Periódico de Trabajo Social y Ciencias Sociales Edición digital |
un análisis de las prácticas y representaciones sociales de los adolescentes del Bajo Flores Por:
Resumen:
El ejercicio de los Derechos Sexuales y Reproductivos no solo se encuentra ligado a cuestiones legislativas o a la implementación de determinadas políticas públicas, sino –y fundamentalmente- al modo en que pueden ser subjetivados por cada sujeto. Se problematizaran las nociones de “riesgo” y “prevención” en el área de salud a partir del trabajo desarrollado con adolescentes del Bajo Flores. Descripción de los espacios de intervención que originaron los interrogantes que dieron lugar al presente trabajo. Antes
de comenzar con el trabajo de análisis propiamente dicho se
considera pertinente introducir la descripción de ciertos
dispositivos institucionales a partir de los cuales se han desplegado
intervenciones con adolescentes en la zona del Bajo Flores 1.
Entre estos pueden mencionarse el Programa de Salud Sexual y
Reproductiva (SSR) y el Centro para la Prevención,
Asesoramiento y Diagnóstico de VIH-SIDA (CEPAD). La
instrumentación de ambos programas desde el Centro de Salud y
Acción Comunitaria Nº 20 (CeSAC Nº 20) contempla
espacios de intervención individuales, como así también
grupales y comunitarios. Como espacios de atención individual
es posible hacer mención de las entrevistas pre y post test
para la detección de VIH-SIDA, las entrevistas realizadas en
torno a la consejería sobre Métodos Anticonceptivos
(MAC), Anticoncepción de Emergencia y la realización de
pruebas de embarazo. A su vez, el CeSAC Nº 20 articula acciones
con el único colegio secundario de la zona, el EMEM Nº 3
colaborando con esta institución en la implementación
de la Ley de Salud Sexual en el nivel de educación media. Allí
un equipo de profesionales 2
abocados al Programa de SSR ha desarrollado con cada división
de 1er año un ciclo mensual de cuatro talleres (uno por
semana) en los que se ha trabajado: el concepto de sexualidad
–atravesado por la cuestión de género-, MAC,
Anticoncepción de Emergencia e Infecciones de Transmisión
Sexual (ITS) como VIH-SIDA. A continuación se dará paso a la enunciación de las cuestiones visualizadas como problemáticas en torno al cuidado de la salud de los jóvenes con los que se ha trabajado. A lo largo del trabajo desarrollado con los adolescentes y a partir del seguimiento de algunas situaciones individuales ha sido posible visualizar diversas dificultades en torno a la instrumentación de la información que los mismos han ido trabajando a lo largo de diferentes encuentros tanto en forma individual como colectiva. Para
introducir tal cuestión se cree pertinente desterrar, desde el
vamos, la falsa premisa –vigente aún entre algunas
disciplinas que integran el sistema de salud- que supone que
“información transmitida” equivale a “información
recibida”. Con tal enunciación no se esta haciendo
referencia únicamente a obstáculos de tipo cognitivo
que imposibilitan la apropiación de tal información,
sino también a dificultades relacionadas con cuestiones
culturales, sociales e incluso personales que en ocasiones no
permiten desplegar acciones consecuentes con esa información
capitalizada. Para comenzar la reflexión de las cuestiones hasta aquí citadas resulta pertinente la inclusión del concepto de prevención. “La prevención en el campo de la salud implica actuar antes de que se presenten problemas o enfermedades en nuestro cuerpo y nuestra mente” 4 . Podría cuestionarse esta aparente división planteada entre “cuerpo” y “mente” pero tal cuestión se retomará en otro apartado de este mismo trabajo. Siguiendo con la noción de prevención la definición planteada anteriormente puede ampliarse al incluir las definiciones de prevención “específica” e “inespecífica”. La primera implica “acciones centradas directa y explícitamente en una problemática en particular (como por ejemplo: adicciones, VIH-SIDA, etc.)” 5 . Y la segunda tiene que ver con “acciones que, si bien no aluden directamente a la problemática, inciden en la misma” 6 , acciones tales como el trabajo que tiende a promover el desarrollo de la autonomía de los sujetos, o bien el que fomenta los vínculos entre las personas, etc. Se considera que las acciones de prevención específica suelen instrumentarse con mas frecuencia desde los efectores de salud que la acciones de prevención inespecífica. En este orden de cuestiones una de las medidas de prevención –por excelencia- pasa a ser la “difusión de información”. En esta línea de argumentación han resultado interesante las reflexiones de Silvana Weller quien ha titulado uno de sus artículos –en referencia a este tema y al grupo etáreo en análisis- del siguiente modo: Si saben, ¿Por qué no se cuidan? O ¿Qué saben cuando no se cuidan? 7 . Para dar paso al análisis de tal cuestión la autora parte de la vigencia del “fenómeno de doble inscripción”, y sostiene en relación al mismo “la información enviada al sujeto cognitivo racional queda almacenada a nivel consciente, pero desvinculada de la posibilidad de utilizarla o articularla en otras situaciones, bien sea para cuidarse o bien para no preocuparse ante situaciones no peligrosas” 8. Entonces la autora cierra esta idea diciendo: “si algo que se sabe, en el sentido consciente del término, no se recuerda o no puede ser utilizado como insumo para la acción, es posible pensar que hay elementos de otro orden que están obturando el libre desplazamiento de las representaciones” 9. A partir de una argumentación como esta se considera posible plantear ciertos cuestionamientos a las medidas de prevención centradas en la “difusión de información” exclusivamente. Las mismas suelen centrarse en la supuesta desinformación sobre la temática que se pretende abordar, o bien basarse en que la información que poseen los sujetos de la intervención acerca de la misma es incorrecta. Por lo tanto lo implícito de este tipo de razonamientos es que alcanza con hacer conocer aquello que no se conoce, o que solo se trata de sustituir la información “errónea” por otra “correcta”. Algunos cuestionamientos a este tipo de intervenciones de carácter lineal han posibilitado el despliegue de los siguientes interrogantes: ¿Por qué las medidas de prevención no logran implementarse en la mayoría de las situaciones trabajadas? En relación a las acciones preventivas llevadas adelante con los jóvenes ha funcionado como eje transversal el tratamiento de los Derechos Sexuales y Reproductivos, pero la pregunta que surge ante esto es: ¿qué ocurre con la efectivización del resto de los derechos que estos jóvenes tienen en tanto ciudadanos? ¿Puede pensarse el cumplimiento de los Derechos Sexuales y Reproductivos con independencia del resto de los derechos citados? ¿Acaso no es el conjunto de estos derechos –concebidos de forma integral- el que posibilita y retroalimenta la consecución de todos ellos? Así, al ampliar la concepción de esta problemática cabría preguntarse: ¿cuáles son los “verdaderos” riesgos a los que se encuentran expuestos los jóvenes con los que se ha trabajado? La adolescencia como etapa de cambios Existen innumerables definiciones del concepto de adolescencia, dependiendo la disciplina desde la cual este sea esbozado, como así también del contexto socio-histórico en el que tiene lugar tal enunciación. Dado que la reconstrucción de este término excede ampliamente los objetivos aquí planteados, solo se presentarán ciertas definiciones, algunas de las cuales pueden ser cuestionadas y otras cuyo contenido permitirá sustentar las ideas que intenta reflejar este trabajo. Más allá de la variedad de definiciones respecto a este tema es posible visualizar entre estas un común denominador, y el mismo consiste en concebir esta etapa vital como “etapa de crisis”, y a partir de esta categorización de la misma surgen las definiciones que se pasarán a enunciar. “La adolescencia es una etapa de la vida que puede verse como un período de oportunidades, pero también de riesgos para la salud y en especial para la sexual y reproductiva. Sin embargo, estos riesgos pueden reducirse ampliamente con acciones efectivas. El Estado tiene grandes responsabilidades en la reducción de estos riesgos, pero se necesita también la participación activa de la comunidad, en especial de los y las adolescentes” 10. En
principio aquí no se acuerda con definir –prácticamente
a priori- a esta etapa de la vida como “etapa de riesgo para la
salud”. Se considera, siguiendo los argumentos teóricos
de la socióloga Susana Checa que tal enfoque –centrado
en el “riesgo”- es producto de la influencia del modelo
médico que ha tendido a relacionar los comportamientos de los
adolescentes con situaciones de riesgo. Y una concepción
semejante solo tiende a delimitar categorizaciones del tipo “normal”
o “patológico” con la consecuente medicalización
de los cambios que suelen acontecer en esta etapa 11.
Esta definición al introducir el concepto de “sexualidad” remite necesariamente a otras cuestiones que serán desarrolladas a lo largo de este artículo. “Durante este período de la vida, el cuerpo ocupa un lugar de capital importancia debido a los cambios físicos sustantivos que ocurren y que repercuten a lo largo de todo el proceso de crecimiento. Tales cambios tienen su correlato en la subjetividad adolescente y se expresan en distintos niveles, a veces contradictorios: la necesidad de autonomía, pero a la vez, la dependencia de los padres; la búsqueda de identidad y las características manifestaciones de rebeldía y omnipotencia” 13. De este modo ha resultado interesante visualizar como el concepto de sexualidad permite articular la doble dimensionalidad de los cambios acontecidos en esta etapa, tanto en el orden de lo objetivo como en lo subjetivo, en la retroalimentación constante e inacabada de ambos órdenes. Siguiendo tal línea de pensamiento, el concepto de sexualidad, permite arribar a la relación existente y siempre dinámica entre: cuerpo e identidad. Retomando los postulados teóricos de la socióloga Susana Checa y a los fines de lograr la articulación entre estas dos últimas nociones se dirá que: “la sexualidad adolescente deberá ser abordada no solo en su restringida expresión biológica sino, fundamentalmente, en tanto construcción social y colectiva regida por pautas históricas y culturales, propias de cada sociedad” 14.
Esta última definición hace indispensable -a esta
altura del desarrollo- la inclusión de otra categoría
explicativa, la noción de género. “El concepto
de género se refiere a la construcción social y
cultural que se organiza a partir de la diferencia sexual….El
género supone al mismo tiempo la construcción de
identidades en el orden simbólico y su ordenamiento social e
institucional, plasmado en relaciones sociales signadas por
jerarquías ” 15.
En el comienzo de este capítulo se ha mencionado que la sexualidad funciona como uno de los ejes centrales durante la adolescencia en lo referente a la construcción de la identidad. Se reafirma en esta oportunidad -a partir de los conceptos teóricos hasta aquí enunciados- que resulta clave en el desarrollo psicosocial del adolescente su identificación sexual. Esta a su vez conlleva implícita su consecuente ubicación de género que suele expresarse en los tradicionales estereotipos asignados diferencialmente a varones y mujeres. “El estereotipo masculino es el de un varón sexualmente activo, heterosexual e independiente. Por el contrario, en el caso de las mujeres se espera la pasividad y la disponibilidad para otorgar placer a la pareja masculina” 17.
Así desde lo simbólico se generan y reproducen
expectativas diferenciales para cada género. Y como los
sujetos no pueden ser nunca por completo independientes de la mirada
de sus semejantes, y menos aún en esta etapa vital, estas
cuestiones tienen su correlato en el orden de lo material. En este
sentido ha sido posible visualizar en el trabajo desarrollado con los
jóvenes como la mayoría de sus prácticas se
encuentran teñidas de estos imaginaros. De este modo se ha comprendido que el pleno ejercicio de los Derechos Sexuales y Reproductivos -que ya se han mencionado en el apartado anterior- no solo se encuentra ligado a cuestiones legislativas o a la implementación de determinadas políticas públicas sino –y fundamentalmente- al modo en que pueden ser subjetivados por cada sujeto. A su vez tal proceso de subjetivación no puede ser analizado con independencia de las condiciones materiales de existencia en las que se desarrollan los jóvenes que han sido sujetos de la intervención. Transitar la adolescencia en el contexto de exclusión social. Para
iniciar la reflexión acerca de las cuestiones que serán
trabajadas a continuación se comenzará por analizar la
noción de “ciudadanía”, por considerar que
ésta puede funcionar como eje transversal de todos los puntos
de interés que serán plasmados a lo largo del siguiente
desarrollo. “La noción de ciudadanía se
relacionaba con la aparición de los Estados de Bienestar, y en
especial con los derechos sociales 18”
dice el trabajador social, Alfredo Carballeda. Por lo recién expuesto esta categoría explicativa no puede deslindarse del actual contexto de crisis en el que el desempleo ha ocupado un lugar central a lo largo de la última década. A raíz de esto: “La sociedad se ha tornado progresivamente más desigual, estas desigualdades se multiplican en diferentes esferas y aspectos…. ( ) Al mismo tiempo se enmarcan dentro de una cadena de acontecimientos que muchas veces se presentan como sin sentido, pero que poseen un común denominador: el aumento consecuente de la inequidad en relación con el acceso a los bienes elementales de los que depende la supervivencia cotidiana dentro de un marco de gran heterogeneidad social” 21. Este
breve relato ha intentado dar cuenta –a grandes rasgos- de la
tensión vigente entre lo que aquí podría
denominarse: inclusión-exclusión social. Ahora bien,
anteriormente se ha desarrollado la caracterización de la
adolescencia como etapa vital de cambio donde la consolidación
de la identidad juega un papel central. Siendo que los jóvenes
con los que se ha trabajado –a lo largo del período en
análisis- pertenecen a sectores populares ha resultado
imposible dejar de pensar, cómo y con qué recursos
materiales y simbólicos pueden estos jóvenes
desarrollar y consolidar su identidad en tanto sujetos situados en la
exclusión social vigente. En relación a este proceso de naturalización de la exclusión social vigente, resulta interesante detenerse a pensar que tal proceso no es unilateral. Es decir, no solo se cristaliza esta situación de vulnerabilidad de gran parte de la población, en el imaginario de aquellos sujetos incluidos socialmente, sino que en el discurso de aquellos que la protagonizan cotidianamente también es posible percibir tal naturalización. En cuanto a este último punto ha resultado sumamente útil el aporte de Javier Auyero quien sostiene en relación esta última cuestión –y particularmente en cuanto al modo en que la misma es percibida por los jóvenes pertenecientes a los sectores populares- lo siguiente: “El recurso del derecho como potencialmente movilizable para reivindicar, para exigir una vía que se sume al esfuerzo individual –que sí sostienen- no parece ser una voz tenida en cuenta” 23. Si hasta aquí se han mencionado procesos de exclusión social, con la consecuente estigmatización que los mismos conllevan implícita, y a su vez se ha dado cuenta también de la naturalización de ambas cuestiones tanto por los sujetos incluidos como excluidos socialmente, se considera posible y pertinente repensar la situación de los jóvenes de los sectores populares a partir de su autopercepción. En esta línea de análisis y retomando las palabras de Javier Auyero –una vez más- puede decirse al respecto: “estaríamos asistiendo, en el caso de los jóvenes de sectores populares urbanos, a una modificación en el imaginario cultural que caracterizó por décadas a una buena parte de estos mismos grupos sociales. La idea de percibirse como ciudadanos-sujetos de derechos comenzaría a evanescerse, a disolverse, erosionada por el agua de la historia. El presente –las condiciones de existencia, las prácticas, etc., permanentemente incorporado como historia, estaría negando de manera sistemática la posibilidad de reconocerse como ciudadanos con derecho a la justicia social”. En las generaciones anteriores el recurso de auto-percibirse como ciudadano con derechos aparecía como potencialmente movilizable y efectivamente puesto en juego en las interacciones cotidianas. “Autopercepción a la que no es ajena la idea de representarse al todo social como un espacio abierto, dinámico, un espacio con trayectorias susceptibles de ser recorridas en el camino –sino llano, al menos alumbrado- del ascenso social, con vías aptas para ser transitadas. Las luces principales de este camino eran el esfuerzo personal y familiar y el fundamental papel del Estado como planificador de esa ruta. El conjunto de derechos constituía la herramienta fundamental ejercitable en el andar del camino” 24. Entonces puede decirse que desde un imaginario social reivindicativo como el que acaba de ser esbozado “la pobreza” era concebida como “algo transitorio” como un escalón entre otros en la escalera del progreso social, pero ante la naturalización de la exclusión planteada anteriormente, cabe interrogarse acerca del lugar que puede ocupar actualmente la “idea de progreso” en el imaginario de los adolescentes de los sectores en estudio. Se considera que esta idea se encuentra emparentada con lo que podría denominarse -a esta altura- el “proyecto de vida” y por ende con la construcción-consolidación de la identidad de los jóvenes con los que se ha trabajado. La interiorización-naturalización de la injusticia La reflexión acerca de la “idea de progreso” y el “proyecto de vida” vigente entre los jóvenes de los sectores sociales con los que se ha trabajado, invoca inmediatamente una de las instancias de socialización típica de nuestra sociedad: “la escuela”. “El sistema educativo es la opción más clara de inserción social en la etapa de la adolescencia del individuo… ( )...les otorga los primeros elementos socialmente formalizados para definir su identidad” 25. Se considera necesario –a esta altura- destacar la diferencia visualizada entre la función que hasta hace un par de décadas cumplía –o podía llegar a cumplir- el sistema educativo en estos sectores de la población y la que desempeña actualmente. En relación a tal cuestión, es posible decir, que hace un par de décadas atrás existía en el imaginario social una relación –prácticamente lineal- entre escuela-trabajo, y a su vez de este binomio se desprendía el siguiente: ascenso social-progreso económico. De este modo “la educación y el trabajo conformaron tradicionalmente los mecanismos de inclusión social para estos jóvenes” 26. Con lo cual –y en contraposición a los mecanismos de exclusión social planteados en el apartado previo- puede decirse que “lo que se quería, lo que se deseaba y proyectaba estaba en directa relación con el sentirse ciudadanos integrados y con el papel que en estas lógicas cumplía el Estado respetando los derechos individuales y satisfaciendo los derechos sociales” 27.
Resulta importante reflexionar acerca de esta idea de
integración-inclusión explicitada en la reciente cita.
A su vez en esta misma línea de pensamiento puede decirse que en el ámbito laboral –en tanto instancia de inserción social- sus posibilidades no son mucho mas prometedoras, y sostiene Javier Auyero al respecto: “La inserción laboral de los jóvenes no parece ser tarea fácil. Sumado a la precariedad de las condiciones de trabajo y a los bajos salarios, la precocidad en el ingreso a ese mundo que se viene registrando en los últimos años y la consecuente deserción del sistema educativo se transforma en un camino sin retorno de perpetuación de desigualdades, un viaje de ida del cual no se vuelve. Otra vía muerta” 29. En los discursos y las prácticas de muchos de los jóvenes con los que ha trabajado ha sido posible percibir no solo este “estancamiento” -consecuencia de la “vía muerta” mencionada- sino también la naturalización de esta situación por ellos mismos y su entorno más inmediato. Se considera que la naturalización de tal situación trae aparejado un empobrecimiento del universo simbólico de estos adolescentes, su mirada impregnada de un “realismo extremo” no les permite elaborar, ni siquiera concebir –desde lo simbólico- proyectos de vida “alternativos”, es decir enmarcados en la inclusión social, condición que –aunque en el actual contexto solo sea en lo formal- también les pertenece. De este modo estos jóvenes transitan -con aparente resignación- su cotidianeidad signada por la carencia absoluta de cualquier inscripción institucional, que suele ser ni más ni menos que aquello que normalmente ofrece algún grado de organización de la vida de los sujetos -y de sentido- en tanto involucra el desarrollo de roles específicos: de estudiante, de trabajador, etc. Para concluir esta idea se citará una vez más a Javier Auyero quien sostiene en relación a esta misma cuestión: “parafraseando a O¨Donnell podemos decir que, en lo que a los jóvenes de sectores populares se refiere, a la `desciudadanización estructural´ le corresponde un universo simbólico juvenil popular con aspiraciones de baja intensidad…( )…La falta de trabajo y los bajos ingresos, la ausencia de un sentido perseguido en la escolarización, el trato desigual al que se ven sometidos en diversas circunstancias de su vida cotidiana, la violencia policial de la que son objeto conforman –junto a otras tantas- un conjunto de experiencias excluyentes que constituyen el dosaje básico con el cual el `habitus de clase y etáreo´ va siendo estructurado” 30. Entonces, cuidarse para qué: Este trabajo se ha originado a partir del cuestionamiento de las nociones de “prevención” y “riesgo” en el ámbito de la salud. Se considera que los desarrollos precedentes han posibilitado el delineado teórico de diversos conceptos haciendo posible con ello repensar estas nociones. Se ha mencionado en un comienzo la dificultad observada en las prácticas de los jóvenes en torno a la instrumentación de las medidas de prevención trabajadas con los mismos. Aquí se reafirma la idea de que tal dificultad no esta centrada ni en la desinformación, ni en el hecho de que cuentan con información errónea necesariamente 31. Se considera que la ruptura presente entre sus prácticas y la información que poseen responde –entre otras cuestiones- a la lógica que impregna su cotidianeidad, la que suele funcionar como clara obstaculizadora de la implementación de las medidas de cuidado, porque “cuando se habla de pobreza no se está hablando sólo de falta de bienes, se trata antes que nada de la desposesión de la capacidad de `fijar el rumbo de la propia vida”. 32 Al pensar en la temática central de este trabajo originariamente se supuso que la misma giraría en torno a la salud sexual y reproductiva de los jóvenes con los que ha trabajado. A esta altura y luego de los desarrollos teóricos precedentes que dan cuenta de la realidad de los adolescentes con los que se ha tenido contacto, se considera que existen riesgos mucho mas “severos” -si así pudieran ser calificados- a los que se encuentran expuestos estos jóvenes, que van mas allá de la ausencia del uso de preservativo, o la falta de implementación de algún MAC. De hecho se considera que la ausencia de tales medidas de cuidado o de planificación familiar es prácticamente la consecuencia inevitable de un modo de vida caracterizado por la inmediatez y la desorganización producto de la insatisfacción sostenida de sus necesidades más elementales. Aquí podría ser relativizada la idea de “desorganización”, dice interesantemente Carballeda al respecto –y en relación a la problemática de adicciones, tema que atraviesa indudablemente a los jóvenes con los que se ha trabajado: “la imagen que tenemos del adicto es la de una persona fuertemente desordenada y, en realidad, el adicto tiene su vida muy ordenada. Tal vez, la ordenó alrededor de las drogas por falta de un orden simbólico o de una propuesta de orden simbólico por parte de la sociedad o de los espacios de socialización que fueron decayendo”. Así
como han sido señalados algunos problemas en torno al uso del
preservativo, también han sido frecuentes en el trabajo
cotidiano con tal grupo etáreo, la visualización de
problemas en torno a los usos, desusos e incorrectos usos de los MAC.
Se ha tratado a lo largo de este trabajo las dificultades presentes entre los jóvenes de estos sectores para construir –ni más, ni menos- que su “proyecto de vida”. Tal vez en este contexto “la maternidad” representa para las adolescentes con las que se ha trabajado, y se hace referencia exclusiva aquí a las mujeres por la inevitable construcción de género que atraviesa a este tema, uno de los pocos proyectos de los que no han sido excluidas, y por ende uno de los poco –sino el único- concretable. Así llegando al final de este trabajo puede decirse que las prácticas 34 de estos jóvenes, y por ende las medidas preventivas llevadas adelante por los efectores de salud, no pueden ser analizadas apolíticamente. Se reconoce la importancia de contar con leyes y programas que respaldan –y de hecho hacen posible, en alguna medida- la efectivización de los derechos sexuales y reproductivos por ejemplo. Aún así se insiste en trabajar con estos jóvenes desde una concepción de salud integral, que reconozca los impactos que tienen en su subjetividad –y por ende- en su salud mental, las condiciones sociales en las que se desenvuelve su cotidianeidad. A su vez estas “condiciones sociales” caracterizadas por la vulnerabilidad absoluta tanto en el orden material como simbólico, ya no pueden ser concebidas como una falla transitoria del sistema, sino que han pasado a constituirse en basamento de su estructura que –de hecho posibilita- su “normal” funcionamiento. En este contexto resulta interesante –y hasta esperanzador- retomar las palabras de Michael Foucault quien sostiene que: el poder existe en tanto existe la libertad, “Esto quiere decir que en las relaciones de poder existen necesariamente posibilidades de resistencia, ya que, si no existiesen posibilidades de resistencia –de resistencia violenta, de huida, de engaño, de estrategias de inversión de la situación- no existirían relaciones de poder 35”.
De este modo al concebir al espacio social en tanto espacio
de lucha36
se considera que la práctica profesional debería
estar ligada a generar entre los jóvenes espacios de
contención en los que puedan reflexionar acerca de los
problemas que los afecta a ellos y a su comunidad. La reflexión
al ser grupalizada podría correr a estos jóvenes del
habitual lugar de estigmatización que ocupan para que los
mismos puedan reposicionarse en un lugar de reivindicación de
sus derechos e intereses. Bibliografía:
NOTAS 1 Tal delimitación geográfica incluye a adolescentes de la villa 1-11-14, Barrios Rivadavia I y II, y Barrio Illia. 2 Integrado por tres trabajadoras sociales, una psicopedagogía y una medica tocoginecóloga. 3 Ley de Niños, Niñas y Adolescentes del GCBA Nº 114, Ley Básica de Salud de la Ciudad de Buenos Aires, Nº 153. 4 UNIFEM-FEIM, pág.: 84. 5 UNICEF, 2005: 23. 6 UNICEF, 2005: 23. 7 UNICEF, 2005: 119. 8UNICEF, 200: 119. 9 UNICEF, 2005: 120. 10 UNIFEM-FEIM, 2003: 28 11 Checa, 2003: 26 12 Checa, 2003: 19 13 Checa, 2003: 19 14 Checa, 2003: 20 15 Checa, 2003: 39 16 Lamas, 1994: 8 17 Checa S, 2003: 23 18 Carballeda, 2002: 74 19 Carballeda, 2002: 74 20 Carballeda, 2002: 74 21 Carballeda, 2002: 72. 22 Carballeda, 2002: 75 23 Auyero, 1995: 95 24 Auyero, 1995: 115 25 Auyero, 1995: 26 26Auyero, 1995: 24. 27 Auyero, 1995: 116. 28 Auyero, 1995: 25 29 Auyero, 1995: 31 30 Auyero, 1995: 119. 31 En las entrevistas realizadas dentro del marco del CEPAD la totalidad de los adolescentes entrevistados pudieron dar cuenta de que el preservativo es el unico medio que permite prevenir la transmisión del VIH-SIDA, y seguidamente reconocieron que no lo utilizan habitualmente. 32VVAA, 1995: 11. 33 Si bien el aborto no es una práctica legal en nuestro sistema de salud, y por ende no es factible de ser realizado en este ámbito se intenta “acompañar” a las mujeres que deciden incurrir en tales prácticas, ofreciendo controles médicos inmediatos a la realización de las mismas, con el fin de evitar complicaciones posteriores. 34 Se incluyen aquí cuestiones que exceden la salud sexual y reproductiva, se puede situar bajo esta misma lógica explicativa los problemas de adicciones y los sucesos de violencia en lo que se ven directa o indirectamente involucrados los jóvenes. 35 Foucault, 1994: 5. 36 Bourdieu y Wacquant, 1995 : 66 a 68
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