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Edición N° 52 - verano 2009

La Incertidumbre en la Intervención

Por:
Fiorella Fassano Aurio
* (Datos sobre la autora)


Incertidumbre

La incertidumbre es la piel de los cuerpos.
Es la fluidez de una idea antes de ser capturada en la formulación,
la potencia de la pregunta desentendida de la duda.
Se mueve distraída de las coartadas de la alternativa,
se mueve quieta.
Es el tiempo venidero
que inscribe en las presencias consistencia ligera.

La incertidumbre denuncia la imposibilidad de ser
y también la imposibilidad de una desformalización absoluta.

La incertidumbre acompaña al silencio,
abraza carcajadas sin sentido establecido.
Acecha realidades,
desarma equivalencias,
alberga al extraño,
deviene extraño en las vidas afirmadas.

Y locura a veces abre,
nos respira,
nos espera,
nos apresura.

La incertidumbre enamora traspiés,
escucha el acá del mundo
y pare esperanzas
sin ideales.
Monta simulacros sin originales
Danza en el sueño de la lucidez

La incertidumbre puede herir
y puede sanar
sin lastimar
y sin redimir,
sin inmolar,
sin glorificar,
sin reificar.
Puede destruir
sin eternizar.
Puede construir
sin paralizar.
Puede detener
sin apabullar.
Puede perderse
sin lamentar.
Puede lamentar
sin historizar,
puede jugar.

La incertidumbre es lo efímero de lo que consiste
y consiste en viajar
en el mismo mar,
en distinta sal.

La incertidumbre no es ni verdadera ni falsa,
es afirmativa.
Es descanso en el umbral,
es el umbral de lo humano.

Es la invitación paradójica
a escribir sin describir,
a poetizar el cristal,
a romper el espejo,
a gestar el instante,
a dejar de ser uno.

Es una invitación sin dueño
a habitar las palabras,
a apalabrar al abismo,
a abismar el misterio.

Es la suerte neutra y sucia,
ni buena ni mala,
suerte sin talismanes,
dioses sin altar.
Deseos de seguir
sin lugar al que llegar
sin punto del que partir.

La incertidumbre es un pozo invertido,
son mil mesetas.
Es el perfume del olor,
el olor de los colores,
el sonido de la vida.

Un vendaval sin furia,
una furia sin motivos,
una ciudad invisible.

La incertidumbre no es,
no es nada de esto
y sin embargo puede pasar
y entre los pasos
resguardar al arte de los museos,
resguardar lo singular de los doctores.

La incertidumbre es el espacio público de lo íntimo,
es la intimidad compartida.

Victoria Larrosa
Extraído de la revista Campo Grupal Nº 38.



 
Introducción

Hoy no soy la misma que hace cinco años atrás cuando comenzaba la carrera de Trabajo Social. El tiempo ha pasado y me encuentro en el tramo final, con ansias de terminar esta etapa y empezar una nueva, de arriesgar y poner a prueba lo aprendido, de ver de qué se trata esta profesión.

La materia La Intervención en lo Social me presenta la posibilidad de reflexionar sobre algunas cuestiones que hacen al mundo que me espera afuera “con los brazos abiertos” para que intervenga. Pienso, siento, experimento que lo que hoy me atraviesa a nivel personal y pre-profesional es la Incertidumbre, con todas las letras. El presente y el futuro me generan dudas, inquietudes, temores…

A modo de ensayo intento plasmar este sentimiento que no es solo mío. La incertidumbre, en tanto rasgo característico de la dinámica social actual genera profundas transformaciones en lo cotidiano. Existe basta bibliografía que sustenta que, en la Argentina, desde hace treinta y cinco años aproximadamente, el sentimiento de incerteza está presente en los distintos escenarios en los que se llevan a cabo las intervenciones.

Me abocaré en el presente trabajo a analizar un aspecto de esa amplia realidad. La hipótesis que da origen a este ensayo es que la incertidumbre modifica el desempeño del rol del Trabajador Social, sobre todo, la confección de las estrategias de intervención.

I. El Contexto de los Nuevos Escenarios de Intervención

Por el momento creemos estar en el año 2008, a principios del siglo XXI; en la parte occidental del planeta tierra, al sur del continente americano, en la Argentina. La sensación es la de estar viviendo un tiempo controvertido e inestable de la historia de la humanidad. Quizá esto suceda en todas las situaciones de la historia, solo que hoy nos toca experimentarlo a nosotros y nos queda la duda si este sentir será constitutivo de la subjetividad contemporánea o propio de momento de transición de una época a otra.

Retomando, Giddens 1 plantea que es difícil establecer en qué período histórico nos encontramos, sin embargo, se podría afirmar que estamos viviendo las consecuencias de la modernidad, su radicalización y mundialización. La Teoría Crítica entiende que nos hallamos en el período de la modernidad tardía, poniendo el acento en las características weberianas de la modernidad como la burocratización y racionalización creciente, en la que se experimenta un intenso desencantamiento del mundo. La modernidad tardía supone la crisis de la Ilustración como centro dinámico ya los principios que ella garantizaba no pudieron ser cumplidos por completo. Asimismo, esta noción permite señalar que existen continuidades y fracturas de una estructura más amplia, que a pesar de su crisis, sigue vigente 2.

La principal característica de esta etapa es “la generalizada sensación de estar viviendo un período de marcada disparidad con el pasado, (…) nada puede saberse con certeza dado que los preexistentes “fundamentos” de la epistemología ha demostrado no ser indefectibles; que la “historia” está desprovista de teleología, consecuentemente ninguna versión de ‘progreso’ puede ser defendida convincentemente” 3. Por lo tanto, las certezas absolutas que reemplazaron a las teológicas del medioevo, que eran pronosticadas por la razón científica y aseguraban la salvación de la humanidad durante la modernidad, hoy están siendo fuertemente cuestionadas. Estas verdades no pueden ser verídicas eternamente como se creía y provocan el desvanecimiento y la duda de todo lo conocido hasta el momento y en un futuro. Todo se vuelve relativo, incierto, la idea de progreso infinito, de que “lo mejor está por venir” hoy ya no es algo que colme las expectativas ni se crea del todo. Los conocimientos científicos, los nuevos conceptos, los demás individuos, las utopías, los ideales… no se confía en nada, ni en nadie.

Citando las palabras de Bauman: “El sentimiento dominante hoy en día es lo que los alemanes llaman “Unsicherheit”. Este término alemán dado su enorme complejidad nos obliga a utilizar tres palabras para traducirlo: incertidumbre, inseguridad y vulnerabilidad (…) Es el sentimiento de inestabilidad asociado a la desaparición de puntos fijos en los que situar la confianza. Desaparece la confianza en uno mismo, en los otros y en la comunidad” 4.

Este sentimiento general de falta de certezas y seguridad es experimentado de distintas maneras por las diversas poblaciones de todo el mundo. Cada individuo, cada país -central o periférico- es victima de esta sensación, puede que lo padezca por asuntos económicos, políticos, ecológicos, de mayor o menor escala… el asunto es que nadie queda afuera de este sensación de incertidumbre latente, de la que nunca se sabe sus consecuencias.

Si dirigimos nuestra mirada hacia la Argentina, desde mediados de los setenta, efectivamente en la vida cotidiana se puede sentir, casi palpar este clima de época, esta realidad “tensa e incierta” que atraviesa el imaginario de la sociedad, la subjetividad de cada uno de los individuos que la componen.

Siendo esta incertidumbre uno de los efectos de la crisis de la modernidad, en la sociedad argentina está fuertemente ligada a la caída del Estado de Bienestar y a una de sus consecuencias: el incremento del desempleo. Como enfatiza Carballeda, en este país, el Estado habría desempeñado un rol fundamental en la construcción de la sociedad, en tanto generador de identidad nacional. Por lo tanto, su achicamiento genera crisis no solamente a nivel material, sino también en el aspecto simbólico 5. Lewkowicz agrega que el Estado deja de ser el origen de las experiencias y si bien no desaparece totalmente, ya no tiene la capacidad para instituir subjetividad y organizar el pensamiento 6. Este desfondamiento del Estado inevitablemente produce una gran inestabilidad en todos los aspectos de la vida cotidiana de la sociedad.

En relación con el aumento del desempleo, sus efectos no fueron solo a nivel económico y social como nunca se habían visto en la Argentina -se alcanzan los mayores índices de desigualdad en la distribución de la riqueza-, sino que además contribuyó a que el trabajo perdiera su sentido histórico, en tanto espacio de socialización y constructor de identidad colectiva. A este proceso se le debe agregar la aplicación de las políticas neoliberales que implican un gran cambio en la subjetividad. La lógica del mercado logra modificar los parámetros de comportamiento y contaminar todos los ámbitos, transformándolos en espacios competitivos e individualistas.

II. Nuevos Escenarios, Nuevas Formas de pensar las Intervenciones

- La Intervención

Cuando hablamos de la intervención en lo social, tomando la postura comprensivista de Carballeda 7, estamos hablando de un conjunto de acciones que a partir de una demanda social intentan generar algún tipo de transformación en relación con la situación que es presentada. Es expresada en una construcción metodológica, que dará cuenta de la intencionalidad de la transformación y de sus cómos particulares. Es por lo tanto, una construcción artificial de un espacio tiempo constituido desde la perspectiva de los diferentes actores; que, además, implica un contrato, en tanto determina con precisión un conjunto de reglas prácticas relacionadas con dicho espacio tiempo artificial.

La demanda es el acto fundador de la intervención, proviene de los sujetos que acuden a la institución, pero también ella es generada desde las instituciones, la agenda de políticas públicas, los medios de comunicación, etc 8.

La posición teórico – metodológica del paradigma comprensivista, se dirige a la acceder al mundo del otro, al modo como lo interpreta, lo comprende y explica. Se basa en la búsqueda de conexiones causales, que implican constelaciones individuales e históricas de causas que conducen al fenómeno como resultado; mediante la búsqueda y el análisis de las motivaciones de los actores en el escenario de su vida cotidiana.
Dichas motivaciones son producto del lazo social, en tanto, construcción de reciprocidades e intercambios. Su dispositivo de intervención recupera, por lo tanto, la importancia de los vínculos de ese sujeto con otros, buscando desde allí una resemiotización de aquello que se construyó discursivamente como hegemónico. Se parte de las premisas de que el relato posee un plano material y uno simbólico; y de que las experiencias de las personas están mediatizadas por los modos de pensar y sentir, que se transmiten a través de los lazos sociales. Esta posición teórica se vincula al concepto de habitus 9, propuesto por Bourdieu, para la comprensión de dicha mediación.

La comprensión implica un acceso a la singularidad, en tanto incorpora la racionalidad propia de cada individuo. Para lo cual, realiza una articulación entre la subjetividad y los procesos colectivos con la problemática de la integración (la cuestión social 10) como horizonte. Este proceso es accesible a través de la interpretación del acontecimiento, el análisis y el registro. Implica una inscripción en ese “otro” sobre el cual se interviene, quien a su vez genera una “marca” en la institución y desencadena una serie de dispositivos e instrumentos en ésta.

El abordaje desde la singularidad 11, en contraposición al “caso social individual”, entiende al sujeto, como un ser pleno, con potencialidades y condicionantes -no cosificado en un caso- productor y producto de la historia. En él se observa un entrecruzamiento de aspectos universales (condición de seres humanos con derechos y capacidades), particulares (en sus condiciones sociales de existencia) y singulares (la configuración subjetiva única e irrepetible). La intencionalidad de la intervención profesional apunta a la transferencia de autonomía y el aporte a los procesos de construcción de identidades sociales. “Desde la singularidad del sujeto (el “es”), hacia la particularidad (el “hacer ser“), en el marco de la generalidad de los derechos humanos (“el deber ser”)”.

Carballeda plantea como lineamiento: “Recuperar con el otro los aspectos de sus condiciones de vida, su cotidiano, intentando comprender las significaciones que le otorga”. “Buscar sus referencias sociales, sus pertenencias, lo que reafirma su identidad social”; en un doble nivel: conocer su trayectoria y producir la autorreflexión sobre su vida”.

- La Intervención en tiempos de Crisis de la Modernidad

Es correcto aseverar que los escenarios en los que se interviene reciben de forma singular el impacto de la crisis de la modernidad; son una suma de acontecimientos que inscriben de manera particular la denominada “cuestión social” 12.

El agotamiento del Estado es un suceso que provoca la pérdida de legitimidad del mismo y de sus instituciones. Es por este motivo que se convierte en un dato fundamental para el análisis de los escenarios, sobre todo porque las instituciones que intervienen en el campo de lo social se ven seriamente afectadas por este hecho.

Lewkowicz denomina “metainstituciones” a los Estados Nación, en cuanto entes integradores y contenedores de todas las demás instituciones. El paradigma estatal fue el eje central para la instauración de la modernidad, el Estado era el principal constructor y sostenedor de la lógica sólida moderna; su consistencia totalizadora brindaba puntos fijos en los que solidificar la subjetividad de cada sujeto, en tanto miembro de una nación 13.

Por decantación, ante el desfondamiento de esta metainstitución, las demás instituciones dependientes de ella, ya no tienen las condiciones aseguradas para existir ni reproducirse. Es decir, conjuntamente con el derrumbe del Estado, se desmorona el paradigma que éste en su momento había construido.

Desde este panorama “poco esperanzador” es que afirmamos que la noción de ciudadanía queda obsoleta dando lugar a que prime la de consumidor. El Estado dejará su “trono” al nuevo garante: el mercado, éste será quien regule y organice a la sociedad de acuerdo a los parámetros que considere más favorables -para el capital, evidentemente-.

En relación a los derechos que antiguamente eran garantizados por el Estado en condiciones de igualdad para todos los ciudadanos, ahora se restringen solo a aquellos que están insertos en el mercado de trabajo. Ciertamente, este es uno de los mayores factores de incertidumbre que aqueja a los individuos en general; los derechos adquiridos a lo largo de la historia se tornan accesibles en la medida de las posibilidades económicas y sociales de cada individuo en particular, es decir, los derechos sociales tales como “la salud, la educación y la vivienda se mercatilizan y pierden el sentido social que antes le prodigaba el Estado-Nación” 14. Este suceso promueve el individualismo y el “sálvese quien pueda, lo mejor que pueda, con lo que pueda”, ya no se lucha en forma organizada por los derechos básicos de toda la comunidad. Este imaginario colectivo tiene que ver con variados hechos históricos de la Argentina que posteriormente se detallarán. Sin embargo, considero pertinente mencionar al último período dictatorial (1976-1983) como un factor sumamente determinante en la forma de pensar y actuar de la sociedad.

En medio de estos cambios e inestabilidad, de inmediatez y fluidez contemporánea, Carballeda plantea que el Trabajador Social encuentra dificultades para poder descifrar la vida cotidiana de los sujetos. Es decir, le resulta complejo el poder analizar e interpretar a la sociedad en su conjunto y esto produce una certera sensación de inaccesibilidad 15.

Existen diversas razones que explican esta dificultad, a saber: las antiguas clasificaciones de la población en grupos homogéneos ya no son válidas dado que los procesos macroeconómicos propios del neoliberalismo dejan un tendal heterogéneo de individuos tras su rastro.
Desde hace quince años, la aplicación de dicho modelo económico generó una marcada precarización laboral y una creciente exclusión de los sectores desfavorecidos; a su vez, se profundizó y heterogeneizó la pobreza con el surgir de los “nuevos pobres” y la conformación de la “zona de vulnerabilidad” que incluye a los pobres estructurales -aquellos que vienen de una pobreza histórica- y los nuevos pobres, integrados por los individuos que tradicionalmente ocuparon un lugar en los sectores medios mayoritariamente asalariados, que ahora están empobrecidos.

Por estas razones es que ningún sujeto tiene asegurado su lugar en la sociedad, la realidad es dinámica y varía constantemente. Estos movimientos generan una fuerte fragmentación y ruptura de los espacios colectivos, quebrando con las identidades previamente construidas y gestando nuevas formas de subjetividad altamente individualistas e impregnadas por el afán de consumir.

Vinculando el eje de este ensayo -la intervención-, con las consecuencias de la crisis de la modernidad en la Argentina, se ha percibido en las distintas instituciones en las que intervienen los Trabajadores Sociales que el caudal de demandas y complejidad de las mismas se han multiplicado y diversificado en la última década. Los problemas sociales emergentes son producto, mayormente, de la pobreza que ha aumentado inusitadamente. Asimismo, cabe recalcar que gran parte de la población que en la actualidad recurre a las instituciones públicas (salud, educación, etc.), anteriormente no lo hacían y acudían a los servicios del ámbito privado.

Por su parte, otro de los actores de estos escenarios de intervención están las instituciones perplejas 16 que no cuentan con el soporte simbólico ni económico para poder asistir correctamente a toda los sujetos que demandan sus servicios. El aparato estatal no dispone de los recursos ni con la capacidad para hacer frente de los efectos devastadores que el mercado genera. Hoy no son cuestionadas la descentralización y focalización de las políticas públicas provocando una escasa y desigual distribución de recursos, algunos pocos reciben alguna respuesta en relación a sus necesidades básicas y muchos otros no -quizá no logren cumplir con todos los requisitos necesarios para ser un “beneficiario merecedor de asistencia”, aunque por ser ciudadanos deberían, ¿No?-. Así también, es usual observar la superpoblación de los hospitales públicos y centros de salud, de las escuelas estatales, etc.

La realidad demuestra que hoy las instituciones galpones, en los que están incluidos los profesionales que en ellas trabajan, no están preparadas para recibir el tipo de sujetos y demandas actuales, por este motivo es que muchas veces se crean los beneficiarios o necesidades a las que sí se pueden dar respuestas. Los tipos de dispositivo de la sociedad moderna, disciplinarios, hoy están “fuera de hora”, ya no sirven… como se explicitó anteriormente, la subjetividad estatal ya está caduca en muchos aspectos…

III. Pensar las Intervenciones en medio de la Incertidumbre

El presente ensayo parte de concebir a la incertidumbre como un estado inherente a este período de la modernidad tardía y no como una sensación experimentada por la transición de una etapa a otra. Los indicios son muchos de que la incertidumbre “vino para quedarse”, por lo tanto, deberemos aprender a convivir con ella para no quedarnos entrampados en sus artilugios más peligrosos, cual callejón sin salida.

Entiendo que todas las disciplinas que intervienen de alguna manera en lo social tienen una misión fundamental en este asunto. Son ellas las encargadas de interpretar de los discursos y prácticas, del imaginario social, cómo es que se vive esta incertidumbre y qué efectos, buenos y malos, acarrea.

Desde sus comienzos, con la instauración de los criterios cientificistas del positivismo, el problema epistemológico y experimental que han tenido estas ciencias es que los mismos sujetos que estudian el hecho social, forman parte de ella y experimentan en su vida cotidiana y profesional lo que “analizan en el laboratorio”. Por lo tanto, considero que por más rigurosas y estrictas que sean las formas de abordar la realidad, las subjetividades de estos cientificistas están influenciadas por el contexto en el que habitan.

Me centraré en el Trabajo Social que es el área del que más conocimientos poseo. Los profesionales de esta disciplina son testigos e interpretes de los efectos que la crisis de la Modernidad ocasiona en los sujetos con los cuales interviene. Sin embargo, por ejemplo, la sensación de quedar “abandonados” por el Estado no solo es una situación que aqueje a aquel que se acerque a una institución para demandar una determinada intervención.
La realidad demuestra que el otro actor que está en aquella escena, es también un trabajador asalariado que forma parte del incierto mercado laboral. Esto quiere decir que lo que hoy le ocurre al sujeto demandante, no es muy lejano de lo que le puede ocurrir a aquel que se encuentra del otro lado del escritorio. Salvando las diferencias -que uno sea un trabajador calificado y el otro puede que no-, las desventuras que los atraviesan no son tan disímiles.

Variados son los estudios que sustentan que el conocer nuestro propio origen permite construir sólidamente nuestra identidad. Esto puede ser pensado tanto para los casos individuales -en la Argentina esto hoy es un derecho: el conocer la verdadera identidad- como para la historia de la humanidad. Es por esto que, sostengo que las imágenes transcendentales: los relatos míticos y religiosos, la invención del contrato social y demás, son estructuras totalizadoras fundamentales para la construcción del pensamiento y de las subjetividades de los hombres, son una necesidad básica que de una u otra manera se busca satisfacer.

¿Hacia dónde se dirige esta reflexión? Sospecho que gran parte de la incertidumbre que hoy padecemos se deba a la nueva lógica del mercado. Esta no ofrece ningún relato del todo certero o coherente en el que afianzarnos, no existen bases firmes o confiables, sólidas. Hay quienes puedan plantear que en vez de quedar a “La Buena de Dios” hoy estamos a “La Buena del Mercado”, quizá sí y quizá sea cierto, pero la verdad es que cuando se pensaba desde aquella otra lógica medieval, existía la esperanza que motorizaba el accionar individual y comunitario, el principio y el fin era el mismo: las normas del Evangelio, el amor al prójimo -aunque en nombre de él se hayan hecho aberraciones-.
Hoy, otro es el mensaje, éste es menos explícito y menos contenedor, vivimos en la era del vacío donde los valores que se promueven son el propio bienestar en detrinimiento del bien común, la satisfacción de nuestras necesidades personales básicas y exacerbadas priman, ya que si cada uno no se ocupa de su propia subsistencia, es casi impensable que alguien -leáse Estado- se encargue. Hoy nuestra identidad no está constituida a partir de la pertenencia a un todo social, todo se torna inestable, perplejo, temeroso… Es muy factible que la propia seguridad dependa de cuánto dinero uno posea.

Sobre estas estructuras arenosas se construyen las nuevas intervenciones sociales… Como se explicitara anteriormente, la crisis de la modernidad atraviesa totalmente todos los aspectos de las intervenciones. Por lo tanto, será necesario, tomando el aspecto del agotamiento de la condición estatal, pensar estructuralmente distinto, desde el pensamiento de la fluidez. Es propicio aprovechar la posibilidad que nos otorga esta crisis estructural para revisar y reflexionar los aspectos positivos y negativos que ella ocasiona en la confección de las intervenciones de los Trabajadores Sociales.

Uno de los aspectos a considerar es que en este período de transición y de desmoronamiento estatal, las instituciones han quedado a la deriva, no queda claro cuáles son sus objetivos, si antes debían disciplinar, ahora deben controlar ¿Cómo? ¿Cómo deben intervenir?, ¿Hasta dónde?, ¿Con quiénes?, ¿Para qué?… esta incertidumbre se inmiscuye indefectiblemente en el quehacer del profesional.
En relación con esto mismo, es tal la fragmentación que se ha dado a nivel intra e inter-institucional que muchas veces no se trabaja articuladamente, se superponen servicios, se desaprovechan recursos, se pierde la posibilidad de gestionar mejores intervenciones. Por el otro lado, esta situación favorece que los profesionales planeen estrategias “informales” entre ellos para obtener mejores resultados y favorecer a los sujetos demandantes. Esto depende del profesional, de las redes que se puedan construir, de su capital social y, en definitiva, de su voluntad de hacerlo. En sí, el sujeto que requiera de una intervención, además de estar en una situación de incertidumbre por lo que le acontece, verá aumentada ésta última dependiendo de la institución a la que deba recurrir, del profesional que le toque en suerte, del nivel de precarización con el que se intervenga, etc.

Un factor positivo de esta coyuntura es que ante la alta demanda, la variabilidad de recursos, la incerteza de lo que pueda ocurrir, se promueve de una u otra forma la independencia y libertad del individuo que demanda la intervención. A diferencia de lo que sucedía en sus orígenes, el profesional de las disciplinas sociales ya no tiene tan delineadas su rol como controlador social -aunque algunos continúen con estas prácticas-, esto posibilita que el sujeto encuentre un espacio de confianza y descanso, de escucha y de reflexión de su propia vida, que en la actualidad es difícil de hallar. Por otro lado, este vínculo más cercano, más estrecho y menos rígido, viabiliza que el otro actor se torne más participativo y libre, más responsable de él mismo, el contrato de trabajo entre el Trabajador Social y el sujeto se vuelve más parejo.

La incertidumbre no es algo menor al momento de elaborar las estrategias de intervención. Este hecho es determinante en las variables de tiempo y espacio: hoy la planificación de los programas y proyectos son de menor plazo a comparación de épocas anteriores. A su vez, muchos más son aspectos de la realidad que deben ser tenidos en cuenta para evaluar la factibilidad de la intervención, aún esto no asegura ni garantiza la obtención de los resultados esperados.

Los Estados nación, en relación con esto último, enmarcaban muchas de aquellas realidades y podían dar soluciones en el mismo territorio nacional. Hoy, el proceso de la globalización vino a reemplazar dicho paradigma y por un lado es favorable en tanto permite tener un mayor alcance de la realidad mundial, de los conocimientos, de las redes y organizaciones internacionales que se puedan gestar para solucionar asuntos globales; sin embargo, por otro lado, torna mucho más contingente e inestable la propia realidad.

Para ir finalizando entiendo que la incertidumbre puede ser fuente de nuevas búsquedas e intereses, su disminución ser el objetivo de las intervenciones. Sin embargo, no hay que dejar de reparar en que también puede tornarse negativa y contraproducente para el Trabajador Social y su ejercicio como profesional. Ante tanta inestabilidad y crisis, son fenómenos contemporáneos el desasosiego y la desesperanza, que pueden en mayor o menor medida apesadumbrar al profesional. Creo que debe suceder constantemente, son agentes que comparten con el resto este escenario perplejo, y ante ello me pregunto… cómo ayudar a pensar a un otro posibilidades y certezas, abrir caminos hacia un horizonte mejor, cuando ni uno mismo los tiene… Quizá sea necesario en esos momentos volver a ubicar nuestra mirada en esas narraciones verídicas o no, en ese relato trascendente que nos llevó a elegir esta vocación, buscando de una sociedad más justa y mejor para todos.

Bibliografía

  • Entrevista realizada a Bauman Zigmunt por Gamper Daniel - 12/05/2004

  • Revista Campo Grupal Nº 38.

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NOTAS

1 Giddens, Anthony; “Consecuencias de la modernidad”; Alianza Editorial; Madrid; España; 1994.

2 Retamal, Christian; “La globalización en el contexto de la modernidad tardía”.

3 Giddens, A. Op. Cit.

4 Entrevista realizada a Bauman Zigmunt por Gamper Daniel - 12/05/2004

5 Carballeda, Alfredo; “La intervención en lo social”; Editorial Paidós; Buenos Aires; Argentina; 2002.

6 Lewkowicz, Ignacio; “Pensar sin techo. La subjetividad en la era de la fluidez”; Editorial Paidós; Buenos Aires; Argentina; 2006.

7 Op. Cit. Carballeda, A.

8 Op. Cit. Carballeda, A.

9 El concepto de Habitus, planteado por Bourdieu, es conceptualizado como: un sistema de esquemas de percepción y apreciación. Estructuras cognitivas y evaluativos que se adquieren a través de la experiencia duradera de una posición en el mundo social. Sistema de esquemas de producción de prácticas y sistema de esquemas de percepción y apreciación de prácticas. Produce prácticas y representaciones que están disponibles para la clasificación.

10 Lo Vuolo, citada por Margarita Rozas Pagaza, caracteriza a la cuestión social como la “noción que alude a las dificultades que exhiben las sociedades modernas para sostener la inserción social de toda la ciudadanía y, de allí, la cohesión del conjunto de la sociedad”.

11 Cazzaniga, Susana; “El Abordaje desde la Singularidad”.

12 Op. Cit Carballeda, A.

13 Op. Cit. Lewcowicz, I.

14 Op. Cit Carballeda, A.

15 Op. Cit Carballeda, A.

16 Op. Cit. Lewcowicz, I.



* Datos sobre la autora:
* Fiorella Fassano Aurio
Estudiante de Trabajo Social. Cátedra La Intervención en lo Social. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Buenos Aires

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