Periódico de Trabajo Social y Ciencias Sociales
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TESIS FINAL Maestría en Servicio Social Universidad de la República Universidad Federal de Río de Janeiro
Integración - exclusión Por:
CAPÍTULO
2
CONSTRUCCIÓN
SOCIAL DE LA DISCAPACIDAD DESDE LOS CONCEPTOS INTEGRACIÓN -
EXCLUSIÓN SOCIAL
"Tienes
un pequeño defecto físico. ¡Casi imperceptible!
¡Un mundo lleno de personas comunes!
A
partir de este capítulo se aborda la temática de la
discapacidad desde su generalidad, de manera tal que la
reconstrucción que se intenta llevar a cabo del par dialéctico
integración - exclusión social como mediación
para su estudio pueda ser realizada.
Tal
como se ha visto, para estudiar la discapacidad como objeto de
análisis, se reconoce fundamental posicionarse desde un cierto
relativismo en el sentido de que:
"...preguntar
cuál es la manera adecuada de clasificar el mundo, preguntar a
qué se parece el mundo, preguntar cuál es la forma
adecuada de diseñar una sociedad y todo eso, es como preguntar
cuál es la comida más sabrosa o cuál es la mejor
lengua para hablar. (SCHWEDER, 1992: 100)
En
este sentido, se incorporan los planteamientos que Todorov introduce
de La Bruyère en relación con el devenir de las
costumbres a lo largo de la historia:
Dentro
de cien años, el mundo aún subsistirá en su
totalidad: será el mismo teatro con los mismos decorados,
aunque no sean los mismos actores. (...). Declaramos como bárbaros
a todos los que no se nos parecen, lo cual es un gran error; nada
sería más deseable que ver que la gente se
deshiciera del prejuicio que tiene respecto de sus costumbres y
maneras, que, sin lugar a discusión, no solamente hace que las
considere como las mejores de todas, sino que casi le hace decidir
que todo lo que no se apega a ellas es despreciable.
(LA BRUYÈRE apud TODOROV, 1991: 23-25)
Se
considera que ambas posturas resultan complementarias para ilustrar
el punto de vista desde el cual se pretende analizar la discapacidad.
Es decir, reconociendo que las ideas de la clase dominante son las
legitimadas en cada lugar y época y, en el sentido de pautas,
normas, relaciones, etc., son las que determinan lo que
es normal y lo que no; también se parte de que para analizar
una temática compleja como lo es la discapacidad, implica
posicionarse desde una postura relativista en tanto la
posibilidad de cada uno de los sujetos de reconocerse en su yo
individual y siendo reconocido por el yo colectivo más allá
de los estándares universalmente aceptados.
Más
allá que Todorov se refiere a diversidad en la
puntualización que precede, se considera que no se contradice
con los postulados que se están trabajando sobre la
desigualdad como reconocimiento actual del otro.
A saber:
La
diversidad humana es infinita; si quiero observarla (...) es preciso
distinguir entre dos perspectivas (que guardan relaciones entre sí).
En la primera, la diversidad es la de los propios seres humanos; en
este caso, se quiere saber si formamos una sola especie o varias
(...); y, suponiendo que sea una sola, cuál es el alcance de
las diferencias entre grupos humanos. Planteado de otra manera, se
trata del problema de la unidad y la diversidad humanas. En cuanto a
la segunda perspectiva, desplaza el centro de atención hacia
el problema de los valores: ¿existen valores universales y, en
consecuencia, la posibilidad de llevar los juicios más allá
de las fronteras, o bien, todos los valores son relativos (de un
lugar, de un momento de la historia, incluso de la identidad de los
individuos)? Y, en el caso en que se admitiera la existencia de una
escala de valores universal, ¿cuál es su extensión,
qué abarca, qué excluye? El problema de la unidad y la
diversidad se convierte, en este caso, en el de lo universal y lo
relativo... (TODOROV, 1991: 21)
En
síntesis, a lo largo de este segundo capítulo se
estudian aspectos que hacen a la temática de la discapacidad y
el análisis de la misma a través del par dialéctico
integración exclusión social, a saber:
Construcción
social de lo que implica la discapacidad en la contemporaneidad, a
través de categorías de análisis como: otredad,
alteridad, accesibilidad y mistificación.
Una
vez que se trabaja en este sentido, se intenta reconocer el par
dialéctico integración exclusión social,
determinado por el poder, la ciudadanía y los derechos, en el
estudio de la discapacidad como objeto de análisis.
CONSTRUCCIÓN
SOCIAL DE LA DISCAPACIDAD: RECONOCIENDO ALGUNAS DETERMINACIONES QUE
LA ATRAVIESAN.
Han
existido y aún son utilizados términos como
"minusválido", "inválido",
"anormal", "incapaz", entre otros, para referirse
a personas con alguna "deficiencia", ya sea física,
sensorial y/o mental. En los últimos años se fue
introduciendo con mayor vigor el concepto de "discapacidad"
y, recientemente, el de personas con "capacidades diferentes",
apuntando a las potencialidades de los sujetos. Tal como se ha
especificado, en el presente ensayo la investigadora utiliza
indistintamente los términos discapacidad y capacidades
diferentes.
La
Organización Mundial de la Salud (OMS) plantea las siguientes
definiciones:
Deficiencia:
Cualquier pérdida o anormalidad de la estructura o función
psicológica, fisiológica o anatómica.
(SERPAJ, 1993: 22)
Discapacidad:
Cualquier restricción o carencia (resultado de una
deficiencia) de la capacidad de realizar una actividad en la misma
forma o grado que la que se considera normal. (SERPAJ,
1993: 22)
A
partir de estas definiciones se entiende a la discapacidad como la
disminución de una capacidad específica, a la que se le
introduce el concepto de "deficiencia". En este sentido, la
discapacidad implica la consecuencia de una deficiencia, ya sea en
actividades físicas, intelectuales, afectivo-emocionales y/o
sociales.
Se
reconocen tres tipos de deficiencias, a saber: física, mental
y sensorial. La existencia de una no implica la ausencia de la(s)
otra(s) 33 ,
o dentro de una misma "tipología" que ocurran dos o
más 34 .
A su vez, la discapacidad puede ser congénita -innata-, o
adquirida -accidentes, enfermedades postnatales-; así como
definitiva, recuperable -susceptible de modificarse en ciertos
aspectos-, o compensable -cambiando la situación a través
del uso de prótesis u otros recursos-. Por tal motivo, resulta
básico determinar el grado de la discapacidad -leve, moderada
o severa en relación cuantitativa con la alteración
funcional-, y su evolutividad -progresiva, estacionaria o regresiva-.
Todos estos son aspectos que determinan de una u otra forma la
realidad de cada uno de los individuos con capacidades diferentes, a
lo cual hay que adicionarle la influencia de las características
de personalidad de cada uno y su vida cotidiana, por un lado, y las
mediaciones propias que atraviesan todos los sujetos por el hecho de
vivir en sociedad: relaciones intra-familiares, condiciones
socio-económicas, aspectos culturales, inserción en el
mercado laboral, entre otras.
Retomando
lo antedicho, importa reconocer que los planteos aparecen, por lo
general, unidireccionalmente, es decir, desde la sociedad 35
hacia el discapacitado, lo que sería desde una posición
pensada como de saber hacia una de no
saber. Desde esta perspectiva, son los individuos
normales los que concluyen que deben hacerse cargo de
aquellas personas que se hallan en otro tipo de condiciones, sin
hacer discriminaciones del tipo de discapacidad que tengan. El punto
está en que cuando se cataloga a alguien de diferente
se lo está marginando, se le están quitando las
posibilidades reales de desarrollo de sus capacidades innatas y las
que vaya adquiriendo. Se lo ubica bajo la tutoría y
responsabilidad de un ser completo, normal,
sin deficiencias, quitándose su status de ser con capacidad de
opinar sobre su vida y por tanto con capacidad de defender sus
derechos 36 .
Se expropia al sujeto discapacitado de su derecho de
autodeterminación, en función de que los que delimitan
y se reconocen dentro de la normalidad son quienes se
consideran con derecho a tal expropiación. Se considera que
esto trae aparejado, por lo general, la realidad que un sujeto que
nace o adquiere una discapacidad se introduzca y sea introducido por
los demás con esta expropiación implícita.
Se
supone que esta normalidad resultaría fácil
concebirla como pre-existente a la vida de cada individuo, basada en
costumbres y valores que apelan a una naturaleza humana,
determinada, construida por cada grupo de manera particular y con
diversos cánones o pautas culturales que la definen. Es
necesario retomarla y apuntar a su superación, negando desde
el punto de vista dialéctico- la forma actual por la que las
personas normales se consideran con derecho a participar
a través de aquéllas personas que no caben
en esta categorización, pasando de esa manera por encima de
los derechos del otro. Así, ese otro
se encuentra sin tener derecho a tener derecho.
Con
este concepto de normalidad, el que una de las
características dominante de una persona marque una
desigualdad implica que ésta tienda por lo general
a ser percibida negativamente con respecto a las otras
características que posea por quienes se consideran
normales. En este sentido, se puede retomar lo que
Foucault (1990) plantea como distinción entre lo normal y lo
patológico, lo que -para el autor- lleva a delimitar
negativamente lo diferente. Según Foucault, la cultura
occidental ha dividido las desviaciones de las
conformidades -para utilizar términos citados por
él mismo-, brindándole el estatuto de la exclusión
a lo que se trata de juzgar aspecto negativo- y el de la
inclusión a lo que se pretende explicar aspecto
positivo-. Los términos de esta divergencia continúan
en vigencia, se aceptan o rechazan los mismos elementos; lo que se ha
modificado es la relación entre lo excluido y lo incluido -lo
que se rechaza y lo que se acepta-.
Otredad
como determinación para la construcción social de la
discapacidad.
Desde
la Antropología Cultural se ha estudiado de manera exhaustiva
cómo la gran mayoría de los colectivos humanos poseen
en su imaginario definidos otros diferentes, barreras
imaginarias que refuerzan sus normas y costumbres, ante la amenaza
de llegar a parecerse a los otros si no las cumplen. Y
con la consiguiente necesidad de aislarlos de alguna manera, con
mecanismos de exclusión socialmente aceptados, o implícitos
en muchas actitudes y formas de relacionamiento. De esta misma manera
es que la investigadora considera que la aceptación social de
la discapacidad, en general, se mantiene dentro de los términos
de la relación inclusión - exclusión, si bien su
forma va cambiando 37 .
Desde
tiempos inmemoriales la sociedad se ha encargado de mantener alejados
de ella a todos los individuos que salieran de los limites de la
normalidad. Los métodos podrían ser
inhumanos, respondían o no a una posición científica,
pero también a miedos y ansiedades que generaban estos seres
diferentes. En nuestros tiempos los métodos, tal
vez, son diferentes -más sutiles, quizás-, pero los
miedos siguen existiendo (GONZÁLEZ,
1992: 15).
La
posibilidad de concebir a un otro no implica de por sí
más que la existencia de un par dialéctico a través
del cual nosotros y los otros resultan
opuestos complementarios. El punto en cuestión radica cómo
se reconoce y conceptualiza a ese otro. A decir de Leach:
Yo
me identifico a mí mismo con un colectivo nosotros
que entonces se contrasta con algún otro. Lo que
nosotros somos, o lo que el otro es, dependerá del
contexto... En cualquier caso nosotros atribuimos
cualidades a los otros, de acuerdo con su relación
para con nosotros mismos. (...). Todo aquello que está en mi
entorno inmediato y fuera de mi control se convierte inmediatamente
en un germen de temor. (LEACH apud BOIVIN et
alli, 1999: 17)
Para
la investigadora es dable identificar la tolerancia limitada que las
sociedades capitalistas modernas tienen en cuanto a reconocer al
otro. En este sentido, se plantea el devenir del concepto
de otredad, la separación entre nosotros
y los otros, tomando fundamentalmente autores
provenientes de la Antropología Cultural.
Boivin
(1999) plantea esta temática en relación a la
Antropología Cultural, la cual considera que se ha orientado
en su devenir histórico desde el Siglo XIX- en explicar
la presencia de la alteridad social y cultural en las sociedades de
tradición intelectual surgidas en el Iluminismo. En este
sentido, el autor reconoce tres formas sucesivas de construcción
del otro como categoría de análisis 38 ,
a saber: por la diferencia, por la diversidad y por la desigualdad.
En
relación a la construcción del otro por la
diferencia, se reconoce su constitución a partir de la teoría
evolucionista, la cual tiene sus basamentos a través de
conceptos darwinianos, en tanto:
Los
organismos vivos van diferenciándose mediante un proceso
universal de cambio (evolución), el cual favorece a aquellos
organismos mejor adaptados para sobrevivir (selección
natural). (BOIVIN et alli, 1999: 24)
Según
esta postura, aquellos organismos que se van adaptando permiten el
reconocimiento de un nosotros a través de la
diferenciación de aquellos que no estarían en las
condiciones necesarias para sobrevivir los
otros-. En este sentido, la otredad se caracteriza por la
ausencia de las atribuciones del nosotros. Retomando la
dialéctica hegeliana, se reconoce aquí la construcción
de conceptos del nosotros y los otros, con
y sin, presencia y ausencia,
positivo y negativo, siempre dos caras de una
misma realidad, pares dialécticos identificados como opuestos
complementarios a partir de los cuales, la ausencia de uno determina
sistemáticamente la eliminación del otro,
en tanto la definición de uno sólo se puede reconocer
por la oposición a la definición del otro, y viceversa.
Hasta
mediados del Siglo XX, tanto diferencia como diversidad
eran tomados como sinónimos. Sin embargo, esto cambia con la
incorporación de nuevas posturas en la Antropología
Cultural en oposición al evolucionismo, por lo que
diversidad comienza a ser utilizado de forma distinta a
diferencia. Dentro de estas posturas, dos de las más
reconocidas son: la teoría funcionalista de B. Malinowski y la
teoría estructuralista de Lévi-Strauss 39 .
Para el primer autor, se concibe el mundo del nosotros
como un mundo complejo y especializado, mientras que en el mundo de
los otros gobierna la generalización
indiferenciación-. Así, el comportamiento
cultural atributo universal de la especie humana- implica el
cumplimiento de una o más funciones a través de una
acción institucional de satisfacción de necesidades 40 .
Sin embargo, para Malinowski, la presencia de un nosotros
y su construcción activa de la otredad implica un problema
importante.
...el
autor se propuso refutar asignaciones prejuiciosas de la sociedad
occidental de su tiempo a ese mundo ajeno ... Estos prejuicios se
fundan en un conocimiento del Otro cultural a partir del cual ese
Otro nos devuelve la imagen imperfecta y retrasada de nosotros
mismos. Esta actitud reconocida bajo la denominación de
etnocentrismo, se convertirá desde entonces en un problema
central... (...). Malinowski fue uno de los primeros
antropólogos en producir el pasaje del Sin como mecanismo
cognitivo al Con a fin de argumentar contra posiciones de su época.
El mundo Ajeno es un mundo Con. En el caso del análisis por la
diversidad, el mundo primitivo es un mundo Con y no Sin aquellas
atribuciones indidables del Nos. (...). La universalización de
las atribuciones del Nosotros (el Con) se complementa con las
particularidades que asumen estas atribuciones en el mundo primitivo.
Se trata de un mundo Con economía, política, etc., pero
éstas se presenta de otra forma. (BOIVIN et
alli, 1999: 87-89)
En
este sentido, se considera que implica un reconocimiento de diversas
categorías, pero que pueden ser conceptualizadas de distintas
formas. Para el caso concreto de la temática que se aborda en
el presente ensayo, y a partir de la interpretación de los
conceptos de Malinowski, la construcción de determinadas
categorías cognitivas, sociales, sexuales, entre otras-
estaría siendo legitimada en la posibilidad de
conceptualizar de otra forma por el otro.
Las dudas se plantean en relación a si esto no implica solapar
un etnocentrismo tal como se ha manifestado- que aparentemente
se reconoce y niega el autor.
En
Lévi-Strauss, aparece un reconocimiento de la diversidad, pero
está unida a la diversificación. Este autor desplaza el
eje de la discusión tanto de los evolucionistas como de
los funcionalistas-, en tanto pasa de la relación semejanza
diversidad, o semejanza diferencia a la relación entre
unidad de la especie diversidad de culturas.
Así
que cuando hablamos de la contribución de las razas humanas a
la civilización, no queremos decir que las aportaciones
culturales de Asia o de Europa, de África o de América
obtengan una originalidad cualquiera del hecho de que estos
continentes estén, a grades rasgos, poblados por habitantes de
cepas raciales diferentes. Si esta originalidad existe y la
cosa no es dudosa-, atañe a circunstancias geográficas,
históricas y sociológicas, no a aptitudes distintas
vinculadas a la constitución anatómica o fisiológica
de los negros, los amarillos o los blancos. (LÉVI-STRAUSS
apud BOIVIN et alli, 1999: 99).
En
esta concepción se plantea una procesualidad, y, por ende, la
diversidad no sería un hecho estático. Los modos en que
las culturas y las sociedades difieren entre sí varían
de acuerdo al tiempo y el espacio. En la diversidad entre sociedades
operan fuerzas que trabajan en sentido opuesto, en tanto algunas
tienden a mantener y acentuar los particularismos, otras operan en el
sentido de la convergencia y de la afinidad. A partir de esta idea,
el autor plantea un óptimo de diversidad
según el cual existen mínimos y máximos en las
relaciones y sociedades. En este sentido, la diversidad aparece en el
seno de las sociedades como resultados de las mutuas relaciones entre
las mismas.
Sin
embargo, más allá de plantear esta naturalidad en la
diversidad, reconoce que los individuos a lo largo de la historia y
según los distintos lugares no lo han percibido de esa manera
sino que, por el contrario, identificaría tres tipos de
actitudes, a saber: el etnocentrismo, el relativismo cultural y el
cientificismo.
Por
último, con respecto a la construcción del otro
por la desigualdad, surge a partir de según la
perspectiva de la Antropología- los cambios acaecidos en las
sociedades llamadas primitivas o sociedades
no occidentales, las que estaban en proceso de
descolonización, a partir de tres tipos de situaciones, a
saber: la situación colonial, reconocida como una situación
de total dominación de un pueblo sobre otro 41 ;
los procesos de descolonización, en tanto las sociedades
dominadas pasaron a ser naciones o sociedades complejas,
entidades parecidas a Occidente 42 ;
y, la situación post-colonial, a partir de las cuales, más
allá de la liberación política de
estas sociedades las culturas occidentales siguen actuando como un
elemento de cambio 43 .
De esta manera, se delimita el concepto de desigualdad de modo de
continuar una dominación que de hecho se terminaba
políticamente, pero mientras se continuara ideológicamente
seguía existiendo.
En
relación al devenir histórico, para este abordaje de la
Antropología Cultural, a raíz de estos acontecimientos
que se fueron sucediendo, se comienza a reconocer el concepto de
diversidad en lugar de desigualdad, redefiniendo al otro
incorporando la idea de procesualidad en las sociedades
primitivas.
En
una palabra, las teorías elaboradas hasta ese momento no
podían dar cuenta de las transformaciones que estas sociedades
habían sufrido. Por lo tanto, hubo que modificar la óptica
desde donde se veía el problema y encontrar nuevas teorías.
Los supuestos con los cuales estas transformaciones fueron encaradas
llevaron necesariamente a buscar una explicación posible en
una teoría que justamente tenía una explicación
sobre Occidente y sobre su relación con las sociedades no
occidentales: el marxismo (materialismo histórico). (...). A
los intentos teóricos que hubo en la década del sesenta
y setenta para ajustar el marxismo a estos nuevos
problemas se los denominó con el término genérico
de neomarxistas. (BOIVIN et alli, 1999:
152)
Tal
como aclara Boivin, neomarxismo implica un término
que generaliza las posiciones de varios autores que escribieron en
esas dos décadas, no sólo desde la Antropología,
sino desde las Ciencias Sociales en general. Por ende, no se refiere
a una teoría homogénea, sino a veces hasta con
posiciones que polemizan entre sí. Retomando una de las
posturas que trascendió la concepción general del
neomarxismo 44 ,
que no consideraba suficiente la explicación sobre las
diferencias a la interna de cada sociedad o entre distintas
sociedades, plantean la vinculación de tres conceptos:
determinación, dominación y hegemonía en
relación a la categoría de análisis cultura.
Reconociendo
que en las teorías marxistas tradicionales el concepto de
cultura no aparecía como tal sino que el que más
se le asemejaba era el de ideología, estos autores
neomarxistas intentaron adaptar los conceptos
de ideología al de cultura. En este
sentido, dichos autores intentaron ubicar a la ideología en la
totalidad social, vinculando el concepto marxista de sociedad con el
de modo de producción capitalista.
Un
modo de producción se define por la relación entre los
hombres y los medios de producción y por la relación de
los hombres entre sí. En un nivel, la relación
hombre-medios-objetos de trabajo conforma lo que se denomina con el
término fuerzas productivas (...). Pero la
relación hombres-medios es también una relación
de producción, relación que según Marx es
necesaria e independiente de la voluntad de los hombres,
y que se expresa jurídicamente en una relación de
propiedad de los medios. (...). En el denominado modo de producción
capitalista, esta relación de propiedad es una relación
de propiedad privada de los medios de producción y esta
apropiación privada está determinando la existencia de
dos tipos-clases de hombres: aquellos que son propietarios de los
medios y aquellos que no son propietarios. Estas relaciones de
producción ... son también relaciones de explotación
... y son también fuerzas sociales antagónicas... Las
clases sociales para Marx se establecen en las relaciones de
producción (las que junto con las fuerzas productivas)
tienen una ubicación en su idea de sociedad... La ideología
es una forma de conciencia social, es el modo en que los hombres
toman conciencia de lo que sucede en la base, se hacen conscientes de
las relaciones de producción... (BOIVIN et alli,
1999: 154-155)
Luego
de trascender el concepto de ideología del
marxismo tradicional, realizaron la misma superación
del concepto de ideología en las teorías
clásicas. Éstas definían a la ideología
como un sistema formalmente articulado de ideas y
representaciones, implicando la separación de un
aspecto espiritual de toda forma material.
Se
produce así una distinción entre lo material (lo real)
y lo simbólico (la representación)... que cumple sólo
la función de encubrir, deformar y mistificar la
realidad, es decir, que estas ideas representan de forma
distorsionada lo que sucede en la realidad en la base de la sociedad
... la expresión de la clase dominante (explotadora, la
ideología burguesa), quedando fuera de esa expresión
las representaciones de las otras clases. Es la burguesía la
que aparece construyendo naturalmente esa expresión a su
antojo con la exclusión de las otras clases... Así, la
ideología sólo puede transformarse con cambios en la
base material y en tanto instancia de la totalidad social no tiene
ningún peso propio, ni participa en la conformación ni
en la reproducción de esa totalidad. (BOIVIN et
alli, 1999: 156)
Según
esta postura neomarxista, la forma de reconocer la
ideología desde las teorías clásicas resultó
poco útil para explicar el tema de las
desigualdades culturales, en tanto consideraron que éstas
se generaban solamente en la estructura. Por tal motivo, plantearon
repensar la desigualdad cultural como instancia más allá
que se la denomine ideológica o cultural- y brindarle el
atributo de poder de manera que por sí misma
generara la desigualdad y fuera reconocida en la totalidad social.
Para que esto sucediera consideraron fundamental que ese poder
de la cultura fuera una fuerza; por lo tanto,
incorporaron el concepto gramsciano- de poder hegemónico.
El reconocimiento de un poder hegemónico permite captar un
proceso por el cual una clase o sector logra una apropiación
para sí de las instancias de poder. Las condiciones
para que éste exista implica que sea legitimado por la
totalidad de la vida social, pareciendo como algo natural o
dado, no siendo establecido de forma coercitiva sino aceptado
consenso- por los grupos o clases no hegemónicas, y
encontrándose permanentemente desafiado por fuerzas
contrahegemónicas.
Al
introducir esta noción de hegemonía en tanto poder
simbólico se introduce una nueva diferenciación entre
clases de hombres. A la diferenciación económica que
marcó dos clases de hombres: explotadoras/explotadas ... se le
sumó la diferenciación política que separa otras
dos clases de hombres: dominantes/dominados ... y ahora aparece una
tercera diferenciación, la hegemónica, simbólica
o cultural que determina otras dos clases de hombres:
hegemónicas/subalternas ... La cultura, ya no es sólo
producción de sentidos, es producto del modo en
que se relacionan las clases hegemónicas y subalternas, es
también instrumento en la lucha (o el proceso) por la
hegemonía (poder simbólico) y es al mismo tiempo el
espacio (ámbito, instancia) donde dicho proceso se va dando.
(BOIVIN et alli, 1999: 159)
Profundizando
en el análisis, esta postura neomarxista se
cuestiona que al existir una lucha por la hegemonía esto mismo
implica que se creen espacios para el desarrollo de prácticas
independientes y no siempre en respuesta al sistema de los grupos
dominados. De esta manera, la instancia de cultura como fuerza de
poder en la totalidad social se cuestiona sobre su peso en relación
al resto de las instancias que implican esa totalidad. Para ello, se
remiten al concepto de determinación y, en su
amplitud, al de causalidad estructural. Uno de sus
precursores resultó Althusser, quien trabajó el
concepto en cuanto a que la determinación resulta de una
relación estructural de las distintas instancias de una
totalidad social, implicando por ello la existencia de modalidades
distintas de determinación. Con estos conceptos, esta postura
neomarxista considera redefinida la cultura en tanto hegemonía
y causalidad estructural en cuanto instancia de la totalidad social.
En
síntesis, así como la diferencia y la diversidad se
consideraban hechos empíricos contrastables, la desigualdad se
reconoce en su devenir histórico y determinado. A su vez,
mientras la diferencia respondía a una evolución y la
diversidad a una heterogeneidad de modalidades de la vida humana, la
desigualdad implica una relación de dominación, la cual
se funda a partir de una apropiación desigual de bienes
materiales y simbólicos que generan distinciones culturales,
económicas, políticas, sociales-. Además, en las
dos primeras delimitaciones diferencia y desigualdad- de la
alteridad, la especificidad de una cultura se explica a partir de la
cultura dominante, mientras que en el último proceso analizado
se manifiesta como producto de la forma que adquieren las relaciones
de dominación a partir de la determinación y causalidad
estructural.
En
relación al tema de la presente investigación se retoma
el concepto de construcción de la otredad a partir
de la desigualdad. Se considera que esto implica un reconocimiento
específico de una categoría de análisis en tanto
superación y negación de constructos en la dialéctica
hegeliana en este caso se especifica en lo que implica el
materialismo dialéctico concretamente marxista-, siendo parte
de un devenir histórico.
En
este sentido, reconociendo a la otredad por la
desigualdad, se considera que se pueden vincular en esta delimitación
ciertos aspectos planteados anteriormente y retomados desde las ideas
de Rebellato. Este autor plantea como desafío de las
sociedades actuales no separar los derechos políticos de los
derechos sociales, por considerar a estos últimos un derecho a
la vida. En este sentido, reconoce al capitalismo de fines del Siglo
XX época en la cual la tercer corriente de análisis
de la otredad desde la Antropología Cultural marca
una virada profunda en su concepción- como el regulador
cuasi-natural de las sociedades occidentales, complejidad
ésta imposible de ser captada por la mente humana en tanto
evolución cultural y social de la humanidad.
Traspolando
grosso modo estas puntualizaciones sobre el devenir histórico
de las distintas culturas en cuanto instancias de poder en la
totalidad social, se considera que se puede reconocer una
delimitación similar en la definición del concepto de
otredad en relación a las personas con capacidades
diferentes. La investigadora ubica a esta población dentro de
los considerados dominados -en tanto el planteamiento a través
del cual el poder hegemónico es ejercido solapadamente
por la ideología dominante-, ya que éstos otros
son definidos como anormales por un nosotros
que se define como normal.
Alteridad
como determinación para la construcción social de la
discapacidad.
A
partir de lo planteado hasta el momento en esta construcción
social de la discapacidad, se considera que otro de los aspectos
fundamentales a tomar en cuenta en esta forma de identificarse desde
un nosotros e identificar unos otros, es la
de clasificar de alteridad a ese otro
-categoría entendida como ajeno-. Se definen estas categorías
como diferencias biológicas, pero se construyen sobre la
interpretación cultural de las desigualdades entre unos y
otros. En este sentido, Henri Tajfel da cuenta de tres tipos de
identidades, las que pueden construirse como: categorías
excluyentes de la alteridad, categorías integradoras de la
alteridad, y categorías de indefinición de identidad y
alteridad.
En
cuanto a las identidades como categorías excluyentes de la
alteridad, Tajfel (1984) se refiere al caso de la delimitación
por oposición y como negación uno del otro. Da cuenta,
entonces, de una exclusión por definición oposicional,
delimitando claramente el adentro -nosotros, los
normales- y el afuera -otros, los
anormales, en este caso concreto, los discapacitados-, lo
que lleva necesariamente a un rechazo de lo ajeno, a una
inferiorización de ese alter. En este sentido, es similar a lo
que se mencionaba anteriormente en relación a que los
atributos del otro los define el nosotros
desde la experiencia que se cree tener, desde la norma. En esta
perspectiva de exclusión no existiría conflicto más
que para el alter -en la mayoría de los casos sucede así-.
Para ello, a partir de los planteamientos de este autor, habrían
tres tipos de estrategias a seguir -por las personas con capacidades
diferentes-, a saber: tratar de hacerse lo más parecido al
grupo superior; reinterpretar sus características
propias -de discapacitados- y valorarlas positivamente -por eso lo de
capacidades diferentes, iguales pero diferentes-; o crear nuevas
características positivamente valoradas, para lograr su
legitimidad y aceptación, tanto de nosotros como
de los otros.
Tajfel
reconoce, también, una categorización integradora de la
alteridad, la cual implica reconocer la diversidad, recuperando los
aspectos normales y anormales de su
identidad. Con respecto a la población del presente estudio,
se estaría refiriendo a una concientización de su
condición de personas con capacidades diferentes en la
sociedad. Esto permite, entre otras cosas, cuestionar también
la normalidad del nosotros. Esta
categorización, más allá que también
implica la exclusión de la alteridad, marca una diferencia
importante al reconocer que excluyendo se reprime en uno lo que es
asignado al alter -en este sentido, para el caso de las
discapacidades, se puede percibir, por ejemplo, en lo que se había
visto de los miedos que se generan al entrar en contacto
con personas con discapacidad-, pudiéndolo reconocer como
componente propio. Se reincorporan así los elementos del alter
para la definición del yo.
La
tercera categorización que menciona Tajfel implica la
indefinición de la identidad y la alteridad, no delimitándose
ni diferenciándose estas esferas tan claramente. Para el
autor, ésta sería una concepción de identidad de
la posmodernidad, en tanto se une a la indefinición de todas
las categorías tradicionalmente fundantes de la identidad del
yo. Las categorías se perciben como esferas flexibles y
permeables. Esta nueva concepción implica una coherencia en la
trama de relaciones sociales más complejas y variables que se
van dando a lo largo de la historia hasta nuestros días,
brindándosele otro sentido a las identidades particulares.
Para el autor, esta categorización sólo se hace posible
en la medida que se dejen de tomar en cuenta las características
del yo como atributos reales de identificación.
Con
respecto a este último planteamiento, se considera que lejos
de apuntar a una destrucción del otro,
implica un replantearse toda la concepción de alteridad y de
existencia del ser en la sociedad, dejando a un lado el fantasma
de la negritud que varios autores generalizan para los
posmodernos.
Se
habla de alienación, pero la peor de las alienaciones no es
ser despojado por el otro, sino estar despojado del otro; es tener
que producir al otro en ausencia del otro y, por lo tanto, ser
enviado continuamente a uno mismo y a la imagen de uno mismo. Si en
la actualidad estamos condenados a nuestra imagen (a cultivar nuestro
cuerpo, nuestro look, nuestra identidad, nuestro deseo), no es a
causa de la alienación, sino del fin de la alienación y
de la desaparición virtual del otro. De hecho, el límite
paradójico de la alienación consiste en tomarse a sí
mismo como punto de mira, como objeto de cuidado, de deseo, de
sufrimiento y de comunicación. Este cortocircuito definitivo
del otro inaugura la era de la transparencia; la cirugía
estética se hace universal; la de la cara y el cuerpo no es
más que el síntoma de una cirugía mucho más
radical: la de la alteridad y el destino. (BAUDRILLARD,
2000)
En
ese mirarse a uno mismo que plantea el autor, haciendo desaparecer
al otro es donde se reconoce radica uno de los puntos
álgidos para abordar la temática de la discapacidad.
Logrando trascender esta dificultad, se piensa posible el análisis
profundo de esta temática, por ejemplo, a través del
reconocimiento de mediaciones como el mencionado par dialéctico
integración exclusión social, así como
categorías de análisis que logren dar cuenta de la
misma: otredad, alteridad, acceso, mistificidad, entre otras.
En
cierta medida, continuando con lo que implicaría esta matriz
teórica, se puede retomar lo que Castoriadis plantea en tanto:
El
encuentro solo deja dos posibilidades, que los otros sean inferiores
o que los otros sean iguales a nosotros. La experiencia demuestra que
se sigue casi siempre la primera vía, casi nunca la segunda.
Hay para eso una razón aparente. Decir que los
otros son iguales a nosotros, no puede significar iguales
en la indiferenciación ... Todo se volvería indiferente
y sería desinvestido. Los otros son simplemente otros ... Lo
cual es verdad, pero solo en un sentido. La incompatibilidad
no puede producirse naturalmente en la historia y no
debería ser difícil comprender la razón. ...
superar esa incompatibilidad, implicaría tolerar
en los otros lo que para ellos es abominable... (CASTORIADIS
apud MIRANDA REDONDO, 2000: 134).
Esta
postura de Castoriadis se considera que en cierta manera permite una
apertura hacia la concreción de la imposibilidad de
indisolución del otro en nosotros.
Para la investigadora, resulta más claro plantear esta
situación a partir de pensar este nosotros y los
otros como dos caras de una misma moneda: uno no existe
sin el otro, ambos se definen por oposición uno del otro. Por
esta razón, negar a los otros implica la inmediata
negación del nosotros. Lo que se propone,
entonces, es el reconocimiento de ambos, para el devenir de esta
temática, en cuanto superación de estos conceptos y su
negación dialéctica-. Teniendo presente que la
segunda propuesta de Tajfel resulta un avance en la temática,
en tanto se ha visto la limitación que las sociedades
capitalistas modernas tienen para con la discapacidad; sin embargo,
se intenta visualizar una manera alternativa de reconocer
la temática, haciendo una lectura totalizadora en relación
a la dialéctica hegeliana: nosotros y los otros
como opuestos y complementarios para el estudio de la discapacidad.
Accesibilidad
como determinación para la construcción social de la
discapacidad.
Continuando
con la construcción social de la discapacidad, otra de las
determinaciones que atraviesa esta temática resulta la
accesibilidad que las personas con capacidades diferentes tengan en
su vida cotidiana. En este sentido, poder funcionar y participar
independientemente en los asuntos que hacen al individuo en los
términos propios de uno mismo, en su misma significación
y con las propias habilidades, significa estar capacitado para poder
llevar adelante el propio potencial que cada uno tenga. Acceso
a estar capacitado para participar y funcionar como un ser humano
aceptado y completo, más allá de las especificidades.
Se considera que la imposibilidad a este acceso determina, en mayor o
en menor medida, la exclusión social de las personas con
capacidades diferentes, sin estimar cuál sea su dificultad,
sin considerar las habilidades que sí posee.
Un
autor que en la actualidad se considera relevante para el estudio de
esta categoría resulta Amartya Sen, quien la vincula al
concepto de igualdad a partir de democracia
en el marco de lo que sería una sociedad
humanitaria. A partir de las ideas de este autor, se
relacionan distintos aspectos trabajados a lo largo de la presente
investigación, en tanto: desigualdad visualizado
como par dialéctico de igualdad; y, democracia,
reconocida por la investigadora tal como se planteó por
Rebellato. En cuanto a las categorías que para Sen resultan
claves en la conceptualización de accesibilidad -sociedad
humanitaria, libertad, ciudadanía,
derechos-, precisamente la autora encuentra
discrepancias, justamente por considerar que lo que en un primer
momento pudo haber estado en este pensador indio como propuesta
filosófica de cambio, con su inserción en un organismo
mundial sus ideas consciente o inconscientemente, explícita
o implícitamente- reflejan y se condicionan por el discurso de
la ideología dominante.
Sen
plantea que el progreso hacia la igualdad implica una experiencia
liberadora, siendo el objetivo brindar oportunidades justas
e iguales a todos los ciudadanos a fin de que puedan sentirse
realizados. Que este postulado se alcance implica un
desafío que el autor considera debe ser realizado. Para ello,
Sen ha elaborado un método conocido como análisis
de los derechos, partiendo de la concepción de
derecho como el conjunto de diferentes productos que una
persona puede exigir en una sociedad valiéndose de todos los
derechos y las oportunidades que encuentre. (SEN apud
BRITOS, 2000: 3)
Sen
identifica cuatro categorías fundamentales de derechos, los
que determinan el control individual de los sujetos de lo que puedan
utilizar según las reglas y normas impuestas por la sociedad,
a saber: derechos al producto del comercio implica disposición
monetario y/o de productos-, derechos a la producción sobre
lo que cada individuo produce con sus propios recursos-, derechos al
producto del trabajo implica la posibilidad de vender el sujeto
su propia fuerza de trabajo, vinculado esto a los derechos del
producto del comercio-, y derechos sucesorios y de propiedad
remesas, regalos, legados, seguridad social, pensión y
distribución de alimentos-. (SEN apud BRITOS, 2000)
Este
concepto de accesibilidad propuesto por Sen se considera que, más
allá que se esté formulando hacia la población
universal, no deja de ser destinado en lo discursivo
hacia aquellos individuos cuya existencia carezca de uno o varios de
estos derechos que también están especificados de
alguna manera en el articulado de la Declaración Universal de
Derechos Humanos-. La investigadora considera que esta postura
responsabiliza al sujeto individual que no logra hacer valer sus
derechos, cuando el dedo acusatorio debe ser dirigido
justamente hacia aquellos de con un discurso pomposo intentan tapar
el sol con un dedo. El hecho es, ¿cómo hacer para
que estos derechos realmente sean universales? O, dicho de otra
forma, ¿cómo hacer para que la universalización
de los derechos implique la disminución de las enormes
desigualdades que existen entre los individuos 45?
Si
esto se piensa concretamente en relación a las personas con
discapacidad, accesibilidad implica ir más allá aún,
en tanto sus derechos no están siendo respetados ante aspectos
a veces invisibles para la vida cotidiana de aquellos que
se consideran normales. Por citar algunos ejemplos
corrientes, derecho a transitar libremente por la ciudad sin
impedimentos arquitectónicos, de comunicarse telefónicamente
con aparatos que puedan utilizar las personas sordas, sonidos en los
semáforos para que las personas no videntes reconozcan los
cambios de luz, etc., etc. Para las personas con capacidades
diferentes, accesibilidad implica la posibilidad de ser, en primera
instancia, y de ser un sujeto con derecho a tener derechos los
que Sen menciona como accesibilidad- y de ahí en más.
Mistificidad
como determinación para la construcción social de la
discapacidad.
La
discapacidad en su construcción social ha estado atravesada en
su devenir histórico por la mitificación que de ésta
se ha ido construyendo. Beatrice Wright (1991) reconoce cinco mitos
básicos al respecto, a saber:
El
mito de la inadaptación general: Apunta a la concepción
generalizada a partir de la cual las personas con discapacidad
tenderían a ser más inadaptables que las personas
consideradas "normales".
El
mito de la tragedia: Se refiere a que la vida cotidiana de las
personas con discapacidad implicaría tender a la negatividad,
determinándose así un paralelo entre tragedia y
discapacidad.
El
mito de la frustración excesiva: Se basa en el imaginario de
que la característica determinante de las personas
discapacitadas resulta la frustración 46 .
El
mito de las características personales: Se concibe que, en la
mayoría de los casos, la discapacidad de una persona es una
propiedad de ésta. A esto se le agrega la concepción
de limitación en tanto restricciones del medio ambiente
-barreras arquitectónicas, legales, de actitudes, entre otras
-.
El
mito del pecado: A través de éste no se hace más
que tratar de determinar las causas que han generado la discapacidad
en la persona, generalmente considerándose como un "castigo"
a la persona misma, a su familia, o a un tercero cercano.
Como
punto de partida resultan interesantes estos planteos, pero se
considera que Wright identifica distintas percepciones de aquellos
que se consideran normales, y quedarse en el
reconocimiento de una u otra postura según individualidades
implicaría perder de vista aspectos que se consideran hacen a
los orígenes en este devenir en la delimitación del
imaginario social de la discapacidad. En este sentido, ¿cuál
sería la dimensión ontológica e histórica
de dicho imaginario?
Se
considera que una posible respuesta podría encontrarse en lo
que serían las significaciones imaginarias
sociales 47 ,
las que permitirían la cohesión social a través
del no reconocimiento u ocultamiento de lo que implican problemas que
pueden lesionar tal unidad. La investigadora piensa que una de las
formas por las que este ocultamiento se legitima es a través
del mito. Tal como Hegel delimitaba el concepto del Ser a través
de la Nada y viceversa, de esta misma manera se concibe esta
significación imaginaria a partir de la significación
imaginaria que la concibe, siendo el devenir de estas significaciones
imaginarias lo que implicaría en el caso concreto del
presente estudio- la delimitación del mito de la discapacidad
como construcción dialéctica de la alteridad en tanto
desigualdad.
En
este sentido, e incorporando en este punto lo planteado por Miranda
Redondo (1999), la identidad se explicitaría a través
de estas significaciones imaginarias sociales las que se
considera refieren al sujeto, a lo real-. Así, la existencia
de una identidad del sujeto en virtud de un
imaginario permitiría referirse a una
identidad imaginaria. A partir de esto, el autor
concibe el imaginario como facultad propia del sujeto social, lo cual
se relaciona con lo anteriormente mencionado sobre el fundamento
ontológico e histórico del imaginario.
Se
considera que esta identidad imaginaria implica el devenir de una
identidad subjetiva del nosotros como opuesto
complementario de una identidad subjetiva del otro. Con
esto, el sujeto se reconoce no sólo a partir de su
autopercepción, sino también a través de la
mirada del otro y las determinaciones que implican tal relación
en ese devenir. De esta manera, otro aspecto a delimitar para la
comprensión del imaginario sería el de las
representaciones. Esto se considera que se legitima a través
de lo recién expuesto en relación a la delimitación
de la identidad imaginaria. Como parte de este par dialéctico,
su opuesto complementario y a través de lo cual las
representaciones de delimitarían, implica lo irrepresentable,
es decir, lo no-determinado 48.
Se
cree importante hacer referencia a la influencia de los medios
masivos de comunicación en relación a la construcción
del mito de la discapacidad, reconociendo en su devenir histórico
distintas etapas. La caricaturización de distintas
discapacidades han ido fomentando la construcción mítica
de lo que sería una persona con capacidades diferentes:
personajes de individuos maravillosos que luchan contra lo imposible,
personajes violentos y autodestructivos, personajes
extraordinariamente bondadosos y llenos de inocencia, cargando con
ello cuestiones emocionales de amargura y superación. En su
momento, también tuvieron su auge los niños
discapacitados, a través de maratones radiofónicas y
televisivas con el objetivo de recaudar fondos, por lo que la lástima
por ese otro diferente alentaba a la mitificación de ese otro
imposibilitado, debiendo ser ayudado no sólo por sociedades
benéficas integradas en su mayoría por personas
normales sino también por la sociedad en su
conjunto.
Tal
como menciona Miranda Redondo (1999), esto sucedió en un
tiempo en que las responsabilidades gubernamentales no daban
respuestas a las necesidades de las personas con discapacidad,
mientras que las sociedades benéficas intentaban sobrevivir a
partir de donaciones y trabajo filantrópico. En estas décadas
entre 70 y 80, cuando no los 90 también-,
la discapacidad debía ser apartada de la
normalidad, por lo que resultó ser la era
especial: niños y adultos con discapacidad eran en gran
parte invisibles para el público, ya que eran enviados a
escuelas especiales, en transporte especial, se los recluía en
centros especiales o se los ocultaba en sus casas. Los mensajes que
se enviaban se referían a la curación, como si la
realidad de la vida de las personas con discapacidad fuera demasiado
desagradable o demasiado compleja como para ser tenida en cuenta.
A
partir de la década de los 90 aparece el que se
considera el otro gran medio masivo de comunicación más
allá de la televisión: internet. Su gran novedad
implica y permite que personas y/o instituciones con necesidad de
brindar información pueden hacerlo sin mayores dificultades
logrando una difusión instantánea a nivel mundial. De
alguna manera, se considera que así como la radio, cine y
televisión fueron medios para la mistificación de las
diversas discapacidades, fundamentalmente caricaturalizándolas;
internet se ha convertido un espacio plausible y rico para la
inclusión de la más variada información sobre
las diversas discapacidades.
La
ausencia misma de las personas con discapacidad, o su virtual
"invisibilidad" en la vida ordinaria, no ha hecho sino
exacerbar los estereotipos populares sobre estas personas, lo que, a
su vez, ha contribuido a perpetuar un ciclo de exclusión. En
este sentido, es indudable la estrecha relación existente
entre las actitudes prejuiciosas, la falta de igualdad de
oportunidades y la discriminación, y la falta de un
tratamiento adecuado de la discapacidad en los medios de comunicación
social. (MIRANDA REDONDO, 1999: 34)
Miranda
Redondo plantea a partir de esto la existencia por lo menos dos
formas de reconocimiento de la discapacidad, los cuales ve reflejado
en la forma cómo se transmite la información al
respecto en los medios de comunicación, a saber: por un lado,
lo que él denomina paradigma de la rehabilitación
y, por el otro, lo que llama paradigma de la autonomía
personal o de la vida independiente. Para la
primera de las situaciones que la reconoce en el período
de la post-guerra-, el discapacitado aparece como sujeto de
protección o tutela, como un ciudadano mantenido
perpetuamente en minoría de edad al cual se
responsabiliza por su situación y se le exige como
derecho y deber- corregir y modificar su situación para que
deje de ser un obstáculo para su integración.
El
problema de la discapacidad se define como un problema del individuo,
pues es en su deficiencia y en su falta de destreza donde se localiza
el origen de sus dificultades. La solución hay que buscarla,
según este planteamiento, a través de la intervención
profesional de todos los especialistas que constituyen el ya clásico
equipo rehabilitador: médico, fisioterapeuta, terapeuta
ocupacional, consejero de rehabilitación, psicólogo,
trabajador social, etc. (MIRANDA REDONDO, 1999: 133)
En
contraposición a este reconocimiento de la discapacidad, surge
en la década del 70 fundamentalmente en Estados
Unidos- el movimiento de vida independiente.
...el
movimiento de vida independiente demostró que los pronósticos
de vida dependiente e institucionalizada que se les asignaban a las
personas con graves deficiencias físicas podían ser
rotos por ellas mismas. (MIRANDA REDONDO, 1999: 133)
Este
autor plantea, y la investigadora en la generalidad comparte, que en
los últimos años se está frente a un intento de
conciliar ambos paradigmas, armonizando ambas posturas en
base a ideas como el derecho a la diferencia, la autodeterminación,
la accesibilidad, la calidad de vida, la no discriminación y
la igualdad de oportunidades. Se ha producido, así, un
importante cambio en la concepción de la discapacidad. De esta
manera, los propuestas terapéuticas tradicionales de
asistencia y recuperación de las capacidades funcionales
fueron gradualmente sustituidos por aspectos orientados a la
identificación y la eliminación de los posibles
obstáculos para una igualdad de oportunidades y la
participación plena en todos los aspectos de la vida.
En
la actualidad, predomina la integración sobre el concepto de
la adaptación. La Asamblea General de las Naciones Unidas
adoptó en 1993 este nuevo planteamiento mediante su Resolución
sobre las Normas Uniformes para la Igualdad de Oportunidades de las
Personas con Minusvalía. En América Latina surge como
mojón para el abordaje de esta temática la Convención
Interamericana para la Eliminación de todas las formas de
Discriminación contra las Personas con Discapacidad, aprobada
en la Ciudad
de Guatemala, en junio de 1999.
Los
Estados parte en la presente convención,
Reafirmando
que las personas con discapacidad tienen los mismos derechos humanos
y libertades fundamentales que otras personas; y que estos derechos,
incluido el de no verse sometidos a discriminación
fundamentada en la discapacidad, dimanan de la dignidad y la igualdad
que son inherentes a todo ser humano;
Considerando
que la carta de la organización de los estados americanos, en
su artículo 3, inciso j) establece como principio que "la
justicia y la seguridad sociales son bases de una paz duradera";
Preocupados
por la discriminación de que son objeto las personas en razón
de su discapacidad;
Teniendo
presente el convenio sobre la readaptación profesional y el
empleo de personas inválidas de la organización
internacional del trabajo (convenio 159); la declaración de
los derechos del retrasado mental (ag.26/2856, del 20 de diciembre de
1971); la declaración de los derechos de los impedidos de las
Naciones Unidas (resolución nº 3447 del 9 de diciembre de
1975); el programa de acción mundial para las personas con
discapacidad, aprobado por la asamblea general de las Naciones Unidas
(resolución 37/52, del 3 de diciembre de 1982); el protocolo
adicional de la convención americana sobre derechos humanos en
materia de derechos económicos, sociales y culturales
"protocolo de San Salvador" (1988); los principios para la
protección de los enfermos mentales y para el mejoramiento de
la atención de la salud mental (ag.46/119, del 17 de diciembre
de 1991); la declaración de Caracas de la Organización
Panamericana de la Salud; la resolución sobre la situación
de las personas con discapacidad en el continente americano (ag/res.
1249 (xxiii-o/93)); las normas uniformes sobre igualdad de
oportunidades para las personas con discapacidad (ag.48/96, del 20 de
diciembre de 1993); la declaración de Managua, de diciembre de
1993; la declaración de Viena y programa de acción
aprobados por la conferencia mundial de las naciones unidas sobre
derechos humanos (157/93); la resolución sobre la situación
de los discapacitados en el continente americano (ag/res. 1356
(xxv-o/95)); y el compromiso de panamá con las personas con
discapacidad en el continente americano (resolución ag/res.
1369 (xxvi-o/96); y
Comprometidos
a eliminar la discriminación, en todas sus formas y
manifestaciones, contra las personas con discapacidad...
(CONVENCIÓN de GUATEMALA)
Todos
estos instrumentos jurídicos y políticos han ejercido y
están ejerciendo una profunda influencia sobre la forma en la
que el concepto y las actitudes ante la discapacidad se están
redefiniendo en nuestras sociedades.
Sin
embargo, se considera que no hay que perder de vista la posibilidad
de acrecentar el mito de la discapacidad cuando surgen estas
resoluciones a partir de discursos de emergencia. Esto se
piensa, básicamente, en el poder hegemónico de la
comunidad internacional que se cree encuentra su real fundamento en
una institución de Occidente 49
para trascender barreras internacionales e introyectarlo en el
discurso del beneficio de la humanidad en su generalidad. Quedar
encajonado ante los discursos propios de esta ideología sobre
la universalidad de sus propuestas lleva a cuestionarse,
al menos, ¿universal para quien? ¿En qué
sentido?
Ningún
concepto como tal es universal. Cada concepto es válido antes
que nada en donde fue concebido. Si queremos extender su validez más
allá de su propio contexto, es necesario justificar la
extrapolación (...) para que la validez de un concepto sea
universal ... debe de ser el punto de referencia universal para
cualquier problemática que tenga que ver con la dignidad
humana. En otras palabras, ese debe desplazar cualquier otro
equivalente homomórfico y ser el pivote central de un orden
social justo. Para ponerlo en otros términos, la cultura que
habría dado a luz al concepto de Derechos Humanos tendría
que ser llamada igualmente a convertirse en una cultura universal.
(STEINER,
ALSTON apud MIRANDA REDONDO,1999: 54)
En
este contexto, y para el caso concreto de la discapacidad, 1983-1992
fue designado el Decenio de las Naciones Unidas para los Impedidos.
Con esto, se pretendió promover el reconocimiento pleno y la
integración de esta población a la vida social. Desde
el discurso de las Naciones Unidas, siempre se han preocupado por el
bienestar y por los derechos de esta población, en tanto:
...las
personas con discapacidad está presente en los principios
fundacionales de las Naciones Unidas, basados en los derechos
humanos, las libertades fundamentales y la igualdad de todos los
seres humanos. (JIMÉNEZ LARA, 2002: 1)
Sin
embargo, la investigadora considera que ese pregonar de libertad
e igualdad implica en realidad una forma particular de
interpretar y hacer respetar un mandato 50
que trae consigo una ideología que con una lavada de
cara y a veces no tanto- intenta disimular.
TEJIENDO
LA RELACIÓN ENTRE DISCAPACIDAD Y EL PAR DIALÉCTICO
INTEGRACIÓN - EXCLUSIÓN SOCIAL.
La
interrogante que a lo largo de la presente tesis se ha ido
delimitando se orienta a si estar o no aceptado dentro de la norma
determina la integración o la exclusión social. En este
sentido y tal como se ha visto-, la exclusión implicaría
quedar fuera, ya sea de los valores, de las normas, de
los ámbitos de socialización, del mercado laboral,
entre otros, partiendo de la base que para determinar tal condición
se lo hace desde la mirada de un nosotros que responde a
la cultura hegemónica dominante de ese tiempo y espacio.
De
esta manera, formar parte de la normalidad de la sociedad
moderna implica una serie de aspectos a tomar en cuenta desde el
nosotros en relación a delimitar un otro,
modelos normativos que determinan lo que está bien, lo que es
lindo, lo que es conveniente, como otros aspectos que
resaltan positivamente esa normalidad del
nosotros. Parecería que el devenir de estas
sociedades modernas se ha ido determinando por lo que se defina como
pertenecer y seguir la norma. En este aspecto se
considera que podría hallarse una de las respuestas a la
pregunta inicial: parecería que la normalidad
fuera determinante en los procesos de exclusión social.
Retomando
la población objetivo del presente trabajo en relación
a esta línea de análisis, se considera que se puede
plantear que, por lo general, la aceptación social de la
discapacidad se mantiene dentro de los términos de la relación
inclusión-exclusión. Más allá que se
hayan ido cambiando las formas a través de las cuales se la
reconoce, se han ido generado otras vías para juzgar y
explicar la discapacidad que, en última instancia, no hace más
que diferenciar lo normal de lo patológico, que lleva a que se
continúen impulsando sobre esta población modelos de
adaptación y control social.
Desde
tiempos inmemoriales la sociedad se ha encargado de mantener alejados
de ella a todos los individuos que salieran de los limites de la
normalidad. Los métodos podrían ser
inhumanos, respondían o no a una posición científica,
pero también a miedos y ansiedades que generaban estos seres
diferentes. En nuestros tiempos los métodos, tal
vez, son diferentes -más sutiles, quizás-, pero los
miedos siguen existiendo (GONZÁLEZ,
1992:15).
Tal
como se planteó anteriormente, Nascimento (1994) se refiere a
la exclusión como un proceso social de no reconocimiento del
otro, de rechazo o de intolerancia, de no considerar los
derechos que le son propios al otro. De esta manera,
plantea realizar el abordaje de la exclusión social a través
del concepto de ciudadanía, lo que significaría el
reconocimiento del otro como un semejante, una persona
con derechos y, sobre todo, con derecho a tener derechos. Como se ha
visto, este autor plantea la exclusión en aquellos individuos
y/o grupos que se hallan excluidos socialmente desde siempre, ya sea
por el color de su piel, la religión que profesan, las
opciones sexuales, tipos de discapacidad, entre otros. Los define
como grupos sociales excluidos que participan de la vida social en
general, lo cual implica la no pérdida formal de los derechos
inherentes al ser humano y que les son propios. Sin embargo, reconoce
que estos grupos tienen formas particulares de socialización,
en tanto sus diferencias no son aceptadas y/o toleradas por ese
nosotros.
Se
considera que éste es un punto de partida importante para
reconocer las situaciones de exclusión social en las que la
mayoría de las personas con capacidades diferentes se hallan.
Pensar su exclusión desde siempre tendría
que ser motivo necesario como para valorar la diferencia y
replantearse los discursos y actos desde la sociedad del
nosotros. Reconocer que sus diferencias no son aceptadas y que
cuentan con formas particulares de socialización
se cree implica posicionarse desde la imposibilidad de reconocer a
ese alter, ya no sólo en la indefinición de
la identidad y la alteridad que Tajfel reconoce en los autores
posmodernos 51 ,
sino como categorización integradora de dicha alteridad, en el
reconocimiento de la diversidad, a partir de la recuperación
de los aspectos normales y anormales de la
identidad. Reconociendo que esta segunda posición planteada
por Tajfel implica también la exclusión de la
alteridad, marca una diferencia importante al reconocer que
excluyendo se reprime en uno lo que es asignado al alter.
Es
en este sentido que la investigadora considera necesario reconocer la
dialéctica hegeliana de opuestos complementarios, en tanto la
no existencia de uno determina la no existencia del otro. Tomando en
cuenta que Tajfel no se refiere en momento alguno al respecto, se
considera importante introducir la concordancia con este autor en la
segunda determinación, en tanto resulta un reconocimiento de
la alteridad al menos en su diversidad. Ello no deja de lado la
posibilidad de plantearse la utopía de que el
concepto de alteridad trascienda a los sujetos en su particularidad,
en tanto pares dialécticos normal-anormal,
bueno-malo, capaz-incapaz, por citar algunos
nimios ejemplos.
En
páginas anteriores se retomaba de Boudrillard la idea de que
no es ser despojado por el otro, sino estar despojado del
otro lo que estaría marcando un punto clave, ya que
se considera que ese otro, con sus determinaciones, es diferente a
cada uno de los otros. La idea que la autora intenta hacer primar
aquí es que cada persona es diferente por el sólo hecho
de ser un ser social determinado por su historia de vida, su
contexto, su vida cotidiana, su condiciones materiales de existencia,
entre otros. Con esto se quiere mencionar la idea que esta
posibilidad de ser despojado del otro
trasciende a las personas con discapacidad, encontrándose
todos los individuos de este Siglo XXI ante la misma situación
más allá de las conciencia o inconsciencia que de
ello se tenga-.
Se
considera que esto no se estaría remitiendo a una postura
fatalista sobre la situación de la humanidad en su
generalidad, sino más bien una identificación de que,
en la actualidad resulta difícil reconocer al otro en su
generalidad, no sólo en la discapacidad- en su totalidad, con
sus acuerdos y divergencias, con su posicionamiento en su realidad
social. Se cree que el deber ser prima sobre el ser,
lo cual imposibilita el reconocimiento del otro en su diferencia. El
cuestionamiento que la investigadora se plantea -por ello lo dicho
anteriormente- resulta en qué medida este deber ser
en sociedad, esa normalidad a partir de constructos
teóricos densos 52 ,
que trascienden conceptualmente la vida cotidiana de cada individuo
pero que la limitan y la determinan, cómo inciden en la
integración o exclusión social de las personas con
capacidades diferentes.
Se
considera que el respeto por los derechos humanos -en tanto cada
sujeto tiene derecho a tener derechos- y la diversidad humana han de
ser un valor esencial en las sociedades contemporáneas. El
reconocimiento y la valoración de la diversidad implica uno de
los mayores desafíos, puesto que los procesos sociales y
económicos tradicionales se han delimitado a partir de idea
preconcebidas sobre la normalidad, lo cual ha traído
aparejado, en la mayoría de las situaciones, la exclusión
social de las personas con capacidades diferentes, pero siempre
reconociendo la existencia de su opuesto complementario:
la integración social.
NOTAS
33
Por ejemplo: Síndrome de Down -deficiencia mental- y sordera
-deficiencia sensorial.
34
Por ejemplo: ceguera y sordera -deficiencias sensoriales-, retardo
mental y esquizofrenia -deficiencias mentales-, paraplejía y
manquedad -deficiencias físicas-.
35
Sociedad se introduce especialmente en esta frase en tanto la
mayoría de los planteos refieren a la sociedad
como las personas dentro de lo que es considerado normalidad,
marcando la diferencia con los otros, los
discapacitados, lo que yo no soy. Y con estos prejuicios
y conceptos es que se plantean estrategias y formas de ser y
reconocer de las personas con capacidades diferentes. Como se ha
mencionado, desde la investigadora, se reconoce esta realidad pero
se intenta trascenderla para lograr un análisis más
basto de la temática.
36
En este caso concreto se aprecia claramente lo que en el capítulo
anterior se intentó introducir en relación a los
derechos y la posibilidad de los sujetos de ser reconocidos con
derecho a tener derechos por su condición de ser social.
37
Por ejemplo, ser padres hoy de un niño discapacitado no es
percibido como un castigo de Dios; sin embargo, se han
generado otras vías para juzgar y explicar esta discapacidad
que, en última instancia, no hacen más que diferenciar
lo normal de lo patológico.
38
Más allá que los planteamientos vertidos por este
autor refieren a las formas de construcción del otro
en tanto las diversas culturas existentes, se considera que
trascendiendo el hecho concreto de los ejemplos dados por éste
es traspolable a la construcción del otro cuando
se trata de construir una identidad por oposición al
nosotros.
39
Una vez más, más allá que estos autores se
refieran a las divergencias a nivel de las distintas culturas, es
traspolable tal argumentación para el reconocimiento de la
temática que se está abordando.
40
En este sentido, Malinowski hace referencia a la universalidad de la
función y de los principios de la organización
institucional asociados a los componentes básicos de la
cultura -a saber: equipamiento material, equipamiento humano en
tanto organización a partir de normas y equipamiento
espiritual en tanto ideas, valores, creencias, entre otros- y a los
imperativos instrumentales e integrativos.
41
Tal situación no fue un contacto entre dos pueblos,
sino de un sistema social determinado en contacto con otras
sociedades o culturas: el sistema capitalista en su fase
imperialista. El sistema dominante desposeyó de sus bienes
a las culturas nativas e introdujo una serie de presiones que va a
transformarlas en culturas dominadas. A partir de este momento, se
considera que la cultura dominada perdió la posibilidad de
ejercer una real acción sobre su propia historia, sufrió
un proceso de readaptación de los hábitos de
consumo, de sus creencias y de sus objetivos históricos.
Estas nuevas culturas, al encontrarse cada vez más
desposeídas devienen siempre más dependientes de
la potencia colonial que controla las fuentes de ingresos y de
bienes de consumo al mismo tiempo que la vida política.
(BOIVIN et alli, 1999: 151)
42
...principalmente se hace referencia a los movimientos de
liberación de Asia y África en las décadas del
50 y 60. Se considera que estos procesos fueron diversos
y esta diversidad fue producto tanto de las características
particulares de cada cultura nativa como de la diversidad de formas
que tomó la dominación. (BOIVIN et alli,
1999: 151)
43
...las actuales desigualdades en la relación de
fuerzas, factor prioritario en la determinación de las
relaciones internacionales, originan el asentamiento de influencias
extranjeras en el seno de muchas naciones y dan lugar a una especie
de extensión del hecho colonial (...) se podría
describir el actual período de la historia de la humanidad
como un período de colonialismo generalizado.
(BALANDIER apud BOIVIN et alli, 1999: 151)
44
Cuyas unidades de análisis implican el estudio desde dos
posiciones, es decir, por un lado, al interior de sociedades
particulares en tanto el tipo de modo de producción, y, por
el otro, a la vinculación entre modos de producción
entre sociedades distintas.
45
Más no resulte una condición necesaria pero no
suficiente en tanto la desigualdad tiene que ver también con
la distribución y no sólo con el acceso.
46
Ciertamente, hay personas con minusvalías altamente
frustradas, pero también hay personas que se sienten
frustradas sin minusvalías (WRIGHT, 1991: 29)
47
Miranda Redondo, 1999.
48
Castoriadis menciona de alguna manera la representabilidad y la
irrepresentabilidad, lo determinado y lo no determinado, aunque se
considera que no lo hace desde una dialéctica hegeliana.
49 La
victoria planetaria de Occidente es victoria de metralletas, de
jeeps y de la televisión - no del habeas corpus, de la
soberanía popular, de la responsabilidad del ciudadano.
(CASTORIADIS apud MIRANDA REDONDO, 1999: 133)
50
Rafael Miranda Redondo (1999) reconoce al
mandato como ley, precepto o mandamiento, el cual puede hacer valer
un representante en virtud de la designación de sus
electores. Sin embargo, cuando se habla de mandato
humanitario, ¿dónde está el elegido?
¿quién lo designo? ¿a quién se le
consultó?
51
Esta se hace posible al dejar de tomar en cuenta las características
del yo como atributos reales de identificación.
52
Recuérdese lo citado de Ferrando: ... un poco en
broma, un poco en serio, de acuerdo a los cánones de
normalidad de esta sociedad, para que una persona pueda ser aceptada
plenamente tiene que ser: varón, blanco, sano, adulto,
heterosexual, con dinero y trabajo estable. (FERRANDO,
1995: 11)
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