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Separata del libro: La otra mirada al Proceso de Reconceptualización del Trabajo Social, en la Argentina. Tomo I. Por:
Advertencia: De este amplio capítulo, en el que se trata el ECRO, en el que se estructuró la Reconceptualización del Trabajo Social Argentino, solamente se transcribe la parte correspondiente a la Introducción; La Ciencia; Los proyectos políticos nacionales y Compromiso político. Introducción. Enunciaré a continuación, una guía orientativa y sumaria, de los marcos ideológicos-conceptuales y metodológicos, por los que atravesó la Reconceptualización en nuestro país, en los años 60-70s. junto a una bibliografía básica y orientativa, que posibilitará al lector profundizar en cada uno de los temas.
En el año 1971, Herman Kruse, refiriéndose a que la Reconceptualización es la tercera síntesis alcanzada en Latinoamérica, por la profesión, dice:
“Nos interesa resaltar que ese proceso ni termina, ni culmina ahí. La reconceptualización lleva ya en sí los signos de la paradoja – como toda cosa creada por el hombre – y en su seno se gesta, tiene que gestarse, su antítesis. En la medida que el marco conceptual del Trabajo Social es dinámico y el medio social sobre el cual actúa es cambiante, el anquilosamiento del servicio social significaría una incapacidad para cumplir su vocación. Afortunadamente la reconceptualización no es un bloque monolítico de ideas y posiciones, sino todo lo contrario, es una “olla hirviente” en la cual bullen tendencias y corrientes no siempre factibles de conciliar entre sí. Quien quiera que se proponga describir qué es hoy día la Reconceptualización, se equivoca rotundamente – e incluso se autoengaña – si cree que es posible conceptuarla y describirla como una unidad homogénea.” 1
No obstante lo expresado anteriormente, este autor, señala en ese mismo artículo una serie de “temas generadores” de este proceso, como lo es el subdesarrollo; las fallas del servicio social tradicional; el cientificismo aséptico; el aporte marxista; el papel concientizador de la educación; el papel de la práctica en la generación de conocimientos; la necesidad de encontrar medios eficaces de intervención; la caducidad de la teoría del servicio social europeo y norteamericano; entre otros.
El papel que cumplió el Documento de Araxá ha sido innegable, pero en Argentina, la Reconceptualización tomó caminos diferentes y, en algunas cuestiones, alcanzó planteamientos novedosos. Veamos nuevamente lo que dice Kruse acerca de “la necesidad de una teoría viable” en la profesión: “A nadie se le había ocurrido que el marco filosófico del servicio social podía estar totalmente caduco. Y, por supuesto, nadie creía – ni tampoco tenía el instrumental – que de la práctica del servicio social se podían extraer conocimientos científicos para enriquecer la teoría del Trabajo Social. Todo esto fue sacudido hacia 1965, cuando un grupo de trabajadores sociales argentinos hace el descubrimiento del ECRO. La sigla pertenece al psiquiatra Pichón Rivière y significa “esquema conceptual referencial y operativo”. En una serie de trabajos Juan Barreix ha explicado minuciosamente el tema”. 2 Es evidente que, si bien existiéron en el comienzo de la Reconceptualización una variedad de tendencias ideológicas, había también un “marco de referencia” en el cual no podían entrar todas las posiciones ideológicas y, menos aún, aquellas orientadas a la defensa del status quo. Es precisamente sobre ese marco de referencia, que nos vamos a referir a continuación.
Pero se hace necesario decir, que ese “marco de referencia” era fruto de la reflexión de un minúsculo grupo de profesionales del Servicio Social que se “reconceptualizaba”, y que pasó inadvertido para la mayoría del cuerpo profesional que transitaba los caminos del asistencialismo, el desarrollismo y el ideologísmo. La prueba de esto que decimos, está en los programas de estudio de la época que, a lo sumo, incorporaban algunos textos “reconceptualizados” o de lo que hemos denominado “actualización profesional”, conjuntamente con otros del servicio social tradicional, en contradicción evidente con lo que postulaba la Reconceptualización.
Pero talvez lo más grave haya sido que, mientras la sociedad y los intelectuales reflexionaban sobre el proyecto político; sobre el papel del intelectual en la sociedad; sobre la función de la ciencia; sobre la realidad de los sectores populares, este debate estaba ausente de la mayoría de las escuelas de servicio social y en las instituciones donde ejercían los asistentes sociales.
Ese espíritu de los 60-70s significó una ruptura con lo existente, una reflexión sobre la sociedad, una preocupación imperante en temas políticos, sociales, económicos, culturales, religiosos. La propuesta de la Reconceptualización se enmarca en esa coyuntura, en ese “espíritu de la época”, en ese contexto socio-cultural y político, que iremos tratando de reflejar, en el transcurso de este trabajo..
No obstante, digamos que muchas de esas ideas continúan vigentes, otras requieren ser replanteadas y otras sustituidas por nuevas explicaciones y propuestas tanto científicas, como ideológicas, como consecuencia de los cambios que se producen en el orden económico, político y social, y los derivados de la propia dinámica de la profesión.
La Ciencia. La ciencia es saber, conocimiento, del que se deriva el pensar y comprender lo que nos rodea. Ese pensar se encuentra condicionado en nuestro caso argentino y latinoamericano, por una estructura dependiente, por intereses políticos, económicos, sociales y personales, que permite o no, la existencia y difusión de determinados conocimientos o su sustitución por otros “engañabobos” o pseudo-científicos. La ciencia es un producto de un contexto social, que se da en un cierto lugar y tiempo. Por eso hay una ciencia occidental, una ciencia china, una ciencia egipcia y mesopotámica, que han tenido diferentes desarrollos. La Reconceptualización en nuestro país y en Latinoamérica, también debe ser analizada, como conformada por una cierta “cultura” en un momento histórico determinado, en que recibe influencias de ese entorno. La ciencia es conciencia, que surge del conocimiento. A veces se confunde ciencia con tecnología. La tecnología es sólo una parte de esta. Hacer ciencia, significa trabajo en equipo, compartir el conocimiento, tomar decisiones en forma cooperativa, dejar de lado protagonismos personales, definir con qué conocimientos debo estar y contar en un momento histórico determinado. Además el conocimiento científico, tiene que ver con una ética humanística – no con una moralina -. En este sentido, la reflexión acerca del papel de la ciencia y del científico en el 60-70s se orientó por el debate entre ciencia y política; ciencia y pueblo; ciencia y estructura dependiente; conocimiento de la realidad nacional y sus problemas; la impugnación al cientificismo; entre ciencia y liberación nacional. Siempre que se plantea un proceso de liberación, proceso este que se libra en todos los niveles, se encuentra presente repensar el papel de la ciencia y de la tecnología.
El Dr. Alimuddin Zumla, investigador del sida de la Universidad de Zambia y del University College de Londres, nos dice hoy: "La falta de conocimientos científicos no es el obstáculo más importante para el desarrollo de medicamentos: se sabe más sobre biología, inmunología y genética de la leishmania y los tripanosomas que de ningún otro parásito. La laguna tampoco está en la tecnología, que se ha beneficiado enormemente de los adelantos recientes. Al parecer, el mayor obstáculo para que este conocimiento se traduzca en un beneficio real para los pacientes es de índole política". Este pensamiento es válido en el Trabajo Social de los 60-70s.El conocimiento sobre la estructura social dependiente estaba; había diversas fórmulas para superar el subdesarrollo y la dependencia; el cómo superarlo era de índole política. La Reconceptualización puso énfasis en este desarrollo científico-tecnológico, orientado por “lo que el Pueblo es y quiere ser y no viceversa” y no hacia racionalizaciones como “el deseo de saber”; la “Razón”. (Seibold, J. 1973); “el amor a la verdad”, etc.
Hacia fines de los años 60 y comienzos del 70, Rolando Garcia 3 y Oscar Varsasky 4 , entre otros, desarrollaron una corriente de pensamiento que vinculaban la producción de conocimiento, al desarrollo económico-social nacional. Autores como Oscar Varsavsky, en su libro “Ciencia, política y cientificismo”, orienta su reflexión hacia el papel que debe jugar el científico, contribuyendo con su análisis al cambio deseado y juega para esa época un papel clave. Tampoco faltan los análisis de los Equipos Tecnológicos del Justicialismo, coordinados por Rolando Garcia, expresados en una serie de cuadernillos temáticos, en los que se brindaba un diagnostico de situación y las orientaciones posibles. Para que el lector pueda tener una idea de esto que planteamos, digamos que hoy menos del 10% de la investigación sanitaria, tanto pública como privada, se dedica a las dolencias que afectan al 90% de la población enferma del mundo. Enfermedades como la tuberculosis, la diarrea, la malaria, la tripanosomiasis humana africana, la meningitis, el VIH, la enfermedad de Chagas o la leishmaniasis, causan millones de muertes en los países pobres. (World Health Organization. Investing in health research and development. Report of the ad hoc committee on health research relating to future intervention options. Ginebra: WHO, 1996). Hoy la mayoría de las investigaciones se desarrollan en función de intereses empresariales, de la producción y del mercado. Cuando se prioriza la rentabilidad, por sobre la salud, la educación, el bienestar medioambiental o el interés público, se cae en las cifras señaladas precedentemente. El “cientificismo” que adquirió su máxima expresión en la Universidad de Buenos Aires, en época de la gestión de Risieri Frondizi y que acaba con el golpe militar de junio de 1966, es cuestionado. La “neutralidad ideológica”, la “neutralidad valorativa”, la fetichización de la ciencia, el tipo y papel que cumple la ciencia, a la que se ve como un factor determinante del desarrollo de la sociedad y que aparece más ligada a las necesidades de las multinacionales; la biologización de la vida social, se encuentran en los debates de la época, en la que no faltaron tampoco el cuestionamiento de la “derecha” al proyecto universitario.
Pero tal vez la mayor critica y la caracterización de “cientificista”de la Universidad de Buenos Aires, estuvo ligada, a los proyectos subsidiados desde el extranjero, por gobiernos y empresas multinacionales.
Los criterios de racionalidad científica que se manejan en esa época, - verificación experimental y la rigurosidad -, son los que separan lo que es científico de lo que no es. Egger’s Lan, en el capítulo “Universidad, ciencia y cultura” de su libro “Peronismo y Liberación Nacional”, dice:
“...la
ciencia y la universidad no son elementos aislados de la cultura, y
en esto tiene algo que decir el pueblo, salvo que recaigamos en el
paternalismo “liberal” del elitismo cultural que pretenda
hacer una “difusión cultural” de los elementos más
superficiales que se han seleccionado. En este sentido, ha hecho
notar no hace mucho Augusto Salazar Bondy, es común a los
intelectuales “populistas” una intención de
“llevar la cultura al pueblo” (nosotros tenemos
llenos los oídos de algo peor: “educar al soberano”,
por parte de quienes nunca piensan seriamente, por otra parte, que el
pueblo alguna vez sea soberano) junto a fórmulas acuñadas
por una elite como cultura acabada, y que debe ser adaptada al
nivel popular, presuntamente bajo, lo que contiene –
implícitamente o no – un paternalismo peligroso, porque
amenaza con extirpar o frenar los impulsos verdaderamente generadores
de la cultura, que afincan sus raíces en las creaciones del
pueblo mismo” 5 .Pág.
232
Veamos
a continuación el siguiente extracto tomado del capítulo
II, Ciencia Politizada, del libro de Varsasky:
No
hay riesgo de confundir lo siguiente con desarrollismo:
Por
qué no se planteó antes en serio esta misión en
nuestro país es fácil de comprender cuando se examinan
las enormes dificultades que se presentaban:
La
mayoría de los científicos argentinos – aún
los que se decían de “izquierda” – creían
fervorosamente en una imagen de la ciencia, sus valores y su misión,
que podemos llamar
“cientificismo” (aunque este término fue usado de
muy diversas maneras, no siempre claras).
Un
cientificista no puede aceptar ocuparse de problemas relacionados
con la política porqué esa no es una actividad
científica legítima según las normas de quienes
desde el hemisferio Norte orientan las actitudes y opiniones de
nuestros investigadores y sancionan virtudes y pecados. En todo caso
ese campo corresponde reservarlo a la Ciencia política, que
es considerada una ciencia de segunda categoría.
Era
un salto en el vacío que requería una gran autonomía
de
pensamiento
y el rechazo de casi todos los esquemas teóricos
ortodoxos.
No
había un concepto claro de su contenido. No existían
recetas establecidas para superar la etapa declarativa y llevar esta
proposición a la práctica: por dónde empezar,
cuáles son los marcos de referencia, cómo se hace un
plan de trabajo, qué papel tiene un físico en ella, por
ejemplo. ¿No alcanza acaso con que se ocupen de eso los
científicos sociales? Aun para éstos parecía un
cambio muy difuso y general: más ideología que ciencia
concreta, muy difícilmente atacable con el bagaje teórico
del hemisferio Norte, el único disponible. Como hemos dicho,
no era otra cosa que un slogan.
No
había fuerza política. Sólo en broma podía
pensarse que la Facultad propusiera semejante campo de investigación
a sus docentes sin ser intervenida a las 24 horas. Tampoco desde
dentro de la Facultad era mayoría – ni mucho menos –
el grupo de quienes condenaban globalmente el sistema social actual.
Por
otra parte, proponer abiertamente que las investigaciones se orienten
por motivos ideológicos, huele peligrosamente a totalitarismo.
No
había convicción política: la posibilidad de
que el simple
desarrollo
científico y tecnológico a la manera del hemisferio
Norte facilitara el cambio a la larga, era muy atractiva frente a las
escasas perspectivas de una acción más directa.”
Págs.9-12.
Este era el debate que en
esa época se sostenía en medios académicos y que
en cierta medida influyeron en la Reconceptualización del
Trabajo Social.
En abril de 1972, Herman
Kruse, publica en la Editorial ECRO, el libro “Introducción
a la teoría científica del Servicio Social”, un
texto imprescindible para comprender el salto cualitativo que tuvo la
profesión a partir de la Reconceptualización.
Este libro dedica en su
primera parte, un ítem al tema de la Historicidad de la
ciencia, que recomendamos leer, a propósito de este tema.
Me parece importante
señalar que, para esa época se insistía en la
necesidad de generar nuevos y mayores conocimientos sobre los
problemas que afectan a nuestra realidad nacional e internacional,
especialmente la latinoamericana, así como de las
problemáticas comunitarias y regionales, como base para el
establecimiento de programas de intervención en las
problemáticas más acuciantes.
Para ese momento la
investigación en el ámbito del Servicio Social o
Trabajo Social, no se encontraba instalada y eran mínimas las
escuelas que desarrollaban programas de investigación, apenas
la Escuela de Posadas y en menor grado la de Gral. Roca. El resto de
escuelas – la mayoría – transitaban por el
asistencialismo, caracterizado por la ausencia de criterios
científicos y por un incipiente desarrollismo, - cuando el
desarrollismo había sido impugnado y no carecía de
mayor prestigio - y el discurso filosófico y moralista
enmarcado en múltiples enfoques, muchas veces incompatibles
unos con otros.
La influencia de la
sociología funcionalista y del Servicio Social norteamericano
y del desarrollismo, proporcionó un mayor status y
reconocimiento profesional, y orientó a la profesión,
en la discusión acerca de sí constituía una
ciencia o una tecnología, iniciándose algunas acciones
para enmarcar al Servicio Social, como disciplina científica.
Pero aún no podemos hablar de reconceptualización
profesional.
Aunque el Servicio
Social pretendía erigirse en ciencia, lejos se estaba de ello,
cuando el nivel académico general era por demás
insuficiente. Pero el debate general de las ciencias, aunque sea
tangencialmente, produjo en la profesión y en reducidos
sectores de la reconceptualización, un debate fructífero.
Jorge Roberto Seibold,
dice al respecto:
“Somos nosotros,
los hombres de ciencia, los que debemos hacernos Pueblo en su sentido
más pleno a fin de ser verdaderamente sujetos de la
liberación, asumiendo que el teórico se sentirá
unido en un “mismo proyecto” con el físico
experimental y éstos con el técnico y éstos a su
vez con el personal de apoyo que no “sabe” nada de física
teórica, ni experimental, ni lo que es un transistor, pero que
naturalmente se sentirá compenetrado de ese proyecto, porque
sabe “lo importante”. Esta comprensión nueva
emerge del Pueblo como verdadero sujeto del trabajo
científico-tecnológico, muestra una solución de
fondo y no superficial como sería aquella donde se pone al
Pueblo sólo como destinatario del trabajo
científico-tecnológico y no como protagonista. Esta
solución que ya no se inscribe “en un deseo innato de
saber” ni “en un deseo de poder”, sino en “un
deseo de servir” a ese mismo Pueblo del cual uno se siente
parte. Esta nueva racionalidad emerge cuando se renuncia a edificar
el conocimiento científico en la Razón pura sin
límites, cuando se deja aparecer el rostro del Pueblo como un
nuevo Mundo de la Vida. (...)El olvido de este Mundo de la Vida, que
es el Pueblo, es la patentización más brutal de la
crisis que aqueja hoy día a la Ciencia y a los científicos.”
De este debate surge para
el Servicio Social un nuevo estatuto epistemológico, que
posibilita diferenciar al Servicio Social funcional, del
Reconceptualizado o crítico y que consiste en ver, reflexionar
y poner en evidencia la situación dependiente del Continente,
las condiciones de explotación y pobreza. Pero también
es importante decir, que gran parte de ese discurso, no ha sido más
que un discurso ideológico, disfrazado de científico,
al que hay que reconocer que tiene impacto político, pero que
no es rigurosamente científico, que provenía de la
economía, de la sociología, de la ciencia política,
pero en el que no habían aportes desde el Servicio Social.
No
se debe olvidar tampoco, la importante contribución
latinoamericana a esta cuestión, en trabajos como los de
Orlando Fals Borda, La Ciencia y el Pueblo, Ciencia propia y
colonialismo intelectual; los aportes de la Fundación La
Rosca, Causa popular, ciencia popular; V. Gianotten y T.de
Wit, Universidad y pueblo.
Estas
reflexiones acerca de la ciencia, no podían desarrollarse
aisladas de pensar un “proyecto nacional y latinoamericano de
liberación”. De todos estos debates, surge un tema
realmente importante en los fundamentos de la Reconceptualización,
como es el del “compromiso”, el papel del intelectual,
temas sobre los que trataremos más adelante.
Bibliografía
sugerida:
Kruse,
Herman C. (1972) Introducción a la Teoría Científica
del Servicio Social, Editorial ECRO, Primera edición. Buenos
Aires. Serie ISI Nº 1.
Popper,
Karl R. (1967) El desarrollo del conocimiento científico.
Paidós. Buenos Aires.
Seibold,
Jorge R. (1973) El Pueblo como sujeto, norma y destinatario del
trabajo científico. Revista Ciencia Nueva Nº 28 –
Año III, Noviembre de 1973, Pág.5 y sigts. Trabajo
presentado en el XV Congreso Mundial de Filosofía, realizado
en Varna, Bulgaria, 17-22 de septiembre de 1973.
Varsavsky,
Oscar (1969) Ciencia, política y cientificismo. Centro Editor
de América Latina. Buenos Aires.
Proyectos
nacionales.
Para entender el espíritu
de la época y poder comprender el propósito de la
reconceptualización, nada mejor que analizar los proyectos
nacionales que se dan en el continente latinoamericano: en el año
1952 la Revolución Nacional en Bolivia, a cuyo frente se
encontraban Paz Estensoro, Siles Suazo, inicia un camino de profundas
reformas, como la nacionalización de las minas, la reforma
agraria, el derecho al voto universal, políticas de fomento
agrario, proceso abortado en noviembre de 1964.
Para esa época
Omar Torrijos, presidente de Panamá entre 1968 y 1978,
iniciaba la recuperación del Canal de Panamá y era
partidario de la vía militar hacia el socialismo.
Para que los lectores
puedan interpretar la significación de estos proyectos,
digamos que la editorial Eudeba – Editorial Universitaria de
Buenos Aires, publica una serie de tomos dedicados a estas
personalidades, entre ellas Cámpora, Torres, Torrijos y a sus
respectivos proyectos políticos.
Aparte
de la importancia que tiene el conocimiento de estos proyectos
implementados para conocer los ideales de esa época, está
también el hecho de que los países que llevaban
adelante esos proyectos, realizaban esfuerzos muy significativos en
el área de la asistencia social y de las políticas
sociales, como la construcción de hospitales, la implantación
de servicios médicos, la eliminación del analfabetismo,
la organización sindical.
En general estos
proyectos se sustentaban en la industrialización de los
países, la distribución de la renta, la inclusión
social, la participación política a partir del voto
universal y secreto.
Durante este período
la mayoría de los gobiernos concretó la organización
de la clase obrera y campesina: la Confederación General del
Trabajo (CGT) en la Argentina, fundada en los años 30, pasa a
partir del 45 a convertirse en la columna vertebral del movimiento
peronista; el Partido Trabahlista (PT) brasileño de Getulio
Vargas, la Confederación de Obreros Bolivianos (COB) apoyada
por Víctor Paz Estensoro), son otros ejemplos.
El voto femenino se
instauró en 1932 en el Brasil de Getulio Vargas, en 1947 en la
Argentina peronista, en 1953 en la Bolivia de Paz Estensoro y en 1945
en la Guatemala de Arévalo y Jacobo Arbenz.
Un
proyecto de país, da cuenta de qué país
queremos, cuáles son los objetivos y metas a alcanzar. En el
transcurso de la historia de nuestro país estas respuestas
aparecen explícitamente formuladas, por ejemplo en la
generación del 80 en ideas fuerzas, como “civilización
o barbarie”, “civilización y progreso” y en
el proyecto de poblar y europeizar la pampa húmeda.
Por
la década del 60 la idea de la industrialización, del
desarrollo, de la modernización del país, se concretó
en un proyecto de “integración y desarrollo” en la
presidencia de Frondizi, que en un país con proscripciones y
fuertes divisiones políticas en la ciudadanía, no contó
con el necesario apoyo popular.
En
los 60-70s aparece en nuestro país y en el resto de los países
latinoamericanos, la idea fuerza de un “desarrollo propio”
y de la “integración latinoamericana”, con
el objetivo de evitar el sometimiento imperialista, alcanzando la paz
y consolidando una sociedad justa y solidaria. La idea fuerza, fue la
“liberación nacional”. Dentro de ese
proyecto se pretendía conformar una nación con
capacidad de decisión, que lograra una real distribución
de la riqueza; que preservara su identidad socio-cultural y que
tuviese una base científico-tecnológica propia y
autosuficiente, replanteándose a su vez el rol del Estado y el
de la ciudadanía.
Los
60-70s fue el momento de mayor riqueza en el debate en la sociedad
argentina y en Latinoamérica, para analizar un proyecto
político de transformación de nuestras sociedades. El
esfuerzo para comprender la situación socio-económica
del continente, pensar los retos futuros en términos de
crecimiento y de unión continental, han ocupado la mayor
parte de la agenda.
Independientemente
de la reflexión sobre los diferentes paradigmas teóricos
y utópicos, el parámetro en que estas discusiones se
realizaban, se sustentaban en la idea de construir una sociedad con
justicia social y en los procesos de transformación hacia un
proyecto no capitalista.
En
esa orientación, hacia fines de los años 60, inicios de
los 70s se constituyeron en nuestro país, grupos
técnicos-políticos que comenzaron a pensar un proyecto
de “liberación nacional”, uno de los cuales fue el
ya mencionado, que fuera coordinado por Rolando Garcia.
El
espíritu de este proyecto está claramente reflejado en
el prólogo del libro “La Hora de los Pueblos” 6 ,
escrito por Perón, en su exilio en Madrid, en el año
1968:
“Durante
casi todo el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX en que el
sistema capitalista impuso su ley y se ha ufanado en destacar sus
conquistas técnicas y científicas, se ha guardado muy
bien de confesar que, aparte del empeño de los técnicos
y hombres de ciencia, todo el esfuerzo material ha gravitado sobre
las nobles espaldas de los trabajadores y de los pueblos sometidos, a
los que jamás les han llegado, en proporción a sus
sacrificios, los beneficios de tales conquistas que, en muchos casos,
más bien ha servido para la destrucción y la
muerte....”
..............................................................................................................
“comienza
ya “la hora de los pueblos”, caracterizada por la
liberación de las naciones del yugo opresor de los
imperialismos, como por la supresión de la injusticia social.”
Pág. 5.
Más
adelante sostiene, en las conclusiones de ese mismo libro:
“6.
Dentro de lo anterior, las diferencias entre el desarrollo y el
subdesarrollo han dividido prácticamente al mundo en dos
sectores: uno que lucha por dominar y otro que trata de defenderse
contra la explotación y el dominio de los fuertes. De lo que
resultanlas actuales agrupaciones que obedecen al imperialismo
yanqui, al imperialismo soviético o los que intenta conformar
un “Tercer Mundo” tan distante de uno como de otro de los
imperialismos dominantes.
7.
De ello resultan también las actuales ideologías: los
que siguen pensando que la solución está en insistir en
el sistema capitalista, los que piensan que la solución ha de
ser el socialismo internacional dogmático y los que creen que
la verdadera solución depende de un socialismo nacional.
Frente a la caducidad insoslayable del capitalismo demoliberal, se
puede predecir que el mundo será en el futuro socialista: los
hombres dirán en cuál de sus acepciones.
8.
Es indudable que, dentro de este panorama, la lucha se desencadena en
todas partes, tanto donde hace explosión como donde acumula
presión para el futuro, en los países que pretenden
liberarse de los poderes imperialistas o en los pueblos que intentan
hacerlo contra las oligarquías aprovechadas como contra las
burguesias de la explotación. En el problema mundial en su
conjunto, las ideologías han sido superadas por la lucha
por la liberación”. Pág. 188
Pero
este pensar el proyecto nacional, no se circunscribía a los
intelectuales, sino que abarcaba gran parte de la sociedad argentina.
Los trabajadores sindicalizados, las organizaciones de base, las
organizaciones políticas y culturales y gran parte de ese
proyecto se concretó en el gobierno de Cámpora-Perón
(1973-76).
Precisamente
el 1º de Mayo de 1974, en una conferencia magistral del General
Perón, dada ante el Parlamento Nacional titulada: “Modelo
Argentino para el Proyecto Nacional” 7 ,
se dejaron sentadas las bases doctrinarias y el fundamento conceptual
del proyecto de país, que no era otro que la liberación
de la dependencia, el ideal Bolivariano.
“El rechazo de
las posibilidades extremas que nos brindan el
capitalismo
y el comunismo, no sólo se fundamentan en su desconexión
con la estructura íntima de nuestra nacionalidad, sino
también en el hecho de que su adopción implica servir
automáticamente al neocolonialismo, sea cual fuere su signo
doctrinario.
Optar
por un Modelo Argentino equidistante de las viejas ideologías
es, consecuentemente, decidirse por la liberación. Por más
coherencia que exhiba un modelo, no será argentino si no se
inserta en el camino de la liberación.
Me
parece innecesario insistir en un hecho evidente: no estamos solos en
esta lucha, aunque cada pueblo debe dar, frente a la historia, la
respuesta que emana de su esencia.
Es
por eso que la progresiva transformación de nuestra Patria
para lograr la liberación debe, paralelamente, preparar al
país para participar de dos procesos que ya se perfilan con un
vigor incontenible: la integración continental y la
integración universalista”.
“El
gran día de la América no ha llegado. Hemos expulsado a
nuestros opresores, roto la tabla de sus leyes tiránicas y
fundadas instituciones legítimas; mas todavía nos falta
poner el fundamento del pacto social, que debe formar de este mundo
una nación de repúblicas. Nosotros no podemos vivir
sino de la unión.” Simón Bolívar.
Bibliografía
sugerida:
Perón
J. D. (1949) La Comunidad organizada. Discurso pronunciado en el
congreso de filosofía. Mendoza, Argentina.
Perón
J. D. (1968) La Hora de los Pueblos. Ediciones Presente. Buenos
Aires.
Perón,
J.D. (1974) Modelo Argentino para el Proyecto Nacional. Ediciones
de la Bandera. Rosario, Argentina.
El
compromiso político.
El tema del compromiso,
venia siendo abordado desde la década de los 60 por la
sociología y la psicología social francesa y por
autores como Claude Faucheux, Jean-Claude Filloux, Joseph Gabel,
Georges Lapassade, Edgar Morin, Serge Moscovici, Max Pagès,
Robert Pagès.
Sin duda en medios
intelectuales de Buenos Aires y en particular de las ciencias
sociales, tuvo una gran influencia este tema, a partir de la
publicación por parte de Rodolfo Alonso Editor, del libro:
“Psicología Social y compromiso político.
Responsabilidades actuales del profesional de la psicología”,
publicado en 1971, que reproducía el contenido de la primera
parte “Vers une psycho-sociologie politique” del Nº
25-26 de la revista Arguments (Paris, 1er. y 2do. Trimestre de 1962.
El ambiente intelectual
de esa época, discutía el rol de profesional, con
relación a problemas como el socialismo autoritario, los
problemas de poder y de democracia directa; los procesos y estructura
de toma de decisiones; el sentido político de la intervención
psicosociológica en diferentes medios, familiar, escolar,
institucional, etc.
En el servicio social
social argentino, existía un compromiso político en
algunos sectores profesionales, con lo podemos ver en el apartado de
“Acerca del concepto de trabajo social y la acción
socio-política”, que se manifiesta en el 45 y luego en
la posición de critica social y radicalismo, asumida por Eva
Perón con respecto a la caridad, la beneficencia y los
diversos tipos de ayuda social.
También existía
en los sectores aristocratizantes de la Asistencia Social y el
Servicio Social, un compromiso político y una acción
política, que iba de la mano de partidos políticos,
instituciones religiosas y empresariales, asociados a sus intereses
de clase.
Cuando
se habla en la Reconceptualización de compromiso, se esta
hablando de compromiso con los sectores populares y con los modos de
organización social y política e incluye el concepto de
inserción o sea el de involucrarse como agente dentro del
proceso que estudia, “porque ha tomado una posición a
favor de determinadas alternativas, aprendiendo así no sólo
de la observación que hace, sino del trabajo mismo que ejecuta
con las personas con quienes se identifica”.8
Para
ese entonces un trabajo de la Rosca de Investigación y Acción
Social (Pontificia Universidad Católica del Perú),
presentado por Orlando Fals Borda, Reflexiones sobre la aplicación
del método de estudio-acción en Colombia, en el
Simposio sobre política de Enseñanza e Investigaciones
en Ciencias Sociales, Lima, (Perú) 19-24 de Marzo de 1972,
organizado por UNESCO-FLACSO, tuvo particular incidencia en el grupo
reducido de las escuelas reconceptualizadas.
En este trabajo se dice
acerca del compromiso, concepto este que en el mismo, se modifica
por el de inserción, como instancia metodológica:
“Esta
actitud básica de búsqueda y descubrimiento al mismo
tiempo, era lo que en su día, y desde antes, se denominaba
“compromiso”. Este concepto – que se debatió
bastante en innumerables círculos literarios y científicos
– nos sirvió como ariete para romper los moldes
científicos e intelectuales en que nos sentíamos
constreñidos. El compromiso, también en esa época,
llevaba a replantearnos el problema del método investigativo y
la orientación del conocimiento científico.
Estos
ya no serían objeto de simple curiosidad erudita, ni serían
más trompetas apocalípticas para despertar a las clases
dirigentes o inducirlas a ser más responsables ante la crisis
que ellas mismas provocaban, sino que se pondrían al servicio
de una causa política popular concebida en colaboración
con las mismas masas, como un esfuerzo de contención a la
dominación imperialista y a la explotación oligárquica
tradicional, a quienes podía imputarse buena parte de la
crisis.”
Sin embargo el nivel de
reflexión y debate profesional sobre este tema, no fue
profundo y en muchos casos nutrió a la “orientación
ideologista” de un argumento de “compromiso con el
pueblo” que en la práctica estuvo ligado más a un
efecto declamatorio, que a un hecho real.
Parece importante
señalar, que esta orientación ideologista, estaba lejos
del pensamiento reconceptualizador y se tornó francamente
reaccionaria, al desnaturalizar dicho proceso, presentando en algunos
casos un marxismo dogmático o asumiendo posiciones
mecanicistas.
Esto que señalamos
en el Servicio Social, también tuvo su correlato en diversos
medios intelectuales y en otras profesiones.
Orlando Fals Borda, en un
trabajo titulado “La Ciencia y el Pueblo”, señala:
“Fue
lo ocurrido en los últimos de la década de 1960 y
comienzos de 1970 en América latina, cuando huestes de
fervorosos activistas intelectuales desertaron de la universidad para
adentrarse al pueblo y beber de sus fuentes mimetizándose en
él. La intención era honesta: pero resultó
equivocada. El diploma que se buscaba entonces era presentar manos
encallecidas y la piel tostada al sol, como pruebas de que el
intelectual había aprendido la lección de que “el
pueblo nunca se equivoca”, una de las falacias más
socorridas por revolucionarios desorientados. Pero el pueblo no se
equivocó esta vezal desautorizarlos repetidamente por su falta
de autenticidad, hasta cuando los intelectuales se convencieron de
que era víctimas de un objetivismo extremo que sólo
podía corresponder a la intelectualidad pequeño-burguesa
(Mandel, 1972:51-61).
La lección se
aprendió parcialmente: en efecto, en las luchas populares hay
campo para los intelectuales, para los técnicos y para los
científicos como tales, sin necesidad de que se camuflen como
campesinos u obreros natos. Sólo que deben demostrar
honestamente el compromiso que les anima, en el aporte concreto de su
disciplina para los fines que los movimientos populares buscan. Es el
complejo metodológicoque reconoce las vinculaciones mutuas de
la teoría y la práctica social con fines de producir
cambios radicales no sólo en la sociedad sino en la ciencia,
que ha sido bautizado como “investigación-acción”,
pero que tiene un historial más largo (Simposio Internacional
de Cartagena, 1978):”
Orlando
Fals Borda, se constituye en el referente más importante de
este
tema, aparte de ser en Colombia, quién desarrolló la
sociología
académica.
En este momento postula el compromiso político con los
sectores populares, surgiendo la “ciencia comprometida”
enriquecida por el aporte de otros autores, como Paulo Freire, Tomás
Vasconi, Leopoldo Zea, etc. y realiza diversas investigaciones con el
campesinado, publicando un valioso trabajo Campesinos de los
Andes, entre otros. En la “praxis” con esos sectores,
postula el estudio-acción, antecedente del método de
investigación-acción-participativa.
Se hace necesario
reiterar el hecho de que en todas estas reflexiones, la sociedad y
las ciencias sociales, iban por delante de nuestra profesión.
El Servicio Social de la época, se hacía eco de ese
debate en una forma muy tangencial y en muchos casos se asumieron
palabras, en los que los contenidos de fondo brillaron por su
ausencia. Una prueba de ello es la casi inexistente bibliografía
profesional sobre estos temas y que en nuestro país, sólo
puede rescatarse de algunos – aunque no de todos - los
integrantes del grupo ECRO.
Bibliografía
sugerida:
Fals
Borda, O. (1971) Ciencia propia y colonialismo intelectual. Nuestro
Tiempo, México.
Fals
Borda, O. (1972) Rosca de Investigación y Acción Social
(Pontificia Universidad Católica del Perú),
Reflexiones sobre la aplicación del método de
estudio-acción en Colombia, Simposio sobre política
de Enseñanza e Investigaciones en Ciencias Sociales, Lima,
(Perú) 19-24 de Marzo de 1972, organizado por UNESCO-FLACSO.
VV.AA.
(1971) Psicología Social y compromiso político.
Responsabilidades actuales del
profesional de la psicología. Rodolfo Alonso Editor.
Buenos Aires.
NOTAS
1
Kruse H. (1971) La Reconceptualización del Servicio Social en
América Latina, en AA.VV. Reconceptualización del
Servicio Social.. Primera Aproximación. Editorial Hvmanitas,
Buenos Aires. Págs. 26-27.
2
Ob.cit. pág.31.
3
Rolando Garcia (1925 -) fue docente
universitario, e Investigador en física de la atmósfera,
estudió lógica y filosofía de la ciencia con
Rudolf Carnap y Hans Reichenbach y fue decano de la Facultad de
Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Impulsó numerosas
transformaciones que le dieron prestigio internacional, entre ellas
participó de la creación del Conicet (Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Tecnológicas) de la
cual fue su Vice-presidente, junto con el doctor Bernardo Houssay y
participó también de la creación de Eudeba
(Editorial Universitaria de Buenos Aires). Es una de las referencias
en materia de ciencia nacional. Actualmente está radicado en
México
4
Oscar Varsasky (1920-1976) Doctor en Química.
Profesor universitario de matemáticas y física. Fue
uno de los primeros especialistas mundiales en la elaboración
de modelos matemáticos aplicados a las ciencias sociales.
Desde 1958, fue miembro del Conicet. “Utilizando algunas ideas
del filósofo de la ciencia Thomas Kuhn, desplegó una
fuerte crítica a las normas que rigen el desarrollo de las
ciencias. Opinaba que la obsesión por los métodos
cuantitativos encubre, en la ilusión de la libertad de
investigación, un mecanismo que garantiza la sujeción
del científico a las estrategias de expansión del
capital y las leyes del mercado. Estas ideas fueron su punto de
partida para aspirar a una ciencia realmente más libre de los
condicionamientos económicos”.
(Educar. Portal educativo del Estado argentino).
En sus últimos años profundizó en el estudio de
la historia y la epistemología, realizando estudios críticos
del desarrollo y de metodología y resultados de la ciencia.
5
Ponencia a la II Conferencia Latinoamericana de difusión
cultural y extensión universitaria (organizada por la
Universidad Nacional Autónoma de México, febrero 20-26
de 1972), tema 2. “Sobre objetivos y orientaciones de la
difusión cultural universitaria”.
6
Perón J. D. (1968) La Hora de los Pueblos. Ediciones
Presente. Buenos Aires.
7
Este documento se incluye en el Apéndice.
8
Fals Borda, O. (1971) Ciencia propia y colonialismo intelectual.
Nuestro Tiempo, México 1971, 2da. Edición, pág.
58.
* Datos sobre el autor: * Alberto J. Diéguez Licenciado en Servicio Social y Doctor en Psicología Social Volver al inicio de la Nota |
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