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Edición N° 53 - otoño 2009

Cuidarse para qué:
un análisis de las prácticas y representaciones sociales de los adolescentes del Bajo Flores

Por:
Rocío L. Vazquez
* (Datos sobre la autora)


Resumen:

El ejercicio de los Derechos Sexuales y Reproductivos no solo se encuentra ligado a cuestiones legislativas o a la implementación de determinadas políticas públicas, sino –y fundamentalmente- al modo en que pueden ser subjetivados por cada sujeto.

Se problematizaran las nociones de “riesgo” y “prevención” en el área de salud a partir del trabajo desarrollado con adolescentes del Bajo Flores.

Descripción de los espacios de intervención que originaron los interrogantes que dieron lugar al presente trabajo.

Antes de comenzar con el trabajo de análisis propiamente dicho se considera pertinente introducir la descripción de ciertos dispositivos institucionales a partir de los cuales se han desplegado intervenciones con adolescentes en la zona del Bajo Flores 1. Entre estos pueden mencionarse el Programa de Salud Sexual y Reproductiva (SSR) y el Centro para la Prevención, Asesoramiento y Diagnóstico de VIH-SIDA (CEPAD). La instrumentación de ambos programas desde el Centro de Salud y Acción Comunitaria Nº 20 (CeSAC Nº 20) contempla espacios de intervención individuales, como así también grupales y comunitarios. Como espacios de atención individual es posible hacer mención de las entrevistas pre y post test para la detección de VIH-SIDA, las entrevistas realizadas en torno a la consejería sobre Métodos Anticonceptivos (MAC), Anticoncepción de Emergencia y la realización de pruebas de embarazo. A su vez, el CeSAC Nº 20 articula acciones con el único colegio secundario de la zona, el EMEM Nº 3 colaborando con esta institución en la implementación de la Ley de Salud Sexual en el nivel de educación media. Allí un equipo de profesionales 2 abocados al Programa de SSR ha desarrollado con cada división de 1er año un ciclo mensual de cuatro talleres (uno por semana) en los que se ha trabajado: el concepto de sexualidad –atravesado por la cuestión de género-, MAC, Anticoncepción de Emergencia e Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) como VIH-SIDA.
En referencia a los espacios de intervención grupales puede citarse también el trabajo desarrollado por la residencia de trabajo social en el CooPA (Cooperativa de Producción y Aprendizaje). Esta última institución funciona en el barrio hace ya 20 años, es un espacio destinado a niños y adolescentes de la zona, en el que estos asisten para capacitarse en diferentes oficios, como por ejemplo: herrería, construcción y periodismo entre otros.
Esta institución además de constituirse en tanto espacio de capacitación funciona realmente como un sitió de contención y pertenencia para los jóvenes que por ella transitan. Entre las diversas actividades grupales que realizan allí los adolescentes -más allá de su pertenencia específica a cada oficio- como por ejemplo los desayunos, almuerzos, actividades deportivas y campamentos, se llevan adelante también lo que en el CooPA se denomina: “intercambios”.
Estos últimos son encuentros semanales entre todos los adolescentes de un mismo turno en los que se trabajan diversas temáticas de interés de los jóvenes. Una vez al mes se lleva a cabo el intercambio de salud, allí es donde la residencia de trabajo social junto a la residencia de Medicina General del Centro de Salud y Acción Comunitaria Nº 19 (CeSAC Nº 19) planifican, realizan y evalúan las actividades grupales desarrolladas con los adolescentes.
A lo largo del período en análisis se han trabajado entre otros temas, el concepto de salud, se han realizado encuentros destinados a que los jóvenes puedan ampliar la definición tradicional de este término habitualmente ligado fundamentalmente a lo biológico, se ha intentado que los jóvenes puedan reconocer los efectores de salud en la zona del Bajo Flores y a su vez puedan dar cuenta de sus experiencias personales y/o familiares en torno a su atención en los mismos. Otra cuestión que también pudo ser desarrollada a lo largo del mismo período ha sido la referente a la legislación vigente 3 fundamentalmente en lo concerniente a los efectores de salud con el objetivo de que los adolescentes conozcan sus derechos y a su vez puedan reclamar su efectivización. Finalmente también se han destinado algunos encuentros para trabajar cuestiones inherentes a MAC, Anticoncepción de Emergencia e ITS.

A continuación se dará paso a la enunciación de las cuestiones visualizadas como problemáticas en torno al cuidado de la salud de los jóvenes con los que se ha trabajado.

A lo largo del trabajo desarrollado con los adolescentes y a partir del seguimiento de algunas situaciones individuales ha sido posible visualizar diversas dificultades en torno a la instrumentación de la información que los mismos han ido trabajando a lo largo de diferentes encuentros tanto en forma individual como colectiva.

Para introducir tal cuestión se cree pertinente desterrar, desde el vamos, la falsa premisa –vigente aún entre algunas disciplinas que integran el sistema de salud- que supone que “información transmitida” equivale a “información recibida”. Con tal enunciación no se esta haciendo referencia únicamente a obstáculos de tipo cognitivo que imposibilitan la apropiación de tal información, sino también a dificultades relacionadas con cuestiones culturales, sociales e incluso personales que en ocasiones no permiten desplegar acciones consecuentes con esa información capitalizada.
A su vez, a esta altura, también se considera indispensable reflexionar críticamente acerca del accionar profesional, dado que la ruptura evidenciada entre las acciones preventivas llevada a cabo con los jóvenes y las prácticas de estos en relación a tales cuestiones, podría permitir suponer también que el inconveniente estaría dado en que el tratamiento de estos temas responde más a una necesidad de los primeros que de los segundos.

Para comenzar la reflexión de las cuestiones hasta aquí citadas resulta pertinente la inclusión del concepto de prevención. “La prevención en el campo de la salud implica actuar antes de que se presenten problemas o enfermedades en nuestro cuerpo y nuestra mente” 4 . Podría cuestionarse esta aparente división planteada entre “cuerpo” y “mente” pero tal cuestión se retomará en otro apartado de este mismo trabajo. Siguiendo con la noción de prevención la definición planteada anteriormente puede ampliarse al incluir las definiciones de prevención “específica” e “inespecífica”. La primera implica “acciones centradas directa y explícitamente en una problemática en particular (como por ejemplo: adicciones, VIH-SIDA, etc.)” 5 . Y la segunda tiene que ver con “acciones que, si bien no aluden directamente a la problemática, inciden en la misma” 6 , acciones tales como el trabajo que tiende a promover el desarrollo de la autonomía de los sujetos, o bien el que fomenta los vínculos entre las personas, etc.

Se considera que las acciones de prevención específica suelen instrumentarse con mas frecuencia desde los efectores de salud que la acciones de prevención inespecífica. En este orden de cuestiones una de las medidas de prevención –por excelencia- pasa a ser la “difusión de información”. En esta línea de argumentación han resultado interesante las reflexiones de Silvana Weller quien ha titulado uno de sus artículos –en referencia a este tema y al grupo etáreo en análisis- del siguiente modo: Si saben, ¿Por qué no se cuidan? O ¿Qué saben cuando no se cuidan? 7 .

Para dar paso al análisis de tal cuestión la autora parte de la vigencia del “fenómeno de doble inscripción”, y sostiene en relación al mismo “la información enviada al sujeto cognitivo racional queda almacenada a nivel consciente, pero desvinculada de la posibilidad de utilizarla o articularla en otras situaciones, bien sea para cuidarse o bien para no preocuparse ante situaciones no peligrosas” 8. Entonces la autora cierra esta idea diciendo: “si algo que se sabe, en el sentido consciente del término, no se recuerda o no puede ser utilizado como insumo para la acción, es posible pensar que hay elementos de otro orden que están obturando el libre desplazamiento de las representaciones” 9. A partir de una argumentación como esta se considera posible plantear ciertos cuestionamientos a las medidas de prevención centradas en la “difusión de información” exclusivamente. Las mismas suelen centrarse en la supuesta desinformación sobre la temática que se pretende abordar, o bien basarse en que la información que poseen los sujetos de la intervención acerca de la misma es incorrecta. Por lo tanto lo implícito de este tipo de razonamientos es que alcanza con hacer conocer aquello que no se conoce, o que solo se trata de sustituir la información “errónea” por otra “correcta”.

Algunos cuestionamientos a este tipo de intervenciones de carácter lineal han posibilitado el despliegue de los siguientes interrogantes: ¿Por qué las medidas de prevención no logran implementarse en la mayoría de las situaciones trabajadas? En relación a las acciones preventivas llevadas adelante con los jóvenes ha funcionado como eje transversal el tratamiento de los Derechos Sexuales y Reproductivos, pero la pregunta que surge ante esto es: ¿qué ocurre con la efectivización del resto de los derechos que estos jóvenes tienen en tanto ciudadanos? ¿Puede pensarse el cumplimiento de los Derechos Sexuales y Reproductivos con independencia del resto de los derechos citados? ¿Acaso no es el conjunto de estos derechos –concebidos de forma integral- el que posibilita y retroalimenta la consecución de todos ellos? Así, al ampliar la concepción de esta problemática cabría preguntarse: ¿cuáles son los “verdaderos” riesgos a los que se encuentran expuestos los jóvenes con los que se ha trabajado?

La adolescencia como etapa de cambios

Existen innumerables definiciones del concepto de adolescencia, dependiendo la disciplina desde la cual este sea esbozado, como así también del contexto socio-histórico en el que tiene lugar tal enunciación. Dado que la reconstrucción de este término excede ampliamente los objetivos aquí planteados, solo se presentarán ciertas definiciones, algunas de las cuales pueden ser cuestionadas y otras cuyo contenido permitirá sustentar las ideas que intenta reflejar este trabajo. Más allá de la variedad de definiciones respecto a este tema es posible visualizar entre estas un común denominador, y el mismo consiste en concebir esta etapa vital como “etapa de crisis”, y a partir de esta categorización de la misma surgen las definiciones que se pasarán a enunciar. “La adolescencia es una etapa de la vida que puede verse como un período de oportunidades, pero también de riesgos para la salud y en especial para la sexual y reproductiva. Sin embargo, estos riesgos pueden reducirse ampliamente con acciones efectivas. El Estado tiene grandes responsabilidades en la reducción de estos riesgos, pero se necesita también la participación activa de la comunidad, en especial de los y las adolescentes” 10.

En principio aquí no se acuerda con definir –prácticamente a priori- a esta etapa de la vida como “etapa de riesgo para la salud”. Se considera, siguiendo los argumentos teóricos de la socióloga Susana Checa que tal enfoque –centrado en el “riesgo”- es producto de la influencia del modelo médico que ha tendido a relacionar los comportamientos de los adolescentes con situaciones de riesgo. Y una concepción semejante solo tiende a delimitar categorizaciones del tipo “normal” o “patológico” con la consecuente medicalización de los cambios que suelen acontecer en esta etapa 11.
Por el desacuerdo manifiesto respecto a la anterior conceptualización de la adolescencia se ofrecerá a continuación otra que resulta mas adecuada a los fines de este trabajo: “La adolescencia es una etapa del ciclo vital de las personas caracterizada por complejos y multifacéticos aspectos en que la sexualidad se constituye como uno de los principales ejes conformadores de la identidad” 12.

Esta definición al introducir el concepto de “sexualidad” remite necesariamente a otras cuestiones que serán desarrolladas a lo largo de este artículo. “Durante este período de la vida, el cuerpo ocupa un lugar de capital importancia debido a los cambios físicos sustantivos que ocurren y que repercuten a lo largo de todo el proceso de crecimiento. Tales cambios tienen su correlato en la subjetividad adolescente y se expresan en distintos niveles, a veces contradictorios: la necesidad de autonomía, pero a la vez, la dependencia de los padres; la búsqueda de identidad y las características manifestaciones de rebeldía y omnipotencia” 13.

De este modo ha resultado interesante visualizar como el concepto de sexualidad permite articular la doble dimensionalidad de los cambios acontecidos en esta etapa, tanto en el orden de lo objetivo como en lo subjetivo, en la retroalimentación constante e inacabada de ambos órdenes. Siguiendo tal línea de pensamiento, el concepto de sexualidad, permite arribar a la relación existente y siempre dinámica entre: cuerpo e identidad. Retomando los postulados teóricos de la socióloga Susana Checa y a los fines de lograr la articulación entre estas dos últimas nociones se dirá que: “la sexualidad adolescente deberá ser abordada no solo en su restringida expresión biológica sino, fundamentalmente, en tanto construcción social y colectiva regida por pautas históricas y culturales, propias de cada sociedad” 14.

Esta última definición hace indispensable -a esta altura del desarrollo- la inclusión de otra categoría explicativa, la noción de género. “El concepto de género se refiere a la construcción social y cultural que se organiza a partir de la diferencia sexual….El género supone al mismo tiempo la construcción de identidades en el orden simbólico y su ordenamiento social e institucional, plasmado en relaciones sociales signadas por jerarquías ” 15.
De este modo la diferencia sexual mediada por esta construcción cultural –que se ha denominado “género”- tiene como correlato una desigual distribución de poder entre varones y mujeres aún cuando desde lo biológico no existe evidencia alguna que permita afirmar la existencia de comportamientos y/o actitudes consideradas “masculinas” o “femeninas” 16.

En el comienzo de este capítulo se ha mencionado que la sexualidad funciona como uno de los ejes centrales durante la adolescencia en lo referente a la construcción de la identidad. Se reafirma en esta oportunidad -a partir de los conceptos teóricos hasta aquí enunciados- que resulta clave en el desarrollo psicosocial del adolescente su identificación sexual. Esta a su vez conlleva implícita su consecuente ubicación de género que suele expresarse en los tradicionales estereotipos asignados diferencialmente a varones y mujeres. “El estereotipo masculino es el de un varón sexualmente activo, heterosexual e independiente. Por el contrario, en el caso de las mujeres se espera la pasividad y la disponibilidad para otorgar placer a la pareja masculina” 17.

Así desde lo simbólico se generan y reproducen expectativas diferenciales para cada género. Y como los sujetos no pueden ser nunca por completo independientes de la mirada de sus semejantes, y menos aún en esta etapa vital, estas cuestiones tienen su correlato en el orden de lo material. En este sentido ha sido posible visualizar en el trabajo desarrollado con los jóvenes como la mayoría de sus prácticas se encuentran teñidas de estos imaginaros.
En algunas de las entrevistas realizadas a las adolescentes mujeres ha surgido como tema problemático la negociación en torno al uso de preservativo con los varones. En el caso de los varones ha sido frecuente escuchar que se cuidan “o cuidarían” con preservativo -o no- de acuerdo a la “reputación” de la mujer en cuestión la que suele ser leída desde los estereotipos sociales mencionados.

De este modo se ha comprendido que el pleno ejercicio de los Derechos Sexuales y Reproductivos -que ya se han mencionado en el apartado anterior- no solo se encuentra ligado a cuestiones legislativas o a la implementación de determinadas políticas públicas sino –y fundamentalmente- al modo en que pueden ser subjetivados por cada sujeto. A su vez tal proceso de subjetivación no puede ser analizado con independencia de las condiciones materiales de existencia en las que se desarrollan los jóvenes que han sido sujetos de la intervención.

Transitar la adolescencia en el contexto de exclusión social.

Para iniciar la reflexión acerca de las cuestiones que serán trabajadas a continuación se comenzará por analizar la noción de “ciudadanía”, por considerar que ésta puede funcionar como eje transversal de todos los puntos de interés que serán plasmados a lo largo del siguiente desarrollo. “La noción de ciudadanía se relacionaba con la aparición de los Estados de Bienestar, y en especial con los derechos sociales 18 dice el trabajador social, Alfredo Carballeda.
En relación a esta misma cuestión prosigue su análisis: “….la igualdad era entonces una igualdad social además de política, y el Estado se constituía en garante de los derechos sociales. Justamente es esa concepción de ciudadanía la que se restringe en consonancia con la caída del Estado de Bienestar” 19 . Cuando Alfredo Carballeda hace referencia a esto, deja entrever que la noción de ciudadanía se encontró desde sus orígenes ligada -entre otras cosas, pero fundamentalmente- a leyes y derechos sociales emparentados con la esfera del trabajo 20.

Por lo recién expuesto esta categoría explicativa no puede deslindarse del actual contexto de crisis en el que el desempleo ha ocupado un lugar central a lo largo de la última década. A raíz de esto: “La sociedad se ha tornado progresivamente más desigual, estas desigualdades se multiplican en diferentes esferas y aspectos…. ( ) Al mismo tiempo se enmarcan dentro de una cadena de acontecimientos que muchas veces se presentan como sin sentido, pero que poseen un común denominador: el aumento consecuente de la inequidad en relación con el acceso a los bienes elementales de los que depende la supervivencia cotidiana dentro de un marco de gran heterogeneidad social” 21.

Este breve relato ha intentado dar cuenta –a grandes rasgos- de la tensión vigente entre lo que aquí podría denominarse: inclusión-exclusión social. Ahora bien, anteriormente se ha desarrollado la caracterización de la adolescencia como etapa vital de cambio donde la consolidación de la identidad juega un papel central. Siendo que los jóvenes con los que se ha trabajado –a lo largo del período en análisis- pertenecen a sectores populares ha resultado imposible dejar de pensar, cómo y con qué recursos materiales y simbólicos pueden estos jóvenes desarrollar y consolidar su identidad en tanto sujetos situados en la exclusión social vigente.
Con el objetivo de tratar de esbozar algunas respuestas a tales interrogantes se considera oportuno mencionar otra tensión visualizada entre otras dos categorías explicativas -relacionadas con la cuestión en estudio- a saber: reivindicación de los derechos-naturalización de la exclusión. Se considera que el análisis de ambas cuestiones permitirá ahondar en los modos en que estos procesos de precarización social, impactan en la subjetividad de los sujetos.
Retomando las palabras de Alfredo Carballeda –y en relación a la cuestión recién planteada- puede decirse que “la exclusión, una vez naturalizada, implica también la impronta de fuertes construcciones desde lo simbólico sobre los sujetos más desposeídos, y esta circunstancia trae nuevas formas de estigmatización…( ) ..si un excluido se construyó socialmente según una estrategia que naturaliza su condición, actuará según esa construcción, es decir, al margen de lo que llamamos sociedad…( ) Estas circunstancias determinan la elaboración de códigos y formas de identidad fuertemente volátiles, con una marcada pérdida de espacios de socialización o la construcción efímera de éstos. De esta forma la noción de ciudadanía se presenta quebrada y hasta sin sentido” 22.

En relación a este proceso de naturalización de la exclusión social vigente, resulta interesante detenerse a pensar que tal proceso no es unilateral. Es decir, no solo se cristaliza esta situación de vulnerabilidad de gran parte de la población, en el imaginario de aquellos sujetos incluidos socialmente, sino que en el discurso de aquellos que la protagonizan cotidianamente también es posible percibir tal naturalización. En cuanto a este último punto ha resultado sumamente útil el aporte de Javier Auyero quien sostiene en relación esta última cuestión –y particularmente en cuanto al modo en que la misma es percibida por los jóvenes pertenecientes a los sectores populares- lo siguiente: “El recurso del derecho como potencialmente movilizable para reivindicar, para exigir una vía que se sume al esfuerzo individual –que sí sostienen- no parece ser una voz tenida en cuenta” 23.

Si hasta aquí se han mencionado procesos de exclusión social, con la consecuente estigmatización que los mismos conllevan implícita, y a su vez se ha dado cuenta también de la naturalización de ambas cuestiones tanto por los sujetos incluidos como excluidos socialmente, se considera posible y pertinente repensar la situación de los jóvenes de los sectores populares a partir de su autopercepción. En esta línea de análisis y retomando las palabras de Javier Auyero –una vez más- puede decirse al respecto: “estaríamos asistiendo, en el caso de los jóvenes de sectores populares urbanos, a una modificación en el imaginario cultural que caracterizó por décadas a una buena parte de estos mismos grupos sociales. La idea de percibirse como ciudadanos-sujetos de derechos comenzaría a evanescerse, a disolverse, erosionada por el agua de la historia. El presente –las condiciones de existencia, las prácticas, etc., permanentemente incorporado como historia, estaría negando de manera sistemática la posibilidad de reconocerse como ciudadanos con derecho a la justicia social”. En las generaciones anteriores el recurso de auto-percibirse como ciudadano con derechos aparecía como potencialmente movilizable y efectivamente puesto en juego en las interacciones cotidianas. “Autopercepción a la que no es ajena la idea de representarse al todo social como un espacio abierto, dinámico, un espacio con trayectorias susceptibles de ser recorridas en el camino –sino llano, al menos alumbrado- del ascenso social, con vías aptas para ser transitadas. Las luces principales de este camino eran el esfuerzo personal y familiar y el fundamental papel del Estado como planificador de esa ruta. El conjunto de derechos constituía la herramienta fundamental ejercitable en el andar del camino” 24. Entonces puede decirse que desde un imaginario social reivindicativo como el que acaba de ser esbozado “la pobreza” era concebida como “algo transitorio” como un escalón entre otros en la escalera del progreso social, pero ante la naturalización de la exclusión planteada anteriormente, cabe interrogarse acerca del lugar que puede ocupar actualmente la “idea de progreso” en el imaginario de los adolescentes de los sectores en estudio. Se considera que esta idea se encuentra emparentada con lo que podría denominarse -a esta altura- el “proyecto de vida” y por ende con la construcción-consolidación de la identidad de los jóvenes con los que se ha trabajado.

La interiorización-naturalización de la injusticia

La reflexión acerca de la “idea de progreso” y el “proyecto de vida” vigente entre los jóvenes de los sectores sociales con los que se ha trabajado, invoca inmediatamente una de las instancias de socialización típica de nuestra sociedad: “la escuela”. “El sistema educativo es la opción más clara de inserción social en la etapa de la adolescencia del individuo… ( )...les otorga los primeros elementos socialmente formalizados para definir su identidad” 25.

Se considera necesario –a esta altura- destacar la diferencia visualizada entre la función que hasta hace un par de décadas cumplía –o podía llegar a cumplir- el sistema educativo en estos sectores de la población y la que desempeña actualmente. En relación a tal cuestión, es posible decir, que hace un par de décadas atrás existía en el imaginario social una relación –prácticamente lineal- entre escuela-trabajo, y a su vez de este binomio se desprendía el siguiente: ascenso social-progreso económico. De este modo “la educación y el trabajo conformaron tradicionalmente los mecanismos de inclusión social para estos jóvenes” 26. Con lo cual –y en contraposición a los mecanismos de exclusión social planteados en el apartado previo- puede decirse que “lo que se quería, lo que se deseaba y proyectaba estaba en directa relación con el sentirse ciudadanos integrados y con el papel que en estas lógicas cumplía el Estado respetando los derechos individuales y satisfaciendo los derechos sociales” 27.

Resulta importante reflexionar acerca de esta idea de integración-inclusión explicitada en la reciente cita.
Si bien en ya se han mencionado las negativas consecuencias que los procesos de exclusión social tienen sobre la persona de los excluidos se considera necesario analizar estas mismas en el particular grupo etáreo que se pretende analizar. Puede decirse al respecto que “vivir en la exclusión social” deteriora la autoestima de los sujetos que en ella habitan, en tanto son percibidos y se autoperciben como sujetos estigmatizados. A su vez estos jóvenes –en tanto portadores de identidades sociales estigmatizadas, a veces solo adjudicables por su lugar de residencia en la ciudad- ven obturadas día a día sus posibilidades de autoforjarse alguna otra identidad social legítima.
De este modo en la retroalimentación constante de la dimensión material y simbólica de su cotidianeidad, ante la mirada de los “otros” y ante sí mismos, se perpetúa la reproducción de un círculo vicioso cuyo único resultado, suele ser el incremento de la desigualdad social. Una vez más el proceso de construcción-consolidación de la identidad de estos jóvenes se presenta obstaculizado. Ya se ha hecho mención del papel que antaño desempeñaba el sistema educativo en tal proceso y consecuentemente en las posibilidades de los jóvenes para proyectarse a futuro, en tanto la idea de “movilidad social” podía ser concebida por estos dentro del terreno de lo posible.
En contraposición a este imaginario –que solo ha sido vigente para las generaciones pasadas- actualmente los jóvenes de los sectores populares suelen encontrarse con “la ruptura de las posibilidades de movilidad en una sociedad que comienza a aparecer como rígidamente cerrada, y la puesta en duda de las posibilidad de integración social se manifiesta en la interrupción de las vías tradicionales por las cuales se intentaba el ascenso. La vía escuela-trabajo calificado-ascenso social empieza a tomar la forma de una vía muerta. No solo no conduce a ningún lado sino que se hace imposible transitar por ella” 28.

A su vez en esta misma línea de pensamiento puede decirse que en el ámbito laboral –en tanto instancia de inserción social- sus posibilidades no son mucho mas prometedoras, y sostiene Javier Auyero al respecto: “La inserción laboral de los jóvenes no parece ser tarea fácil. Sumado a la precariedad de las condiciones de trabajo y a los bajos salarios, la precocidad en el ingreso a ese mundo que se viene registrando en los últimos años y la consecuente deserción del sistema educativo se transforma en un camino sin retorno de perpetuación de desigualdades, un viaje de ida del cual no se vuelve. Otra vía muerta” 29.

En los discursos y las prácticas de muchos de los jóvenes con los que ha trabajado ha sido posible percibir no solo este “estancamiento” -consecuencia de la “vía muerta” mencionada- sino también la naturalización de esta situación por ellos mismos y su entorno más inmediato. Se considera que la naturalización de tal situación trae aparejado un empobrecimiento del universo simbólico de estos adolescentes, su mirada impregnada de un “realismo extremo” no les permite elaborar, ni siquiera concebir –desde lo simbólico- proyectos de vida “alternativos”, es decir enmarcados en la inclusión social, condición que –aunque en el actual contexto solo sea en lo formal- también les pertenece. De este modo estos jóvenes transitan -con aparente resignación- su cotidianeidad signada por la carencia absoluta de cualquier inscripción institucional, que suele ser ni más ni menos que aquello que normalmente ofrece algún grado de organización de la vida de los sujetos -y de sentido- en tanto involucra el desarrollo de roles específicos: de estudiante, de trabajador, etc. Para concluir esta idea se citará una vez más a Javier Auyero quien sostiene en relación a esta misma cuestión: “parafraseando a O¨Donnell podemos decir que, en lo que a los jóvenes de sectores populares se refiere, a la `desciudadanización estructural´ le corresponde un universo simbólico juvenil popular con aspiraciones de baja intensidad…( )…La falta de trabajo y los bajos ingresos, la ausencia de un sentido perseguido en la escolarización, el trato desigual al que se ven sometidos en diversas circunstancias de su vida cotidiana, la violencia policial de la que son objeto conforman –junto a otras tantas- un conjunto de experiencias excluyentes que constituyen el dosaje básico con el cual el `habitus de clase y etáreo´ va siendo estructurado” 30.

Entonces, cuidarse para qué:

Este trabajo se ha originado a partir del cuestionamiento de las nociones de “prevención” y “riesgo” en el ámbito de la salud. Se considera que los desarrollos precedentes han posibilitado el delineado teórico de diversos conceptos haciendo posible con ello repensar estas nociones.

Se ha mencionado en un comienzo la dificultad observada en las prácticas de los jóvenes en torno a la instrumentación de las medidas de prevención trabajadas con los mismos. Aquí se reafirma la idea de que tal dificultad no esta centrada ni en la desinformación, ni en el hecho de que cuentan con información errónea necesariamente 31. Se considera que la ruptura presente entre sus prácticas y la información que poseen responde –entre otras cuestiones- a la lógica que impregna su cotidianeidad, la que suele funcionar como clara obstaculizadora de la implementación de las medidas de cuidado, porque “cuando se habla de pobreza no se está hablando sólo de falta de bienes, se trata antes que nada de la desposesión de la capacidad de `fijar el rumbo de la propia vida”. 32

Al pensar en la temática central de este trabajo originariamente se supuso que la misma giraría en torno a la salud sexual y reproductiva de los jóvenes con los que ha trabajado. A esta altura y luego de los desarrollos teóricos precedentes que dan cuenta de la realidad de los adolescentes con los que se ha tenido contacto, se considera que existen riesgos mucho mas “severos” -si así pudieran ser calificados- a los que se encuentran expuestos estos jóvenes, que van mas allá de la ausencia del uso de preservativo, o la falta de implementación de algún MAC. De hecho se considera que la ausencia de tales medidas de cuidado o de planificación familiar es prácticamente la consecuencia inevitable de un modo de vida caracterizado por la inmediatez y la desorganización producto de la insatisfacción sostenida de sus necesidades más elementales. Aquí podría ser relativizada la idea de “desorganización”, dice interesantemente Carballeda al respecto –y en relación a la problemática de adicciones, tema que atraviesa indudablemente a los jóvenes con los que se ha trabajado: “la imagen que tenemos del adicto es la de una persona fuertemente desordenada y, en realidad, el adicto tiene su vida muy ordenada. Tal vez, la ordenó alrededor de las drogas por falta de un orden simbólico o de una propuesta de orden simbólico por parte de la sociedad o de los espacios de socialización que fueron decayendo”.

Así como han sido señalados algunos problemas en torno al uso del preservativo, también han sido frecuentes en el trabajo cotidiano con tal grupo etáreo, la visualización de problemas en torno a los usos, desusos e incorrectos usos de los MAC.
Aquí se insiste en sostener que tales cuestiones no resultan –en la mayoría de los casos- de la desinformación y/o información errónea que circula en el barrio en relación a este tema. La inconsistencia en el relato de algunas jóvenes –al tratar de dar cuenta de los “olvidos” y/o “equivocaciones” que cometieron en torno al uso de su MAC, o bien el quiebre argumental en ciertos relatos permite inferirlo. Por ejemplo cuando asisten a realizarse una prueba de embarazo, normalmente estas entrevistas se abren preguntando: “¿estabas buscando un bebé?”, y la respuesta –casi siempre- suele ser “no!” de parte de las chicas, entonces la pregunta que suele realizarse es: “¿y con qué te cuidabas para no quedar embarazada?, para la cual la respuesta más común suele ser: “con nada”.
Y para sorpresa de los profesionales –en un principio- al confirmarles un resultado positivo la mayoría de ellas no ha planteado la posibilidad de interrumpir su embarazo –aún cuando saben que desde el CeSAC se acompaña 33 este tipo de decisiones- sino que han recibido la noticia alegremente y en general se encargan de realizar el primer control obstétrico –ese mismo día- antes de abandonar el CeSAC. Ante este panorama la pregunta inevitable que surge es: ¿se trata de un embarazo “no deseado”? O tal vez sería más coherente preguntarse ¿no deseado por quién? ¿Por sus padres, por lo profesionales del sistema de salud que trabajan para “evitarlos”?

Se ha tratado a lo largo de este trabajo las dificultades presentes entre los jóvenes de estos sectores para construir –ni más, ni menos- que su “proyecto de vida”. Tal vez en este contexto “la maternidad” representa para las adolescentes con las que se ha trabajado, y se hace referencia exclusiva aquí a las mujeres por la inevitable construcción de género que atraviesa a este tema, uno de los pocos proyectos de los que no han sido excluidas, y por ende uno de los poco –sino el único- concretable.

Así llegando al final de este trabajo puede decirse que las prácticas 34 de estos jóvenes, y por ende las medidas preventivas llevadas adelante por los efectores de salud, no pueden ser analizadas apolíticamente. Se reconoce la importancia de contar con leyes y programas que respaldan –y de hecho hacen posible, en alguna medida- la efectivización de los derechos sexuales y reproductivos por ejemplo. Aún así se insiste en trabajar con estos jóvenes desde una concepción de salud integral, que reconozca los impactos que tienen en su subjetividad –y por ende- en su salud mental, las condiciones sociales en las que se desenvuelve su cotidianeidad. A su vez estas “condiciones sociales” caracterizadas por la vulnerabilidad absoluta tanto en el orden material como simbólico, ya no pueden ser concebidas como una falla transitoria del sistema, sino que han pasado a constituirse en basamento de su estructura que –de hecho posibilita- su “normal” funcionamiento.

En este contexto resulta interesante –y hasta esperanzador- retomar las palabras de Michael Foucault quien sostiene que: el poder existe en tanto existe la libertad, “Esto quiere decir que en las relaciones de poder existen necesariamente posibilidades de resistencia, ya que, si no existiesen posibilidades de resistencia –de resistencia violenta, de huida, de engaño, de estrategias de inversión de la situación- no existirían relaciones de poder 35”.

De este modo al concebir al espacio social en tanto espacio de lucha36 se considera que la práctica profesional debería estar ligada a generar entre los jóvenes espacios de contención en los que puedan reflexionar acerca de los problemas que los afecta a ellos y a su comunidad. La reflexión al ser grupalizada podría correr a estos jóvenes del habitual lugar de estigmatización que ocupan para que los mismos puedan reposicionarse en un lugar de reivindicación de sus derechos e intereses.
A su vez cuando los profesionales pueden hacer lugar –y de hecho promover- la efectivización genuina de sus derechos en tanto ciudadanos, logran –en alguna medida- contrarrestar el proceso de “deshumanización” mencionado, esto impacta en la subjetividad de los jóvenes y por ende –aunque solo sea en una ínfima medida- esto suele traducirse positivamente en alguna dimensión de sus prácticas.

Bibliografía:

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  • Bourdieu P y Wacquant L, “Respuesta para una antropología reflexiva”, México, Grijalbo, 1995.

  • Carballeda, Alfredo., “La intervención en lo social. Exclusión e integración en los nuevos escenarios sociales”, Editorial Paidós, Buenos Aires 2002

  • Checa S, “Genero, Sexualidad y Derechos Reproductivos en la Adolescencia”, Editorial Paidós, Buenos Aires 2003.

  • Foucault, Michel, Hermenéutica del sujeto, Madrid: La Piqueta, 1994


  • Lamas Marta, “Cuerpo: diferencia sexual y género”, Debate feminista, “Cuerpo y política”, Año 5, Vol.: 10, México 1994.


  • Ley de Niños, Niñas y Adolescentes del GCBA, Nº 114

  • Ley Básica de Salud de la Ciudad de Buenos Aires, Nº 153

  • UNIFEM-FEIM, Manual de capacitación: Sexualidad y Salud en la Adolescencia: Prevención y Promoción de la salud Sexual y Reproductiva. Buenos Aires 2003

  • UNICEF, Salud sexualidad y VIH-SIDA, Buenos Aires, 2005.

  • VVAA, Desigualdad y pobreza hoy, Madrid, Talasa, 1995.

NOTAS

1 Tal delimitación geográfica incluye a adolescentes de la villa 1-11-14, Barrios Rivadavia I y II, y Barrio Illia.

2 Integrado por tres trabajadoras sociales, una psicopedagogía y una medica tocoginecóloga.

3 Ley de Niños, Niñas y Adolescentes del GCBA Nº 114, Ley Básica de Salud de la Ciudad de Buenos Aires, Nº 153.

4 UNIFEM-FEIM, pág.: 84.

5 UNICEF, 2005: 23.

6 UNICEF, 2005: 23.

7 UNICEF, 2005: 119.

8UNICEF, 200: 119.

9 UNICEF, 2005: 120.

10 UNIFEM-FEIM, 2003: 28

11 Checa, 2003: 26

12 Checa, 2003: 19

13 Checa, 2003: 19

14 Checa, 2003: 20

15 Checa, 2003: 39

16 Lamas, 1994: 8

17 Checa S, 2003: 23

18 Carballeda, 2002: 74

19 Carballeda, 2002: 74

20 Carballeda, 2002: 74

21 Carballeda, 2002: 72.

22 Carballeda, 2002: 75

23 Auyero, 1995: 95

24 Auyero, 1995: 115

25 Auyero, 1995: 26

26Auyero, 1995: 24.

27 Auyero, 1995: 116.

28 Auyero, 1995: 25

29 Auyero, 1995: 31

30 Auyero, 1995: 119.

31 En las entrevistas realizadas dentro del marco del CEPAD la totalidad de los adolescentes entrevistados pudieron dar cuenta de que el preservativo es el unico medio que permite prevenir la transmisión del VIH-SIDA, y seguidamente reconocieron que no lo utilizan habitualmente.

32VVAA, 1995: 11.

33 Si bien el aborto no es una práctica legal en nuestro sistema de salud, y por ende no es factible de ser realizado en este ámbito se intenta “acompañar” a las mujeres que deciden incurrir en tales prácticas, ofreciendo controles médicos inmediatos a la realización de las mismas, con el fin de evitar complicaciones posteriores.

34 Se incluyen aquí cuestiones que exceden la salud sexual y reproductiva, se puede situar bajo esta misma lógica explicativa los problemas de adicciones y los sucesos de violencia en lo que se ven directa o indirectamente involucrados los jóvenes.

35 Foucault, 1994: 5.

36 Bourdieu y Wacquant, 1995 : 66 a 68

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* Datos sobre la autora:
* Rocío L. Vazquez
Lic. en Trabajo Social, FSOC, UBA – Residente de Trabajo Social, CeSAC Nº 20- AP Hospital. P. Piñero

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