Periódico de Trabajo Social y Ciencias Sociales Edición digital |
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El
documento, da cuenta de una reflexión y análisis,
desde la práctica cotidiana del quehacer profesional.
Desde esta perspectiva se plantea que tanto el trabajo social
(indistintamente que sea entendido como ciencia o tecnología),
y los(as) trabajadores(as), en cuanto operacionalizadores de
métodos de intervención en lo social, se encuentra
en una encrucijada, de dilemas éticos y políticos,
enfrentados en una sociedad neoliberal compleja y excluyente, y
sometido a las directrices del poder hegemónico. Esto no
siempre, asumido conciente y críticamente por los
profesionales práctico, lo cual por ciento, demanda una
imperiosa necesidad, de reformular nuestras prácticas
sociales: tomar conciencia de mundo y de nosotros mismos.
En
definitiva, se plantea una reflexión sencilla, marcada
por la subjetividad de la cotidiana praxis del trabajo social.
Esta subjetividad, puede entenderse como la cristalización
un “pensamiento en voz alta”, de las viviencias
cotidianas, bañadas por utopías y frustraciones,
en un mundo complejo, que nos muestra una gran paradoja, por
lado la globalización de las relaciones sociales y por
otro, la atomización del sujeto-actor.
Apalabras
claves: trabajo social, neoliberalismo, elites, dominación,
dilemas éticos y políticos, transformación
del sujeto, sueños, utopías.
ABSTRACT
The
document, gives to account of a reflection and analysis, from the
daily practice of the professional task. From this perspective the
social work considers as much that (indifferently that science or
technology is understood like), and los(as) trabajadores(as), as
soon as operacionalizadores of methods of intervention in the
social thing, is in crossroads, of ethical and political dilemmas,
faced in a neoliberal society complex and excluding, and put under
the directives of the hegemonic power. key
words: social work, neoliberalism, elites, ethical and political
domination, dilemmas, transformation of the subject, dreams,
utopias.
1.- INTRODUCCIÓN.
Este
documento surge con la humilde intención, de compartir y
visualizar, las vivencias desde la praxis del trabajo social, es
decir, desde la relación pragmática del quehacer
profesional. Con esta intención preliminar, a fines del mes
de abril del año en curso (2006), se envía una “carta
abierta la los trabajadores(as) sociales, del Hospital Regional de
Valdivia” 1,
con quienes el autor, comparte la misma área de desempeño
práctico 2.
En aquella misiva, se daba cuenta, como desde el ejercicio
profesional, es posible percibir también los conflictos éticos
y políticos, el estado de sometimientos en que se encuentran
los(as) trabajadores (as) sociales encontramos – muchas veces
invisibilizado o asumido como una suerte de destino fatalista -,
respecto de lo poderes hegemónicos; como así mismos, la
dualidad y relativismo axiológico que se asume, frente a las
demandas de los excluidos –o desafiliados diría
Castel (1997) -, todo lo cual, como profesionales prácticos, a diario se está vivenciado vivenciado. Pero,
el (re) abrir la discusión sobre los permanentes conflictos e
inflexiones del trabajo social y del trabajador(a) social, en tanto
sujetos enfrentados a un sistema sociopolítico, ideológico
y económico -como lo es el neoliberalismo - que privilegia la
tecnocratización, sobre cualquier otra alternativa más
democrática y emancipadora de los sectores excluidos, sin
lugar a dudas, no resulta una novedad.
Pero también, este documento y
reflexión, da cuenta de la subjetividad del propio autor,
como actor cotidiano, y conciente de una praxis instrumentalizada
por los poderes hegemónicos, y por los propios trabajadores
sociales “incluidos”, en un sistema perverso, que asumen
una actitud propia del “patronaje”, herencia de nuestro
pasado oligárquico. También,
es conveniente dejar objetivado, que esta misma subjetividad, puede
llevar a que los lectores más doctos, consideren bastante
confuso, simplista o sui generis, este documento; sin
embargo, vale decir, que esto mismo le da un valor distinto; como
forma de fundamentar –o defender- dicha “simpleza”, huelga decir que este texto, surge como un “pensamiento en
voz alta”, de las viviencias cotidianas, bañadas por
utopías y frustraciones, en un mundo complejo, que nos
muestra una gran paradoja: por lado la globalización de las
relaciones sociales y por otro, la atomización del
sujeto-actor. Este pensar en voz alta, lleva a develar lo que desde
el sentir humano-práctico, es posible describir y denunciar.
Tan simple –pero a la vez tan válido y necesario- como
esto que se quiere compartir con ustedes.>
I.-
UNA MIRADA DESDE LA COTIDIANEIDAD DEL TRABAJO SOCIAL.
Tal
como se planteaba en el inicio del texto, se aprecia en la praxis
cotidiana de la intervención social, un permanente
sometimiento a una hegemonía burocrática, en la cual
estamos atrapados, como en una “jaula de hierro” al decir
de Weber, lo que a su vez conlleva a la incapacidad para asumir
concientemente y críticamente nuestro rol, en un sistema tan
complejo y perverso como en el que actualmente estamos insertos. Por
cierto, de un sistema del cual somos parte contribuyente, es decir,
el neoliberalismo globalizante y sus más diversas formas de
exclusión y de dominación, tanto desde el nivel micro
social, hasta las superestructuras y los poderes fácticos
diseminados por todo el espectro societal. Por
ello, que de la necesidad de compartir esta reflexión,
tiene que ver con la constante observación y crítica
a nuestro quehacer profesional; a la dualidad y contradicciones
éticas y políticas, en que se desarrolla nuestro
quehacer profesional: por un lado somos víctimas de la
dominación de las estructuras de poder
político-administrativas, y a la vez, nos
transformamos en la herramienta de estas mismas estructuras, para
perpetuar y legitimar la dominación, la exclusión y
el maltrato a los sectores más vulnerables de la sociedad.
Conflictos
éticos, porque pone en la encrucijada y contradicciones
nuestros fundamentos axiológicos, en franca contraposición
o sometimiento, a los del sistema neoliberal (individualismo,
fetichismo, consumismo, hedonismo, por citar algunos), y políticos,
por nuestra permanente relación con el poder, y en ejercicio
del poder. En gran medida “estamos sometidos a la producción
de la verdad desde el poder y no podemos ejercitar el poder más
que a través de la producción de la verdad. Esto es
válido para todas las sociedades...”, como señala
lo expresa Foucault (2001; 148). En esta relación con el
poder, se nos produce otra de las contradicciones, por un lado como
víctimas de ese pode, pero también como “iluminados”
con una cierta cuota de poder, que se ejerce, siempre sobre
los más débiles.>
Talvez,
tal situación tiene que ver como una de las “consecuencias
inesperadas de la modernidad”, como diría Ulrick Beck,
o como lo sentencia Paulo Freire, “una de las grandes –
sino la mayor- tragedia del hombre moderno es hoy, dominado por la
fuerza de los mitos y dirigido por la publicidad organizada,
ideológica o no, renuncia cada vez más, sin saberlo,
a su capacidad de decidir. (...) le son presentadas por una élite
que las interpreta y se las entrega en forma de receta, de
prescripción a ser seguida” (2004; 33). Es decir, el
modelo hegemónico dispone de las voluntades de los “objetos
sociales”, sin la posibilidad siquiera que estos, se asuman
concientemente como actores, sino que “se compra”, sin
cuestionamientos los símbolos del sistema, y se pierde
completamente la capacidad de decidir, es decir de ser sujetos, en
definitiva la libertad.
Por tal razón,
y como un imperativo kantiano, está la exigencia de romper
con la visión fatalista y perversa, calcada de la visión
fría y mecánica de la lógica del capital,
vaciada de la potencialidad de superación, y de la posibilidad
de re-crear el futuro con-nuestros - alter egos. En esa
visión perversa, al parecer nos estamos transformando- y se
podría agregar lo aceptamos con resignación y sin
cuestionamientos- en profesionales que nos vamos acomodado y
ejecutando, de una manera activista, burocratizada y rutinaria, en
las tareas que nos son atribuidas y muchas veces impuestas por
decisiones tecnocráticas, absolutamente distantes de lo que
deberían ser nuestros fundamentos axiológicos.
Pareciera que el objetivo es ser un buen tecnócrata,
poseedor de los signos externos que simulan ser “buenos
profesionales”.
En este sentido,
y coincidiendo con lo que plantea Nora Aquí (2001), se puede
decir que como trabajadores(as) sociales, “estamos siendo
testigos atónitos de varios genocidios simultáneos,
bajo la mirada, en unos casos complacientes, en otros indiferente, de
quienes tienen el poder en el plano internacional”, todo
se mira y se racionaliza con la lógica del cálculo y
del pragmatismo, sin siquiera cuestionar nada.
Pero esta dinámica
globalizante e integracionista del sistema, además ha ido
invisibilizando el creciente y brutal incremento de la desigualdad,
probablemente sin parangón en la historia de la humanidad, y
posiblemente uno de los más evidentes y objetivables
resultados de la modernidad. Lo que podría plantearse, como
la destrucción de todo lo que éramos y conocíamos,
hasta antes de la modernidad.
Es en esta realidad cotidiana que nos
movemos y ejercemos un rol carente de cuestionamientos y críticas.
Es en este escenario, en donde pareciera que hemos perdido la
capacidad de soñar, de optar por valores distintos a los
impuestos por el poder hegemónico y dominante. Lo cual
conlleva a la construcción de una interpretación de
la cuestión social, a partir de los mismos marcos conceptuales
elaborados desde el mismo modelo dominante, es decir, sólo
como una retórica justificación de la dominación,
y contradictoriamente, a una culpabilización de los
excluidos, como responsables de su condición.
En la práctica
cotidiana, ejemplos de esto, tenemos a diario, es cosa de ver algo
tan simple y característico de nuestro quehacer, como los son
los “informes sociales”, en que implícitamente
se nos pide legitimar una decisión tomada a priori, de
negar una solicitud de “ayuda”. Informes que tal vez, no
son ni siquiera leídos o sometidos a reflexión o un
análisis, respecto de nuestras apreciaciones y sugerencias.
Sin pretender caer en el
cuestionamiento, si somos ciencia o tecnología (aunque se
reconoce la imperiosa necesidad de avanzar en dicha discusión),
existen representaciones sociales, de los “sujetos de
atención” como de otras disciplinas, en donde en el
mejor de los casos se cuestiona nuestro quehacer, se cuestionan
nuestros manejos teóricos y metodológicos, o refutan
nuestra participación en ciertos equipos
“interdisciplinarios”. En
nuestro ámbito pragmático macrosocial, pareciera que
al no haber lugar para dinámicas emancipatorias ni utopías,
ya no nos permitimos cuestionar la sociedad presente; lo que vale
son los hechos consumados, la sociedad de consumo, el derroche, la
alienación del trabajo, la brecha entre países, la
marginalidad, el tecnocratismo. Esta
racionalidad instrumental, es según Marcuse lo mismo que
ideología, y agrega que “en él se proyecta lo
que una sociedad y los intereses en ella dominantes tienen el
propósito de hacer con los hombres y con las cosas. Un tal
propósito de dominio es material, y en este sentido
pertenece a la forma misma de la razón técnica”
(citado por Bramas, 1999; 55).
En
esta misma línea, Nora Aquín (2001) afirma que “la
existencia de una sincronía entre la ofensiva del mercado, la
desestabilización de los contenidos culturales vigentes en el
proyecto de la modernidad, y la inculcación de un modelo
cultural y funcional al mercado”. Produciéndose al
mismo tiempo un confuso uso de eufemismos y lenguajes retóricos,
más seductores, exaltando la creatividad personal, la
libertad, el esfuerzo individual, disfrazando (confabulando) la
dominación y los intereses del mercado. Así, las
contradicciones estructurales del capitalismo se legitiman
culturalmente de la mano del discurso postmoderno. En las mismas
palabras de Aquín, “...como que la mona se viste de
seda: sensibilizar culturalmente a las personas para lubricar la
hegemonía neoliberal”.
Cada vez más
estamos cayendo en una psicologización la “cuestión
social”, produciendo una valoración negativa de aquellos
sujetos que demandan lo que otrora fueran derechos sociales, puesto
que quienes acuden a nosotros(as) expresan y reconocen su
"deficiencia" individual para afrontar la vida. Es decir,
otra maniobra discursiva –e ideológica- que reside en
el cuestionamiento de la validez del concepto de derecho social, que
es sustituido por el de deber moral, exacerbando el rol
asistencialista y caritativo de la intervención social, y por
lo tanto del Estados y otras instituciones “filantrópicas” 3.
De ahí la representación social, que para ser asistente
social, “hay que tener vocación”, que “ayudan
a la gente pobre”... Con ello, la asistencia social ha dejado
de obedecer al derecho de los desposeídos, para constituirse
en un deber moral, de aquellos que están en condiciones
materiales de ayudar, y estos(as) como instrumentos para canalizar
esa “caridad”.
Se “es”
por lo tanto, emisores casi con exclusividad de los aparentemente
“neutros” certificados de pobreza, que además
representa una asignación de identidad, a través de la
cual se ponen en juego múltiples ejes de inclusión y
exclusión. Vergonzosamente definidos como”privilegio de
pobreza”, para acceder a los “beneficios”
estatales. Este “ser” – entendido
ontológicamente – es el que tenemos que re-definir,
enfrentándonos primero a nuestros propios fantasmas, y luego
a los mecanismos endógenos, que nos llevan a errar nuestro
“camino” en la relación con nuestros alter
egos.
II.- LOS DESAFIOS Y UTOPÍAS:
EL DERECHO Y EL DEBER DE CAMBIAR EL
MUNDO.
Pero más
allá de toda esta reflexión y nuestro cuestionamiento
al quehacer profesional, también es menester dejar
planteada una reflexión mucho más práctica, que
tiene que ver con nuestras propias capacidades de legitimarnos ,
validarnos y en definitiva respetarnos frente a nuestra institución
desde la cual se articular la intervención social, ante los
equipos interdiciplinarios, y en general ante nuestros alter
egos.
Las respuestas a estas u otros tantos
cuestionamientos, también tienen que ver con nuestras propias
representaciones sociales, nuestros miedos y nuestras propias
debilidades, producto de un sometimiento que no hemos asumido, es
más – espero estar equivocado, porque de lo contrario
sería lapidario- existe una resignación, como si
ello fuese parte del “destino elegido”, casi como una
concepción apocalíptica.
Pero la paradoja, y el dilema, no
siempre asumido o concientizado en los trabajadores prácticos,
que se presenta en la cotidianeidad de nuestras intervenciones se
cristaliza en la relación con el necesitado, el demandante
de una respuesta o solución de las entidades burocráticas.
En este micro escenario, es donde nos enfrentamos con nuestros más
profundos principios axiológicos, tanto aquellos que
provienen del extenso proceso de socialización, como de lo
que tiene que ver con los preceptos éticos del trabajo
social. Y vale preguntarnos, si nuestra firmeza en las respuestas,
seguridad en los argumentos y autoritarias determinaciones, son
iguales como aquellas que asumimos para defender nuestras posturas
frente a la institución.
III.- Mas que conclusiones,
sentimientos y utopías para compartir.
Frente a este escenario de la praxis
del quehacer profesional, probablemente para algunos, el
cuestionar nuestras prácticas no tiene sentido, y menos el
cuestionar el sistema, ya que para muchos, apocalípticamente
hablando, no hay nada que hacer, sino que “hacer nuestro
trabajo”, y más fríamente dirían
otros(as) al menos tenemos trabajo. Pero para quienes aún
creen en las utopías, y no aceptan la tesis de su
aniquilación, sentirán que siempre es necesario seguir
cuestionándonos, asumiendo concientemente el deber moral, de
estar al lado de aquellos han sido excluidos del “banquete”,
de la modernidad. Pero también el deber de replantear nuestro
“camino”, quizás retomar, lo que quedó
inconcluso con la reconceptualización.
No olvidar
además que “la conciencia del mundo, que hace posible
la conciencia de mí, imposibilita la inmutabilidad del
mundo. La conciencia del mundo y la conciencia de mí no me
hacen un ser en el mundo, sino con el mundo y con los
otros; un ser capaz de intervenir en el mundo y no solo adaptarse a
él. “ (Freire, 2001; 50). El ser conciente por lo tanto,
permite creer que somos parte del mundo y como tal somos sus
constructores, es decir, podemos cambiarlo.>
En definitiva,
miremos y analicemos nuestras prácticas cotidianas, con los
“otros”, y aventurémonos en una necesaria y
urgente crítica y reflexión de nuestro quehacer
profesional y el rol que debemos asumir, en una sociedad
caracterizada por la desigualdad y la hegemonía del más
fuerte. No olvidemos, como dice Paulo Freire, “EL futuro no
nos hace. Somos nosotros quienes nos rehacemos en la
lucha para hacerlo” 4
(op.cit; 67). Construyamos
un trabajo social alternativo, perdamos el miedo a la crítica
y la defensa de nuestros valores, que creo deberían ser muy
distintos al de esta sociedad individualista y competitiva. No
permitamos el sometimiento de nuestro quehacer a las decisiones de
quienes nos utilizan como instrumentos de sus propios paradigmas. No
perpetuemos esta tecnocratización e instrumentalización
del trabajo social, en beneficio de los más fuertes,
contribuyendo con ello al darwinismo social.
BIBLIOGRAFÍA:
1.- Aquin, N.
(2001): “Hacia la construccion de enfoques alternativos para
el trabajo social para el nuevo milenio”.
Revista Confluencias. Córdoba, Argentina.
2.- Barrantes,
C. (1998). ¿Qué es eso que llaman trabajo
social?.Revista de Servicio Social. Vol.1 Nº 3.
Venezuela.
3.-Bourdieu
P. (2003). “Campo del poder, campo intelectual”.
Ed. Quadrata.Bs. Aires. Argentina.
4.-Bourdieu
P. (2003). “Capital cultural, escuela y espacio social”.
Ed. Siglo XXI. Bs. Aires. Argentina.
5.-
Castel Robert (1997). “La metamorfosis de la cuestión
social. Una crónica del asalariado”. Ed. Paidos. Bs.
Aires. Argentina
7.-
Foucault, M. (1992). Microfísica del poder. Ediciones
La Piqueta. Madrid.
7.-
Freire P. (2004). “La educación como práctica
de la libertad”, Ed. Siglo XXI,
8.-
Freire P. (1992) “Pedagogía de la indignación”.
Ed. Siglo XXI, Madrid.
9.-
Habermas, J. (1999). Ciencia y técnica como
ideología. Ed. Tecnos. Madrid.
1
El Hospital Regional de Valdivia, depende técnica y
administrativamente del Servicio de Salud de Valdivia (provincia de
Valdivia, Décima Región de Chile). Es un
establecimiento de alta complejidad, que cuenta con servicios como
neurocirugía, cardiología, oncología,
ginecología, traumatología, entre otros. La dotación
de personal es aproximadamente 1.800, y cuenta con 8 trabajadores
sociales, de los cuales 7 de ellos(as), se desempeñan
principalmente en labores asistenciales y de apoyo a las unidades
clínicas, y una de ellas, al bienestar de personal, y en
funciones relacionadas con la calidad de la atención al
usuario.
2
El autor del documento, labora en el Consultorio de Atención
Primaria de Paillaco, dependiente técnica y
administrativamente del Servicio de Salud de Valdivia. Este
establecimiento tiene una dotación de 20 trabajadores,
dentro de los cuales se cuenta un trabajador social.
3
Intencionalmente se usan comillas, en el concepto filantrópico,
ya que en la lógica del sistema neoliberal, la caridad es
una estrategia de mercado , es decir un marketing social, que le
permite a la empresa “humanizar” su rol eminentemente
económico, y con ello lavar su imagen; es decir, una
inversión que tiene un retorno económico para la
empresa. Sin embargo, esto no es muchas veces canalizado por las
empresas visiblemente en el mercado, sino que por medio de aportes a
instituciones o en campañas solidarias a gran escala, y con
mucha inversión publicitaria, como es el caso de la TELETON,
tanto en Chile, como en otros países de Latinoamérica,
orientadas a las personas que sufren algún tipo de
discapacidad.
4
Los destacados son intencionales de este autor.
* Datos sobre el autor: Luis Vivero Arriagada Trabajador Social, Licenciado en Trabajo Social, Magíster en Ciencias Sociales Aplicadas. Se desempeña en la praxis profesional, en un consultorio de atención primaria de salud, en la comuna de Paillaco, Provincia de Valdivia, Chile, demás de sus labores académicas. Volver al inicio de la Nota |
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