Es probable que gran parte de los antecedentes más importantes del discurso actual en farmacodependencia se haya originado en los EEUU alrededor del problema del alcoholismo.
En esa forma de comprensión del fenómeno, convergieron las distintas líneas y vertientes conceptuales que, desde lo biológico, lo social y lo jurídico, intentaron explicar las causas, prevención y tratamiento de una "enfermedad", que cada vez con mayor frecuencia, ocupaba un lugar preeminente en las preocupaciones de la época; el alcoholismo.
La moral, la templanza y las causas "supremas" resucitaron en el campo del proceso salud - enfermedad, a la par que el discurso sobre el alcoholismo se iba consolidando. Es que en Occidente y en especial en los EE.UU., el alcoholismo comenzó a ocupar lentamente el lugar que en forma progresiva iban abandonando la tuberculosis y las enfermedades venéreas.
Es a principios de siglo, cuando se desarrolla este proceso en el que el alcoholismo comienza a ser planteado como una enfermedad moral, donde la medicina tenía muy poco que decir por fuera de las descripciones de los síndromes y de la degeneración celular. Desde lo social, rápidamente la “unicausalidad” relacionó al alcoholismo con la pobreza o con determinados sectores de la sociedad.
Es posible intentar ubicar el origen de algunas de estas ideas, que en los EEUU. Y en la década del treinta confluirán y darán forma aun discurso que aún predomina y que influye en forma relevante y casi analógica en el terreno de la drogadicción.
Entre 1780 y 1800, se realizaron en los EEUU. las primeras campañas de prevención del alcoholismo. Durante ese período, se atribuye al Dr. Benjamín Rush uno de los primeros escritos alertando a la población sobre la ingesta de alcohol. Ya en esa época, se expresaba con cierta claridad la tendencia prohibicionista, que tuvo su máxima expresión en la famosa enmienda constitucional que prohibió el alcohol.
En todo el mundo y desde el discurso médico, se formaban sociedades o Ligas de Templanza que ponían al alcohol en un lugar similar al que actualmente ocupan las drogas.
El alcoholismo era considerado como una característica esencial de la delincuencia y se especulaba con su influencia en la deformación celular a nivel del sistema nervioso central. Los tratados criminológicos le dedicaban párrafos especiales, se sancionaban leyes muy parecidas a las vigentes o proyectadas en la actualidad, mientras que las campañas preventivas tenían un parecido asombroso con las que hoy se aplican en casi todo el mundo.
En el caso de los EEUU, la exaltación de los valores puritanos y la división de la sociedad entre bebedores y no bebedores, produjo, por un lado cierta cohesión ideológica y por el otro la estigmatización de determinados grupos sociales, en espacial de inmigrantes que en aquel país comenzaban a demostrar cada vez mayor poder económico y político. El alcohol y el alcoholismo eran sinónimos de " peligrosidad", esta idea, al ser trasladada a las personas y los grupos sociales, generó una importante división de la sociedad estadounidense.
División entre propios y extraños, justamente, cuando ese país motorizaba un modelo de expansión hacia el mundo y en especial hacia América Latina.
De esta manera, iba surgiendo lo que tiempo después algunos denominaron " el discurso abstemio". Ya en 1851, en Maine se había presentado la primera ley prohibicionista.
En 1869, se funda el Partido Prohibicionista y en apoyo a éste apareció la " Liga de Mujeres a favor de la Templanza". Por otra parte, a fines del siglo XIX, comenzó a circular literatura médica que mostraba preocupación por el consumo de opiáceos, a los que se los relacionaba con "Los paraísos artificiales", pero, de todas maneras, el alcohol comenzaba a ocupar un lugar privilegiado. Podría afirmarse que en aquel momento "se tomaba para olvidar", " para ponerse fuera", aunque sea por poco tiempo de procesos sociales cada vez mas competitivos y exigentes.
La obligación de tener éxito, la necesidad de reglamentar las actividades, tanto a nivel familiar como profesional, la permanente búsqueda de la diferencia para su posterior rotulación y separación, dieron, probablemente las bases de la terapéutica y la prevención.
En 1907 (Georgia), se promulga la primera ley prohibicionista. En este contexto, la construcción del alcohólico como sujeto moralmente débil, está fuertemente ligada al pensamiento positivista desde la perspectiva de la valoración de la fortaleza de la raza y de la voluntad, asociada a cualidades de orden natural. La influencia de esta corriente de pensamiento es similar en diferentes países de América, donde se ingresaba a procesos sociales cada vez más competitivos y exigentes.
Se relacionaba, con cada vez mayor claridad al consumo de alcohol con los inmigrantes. Los “portadores del mal”, fueron los inmigrantes mediterráneos, los irlandeses, los polacos y los latinoamericanos.
El alcoholismo, se transformó en poco tiempo en sinónimo de ghetto urbano; Estados Unidos es un país en el que su población se integra en forma de aluvión, las migraciones como cuestión social y el dilema que plantean los movimientos poblacionales, también se expresaron como preocupación en la Generación del ochenta de la Argentina, es frecuente la mención al problema de la población como aluvión heterogéneo y conflictivo, por ejemplo en los trabajos de Ramos Mejía.
En el caso de los EEUU, desde su constitución puritana originaria, cada vez que la derecha norteamericana ha tenido que reafirmar su liderazgo apeló a los valores puritanos oponiéndolos a los de los grupos de inmigrantes que disputaban poder económico y político.
Esto se expresa con claridad en la conocida Ley seca de 1920. La ley seca, es uno de los antecedentes mas curiosos que muestra la historia de la salud pública, surge del absurdo que, en determinado momento se prohíba el consumo de alcohol a través de una enmienda constitucional, cuando estaba disminuyendo el consumo de bebidas “blancas” y aumentando el de cerveza.
De esta manera, el no consumo de alcohol, se transformó en una especie de símbolo vinculado a los valores del puritanismo. El discurso abstemio, adquirió fuertes condiciones valorativas, trasponiendo el lugar del consumo e invadiendo el de los sectores de la población, o sea tomando aspectos demográficos. En esa época en los EEUU, el término “cultura de la taberna” funcionó como etiquetante de aquellos que se ubicaban por fuera de la concepción puritana tanto desde una perspectiva racial, como política.
La aplicación de la ley, generó una nueva significación simbólica del alcohol y de su consumo. En la sociedad norteamericana ya no se bebía para olvidar, el consumo de bebidas alcohólicas en algunos sectores tomaba forma de “protesta”, algo similar a lo que ocurrió en las décadas del cincuenta y del sesenta del siglo XX con los alucinógenos.
El ingerir alcohol, comenzaba asociarse con el peligro, la enfermedad, la desviación social, y llegó a transformarse, también, en una especie de ostentación económica, debido a las dificultades para adquirirlo por las restricciones de la Ley Seca.“Entre los imitadores, el sentido de la protesta fue entendido como una moda…En los bares clandestinos, uno podía verse complicado en una redada con la policía, el precio del alcohol de contrabando, determinaba una especie de renta basada de número de invitados a las fiestas” (1)
El impacto de la aplicación de la ley seca y del discurso abstemio, generaron un nuevo fenómeno en la literatura; “la narrativa alcohólica” Dos Passos; Fitzgerald, Hemingway, escriben sobre el alcohol en sus novelas. Se multiplican las campañas de prevención, y se filman películas. También el discurso puritano sobre el alcohol ratifica su trasnacionalización.
Por otro lado, el alcoholismo había comenzado a crecer de igual forma que las campañas de prevención y los sistemas de tratamiento. Podría afirmarse que los valores puritanos, lograron cierta cohesión justo antes del ingreso de los EEUU a la II Guerra Mundial. Tiempo después abolida ya la prohibición, la “narrativa alcohólica”, sigue en aumento hasta fines de la década del treinta.
Al terminar la II Guerra Mundial, el alcohol ocupaba un lugar diferente en la sociedad estadounidense. Ya no se tomaba para protestar, el alcohol se había incorporado a la vida cotidiana; es la época del “trago luego del trabajo” o la “borrachera de fin de semana”.
El alcohol, deja de estar en el lugar de lo prohibido, este comienza a ser ocupado por las drogas. En 1937, se sancionó en EEUU la primera ley de penalización de consumo de marihuana, y en algunos casos, los mismos funcionarios que intervinieron en la campaña a favor de la ley seca, cambiaron de sustancia.
H.Ansingler, quien trabajó en las campañas del prohibicionismo, relata en sus memorias como desarrolló una campaña para la prohibición de la marihuana: ” Hacia 1937, el Federal Narcotic Bureau, bajo mi dirección, tomó dos importantes iniciativas: en primer lugar un plan legislativo para obtener del Congreso una nueva ley que colocase a la marihuana y su distribución directamente bajo control federal, en segundo lugar, conté por medio de la radio y de otros medios, “el New York Herald Tribune”, por ejemplo, la historia de esta maléfica yerba de los campos, de los lechos de los ríos y de las cunetas de los caminos. Escribí artículos para las revistas, nuestros agentes, dieron centenares de charlas a padres, educadores, jefes sociales y civiles. En las transmisiones de radio referí el número creciente de delitos, incluidos los asesinatos y las violaciones. Continué martilleando, sobre estos hechos” (2)
A partir de esa época comienza a hablarse de drogas, casi de la misma forma en que antes se hablaba sobre el alcohol. La sociedad norteamericana, continuó limando sus contradicciones en la búsqueda de enemigos ocultos. La década de los cincuenta, con la Comisión de Investigación de Actividades Antinorteamericanas, presidida por el Senador Mc Carty , es un ejemplo cabal de esto.
Pero, esas mismas contradicciones, tuvieron un valor relevante en los movimientos contestatarios de la década de los sesenta en ese país. De todas maneras, las formas de conceptualización, prevención, del alcoholismo y la drogadicción continuaron exportándose. Desde Benjamín Rush a Jellineck, el discurso biológico, solo creará una nueva categoría gnosológica, pero seguirá hablando de “degeneración celular”, mientras el alcoholismo continúa perdiéndose en los laberintos de la clínica.
En lo social, muchos trabajos, continúan asociando alcoholismo pobreza, repitiendo la linealidad causa efecto del modelo de las ciencias naturales, al igual que los higienistas de principios de siglo, sin poder sumergirse en los condicionantes sociales, históricos y políticos que hacen a la aparición del fenómeno. La culpa, la templanza, y la rotulación, incorporadas a la prevención y el tratamiento, cumplen más un cometido de disciplinamiento que terapéutico.
El discurso puritano del alcoholismo y la drogadicción continúa apoyándose en la “unicausalidad” y es ella la que termina poniendo a las drogas y el alcohol en un primer plano, antes la sustancia que la persona. Así las drogas y el alcohol son mostrados como algo que ejerce un poder supremo. En este camino, la reclusión, el encierro y el etiquetamiento son mostrados como única solución. El tratamiento aparece entonces como un nuevo espacio donde dialogan la culpa y la templanza , buscando como único efecto la desaparición del síntoma.
Al igual que en el discurso criminológico y psiquiátrico de principios de siglo, el alcohólico y el drogadicto vuelven a ser objeto de prácticas correctivas, mientras tanto estas se inscriben en los cuerpos de los pacientes. Un cuerpo contaminado, poseído que será vigilado por otros, mientras su conducta será amoldada para un nueva vida en sociedad, buscando en definitiva una autodisciplina que construya una vida metódica ya sin necesidad de un preceptor que guíe. En una sociedad en la que nada cambió mientras la terapéutica ha sido aplicada y que se prepara para recibir un nuevo rotulado ahora como ex alcohólico o ex adicto.
El discurso abstemio, se viene apropiando de la terapéutica y de la prevención en el campo de la drogadicción con un vigor inusitado. Se introduce en lo jurídico, cuando alguien es penalizado, por “poseer” una sustancia prohibida. El discurso abstemio, se ha trasnacionalizado, saliendo de las fronteras de los EEUU e introduciéndose en los países de América Latina. Las drogas tienen hoy, el mismo protagonismo en muchas campañas y planes que el alcohol tenía en la época de la ley seca.
A partir de estos datos y especialmente desde el punto de vista histórico, sería interesante preguntarse que es más nocivo en el tema de la drogadicción, si el efecto de las sustancias o el discurso que se generó o se genera alrededor de ellas. Tal vez esta, sea la pregunta necesaria y previa a la elaboración de planes y programas en el campo de la drogadicción.
NOTAS
- Pivano Fernanda, Beat, Hippie, Yippie. Ediciones Jucar. Madrid 1975.
- Citado por Pivano Fernanda en Beat, Hippie, Yippie. Ediciones Jucar. Madrid 1975.
Bibliografía:
- Carballeda, Alfredo. El Trabajo Social desde una mirada histórica centrada en la intervención. Editorial Espacio. Buenos Aires. 2006.
- Pivano Fernanda, Beat, Hippie, Yippie. Ediciones Jucar. Madrid 1975.