Al preguntarnos qué hay detrás de las manifestaciones de violencia hacia los chicos intentamos develar aquello que aparece oculto, negado o invisible, es decir lo no dicho, cuando se trata de la comprensión de este fenómeno.
Generalmente el origen y la responsabilidad del mismo son adjudicados a la familia de manera exclusiva, culpabilizándola así de todo lo que sucede en el "ámbito de lo privado". Este tipo de análisis no tiene en cuenta un conjunto de complejos factores que atraviesan las unidades domésticas concretas, a través de los cuales se hace posible una mirada alternativa.
Es necesario ubicar así esta violencia familiar dentro de un contexto de violencia social atentatoria de derechos humanos fundamentales, establecer su relación con las representaciones sociales dominantes en cuanto a la familia y a la niñez como estrategias de un control social y el ejercicio del poder evidenciado en las relaciones autoritarias entre géneros y entre las generaciones.
Pensamos que desde el Trabajo Social es necesario llevar a cabo una práctica profesional capaz de interpelar las representaciones sociales dominantes, de "deconstruir" lo construido y naturalizado, de crear estímulos capaces de plantear interrogantes, dudas y desconciertos. Es importante encontrar así un camino equilibrado entre el rechazo al maltrato y la estigmatización de los padres.
Finalmente, nos parece importante revisar en que medida en nuestras prácticas profesionales reproducimos y reforzamos sistemas autoritarios y violentos. Sostenemos que es posible un abordaje alternativo de la violencia familiar si comenzamos ante todo a cuestionar nuestras propias representaciones.