En el primer capítulo hemos analizado las manifestaciones de violencia estructural e invisible presentes en las familias del barrio. Procederemos a analizar ahora aquellas manifestaciones de violencia observadas dentro del ámbito familiar, en las relaciones entre sus miembros.
Dichas manifestaciones corresponden a lo que Andrada denomina violencia individual. Este tipo de violencia, a diferencia de los anteriores, tiene autores individualizables y genera un numero determinados de víctimas. Incluye "todas aquellas formas de violencia en las que el agresor y la víctima interaccionan y, uno o ambos, actúan con motivación personal ".
En este contexto definiremos las manifestaciones de violencia familiar como "toda acción u omisión cometida en el seno de la familia por uno de sus miembros, que menoscaba la vida o integridad física o psicológica, incluso la libertad, de otros de los miembros de la familia, que causa un serio daño al desarrollo de su personalidad".
Como vemos esta definición incluye tanto aquellas manifestaciones de violencia que operan sobre el cuerpo como aquellas que operan sobre el alma, "esta última puede abarcar las mentiras, el lavado de cerebro, las diferentes formas de adoctrinamiento, las amenazas, etc, que sirven para disminuir las potencialidades mentales".
Son varios los enfoques que realizan un análisis simplista de estas manifestaciones, dando explicaciones de tipo causa-efecto, tomándolas aisladamente de su contexto.
Uno de estos posibles análisis es el que entiende a la violencia individual como producto de las condiciones de vida de los sujetos. De este modo se concibe a la violencia familiar como "consecuencia esperada" de la violencia estructural.
Consideramos importante explicitar nuevamente que si bien, a nuestro entender, la violencia estructural puede ser entendida como un factor que influye en la aparición de otros tipos de violencia, no existe una relación mecánica entre aquella y estos.
Prueba de esto es el hecho que si bien todas las familias del barrio viven en condiciones de vida semejantes, no en todas se observan manifestaciones de violencia. Hay familias que, a partir de esta violencia social ejercida sobre ellos generan prácticas no violentas. Retomando lo expresado por Giddens, consideramos que las prácticas sociales están condicionadas estructuralmente, pero también las mismas construyen y pueden transformar esa estructura. Cada práctica de los agentes ayuda a la reproducción social y simultáneamente es una producción, ya que tiene su cuota de creatividad.
Por otra parte cabe destacar que esta visión que define a la violencia como reproducción más o menos lineal según el caso de la pobreza y la exclusión, es altamente peligrosa dado a que suele llevar a definir a los sectores populares como "probables" y "esperables" generadores de violencia.
Esta visión es constantemente reforzada y reafirmada por el discurso de la ideología dominante a través entre otros de los medios de comunicación. De este modo los barrios o "villas" de sectores populares aparecen en los diarios generalmente sólo si hubo algún episodio de violencia y no para otra cosa. En este mismo sentido los medios diferencian desde la semántica los hechos violentos acontecidos, diferenciación que tiene que ver con determinadas identidades sociales construidas. Así podemos leer : "Dos malvivientes de una villa de San Fernando fueron abatidos" y por otro lado "Brutal crimen de un policía, víctima de un delincuente".
Cabe mencionar que por otra parte esta construcción social potencia la exclusión social
"Hoy fui a buscar trabajo, pero cuando dije de donde era, me dijeron que me vaya. Siempre es lo mismo, dicen que en la villa somos todos chorros"
(joven del barrio)
Mediante este enfoque se establece así una ecuación que equipara sectores populares a "clases peligrosas". De aquí a obtener el fundamento de la necesidad de "vigilar", "controlar", y de ser necesario "reprimir" hay un sólo paso.
Otra interpretación que puede encontrarse es la que entiende que hay ciertos individuos que "portan" desde su nacimiento la condición de ser "violentos", como si fuera algo innato, genético o hereditario.
A menudo desde las intervenciones profesionales se potencia esta concepción, al utilizar categorías del tipo "hombre golpeador" , "chico violento", etc, rotulando a los actores y no dándoles posibilidades de cambio.
"Los otros dos hermanos de la familia X también son violentos" (Orientadora Social de escuela de la zona).
Las manifestaciones de violencia familiar son a nuestro entender parte de una estructura que abarca las distintas formas en que los seres humanos ejercen su poder y dominación sobre otros,
Es por esto que para comprenderlas es necesario ubicarlas dentro de un contexto histórico y socio cultural, teniendo en cuenta un conjunto de complejos factores, entre ellos, la violencia estructural, simbólica e invisible antes descripta, factores culturales, factores psíquicos (de cada uno de los miembros de la familia y de ella en su conjunto), relaciones intra e interfamiliares, relaciones de poder y autoridad, relaciones de género y generacionales , etc.
De acuerdo a nuestro objeto de análisis consideramos apropiado diferenciar aquellas manifestaciones de violencia que se ejercen desde los padres y/o cuidadores hacia los niños, de aquellas que se desarrollan entre los adultos.
Pensamos que ambos tipos de violencia afectan a la crianza de los chicos, las primeras de un modo más directo, mientras que las segundas de manera indirecta.
Dentro del primer grupo se observaron algunas casos de violencia en la pareja, ejercida por parte de los hombres hacia las mujeres. Esta violencia incluye manifestaciones de distinto tipo entre las cuales destacamos agresiones físicas, maltrato emocional, abuso sexual y relaciones de sumisión.
Notamos que el primer grupo, y a menudo el segundo y el tercero, son percibidos más fácilmente como "violencia" por parte de las mujeres. No así el último. Por otra parte, ellas suelen expresar como causas de las actitudes de sus compañeros "la junta", la "mala influencia de su familia de origen", etc., manifestando así la "esperanza" de que los maltratos cesen si se modifican estas circunstancias externas.
En la mayoría de los casos analizados los chicos son testigos de esta violencia ejercida por los padres, e incluso toman a veces un rol activo, defendiendo a quien en ese momento es maltratado (generalmente la madre, pero también a los hermanos menores).
Por otra parte observamos que dentro de las manifestaciones de violencia de los padres y/o cuidadores hacia los hijos pueden distinguirse dos grandes subgrupos . Por un lado aquellas que aparecen desde el discurso de los padres como justificadas o basadas en la "conducta" de los hijos y/o en la necesidad de criarlos ; y por otro aquellas que no poseen un "motivo" o "explicación" explícita por parte de aquellos. Teniendo en cuenta los objetivo de nuestro trabajo analizaremos sólo el primer subgrupo.
A partir en nuestro análisis observamos que tanto el maltrato físico (el "golpe") como el emocional aparecen más ligados a las prácticas normativas, sobre todo como sanción ante la infracción, la realización de algo prohibido y/o la no realización de algo esperado. No así en cuanto al abandono físico y/o emocional.
"Yo les pego cuando hacen algo mal" ( Madre del barrio)
"La mayoría de las familias del barrio expresan que les pegan a los chicos cuando hacen algo mal " (Orientadora Social del CAE).
Cuando el chico se aparta del comportamiento ideal, estrechamente relacionado con las representaciones del niño y la familia antes explicitadas, es sancionado, evidenciándose así la presión de la norma.
De este modo se establece una "normativización de la niñez, llevándolo a estructuras construidas para él, como también a los adultos en funciones perfectamente codificadas que se vuelven naturalizadas ".
" Las relaciones intrafamiliares, esencialmente en lo que concierne a la célula paterno-filial, se han ido disciplinando progresivamente, absorbiendo a partir de la época clásica los esquemas externos (...) que hacen de la familia el lugar de emergencia privilegiado de la cuestión de lo normal y lo anormal".
De este modo son los padres los que deciden si los chicos están o no en condiciones de realizar un acto, si les es conveniente o perjudicial. Esto conlleva un acto de evaluación que significa a la vez una puesta de límites y un disciplinamiento de los chicos. En dicho acto pueden producirse situaciones abusivas que culminen en hechos de maltrato. La tensión entre la responsabilidad educativa de los padres delegada a ellos por la sociedad y la voluntad de los chicos, es uno de lo s factores esenciales de situaciones de coacción y agresión. (Grossman, 1994).
"Los padres sienten que son responsables frente a la sociedad por el modo en que han criado y educado a sus hijos".
Aun cuando la educación de los chicos cada vez en mayor medida, explícita o implícitamente no depende exclusivamente de los padres, ya que junto con estos hay un sinnúmero de instituciones, entre ellas los medios de comunicación, el estado, la sociedad en su conjunto a través de la ideología dominante y de las condiciones de vida concreta en que se desenvuelven dichas familias, la posibilidad de que la autoridad de los padres "...pueda tambalear les genera un sentimiento de impotencia, una respuesta emocional que se relaciona con el terror al fracaso de la función parental y conlleva la posibilidad del uso de la fuerza para hacerse obedecer"
" A estas (refiriéndose a algunas de sus hijas presentes en la conversación) les pegué hastas grandes, y así me salieron derechitas"
(Abuela de una chica del CAE)
En algunos casos las madres explicitaron que a veces ellas mismas pierden el control y les pegan mucho a sus hijos. Frente a esto optan estratégicamente por no pegarles o dejar que les pegue otro (generalmente el padre).
"Yo ahora intento no pegarle, porque hace poco le pegué tanto a X que lo tuve que llevar al hospital" (Madre del barrio).
En relación a esto podemos pensar a la violencia como una forma de intolerancia ante los comportamientos de los chicos que, en ocasiones reclaman, insisten, irritan desafían o evidencian necesidad de compañía, contención, apoyo y afecto, expresando así sus necesidades emocionales.
Estas llamadas de los chicos en ocasiones no pueden ser abarcadas por padres excesivamente tensos, sometidos a constantes presiones familiares, económicas, sociales, etc.. No descartamos con esto la existencia de factores individuales de orden psicológico los cuales también dan cuenta de estas conductas.
La agresión física es entendida por algunas familias como un modo de educación, como una práctica de crianza necesaria.
"Hay que tener mano dura" (Tía de un chico del CAE).
Refiriéndose al hecho de haberle pegado a un chico con una cuchara porque había dicho una mala palabra una madre del barrio expresó
" Y. .. a ese chico no le vana quedar más ganas de putear"
(Registro de entrevista)
Si bien no queremos situarnos en una lectura según la cual se plantea que la víctima de la violencia es siempre la mujer, a lo largo de nuestro análisis pudimos observa que son ellas las que con más frecuencia adquieren un papel de sumisión, sufriéndola más a menudo que los hombres.
Consideramos que uno de los motivos que influye en esto es la socialización diferenciada por géneros (tal como vimos anteriormente). Las mujeres son criadas desde chicas para postergar sus propias necesidades en función de los otros. Se prescribe un estereotipo femenino sumiso, raramente agresivo, que no se destaque y que no cuestione el liderazgo de su marido. Como contrapartida el modelo en función del cual se educa a los hombres, no parece apartarse demasiado de un hombre que no es tierno, que tiene a menudo actitudes agresivas (totalmente "justificadas" cuando su honor o virilidad están en cuestión), y una postura dominante.
En ocasiones el hombre puede creer que es "lícito" ejercer el control sobre los distintos ámbitos de la vida de su mujer y sus hijos.
Es así que determinadas prácticas de crianza pueden ser consideradas como medio de reproducción de la violencia a partir de consolidar modelos autoritarios y sexistas. "Sin embargo debemos considerar que "la internalización de modelos supone una interacción continua entre las propuestas dominantes en la cultura y las producciones propias de los miembros de una familia"
El sistema de sexo/género se ha convertido en un principio organizativo tan "esencializado" y "naturalizado" que forma parte de la identidad de los actores de la cultura. Aparece "oculta" por lo cual no genera reacciones en su contra.
Dentro de la pareja conyugal el esposo/padre tiene el máximo poder, y la esposa/ madre un poder subordinado. Esta diferencia por sexo también ocurre a nivel de los hijos/hermanos que al tiempo que están jerarquizados por edad, también lo están en relación al género.