Periódico de Trabajo Social y Ciencias Sociales
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PARA ENTENDERNOS MEJOR, HABLEMOS CLARO
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Las palabras son la mejor herramienta, y también la peor de las armas... Para poder construir y convivir, primero debemos hablar todos el mismo idioma, y para hablar todos el mismo idioma, es condición necesaria, alimentar el sentido de pertenencia y solidaridad a un mismo grupo, a un único territorio... el nuestro. El siguiente ensayo no es científico, no está escrito para altos académicos ni con palabras difíciles, solo pretende ser un llamado de atención sobre aquellas cosas que por demás sabidas escapan al sentido común. Simplemente eso, estructurado de manera que tal que un sentido casi lógico estructura el camino desde el principio hasta el final, donde se plantea crudamente nuestra posición actual de trabajadores sociales, mas allá de la carga histórica con la cual también muchas veces entramos en conflicto.
¿Cómo comenzar a explicar, o mejor dicho, a entender, este complejo proceso de rechazo y correspondencia mutua entre el Estado y el Mercado? Tenemos varias opciones; una sería el principio, es decir, de cómo llegaron a encontrarse y a marchar acompasados... pero lleva tiempo, todos de alguna forma tenemos conciencia de que uno surge para llenar vacíos, ocupar espacios y regular los movimientos del otro y, el otro, recíprocamente, para brindar recursos y seguridades que escaseaban en uno. Como un juego de palabras, ambos personajes comenzaron y continúan con la feroz misión de interpretar los papeles principales en la obra del desarrollo. Otra opción a tomar en cuenta, la visión económica del conflicto. Para ello necesitaríamos largas horas para, primero, comprender la sintaxis económica y luego, las técnicas con las que opera, es decir, mirar la relación desde el mercado. Así mismo, podemos observar la relación desde la óptica política, sobre todo desde la organización y administración del bienestar social. En ambos casos nuestro entendimiento sería limitado, ya que muchas veces el conocimiento acabado de ambas esferas dificulta una comprensión más amplia de la relación en su conjunto. Entonces..¿hay otra opción? Considero que sí, la más simple, la de intentar comprender a partir de lo que entendemos por uno y por otro y sus funciones, es decir, tratar de explicarlo desde la gente que lo vive más que de los intelectuales que la estudian, sin ánimos de ofender a estos últimos, debemos comenzar a subir la escalera...desde abajo. Ojo, que esta visión, no por ser simple, es menos compleja. Primero los definamos, y para definirlos vamos a dónde concurre la mayoría (no son los libros de filosofía, ni mucho menos el de Hobbes), al diccionario.
Cuando mencionamos al Estado fácilmente lo asociamos al poder de turno que lo detenta, no solo eso, sino que lo individualizamos en la persona que supuestamente lo ejerce. Visión equivocada, pero por qué? Porque no es difícil pensar que detrás de todo acto democrático se esconde una verdadera lucha por el ‘monopólico poder del mercado’. Los roles se invierten, el Estado ya no es esa figura abstracta creada y pensada para regular la ‘convivencia armoniosa de la sociedad’, sino que se convirtió en algo palpable, tangible e identificable en la figura del político de turno; y el mercado, a su vez, dejó de ser ese lugar físico de transacciones para convertirse en un fantasma amenazante, ilimitado, sin fronteras, sin territorio y sin piedades. Se piensa y se actúa en torno de ese monstruo al asecho, expectantes del menor error para comernos vivos, se lo adula, se le cree y se lo idolatra. No hay forma, la figura del Estado perdió credibilidad, la democracia no lo es, la comunidad dejó de ser común, se retro-avanzó a nuevas formas de individualismo organizado, escepticismo y desconfianza operan a favor del conformismo, mejor dejar las cosas como están a que empeoren. Un manto negro. El mercado gano este raund. ¿ Y si no fuera así? Y si en realidad lo que pasó fue que la figura del mercado logró esa seudo seguridad que debía garantizar el Estado de Hobbes? El planteo es simple, si el Estado no asegura, es propensa la desconfianza; una desconfianza cimentada en la incertidumbre social, pero por sobre todo política. El nuevo Estado político debe decidir, o se centra en el pueblo, fuente de legitimidad, o se centra en el mercado, fuente de poder. Es difícil, la solución no es simple. Hay mucho dinero de por medio, y , como veremos más adelante, el solo hecho de pensar que nuevos actores sociales puedan hacer uso eficaz de recursos escasos, es para ambos frentes (Estado y mercado) un dolor de cabeza, porque significaría que, bien organizados los nuevos actores, ninguna de las partes serían indispensables. En definitiva, la situación de esta relación de Estado y mercado es incierta, y lo seguirá siendo mientras no seamos capaces de tomar posiciones y hacer uso real y efectivo no solo de las decisiones que se tomen, sino de las consecuencias esperadas e inesperadas de las mismas. Estado y mercado nacieron juntos, es difícil pensarlos uno sin el otro, pero si es posible que encontremos la forma de que ambos acepten la responsabilidad y el compromiso de asumir diferentes situaciones y la aparición de nuevas figuras y actores.
Siguiendo con mis ideas de subir la escalera desde abajo, y tomando como puerta de inicio al debate la cita de J.Vidal Beneyto que plantea...‘toda dominación política necesita de una construcción ideológica que justifique su existencia y legitime su ejercicio, por ello las palabras son las armas principales del poder’...;Y la cita de P. Bourdieu ...’el combate para conocer científicamente la realidad debe casi siempre comenzar por una lucha contra las palabras’... es que hoy me atreveré a demostrar que, toda crisis, económica, política o social, es primero una crisis de conceptos. Crisis, ‘situación dificultosa o complicada’. Nadie duda que en sus orígenes, los pensadores griegos y los que le siguieron hasta la actualidad, sea cual fuere sus ideologías, inclinaciones y sentimientos, todos imaginaron, pensaron, discutieron y escribieron sobre la sociedad ideal, sobre esa forma imperiosa de regular de alguna manera la convivencia, para dejar de ser ‘salvajes’ y convertirnos en ‘ciudadanos’. Idearon y describieron literalmente, pero la sociedad no contestaba, la complejidad de la sobrevivencia no permitía a los hombres estar a la altura de los pensadores... es entonces cuando las palabras saltaron de los libros para tomar el poder. Algunas fueron impuestas por la fuerza, por el terror, por el miedo; otras consecuencias del hambre y del olvido, otras por exceso de brillos y lujos; unas por más, otras por menos. Pero las que nos interesan hoy son literalmente diferentes, teóricamente incompatibles (aunque algunos tratan de buscarle la vuelta) y prácticamente empleadas (aunque no tan practicadas). Las primeras, protagonistas de la crisis del estado benefactor, democracia y liberalismo, una social (gobierno del pueblo), otra económica (no intervención estatal en la economía), imposible de complementar teóricamente, necesitaron crear una figura intermedia que permitiera que el pueblo decida sin decidir en los papeles del mercado, en definitiva no era la democracia pura de los griegos, ni el liberalismo ideológico de los otros, se convirtió en una forma de democracia que funcionaría con un determinado tipo de liberalismo, pero en definitiva, no eran unos ni otros. Y en esas faltas de claras definiciones es dónde las palabras se confunden, se enfrentan y se reflejan en la sociedad a través de crisis. Por eso son tan importantes las palabras que utilizamos para describir situaciones, sobre todo las nuevas, como globalización y gobernabilidad. Una pregunta del nuevo siglo ¿cómo afecta la globalización a la gobernabilidad? O ¿la reciente crisis de gobernabilidad se debe a los avances de la globalización? Y tantas otras más que podríamos poner como ejemplo. Definamos, gobernabilidad es la palabra de moda en los Estados modernos, alude a las capacidades del gobierno para legitimar sus decisiones con base en un desempeño eficaz de sus funciones (A.Acosta Silva), esta es la definición presentada hace 20 años a la comisión tricameral, pero en realidad, esta nueva palabra con tanta fuerza, todavía no aparece en los diccionarios. Pero centrémonos en la definición, de atrás para adelante, si un gobierno desempeña eficazmente sus funciones, puede decidir legítimamente, es decir, para asegurar su gobernabilidad, el Estado debe desempeñar eficazmente sus funciones, si hay crisis de gobernabilidad ¿quién la impide? Dicen que la globalización. Veamos, globalización ‘acción y efecto de globalizar’; globalizar ‘ integrar una serie de datos, hechos, referencias, etc., en un planteamiento global’; global ‘tomado en conjunto’. Desde esta perspectiva, la globalización como la entendemos no es tal, lo que conocemos es una “mundialización de la economía de los grandes países”, disfrazada de adelantos tecnológicos, científicos, culturales y sociales, pero no es más que un gran mercado, donde existen pocos propietarios y millones de clientes. Si la globalización fuera globalización, ‘tomada en conjunto’ la integración pluricultural, económica y social del mundo, no sería un obstáculo para la gobernabilidad, sino que la favorecería. Porque integrar no significa igualar, y aquí otra confusión de conceptos. La mundialización discursa disimuladamente que al fin y al cabo, si estamos todos conectados, nos terminaremos pareciendo, es por eso que se están perdiendo los rasgos principales que caracterizan una comunidad de otra; pero la globalización promueve la integración de las diferencias, no para parecernos, sino para aprehender de los demás. En una de mis clases, no recuerdo bien el expositor, se planteó la necesidad de enfrentar lo global desde lo local, promoviendo gobiernos Glocales, pensé, otro loco que pretende amalgamar dos ideas extremadamente distintas, pero depende de que concepto lo mires, desde la mundialización no, pero desde ésta globalización es posible, sobre todo si tenemos en cuenta el planteo de Weber cuando expone que ‘...no puede existir el Estado Nacional si sus miembros no se identifican, si no están vinculados por sentidos de pertenencia a ese orden político’. Y para que sus miembros se sientan parte, el Estado debe asegurarles la convivencia, asumiendo y procesando democráticamente los conflictos y defendiendo los intereses desde un posicionamiento local para integrarnos pacíficamente a lo global.
Después de décadas de luchas, los hombres de las post revoluciones industriales lograron obtener una serie de beneficios que en la década de los ‘90 se perdieron, jornada laboral, salario mínimo, vacaciones, derecho al voto secreto, igualdad de género, y tantos otros derechos sociales casi olvidados. Hoy, se impone una sociedad de mercado donde el cálculo egoísta de beneficios máximos orienta casi todas las conductas sociales. Surge un individualismo que no valora las anteriores formas de sociabilidad. Pierden importancia la reciprocidad y las motivaciones valóricas. Lo privado comienza a invadir y a apoderarse de los espacios debilitados de lo público, y a aumentar cada vez mas la distancia social. Las personas ya no encuentran su lugar ni representatividad en el Estado, lo que genera impotencia y resignación. Pero, también se esta asomando una nueva forma de organización. Cuando las personas dejan por algunos momentos sus individualismos de lado y se dan cuenta de que hay problemas comunes a todos que superan en fuerzas a su individualidad, entonces se generan nuevos espacios de compromiso comunitario para hacer frente las adversidades y buscar soluciones igualitarias que beneficien a todos. Se comienza a plantear el tema de la solidaridad ya no más como un acto caritativo de los ricos hacia los más pobres, sino como un acto de compromiso común y desinteresado a favor de mejores condiciones de convivencia. Estos nuevos actores, intermediarios entre el Estado y el mercado, preocupan a la mayoría. ¿Serán capaces estos nuevos actores de formar un nuevo sector que pueda hacer frente a las discusiones reinantes sin caer en el conformismo ilusorio de la tarea cumplida? ¿Serán capaces de mantenerse inalterables ante las tentaciones del poder y del dinero? ¿Podrán conservar ese estilo comunitario y participativo que le dio forma? Todas estas cuestiones debemos abordarlas con anterioridad, no sirve pensar sobre la marcha, debemos estar seguros hacia dónde queremos ir. Es un nuevo desafío, sobre todo si se lo piensa en materia de integración social, es decir, este nuevo sector debe ser capaz no solo de articular la convivencia y solidaridad entre pares, sino que también debe responder a la figura del Estado de la cual forman parte, y a los mecanismos regulatorios del mercado en el cual ven afectado parte de su tiempo. No es fácil estar en el medio, es una posición difícil que hay que definir claramente para evitar malos entendidos y discusiones acuciantes. Casi me parece que estas funciones corresponderían al Estado, pero da la sensación de que no puede brindarlas. Cuando al principio comentaba que debíamos ver la relación del Estado mercado desde abajo, me refería a esto, a las sensaciones y percepciones que las personas tienen acerca de lo que es y se debe hacer. Debemos rescatar esta sensación de vacío en la sociedad que hace que se movilice y que enfrente de manera activa,( no activismo), en la búsqueda de soluciones. Ahora yo pregunto, específicamente ¿Cuál es nuestro desafío como profesionales? Apoyar la formación, seguimiento y consolidación de éstos nuevos actores; impulsar transformaciones en el seno del propio mecanismo del Estado; luchar contra las olas del mercantilismo y sus fantasmas? ¿Cuál debe ser nuestra posición al respecto? Porque hablamos de integración, de Estado, de mercado, de nuevos actores, de tiempos virtuales, de aceleraciones intrépidas, de pobrezas olvidadas, de estrategias perdidas...pero ¿dónde estamos nosotros?, que también formamos parte de la sociedad y como parte de tal debemos tomar posición en ella. Si el desafío de los nuevos actores y del Estado por definir su papel es grande, el nuestro es el doble; si la incertidumbre es la música, nuestras dudas son la orquesta. .. debemos comenzar a subir la escalera desde abajo, pero, ¿quién sostiene la escalera?
Históricamente Sudamérica ha sido utilizada como una gran alacena. Desde los primeros conquistadores hasta el presente, los viejos países extraen de este suelo los materiales necesarios para dar vida y movilidad a sus comercios, lo que nos suceda después no es problema de ellos. Nos invadieron, nos saquearon, no empobrecieron; redujeron nuestras poblaciones y marginaron a los esclavos negros (que extirparon de sus tierras), éramos económicos, éramos desechables...¿éramos? Algunos piensan que la historia se repite, yo creo que nunca cambió. Siempre fuimos la opción barata de los poderosos y a pesar de todas las luchas y logros, no podemos desligarnos del trabajo de negociar la pobreza. Aluna vez alguien dijo que el problema con la distribución del ingreso no era agrandar la torta sino dividir mejor las porciones. Nunca mas cierto, el problema con el ingreso es que la mayor parte se queda en gastos administrativos que no serían tales si la administración fuese eficiente (ni hablar del que se ‘pierde’). Richard Jolly decía en un artículo, que no se trata de recursos sino de voluntad política. Razón tiene. Esta se relaciona con el planteo anterior de la toma de posiciones. No se puede perder el tiempo buscando culpables, fuimos todos, de alguna u otra forma los responsables de nuestra propia miseria, los mismos hombres quisimos organizarnos y buscamos el poder, quisimos ayudarnos y nos vendimos favores. La historia está llena de luchas entre poderosos...¿y el resto? Los de abajo, los que trabajan, los que sueñan, los que cambian, los que piensan, los que producen...los que mueren. Los niños y su infancia, los adolescentes y sus miedos, los jóvenes y su futuro, los adultos y su cansancio, los abuelos y su olvido... El resto, que varía entre el que tiene que trabajar todo el día y el que busca empleo, entre el que muere acelerado y el que se muere de esperar, entre el recuerdo y un olvido. No siempre es pobre el que no tiene, también lo es el que es esclavo del tiempo. Abajo estamos todos, en una mezcla de promedios y de datos asustantes que no dicen nada, que no muestran el dolor de una herida mal curada, el olor de la basura, el llanto desesperado de un niño con hambre, el sudor interminable de las llagas, las manos sangrantes de la tierra. Los datos muestran números y cifras frías que no dan cuenta de las estrategias de esas familias, que, aunque pobres, siguen vivas. La política social no sólo debe ver, debe poder escuchar, oler, sentir y tocar esa realidad que le da sentido, debe poder responder por aquellos que también forman parte de sus discursos, debe ser capaz de hablar mirando a los ojos y de reconocer errores. Porque somos mucho, pero nos conocemos, propongamos comenzar desde abajo haciendo las cosa bien. * Datos sobre la autora: * Valentina Roggero Lic en Trabajo Social La Puerta - Dpto Río Primero - Córdoba Volver al inicio de la Nota |
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