Periódico de Trabajo Social y Ciencias Sociales
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ENSAYO:
Por:
El Servicio Social
del hospital de agudos T. Álvarez, dentro del área de
internación de pediatría, parte de considerar que toda
persona que ingresa a la Institución se encuentra en “riesgo
social”. A partir de allí, toma contacto con los
familiares del niño/ niña internado/a a través
de una entrevista guiada por una serie de categorías, que
permitirían detectar situaciones problemáticas que
estaría atravesando el núcleo familiar, en las que la
intervención profesional se tornaría necesaria.
El registro de este primer contacto se expresa en la llamada “ficha social”, pero es preciso preguntar si este modelo de registro responde al modelo de intervención que se implementa. Surgimiento del Registro en la intervención en lo social La
intervención nace con la función de enfrentar la
problemática de la integración, de aquello que, a
partir del proyecto de la modernidad y el pensamiento ilustrado, deja
de estar ligado al mundo divino, sustentando la idea de un hombre que
se autolegisla guiado por la razón, ya desprendido de los
dioses, el será el responsable de amalgamar aquello que el
estado natural o la pérdida del pasado separaron 1.
Los siglos XVIII y XIX
delinean profundos cambios políticos, sociales y económicos
que producen el pasaje de la sociedad antigua a la moderna, dando
origen a nuevas formas de concebir el mundo. Y con ello, se torna
necesario la conformación de un Estado unificado: el Estado-
Nación que supone la concentración del poder político
en sus manos, y los individuos son concebidos como ciudadanos libres
e iguales ante la ley, que ya no es la ley natural. Desapareció la diferencia respetada en la pre-modernidad y apareció la desigualdad; en Argentina, el proyecto de modernización nacional que el Estado Nación intentaba alcanzar para lograr el progreso, imitando el proyecto europeo, promovió la inmigración pero el resultado no fue el deseado, llegaron al país los “pobres de Europa” (Carballeda, 2000). A estos y a los que antes se trataba de excluir había ahora que integrarlos al mundo del trabajo, y para ello había que disciplinarlos y convertirlos en “buenos trabajadores”; en esto estará fuertemente presente el Positivismo como corriente de pensamiento, que con una clara expresión política dará nuevos sentidos a las instituciones educativas, sanitarias, jurídicas, militares, etc....desde este se construirán los marcos conceptuales para las prácticas que intervendrán en lo social” 2 La intervención en lo social en este tiempo, estuvo centrada en las visitadoras de pobres que tomaron el modelo médico de visita domiciliaria, con el objetivo de educar, higienizar y asistir a la clase obrera; intervención que, fundada en nombre de la solidaridad, tenía más relación con el mantenimiento de los individuos en “su minoría de edad” a través de una tutela moral, que con la conquista de los derechos políticos (que se producirá más adelante) por parte de los trabajadores (Varela, Álvarez Uría. 1997). Lentamente, se fueron conformando todos los mecanismos de disciplinamiento que tenían como objetivo la inclusión al mismo tiempo que la normalización, y que terminarán de tomar forma a principios del siglo XX; cada individuo transitará así por todas estas instituciones: desde la familia, luego la escuela, el servicio militar, la fábrica..., todas ellas buscarán el mejor conocimiento de quienes intentan normalizar, y utilizarán para ello un instrumento esencial para lograrlo: “el registro” que se convierte en una técnica capaz de construir sujetos de conocimiento para, a partir de ello, controlar conductas, comportamientos, aptitudes de los individuos, y poder colocarlos en el lugar donde serán más útiles. A este se irán incorporando cada vez más categorías, dando forma a aquellos que aún hoy se utilizan en la práctica profesional de todas aquellas disciplinas apuntadas al conocimiento de los sujetos. Al respecto, Carballeda expresa: La disciplina como “tecnología del poder” cuyo objetivo es el disciplinamiento del cuerpo del individuo a partir de técnicas de individualización del poder, es caracterizada por Foucault como anátomo- política ya que “enfoca a los individuos hasta en sus cuerpos, en sus comportamientos, es una política que hace blanco en los individuos hasta anatomizarlos.” 4 Al mismo tiempo, se torna necesario el surgimiento del Trabajo Social como disciplina capaz de intervenir en el afuera institucional; “...el Trabajo Social alimentará el conocimiento inscribiendo descripciones en el terreno de la cotidianeidad de la comunidad, de la familia...” 5 Su institucionalización
se producirá ya en el denominado Estado de Bienestar,
caracterizado por la presencia de fuertes políticas sociales
que intervienen en todos los órdenes de la vida. En este,
cobra relevancia otra familia de las tecnologías del poder: la
“bio-política” cuyo objeto de estudio no es ya el
individuo sino la población, en ella, los registros serán
utilizados para construir estadísticas de natalidad/
mortalidad, crecimiento, etc, tendientes a la regulación de la
población. Esta idea de igualdad opera como una concepción homogénea que permite pensar que todos “somos iguales”, pero al no tener en cuenta las diferencias cualitativas, se convierte en una concepción universalista que impide ver la singularidad. La pretendida universalidad de las instituciones sociales, desde la familia y la escuela hasta aquellas signadas por mecanismos represivos como la policía o la cárcel, orientadas a la integración social, enmascara, en realidad, el disciplinamiento y regulación ejercido sobre los sujetos y grupos que se alejan de la “norma social”, respondiendo a los intereses de los grupos dominantes; de esta forma, suprime la capacidad de acción autónoma de los sujetos para “ganarse la vida”, esto es, como expresa Heler 6 , ganar su propio sustento y ganar un sentido para su existencia, que les permitiría convertirse en artífices de su propio destino. La intervención del Trabajo Social no es ajena a la despolitización de estas instituciones en tanto impide que la población a la que se dirige su intervención participe en la construcción de problemas sociales. El Estado se fue conformando de esta forma, como el único encargado de la vigilancia; Foucault encuentra a lo largo de este período la conformación de lo que él denomina “la sociedad disciplinaria”: cuyo objetivo es: Si el Estado se constituyó como un gran instrumento de cohesión social, fue el constructor de identidades a través de sus instituciones, su desmantelamiento provoca una sensación de desprotección e incertidumbre respecto al futuro, que antes se vislumbraba como sinónimo de progreso. La desprotección y la incertidumbre no son sentidas sólo por la masa de excluidos que va en continuo aumento, sino también por los que aún están incluidos, que no se sienten seguros de permanecer en el mercado de trabajo; lo que provoca una especie de autodisciplina para aferrarse allí donde están (Carballeda: 2002). El achicamiento del Estado produce una crisis de credibilidad y legitimidad de sus instituciones, que aseguraban el acceso a los recursos básicos, que se mercantilizan y pierden su sentido social. La sociedad se torna cada vez más desigual. La cuestión social impacta de forma heterogénea en la población que empieza a interpelar a las instituciones a través de nuevos problemas, que exigen nuevas formas de concebirlos, y nuevas y diferentes formas de respuesta: demanda nuevas formas de intervención en lo social. El registro en la intervención actual del Trabajo Social La
intervención que se procura realizar desde el área de
internación de pediatría del hospital Álvarez,
parte de concebir que las manifestaciones de la cuestión
social se singularizan en forma heterogénea, se entiende que
cada demanda que es enunciada por un “otro”, a través
de su discurso, que la interpreta de determinada manera y que busca
su solución, y que no es posible considerar una situación
problemática como un hecho aislado, sino como manifestación
singular de la “cuestión social”, que afecta a las
familias en su vida cotidiana de manera particular. En diálogo con este “otro”, se construye el problema social de forma tal que ya no se busca la descripción del problema, sino su interpretación y análisis. Se trata, como enuncia Carballeda de “comprender la lógica del acontecimiento que generó la demanda” 8 . A modo de ejemplo, frente a la tuberculosis como enfermedad, se contemplan los factores sociales que pueden estar originándola: la calidad de la alimentación, el hacinamiento de los lugares de trabajo y vivienda, por lo que la intervención profesional procura, interdisciplinariamente, realizar una lectura de la situación por la que atraviesa la familia; el paciente no es concebido como un “caso individual”, sino que se trabaja con su grupo familiar en la prevención y cuidados necesarios para impedir y/o frenar su propagación. Sin
embargo, desde una mirada contractualista, es preciso considerar aquí
que la relación que se establece entre el profesional y el
sujeto portador de una demanda no es una relación entre
iguales, el primero tiene un poder- saber que en muchos casos se
traduce en el poder de imprimir una direccionalidad en la vida y/o
futuro de ese otro. Comenté al
principio, que el primer contacto que se tiene con la persona que
llega al hospital. se produce por medio de una entrevista que se
registra en la llamada “ficha social”; pero si se desea
abordar cada situación problemática desde un modelo de
intervención que tiene en cuenta la singularidad en que se
manifiesta la cuestión social, la ficha social debe
convertirse en una entrevista guiada que supere las categorías
que expresa, para dar cuenta de la historia personal y familiar, y el
contexto social que la atraviesa, que configuran la situación
problemática actual. Para afirmar la vigilancia sobre los individuos, y a modo anecdótico, también el Servicio Social llena planillas estadísticas: en las que solo figuran: nombre, edad, lugar de residencia, escolaridad y cantidad de hijos. Categorías de análisis que guían la intervención profesional Un análisis más profundo del registro necesario para desplegar tal modalidad de intervención, supone revisar las categorías que contempla la “ficha social” como instrumento que configura la dirección que tomará la intervención. Una primer lectura de las categorías que la construyen, permitiría pensar que estas parecen ser propias (y que en realidad lo son) de aquellas instituciones que nacieron con el objetivo de disciplinar al conjunto de la sociedad, instituciones de secuestro como las denominó Foucault; no es casual que ésta contenga lugar para los datos duros y no así para el registro de la historia familar, situaciones problemáticas por la que atraviesan, sus sentidos y significados: no da cuenta de la subjetividad. Desde el Servicio Social se proclama que el análisis de todas las categorías, permitiría la detección de factores de riesgo, que podrían dar origen a situaciones problemáticas; pero si este es su objetivo, es posible y necesario preguntarse ¿qué significa riesgo social y quién significa determinada situación como tal? ¿el riesgo social es entendido como la vulneración de un derecho que precisa ser restituido, en tanto concepción de los sujetos como ciudadanos?, o ¿“estar en una situación de riesgo” es alejarse de los parámetros considerados “normales” por aquella sociedad que buscaba disciplinar a los individuos, para convertirlos en “buenos trabajadores”?. Las categorías de análisis de la ficha social parecen acercarse a esta segunda concepción; en este sentido es posible mencionar algunos ejemplos: Lo normal es que tengan DNI, y si no lo tienen, se presiona o se insiste en la importancia que éste tiene para la persona; lo normal es que estén escolarizados, y si no lo están, se proponen escuelas, planes de educación, maestros a domicilio, hospitalarios, etc; lo normal es que tengan trabajo y si este se realiza por la noche se convierte en un factor a tener en cuenta como riesgo, por lo que se indaga acerca de quien permanece en la casa para preparar la cena, acostar a los hijos, etc; el tipo de vivienda también constituye una categoría sobre la que se indaga: cuántos cuartos tiene, qué servicios públicos, si es alquilada, etc., que parecen recuperar el discurso higiénico- moral utilizado como control de los sujetos durante el siglo XIX. Por último se indaga acerca de la composición familiar: parentesco, nombres y edades del grupo familiar conviviente, la presencia de muchos hijos dentro de un mismo matrimonio “puede generar situaciones conflictivas”?! Si bien se reconoce una multiplicidad de formas de ser familia, el modelo nuclear, ideal de familia no ha perdido su centralidad. La historia personal/ laboral/ educacional/ social no es contemplada en la ficha social, la problemática que atraviesa el grupo familiar se registra en una categoría que se enuncia como: observaciones; sin embargo, todos estos son tenidos en cuenta en el servicio de pediatría del hospital, pero quedan relegados al lado posterior de la ficha o anexado en otra hoja. Si se proclama una modalidad de intervención que parte de interpretar estas cuestiones, ¿por qué la centralidad de la ficha social no se basa en estas sino en las primeras? Vale la pena acá, reflexionar acerca de la autonomía del Trabajo Social como campo profesional, ya que su intervención se encuentra direccionada, y por lo tanto, limitada, no solo por la relación con la medicina como ciencia hegemónica que impone jerarquías, sino también por el mandato institucional de esta determinada modalidad de registro; por lo que es posible pensar que el objetivo que persigue el hospital, como institución de secuestro que aún sobrevive, difiere del objetivo que persigue el Trabajo Social. Así, la cuestión a tener en cuenta, reside en el análisis de los datos recogidos, porque si son analizados a partir de las categorías de análisis explícitas, una aproximación diagnóstica estaría midiendo la funcionalidad/ disfuncionalidad de cada concepto a la norma, y resolver cada problemática a través de cuidar la anomia, e integrar al sujeto para hacerlo funcional a la sociedad, es característico del modelo Tecnocrático Normativo cuyo marco conceptual se funda en el Estructural Funcionalismo, y no del modelo de intervención que se proclama desde el servicio social del hospital, construyendo, recortando un sujeto de conocimiento que no es el que dice que busca construir. Pero si el diálogo con el otro, busca comprender los datos complejos de la situación a través de la palabra, la mirada y la escucha, que son interpretadas dependiendo del marco conceptual del que parta el profesional para direccionar su intervención, y en este sentido, contemplando que lo que se escribe va de la mano de la observación y de la entrevista, y remite irremediablemente a dicho marco conceptual; considero que el Trabajo Social debe, al menos, buscar márgenes de maniobra que le permitan hacer de la ficha social un instrumento útil a su práctica cotidiana. Esto cobra mayor fuerza cuando la demanda no es explícita, cuando está oculta, porque hacerla visible a partir de estas categorías resulta de un proceso de lectura y escucha del relato, que necesariamente debe superar el contenido de los datos que contempla la ficha social, para dar cuenta del significado que tiene cada situación para cada persona: así no interesa el “tipo de vivienda”, sino el significado que ésta tiene para la persona (pero para el significado no hay lugar en la ficha social). Entonces, se podría decir que, no sólo esta forma de registro no constituye un instrumento adecuado para la intervención que se busca construir, sino que subsisten concepciones, prácticas y formas de dar solución a la cuestión social que instituidas socialmente, son muy difíciles de abandonar en la práctica cotidiana del Trabajo Social. Ambas reproducen una representación social acerca del Trabajo Social que se busca modificar, y que solo puede lograrse erradicando los dispositivos que la sostienen; que en el hospital no se escuche más:
Conclusiones abiertas a nueva discusión La
tensión entre igualdad / desigualdad, libertad / dependencia
ha sido la lucha del proyecto de la Modernidad, que hoy pone de
manifiesto la crisis de sus postulados; el problema de la integración
sigue siendo el eje de la intervención en lo social,
como dice Giddens: las consecuencias de la Modernidad se están
radicalizando en este tiempo; el futuro es incierto, pero lo que
queda claro para el Trabajo Social, es la imposibilidad de
homogeneizar a la población dentro de categorias universales,
sino que se torna necesario comprender que la pretendida legitimidad
del conocimiento estructurado sobre su base científica,
encuentra en la reflexividad la necesidad de su constante revisión,
más aún en Trabajo Social cuyo conocimiento proviene de
las ciencias sociales, en las que: “al carácter
inestable del conocimiento se añade la subversión, que
conlleva el reingreso del discurso científico en los contextos
que analiza”. 10
Si
pensamos la intervención como un dispositivo que hace visible
aquello que está oculto, y lo hace desde el análisis
del relato de ese otro, el registro de ese relato debe,
fundamentalmente, estar orientado a comprender, para interpretar, su
visión de los problemas sociales.
Sin
embargo, el modelo de registro utilizado por el servicio social del
hospital, no responde al modelo de intervención que proclama
construir, entonces, la pregunta es: ¿por qué sigue
siendo la base sobre la que parte toda intervención?. Ponerlo
en cuestión, pensar en su modificación puede ser el
primer paso para la real repolitización 11
de lo social, y romper la dinámica tutelar de las
instituciones sociales.
Bibliografía:
NOTAS 1 Carballeda, Alfredo: “La intervención en lo social. Exclusión e integración en los nuevos escenarios sociales”. Pag. 45. Ed. Paidós. Bs. As. 2002 2 Carballeda, Alfredo: “Del desorden de los cuerpos al orden de la sociedad”. Cap.VII, Pág.193. Ed. De la UNLP. 2000. 3 Carballeda, Alfredo: “Algunas consideraciones del Registro dentro del campo del Trabajo Social”. Revista Margen. 4 Foucault, Michel: “Las redes del poder”. Editorial Almagesto, Colección Mínima, Bs. AS. 1991 5 Carballeda, Alfredo: “Lo normativo y la educación” Revista Margen, pag.50. Año 1. N°1. Bs. As. 1992. 6 Véase: Heler, Mario (coord.): “Filosofía social y Trabajo Social. Elucidación de un campo profesional”. Ed. Biblos2002. 7 Foucault, Michel: “La verdad y las formas jurídicas” Cuarta conferencia, pág.100.Ed. Gedisa. Barcelona. 2001. 8
Véase Carballeda, Alfredo: “La
intervención en lo social. Exclusión e integración
en los nuevos escenarios sociales”. Pag.
45. Ed. Paidós. Bs. As. 2002
9 Conversación mantenida este año, en el área de maternidad del hospital Alvarez, donde se implementa la misma modalidad de registro, durante mi práctica pre- profesional. 10 Giddens, Antony: “Consecuencias e la modernidad”. Sección I Pág. 47. Alianza Editorial. Madrid. 1993. 11 Despolitización- Repolitización remiten a la participación o no en la construcción de los problemas sociales de los sectores a los que se dirigen las políticas sociales. Véase en: Colectivo Ioé: “ Desigualdad y pobreza hoy”. Madrid, Talasa, 1995, pág. 107 a 132. * Datos sobre el autor: * Florencia Cozzo. Alumna Trabajo Social Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires Volver al inicio de la Nota |
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