Los distintos contextos sociales conforman de manera inacabada
el escenario de nuestra intervención laboral en la realidad. Es a partir
del señalamiento y la descripción de algunas variaciones y
transformaciones de éste escenario que articularé el presente
artículo. Para este desarrollo, tomo como horizonte estratégico el
proceso de desnaturalización de la intervención profesional y como
movimiento táctico la implementación de una política social
habitacional en el marco de la ejecución de un programa de
autoconstrucción de viviendas.
1) Auge de los Programas de Autoconstrucción y Ayuda Mutua y "Trabajo Social"
El término "Trabajo Social" -en referencia a
la disciplina- fue utilizado por primera vez en el año 1959 cuando se
crea el Instituto de Servicio Social del Ministerio de Asistencia Social y Salud
Pública de la Nación. Según distintos autores, ésta
creación hizo eje en la crítica a los planes de estudio vigentes
en los cursos de Servicio Social y se centraba en la escasez de actividades
prácticas en detrimento de contenidos teóricos y se daba mayor
importancia a disciplinas afines al Servicio Social que a las específicas
de la disciplina.
Los programas estatales sectoriales vinculados al
hábitat adquieren fuerte impacto como política social en
ésta etapa denominada "desarrolista" bajo la concepción
del estado planificador. También es en ese momento de las décadas
del 50 y 60 dónde distintas disciplinas sociales -el Trabajo Social entre
ellas- , adquieren nuevos conocimientos y tecnologías y se incorporan
desde una renovada posición en el espacio de diseño y
ejecución de políticas públicas.
Existen distintos cuestionamientos ideológicos,
conceptuales y metodológicos al modelo desarrollista; para éste
trabajo sólo haga referencia a aquellos que intentarían priorizar
la mirada sobre distintos aspectos históricos-culturales constitutivos de
identidad y de la idea de futuro: "...la crítica habitual a la
teoría de la modernización fue que recogió como
patrón normal de evolución la experiencia de las naciones
desarrolladas, lo cual no era trasladable automáticamente al Sur".
Al interior de la relación Trabajo Social-Desarrollismo también se
encontraban concepcepciones divergentes y ubicadas también en el marco
anterior (que, con diferencias, en la actualidad subsisten, se evidencian y se
re-elaboran). Algunas son objeto de debate en los espacios académicos,
otras todavía no se han constituido como tal. Dentro de éstas
últimas podemos ubicar a aquellas que señalaban la necesidad de
hacer eje en la identidad cultural, la defensa de los proyectos políticos
nacionales y populares de desarrollo y liberación, el valor de la
participación ligada al proceso de decisión y la presencia de la
solidaridad entendiendo que no hay realización personal sin
realización comunitaria. La crítica al "desarrollo de la
comunidad" se centraría en la necesidad de desenmascarar
la responsabilidad culpógena del subdesarrollo que habilitaba
instrucciones, normas y saber superior y, de ésta manera, contribuir al
debate sobre las condiciones colectivas de posibilidad de éste
desarrollo.
2)Construcciones metodológicas y conceptuales que
sustentaron (¿sustentan?) la intervención.
En el "Informe Nacional sobre Desarrollo de Comunidades
(1971)" se expresan con claridad los distintos componentes que
acompañan la metodología de intervención: "El
concepto de `desarrollo de comunidades´ se incorpora al proceso global de
desarrollo, como una política para el cambio y una metodología
concreta de acción. Este concepto es multidimensional, ya que engloba
otros que determinan su esencia y se complementan para definirlo. Estos
elementos esenciales son: participación, educación,
organización de la comunidad y solidaridad"
Intentando aproximarnos al impacto de lo anterior al interior
de los "programas de autoconstrucción" de la etapa
desarrollista, podremos encontrarnos con "pautas generales" y "
tareas principales" que corresponderían al Trabajo social: pauta
general: " los resultados tangibles y materiales -construir y suministrar
viviendas- no son un fin en el proceso total del programa, sino un medio para
desarrollar las virtualidades latentes..."; las tareas principales
comprenderían tres aspectos: "el proceso educativo de los grupos de
autoconstrucción, el proceso educativo de las familias y las tareas de
consolidación del proyecto..."
Sintetizando lo anterior en términos de
intervención, se podría señalar que la misma no se
agotaría en el uso y organización del recurso. Junto a
éste, al mismo tiempo, se evidenciaría la presencia de otros
intereses menos tangibles, en apariencia "naturales", pero sustentados
en aspectos normativos y, sobre todo, condicionantes del recurso. De diferentes
maneras e invitando al debate, se podría señalar que "...no
se trataba sólo de administrar recursos que restablecieran la
integración,(se refiere a la fundación del Trabajo Social
discutida desde la modernidad), la intervención también se
relacionaba con una apuesta a la pedagogía de ese otro que había
quedado relegado de la civilización. De ahí que la
intervención del Trabajo Social, como en el caso de las otras disciplinas
construidas o reconstruidas por la Modernidad, implique una fuerte
relación con la pedagogía de los otros, pero tal vez mas
rotundamente como una modalidad contractual".
3)Algunos aspectos contextuales de la concepción
anterior
Si bien se podría enumerar y describir una vasta
cantidad de elementos constitutivos de contexto, me limitaré sólo
a señalar aquellos que tienen un impacto más tangible en
términos comparativos con el presente.
- El trabajo como categoría articuladora
Tomando como referencia a la categoría Trabajo, su
proceso de universalización y consolidación en el período
de sustitución de importaciones (mediados de siglo aproximadamente) se
puede señalar que, al menos en Argentina, tuvo un fuerte protagonismo en
todo el período de conformación de la llamada
"cuestión social"
En el momento de mayor auge del Estado de Bienestar, la
posibilidad de participar y estar incluido en una comunidad estaba garantizado,
por lo general, por la seguridad en el trabajo. De ésta situación
surgía mecánicamente la seguridad en el ingreso. Estos ingresos,
basados en el derecho laboral, constituían el puente principal para el
acceso a derechos sociales más amplias. En otras palabras, el ingreso
constituía el elemento esencial que posibilitaba la inclusión
social entendida en el acceso a satisfactores necesarios al desarrollo para una
vida digna. Y, éste ingreso, estaba dado fundamentalmente por el
trabajo. El concepto central se resume teniendo en cuenta que la seguridad
en el ingreso no constituía un fin en sí mismo y éste era
resultado de uno anterior: la seguridad en el trabajo. Rubén Lo Vuolo
afirma que: "El consenso social del Estado de Bienestar se asentaba sobre
un acuerdo distributivo que tenía como eje la relación de
trabajo." Siguiendo éste pensamiento, los derechos llamados
sociales eran un derivado de los derechos laborales.
De lo anterior, resulta evidente la centralidad del
"trabajo" en la organización de la vida cotidiana de los
sujetos, incluyendo en ésta organización a las políticas de
vivienda por intermedio de la metodología de autoconstrucción. En
la bibliografía citada anteriormente "Autoconstrucción y
Desarrollo de la Comunidad", se señala que para asegurar "el
buen funcionamiento del grupo autoconstructor es necesario que los miembros del
mismo tengan una cierta homogeneidad...: modos de vida y pautas culturales
similares, problemas e intereses comunes, condiciones económicas
semejantes, pertenencia a un mismo gremio, etc".
- Esquema conceptual de política social
Si intentásemos rastrear los antecedentes que
fundamentaron en términos metodológicos el diseño de
políticas sociales en la formación de los Estados-Nación,
nos encontraríamos con diferentes modelos de acuerdo a los distintos
escenarios políticos-culturales. Al mismo tiempo, se podría
distinguir una constante en ésta construcción que Rosanvallon
resume de la siguiente manera: "...el Estado providencia superpuso
históricamente tres elementos: poblaciones objetivo, conjuntos de reglas
y prestaciones adaptadas y cuerpos de trabajadores sociales especializados"
. El abanico de distintas propuestas metodológicas en cuanto a la
ejecución de políticas sociales estatales sería amplio
(focalizadas, restringidas, pero variadas), aunque con pretensiones de no
reconocer aspectos singulares de las poblaciones a las cuáles son
dirigidas. Aquí podríamos ubicar la típica frase de
funcionario burocrático liberal (sin, si quiera, alguna dosis de
creatividad) cuando el escaso recursos existente no se adapta a la realidad:
"encima que le damos algo, se quejan".
La creciente pérdida de centralidad del trabajo como
articulador de la vida cotidiana de los sujetos impactaría de variadas
formas y sentidos. Estos impactos posicionarían de manera
heterogénea a los destinatarios de la política social habitacional
–por Autoconstrucción y Ayuda Mutua - y obligarían a tener
en cuenta estas situaciones en función de una necesidad creciente de
democratizar del escaso recurso material existente.
Existiría una tradición desarrollista en el
Trabajo Social vinculado a los programas de Vivienda –y actuaría,
también, como posibilitador de "lo esparable" y "el deber
ser"- que centraría su intervención en el privilegio de las
normas por sobre otros legítimos intereses. El posicionamiento
estratégico que parta del necesario reconocimiento de la
"desnaturalización" de la intervención, podría
constituirse en un camino a recorrer para constituir y construir desde otro lado
los contratos de la intervención.