Quiero presentar la
historia de Juan...
Una historia como tantas
(en las que el abandono, el consumo de drogas, la "ambición",
"el creer tenerlo TODO", la exclusión, la
soledad, la cárcel, la incertidumbre...y después, la
calle...)
hizo, ¿una vez más?, que me replanteara "la
intervención social", articulada con lo
interdisciplinario de un Equipo de Internación, a fin de
lograr "comprender" la historia de vida de Juan para
lograr un acompañamiento a sus incertidumbres, angustias y
preguntas, y a partir de allí, dar una respuesta más
"cercana a su momento actual de vida".
No sé si fue la
"mejor respuesta"...Sí sé que fue la
"respuesta posible", en el marco de su situación de
salud actual.
Situación de salud
íntimamente relacionada con su historia de vida.
Historia de vida marcada
por "el abandono".
Quiero, a través
de este trabajo, "quizá convencerme", de que hicimos
lo mejor con y para él.
A lo mejor, por el poco
tiempo de vida que imagino, le queda.
Quiero comenzar aclarando
que, por mi función en CENARESO (Jefa de Trabajo Social), ya
no estoy en lo que llamamos “la asistencia” en el marco
de los diferentes equipos interdisciplinarios (servicios).
Mi función es
otra: la de supervisar la tarea de las profesionales de Trabajo
Social, coordinar y articular programas de nuestra incumbencia con
y entre los servicios institucionales, programar estrategias de
intervención de lo social, para los diferentes dispositivos
institucionales.
Uno de los Programas de
Trabajo Social, es la “Atención de la demanda
espontánea” (guardias) que implementamos a partir del
año 2000, y que consiste en atender la demanda social de todas
aquellas personas que “espontáneamente” lo
requieren (dirigido fundamentalmente a las personas que acuden por
primera vez a la institución). Estas guardias tienen un
cronograma horario con un profesional responsable de cubrirla.
Juan concurre a la
guardia de Trabajo Social (en el horario en que yo estaba a cargo de
ella), derivado por la médica de Guardia de la institución,
en octubre de 2002, por “requerimiento de ayuda social”.
Es ahí donde conozco a Juan, de 30 años de edad.
Me cuenta que desde hace dos años (momento en que salió de la cárcel)
vive en la calle.
Que perdió todo…
Estuvo preso cuatro años por robo. “Ahí mi mujer
me dejó por otro…me derrumbé”.
Paciente VIH+ desde sus
15 años (sin tratamiento) y en el momento de esta entrevista
consumía altas dosis de cocaína y alcohol
Me contó de sus
cuatro hijos, a quienes no ve (“no me los dejan ver”)
desde hace seis años.
“Quiero hacer un
tratamiento, para, en algún momento, poder volver a verlos”.
Lo que en esta entrevista
aparece como mayor “demanda” es la de ser internado en
ese mismo momento.
Le explico los requisitos
para poder internarse (considerando la necesidad de un control
médico; por su estado de salud (Hepatitis A, B y C +). Lo
derivo a entrevista clínica, de Admisión, y al “Dormi”
Rawson para que evite dormir a la intemperie y pueda alimentarse.
Le aclaro que cada vez
que necesite hablar conmigo, no dude en hacerlo.
A los dos días de
esta entrevista, al llegar a CENARESO, encuentro a Juan durmiendo en
la puerta de la institución.
Lo despierto y lo invito
a seguir conversando.
Me dice que estuvo en el
“dormi”….pero que sintió que estaría
“más seguro”, durmiendo cerca de esta puerta.
Ya evaluado clínicamente,
fue admitido para hacer tratamiento por internación.
SU HISTORIA…
(según datos de su
HC, obtenidos en las entrevistas sociales, con la Trabajadora Social
del Servicio donde inició su tratamiento).
La madre de Juan quizo
abortar su embarazo; lo que no llevó a cabo.
A los dos años de
edad de Juan, la madre (prostituta) lo abandonó, dejándolo
en la calle.
Su padre biológico
vivía en la calle; alcohólico. Falleció a
principios del año 2002.
Luego del abandono de su
madre, Juan fue adoptado por un matrimonio “de buena posición
económica”.
Recuerda maltrato y
discriminación por parte de sus padres adoptivos.
Inició su consumo
de drogas a los 14 años (marihuana, psicofármacos y
alcohol), después de haberse enterado que era “adoptado”.
Abandonó sus
estudios secundarios (industrial) en 3º año.
A los 17 años,
Juan se casó. Tienen 4 hijos ( 12, 11, 7 y 6 años de
edad).
Cuando se casó,
fueron sus suegros los que sostenían económicamente a
su grupo familiar.
Fue a partir de las
“amenazas” de sus suegros, de no seguir sosteniéndolos
económicamente, que Juan comenzó a robar (siempre bajo
efectos de droga) con lo que logró adquirir una vivienda y ser
el sostén económico de su familia y sus suegros. “En
ese momento tuve todo…vivíamos muy bien”.
A los 19 años,
estuvo internado en dos oportunidades en Comunidades Terapéuticas,
tratamientos que abandonó.
Tuvo varias causas
judiciales por robo.
Cuando Juan tenía
24 años de edad, su madre adoptiva se fue a radicar a Europa,
después del fallecimiento de su esposo.
En el año 1997
estuvo detenido en Olmos durante 4 años (por robo).
Cuando salió de la
cárcel, fue a visitar a sus hijos a su casa y encontró
a su mujer conviviendo con otro hombre en la misma.
Es en ese momento cuando
su ex mujer, junto a su ex suegra, “le prohibieron”
ver a sus hijos “por el resto de su vida”.
“…ahí
dejé de ser el MEJOR…”
Su consumo fue
aumentando.
SU TRATAMIENTO…
En el Servicio de
internación (Residencia) consistió en:
La Trabajadora Social del
Servicio de Residencia, priorizó como primer estrategia de
intervención, a partir de analizar los relatos del paciente,
a partir de reconstruir su historia desde los mismos, para “intentar
modificarla”… (necesidad expresada por Juan en las
entrevistas sociales), “la reconstrucción de sus
lazos sociales”.
Para ello, mantuvo
reiteradas entrevistas con la ex -suegra del paciente, quien
expresó, en casi todas las entrevistas, “su
decisión indeclinable de que, tanto su hija como ella misma,
no se harían más cargo de nada que tenga que ver
Juan”. Aclaró haber sido ella quien hizo la denuncia en
Tribunales, por la que fue preso a Olmos (en tanto continuaban, ella,
su hija y sus nietos) habitando la casa que era propiedad de Juan.
Además manifestó haberle prohibido a su hija que
recibiera a Juan, para que éste vea a sus hijos. Impidió
cualquier tipo de comunicación entre el paciente, su ex esposa
y sus hijos”.
Ante estos resultados, la
Trabajadora Social se contactó con otras personas
“relativamente cercanas” a Juan, de quienes recibió
una contundente negativa para ayudarlo.
A pesar de esta situación
de no contar con referentes que ayuden a la “reinscripción”
de Juan; a inicios del mes de enero del 2003, según lo que
consta en su HC, se observó un franco mejoramiento en la
evolución de su tratamiento, centrado en las “posibilidades”
de “construir lazos sociales” en esta “red
institucional”.
Al mes siguiente, Juan
abandona su tratamiento “….porque ya me sentía
fuerte para volver a ser el MEJOR….”
En diciembre de ese mismo
año, Juan vuelve a CENARESO (ya que volvió a consumir,
aumentando la dosis y el tipo de drogas), solicitando tratamiento, y
aclarando que no “quería internarse”. Se le
plantea otro tipo de tratamiento, y se le indica que regrese al día
siguiente.
No regresó….
El 3 de febrero de 2005,
Juan vuelve a pasar la noche en la puerta de la institución….
Cuando despierta, pide hablar “con alguna Asistente Social”…
Es atendido por la
guardia de Trabajo Social.
“…estuve
tres meses internado en la Comunidad “El Shandai”. Me
escapé porque no me gustaba la forma de tratamiento. Vivo en
la calle. Nadie se acuerda de mí….nadie me quiere
recibir. Extraño a mis hijos., pero ya no los puedo ver.
Empecé el
tratamiento en el Hospital Muñiz por Consultorios Externos.
Estuve internado en el
Hospital de San Isidro y en el Posadas, por mi infección.
Quiero volver a
internarme acá….Creo que acá encontré un
lugar….”
Posteriormente a una
evaluación clínica – infectológica, se
indica su reinternación inmediata en el Servicio de Crisis.
Internación
signada por “malestares”, referidos a sus reiteradas
derivaciones al hospital Muñiz, por las “complicaciones”
producidas por enfermedades marcadoras.
Internación en la
que realizó tratamiento psicoterapéutico (dos –
tres veces por semana), seguimiento psicofarmacológico,
seguimiento clínico-infectológico. En su tratamiento
psicoterapéutico, “intentó”, dentro de sus
posibilidades, deconstruir su historia de, también,
“malestares”, reformularla, reafirmando sus deseos de
“vivir de otra manera” (¿¿¿¿podrá????).
En sus reiteradas
internaciones en el hospital Muñiz, su terapeuta individual,
se acercó al hospital para sostener la contención que
Juan necesitaba.
En una de estas
internaciones, logra iniciar una relación amistosa con un
matrimonio que realizaba allí tratamiento por Consultorios
Externos.
Fue con este matrimonio
con quienes realizó sus salidas de fin de semana, cuando
reingresaba a nuestra institución.
El estado de salud de
Juan fue decayendo cada vez más. Su consumo también.
Dado que la Trabajadora
Social del Servicio estuvo con licencia por largo tratamiento, fui
quien intervine según la demanda
que se me realizó desde el Servicio.
Mantuve una primer
entrevista con Juan, a partir de su deseo de volver a la Comunidad
“el Shandai”, ubicada en Merlo, Pcia. de Bs. As., en la
que se encuentran internados sujetos “sin hogar”.
“…. Allí
conozco gente….tuve compañeros a quienes aprecio y de
quienes recibí cariño….es un lugar afuera,
tranquilo….allí hay mucha paz….”
Me comuniqué
telefónicamente con los Coordinadores de dicha Comunidad,
proponiéndoles articular una visita a la misma, junto con Juan
y su terapeuta individual, para evaluar la posibilidad de que Juan
retorne allí. En esa entrevista, observé que Juan fue
recibido afectuosamente por algunos de sus ex compañeros, así
como por los Coordinadores.
Mantuvimos junto con el
terapeuta de Juan y los Coordinadores, una entrevista en la que
conversamos sobre la situación social y de salud del paciente,
y sobre su interés de retornar a esa Comunidad. Sobre la
dificultad que se nos presenta como institución, dado que Juan
ya no consumía más, referida a la continuidad de su
internación.
Los Coordinadores
entrevistaron a Juan, después de lo que nos informan que
consideran “dificultoso” el reingreso de Juan, debido a
su estado de salud. Me pidieron, a pesar de esto, que en el
transcurso de la semana me comunicara telefónicamente con
ellos para obtener una respuesta definitiva.
Durante el viaje de
regreso a CENARESO, Juan nos decía: “…estoy
seguro que voy a volver acá….no me pueden dejar
afuera…. Me siento contento de haberme reencontrado con viejos
compañeros….”
Le explicamos que la
decisión nos sería comunicada y que nosotros se la
retransmitiríamos a él.
Al comunicarme
telefónicamente, me ratificaron lo dicho en la entrevista:
“Juan no puede volver acá, por su delicado estado de
salud”.
Recomenzaba para
nosotros, sobre todo para mí, la difícil tarea de
“encontrar un lugar” para Juan.
Muchos fueron los
intentos….muchas también las negativas…: “porque
no tiene familia”…, “porque no hay cama”…,
“porque su situación de salud es delicada”…”porque
no aceptamos personas que hayan sido consumidores”.
Una y otra vez, me
pregunté: ¿Acaso es que las personas en situaciones
similares a la de Juan, no tengan “un lugar”?. ¿Qué
posibilidades tienen, en nuestra sociedad, “los excluidos”,
más allá de la de profundizar su exclusión?.¿Será
que el único lugar posible para estos “ciudadanos”,
es la calle?. ¿Será que los “estigmas”
hacen que la fragmentación se profundice cada día más?.
A pesar de todos estos
interrogantes, continué la búsqueda….Además
de volver a conversar con Juan.
En una de estas
conversaciones, cuando fui al dormitorio, encontrándolo en su
cama (hacía varios días que no quería
levantarse), fue cuando me volvió a preguntar: “…cómo
puede ser que no me quieran los de Shandai??..., “¿cómo
puede ser que me dejen así, afuera???...”
Intenté “hacerle
ver” que no era falta de afecto….ni abandono… Que
la decisión de los Coordinadores tenía relación
“con reconocer” que él necesitaba “ser
cuidado”. Que necesitaba de una mejor atención
de la que ellos le podían ofrecer. Que esto era exactamente lo
contrario a “un abandono”.
“…ahora
que me ayudás a pensarlo, lo entiendo…”, me
contestó.
Le aclaré que
continuaba buscando una institución acorde a los cuidados que
necesita. “Un lugar para él”.
También me
expresó, que, a veces, tenía ganas de bañarse,
“pero que no se animaba a hacerlo sólo por temor a
caerse”. En ese mismo momento fui a hablar con un
enfermero, para solicitarle que lo ayude a bañarse
diariamente.
Luego, le informé
que el enfermero lo ayudaría.
Le pregunté
además, si concurría al comedor. Me contestó que
“no siempre tenía hambre…que cuando tenía
ganas de comer, iba”. Le indiqué que “debía
hacerlo”….”Vamos Juan….vamos al comedor”
(era la hora de la merienda).
Cuando salíamos,
caminando hacia el comedor, se detiene, me mira (con esa mirada
débil), y me dice: “…vos sos muy amable…”
Volví del comedor
tratando de resignificar el contenido de esa frase…. Desde su
historia….desde sus abandonos….desde sus caídas….desde
su situación de exclusión…
Allí comprendí,
una vez más, “el encuentro inevitable” de
excluídos-incluidos”…
Allí me pregunté
acerca de “mi amabilidad”….
Allí entendí
que, para Juan, “ser amable”, significaba lo que
para mí representa uno de los ejes de nuestra intervención
profesional: “escuchar para comprender”…”comprender
para hacer ver”...”hacer ver para vincular
su singularidad con la problemática de la integración,
es decir, con el nivel de lazos sociales, reparando no sólo lo
que la crisis fragmentó, sino también aquello que ésta
construyó”.( )
El tiempo…las
“cuestiones institucionales” (“Juan no puede seguir
permaneciendo aquí, porque ya no consume”)… mi
intervención iniciada en el momento en que el equipo lo
decidió…no me permitieron “deconstruir” lo
construido socialmente en la subjetividad de Juan.
Su “…vos sos
muy amable…”, lo entendí como respuesta a ese
“hacer ver”.
Pero
había algo más importante, para el equipo: “la
premura de encontrar un lugar para Juan, la imposibilidad de seguir
trabajando con él desde la institución”.
Por su estado de salud
cada vez más deteriorada…por su no consumo….por
su falta de “redes” con quienes volver a construir una
posibilidad de inscripción, de sostén.
La realidad
(institucional, de “vida” de Juan, de sus posibilidades)
hicieron que mi intervención se centrara en la continuidad de
búsqueda de “un lugar”…
En esa continuidad de
búsqueda, articulé con una ONG (La Posada; ubicada en
San Miguel). Institución cuyo fin es “dar lugar” a
personas que, como Juan, están en un avanzado estado de
infección por VIH y que carecen de familia y de lazo social.
Inicié los
trámites requeridos para hacer efectiva esta derivación.
Derivación que se
realizó el 9 de junio último.
A los 15 días de
esta derivación, me comuniqué telefónicamente
con la Coordinadora de esa institución, para preguntar sobre
el estado de Juan.
Me informó que se
sentía bien en el lugar. Que había logrado
“relacionarse” con otras personas que están
internadas allí. A pesar de que su estado de salud, cada día
más agravado, había requerido una nueva internación
hospitalaria. Y…”que estaba cuidado”.
Le informé que
volveríamos a comunicarnos telefónicamente.
Y me despedí,
pidiéndole que le haga llegar nuestros cariños a Juan.
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