 2005, ob. cit., p. 42.

10 Para el abordaje de la forma de acumulación de capital en Argentina me baso en los desarrollos de Juan Iñigo Carrera. Véase Iñigo Carrera, J.: “La acumulación de capital en la Argentina”, Mimeo, Buenos Aires, 1999.

11 “El límite último o límite mínimo del valor de la fuerza laboral lo constituye el valor de la masa de mercancías sin cuyo aprovisionamiento diario el portador de la fuerza de trabajo, el hombre, no puede renovar su proceso vital; esto es, el valor de los medios de subsistencia físicamente indispensables. Si el precio de la fuerza de trabajo cae con respecto a ese mínimo, cae por debajo de su valor, pues en tal caso sólo puede mantenerse y desarrollarse bajo una forma atrofiada”, en Marx, K, 1999, ob. cit., p.210.

12 http://www.indec.mecon.ar.

13 En este sentido es importante el planteo de Danani al discutir con una interpretación binaria de la solidaridad en términos de existencia o inexistencia y definiéndola como “la relación a partir de la cual quedan prefigurados agrupamientos sociales que objetivamente comparten intereses y/o necesidades, en el sentido de que la persecución y satisfacción de unos y otras, operan de manera conjunta”, en Danani, C., 2005, ob. cit., p. 54.

14 Véase Grassi, E.: Políticas y problemas sociales en la sociedad neoliberal. La otra década infame (I), Espacio, Buenos Aires, 2003; Aguirre, P.: Estrategias de consumo. Qué comen los argentinos que comen, CIEPP, Buenos Aires, 2005; Danani, C.: “Condiciones y prácticas sociopolíticas en las políticas sociales: las obras sociales, más allá de la libre afiliación” en Lindemboin, J. y Danani, C.: Entre el trabajo y la política. Las reformas de las políticas sociales argentinas en perspectiva comparada, Edit. Biblos, Buenos Aires, 2003.

15 Véase Danani, C., 2003, ob. cit. y Danani, C., 2005, ob. cit.

16 Grassi, E., ob. cit, pp. 168-169.

17 Iñigo Carrera, J., ob. cit.

18 Grassi, E., ob. cit, p.180.

19 “Hasta la sanción de una Ley de Asignaciones Familiares, en septiembre de 1996, todos los asalariados formales, sin distinción, recibían adicionales mensuales por: cónyuge, hijo (diferenciado en menor de años y hasta 18 años); hijo discapacitado, por escolaridad (diferenciada en pre-escolar, primaria y media), y por familia numerosa; una asignación anual por escolaridad primaria, y asignaciones específicas por: matrimonio; prenatal y nacimiento, y adopción”, en Idem, p. 209. Las nuevas medidas “eliminaron la asignación por esposa y, para los sueldos superiores a 1500 pesos, mantuvo dos beneficios: la licencia por maternidad y la asignación por hijo discapacitado”, en Idem, p. 215.

20 Aguirre, P., ob. cit, p. 236.

21 Idem.

22 Grassi, E., ob. cit., p.227.

23 Aguirre, P., ob. cit., p.118.

24 Iñigo Carrera, J.: El Capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia, Ediciones Cooperativas, Buenos Aires, 2004.

25 Véase Dubar, C.: La crisis de las identidades. La interpretación de una mutación, Ediciones Bellaterra, Barcelona, 2002; Foucault, M., ob. cit.; y Pierbattisti, D.: “La privatización de ENTel y la transformación de las identidades en el trabajo: génesis del dispositivo neoliberal en Argentina. 1990-2001”, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, disponible en http://www.iigg.fsoc.uba.ar/Publicaciones/JI/JI10.pdf, 2006.

26 Bauman, Z.: Trabajo, consumismo y nuevos pobres, Gedisa, Barcelona, 1999.

27 Dubar, C., ob. cit.

28 Clausewitz, K.: De la guerra, AGEBE y Terramar Ediciones, Buenos Aires, 2005.



* Datos sobre la autora:
* Tamara Seiffer
Lic. en Trabajo Social, Docente de las materias Trabajo Social I y II de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Becaria Conicet con asiento en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, Doctoranda en Ciencias Sociales (FSOC-UBA)

Volver al inicio de la Nota


Volver al sumario Avanzar a la nota siguiente Volver a la portada para suscriptores