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¿ES EL SUR EL NORTE DEL TRABAJO SOCIAL? (un texto cualquiera que apenas desea ser escrito) Ponencia magistral presentada al Primer Encuentro Latinoamericano de Trabajo Social “El Trabajo Social Crítico en el Contexto Latinoamericano. Propuestas Alternativas para la Construcción de una Nueva Sociedad”, organizado por la Asociación de Egresados de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 5-8 de octubre de 2005. Por:
Introducción
Antes que nada, deseo
agradecer a mis amigos Wilson Ávila y Mauricio Sarmiento por
haberme dado la oportunidad de compartir con mis colegas estudiantes
y graduados latinoamericanos, este texto que se me ha escapado porque
quiere seguir siendo escrito por cada uno y una de ustedes cuando,
releyéndolo crítica-autocríticamente se apropien
de él, lo potencien y redimensionen sobre la base de las
experiencias y esperanzas que ustedes tanto como quien les habla,
hemos venido configurando por los caminos de esta América
Latinoiberoindoafrocaribeña, hoy interpelada por el
pensamiento de Simón Bolívar que es también el
de Artigas, San Martín, Abreu e Lima, Martí, Sandino y
tantos héroes y heroínas de nuestros procesos
independentistas de hoy y de siempre.
Celebro la iniciativa de
la Asociación de Egresados de Trabajo Social de la Universidad
Nacional de Colombia (AETSUN) tanto por la forma, el contenido y la
intencionalidad como por el esfuerzo colectivo y la capacidad de
organización implicada en la convocatoria al Primer Encuentro
Latinoamericano de Trabajo Social, la segunda de cuyas dos temáticas
generadoras plantea por sí misma un desafío que no ha
estado presente en los eventos realizados por los entes burocráticos
del trabajo social en el último decenio y no lo estará
en los que ya han sido anunciados para el futuro próximo.
Si bien la primera
temática no es menos importante que la segunda, para los
efectos de ir introduciendo los alcances de mi comunicación,
quiero comenzar compartiendo con ustedes una fábula muy
esquemática desarrollada en tres actos que sólo nuestra
pretensión fabulista permite presentar en secuencias
separadas, aunque en la realidad de nuestras vidas socioprofesionales
están absolutamente imbricados y no siempre claramente
diferenciados. Si bien carece de todo valor literario, quizás
con el bondadoso concurso de ustedes podamos encontrarle alguna
utilidad estético-narrativa que contribuya a la comprensión
del sentido asignado a mi comunicación.
Dicha aporía tomó
vida cuando -en un ejercicio del análisis del texto como
disciplina (Lacan 1992; Esperanza 2003; Márquez 2005) 1-
decidí tomar como punto de partida al significante de la
Convocatoria que pudiera parecer como el menos significativo,
especialmente para quienes realizamos lecturas de vuelo rasante que
sólo nos permiten deslizarnos por la literalidad de los textos
sin alcanzar a leer entre líneas.
Se trata del signo que en
castellano llamamos punto y que media (¿mediatiza?) las dos
temáticas que integran el objeto de la discusión a la
que la AETSUN nos ha convocado.
Como es sabido, el punto
ostenta una amplia gama de significados en casi todos los órdenes
que tienen que ver con la vida y la muerte. De los diccionarios
consultados hemos tomado dos como pretexto para iniciar esta
exposición. Me refiero al sentido gramatical de separación
(de frases, ideas, oraciones) y al que en las denominadas ciencias
duras o exactas lo toman como elemento del espacio al que sólo
se le puede asignar una sola posición.
En un primer escenario el
punto que nos ocupa ostenta una sola posición por lo demás
inconmovible, es decir, sólo posible –valga la
redundancia- de ser no movible. Simplemente allí está
en el centro mismo de la Convocatoria: persistentemente sosteniendo
la única posición que le ha sido asignada: la que
separa, divide, escinde. Es así que los dos campos,
cuestiones, temáticas o problemáticas objeto de
nuestras reflexiones durante estos tres días resultan ser
independientes, es decir, una no se deriva de la otra, ambas no están
relacionadas de manera necesaria pudiendo no tener nada en común;
en términos dialécticos y sicoanalíticos al no
contener una el deseo de la otra no hay reciprocidad, antagonismo ni
contradicción, sólo indiferencia entre ambas. Por lo
tanto no hay caminos ni puentes, temporalidades ni espacialidades que
transitar porque no hay deseo ni necesidad de movilizarse de una a
otra temática: ni de las propuestas societales al singular
campo del trabajo social ni desde éste al de las propuestas
societales que, en este escenario, se configura como un ámbito
no propio del trabajo social en virtud de que no ha sido constituido
en objeto de deseo por los trabajadores sociales y las trabajadoras
sociales. En sicoanálisis, cuyo referente es el vínculo
social, quien no desea no
siente malestar en la cultura ni en la barbarie ni en nada y no puede
soñar ni dormido ni despierto; sin deseo no hay ética,
entendiendo que ésta (Savater 1996:46-47) trata de lo que
deseamos o queremos a partir de lo que somos; no se refiere en modo
alguno a lo que se debe o puede ser o hacer.
En un segundo escenario
no menos real que el anterior, podemos imaginar que aquí sí
existe un deseo de vincular una temática con otra pero el
punto que separa y divide es inconmovible, se resiste absolutamente a
ser removido de la única posición que le ha sido
asignada; no puede ser vencido. Por lo tanto el deseo de los
trabajadores sociales y las trabajadoras sociales que quisieran
rebasar sus propios límites y explorar el campo de las
propuestas societales que se encuentra bloqueado, irrealizado,
imposibilitado. El punto que obtura, divide, separa y aleja no puede
ser suturado. La herida narcisista persiste inclementemente en seguir
conmoviendo a amplios grupos de colegas. El acto se cierra dando
lugar a un canto coral melancólico -invisible pero
perfectamente audible- sobre el malestar, el lamento, la frustración,
la queja.
En un tercer escenario,
no menos imaginario que los dos anteriores, el mismo punto que separa
y divide y que en el segundo escenario aparece como inconmovible, en
éste ya contiene la posibilidad de la sutura, de la unión
y, por lo tanto, del deseo de construcción y apropiación
del vínculo significante entre las dos temáticas, que
en el primer escenario se nos presentan como independientes y
recíprocamente indiferentes. En otras palabras, lo que en los
dos escenarios anteriores aparece como campo no propio del trabajo
social, en éste las propuestas para la construcción de
una nueva sociedad advienen a los y las agentes del trabajo social
como objeto de deseo, de apropiación y potenciación.
Los trabajadores sociales y las trabajadoras sociales han sido
constituidos en propositólogos y propositólogas
sociales.
Puesto en escena este
novedoso develamiento, la obra termina –en un despliegue
creador de maravilloso eclecticismo- con una polifonía
apoteósica inspirada en la Marcha de Aída de Verdi, el
Mesías de Haendel y el Himno a la Alegría de la Novena
Sinfonía de Beethoven, escrita por Los Juanes con ritmo del
Ballenato y bajo la dirección magistral de Carlos Vives.
Según los
cronistas de la época fue tal el impacto que la obra causó
entre los colegas asistentes, que éstos quedaron crecidos en
su pundonor, gratificados en su afán de reconocimiento social,
profesional y académico y con una sensación de
inmortalidad tal que salieron de dicho evento levitados, cada uno
susurrándose en comunión consigo mismo: tengo nuevo
trabajo, tengo nuevo trabajo.
La trama fabulada me
permite por asociación de ideas, preguntar si en el
ser-en-el-mundo del trabajo social (consigo mismo, con otras
disciplinas, con la sociedad), existe algún punto de división,
resistencia, tensión, asimetría, bloqueo o miedo que
esté siendo fuente de malestar, preocupación o queja (y
por lo tanto de incompletud, minusvalía, impotencia o
insuficiencia) entre los trabajadores sociales y las trabajadoras
sociales en tanto sujetos de añoranzas, logros, realizaciones,
deseos e ilusiones, pero fundamentalmente de específicos
conocimientos, saberes y prácticas.
Esta pregunta nos da
cuenta de que el simple pensar por el pensar mismo si no va
acompañado de un cómo-pensar no asegura en modo
alguno que le podamos agregar valor a los vínculos sociales.
Relanzar, redimensionar el entramado social nos exige construir una
estrategia de pensamiento de corto, mediano y largo plazo; es lo que
llamo el cómo-pensar el trabajo social, que en estos tiempos
de imperio, posmodernidad, globalización y pensamientos únicos
de derecha e izquierda, es una tarea pendiente, laboriosa y nada
cómoda que tiene requisitos diversos y muchas implicaciones,
tanto en el plano personal como en el propio del trabajo social. Es
decir, el cómo-pensar el trabajo social es una tarea pletórica
de laberintos y densidades, opacidades y luminosidades, encrucijadas
y entreveramientos que nos obligan a mantener la mirada vigilante a
todo evento que luzca imperceptible o impredecible, cercano o lejano,
probable o improbable, normal o caótico, relevante o
irrelevante, real o irreal.
Es la razón por la
que escogimos como vía de entrada a esta comunicación,
el punto que pudiera ser considerado como el más irrelevante
de este Encuentro: el punto que es motivo de malestar y de queja
siempre a flor de piel, el punto que separa y divide al trabajo
social de sus agentes; de éstos entre sí y de sus
objetos de actuación (propuestas societales, propuestas de
satisfacción de carencias y potenciación de
aspiraciones individuales y colectivas, es decir, sociales…).
Varios estudios de
colegas chilenos, argentinos, españoles y venezolanos
(Barrantes 2000; García 1999; sobre Bournout en Chile y
Argentina) y la experiencia de la Red Latinoiberoamericana y Caribeña
de Trabajadores Sociales (RELATS), en donde regularmente surge la
queja en las discusiones sobre el trabajo social, nos permiten
advertir que al malestar por lo general se le asigna un valor más
sustantivo que a la satisfacción y que el logro o realización
no siempre está a flor de piel como para ser significado, al
igual que la queja, como propio del modo en que realizamos el trabajo
social en los ámbitos que nos conciernen.
Hasta donde mis
conocimientos escasos me alcanzan, puedo afirmar que se trata de una
cuestión que -aunque por todos los medios posibles muchos de
nosotros procuramos ocultar o distorsionar- se encuentra instalada
mas no tematizada ni epistemologizada en el origen mismo del trabajo
social, en la vida misma de sus agentes, en el ejercicio
socioprofesional y en sus eventos académicos y gremiales de
carácter local, nacional e internacional.
¿Cuántas
veces hemos tratado de responder la pregunta por las causas del
malestar y la queja y cómo liberar de éstas a quienes
las sufren?, ¿qué y cómo hacer para erradicar
las causas del sufrimiento y la infelicidad, del malestar y la
barbarie ya no sólo del trabajo social y las disciplinas
sociales y humanísticas sino también de la humanidad
misma?
Se trata de un manojo de
preguntas que buscan respuestas a las disyuntivas cuya resolución
pendiente nos acucia en el día a día; asimismo, buscan
nuevas centralidades sobre las cuales puedan girar –ojalá
en un futuro no muy lejano porque los pueblos y las naciones no
esperan a los intelectuales ni a los técnicos, mucho menos, a
los burócratas y tecnócratas- nuevas discusiones sobre
nuevas aperturas del trabajo social, ¿a qué?, a la vida
en sociedad, es decir, a lo biosicosociológico, a lo
ético-estético-geopolítico en los habitáculos
que nos son dados, pero que también potenciamos en un acto
inagotable de apropiación, subjetivación e
historización de nuestra Pachamama o Madre Tierra, nuestra
Patria Tierra (Morin) como ningún otro animal podrá
hacerlo jamás. Se trata de un haz de preguntas que abren la
posibilidad de poder llegar a apuntar por diversas vías, hacia
la construcción de un nuevo paradigma 2
del trabajo social y, si no, al menos, a la desparadigmatización
del trabajo social realmente existente: el burotecnocráticamente
organizado.
En fin, se trata de una
cuestión -no problematizada aún por amplios grupos de
agentes del trabajo social- de honda raíz sicoanalítica
pero también sociológica y politológica,
filosófica y economológica (oiko-lógica),
biológica y culturológica de la que se han ocupado
numerosos y prestigiosos autores en numerosos textos, entre las
cuales apenas cito sin ánimo de exhaustividad, algunos de los
más cercanos a nuestro enfoque. Me refiero a Tótem y
Tabú y El Malestar en la Cultura, publicados por Sigmund Freud
en 1913 y 1930 3,
y El Hombre Unidimensional y Eros y Civilización en los que
Herbert Marcuse plantea una crítica brutal al malestar, a la
represión y a la alienación en el capitalismo
apuntalado en un encuentro genial entre Marx y Freud, encuentro ya
iniciado por el padre del freudomarxismo: Wilhelm Reich, exalumno de
Freud declarado maldito y condenado al ostracismo y al olvido por las
élites comunistas, facistas y capitalistas de su época;
asimismo me refiero al dossier que bajo el título
¿Hacia un Nuevo Estado de Malestar?, recoge artículos
de Francisco de Oliveira, Adam Przeworski y Michel Wallerstein entre
otros autores, publicado inicialmente por el CEBRAP (1988) y luego
por FLACSO-Costa Rica (1989). Finalmente, evoco El Malestar en la
Modernidad de Charles Taylor (1991), El Malestar en la Barbarie (es
decir, en la modernidad, evocando inintencionalmente la consigna de
Rosa Luxemburgo: socialismo o barbarie) de Fernando Mires (1998), El
Malestar en la Globalización de Joseph Stiglitz (2002) y muy
afín a todos ellos Hegemonía o Sobrevivencia, el más
reciente libro de Noam Chomsky (2005).
A propósito de los
títulos mencionados y de la problematización del
malestar y la queja, de la alienación y la barbarie como
experiencias del trabajo social, podemos preguntarnos entonces por la
necesidad histórica de inaugurar, como parte de la temática
de las propuestas para la construcción de una nueva sociedad,
un trabajo social de la liberación, al igual que existen una
Filosofía de la Liberación, una Teología de la
Liberación, una Sicología de la Liberación y una
Sociología de la Liberación.
Y creo que esta misión
comienza, como decimos en RELATS, con la crítica-autocrítica
y el debate fraterno pero sin concesiones, tanto de los supuestos
básicos constitutivos de la especificidad del trabajo social
como de los supuestos generales constitutivos de su universalidad. Es
lo que haré con dos discursos extremos del trabajo social: uno
que denomino light y otro que llamo hegemonista.
1)
El discurso light
Gracias a que la promesa tecnológica del capitalismo
posindustrialista se ha cumplido en el Imperio, hemos sido
constituidos en habitantes de la Ciudad de Dios hecha mercado; ello a
pesar del envidioso aquél de Marx que, en algún lugar
de su obra que no quiero recordar, definió al comunismo dentro
de la riqueza de la evolución darvinista como humanismo
perfecto: perfecto naturalismo, como regreso del hombre para sí
como un ser social, es decir, como un humano ser humano. Por fin ha
quedado ya disuelta de una vez por todas la controversia entre el
hombre y el género, la sociedad y la cultura, la civilización
y la naturaleza, la esencia y la existencia, la libertad y la
necesidad, entre el siempre y el nunca. El malestar, la queja y la
barbarie han quedado atrás; de ahora en adelante sólo
nos espera la felicidad que genera la doble constatación
siguiente: en primer lugar, el proletariado ha sido liberado de la
relación binaria capital-trabajo 4
en virtud de lo cual ahora es el propietario exclusivo del tiempo
que, por ello mismo, ha dejado de ser socialmente necesario; en
segundo lugar, que sus verdaderos alter egos: las oligarquías
y superélites, se han liberado a sí mismas de la jaula
de hierro del establishment industrial
panóptico y fordista y de la composición orgánica
del capital, pudiendo por ello construir su propio mundo que
ya no se basa en la expansión geográfica, sino en una
distancia temporal que disminuye a medida que aumentan las fuerzas
centrífugas de una producción social sustentada en el
trabajo desencarnado-internetizado-telematizado-robotizado
y en el dominio del tiempo sobre el espacio (Bauman 2003).
Haciendo una primera
recapitulación del discurso light, encontramos las
inconsistencias siguientes:
Las características
de la sociedad moderna son la expresión de las tendencias
espontáneas, naturales del desarrollo histórico de la
humanidad. El (neo)liberalismo industrial es no sólo el orden
social deseable, sino el único posible y en el cual ya hoy
nos encontramos como punto de llegada a la sociedad sin ideologías,
modelo civilizatorio único, global, universal en el que se
hace innecesaria la política gracias a los portentosos
mecanismos de la economía, de la ciencia y la tecnología.
No considera al Estado,
ni siquiera como gran empleador de los trabajadores sociales y las
trabajadoras sociales, con lo cual el conjunto de necesidades objeto
de los colegas light no coincide con las procesadas
selectivamente mediante el campo problemático de los aparatos
burocráticos estatales y civiles de política
socioasistencial, cuyos dinamismos político-administrativos
y financieros no son controlados por los trabajadores sociales y las
trabajadoras sociales en tanto tales, así como por ningún
grupo específico de técnicos, profesionales y
especialistas que también hacen vida en el campo
socioasistencial. Salta a la vista la distancia abismal entre el
modesto poder de los trabajadores sociales y las
trabajadoras sociales y el poder libertario del trabajo social
light, al que pudiera serle atribuido al menos alguno de los
cambios societales que se están produciendo en estos tiempo
de imperio, pomodernidad y globalización.
Paradójicamente
el portentoso instrumental que aparentemente fundamenta el
saber-hacer de los agentes del trabajo social light , resulta
ser no adecuado y no suficiente para significar y resolver proactiva
y eficazmente los problemas que aquejan al trabajo social y a sus
agentes. En su defecto, el saber-hacer es desplazado hacia la
práctica de un saber-estar que según Boltanski y
Chiapello (Bauman 2004:56) se ha convertido en factor decisivo para
el reconocimiento y el ascenso sociales. Sobre la base del supuesto
de que todo buen instrumentólogo y politicógrafo
social conoce con precisión lo que es políticamente
correcto, los colegas light saben moverse en el mundo
moderno, estar bien conectados, ser capaces de comunicarse
fluidamente y contar con un amplio banco de personas igualmente bien
conectadas con las cuales puede contactarse al instante, pero sin
generar compromisos exclusivos. En aras de estos preceptos
arribistas, apuestan por la efectividad y productividad al servicio
del descompromiso (o compromiso light) con la necesidad
histórica de aportar a la solución de las situaciones
problemáticas del trabajo social y sus agentes y de los
sujetos de su actuación profesional. Asimismo, ocultan la
existencia de toda incertidumbre, tensión o disyunción
en virtud de lo cual acuden al expediente antiético del
etiquetamiento, la estigmatización y la exclusión 5
de quienes son acusados de pesimistas, destructores,
desestabilizadores y autosubestimados por el sólo hecho de
mantener en el tapete de la discusión gremial, académica
y epistemológica el malestar y la queja: dos antivalores
considerados así por aquellos a quienes no les gusta
desentrañar misterios, mucho menos problematizar los
problemas propios de la convivencia social cuya red causal pareciera
contener verdades que nuestros colegas light no son capaces
de soportar. Veamos sucintamente algunas: Las asimetrías de
las relaciones de poder intradisciplinarias, intercientíficas,
interdisciplinarias que le asignan al trabajo social -con el
concurso inintencional pero no menos responsable de sus agentes- una
posicionalidad determinada (¿subalterna, dominante,
hegemónica, ambivalente?) en el proceso de y en la
producción, circulación y consumo de conocimientos y
saberes.
3.2) Por último
pero no por ello lo menos importante, los antagonismos sociales que
median y mediatizan contradictoriamente la reproducción
diferencial de la lógica represiva que caracteriza a todo
régimen o paradigma, a toda organización humana,
cultura o civilización, en especial aquella que oculta y, más
aún, pone en evidencia sus inconsistencias e irracionalidades,
a propósito de las cuales impone su vigencia mediante el
disciplinamiento de los cuerpos y el control de las almas.
Como podemos deducir de
los puntos anteriores, el discurso del trabajo social light
tiene consecuencias insospechadas para la práctica viva del
trabajo social latinoamericano.
Todos sabemos que el
trabajo social eurocéntrico se encubó y tuvo sus
desarrollos más notables en el transcurso, primeramente, de
la larga crisis agonal del capitalismo
liberal y su estado abstencionista mediante la cual advino –salto
cualitativo mediante- la modernidad finisecular
euroanglonorteamericana y sus modernidades dependientes y,
posteriormente, del no menos largo proceso 6
de reconstitución hacia formas de estado providencial o de
bienestar, hoy en franca crisis terminal y de transición
no resuelta. En otras palabras, el desarrollo desigual del trabajo
social en relación (alteridad/subalteridad) con
el desarrollo de las ciencias suaves (sociales y humanísticas)
y duras (física, biológica, química y las
tecnológicas), ha venido produciéndose al alero del
desarrollo de capacidades inéditas de represión y
disciplinamiento biosicosocial, potenciadas por el
estado y la sociedad de bienestar, con el afán de asegurar la
consolidación de los nuevos ejes de acumulación de
valores tangibles e intangibles de cambio y de uso (económicos,
jurídicos, ideológicos, simbólicos, imaginarios,
políticos, militares, culturales…), correspondientes a
los sucesivos redespliegues del sistema capitalista.
También es sabido
que, con diversos matices propios de la especificidad de cada país,
en América Latina resulta ser paradigmática –aunque
desigual y no siempre de manera sostenida- la historia de la demanda
del funcionariado que primeramente se conoció como visitadoras
y servidoras sociales, seguidamente asistentes sociales y
posteriormente trabajadoras sociales.
Una vez reconstituidos
los estados oligárquicos y posoligárquicos en modernos
estados desarrollistas de factura cepalina, el trabajo social quedó
articulado orgánicamente a la práctica estadocéntrica
del asistencialismo y bienestarismo y la modernidad dependiente que
se legitimó a partir de los años sesenta,
constituyéndose a la heterogénea gama de visitadoras,
servidoras, asistentes y trabajadoras sociales en forjadoras de un
trabajo socialmente necesario: el de la intermediación
operativa de las relaciones de las agencias oficiales de política
socioasistencialista con la creciente población excluida de
los frutos del crecimiento económico.
Hoy la relación
del trabajo social con el estadocentrismo desarrollista o
bienestarista se ha visto afectada y reconfigurada por el intento
neoliberal de construir sociedades estadofóbicas en el marco
de la crisis de modernidad y la polémica sobre la
posmodernidad; asimismo, del desbaratamiento de los estados
desarrollistas, bienestaristas y asistencialistas, los impactos
perversos de la megadeuda externa y los procesos de
desestructuración, fragmentación y reterritorialización
social de nuestros países.
Adquieren sentido
entonces las preguntas siguientes que no intento resolver aquí,
pues forman parte de investigaciones pendientes que sugiero apenas
como temas de tesis, trabajos de ascenso y sistematización de
trabajos de campo: ¿qué pasa con la
asistencia/servicio/trabajo social que se institucionalizó
al alero del moderno estado bienestarista, desarrollista,
asistencialista si éste ya no es (quizás nunca lo fue)
lo que quiso ser?, ¿determina la crisis de esta forma de
estado algún tipo de crisis en el trabajo social y sus
prácticas?, ¿cómo nos representamos los
trabajadores sociales y las trabajadoras sociales los ámbitos
constituyentes del trabajo social?, ¿qué buscamos, cuál
es nuestra ambición o aspiración?,
¿a qué tipo de poder aspiramos: el de la sabiduría,
el de la ciencia, el de la técnica, el práctico-instrumental?,
¿a qué racionalidad, a qué problemáticas
intentamos responder en la perspectiva del advenimiento de nuevas
configuraciones societales ya no estadocéntricas,
estadocráticas ni estadofóbicas,
sino de sociedades sociocráticas de estado?, ¿podrá
sobrevivir el trabajo social realmente existente, es decir, en tanto
forma profesional y científica de la asistencia social (de la
cual no se ha extinguido totalmente el fantasma de la beneficencia y
la caridad que tanto atormenta a algunos) burocráticamente
organizada desde aparatos estatales y civiles?
Esta última
pregunta adquiere importancia porque en mi criterio, la demanda de
trabajadores sociales y trabajadoras sociales no ha sido
unidireccional en ningún país; creemos que sin negar la
existencia de una demanda institucional que cristalizó en la
creación de dispositivos de formación del producto
profesional que se estaba demandando, también es cierto que
los trabajadores sociales y las trabajadoras sociales se adscribieron
el perfil profesional que creyeron les era consustancial
(¿caridad y beneficencia, catolicismo o protestantismo
mediante? That´s not the question 8)
y sobre esta base empujaron la creación de su propia demanda.
2) El discurso hegemonista
Este discurso tiene un
origen preciso en las contribuciones de algunos colegas de la
Pontificia Universidad Católica de San Paulo (Di Carlo 2004),
la Universidad Federal de Río de Janeiro y otras universidades
brasileñas. Este grupo, denominado por algunos sectores
brasileños “los hegemónicos”, ha dado
origen a una matriz de pensamiento que -no sin críticas y
luchas de quienes, aún considerándose marxistas
ortodoxos pero no dogmáticos, no aceptan imposiciones
antidialógicas- ha venido siendo impuesto como línea de
enseñanza y producción académica de grado y
posgrado en Brasil.
Dicha matriz ha teniendo
importante difusión en entidades académicas y gremiales
de Uruguay, Argentina y Costa Rica, configurando una especie de campo
tendencialmente expansivo y centrípeto, cuyo magneto es la
dogmática marxista mediante la cual se interpreta al mundo y
particularmente al trabajo social.
Antes de continuar debo
hacer una aclaración a este último respecto. No tengo
nada en contra de las personas que encarnan la dogmática
marxista ni de las lecturas canónicas de Marx ni de ningún
autor (tengo feliz amistad con ortodoxos marxistas, liberales y
religiosos que no niegan el derecho de pensar y hacer cada quien a su
gusto), sino sólo contra el uso hegemonizante que reduce el
materialismo dialéctico e histórico a una realpolitik,
a un simple instrumento para lograr efectos Pigmalión 10.
Si bien existen varias
críticas y algún debate (Di Carlo 2004;
Porzekanski-Montaño (2001), no es nuestro interés dar
cuenta del hilo conductor de esta polémica que recién
apenas se inicia.
Veamos ahora mis
comentarios crítico-autocríticos y, por lo tanto,
reflexivos sobre el discurso brasileños et alii.
Con la lógica
binaria exogenista-endogenista (dialéctica de la exterioridad
vs. dialéctica de la interioridad) apuestan al discurso
exogenista del trabajo social y desde allí se descalifica a
quienes desde hace décadas hacen lo mismo que Montaño
(1998:146), contradiciendo su propio exogenismo, le pide a los
asistentes sociales: pensar la realidad social desde el
servicio social” 11,
en virtud de lo cual sostienen (porque lo han descubierto, develado,
reconstruido, mirado, compartido, inventado) y procuran cualificar
una especificidad, una mirada propia, una identidad, una diferencia
que distinga el quehacer del trabajador social de otras prácticas
sociales y humanísticas.
Como su nombre lo indica,
el exogenismo –fundamento del hegemonismo- sólo permite
ver al trabajo social, al planeta y a todo ámbito de la
realidad socialmente construida, así sea micro, meso, macro o
mega, desde un exterior, un afuera cuya locación no
está mapeada en el discurso 12
que extranjeriza a sus actores, impidiéndoles acceder al
núcleo esencial (que tampoco se sabe dónde está)
de la contradicción económica fundamental del sistema
capitalista.
Se trata de la misma
dialéctica de la exterioridad que aún le sigue
atribuyendo el precoz agotamiento de la denominada
reconceptualización del servicio social a las
dictaduras militares de los setenta y ochenta, con olvido total de la
dialéctica de la interioridad en aras de la cual las
contradicciones y antagonismos estuvieron a flor de piel entre sus
más preclaros exponentes ¿Qué hay en el mundo
que no contenga en sí mismo la génesis de su propia
extinción?, ¿a qué exogenismo, mejor dicho, a
qué chivo expiatorio le podemos achacar el proceso de
corrupción que condujo a ALAETS-CELATS a su franca bancarrota
ética, intelectual, política, jurídica y
financiera (Barrantes 2005), cuyas causas se encuentran inscritas en
su acta constitutiva misma y frente a lo cual los brasileños
et alii no han alzado su voz crítica más que
para defender las estructuras de poder interesadas en seguir
usufructuando de un “portaviones” que algunos quisieran
ver puesto a flote 13
dentro del marco de una realpolitik?
Por eso reitero una vez
más, que la demonización y absolutización como
recurso retórico aplicado no sólo a la globalización
sino a todo objeto y sujeto que es visualizado como oponente, sólo
puede dejarnos anclados en la repetición de formas de
pensamiento automático que nos bloquea el desarrollo de
nuestras propias capacidades y potencialidades y la apropiación
de nuestras propias realidades (Barrantes 2005).
Recapitulando sobre el
dualismo exogenismo/endogenismo, los exogenistas o dialécticos
de la exterioridad se reputan como los únicos portadores del
servicio social crítico frente a los endogenistas o
dialécticos de la interioridad, a quienes se les etiqueta de
ser los portadores del trabajo social acrítico no obstante lo
cual, al decir de Montaño (1998:106), estudian el “método
propio,…la práctica específica (y) la teoría
instrumental” del trabajo social (¿qué estudian
entonces los exogenistas: los métodos ajenos, las prácticas
inespecíficas o genéricas, las teorías
abstractas del no-trabajo social, del trabajo no-social, del
antitrabajo social?).
Sin embargo, el discurso
de la globalización de los brasileños et alii
muestra una contradicción en su estructura ideológica
al presentar un endogenismo bueno y otro malo 14.
El malo es el de los colegas que son estudiosos del método
propio, de la práctica específica y de la teoría
del trabajo social. El bueno es el que ellos le atribuyen a la
globalización, cuyo auge
incontestable se debe a que ostenta una dinámica endogénica,
inmanente de tipo económico (lo militar sólo coadyuva y
lo cultural apenas es un reflejo ideológico) que conduce
necesariamente a la total e ineluctable subordinación
–excepción hecha de los exogenistas que se colocan por
encima del bien y del mal- de las masas trabajadoras, de las
instituciones políticas y sociales y los estados, a la
dictadura milenaria del mercado. La economía (las finanzas
globales, el comercio y la industria de la información)
finalmente sustituye a la política y desbarata el escenario
mundial y las relaciones sociales.
Al
no poder aportar soluciones de continuidad alguna a la
globalización económica ni al sistema orgánico
de dominación y explotación de la moderna burguesía,
hoy financieramente supertrasnacionalizada, lo
que sigue es una opción indiferenciada que bien pudiera
desembocar tanto en un neosistema de dominación burguesa
milenarista como -espíritus de Rudolf Hilferding y Rosa
Luxemburgo mediante- en la catástrofe final, la noche eterna
de la civilización moderna y el fin de la historia. Pero
también pudiera conducir a una tercera opción que los
brasileños et alii no visualizan: la sociedad superior
(vgr., socialista).
Se trata evidentemente de
un discurso recargado de ribetes pesimistas, apocalípticos y
neomilenaristas que, contrariamente a la sentencia pitagórica
de que «los hombres consiguen su más alto grado de
virtud cada vez que se rinden ante los dioses» (Miller
2003) su capitulación
frente a la globalización económica neoliberal no sólo
resulta ser total, sino un suicidio que deja intacta la muy buena
salud que goza desde hace varios siglos la naturalización u
ontologización de lo siguiente: la modernidad, la sociedad
liberal de mercado, la visión teleológica de la
historia universal eurocéntrica asociada a la idea de progreso
lineal y ascendente; la objetividad como argumento para obligar
(Maturana 1997), la necesaria superioridad sobre cualquier otro
conocimiento, de los instrumentos de legitimación del orden
moderno: la ciencia social.
Hasta
aquí la crítica a un campo
de visión hegemonizante. Un discurso exogénico al
trabajo social latinoamericano y a la realidad latinoamericana, sobre
la base de un conocimiento objetivamente producido y sólo
captado por la razón, es decir, descorporeizado,
desespiritualizado, descontextualizado, desubjetivado y tan
universalmente eurocéntrico y occidental como lo es el
pensamiento del mismísimo genio de Tréveris y sus
fuentes de abrevadero.
Sólo
teniendo en consideración estas características parece
ser posible comprender por qué el discurso de los colegas
brasileños et alii persisten en señalar los
peligros que entraña la práctica del neofilantropismo o
neoasistencialismo como estrategia del neoliberalismo como si aún
éste siguiera campeando libremente haciendo de las suyas como
en las décadas pasadas y como si varios gobiernos
suramericanos no tuvieran el sello antineoliberal y no estén
significando procesos tendenciales de reconstitución
sociocéntrica de sus respectivos estados.
Desconozco si en esta
alborada del siglo veintiuno existe un país que se vea
expresado en la imagen que desde hace unos veinte años vienen
proyectando los colegas brasileños et alii. Es posible
que si metafóricamente pudiéramos obtener videos
satelitales de nuestras sociedades, algunas develarían un
quantum de neoliberalismo, pero de allí a afirmar que
el neoliberalismo esté instalado al igual que en los dos
últimos decenios del siglo pasado, no parece ser una realidad
verosímil.
Con todo el respeto y
fraternidad que me merecen los colegas brasileños et alii,
creo que la alarma que mantienen obedece más a la lógica
de su discurso que a la realidad misma. Me explico. Es comprensible
sentir malestar por una política de estado que propone y de
hecho lo hace, privatizar y volver al pasado histórico que dio
origen al liberalismo originario cuando la filantropía, la
ayuda, la caridad, la beneficencia y la asistencia social estaban
hegemonizadas por curas, pastores, laicos militantes del voluntariado
social y otros que seguramente ganaron indulgencias con escapularios
ajenos y compensaron sentimientos de culpa, etc.
Pero bueno, si la
filantropización, el asistencialismo, la caritización,
la ayudantía, el beneficencialismo y el asistencialismo (a los
cuales podemos anteponer indistintamente los prefijos neo, re o pos
según sea retroactivo o prospectivo el movimiento del
tiempo-espacio que tengamos que soportar) no fue ni es ineluctable;
su persistente reiteración como la única posibilidad
que está planteada para el siglo veintiuno, puede estar
significando la posibilidad de que los brasileños et alii
hayan perdido la posibilidad del socialismo.
En mi manera de meter la
cabeza en la realidad, observo una tendencia bastante clara en esta
alborada latinoindoafrocaribeña: ya en los ochenta pero
especialmente después de la denominada década perdida,
en los noventa nos encontramos con la constatación de que un
final había llegado: el de los grandes proyectos, metarrelatos
y promesas de la modernidad.
Los años noventa
del siglo pasado y el quinquenio actual son testigos de nuevos y
profundos cambios de la cartografía política, social,
cultural y económica latinoamericana. El neoliberalismo está
de capa caída en diversos países especialmente
suramericanos e innegablemente en la neonata República
Bolivariana de Venezuela, y los grandes conglomerados humanos que
habían hecho vida en el fragmento y construido allí
nuevas subjetividades y solidaridades se vieron interpelados
políticamente por el estado y la nación, apareciendo
nuevas articulaciones del estado, el sistema político y la
sociedad civil ahora fundadas sobre lo micro y lo local que
revolucionan los dinamismos sociopolíticos y culturales otrora
desactivados por las dictaduras militares y los gobiernos
neoliberales.
La realidad actual, al
menos la de América del Sur, es muy distinta a la de
cualquiera de las últimas décadas del siglo pasado y
pareciera que los lenguajes de los nuevos actores socioculturales y
de algunos gobiernos apuntan más a una práctica de la
ruptura con el pasado que a una ruptura con el futuro. El salto
cualitativo no lineal en nuestra América Latina es tan
profundo, inédito y de tan largo alcance que la percepción
generalizada es que hoy se está más cerca del aquí
y ahora empiezo que del futuro tal cual fue pensado en
cualquier momento del pasado que ya aparece como inviable, gracias no
a la ciencia moderna ni a las nuevas tecnologías de la
información y comunicación (que no son neutras ni,
evocando a Freud nada ilusorias) sino a las
nuevas sensibilidades una de cuyas expresiones es la alianza
estratégica de amplio sentido popular que se ha establecido
entre algunos gobiernos y amplias masas a las que se han incorporado
las clases medias y fracciones de clase alta.
Creo que en América
Latina hoy más que nunca tienen sentido, tanto la intuición
poética del sentimiento oceánico atribuida por
Freud a Romain Rolland, como lo que el mismo Freud identificó
como la inefable seguridad que da la sensación de inseparable
pertenencia a la totalidad de un mundo mítico del cual nadie
puede ya caerse (Freud 1975:7-11). Asimismo, adquiere plena
significación la noción spinoziana (Savater 1998:28) de
proyecto de inmortalidad sin el cual no habría ética,
derecho ni política.
Pero en un acto de
reivindicación del pensamiento latinoamericano voy a hacer
tres referencias que considero cruciales para comprender parte de lo
que está realmente queriendo pasar en nuestros países:
en primer lugar, me refiero al Decreto del 14 de julio de 1825,
mediante el cual el primer presidente de Bolivia, nuestro Libertador
Simón Bolívar, al mismo tiempo que le retornó la
propiedad de la tierra a los indígenas de Chuquisaca (hoy
Santa Cruz) prohibió la manumisión de los indígenas
en todo el territorio boliviano; ello a los fines de que estos
pudieran comenzar a construir “su proyecto de inmortalidad por
sus propias obras”.
En tercer lugar, no por
ello lo menos importante, también me refiero a la necesidad
de infinito, a la necesidad de absoluto, a la necesidad de un ideal a
las que se refirieron José Vasconcelos en La raza
cósmica (1925) y José Carlos
Mariátegui en El alma matinal (1928) 15.
Éstos, interpelados por el racionalismo eurocentrista y
buscando nuevos horizontes para la historia indoafroamericana, se
refirieron años antes que Freud escribiera el Malestar en la
Cultura, al elemento movilizador de las
necesidades por ellos identificadas y que hoy debemos reconcientizar:
el mito y la capacidad fabulista e imaginativa del ser humano. Es lo
que está revolucinando el fragmento que está siendo
desfragmentado y resituado en una perspectiva de totalidad y bajo la
óptica que no enfoca punto final alguno pues no se trata de
llegar a ningún lugar, sólo de querer construir y
significar un punto de partida que es hacia lo que estamos yendo en
búsqueda.
Es lo
que estoy llamando en esta comunicación, la alborada
latinoiberoindoafrocaribeña del siglo veintiuno,
inequívocamente anunciadora: una tendencia definida a que los
estados estadocéntricos y las sociedades estadofóbicas
den paso a estados sociocéntricos, es decir societalmente
centrados y, como reverso de la misma moneda, sociedades
tendencialmente integrales, mayormente inclusivas y dispuestas a
apropiarse del estado que les pertenece.
Pareciera que estos
procesos sociopolíticos, ideológico-simbólicos y
económico-culturales de la nueva era que recién está
comenzando en y desde el yo profundo de nuestra América
Latina, no están siendo comprendidos por los colegas
brasileños et alii que asimilan eclécticamente
neoliberalismo a posmodernidad, neoconservadurismo y a globalización.
A este collage lo denomino neoposglo (condensación de
los prefijos de los términos anteriores).
Para los brasileños
et alii el neoposglo está acechando allí al
final de cada esquina. Inexorablemente todo paso adelante desemboca
en ese túnel sin tiempo cuyo inicio es el fin de las
ideologías y el final de la modernidad. De lo que se trata
entonces es de salvar al trabajo social latinoamericano de este
destino infausto, holocáustico. De allí que Borgianni,
Guerra y Montaño (2003) y otros seguidores (Molina, org. 2004)
proponen un proyecto nominado por ellos como proyecto éticopolítico
hegemónico para los trabajadores sociales y las trabajadoras
sociales decididamente antineoposglos que quieran ser hegemonizados
por los colegas brasileños.
Más adelante
retomaremos este punto, pero por ahorita planteo algunas preguntas
que nos parecen cruciales: ¿cómo se puede llegar a
pensar que el próximo paso de la historia conduce al neoposglo
y por lo tanto se quiera evitar el desemboque de los trabajadores
sociales y las trabajadoras sociales en la última fase de
desarrollo del capitalismo cuyo indicador es el fin de la historia y
de la dialéctica? Sencillamente juntando sin mezclar varias
purezas: evolucionista, teleológica, dialéctica y
enteléquica. Armando un curioso discurso ecléctico en
el nombre de la pureza epistemológica.
Para este tipo de
razonamiento, la realidad, el mundo, la naturaleza tiene un origen
esencial que evoluciona por etapas, cada una cambiando la forma pero
manteniendo como fundamento primigenio la esencia pura; cada etapa
linealmente es sucedida –mediante saltos cualitativos naturales
pero no necesarios- por otra superior y así progresivamente
hasta llegar al final prestablecido como estadio positivo. Es decir,
se trata de un proceso inexorable que va de lo más simple
posible a lo más perfecto imaginable (para algunos deistas
resulta creíble como el mayor acercamiento inimaginable a la
ciudad de dios). Por otro lado pero dentro de la misma lógica,
la dialéctica evolucionista postula un punto de partida
metafísico en tanto absoluto (el origen, la génesis, la
primera instancia) 16
y procediendo derivativamente a partir del mismo, propone que las
etapas anteriores son sucedidas, evolutiva o revolucionariamente, por
otras de superior desarrollo pero sin salirse de la línea
ascendente del progreso científico-tecnológico que
cautivó en algunos pasajes a Marx, Lenin y al mismo Gramsci
(los tres mediados por Luckács quien se quedó en el
medio del camino que va de Lenin a Gramsci, anclado en los
reduccionismos economicistas y de clase).
El
teleologismo-entelequismo abstracto tiene como correlato uno
operativo según el cual la racionalidad instrumental está
detrás de todo acto humano: la acción
está naturalmente subordinada a la razón, el
comportamiento se dirige ineluctablemente al logro de fines
determinados, eligiendo para ello los medios más
racionales. Es lo que instintivamente hicieron nuestros ancestrales
homínidos de quienes –desarrollo científico y
tecnológico mediante- somos sus más decantados
productos histórico-naturales.
“La
´compulsión hermenéutica´ (de Freud), como
la llama Derrida…, arraiga en el supuesto de que todo es
inteligible. Pero sucede que un suceso puede hacerse inteligible sin
que por ello deba estar determinado de antemano por fuerzas y leyes
que escapan a la influencia humana. La tendencia un tanto
desconcertante de Freud a mezclar las interpretaciones hermenéuticas
compatibles con cierta libertad de elección con el modo de
explicación científico natural podría ser
indicativa de su concepción de la ciencia como lo que
presupone la inteligibilidad del mundo, lo que no implica aceptar el
requerimiento metafísico adicional de que todo está
establecido y ordenado por leyes ajenas por completo a la
intervención humana.” (Wallwork 1994:72).
Es así que los
tres autores anteriores nos permiten evocar a Locke,
quien adjudicó una moral divina al Estado de Naturaleza, y a
Hobbes, quien supuso que esa moral emerge en el Estado de Derecho,
sólo para poder preguntar ¿dónde colocan el
origen de la moral y de la ética (distinción que
pudiera parecer irrelevante en estos tiempo de neoposglo) los
portadores del moderno pensamiento teleológico y enteléquico?,
¿la colocan en el hombre, la sociedad o la naturaleza?, ¿en
el instinto o en la libido?
La respuesta por la que
nos inclinamos es la de Nepomiachi
(2004:39-42): el instinto y la libido hacen
reconocible la ética bajo la forma del deseo (sobre la ética
como deseo ver Savater 1988), deseo que Freud recorta del campo mismo
de la praxis, es decir, del principio de realidad.
No
sé si Guerra se ha planteado las preguntas anteriores y sobre
la lucha emocional entre los instintos y la libido en el marco
de las realidades históricas concretas. Pero
parece haber superado el materialismo naturalista e idealista al
desprenderse de la razón –divina o instintiva- de la
naturaleza en favor de la razón intelectual, racional que el
discurso teleológico y enteléquico reputa tan natural
como la naturaleza misma.
En las denominadas
ciencias del desarrollo y de gobierno, el modelo ideal de
la razón intelectual (racionalidad intelectual) en el que las
finalidades determinan el modo de actuar y la elección
por alternativas (no menos racionales que el proceso del cual son
producto), al igual que el modelo ideal de la mano invisible del
mercado que como aquél determina hasta las reacciones
hormonales del humano ser, dio origen a la noción equívoca
del intelectual cogitation, del superhombre
planificador absolutamente racional y racionalmente instrumental para
el cual las ideas claras determinan acciones eficientemente exitosas.
En oposición a este raciocinio, el mismo Gramsci (1957) señaló
que toda actividad humana organizada tiene su propio principio óptimo
de proporciones definidas, significando con ello que las partes de
una organización sólo pueden combinarse en ciertas
proporciones fijas pero mediando cambiantes correlaciones de fuerza
en el bloque histórico que resultó ser -la misma
historia así lo mostró- ni sólido ni homogéneo.
(…)
Anteriormente señalamos
que el proyecto hegemónico de los brasileños et alii
procura evitar el destino teleológico y el desemboque
irremediable en el neoposglo. Para ello al igual que Habermas (1983)
proponen recuperar, reformar y revitalizar la modernidad, que no ha
muerto y no está por morir; sólo se trata de un
proyecto incompleto cuya crisis es apenas reconocida como un punto de
inflexión que forma parte de su propia dinámica. Es así
que para este tipo de razonamiento toda crítica a la
modernidad le hace el juego al neoposglo. Este recule histórico
conlleva la propuesta de revisitar y recuperar el texto de “LA”
reconceptualización 17
y, por ende, de su contexto: el segundo redespliegue industrial del
capitalismo con los cuales pareciera que comienza (y termina) la
modernidad en el trabajo social y en América Latina. Es así
que ya podemos leer al revés al poeta brasileño Jorge
Santayana, invirtiendo el sentido -que no nos interesa calificar en
estos momentos- de su memorable “quien olvida su pasado corre
el riesgo de repetirlo” de la siguiente manera: La mejor forma
de no olvidar el pasado es repetirlo, o mejor, revisitarlo y, mejor
aún, quedarse viendo en él. Es la propuesta de los
brasileños et alii: recuperar la modernidad perdida y
restaurarla como presente para no olvidarla, como si los mismos
protagonistas del segundo redespliegue industrial y de la
reconceptualización no hubieran cambiado sus ideas y no
hubieran remozado algunos de sus planteamientos en el transcurso de
los últimos cuarenta años. 18
En el discurso brasileños
et alii definitivamente no hay duda: el camino de ida es el
mismo que el de vuelta. El mismo camino sirve al progreso y al
retroceso. El de la evolución a la involución, el de la
proacción a la retroacción. El de la revolución...
Al fin y al cabo sólo los ríos no se devuelven, dice el
refrán popular.
Los colegas brasileños
et alii se niegan a desembocar en el neoposglo tanto como a
regresar a los orígenes del liberalismo y del servicio
social. Sólo quieren regresar a los tiempos de LA
reconceptualización con la que parece que comienza y termina
la modernidad en el trabajo social como punto intermedio entre el
punto de partida del liberalismo primigenio y el punto de llegada que
es el neoposglo.
La enseñanza que
hemos obtenido de la trama discursiva de los brasileños et
alii, es que la línea recta no existe; sólo la
curva cuyos dos extremos están enchufados, es decir, la recta
es una curva y la curva es el círculo que nunca dejará
de serlo aunque algunos se empeñen en verlo cuadrado o
cuadriculado. El discurso lineal, teleológico, enteléquico,
evolutivo, progresivo y dialéctico no conduce al infinito ni a
ningún fin último ni a ninguna perfección. Sólo
conduce, como la serpiente que se muerde la cola, a la infinita
circularidad, al eterno retorno, a la eterna fuga tanto al pasado
como al futuro.
Nos encontramos pues,
ante una realidad: el autodenominado proyecto ético-político
profesional hegemónico de los colegas brasileños et
alii es una propuesta conservadora y reaccionaria que tiene
instalados en su estructura discursiva a los fantasmas del pasado que
en su tiempo intentaron restaurar el servicio social clásico o
tradicional (para mí no hay diferencia), reaccionaron frente
al movimiento reconceptualizador y posteriormente creyeron ver la
posibilidad de dicha restauración en el periodo posterior a
las dictaduras militares conosureñas.
Un aspecto crucial en la
literatura de los brasileños et alii es su ataque
invalidatorio a toda teoría o recurso epistemológico
que no responda o no se encuentre dentro de la línea
genealógica de la obra de Marx y algunos escritos de Luckács
ni fuera de la ontología de la que estos dos autores son
tributarios. Es así que en su lista negra se encuentran, en
primer lugar, las personas que no sólo no piensan como ellos
sino que además buscan y ostentan propuestas alternativas,
plurales, democráticas y científico-políticamente
creadoras en, desde y a partir del trabajo social latinoamericano,
procurando hacer de éste un campo promisorio de producción
de conocimientos y saberes. En segundo lugar, se encuentran las ideas
que los brasileños et alii suponen que están
detrás de las personas estigmatizadas: el positivismo,
empirismo, estructural-funcionalismo, interaccionismo simbólico,
sicoanálisis reducido a mero sicologismo, la sicología,
la fenomenología, la teoría de las representaciones
sociales, los estudios de género, de indígenas y grupos
etáreos; asimismo, los estudios de los sectores que son
considerados áreas directamente funcionales al capital
financiero y considerados secundarios o no esenciales a la captación
de la esencia del sistema capitalista: el tercer sector, la economía
social o popular, las oenegés, las microfinanzas, los
microemprendimientos, la administración de la justicia, la
justicia de paz, la violencia familiar y mejor paro de contar. Todas
estas exclusiones en aras de la defensa a ultranza de la esencia o
desiderato al que debe estar subordinado cualquier cosa que no sea
esencialmente funcional a la reproducción ampliada de la
esencia, teologal o natural, que es lo mismo.
Según el
razonamiento de los brasileños et alii, el marxismo se
ha visto enfrentado a la metamorfosis de las teorías que no le
son consustanciales; ello a los fines de evitar que éstas
puedan mezclarse con él y producir imprecisiones en relación
con el campo problemático en el que estamos implicados y
constituimos en objeto de nuestra actuación-intervención
profesional: lo social o la cuestión, trama o problemática
social. De allí que para mantener la pureza del marxismo
verdadero y evitar preñeces indeseadas e indeseables de las
diversas teorías no marxistas, se ha tomado como bandera de su
crítica al eclecticismo argumentando que éste es un
método que consiste en la reunión de lo mejor de las
doctrinas de varios sistemas teóricos y diferentes matrices
sin demasiada reflexión y sin principios determinados de un
punto de vista, y cuyas causas se encuentran en la carencia o débil
formación teórica, en el exceso de pluralismo que
desemboca en fragmentación en consonancia con el planteamiento
posmoderno o, lo que es lo mismo, con la crítica a la
modernidad (Rozas Pagaza 2004:106-110).
Veamos
tres ejemplos de eclecticismo que nada tienen que ver con el
concepto estrecho y anatematizante de quienes piensan
hegemónicamente.
Según Fleming
(1998:35),
Seguidamente transcribo
la siguiente cita de la lectura dialéctica que de Freud
realiza Wallwork (1994:47-61):
“El propio Freud se
percató de que una interpretación dialéctica a
partir de los diferentes puntos de vista que él utilizaba era
el mejor enfoque para entender la teoría sicoanalítica.
Al comprender la complejidad de los fenómenos síquicos...,
sugirió que el lector, así como el investigador,
deberán barajar múltiples puntos de vista que se habrán
de conjuntar en una teoría coherente: `La complejidad
extraordinaria de todos los factores que deben tomarse en
consideración nos deja sólo un modo de presentarlos
abiertos a nosotros.
“…ya
cuando era estudiante de segunda enseñanza leí algo de
Marx. Más tarde, hacia 1908, la emprendí con Das
Kapital, con objeto de conseguir una fundamentación
sociológica para mi monografía sobre el drama
moderno. Pues lo que entonces me interesaba era el «sociólogo»
Marx, visto a través de una lente metodológica
principalmente debida a Simmel y a Max Weber. Durante la primera
guerra mundial volví a emprender el estudio de Marx, pero esta
vez ya dirigido por intereses filosóficos generales, e
influido primordialmente ya no por la contemporánea ciencia
del espíritu, sino por Hegel.
Es posible pensar que
para las ortodoxias filosóficas y epistemológicas, el
pensamiento heterodoxo, de frontera, complejo y no paradigmatizado,
sea demonizado como eclecticismo y confucionismo teórico. El
eclecticismo como recurso noseológico es real y su utilidad es
tan válida como cualquier otro recurso. Es útil y hasta
básico en momentos de incipiente constitución
investigativa y reflexión ontológica, hermenéutica
y epistemológica. Es nocivo cuando el ecléctico se
constituye él mismo en eclecticista, es decir, cuando
absolutiza el medio ecléctico y lo trastoca ramplonamente en
finalidad última. El eclecticista chapucero combina,
yuxtapone, hace concurrir, rejunta en una especie de mejunje o
sambrote verdades esclerotizadas y las presenta como “la”
solución real y verdadera de los problemas de que se trate.
Por eso llamamos la
atención a fin de evitar el error tanto de la práctica
del reboltillo, del pasticho y del todo vale que no tiene,
según un dicho popular “ni arte ni ciencia”; como
las posiciones puristas y esencialistas que sólo permiten
realizar lecturas canónicas de la realidad y de las obras que
nos sirven de abrevadero y constituir a sus autores en monumentos
respecto de los cuales sólo cabe la repetición refleja
de sus formas y contenidos.
Para los dogmáticos
y ortodoxos todo movimiento de superación, de salto
cualitativo no unidireccional sino de ruptura, de lectura
sintomática, de polisemia, polifonía, policromía
y de síntesis plurales, es visto como atentatorio contra la
virginidad de las teorías o paradigmas que se adoptan como
doctrinas y verdades preconstituidas e invariantes, es decir, como
dogmas. El eclecticismo es, a mi juicio, totalmente legítimo
si no trata de reconciliar falsamente supuestos contradictorios.
Para quienes demonizan el
recurso ecléctico no es concebible otra síntesis que no
sea la resultante del procesamiento de elementos de una misma línea
consanguínea, étnica, racial. No hay alternativas ni
opciones: sólo variantes fenotípicas porque la esencia
se mantiene y se defiende.
Es precisamente de lo que
aquí se trata: abrir sin reparos, miedos, prejuicios ni
dogmas, las preguntas que deberán ser trabajadas, como materia
prima, por los trabajadores sociales y las trabajadoras sociales que
quieren aceptar el desafío de dar rienda suelta a sus poderes
creadores. Sin cartabones. Sin paradigmas.
No sé si existe
otra disciplina que como el trabajo social haya venido perseverando
en la crítica a su razón práctica, a su razón
de ser y estar en el mundo. Creo que no. Pero también percibo
falta de sistematicidad y metodogicidad en nuestra
crítica-autocrítica. Es la razón por la que
continúo reiterando mi llamado (Barrantes 2000, 2004, 2005) a
los organismos académicos, estudiantiles y gremiales a
potenciar la discusión abierta del problema de la
constitución de un pensamiento y una práctica
de un trabajo social que derive en trabajosocialogía en
trabajosocialógica 20,
en ética, en geopolítica de la producción de
conocimientos y saberes así como en crítica al poder
colonial.
Este último
término no se refiere únicamente a la lucha contra el
neoliberalismo estadofóbico ni sólo a las relaciones
externas de nuestra América Latina con los países
hoy denominados poscoloniales, sino que se refiere también a
la colonialidad del poder en cada uno de nuestros países. Pero
también tiene relación con el problema de la
complejidad de la construcción de identidades en y de la
América poscolonial que no es el norte geográfico pero
sí es el SUR que se está construyendo
epistemológicamente y algunas de cuyas características
más relevantes son el mestizaje, la multiculturalidad, la
hibridación cultural, temas que hoy están siendo
geopolíticamente problematizados desde lugares que los centros
de poder pudieran juzgar como no lugares o lugares fuera de lugar.
En trabajo social el
neocolonialismo endogenizado por la colonialidad del poder, tiene su
traducción en la práctica del modo
burocrático-tecnocrático de organizar y gerenciar las
relaciones de subordinación que ejercemos sobre nuestros
propios colegas, especialmente entre estamentos directivos y
colectivos cautivos en una diversidad de entidades, especialmente
gremiales y académicas.
Junto al modelo liberal
el modelo burocrático-tecnocrático de organización
también forma parte del patrón epistemológico
eurocéntrico que se ha venido constituyendo como racionalidad
instrumental a la que son reducidas las relaciones de conocimiento
con el mundo que nos ha tocado vivir. Sin embargo, al igual que en
los ámbitos de realización de los intercambios
globales, en el trabajo social observamos que -no obstante la
hegemonía mediante la cual los poderes burocráticamente
organizados invisibilizan la diferencia- se están produciendo
resplandores de protagonismo democrático, de pluralidad y
alternatividad respecto del patrón gerencial y cultural
dominante.
He aquí uno de los
desafíos de los trabajadores sociales y las trabajadoras
sociales: contribuir a hacer del protagonismo democrático, del
estado de justicia social, de la pluralidad, del derecho a la
diferencia ya no relampagueos nocturnales sino soles plenos que nos
iluminen el entendimiento y alimenten la práctica cotidiana de
una nueva concepción, de un nuevo modo de organización,
asociación, sociedad o comunidad trabajosocialógica
que necesariamente implica la construcción de
una plataforma distinta al proceso organizacional seguido hasta ahora
en los ámbitos locales, nacionales e internacionales.
Encarnar un nuevo modo de
organización, una nueva forma de asociatividad,
convivencialidad y colectividad tal, significa un salto cualitativo
no lineal de gran valor ético, estético, político,
social, académico, científico e institucional
para la trabajosocialogía, lo que implica condiciones de
exigencia entre las cuales pueden ser consideradas las siguientes:
Se inspire en el
pensamiento de El Libertador Simón Bolívar y de los
próceres, héroes y heroínas de los procesos
independentistas desde México a la Tierra del Fuego pasando
por Centroamérica y el Caribe.
Tenga el tamaño
de los desafíos que aspira a contribuir a resolver
conjuntamente con los sujetos involucrados en la construcción
de un sistema de relaciones basadas en estados de derecho y justicia
social, el respeto a la autodeterminación de los pueblos, la
soberanía e identidad nacional, y una fundamentación
de la ética no anclada en el derecho positivo y punitivo
sino, como propuesta de vida, de autoafirmación de la
dignidad de lo humano, de reciprocidad social y de búsqueda
de excelencia y perfección con base en valores
universalizables que no admitan la coacción en ninguna de sus
modalidades.
Encarne un pensamiento
estratégico de corto, mediano y largo alcance que permita el
debate fraterno de miradas no dogmáticas sobre los cambios
epocales, culturales y civilizatorios.
Discuta, a) la relación
de conocimiento del trabajo social consigo mismo, con las
comunidades productoras de conocimientos y con el clima político
y cultural de nuestras sociedades; b) las formas de desbloquear y
potenciar la invención indómita de trabajadores
sociales y trabajadoras sociales especialmente mediante la
construcción de una epistemología del
acompañamiento en el proceso mismo de la producción de
los conocimientos y saberes que nos conciernen.
Desarrolle las
capacidades de todos sus miembros a fin de cumplir los objetivos
siguientes:
Encarne una alianza
estratégica o integración orgánica de colegios,
organizaciones de trabajadores sociales (oenegés,
consultoras…), organizaciones estudiantiles y escuelas de
trabajo social en tanto personas jurídicas; asimismo, me
refiero a las personas naturales: estudiantes, profesionales de
campo, de instituciones y organizaciones, y profesores tanto
trabajadores sociales como colegas de otras disciplinas puesto que
los sociólogos, sicólogos, antropólogos,
filósofos, administradores, etc. son parte integrante del
proceso de enseñanza-aprendizaje y por lo tanto están
implicados necesariamente en la potenciación de las
competencias que se le están demandando a los trabajadores
sociales y a las trabajadoras sociales en esta alborada de siglo
veintiuno.
En fin, lo que estamos
insinuando no es ningún modelo cultural de relaciones sociales
tecnoburocráticamente organizado ni ninguna de sus variantes,
sino que, a la luz de un proyecto histórico de futuro abierto
en el cual los trabajadores sociales y las trabajadoras sociales nos
veamos representados, nos empeñemos en hacer posible una
organización-red de redes
continentalmente pensada, nacional y
localmente enraizada, surhemisféricamente
dimensionada y geopolíticamente
orientada.
Si bien la crítica
del poder poscolonial y la poscolonialidad del poder,
fundamentalmente a la producción, difusión
y consumo ampliados de informaciones, conocimientos y saberes que nos
conciernen. Me refiero a la construcción singular-colectiva
del trabajo social que nos merecemos y queremos, pero
fundamentalmente al trabajo social que las grandes mayorías
nos están demandando desde su malestar profundo. Quizás
esto sea la trabajosocialogía que estamos tratando de pensar
sin alteridades ajenas, si no, con nuestros propios lenguajes;
los que emanan de nuestra vinculación trabajosocialógica
con quienes encarnan los poderes creadores del pueblo.
Es lo que denominaremos
de aquí en adelante la
Trabajosocialogía-Que-Está-Por-Hacerse-En-Nuestra-América-Latinoiberoeuroindoafrocaribeña.
A partir de la pequeña
utopía que es la Red Latinoiberoamericana y Caribeña de
Trabajadores Sociales (RELATS), hemos venido avanzando en esta
dirección.
Nuestra experiencia está
a disposición libre de quienes quieran apropiársela,
resignificarla y repotenciarla (Barrantes 2005).
Como decimos en RELATS,
les deseo mucha suerte y mucho trabajo creador hoy, mañana y
siempre.
Ustedes, caros
estudiantes y colegas, amigos y amigas, tienen la palabra. Muchas
gracias.
BIBLIOGRAFÍA
NOTAS
1
En tanto disciplina, intenta constituir alguna relación del
sujeto con el saber y la verdad del texto que le interroga, requiere
abrir con un password el espacio inconciente del saber,
también implica una dimensión temporal y una lógica
que Lacan distinguió en tres tiempos: ver, comprender y
concluir, los cuales pueden ser seguidos en la fábula que
hemos inventado.
2
Régimen, sistema o modo ético-estético y
geopolíticamente fundamentado de producción,
circulación y consumo de conocimientos y saberes.
3
Para Freud la civilización (occidental) es responsable de
gran parte de la miseria y la barbarie humana. Freud observó
en la sociedad norteamericana los primeros síntomas de la
masificación de la miseria sicológica y frustración
causada a través del mundo que el hombre mismo domina con la
ciencia tecnológica.
4
“Marx, a pesar de afirmar que la trinidad (trabajo/capital/
tierra) ´contiene en sí misma todos los misterios del
proceso social de producción´, termina por
formalizar una concepción de la creación de
riqueza…como una relación capital/trabajo, dejando
fuera a la naturaleza (que) no crea valor, (por lo tanto) la renta
se refiere a la distribución, no a la creación de
plusvalía...´Sólo a partir de estas exclusiones
es posible la concepción de lo económico como una
región ontológica separada tanto de la naturaleza como
de la política´ (Coronil)…Al hacer abstracción
de la naturaleza, de los recursos, del espacio, y de los
territorios, el desarrollo histórico de la sociedad moderna y
del capitalismo aparece como un proceso interno, autogenerado, de la
sociedad europea, que posteriormente se expande hacia regiones
atrasadas. En esta construcción eurocéntrica,
desaparece … el colonialismo… el mundo periférico
y sus recursos en la constitución del capitalismo, …
se reafirma la idea de Europa como único sujeto histórico.
La reintroducción del espacio -y por esa vía la
dialéctica de los tres elementos de la trinidad de
Marx…permite ver al capitalismo como proceso global (que)
permite incorporar al campo de visión a las modernidades
subalternas” (Lander 2000:48-50).
5
Este recurso invalidatorio del otro diferente es muy frecuente entre
amplios grupos de colegas (y otros profesionales, pero estos no son
mi problema. Mi problema es el trabajo social y los trabajadores
sociales y las trabajadoras sociales en tanto integrantes de la
sociedad productora de conocimientos y saberes que está por
ser construida a partir de lo que estamos siendo), en especial por
quienes se arrogan la representatividad de la esencia del trabajo
social (crítico, anticrítico, hipercrítico y no
crítico), defienden áreas de coto ideológica,
académica, teórica, política, técnica,
etc., y son poco tolerantes de las diferencias, el disenso y la
autonomía de pensamiento.
6
Mediado por dos guerras mundiales, los denominados locos años
veinte, la quiebra de Wall Street y la crisis económica de
preguerra, los dos redespliegues industriales de posguerra, las
revueltas estudiantiles de finales de los sesenta e inicios de los
setenta, la instauración de las dictaduras militares de los
países conosureños, la ofensiva neoliberal…
7
En Argentina, Chile, Brasil, Uruguay y Paraguay, cuna de las
tendencias de pensamiento académico que intentaron
constituirse en el denominado movimiento de reconceptualización
del servicio social de los sesenta del siglo XX, se continúan
denominando asistentes sociales a los y a las agentes del trabajo
social y servicio social al trabajo social. Para algunos este hecho
pudiera no ser relevante y posiblemente así sea, pero también
podemos decir -sin que ello signifique reivindicar nominalismo
alguno- que los nombres son significantes y las formas de nombrar
objetos y sujetos da cuenta de específicas representaciones
sociales que se han construido a su respecto. En torno a nuestra
específica práctica social evocamos la tesis de
licenciatura que realiza una pareja de estudiantes chilenos miembros
de RELATS, acerca del saber popular del trabajo social y los
procesos representacionales en agrupamientos populares para quienes
la asistente social chilena es una visitadora social: ...el término
visitadora social, al igual que el de asistente social, está
(definitivamente, CB) instaurado debido a que en general las
personas no ven más que una intervención
asistencialista, y la mayor acción que realiza es la visita
domiciliaria (Elías Faúndez, en RELATS, mensaje del 3
de mayo de 2004, citado en Barrantes 2005). Por otro lado, creemos
que el término trabajo social no es reputable a la
reconceptualización. Recordemos que en la República
Bolivariana de Venezuela desde 1942, año de la primera
graduación de trabajadoras sociales, el nombre oficial de la
profesión es trabajo social en honor no sólo a la
correcta traducción de sus nominaciones anglosajona y
francófona: social work y travaille social, sino al sentido
de producción de riqueza contenido en el termino trabajo
socialmente productivo.
8
Con esta afirmación no estamos descalificando en modo alguno
la noble labor historiadora de los colegas que se empeñan en
iluminar con diversos matices los orígenes de la
visitaduría/asistencia/servicio/trabajo social. Sólo
que mi interés no prejuzga si la caridad y beneficencia,
catolicismo o protestantismo hacen espuria a nuestro
arte-oficio-profesión-disciplina-técnica-ciencia-práctica
social ¿qué importa ochenta, cien o ciento treinta
años después si de lo que se trata no es absolver ni
condenar, demonizar ni apologizar? Recordemos que toda práctica
social es productora de sentido y toda producción de
sentido es producción de un sistema de diferencias; el
sentido de toda intervención discursiva (aquí le damos
al discurso su sentido sicoanalítico en tanto vínculo
social) debe ser concebido como diferencia respecto de las
condiciones de su producción y de recepción. Esto
significa que el carácter o naturaleza de origen no
permanecen estáticos durante la vida de la cosa de que se
trate en el discurso social, en la estructura discursiva de lo
social. Hasta el pecado original se quita –así dice la
mitología judeocristiana- con el bautizo. Un gobierno de
origen espurio puede terminar legitimado y a la inversa. Una persona
expósita puede llegar a alcanzar niveles insospechados de
eticidad y espiritualidad, y a la inversa. En lo social como en
cuestiones del gusto y el amor no hay nada escrito, o mejor, todo
texto está por ser escrito. Ver pág. 21.
9
Tal como lo explicitaron algunos documentos de los años
ochenta del siglo pasado editados bajo el sello ALAETS/CELATS
(Iamamoto y de Carvalho 1981) y que aún hoy los colegas
brasileños et alii continúan reiterando.
10
Teniendo como imagen de fondo a Pigmalión: rey mitológico
de Chipre que esculpió una mujer tan bella que se enamoró
y casó con ella, gracias a que Afrodita le dio vida a la
estatua, el efecto Pigmalión es aquél mediante el cual
la visión estereotipada de una persona empuja a otra a
adoptar el comportamiento que se espera de ella. Es el efecto de una
concepción específica del poder: la autoridad del
poder, el poder de la autoridad, el recurso del poder, el poder del
recurso, el argumento de autoridad, la autoridad del argumento, en
fin el poder autoritario para el cual la diferencia entre estilo,
lenguaje, esencia y apariencia sólo existe si sirve para
imponer, codificar, cosificar, pulverizar, descalificar,
distorsionar, ocultar, manipular, disociar, violentar y agredir…La
historia especialmente moderna está plagada de ejemplos. El
dictum (muy utilizado por la iglesia medieval) es un excelente
testimonio de que las personas muy estructuradas, rígidas,
jerárquicas y autoritarias someten e imponen su visión
a sus administrados, subalternizados o hegemonizados obligándolos
a adoptar visiones y conductas prefijadas, precodificadas que no han
elegido. Sus consecuencias nefastas en el sistema educativo (del
maternal a la universidad) y en el conjunto de las relaciones
sociales son harto conocidas; esto en virtud de que quien impone el
efecto Pigmaleón no busca mediaciones, mucho menos
dialécticas, que potencien el desarrollo incondicionado de la
persona humana (si algún desarrollo buscan, en todo caso es
el de quienes obedientemente piensan como el/la autócrata).
Variantes del efecto Pigmaleón son los argumentos de
autoridad y las prácticas ad hominem, es decir, los
argumentos ad hominem y las prácticas contra las personas,
dan cuenta de que el prejuicio, el estereotipo, el prurito, la
prepotencia, la arrogancia, el autoritarismo, el totalitarismo si
bien deforman también crean realidades (como Stalin creó
la suya en el Gulag, Pinochet la creó en Chile, la Junta
Militar lo hizo en Argentina y Bush en Afganistán, Irak…,
en trabajo social que cada quien coloque sus ejemplos). Asimismo, el
famoso teorema de Thomas que hizo quebrar bancos en la Estados
Unidos de Norteamérica, y el holocáustico
tercerreichiano efecto Goebbels. De acuerdo con el
primero, situaciones y hechos que no son reales pero que son
asumidos como reales resultan ser reales en sus consecuencias. Según
el segundo, una mentira sistemáticamente repetida puede
llegar a ser parcial o totalmente creída como potencial o
realmente verdadera, claro está, según sea la calidad
neuronal del o de la propagandista. El efecto Pigmalión y sus
variantes son muy utilizadas en sus dos modalidades actuales: la
fundamentalista o neoconservadora y la light tanto por facistas,
estalinistas y jerarcas eclesiales, empresariales, comerciales
y partidistas así como por burócratas, tecnócratas
y sociópatas de la política, la economía, la
sociología, la administración, los medios de difusión
masiva (los masmedia), el trabajo social…, tanto del lado de
las viejas como de las nuevas izquierdas y derechas modernas,
premodernas y posmodernas.
11
Ver cita No. 9
12
Por lo tanto no es posible saber qué está dentro y qué
afuera de qué, cuáles son sus fronteras, qué
interioridad está excluida ni qué exterioridad está
incluida en qué; tampoco se sabe quién sabe qué
es relevante, contingente, posible ni necesario al foco temático
que puede no estar donde se supone.
13
Ojalá pudiera salir a flote, pero no para alimentar intereses
que más responden al pasado que a la construcción de
futuro del trabajo social, de su especificidad y de conocimientos y
saberes libres de cartabones.
14
Guardando las distancias simbólicas evocamos la estrategia
discursiva de Bush para quien existen terroristas buenos (Pozada
Carriles, Orlando Bosh, el mercenario mediático religioso de
Pat Robertson) y terroristas malos (Big Laden, Hussein, los afganos,
palestinos…).
15
“El pensamiento latinoamericano cuyas bases arrancan con José
Vasconcelos, José Martí, Enrique Rodó, José
Carlos Mariátegui y otros…(Martiátegui)
probablemente el más original de todos nuestros pensadores,
no sea, desde esta perspectiva (de) ver al presente de frente, sin
el ´imperialismo de las categorías´ europeas,
como decía José Gaos…más que una
combinación loca, pero fecunda, de George Sorel y los ayllus
incaicos” (Quezada y Gómez s/f)
16
Postular como punto de partida absoluto una categoría
procedente de la reproducción material de la sociedad en
lugar de la idea o la conciencia no nos hace ser materialistas. Al
contrario, es más bien el enfoque típico del idealismo
alemán. Hegel mismo afirmó en algún lugar que
no recuerdo, que el materialismo es una de las formas de idealismo.
17
Entre las varias cuestiones que podemos reconocerle al movimiento de
tendencias que conocemos como reconceptualización
de la asistencia/servicio social, dos nos parecen
relevantes para los efectos de esta exposición: La primera es
haber envenenado a diversos grupos de colegas y estudiantes de
utopía transformadora de estructuras y constructora del
hombre nuevo que, según se creía, el futuro de nuestra
América Latina estaba necesitando; dentro de los límites
del discurso de la universidad y la modernidad misma, este cambio
modernizador significó la búsqueda de nuevas formas de
encarnar una nueva ciencia liberadora a la que –con
excepción en los países en donde se generó y
potenció- en diversos países (recordemos que en
República Bolivariana de Venezuela desde la primera
graduación en 1942, sólo existe una nomenclatura:
trabajo social, trabajadora social, trabajador social) comenzó
a ser denominada trabajo social. La segunda, que posiblemente sea
polo esencial de atracción de los brasileños et alii,
es haber propiciado un cambio en el dispositivo conceptual de la
profesión (Ander Egg 1984) mediante la crítica a los
métodos, teorías y metateorías anteriores,
aunque reduciendo la lucha epistemológica al exorcismo
del pasado filantrópico-caritativo y benéfico-asistencial
de corte eclesial, liberal y conservador, lo cual se
tradujo en denigramiento y consecuente abandono de los métodos
clásicos y auxiliares.
18
“Y razón no le faltaría a Salazar Bondy, si
atendiéramos esa línea de pensamiento que está
llevando a algunos de nuestros pensadores latinoamericanos, en su
desesperación por brindar salidas nuevas y auténticas,
a regresar en el tiempo europeo, hacia atrás; hacia los
esquemas clásicos de la democracia con las añadiduras
de moda para presentarlo seductor. Me parece que en vez de explorar
con más fuerza que nunca nuestras raíces
(precolombinas y postcoloniales) pero las de hoy, y no las
acartonadas de ayer ni las de un mañana que nadie conoce,
donde incluso la época se presta para ello, seguimos
imitando” (Quezada y Gómez s/f)
19
En
el pasado todo es estático pues lo que fue y lo que no fue
eso fue lo que fue y punto; no cambia. El recurso prodigioso de los
economistas neoclásicos es el ceteris paribus que quiere
decir que las cosas quedan que no interesan son invariantes y sólo
se muevan o cambien las que interesan para que el cálculo y
las proyecciones se cumplan tan proféticamente como son
predecidas.
20
Utilizamos esté término significando no una propuesta
de cambio de nombre del trabajo social (que en todo caso ya
realizamos en el congreso internacional de trabajo social realizado
en el Zulia, República Bolivariana de Venezuela en noviembre
de 2000), sino una nueva manera de provocación o llamado de
atención sobre la libertad que cada uno de nosotros tiene de
asumir más allá o más acá del discurso
de la universidad, el compromiso que está implicado en la
definición del trabajo social como disciplina científica
una de cuyas actividades esenciales es la producción
individual y colectiva de conocimientos y saberes en el proceso
mismo de la satisfacción de necesidades sociales. Se trata de
relocalizar y resignificar en el campo problemático que es el
trabajo social mismo, la sociológica (no se trata de la
disciplina llamada sociología) sino de la lógica
social (algo muy distinto del uso diluyente del trabajo social en el
sociologismo y economicismo). Es ciertamente el recuperamiento y
re-encarnamiento del logos, la gnosis, pero también la doxa,
la episteme, la mayéutica y la fronesis en y del trabajo
social históricamente fechado en el tiempo-espacio
singular-universal de nuestra América Latina (Barrantes
2005)..
* Datos sobre el autor: * César Barrantes Profesor investigador de grado y posgrado. Universidad Central de Venezuela. Presidente de la Red Latinoiberoamericana y Caribeña de Trabajadores Sociales (RELATS), cbarran@reacciun.ve; http://listas.reacciun.ve/mailman/listinfo/relats Volver al inicio de la Nota |
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