El rol social que ha adquirido el periodismo de investigación alerta al mismo tiempo que genera un cierto inmovilismo en nuestras comunidades.
Las denuncias sobre los desaciertos y hechos de corrupción de funcionarios y allegados a los distintos gobiernos se suceden a un ritmo vertiginoso en todo nuestro continente, produciendo más confusión que información.
De tantos hechos que sacuden a la opinión pública, los nombres se olvidan, las situaciones se diluyen, los rostros de los imputados se desdibujan, generando una suerte de sensación de impunidad.
Hace mucho tiempo que el ritmo de los medios -especialmente la televisión- alcanzó a la política. No importa lo que se dice o las razones para "estar en la pantalla". Lo que vale es la imagen.
El que no aparece en la "tele" -aunque sea para defenderse de una denuncia sobre corrupción- no existe.
De hecho, esa aparición "defensiva" termina "blanqueando" al personaje. Ello permite hacer gala de la más completa falta de pudor y decir hoy lo contrario de lo que se dijo ayer. Muchos comunicadores sociales se entregan y ofrecen sus servicios mercenarios.
Este fenómeno no puede atribuirse en forma simplista a la falta de memoria del pueblo.
La imagen televisiva puede arremeter contra los derechos de los ciudadanos e incluso contra las mismas leyes. El espectador es justamente eso: no participa como sujeto activo de la construcción de la realidad; resulta un convidado de piedra en la mesa donde se muestran preciosos manjares sólo consumidos por un pequeño grupo de afortunados.
En esta época de sensacionales avances tecnológicos, según un informe oficial de la FAO, América Latina presenta "los índices más altos de concentración de la propiedad del mundo". Según José Graziano, representante de la FAO en la región, "no puede haber una mejora en la desigualdad y una erradicación de la pobreza extrema y del hambre si no hay un proceso que facilite el acceso a los medios de producción, al agua y las riquezas naturales".
En la era de la superabundancia, América Latina produce un 40 % más de alimentos que los que necesitaría para abastecerse, sin embargo continúa creciendo la brecha que separa a ricos y pobres.
En todo el mundo se ha desatado el fenómeno del alza de los precios de los alimentos que amenaza con aumentar el número de desnutridos y promete generar más pobreza y marginación.
Miles de personas se ven obligadas a emigrar en busca de horizontes laborales. El sentido de patria se consolida sólo como el espacio del "trabajo".
No alcanza entonces con indagar y sistematizar la realidad. Debemos ser parte comprometida de ella en la acción del cambio. Como señaló Paulo Freire, "decir que los hombres son personas y como personas son libres y no hacer nada para lograr concretamente que esta afirmación sea objetiva, es una farsa"
Equipo Margen