Periódico de Trabajo Social y Ciencias Sociales Edición digital |
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El presente trabajo tiene por
objeto, indagar acerca de algunas de las dificultades y
posibilidades que conlleva la intervención en drogadicción,
específicamente desde el Trabajo Social, para
así poder intentar construir una posible propuesta de
intervención, contemplando algunos de los desafíos que
implica la misma.
Recordemos que “El Trabajo
Social está allí, donde el padecimiento se hace
presente, donde las trayectorias se inscriben en los cuerpos; está
allí escuchando relatos, observando, haciendo, convirtiendo
ese padecimiento en resistencia” (Carballeda, 2006)
En este sentido, sostenemos que
en el escenario actual, sumamente complejo en el que se desarrolla
la intervención en lo social, al momento de llevar a cabo la
misma, es frecuente identificar constantes y contundentes
limitaciones, dificultades, obstáculos que en más de
una oportunidad nos interpelan respecto a la real posibilidad de
intervención profesional y más aún, en
drogadicción.
Ya que en este contexto de
vulnerabilidad social, de inequidad, de falta de oportunidades, en un
escenario del desencanto, de incertidumbre, inestabilidad, de
fragmentación social, de escasos espacios de socialización,
de contención, de malestar generalizado, se identifica como
uno de los padecimientos actuales, como manifestación de la
desigualdad, a las adicciones.
En este marco, donde reina la
sensación de no pertenencia, la falta de sentidos, la pérdida
de noción de totalidad, la drogadicción aparece
como una opción de distanciamiento del mundo real, de
satisfacción efímera, de adquisición de objetos
como modo de inserción en el mercado, como forma de
pertenecer, en una sociedad donde la identidad se construye a partir
de los objetos, esencialmente del consumo de ellos, donde la
ciudadanía pareciera restringirse solo a ello.
En este
sentido, la drogadicción, como problemática
social compleja, se desarrolla en una tensión constante entre
derechos sociales- civiles, donde la restricción de unos,
conlleva a la de los segundos, dando lugar a los derechos
subjetivos, que en este escenario actual, de complejización
de la cuestión social, demandan, interpelan no solo a la
intervención en lo social, conllevando el desafío de
construir nuevas modalidades, sino que dan cuenta de la
constitución de nuevos actores con distintas formas de
padecimiento.
No olvidemos que, “no
buscamos generar procesos de integración y adaptación
social a secas sino procesos de conocimiento con la participación
de las personas, a fin de que desarrollen una mayor capacidad de
análisis respecto de sus realidades humanas para intentar
transformarlas”. (San Giacomo, 2004: 79)
Y en esta búsqueda, en el
momento de construir estas nuevas modalidades de intervención,
como dijéramos anteriormente, nos encontramos frente a
diversas limitaciones, dificultades, que desafían
la creatividad, originalidad, capacidad y destreza profesional, entre
estos obstáculos podemos mencionar:
El Contexto actual
que en si mismo se constituye como desafío, en tanto que
pretende condicionar y restringir la intervención, desde su
funcionamiento como marco del escenario de fragmentación
social, desigualdad, inequidad, reproducción de procesos de
estigmatización que refuerzan la ruptura del tejido social,
aumentando la sensación de disolución del todo, de
inestabilidad, incertidumbre, inseguridad;
Crisis de legitimidad y
representatividad de las instituciones, los cambios en el
modelo económico, han generado crisis de legitimidad y
representividad tanto en las instituciones a nivel macro social,
escuela, hospital, Estado; como a nivel microsocial, como lo es la
familia. A partir de ello, todo se desfigura, requiere
reorganización, reestructuración, impactando ello, en
aumentar la inseguridad, inestabilidad, la incertidumbre, no
identificando así ningún espacio de pertenencia, que
genere seguridad, contribuyendo al “malestar identitario”;
Lectura fatalista de la
realidad con su correspondiente caracterización de la
población, dificultando la visualización de una
“brecha” como punto estratégico de intervención,
caracterizando a la población solo desde las limitaciones,
debilidades, sin poder identificar ni señalar las
potencialidades ni fortalezas de la misma;
Sociedad adolescente y
“ansiógena”: constituyéndose
como dificultad específicamente, en la intervención en
drogadicción con adolescentes y jóvenes, en tanto que
esa etapa evolutiva se constituye como valor en si misma, y
paradójicamente en donde los jóvenes y adolescentes se
enfrentan a mayores y constantes restricciones, lo cual incrementa la
necesidad de pertenecer, en el marco de una permanente sensación
de disolución del todo social.
Modelo de gestión
en atención social desde un enfoque y método gerencial,
procedente del ámbito de la empresa privada; contribuyendo así
a que el acceso y ejercicio real de la ciudadanía se limite a
la capacidad de capital disponible, correspondiéndose ello,
con la lógica de mercado vigente en la actualidad, lo cual
restringe en los servicios que deberían prestar atención
social, el acceso y distribución de recursos, como de bienes y
servicios, obstaculizando la respuesta institucional a las
necesidades sociales.
Si bien muchas de estas
dificultades a las que hacemos mención se relacionan con
variables macrosociales - estructurales, entendemos que
condicionan e inciden en la intervención y que no pueden
dejarse de tener en cuenta, en tanto que son el contexto que dan
lugar a las nuevas formas de padecimiento.
Recordemos que una situación
problemática no se genera por si sola, aislada,
individualmente, sino que es manifestación particular de un
fenómeno general, y que requiere de un análisis
dialéctico, fundado teóricamente en sentido integral,
que permita ampliar el abanico de posibilidades de intervención
profesional, que supere la falsa dicotomía sujeto versus
medio, en tanto que la realidad es una totalidad y los sujetos parte
constitutiva y constituyente de la misma.
Asimismo la consideración
de estas variables, permitirán (o deberían permitir) la
planificación de acciones, lo suficientemente estratégicas
que impacten sinérgicamente, en éstas. Amerita señalar
que el análisis de las mismas, constituye un primer paso, como
elemento imprescindible para poder intentar pensar algún
cambio al respecto, una alteración a lo dado, a lo
establecido.
Insistimos, como primer paso,
en tanto que si no es acompañado por acciones, solo quedará
en la intención, y si consideramos la intencionalidad
transformadora de la intervención profesional del Trabajo
Social, coincidiremos en que para alcanzarla es necesario algo más
que buenas intenciones.
“Descubrir la motivación
del usuario para cambiar constituye, entonces, una clave esencial
para el trabajador social en su intervención; (…)”cambio
significa movimiento, y movimiento, fricción. Sólo en
el vacío, cambio y movimiento podrían producirse sin la
rudeza y el ardor del conflicto”. Que este conflicto se
produzca a nivel social, a nivel individual (psíquico) o a
nivel de relación (entre dos o varias personas), siempre está
presente en toda situación de cambio entre las fuerzas que
impelen el cambio y las que lo resisten.” (De Robertis,
2006:117)
Frente a estas condiciones
aparentemente poco alentadoras, podríamos preguntarnos si es
posible la intervención profesional del Trabajo Social real
como dijera Di Carlo, si es posible el cambio, si bien no sólo
no renegamos sino que reconocemos la complejidad que reviste la
intervención, entendemos que también se nos presentan
posibilidades que pueden facilitar la misma, entre ellas
podemos referir:
El trabajo con el sujeto,
participación del sujeto, al partir de una
concepción del sujeto como actor, se entiende que es él
quien construye significaciones, logra la resemiotización,
elaborada en función de su vinculación con el otro,
recodificando el orden de lo dado, de lo establecido;
El acceso a la vida
cotidiana y perspectiva del actor, lo cual permite el acceso
a su mundo de significaciones, a sus representaciones sociales, y
desde allí, identificar los puntos estratégicos desde
los cuales intervenir; desde un paradigma interpretativo
acceder a lo simbólico, a la subjetividad, y desde allí,
actuar en las significaciones que conlleven a una transformación
de la situación de padecimiento, es decir en la interacción
simbólico- real;
El Saber científico
– presencia en el imaginario social, poseer
categorías conceptuales que permitan la comprensión,
explicación de lo social, y partir de ello, su presencia en
lo social contribuya a mejorar la calidad de vida de las personas,
aportando desde su saber especifico a la construcción de una
modalidad discursiva diferente desde la significación de los
sujetos.
Interdisciplina,
como posibilidad y oportunidad de acceso a las problemáticas
sociales complejas, a partir de la lectura de distintas disciplinas,
entendiendo la intervención en lo social, como espacio de
encuentro, de interacción, reciprocidad simétrica,
alteración al orden, a la fragmentación,
traduciéndose en conocimiento;
El trabajo en red,
el contacto con otras instituciones (la presencia de otras
instituciones es una fortaleza), profesionales, que estén
abordando la misma problemática permite no solo aportar a la
reconstrucción del tejido social, al menos en este aspecto,
sino también a dialogar entre si, visibilizando el
padecimiento, como manifestación de la desigualdad; al mismo
tiempo que nos permite interpelarnos sobre nuestra forma de actuar,
revisar nuestra intervención;
La Investigación:
como herramienta privilegiada de poder, de visibilización,
de conocimiento, como elemento de legitimación publica, como
herramienta de denuncia, como elemento privilegiado para dar cuenta
de las necesidades sociales, en tanto su jerarquización en
cuanto a la atención y distribución de recursos,
Preponderación de investigaciones de tipo cualitativo,
que permitan “traer” la riqueza de la experiencia y voz
del sujeto con el que se interviene, utilizando técnicas que
permitan ello, como pueden ser: entrevistas, la historia oral; con
una mirada superadora de la inexistente dualidad
objetividad-subjetividad;
Participación en
la elaboración e implementación de Políticas
Sociales: entendiendo a las políticas sociales como
herramienta del Estado, se considera como espacio sumamente
estratégico el poder participar en su elaboración e
implementación, garantizando que el objeto de la misma sea
efectivamente el problema y no la representación que de éste
se tenga; que se aborde desde un saber especializado, idóneo,
desde fundamentos teóricos, empíricos, reales. De
este modo desarrollar la capacidad propositiva de la
que debería apropiarse el Trabajador Social, tomando en
cuenta el papel privilegiado que tiene en el escenario de
intervención, accediendo a la vida cotidiana de los sujetos,
al espacio microsocial, en donde se manifiestan concretamente la
desigualdad, inequidad, cuestión social.
Tengamos en cuenta que “el
padecimiento de la falta de espacios de socialización y de
construcción de sentidos que conecten al sujeto con el todo,
constituyen la puesta en escena de un teatro donde los guiones
cambian en forma abrupta y dejan a muchos de los actores sin
palabra, sin voz.” (Carballeda)
En síntesis, “El
trabajo social no considera que sea fácil superar problemas
sociales, pero se basa en la hipótesis de que cuando es
posible lograrlo, tanto en el plano más individidualizado como
en el político- social, esto depende insustituiblemente de la
movilización y desarrollo de las capacidades inteligentes del
sujeto como persona” (Di Carlo, 2004: 35)
En este sentido, podríamos
definir a la intervención profesional como un procedimiento
que actúa y hace actuar, que produce expectativas y
consecuencias. (que) … implica una inscripción en ese
“otro” sobre el cual se interviene, quien a su vez genera
una “marca” en la institución y desencadena una
serie de dispositivos e instrumentos en ésta.
Entonces, La intervención
supone alguna forma de búsqueda de respuestas a interrogantes
eminentemente sociales; por lo tanto debería producir
modificaciones en relación con la cuestión puntual en
que es llamada a actuar; así, nuevamente aparece la
delimitación de un territorio, el espacio o lugar de la
cuestión social. (Carballeda, 2004)
De este modo, tal vez la
respuesta posible pase por la reducción del padecimiento y las
estrategias de recuperación de identidades y futuros.
En relación con ello,
como forma de búsqueda de respuesta a la drogadicción,
tendríamos que atrevernos ahora, a esbozar una posible
propuesta de Intervención desde el Trabajo
Social, a partir de un modelo de intervención
que contemple es dicha propuesta tanto las debilidades
como las posibilidades, para así intentar dilucidar cuales
serian algunos de los desafíos, que debería afrontar
esta disciplina desde su intervención profesional en
drogadicción, pretendiendo desde esta propuesta propiciar
algún cambio.
De acuerdo a
lo que plantea el Dr. Carlos Guida, “Epistemológicamente,
la noción de modelo ha sido usada y desarrollada con el fin de
poner de relieve ciertos modos de explicación de la
realidad.”. Siguiendo los aportes de Giribuela, podemos decir
que “Un modelo es entonces, una forma de interpretar la
teoría científica, realizando (y acá
está lo central) un pasaje de lo abstracto a lo concreto.”
Asimismo este
autor hace referencia a los aspectos heurístico y
metafísico de los modelos, señalando que “estos
dos aspectos, heurístico y metafísico, son de suma
importancia para el Trabajo Social porque la capacidad del
profesional de indagar las necesidades de la población,
buscando explicaciones que trasciendan la verbalización (pero
sin ignorarla) de quien demanda, superando un único aspecto de
la necesidad que busca atender y generando
alternativas que logren ir más allá de lo
inmediato de un fenómeno (pero teniéndolo en cuenta),
está claramente imbricado el modelo al que adhiera”.
Tomando en cuenta ello, nos
atreveremos a presentar algunos de los elementos, que a
nuestro criterio constituiría un modelo de intervención
en drogadicción.
Partiendo de los aportes de
Carballeda, entendemos que la intervención del Trabajo
Social, sus horizontes y objetivos está fuertemente ligada a
la forma en que, lo social es comprendido y explicado. En otras
palabras, esto implica pensar desde qué noción de
sociedad se intenta intervenir o se está leyendo una
situación.
Razón por la cual, en
primer lugar planteamos, como base del modelo de intervención
la relación entre la explicación de lo social, de
lo real, a partir de un marco teórico que permita una
lectura fundada del contexto, y en base a esta interacción,
poder analizar, o “leer” una situación particular,
como lo es la drogadicción.
En este sentido, retomamos a
Cora Escolar, adhiriendo desde este modelo al supuesto que
ella plantea, respecto a que no hay separación entre objeto,
teoría y método. Entonces, desde esta perspectiva la
teoría provee los insumos desde los cuales se organiza la
producción de conocimientos, entendiendo con ello, que lo que
permite la teoría, los conceptos, es operacionalizar
para aproximarse y reconstruir la realidad y no su mera
verificación. (2000, 181-183)
En cuanto al paradigma en el
que se enmarca este modelo, desde el cual se elaborarán las
estrategias de intervención en drogadicción será
el socio-cultural, cabe aclarar, que para interpretar
el abordaje de la drogadicción, de acuerdo a lo que plantea
Ibán de Rementería,
se identifican como
preponderantes dos paradigmas, uno que se centra en la reducción
del riesgo, mediante “una sociedad libre de
drogas”, desde una intervención ex ante,
reduciendo el problemas al modelo infecto contagioso; el segundo al
que adherimos desde este modelo, contextualiza al problema en el
campo cultural, reconoce la funcionalidad de las drogas
en la sociedad y se propone intervenir sobre las consecuencias
negativas de su abuso.
En concordancia con ello,
consideramos que la drogadicción en
tanto
padecimiento, se transforma de alguna manera en una expresión
del desencanto, en una civilización que desde los inicios de
la modernidad comenzó lentamente a apropiarse del planeta,
transformado lo diferente en homogéneo o en desigualdades
sociales
A su vez, la drogadicción,
se complementa con la “necesidad” de la trasgresión,
la trasgresión es en definitiva funcional a una sociedad que
necesita permanentemente ratificar el lugar de lo “sano”
y de lo “enfermo”. Así como en la era Victoriana,
la prostitución era una trasgresión “necesaria”
debido a la represión sexual de los cuerpos y el deseo. La
drogadicción actúa como excusa para imponer coerciones,
siendo la coerción la negación misma de la subjetividad
y la imposición de otra, preconstruida, artificial “necesaria”
a los diferentes órdenes vigentes en la historia.
La
drogadicción como problema social se inscribe en los cuerpos,
se muestra a través de marcas que muestran diferentes
itinerarios y procedencias, cuerpos de la pobreza, de la estética
cuidada, cuerpos del encierro, cuerpos que muestran trayectorias,
cuerpos donde el padecimiento subjetivo se hace objetivo a través
de cortes y señales.
En
este sentido, el paradigma al que adherimos, entiende que
el consumo de drogas es una costumbre social de múltiples
significados y de funciones subjetivas y colectivas. Su universo es
microsocial y se restringe a las relaciones del sujeto y su
comunidad, mediado o no por la familia. La acción se centra en
el para qué del consumo, en lugar del por qué.
Tiene como objetivo lograr la autonomía del
sujeto con adicciones a través del autocuidado.
Es decir, se pretende cubrir los territorios transitados por los
actores específicos de las situaciones conflictivas derivadas
del uso de las drogas, como la familia, el barrio o la comunidad,
propone como modalidad de intervención la conversación,
como forma de dialogo, que prepondere el encuentro cara a cara.
Entonces, como estrategias de
intervención se proponen la asistencia y la prevención
terciaria en tanto que se intervendría con el sujeto
sobre las consecuencias del abuso de drogas. Entendiendo, que ambas
son estrategias básicas y dispositivos de la Intervención
en lo social, empleadas en el Trabajo Social, de modo complementario
con intencionalidad transformadora respecto a la situación de
padecimiento inicial.
Es decir, se conciben a éstas
como estrategias de recuperación, tendientes a
la problemática de la integración social,
propiciando la reparación del tejido social, pretendiendo
desde ellas contribuir a la restitución de derechos
vulnerados, ya sea desde lo material y/ o simbólico
y consecuentemente en lo real. De este modo se tendería a
visibilizar capacidades, saberes, potencialidades, como formas
constitutivas de la identidad. Pretendiendo así, desde este
conjunto de acciones, aportar al desarrollo de autonomía del
sujeto, que permita recuperar sentidos, pertenencia y plantear
proyectos, visualizar futuros.
Para llevar a cabo estas
estrategias consideramos necesario aclarar retomando a Travi, que
“aquello que no está unido en el pensamiento no puede
estar unido en la acción.
De manera que partimos de una
concepción según la cual “lo instrumental”
se inscribe dentro de una perspectiva epistemológica, y por lo
tanto su construcción/ utilización supone siempre “una
decisión no sólo teórica sino también
política- ideológica” (Escolar, Cora; 2000).”
(Travi, 2006: 16-17).
En este sentido, respectos a los
aspectos metodológicos, proponemos la investigación,
preponderando la cualitativa, que permita “colocar las
voces de los sujetos en el ámbito de lo público, de
conocer los significados que atribuyen a su experiencia, de cómo
viven su vida. Se trata de traspasar la
descripción, para comprender los significados; es buscar a los
sujetos y sus historias.
En concordancia con ello,
“Pensamos que desde el Trabajo Social podríamos
caracterizar al sujeto involucrado en el problema social, como un
sujeto de necesidades, sujeto producto de las condiciones
objetivas, producto de la historia, un sujeto como espacio de
relaciones de poder, un sujeto deseante, y un sujeto que tiende a
constituirse en productor de lo colectivo”. (Custo y
Fonseca, 1997: 55).
Por ende, “El sujeto
es también actividad, pero la actividad es actividad sobre
algo, de lo contrario no es nada. Está pues, co- determinada
por lo que se da como objeto. Pero este aspecto de la inherencia
recíproca del sujeto y del objeto- la intencionalidad, el
hecho de que el sujeto no es sino en la medida en que pone un objeto-
no es más que una primera determinación, relativamente
superficial; es lo que trae al sujeto al mundo, es lo que lo pone
permanentemente en la calle. (...) No es mirada y soporte de la
mirada, pensamiento y soporte del pensamiento, es actividad y
cuerpo que actúa- cuerpo material y cuerpo metafórico.”
(Castoriadis, 2003: 179)
De este modo, la participación
del sujeto en la intervención, es imprescindible,
irremplazable, sin ella toda acción con intencionalidad
transformadora, carece de sentido. Para acceder a esa vida
cotidiana, a ese mundo de significaciones, tomaremos elementos del
paradigma interpretativo, como modo de comprensión,
interpretación de esa realidad, de esa manifestación
particular de un fenómeno más amplio, general.
Constituyendo esta una de las fortalezas mas importantes
con las que se cuenta, al momento de intervenir desde el Trabajo
Social.
Un aspecto a tener en cuenta, y
no menos importante en drogadicción, son las representaciones
sociales, tanto del sujeto que consume, como de su familias y
de las personas que conforman el medio en el que se desarrolla
(comunidad). En tanto que este es un espacio privilegiado de
intervención, como punto estratégico de la misma. Más
aún, si se pretende trabajar a partir de visibilizar a la
drogadicción como manifestación de una problemática
social más amplia, que incluye a todos, que tiende desde su
abordaje, a restituir parte del tejido social, a partir del dialogo,
el pacto constante, desde una asunción de
responsabilidad conjunta, que se base en la
tolerancia y solidaridad, que conlleve al autocuidado
de la persona que consume.
Por lo tanto el nivel de
abordaje, desde este modelo, seria tanto el individual-familiar,
como el comunitario, pretendiendo superar así la
inexistente dualidad individuo-sociedad.
En fin, si entendemos a la
intervención profesional como estrategia de
interpelación, alteración del orden, problematización,
interacción simbólico-material-real, como
visibilización y resignificación del impacto de la
nueva cuestión social, tendríamos que poder visualizar
en ella, la dimensión política de la intervención.
Diferenciándola, como señala Fantova de la acción
política, en tanto que la dimensión política es
parte de la intervención profesional, pero no la única
como lo es desde la política partidaria.
En este sentido, el papel
del Estado a través de las políticas
públicas, sería un eje de interpelación
ineludible. No sólo respecto a indagar si estas políticas,
en el caso de que hubiese, actúan o se proponen actuar desde
el problema social, o desde la representación social que se
tiene de éste, o desde una mirada fatalista tanto de la
caracterización del problema como de la población
destinataria, sino desarrollando la capacidad propositiva del
Trabajador Social, pudiendo hacer público lo privado,
visibilizando y potenciando la voz de los sujetos con quienes
trabajamos, como modo de empoderamiento y exigibilidad de derechos,
como forma de acceso real a los mismos.
Para ello, contamos con algunas
“herramientas”, que pueden considerarse al momento de
sugerir una política publica, específicamente en lo
referente a su programación, por ejemplo en el orden de lo
administrativo, exigir asignación de recursos,
incidiendo en recordar el papel de la responsabilidad publica en
garantizar el desarrollo pleno de la ciudadanía, a través
de investigaciones, estudios etnográficos que permitan
contribuir a visibilizar y jerarquizar problemáticas,
generando formas de resistencia y alteración al orden;
Respecto a lo social,
trabajar en la resignificación desde y en el imaginario
social, a través de la Intervención con el
sujeto, su familia y la comunidad en las necesidades (en sentido
integral que implique lo material y simbólico), en los
procesos de estigmatización que reproducen la fragmentación
social, en y desde las representaciones sociales, en el territorio
microsocial, local, especificado, desde la asistencia y
prevención. En este caso, la interdisciplina,
es una fortaleza a tener en cuenta, en cuanto al mayor alcance de la
intervención, a partir del aporte de las diferentes miradas,
que permitan profundizar el análisis tan complejo que reviste
esta problemática social, como cualquier otra que se
desarrolle en este contexto actual y en cuanto a dialogo entre si,
como modo de alteración a lo dado;
En cuanto a lo comunitario,
recordar y tomar en cuenta el lugar preponderante de las
organizaciones sociales, en tanto que desde ellas se
puede desarrollar el trabajo en red permitiendo la
interacción con: centros comunitarios, escuelas, hospitales,
instituciones que se propongan trabajar en esta problemática,
lograr la transmisión de información veraz, desde el
saber especializado, intentando así identificar y “desechar”
los prejuicios, los mitos, interviniendo de este modo en
significaciones, símbolos dados, propiciando el desarrollo de
la solidaridad, conocimiento y organización, como modo de
resistencia y abordaje de la problemática que permita
reforzar el sentido de pertenencia, de totalidad desde la misma
comunidad propiciar la integración social.
Por lo tanto, “lo
importante es poder construir espacios de libertad para pensar y
hacer por la dignidad del hombre con sus esperanzas y creaciones”
(Custo y Fonseca, 1997: 59)
En este sentido, “El
recurso de la reflexión ética constituye entonces una
herramienta para que nuestras decisiones y el desempeño
profesional se guíen por el ideal de respeto y el
reconocimiento, promoviendo la autonomía de todos”
(Heler, 2001.). En tanto que, “cada decisión que se
toma, cada alternativa que se elija contiene una dimensión
ética, ya que implica consecuencias sobre los OTROS
(los sujetos involucrados), afectando su autonomía, libertad y
derechos.” (Cazzaniga, 2001).
En fin, “La
intervención así planteada supone una búsqueda
en cuanto a la construcción de una modalidad discursiva
distinta, signada ahora por el sujeto, elaborada en función de
su vinculación con los otros. Produciéndose “líneas
de fuga” que permitan reconstruir, recodificar el discurso
hegemónico, logrando una resemiotización. Una manera
nueva y diferente de enunciación de la realidad que se
presenta como “dada””. Quizás sea
este uno de los desafíos del Trabajo Social, en el abordaje de
problemáticas sociales complejas como lo es la drogadicción
en el escenario actual…no aceptar lo habitual como cosa
natural…
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* Datos sobre la autora: * Silvana Rodríguez Lic. en Trabajo Social Técnica Universitaria en Minoridad y Familia Volver al inicio de la Nota |
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