Periódico de Trabajo Social y Ciencias Sociales Edición digital |
Creencias y conflictos sobre la relación Gobierno / Medios de Comunicación Por:
Resumen del trabajo:
En el contexto del conflicto reciente que involucró al Poder Ejecutivo Nacional y a los principales medios de comunicación privados, emerge la creencia expresada en el enunciado: “no hay que matar al mensajero: los medios sólo reflejan la realidad”. El trabajo se propone abordar las implicancias de la creencia como marco representacional que estructura el accionar político de los sujetos en disputa. 1. Introducción. Este trabajo se propone abordar episodios de conflicto recientes que han conmocionado la vida política argentina. Atiende particularmente a la disputa que tuvo como protagonistas al Poder Ejecutivo Nacional (PEN) y a grupos mediáticos del sector privado (principalmente el Grupo Clarín), referida al lugar de los medios de comunicación y a su relación con el Estado dentro de la actual coyuntura institucional. El objetivo es dar cuenta de las posibles rearticulaciones y desplazamientos de sentido que hacen al entramado social. Entendemos, efectivamente, que se trata de una disputa por la fijación de los sentidos implicados dentro de un marco representacional, al cual nos referiremos de ahora en más como la creencia (1) expresada en el siguiente enunciado: “no hay que matar al mensajero: los medios sólo reflejan la realidad”. Intentaremos ver en qué contexto surge la creencia y cuáles son sus alcances, sus limitaciones, sus condiciones de circulación y consecuencias en la sociedad actual. Desde ya que no se pretende avocarse a cuestiones que puedan desprenderse de una interpretación literal de este enunciado. Poco importa si los medios reflejan o no la realidad. Nos interesa comprender a la creencia como parte del entramado de representaciones imaginarias que hacen a la vida política, y los distintos posicionamientos que diversos actores toman con respecto a ella. En este sentido entendemos que la creencia dice más de lo que enuncia. 2. Contexto histórico y corpus de análisis. Tras la resolución ministerial que dio pie al aumento de las retenciones para la exportación agropecuaria, diversas manifestaciones en oposición al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner tuvieron lugar en el espacio público. Las escenas de esta confrontación política fueron capturadas por algunos medios de comunicación, cuya cobertura del conflicto desató reacciones por parte de agentes de adhesión manifiesta al gobierno y de la propia Presidente, que se refirió tanto a estos medios de comunicación como a las entidades agrarias disidentes a las políticas oficiales como autores de una iniciativa “golpista”, tendiente a deslegitimar al “gobierno electo por el voto popular” (2) para asegurar sus intereses sectoriales. Entendemos que estos episodios se inscriben en el terreno de la ideología, en tanto representaciones de las relaciones imaginarias de los individuos con sus condiciones de existencia (Althusser; 1970). Se trata de comprender si acaso dichas representaciones que organizan la vida diaria de los individuos se mantienen intactas o si pueden someterse a cambios y reestructuraciones. Adelantamos que es uno de los objetivos de este trabajo argumentar a favor de la segunda opción, tomando a la creencia como el escenario de disputa por la rearticulación de los elementos en ella implicados. Medios de comunicación, periodismo independiente, sociedad civil, gobierno, golpismo, monopolio, totalitarismo y democracia; son algunas de las cadenas significantes que veremos en constante intento de rearticulación a lo largo de este trabajo. Para estos propósitos disponemos de un corpus de análisis conformado por material hemerográfico extraído de los siguientes diarios: Clarín, Página 12, La Nación, Crítica de la Argentina y Perfil. Mayormente corresponden a las ediciones del mes de abril, momento en el cual el conflicto emergió y cobró sus mayores dimensiones (con el relanzamiento del Observatorio de Medios, el intento de incorporar a diversas facultades de ciencias sociales y el llamado a debate por una nueva ley de radiodifusión). El trabajo se enmarca en una perspectiva de análisis que definiremos, en consonancia con Michel Pêcheux (2003), Teoría materialista del análisis del discurso (3). 3. Actores y posiciones de sujeto (nosotros / ellos). Para abordar los sectores que intervienen en la circulación de la creencia, nos apegamos a la tesis central de Althusser: “la ideología interpela a los individuos como sujetos” (Althusser; 1970). Nos referiremos entonces a los actores implicados entendiéndolos como efectos de sujeto, que asumen una función práctico social conferida por la propia ideología (Althusser; 1996). Estas posiciones son del orden de lo imaginario y en cada significante con posición de sujeto se agrupan varios sectores. Las posiciones de sujeto que trabajaremos son: “el gobierno”, “los medios”. A continuación, explicaremos brevemente cómo constituye cada posición de sujeto la relación nosotros / ellos y con qué significantes se identifican. “El gobierno” construye un “nosotros”, enfrentado al poder mediático que, aliado con la oligarquía terrateniente y opositores de diferentes partidos, pretenden desestabilizar al gobierno; “ellos” son golpistas y avaros, puesto que se niegan a una nueva distribución de la riqueza. Frente a esto, asumen la misión de llevar a cabo un cambio (redistribución de la riqueza a nivel general, nueva Ley de Radiodifusión en particular para fomentar el pluralismo) para garantizar más democracia (de tono populista). Por ejemplo, Gabriel Mariotto, interventor del COMFER (posición de sujeto “gobierno”) aseguró en una entrevista a La Nación que “No es casualidad que desde hace 28 años no se pueda tratar una ley de radiodifusión. No es casualidad que los actores de poder de la comunicación vean que una ley de la democracia es una amenaza. La amenaza es la ley de la dictadura (…) hoy, todos los actores necesitan una ley de radiodifusión. Y el Estado tiene que poner un grado de racionalidad para garantizar los principios de San José de Costa Rica, que son la libertad de expresión y la pluralidad de voces “(4). Es decir, Mariotto cuya voz se corresponde a la posición de sujeto “Gobierno” identifica un nosotros: la democracia, frente a un ellos: los que se sienten cómodos con los modos de ser anti-democráticos. Desde la posición de sujeto “Medios”, el “nosotros” se enfrenta al gobierno (ellos) porque pretende coartar la libertad de expresión; (el gobierno) es autoritario y corrupto, es por eso que (los medios) se auto definen como garantes de la democracia. Ejemplo de esta caracterización es un fragmento del comunicado de ADEPA (5), “el gobierno parece haber elegido a los medios de prensa como enemigos a vencer. Una mirada suspicaz le hace ver conspiraciones por todas partes y creer que la cobertura periodística de los fenómenos sociales encubre fines de alteración del sistema institucional. Pretende el gobierno enmascarar su objetivo de controlar al periodismo para adocenarlo (…) ADEPA apela a una mejor comprensión oficial del rol del periodismo que no está para servir a los gobiernos sino a las instituciones y la ciudadanía que, con sus preferencias, ejerce el único control perdurable de los medios como un derecho natural ” (6). Nuevamente, “nosotros” es identificado con democracia y transparencia, mientas que “ellos” es, por oposición, prácticas autoritarias de censura y corrupción.
La posición de sujeto
“Medios” actúa en solidaridad con otra que
identificamos como “Oposición”, que aglutina a
los distintos partidos y frentes políticos que disputan
representatividad al gobierno de turno (principalmente Coalición
Cívica, UCR y PRO). Este actor se construye como un sujeto
llamado a impedir que se lleven a cabo
“las políticas autoritarias del gobierno nacional”;
su misión es proteger a la ciudadanía de los abusos
del Poder Ejecutivo, eso incluye garantizar el libre proceder de los
medios periodísticos.
Antes de seguir, convendría
detenernos en un aspecto en común que define a estos agentes:
en los dos casos se trata de entes colectivos y no individuales. “Los
medios” refiere al conjunto de diarios, canales de televisión,
periodistas y empresarios dedicados a la actividad periodística;
“el gobierno” encuadra no sólo a la Presidente y
a aquellos que ocupan cargos específicos en el PEN, sino
también a los miembros del Frente Para la Victoria y demás
actores sociales que se han manifestado afines a sus posiciones
políticas (por lo que muchas veces se reemplaza el término
“gobierno” por el término “oficialismo”
que es extensivo a aquellos que no ocupan cargos). Interviene aquí
lo que Ernesto Laclau ha llamado lógica de la equivalencia
(Laclau, Mouffe; 1987). Esta opera creando cadenas
equivalenciales, en
las cuales los elementos integrados son despojados de sus
especificidades para conformar un sistema homogéneo. Esto sólo
puede llevarse a cabo en tanto uno de los significantes asuma el
lugar de punto nodal, de significante vacío que asegure la
equivalencia de los otros (7). 4. Confrontación y diálogo: dos lógicas. Y frecuentemente atacamos y nos creamos enemigos para ocultar que nosotros mismos somos atacables. - Friedrich Nietzsche (“Así hablaba Zaratustra”)
La creencia
atribuye al actor “gobierno” una suerte de lógica
que se resume en el significante “confrontación”.
Esta palabra aparece tanto en los comunicados de ADEPA (La Asociación
de Entidades Periodísticas Argentinas)
(8),
así como en los editoriales y columnas de opinión de
algunos medios que se declaran en oposición a las maniobras
oficiales. Un ejemplo extraído del diario Clarín
presenta al significante “confrontación” en
relación antagónica con otro, “diálogo”
(o su equivalente, “entendimiento”): “La
vida democrática supone la necesidad de convivencia entre
sectores y actores con diferentes necesidades, intereses e
ideologías. Todos ellos se enfrentan, cotidianamente, a la
opción de regular sus relaciones a través de la
confrontación o el entendimiento” (9). La remisión a la “democracia” va a ser reiterativa, por lo que habremos de atender más adelante al lugar que ocupa en la formación discursiva. De esta última cita nos interesa el significante “convivencia”. Este supone una suspensión de los enfrentamientos tendientes a asegurar intereses particulares para conservar esa “vida democrática”. Un nuevo desplazamiento de sentido nos conduce desde este significante hacia otro: “pluralidad” (11), que al igual que “diálogo” y “entendimiento” presenta con “convivencia” una sinonimia contextual (Pêcheux; 1978). Nos centraremos en las relaciones de “pluralidad” con los significantes “confrontación” y, aquel que en la creencia se define como su opuesto, “diálogo”.
Decíamos anteriormente que
el actor “gobierno” es constantemente representado en una
supuesta empresa confrontativa, concomitante a la imposición
forzosa de sus políticas hacia el resto de los actores
sociales. Tal accionar es evaluado por sus implicancias éticas,
más que por sus posibles finalidades pragmáticas.
Confrontación es desconocer al otro, a los otros, a aquellos
cuyas “ideas” son distintas, que defienden otros
intereses. Esto se expresa en los
comentarios de Margarita Stolbizer (Coalición Cívica)
que se refiere a una “necesidad permanente de la Presidenta de
construir multitudes para seguir avanzando en un proyecto de
confrontación", o Eduardo Macaluse (ARI) que habla de
“una lógica de confrontación a la que el gobierno
no puede escapar y convierte un conflicto en una crisis” (12). La
“oposición” no ocupa gran parte de nuestra
atención en el análisis en general.
En su texto “Más
allá de la positividad de lo social”, Ernesto Laclau
define los siguientes conceptos que nos resultan útiles para
el análisis: discurso:
totalidad resultante de una práctica articulatoria; momento:
las posiciones diferenciales en tanto aparecen articuladas en el
discurso; y elemento:
toda diferencia al margen de la articulación (Laclau, Mouffe;
1987). En estos términos diremos que el significante
“pluralidad” representa un estado homologable a la
categoría de momento,
designa un supuesto estado de relaciones armoniosas entre posiciones
políticas y visiones diversas que propondremos más
adelante se inscriben en una pretendida práctica articulatoria
cuyo point de capiton
es el significante “democracia”.
Las
“amistades” y “enemistades” que el actor
“gobierno” entabla con distintos actores tienden a nublar
los principios institucionales que habrán de conducir sus
múltiples interacciones. Esto sugiere una forma de hacer
política basada en pactos que se realizan según
proximidades personales e intereses en común en detrimento de
móviles racionales y equitativos, apoyados en un cuerpo
normativo estable. A todo esto el “periodismo independiente”
se posiciona como un actor no susceptible de contraer vínculos
de esa índole con el gobierno, así como tampoco con
ningún partido político. Su “no dependencia”
de estos actores asegura su plena capacidad para sentar las bases del
pluralismo, o al menos para practicarlo. “El poder de la prensa
no radica en el periodista, sino en la opinión pública
a la que expresa, y por eso debe ser independiente de los poderes y
responsable con el ejercicio de esa libertad” 16). Continuamos nuestra argumentación partiendo del supuesto de que el actor “medios” se posiciona como el garante de la pluralidad. Los medios, según la creencia, son el canal mediante el cual la sociedad dialoga con sí misma. Su lógica es la del diálogo, la de la puesta en común, a diferencia de la lógica confrontativa del gobierno. A continuación indagaremos más en las relaciones con el significante “democracia” y en la invocación a la “ciudadanía”. 5. Democracia: aquí, allí y en todas partes. La creencia se inscribe dentro de la fantasía ideológica, ilusión necesaria que estructura la vida social, no como interiorización de saberes sino en la propia práctica de los individuos (Zizek; 1992). El marco representacional que la creencia instala presenta dos posiciones de sujeto cuya disputa supone, no una objeción a los fundamentos de la creencia, sino su propia validación. Es decir, las distintas posiciones luchan por la posibilidad de imponer su realidad y hacerla extensiva a todos partiendo de una valoración común sobre el lugar y la función social de los medios: que estos deben ser la instancia de relevo de las informaciones que hacen a la vida política para asegurar el buen funcionamiento de la democracia. A continuación habremos de abordar las distintas interpelaciones y tomas de posición que ejercen los actores en relación al significante “democracia”. Diremos que “democracia” es en este caso el significante vacío por excelencia. Adherimos a la conceptualización realizada por Slavoj Zizek: En último término, la única manera de definir “democracia” es decir que ésta contiene todos los movimientos y las organizaciones políticas que se legitiman y designan como “democráticos” (…) la “democracia se define, no por el contenido real de esta noción (su significado), sino únicamente por su identidad de posición-relación – por su oposición, su relación diferencial con lo “no democrático”. (Zizek; 1992) El nudo central del conflicto, entendemos, se desprende de que ambas posiciones se ven interpeladas por la democracia, que ocupa el lugar de significante amo o Gran Otro lacaniano (Zizek; 1992). Democracia refiere al estado de integración social, a esa plenitud ausente a la cual se tiende constantemente (sin llegarse jamás) en pos de la integridad del sistema (Laclau; 1998). No será pues “democracia” el significante en disputa, sino los criterios que definen qué es “lo democrático” y qué no lo es. El par “democrático / no democrático” como matriz valorativa de las acciones de los sujetos será a nuestro entender el espacio donde se evidencia el conflicto a través de una múltiple acentuación, teniendo en cuenta las consideraciones de Voloshinov (1976) (18).
Siguiendo con la línea
hasta aquí expuesta, diremos que para la posición
“medios”, “lo democrático” será
precisamente lo que asegure y sostenga esa “pluralidad”
antes mencionada. Por el contrario, el sujeto “gobierno”
parece esgrimir otra valoración del término.
Esta idea restringida de lo democrático
supone la existencia de esferas sociales sobre las cuales se debe
efectuar una supuesta empresa de “democratización”,
significante que aparece ligado solamente a la posición
“gobierno”. Lo “no democrático” será entonces los residuos de esos dos períodos históricos: el “golpismo” y el “capital internacional”. Esto además de adquirir su sentido sirviéndose de estos momentos de la historia, se vale también de una recuperación de la simbología peronista, que sitúa a este movimiento político como el gran garante de la satisfacción de demandas populares en contraposición con los intereses de los grandes capitales, lo cual bien resumido está en la célebre frase de la marcha peronista “combatiendo al capital”. Siguiendo este esquema, el actor “medios” es asociado con otro significante de remisiones claras hacia la década de los ´90: “monopolio”. Desde esta perspectiva los medios de comunicación no son democráticos, sino que condensan una red de grupos económicos vinculados con el capital transnacional, que integran un accionar golpista mediante la omisión de informaciones que puedan enaltecer la estimación pública de las medidas oficiales. “Es importante que todos tengamos la libertad de poder escuchar a todas las voces, a todos los relatos, y que además lo hagamos en un marco de democratización profunda y de rechazo a toda forma discriminatoria” (19), palabras de la presidente referidas a esta empresa de “democratización”. Lo “democrático” es siempre algo localizado, y la “democratización” es extenderlo hacia distintas esferas de lo social. Concepción diametralmente opuesta a la que sugiere el actor “medios” para el cual, como dijimos, “lo democrático” emerge en el estado de pluralidad asegurada por el diálogo entre todas las partes, no como un objeto localizado sino como una potencia de conciliación social que se dirime entre la confrontación y el diálogo. Una consideración similar es la que expresa el actor “oposición”, como bien lo ilustra el testimonio de Federico Pinedo, diputado por el PRO: “la democracia tiene dos patas, una somos los funcionarios elegidos por el pueblo para gobernar; la otra, es el derecho que se reserva el pueblo de criticar a sus representantes. La eliminación de cualquiera de estas patas implica un ataque directo a la democracia. Hay actos del gobierno que atacan la libertad de prensa, pero no tienen éxito a menos que la prensa se silencie y se atemorice” (20). Nótese que en este enunciado se evidencia que a pesar de valorar como un sustento de la democracia a los funcionarios electos por el voto, esta categorización no parece incluir al gobierno nacional. Se construye una relación “nosotros / ellos” cuyo factor decisivo es la presencia o no de una lógica del diálogo. El actor “oposición” se representa como parte de esa fuerza benigna que busca asegurar la conciliación de todas las partes sociales, así como también lo hacen los medios. Para estos actores “lo democrático” es lo plural, lo que a nada excluye, y por lo tanto es una posibilidad que depende de la voluntad de diálogo, y no, como en la posición “gobierno”, de supuestas iniciativas de democratización que presupongan espacios democráticos y espacios no-democráticos per se. 6. Sociedad Política y Sociedad Civil. Dentro y fuera de la política. En “Marxismo como teoría 'finita'”, Althusser afirma que desde la concepción burguesa de sociedad existe una distinción entre el universo político y la sociedad civil, que conformaría el resto de lo social. Esta ilusión jurídica de la política, como la denomina, consiste en separar al estado del resto de la sociedad y privar su participación en el acontecer político. De este modo, se construyen posiciones separadas entre políticos y ciudadanos, representantes y representados, público y privado. En ese sentido, la creencia emerge como síntoma de un particular modo de estructuración de lo político, donde se asume como real la división entre sociedad civil y sociedad política. El “gobierno” sería la encarnación de la esfera de lo político y se construye a sí mismo como fiel representante del resto de la sociedad. Velar por los intereses de la llamada sociedad civil sería en definitiva su razón de ser y su legimitad esta anclada en el voto popular, en haber sido elegido mediante elecciones para desempeñar ese rol. El acento de lo democrático esta localizado en el acto eleccionario como garante de la comunicación efectiva entre ambas esferas. Siguiendo este pensamiento, todo acto de gobierno no sería más que la puesta en práctica de la voluntad de los “ciudadanos” en tanto les fue delegado por estos ese poder en elecciones libres y justas. Desde este lugar, el “gobierno” construye un “nosotros” anclado en las nociones de nacional y popular. Este se coloca bajo el paraguas de la tradición del movimiento peronista e interpela a la sociedad civil mediante significantes como “pueblo” o “patria”, para referirse a aquellos despojados de los medios y que carecen de representación por fuera del “gobierno”, en particular, a los sectores populares. En tal sentido, el Partido Justicialista comandado por Néstor Kirchner, emitió un comunicado en el cual afirmó que “Frente a los agoreros y golpistas que pretenden detener los cambios como en el '30 el '55 y el '76 y otros golpes; desde el Partido Justicialista asumimos el desafío de construir una nueva Argentina y luchar por lo que nos falta, poniendo todo lo que nos sobra: coraje y energía porque la Patria somos todos" (21) analizando estas declaraciones, podemos ver cómo se apela a una lógica inclusiva, es decir, si “la patria somos todos”, es hora de que se deje de gobernar para ellos (unos pocos, los golpistas) y se incluyan las demandas populares, porque ese es el deber del peronismo. Los “medios”, por otro lado, buscan erigirse en el nexo entre ambas sociedades, es decir, se colocan en el punto de pasaje de lo político a lo civil y a partir de este lugar hablan de sí mismos como interlocutores de la “ciudadanía”, la sociedad civil. En tanto su rol es “reflejar la realidad”, no se pueden colocar al interior de ninguna de las dos esferas y a partir de esa distancia que pretenden tomar se construyen como “objetivos”, como únicos capaces de dar cuenta fielmente de lo que verdaderamente ocurre, sobre todo en la esfera política, y transmitirlo al resto de la sociedad. Tal como afirman, su compromiso es con la “gente”, termino que engloba fundamentalmente a la clase media, “la clase que realmente lleva adelante el país, la que trabaja y cumple con su deber cívico responsablemente”. En el comunicado de ADEPA, observamos como los medios “han depositado en la conciencia pública la confianza de su propia libertad” (22). Los medios actuarían como el canal mediante el cual el pueblo se expresa realmente. Esta es la puesta en circulación de la creencia. 7. “La gente”, ese ser mitológico. ¿Qué es en definitiva la ciudadanía? Es el espacio donde se legitima la política como instancia de representación del bien general y por lo tanto es invocado por ambos sujetos para legitimar sus respectivas posiciones. Es un efecto de sujeto pasivo, situado en un lugar meramente espectatorial debido a que es construido siempre como una tercera persona, un referente del discurso. Este término, que invoca a una multiplicidad poco delimitable de individuos, deviene en objeto de disputa clave para hacer primar la propia acentuación de lo democrático ya que después de todo sin “ciudadanos”, sin “gente”, sin “argentinos”, en definitiva, sin un importante número de individuos a representar no hay “democracia” posible. Lo paradójico del significante “ciudadanía”, o en el marco de la creencia su sinónimo contextual, “la gente” es que su pretendido carácter de integrador social sólo puede tener lugar mediante una escisión. No todo individuo es “la gente”, así el término se opone siempre a otro agente que se define a nuestro entender según estos principios de “confrontación” y “diálogo”. La propia posición política se construye a partir de la constitución de un otro opuesto e incompatible con la propia esencia. No estar a favor es estar en contra. En relación a esto, Zizek advierte que no es el enemigo, el “ellos”, el que impide alcanzar la identidad consigo mismo ya que cada identidad esta bloqueada, marcada por una imposibilidad de constituirse, de suturarse o cerrarse, y ese enemigo externo es apenas la pieza sobre la que se “proyecta” o “exterioriza” esa intrínseca imposibilidad inmanente. Tanto el actor “medios” como el actor “gobierno” invocan a la ciudadanía como garante de sus supuestos lugares legítimos. Así, en uno de los discursos presidenciales, Cristina Fernández dice: "Tenemos que reflexionar sobre quiénes son los titulares de los derechos de la información y la libertad de prensa, si son los grandes medios de comunicación o los ciudadanos, que merecen que todos los relatos que una sociedad tiene acerca de sus acontecimientos sean difundidos con la misma intensidad, de la misma manera" (23). Aquí se verifica un intento de oponer “ciudadanía” con “medios” mediante una supuesta tensión referida a la titularidad de los “derechos de información”. La posición del gobierno implica un llamado a los “medios” a cumplir con una función que desatienden en busca de su privilegio, lo cual perjudica a la “ciudadanía” y por ende a la “democracia”. En este esquema reaparece en el “gobierno” su condición de representante de los intereses de la sociedad, patentizada en el voto. Posicionándose como la expresión de ese interés asume su lugar en el conflicto. Del otro lado, en la posición de la creencia, la “ciudadanía” es también invocada como garante de una representatividad. A diferencia de en el caso de la posición antagónica, dicha representatividad se evidencia en la supuesta elección que realizan los “ciudadanos” al consumir las producciones editoriales de los “medios”, como se había sugerido anteriormente. Aquí reaparece está doble acentuación de “lo democrático”, como elemento localizado en una instancia particular (la del voto) y como algo disperso que se patentiza en un accionar cotidiano y recurrente. En todo caso, la modalidad confrontativa atribuida al actor “gobierno” vela esa posible adhesión primigenia, mientras que el diálogo con la ciudadanía es actualizado por “los medios” constantemente mediante su relación de producción/consumo.
Dentro del colectivo “la
gente” se da un segundo principio de exclusión tendiente
a velar el antagonismo. El primero, como dijimos, es condición
necesaria de su existencia como efecto de sujeto, excluir a la
política. El segundo es correlativo al primero y responde a un
significante de uso recurrente: “clientelismo”. En pos de
conservar la integridad de ese sector de la sociedad exento de
conflictos y que es por ende la encarnación misma de lo
“plural”, cualquier sector que tienda a imponer sus
demandas en una lógica que se entienda como “confrontativa”
y no “dialoguista” es recluido a las sombras de algún
“aparato político” que lo encausa y lo aleja de la
sociedad civil. De esta manera se sostiene la integridad (ficticia,
claro está) del significante “gente” o
“ciudadanía”. 8. Consideraciones finales: una imposibilidad estructural. Una ideología en realidad triunfa cuando incluso los hechos que a primera vista la contradicen empiezan a funcionar como argumentos a su favor. Slavoj Zizek (¿Cómo invento Marx el síntoma?) Hemos desarrollado nuestro análisis desde la premisa de que la creencia no es más que un llamado a la integración de una multiplicidad de elementos dispersos. Tanto la posición que esta encarna como su contraria apelan a distintos modos de condensar la ficción de una integración social mediante la valoración y la disputa por distintos elementos. Nos han parecido de particular interés las valoraciones y fijaciones de sentido sobre lo que hemos llamado “lo democrático”, considerando su relación con la idea de “pluralidad”. Creemos que tal concepto invoca un imposible estado de convivencia armónica entre actores de diversos intereses, muchos de ellos excluyentes entre sí. Dice Zizek: la sociedad está siempre atravesada por una escisión antagónica que no se puede integrar al orden simbólico. Y la apuesta de la fantasía ideológico-social es construir una imagen de la sociedad que sí existía, una sociedad que no esté escindida por una división antagónica, una sociedad en la que la relación entre sus partes sea orgánica, complementaria (Zizek; 1992). A partir de esto podemos concluir que el espacio político se constituye en lo que Laclau denomina posición popular de sujeto, que es cuando se divide a este espacio en dos campos antagónicos. Sin embargo, aún es posible hablar de formación hegemónica ya que esta abarca también lo que se le opone en la medida en que la fuerza opositora acepta el sistema de articulaciones básicas de tal formación, es decir, cuando los parámetros de la negación ya están concebidos al interior de la propia formación. Desde ambas posiciones de sujeto se sostiene la creencia y se articulan las dos sobre la base de ciertos puntos nodales (“democracia”, “dialogo”) que fijan parcialmente el sentido dentro de lo social en tanto espacio no suturado. Si bien se construyen como efectos opuestos, al interior de cada uno prima la lógica de la equivalencia ya que se produce una simplificación del espacio político y se articulan en él las distintas demandas fijándose alrededor de ciertos puntos nodales. Ningún sentido tendría el significante “pluralidad” si lo que este sugiere fuese un estado de hecho. Es en virtud de la imposibilidad de lo plural que es necesario nombrarlo.
A pesar de esa experiencia diaria
que exhibe los límites de la fantasía ideológica
(Zizek; 1992), su efectividad se garantiza al subvertir esas propias
refutaciones. En nuestro caso, ambas posiciones reaccionan mutuamente
ante la imposibilidad de concreción de la democracia como
estado de integración total de las partes. De ahí que
se incurra en polaridades y exclusiones. “confrontación”
y “diálogo”, “ciudadano” y “político”,
“democrático” y “autoritario”, etc. La
propia ficción ideológica incorpora las evidencias de
su condición ficticia asignándoles una causa real
exterior (Zizek; 1992) ya sea esta el gobierno de aspiraciones
totalitarias o los generales mediáticos golpistas. Situarse de
un lado u otro supondría creerse fuera de la ideología.
Como dice Althusser (1970) “la ideología nunca dice:
“Soy ideológica”. De ahí su efectividad.
Notas
Bibliografía consultada.
Material hemerográfico
* Datos sobre los autores: * Alonso Castro, Leticia Estudiante avanzada Ciencias de la Comunicación. Facultad de Ciencias Sociales y Ciclo Básico Común. Docente de Semiología del CBC. Universidad de Buenos Aires * Canedo, Nicolás Estudiante avanzado Ciencias de la Comunicación. Facultad de Ciencias Sociales y Ciclo Básico Común. Integra la cátedra de Semiótica de los Medios a cargo de María Rosa del Coto. Universidad de Buenos Aires * Troitiño, Adrián Estudiante avanzado Ciencias de la Comunicación . Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Volver al inicio de la Nota |
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