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Edición electrónica

Edición N° 33 - otoño 2004

Algunos aportes críticos para pensar el trabajo social y la formación profesional

Por:
Sebastián Giménez
* (Datos sobre el autor)


PRIMERA PARTE: Trabajo Social y formación profesional.

  • 1- Introducción

  • 2- Los peligros de un Trabajo Social egocéntrico.

  • 3- Las prácticas pre-profesionales. Paradojas y contradicciones. El “microcosmos” de la práctica.

1-Introducción

“Hay hombres que de su cencia

tienen la cabeza llena;

hay sabios de todas menas,

mas digo, sin ser muy ducho:

es mejor que aprender mucho

el aprender cosas buenas.”

José Hernández, Martín Fierro.

Escribo este pequeño libro con la intención de reflexionar sobre el Trabajo Social y la formación profesional. De hacer unos humildes aportes a un campo donde estoy prácticamente empezando a desenvolverme. Este trabajo es fruto también de una preocupación importante por el sentido y el perfil que a veces toma la profesión y la formación, alejándola de la realidad de nuestro pueblo sufriente y cada día más postergado. Por eso, los aportes que haré acerca de la formación no se centrarán tanto en si falta Inglés o Historia o Economía a la currícula, sino en las prácticas pre-profesionales y destacando la importancia de un mayor compromiso con la realidad popular.

Este libro quiere hablar de prácticas, del pueblo, y poco de teorías. En este sentido, no se encontrarán en este texto gran cantidad de notas al pie o de orientaciones bibliográficas. Es como un pensar en voz alta en nuestra profesión, en nuestra formación, y en la vinculación de la universidad y de nuestra carrera con el pueblo. No es un libro científico, no es un estudio de variables sistematizado. Creo que sin embargo no le quita valor. Vivimos ante una emergencia tal de la realidad que muchas veces los libros se nos caen de las manos. Este, por cierto, no será una excepción. Porque vivir en la emergencia nos obliga a hacer más que a decir. Por eso, por lo menos por un momento, sumerjámonos en las prácticas de nuestro pueblo y digamos, aunque sea provisoriamente “Alpargatas sí, libros no”. Por eso creo que la mejor forma de acercarnos un poco más a nuestro pueblo es hablar en llano y sin la soberbia de creer saber algo.

Miseria. Desnutrición. Desocupación. Precariedad. Pobreza. Derechos vulnerados. Hambre. Violencia. Estas palabras, que anteriormente parecían descubrir la situación de otros países, hoy son inseparablemente nuestras. Es el contexto en que nos toca insertarnos como profesionales o como estudiantes, y uno se descubre realmente como privilegiado de poder hacerlo. De esta situación tan complicada no puede salirse sin el esfuerzo de todos. Y este esfuerzo debe incluir también a nuestra carrera, al Trabajo Social. El problema de la formación no debería centrarse tanto en qué Trabajo Social queremos sino tal vez en qué podemos hacer como estudiantes y como profesionales ante esta calamidad social que nos toca vivir.
Esto conduce a revisar la pertinencia de algunas discusiones que se dan en la carrera: discusiones sobre el objeto de intervención, sobre la cientificidad de la profesión, sobre la asistencia y el asistencialismo, discusiones sobre la importancia de la investigación, etcétera. Discusiones que, si bien tienen que estar presentes en la formación, no deberían quizás ocupar tanto espacio.
Son discusiones y problemas en que prácticamente parece agotarse el Trabajo Social y la formación en la actualidad. Estas discusiones vacías (o por lo menos sin mucho contenido) conviven en la carrera con algunos comentarios que uno escucha acerca de la Cullen, o de otros compañeros que forjaron la historia de nuestra profesión. Y surge el inevitable comentario de que borraron a una generación de cuadros jóvenes que sin duda la tenían clara. Cabe preguntarse si la sabiduría de la generación de los 70 estaba ligada a un gran conocimiento teórico, o más bien a un compromiso militante en la realidad. A un conocimiento y a una intervención con el pueblo.

Entonces, el camino para cambiar la formación no es agregar Inglés o Historia a la currícula, sino un involucramiento mayor en la realidad. Esta inserción en la realidad puede o no significar necesariamente ideas radicales o posiciones revolucionarias. No significa derecha o izquierda. Significa solamente pueblo. Conocerlo, acompañarlo, integrarse a él en estos tiempos en que todo parece desintegrarse en un individualismo que también vació a nuestra carrera de un compromiso mayor con la realidad popular.
Cuando Lucía Cullen ejerció su acción, el Trabajo social era servicio social. Había una formación tradicional, pero el estar junto al pueblo es lo que la volvió temible. No es una cuestión de forma, sino de fondo. No importan tanto las etiquetas y los cuerpos teóricos sino la práctica.

Por eso el principal peligro de nuestra formación actual es la constitución de un Trabajo Social egocéntrico, lo que trataré de describir someramente en el siguiente apartado.

2-Los peligros de un Trabajo Social egocéntrico

El Trabajo Social, de un tiempo a esta parte, está preocupado por su status científico. Muchos trabajos y autores de renombre tratan acerca de lo científico del Trabajo Social.

Aquella calificada como tradicional denominación de servicio social ha sido cambiada por la de Trabajo Social, más acorde con los nuevos tiempos.

Así, se advierte un cambio: del Trabajo Social “servicio” al Trabajo Social “científico”, más intelectual, más complicado.

Esto no implica negar la complejidad de la realidad social. Ni por asomo.

“Humildad, humildad y menos cientificismo”, decía Arturo Jauretche.

No nos preocupemos tanto por la disciplina en sí, sino por el pueblo. No puede ser tan egocéntrica una disciplina justamente denominada “social”.

¿Hasta cuándo vamos a seguir “mirándonos el ombligo”?, teniendo miedo de que los “científicos” nos califiquen de “improvisados” y “tapa baches”.

No podemos pensar tanto a la disciplina en su grado ontológico, en sí misma, durante casi toda la carrera. Se la vacía de contenido. Observemos en quien estudia medicina, difícilmente se interroguen: ¿Qué es la medicina? A nadie se le ocurre, hablan de órganos, de enfermedades, de vacunas, de rehabilitaciones. Nadie habla de la ciencia en sí, o muy poco. Observemos si no a un maestro. Pocos se interrogan qué es ser maestro, qué es el magisterio. Se habla de cómo enseñar, de distintas técnicas de enseñanza, de problemas de aprendizaje, de la construcción del conocimiento por parte del alumno, etcétera.

Veamos el Trabajo Social: se habla (demasiado) de qué es el Trabajo Social, el rol profesional, del objeto de intervención, del status científico de la profesión, bla, bla, bla. Por supuesto que esta tendencia no es generalizable para toda la formación, existiendo también algunos contenidos y temas que nos vinculan precariamente con el mundo exterior.

No hablemos tanto del Trabajo Social en sí. Sí de las prácticas, de problemas concretos, de gestión de recursos, de creación de recursos donde no los hay, de la intervención concreta.

Conozcamos más al pueblo, sus deseos, sus necesidades. Que no nos embrollen el cerebro con tanta literatura. Literatura es hablar de problemas sociales sin haberlos visto ni sufrido nunca. Eso es literatura, cuando no hay práctica.

Para ver lo que le pasó a la formación profesional, utilizaré un ejemplo gráfico: invito al lector a pensar en una tortuga, el animal torpe y lento por autonomasia, por lo menos en el imaginario popular. Eso éramos cuando la visión tradicional del servicio social predominaba desde su concepción asistencialista. El Servicio Social avanzaba a pasos cortos, torpes y lentos. De repente, una lomada y la tortuga perdía el equilibrio. Bien, esta visión de la profesión tenía por supuesto sus indudables limitaciones, que aquí se quieren retratar en la tortuga.

En vez de comer mejor, de robustecerse, para manejarse mejor en la realidad y en la maleza, hoy la tortuga se metió adentro del caparazón. Si antes exploraba la realidad con pasos torpes y truncos, hoy se metió dentro suyo. Está observándose a sí misma: el diámetro del caparazón, su consistencia, sus funciones. Llueve y truena afuera, y la tortuga no se entera. De vez en cuando, intenta sacar alguna de sus patas, asoma su cabeza, pero ya no tiene fuerzas para incorporarse. Le duelen las piernas y es más seguro el caparazón, piensa la tortuga. Es más trabajoso caminar por la maleza, hace frío, los otros animales la asustan. Mejor replegarse. Cuando esté segura de su caparazón, podrá volver a caminar. Pero la fuerza de gravedad oprime la quietud de la tortuga, los alimentos se vuelven escasos por su poca relación con el ecosistema. La tortuga, mal nutrida, empieza a sentir el frío por el caparazón que se ha comenzado a resquebrajar. Cada vez es más difícil levantarse.

Entonces:

Basta de mirarnos, miremos.
Basta de “hacernos la cabeza”, hagamos.
Basta de pensarnos, pensemos.
Basta de protegernos, liberémonos.

Eso es: una liberación de nuestro temor a ser considerados “no científicos”. Una terapia de la liberación de esta traba, de este obstáculo que no nos dejar ver la realidad y, en consecuencia, nos aleja cada vez más del pueblo.

Superar este “egocentrismo” realmente es prioritario en los tiempos que corren. El Trabajo Social ontológico, en sí mismo, está virgen, paradójicamente, de contenidos.

3- Las prácticas pre-profesionales. De contradicciones y paradojas

Uno de los problemas característicos cuando comienza el año en la carrera de Trabajo Social en la Universidad de Buenos Aires es la escasez de ofertas de centros de práctica, sobre todo para la gente que trabaja.

Conseguir un trabajo puede significar, entonces, la pérdida de un año de estudios. Resulta paradójico que, en tiempos de tanta desocupación, conseguir el trabajo no signifique una alegría completa. Resulta contradictorio, además, que una facultad crítica de la actual situación de desocupación (lo que está muy bien), no encuentre alternativas que dar a los alumnos que tienen la suerte de estar ocupados.

Esto nos marca un alejamiento de la universidad de los estudiantes, mucho más si estos pertenecen a sectores populares empobrecidos que no pueden estudiar sin trabajar.

¿Qué porcentaje de la matrícula universitaria está en condiciones de estudiar sin trabajar? Contestar la pregunta significa comprender el alejamiento de la facultad de la situación real de los estudiantes en general.

Por otra parte, todos conocemos que la situación social de nuestro país es apremiante, las necesidades y problemas pueden verse y palparse en nuestra cotidianeidad. ¿Quién puede explicar que existan tan pocos centros de práctica para acción social en un país tan necesitado, tan demandante?

En el apartado que sigue se intenta explicar la causa de esta falta de ofertas en un contexto de demandas urgentes y crecientes.

El “microcosmos” de la práctica

En este apartado no sólo trataremos la falta de horario y propuestas para la gente que trabaja, sino que se buscará hacer propuestas concretas para la reformulación de las prácticas. La falta de ofertas es sólo la superficie de un problema más profundo.

Todo centro de práctica de Trabajo Social se desarrolla en diversas instituciones. Se caracteriza por tener un referente ligado a la institución, generalmente trabajador social salvo extrañas excepciones. El referente se ocupa de asesorar y acompañar a los alumnos en la práctica, explicando las finalidades con que los convocó la institución en cuestión. También atiende, entre otras cosas, los aspectos formales como la asistencia, realiza un seguimiento si tiene suficiente contacto con los alumnos, etcétera. Así, los alumnos están “contenidos” por el referente y también por el profesor del taller. Este ambiente deja, en ocasiones, poco espacio a la creatividad del alumno, a la iniciativa propia. Cada cuestión, a veces hasta las más insignificantes, pasa por el “filtro” del referente, del profesor del taller (y de la bibliografía), quitándole indudablemente espacio a la práctica autónoma y, sobre todo, a la asunción de responsabilidades personales. La persona se diluye en el grupo. Todo es grupal en las prácticas.

Volvamos al tema de la escasez de ofertas. Para sostener el “microcosmos” de la práctica profesional someramente descripto, se necesita casi siempre una institución y un Trabajador Social que funcione como referente. Como todos conocemos, los horarios de casi todas las instituciones comprenden la franja 8-18 hs. O sea, el horario de trabajo de casi todo empleado. Por otro lado, el hecho de que se prefiera un Trabajador Social como referente (¿por la transmisión por “ósmosis” de la vivencia del rol profesional?), dificulta aún más la cuestión.

Todos conocemos las épocas de ajuste que vivimos, y es complicado efectivamente conseguir instituciones con presupuesto para mantener empleado a un Trabajador Social. Pero, sin embargo, el contexto actual nos muestra un cierto “florecimiento” la sociedad civil, como los comedores comunitarios y otros emprendimientos. No son quizás instituciones de por sí, pero sí constituyen un ámbito en el cual puede intentarse la inserción de estudiantes de Trabajo Social, como un efectivo apoyo a estas acciones de la sociedad civil, ante el “retiro” del Estado. Este tipo de instituciones puede funcionar en horarios más flexibles, para que los compañeros estudiantes ocupados puedan cursar la práctica pre-profesional. Además, pueden constituir un espacio de verdadera acción pre-profesional, en el sentido de un mayor margen de acción y sin el encuadre institucional tan limitado a veces.

Lo que se viene sosteniendo implica una re-definición necesaria de las prácticas. El “microcosmos” no le saca al estudiante el temor a equivocarse, aprendiendo de los errores y de la propia práctica.

Esto no significa elogiar la improvisación. Pero tampoco consentir que, en el primer nivel de taller, se pase el año elaborando una monografía sobre una institución; que el segundo año se dedique entero a hacer un diagnóstico de una comunidad sin ni siquiera insinuar una intervención o ejecución de una acción. Dice Aylwin de Barros, refiéndose a la ejecución: “Esta etapa es de fundamental importancia en toda práctica, pues justifica y da sentido a todas las anteriores fases metodológicas. En la ejecución se corren la mayoría de los riesgos y se plantean los mayores desafíos al trabajo social”.

Riesgos, desafíos. Imposible de considerar esto en el “microcosmos” de la práctica, donde todo está controlado.

En nivel 3 recién hacia el segundo cuatrimestre se ejecuta un proyecto. En la primera parte del año se lo formula, se lo diseña. En la segunda, se lo ejecuta, lo que lleva a las inevitables reformulaciones de las planificaciones hechas “en el aire”. Se pretende llevar lo escrito en el papel a la práctica. Y no, como la lógica lo indicaría, lo que se realiza sistematizarlo en el papel.

Otro aspecto que dificulta las prácticas es la delimitación comunidad (segundo nivel), grupo (tercer nivel), caso (cuarto nivel). En una verdadera práctica, estos niveles se entrecruzan y confunden.

Margarita Rozas, al hablar del proyecto social, formula como efecto: “que posibilite continuar con cierta seguridad profesional las acciones de abordaje individual, grupal o comunitario”. O sea, los tres niveles integrados en la práctica del proyecto social.

Como propuestas, sin tenerlas del todo claras, cabría anotar los siguientes puntos:

  • Adaptar la teoría a la práctica. En el sentido de que hay que tener una concreta inserción en la realidad y una acción sobre ella, porque si no la teoría es palabrerío. Muchas instituciones y emprendimientos surgieron de reuniones espontáneas de chicos que jugaban al fútbol (¿de dónde salieron, por ejemplo, los clubes de fútbol?), pero nunca de la libreta de algún “iluminado”.

  • Solidaridad, cooperación con emprendimientos de la sociedad civil, posibilitando una universidad abierta a la comunidad.

  • Derrumbe del control del “microcosmos” de la práctica. Agregar mucha más ejecución a la práctica profesional. No significa ejecución sin planificar, implica planificar ejecutando.

SEGUNDA PARTE. TENEMOS HISTORIA POPULAR

  • 1-Introducción.

  • 2- Evita, modelo de trabajadora social.

  • 3- El padre Carlos Mugica. Para pensar desde el Trabajo Social.

1-Introducción La intención es terminar el libro rescatando de la historia a dos representantes del pueblo que lucharon como pocos por los derechos y las condiciones de vida de los más humildes. Lo hago en el convencimiento de que estudiar a Evita y al padre Carlos Mugica puede aportar muchos más elementos a los estudiantes que leer a Mary Richmond, con todo el respeto que nos merece una de las “fundadoras” del Trabajo Social. Primero, porque formaron parte y vivieron en nuestra tierra, en nuestro país, nuestra querida Argentina. En tiempos diferentes, pero con problemas que hoy se repiten aunque agudizados terriblemente. Segundo, porque fueron dos personas que persiguieron la justicia social y trabajaron desde el llano por el bien de los más humildes.
Seguramente aparecerán los prejuicios académicos de que analizarlos es “meterse en política”. Pero cabe preguntarse ¿qué científico no es político? ¿O qué eran Carlos Marx, Gramsci, y tantos otros que se leen en nuestra carrera y que son paradigmas de indudable conocimiento? Pero claro, leer a Gramsci, leer a Marx parece no ser tan “peligroso” para el saber académico porque hablaban de política pero de otros países, bien lejos del nuestro geográfica y culturalmente. En cambio, hablar de Perón, de Evita, del padre Carlos Mugica obliga a una mayor terrenalidad y deja menos lugares (lo que no significa que desaparezcan) para las abstracciones. Y obliga a un compromiso mayor para con nuestro pueblo, para saber por qué quisieron a ellos y no a otros.

Por supuesto que, de la lectura de este último tramo de este pequeño libro usted no encontrará ninguna receta metodológica y científica para el trabajo social. Pero quizás sí encuentre algunas impresiones más bien subjetivas, personales. Y es que, entre tantos papeles y libros, a veces la facultad nos hace perder el contacto con las personas y sus sentidos vitales. Y nos hace alejar de los sentimientos y anhelos de nuestro querido pueblo, de su fuerza vital, sus utopías y sueños. Si sirve para recuperar algo de esto, ya estaré cumplido.

2-Evita, modelo de trabajadora social

“La Fundación Eva Perón se formó de la nada, como generalmente se forman las grandes cosas cuando un gran corazón las anima, y una fuerte voluntad de bien las impulsa. La fuerza motriz fue Eva Perón; los medios, la bondad y la generosidad de nuestro pueblo; el fin, aliviar un dolor o enjugar una lágrima allí donde existiere. El precio pagado fue desproporcionado porque representó el sacrificio de la propia vida de Eva Perón que la inmoló conscientemente en beneficio de los pobres y los necesitados de todo orden, cualquiera fuera la parte del mundo donde estuviera".

“El mundo entero conoce a Eva Perón y el mundo entero sabe de su obra y de su acción. La Fundación surgirá potente y pujante de esta prueba, y un día cuando ya ni se sepa que estos bandidos han existido en nuestra Patria, la figura de Eva Perón surgirá serena y señera para indicar a las generaciones argentinas el sendero de amor y la serenidad”.

Juan Perón

Introducción

Es llamativo cómo la figura de Eva Perón ha sido prácticamente ignorada dentro de los claustros de la carrera de Trabajo Social. Quizás el prejuicio, tildando sus prácticas de asistencialistas, ha dejado a esta auténtica representante de la historia del trabajo social en la Argentina, sin su merecido trato. Amada u odiada, es evidente que fue importante en nuestra historia como profesión y en la propia historia de nuestro querido país.

¿Cómo ignorar el amor incondicional que por ella profesaron los pobres de nuestra patria de entonces y de ahora? ¿Cómo no incluir a esta “abanderada de los humildes” en la historia de la profesión del Trabajo Social?

Considero que el olvido o su menosprecio ha dejado a los estudiantes de esta profesión sin el aporte de una de las más importantes luchadoras por los derechos sociales del siglo XX. Por otra parte, el Trabajo Social, si está orientado a los sectores populares como habitualmente se dice, debe estudiarla porque Evita recibió como nadie el amor del pueblo humilde, que incluso reclamaba su palabra en los actos con más ansias que la del mismo Juan Domingo Perón. ¿Cómo no estudiar a quiénes nuestros pobres adoraron y exaltaron? Un Trabajo Social popular debe mamar las enseñanzas del pueblo humilde. Y nuestro pueblo, en este caso, nos enseña a amar y a quién amar y seguir. No siguieron a cualquiera. Algo había hecho por ellos.

¿O creemos todavía que todo fue fruto de una hábil demagogia? ¿O suponemos todavía que los pobres se dejan engañar con facilidad, “por su falta de educación”? Puede el pueblo seguramente, los sectores humildes, ser analfabetos o poco duchos en el arte de las letras. Pero evidentemente, supieron a quién querer.

La razón de mi vida

Este análisis se va a centrar en la obra de Eva Perón titulada “La razón de mi vida”.

Esta obra, de lenguaje llano y ameno, es quizás desordenada y repetitiva en algunos conceptos. Se emplea un lenguaje común, como el del pueblo al que iba dirigido el libro.

Es el relato de los pensamientos de Eva Perón sin más. Pero en algunos pasajes, vislumbra ciertos pensamientos rectores acerca de la labor social, interesantes para tener en cuenta por el aporte que pueden hacer a nuestra disciplina.

En el prólogo, afirma: “este libro ha brotado de lo más íntimo de mi corazón. Por más que, a través de sus páginas, hablo de mis sentimientos, de mis pensamientos y de mi propia vida, en todo lo que he escrito, el menos advertido de mis lectores no encontrará otra cosa que la figura, el alma y la vida del General Perón y mi entrañable amor por su persona y por su causa.” 1

Sentimientos, pensamientos, vida. Parece y quizás lo es, demasiado pragmático y poco científico. Tal vez aquí esté otra de las razones de la exclusión de Evita de las facultades de ciencias sociales: su informalidad, su despreocupación por lo científico. Los conceptos y pensamientos que aparecen en este libro surgen de la vida real y no de complejos sistemas y teorías de laboratorio.

Por otra parte, Eva Perón se inserta, ya desde el primer párrafo, en el movimiento político del que forma parte: el peronismo. Al respecto cabría preguntarse ¿existe un Trabajo Social sin compromiso político? ¿No es el mismo Trabajo Social acaso una profesión que se ve atravesada por el poder?

La adopción de la doctrina peronista por parte de Evita nos pone en contacto con la política en el Trabajo Social. Haciendo acción social, hace política. Y viceversa. La política da el marco más amplio a la acción de ayuda social cotidiana, de nivel microsocial. Advierte desde el principio a los lectores que los ojos con que verá el nivel más amplio de la sociedad, son ojos justicialistas.

Pero no sólo hace explícita su adhesión al movimiento peronista sino a la persona misma del Líder. Este no es un detalle menor. Evita no habla de una doctrina “que está en el aire” sino que se personifica en la figura de un hombre, su esposo. Así, también la personifica en los obreros y en los sectores humildes, afirmando en el libro que “no hay obrero que no sea peronista”. La doctrina en este sentido no es teórica sino que se concretiza en las personas, en los hombres de carne y hueso.

Los hombres “comunes” y los humildes.

Evita se ha caracterizado por las duras confrontaciones en sus discursos y escritos, expresados, entre otros, en los siguientes binomios: pueblo/oligarquía, pobres/ricos. En este caso, desde los primeros capítulos habla de dos clases de hombres: los “hombres comunes” y los humildes. 2

Define a los hombres “comunes” como “los eternos enemigos de toda cosa nueva, de todo progreso, de toda idea extraordinaria y por lo tanto de toda revolución”.

Más adelante, añade que el “hombre común” tiene aire de superioridad y “nunca entenderá cómo y por qué alguien piensa hacer una cosa distinta de la que ellos piensan ¡y nunca hacen nada que no sea para ellos!”. También habla de su carácter antipopular cuando dice: “No contaron con el pueblo. Nunca se les había ocurrido pensar en el pueblo ni imaginaron que el pueblo podría alguna vez por sí mismo hacer su voluntad y decidir su destino”.

De los humildes, dice, agregando un elemento religioso: “Es que ricos y sabios y poderosos deben tener el alma casi siempre cerrada por el egoísmo y la avaricia. En cambio, los pobres, lo mismo que en Belén, viven y duermen al aire libre y las ventanas de sus almas sencillas están casi siempre abiertas a las cosas extraordinarias. Por eso vieron y creyeron...

Felizmente ganó (el pueblo). De lo contrario hubiese perdido todo, incluso la vida.”

El pueblo ganó. Evita se refiere a la proeza del 17 de Octubre de 1945. Reitera muchas veces a lo largo de su obra esta fecha. A partir de allí, se sintió en deuda con los humildes. Desde la cresta de la ola del poder, pudo fijarse en quiénes allí habían puesto a ella y, por supuesto, a su marido el coronel Perón. Cambió los rótulos de “Señora Presidenta”, “Excelentísima o Dignísima Señora”, propios de los ámbitos del poder, por el nombre que le pusieron los humildes: simplemente Evita.

Es importante tener en cuenta los conceptos de los hombres comunes y de los humildes, algo que abarca toda la obra de la que me ocupo. Los primeros, son identificados con la oligarquía y los segundos con los sectores desfavorecidos y los obreros. Tanto en sus escritos como en sus discursos, Evita ha promovido notablemente estas contradicciones, siendo estos siempre muy combativos, ocasionando la resistencia de los sectores opositores, que cultivaron un odio creciente por esta mujer.

Evita y su obra de ayuda social

Vamos ahora a sus dichos de sus obras de ayuda social, entre las cuales se resalta sin duda su participación decisiva en la Fundación Eva Perón.

En “La razón de mi vida”, Evita intenta definir en profundidad el sentido de sus obras de ayuda social:

“No es filantropía, ni es caridad, ni es limosna, ni es solidaridad social, ni es beneficiencia. Ni siquiera es ayuda social, aunque por darle un nombre aproximado yo le he puesto ése. Para mí, es estrictamente justicia.” 3

Justicia. El pueblo toma simplemente lo que es suyo. No debe agradecer, esto es fruto de ellos mismos. Justicia social. Estas son ideas que aparecen a lo largo del texto y que pintan la humildad de esta trabajadora social. Ella no les da nada que no corresponda, la ayuda social se equipara así al derecho social, inalienable e imprescriptible de los ciudadanos.

También, para distinguir los fines de su obra de sus antecesoras, define limosna y beneficencia:

“Porque la limosna para mí fue siempre un placer de los ricos: el placer desalmado de excitar el deseo de los pobres sin dejarlo nunca satisfecho. Y para eso, para que la limosna fuese aún más miserable y más cruel inventaron la beneficencia y así añadieron al placer perverso de la limosna el placer de divertirse alegremente con el pretexto del hambre de los pobres. La limosna y la beneficencia son para mí ostentación de riqueza y de poder para humillar a los humildes”. 4

“Limosna eran no solamente las monedas miserables y frías que los ricos dejaban caer sobre las manos extendidas de los pobres. Limosna eran también los asilos escasos que construyeron con las sobras de alguna herencia multimillonaria”. 5

La beneficencia y la limosna no sólo son desacreditadas sino que se las ve como una llana humillación a la dignidad humana del humilde. Se les atribuye perversidad a sus administradores. Sin el empleo de la palabra asistencialismo, Evita lo definió en la forma más cruda y entendible.

Sigamos:

“Lo que pasa es una cosa muy simple: los pedidos me asedian y todos son urgentes. El que sufre no puede esperar. Todos quieren verme. Y yo no puedo atender a todos.

Muchas veces, sin embargo, viéndome fatigada la gente que me espera se va para volver otro día.

Si no hiciese esto, muchos se quedarían descontentos pensando que no deseo recibirlos... Así, en cambio, todos saben que no me alcanzan ni el tiempo ni mis fuerzas para que todos se vayan contentos; y es lo único que deseo.” 6

Evita estaba en actividad permanente. Sus larguísimas y agotadoras jornadas de ayuda social fueron desgastándola incluso en su salud. Actuaba realmente convencida de que las necesidades de los que la visitaban eran urgentes: por eso, ni un instante de sosiego. Una trabajadora social en estado de permanente actividad, de permanente inconformismo, de espíritu intranquilo, moviéndose y buscando la solución a los problemas de los más humildes hasta las últimas horas de la noche y en la madrugada. Cuenta en el libro que volvía a la Residencia cuando su marido ya estaba por levantarse y, en ocasiones, cuando ya se había levantado a trabajar.

“... me costaba hacerles entender que los hogares de la Fundación no eran asilos... que los Hospitales no eran antesalas de la muerte sino antesalas de la vida... que las viviendas no debían ser lugares para dormir sino para vivir alegremente...” 7

“En mis “hogares” ningún descamisado debe sentirse pobre.

Por eso no hay uniformes denigrantes. Todo debe ser familiar, hogareño, amable: los patios, los comedores, los dormitorios...” 8

Evita, a lo largo de su obra, habla de que los pobres deben vivir con lujo. Esto me recuerda a una pregunta memorable de una conductora de televisión al cura titular de una parroquia, quien le reclamaba un monto importante correspondiente a una donación: ¿Pero qué es, para construir el Sheratton?

También los trabajadores sociales “pecamos” a veces juzgando a los humildes. ¿Quién no se ha preguntado, por ejemplo, cómo la familia tiene un televisor mientras se mueren de hambre? Todo suponiendo que la única necesidad humana es la comida, y que los hombres como tales sólo se tienen que dedicar a comer, como las vacas comen pasto. Animalizamos de esta manera al pobre.

Distingue sus obras de las realizadas por las “damas de beneficiencia”:

“Las obras de asistencia social que las “damas” construyeron en la vieja Argentina estaban pensadas por gente que ignoraron siempre lo que es la necesidad de los pobres.

En la nueva Argentina nuestras obras nacen del conocimiento cada vez más profundo de esa necesidad.

Además el dinero de nuestras obras viene del mismo pueblo... no es dinero que sobra en el bolsillo de nadie...” 9

Aquí aparece la preocupación por que las obras sean pertinentes a las necesidades de los asistidos. Esto no es tan simple como parece. Y plantea la necesidad de empaparse de la realidad de los pobres, de conocerlos, de dejar que nos enseñen. Ponerse en situación de humildad, no pretender nunca dirigir, ser dirigido, dejar a un lado los intereses mezquinos y personales para servir humildemente los del otro.

Lo grandioso de esta cita es que Evita reconoce que los aportes son hechos por el mismo pueblo y, en consecuencia, las obras sociales no son otra cosa que la devolución al pueblo de lo que le pertenece. El aporte de los que menos tienen es lo que hace pura y verdadera la obra. Evita nos enseña de esta manera, a lo largo de su libro, que las grandes obras nacen del esfuerzo de muchos que tienen poco, de la unión en una acción colectiva de los humildes.

Modelo de trabajador social “a la Evita”: principios rectores

Los distintos principios rectores que intentan exponerse sistemáticamente a continuación, están atravesados todos por la idea de la justicia social, el ideal peronista por autonomasia. De los pensamientos de Evita escritos en “La razón de mi vida”, pueden deducirse los siguientes consejos, verdaderos principios a seguir para el que se dedica a “la ayuda social”, como lo definía ella.

  • ALEJAMIENTO DE LOS PENSAMIENTOS DEL “HOMBRE COMÚN”. El hombre común es sinónimo de mediocridad, avaricia y egoísmo. Sentimientos humanos que todos en parte poseemos. Además, es una lucha contra la estructura de prejuicios que habitualmente el trabajador social tiene acerca de la cultura popular. Así, hay muchas cosas que no comprendemos. Tenemos que, en posición humilde, tratar de aprender de los pobres.

  • ENTREGA TOTAL. Es por todos conocida y reconocida hasta por sus enemigos, las largas y agotadoras jornadas que pasaba Eva Perón en su obras de ayuda social. En este sentido, es un ejemplo a seguir, ya que entregó, si no su vida, mucho tiempo de ella a los más humildes.

  • QUE LAS OBRAS RESPONDAN A LAS NECESIDADES DE LOS POBRES. Aparece fuertemente esta idea a lo largo de la obra descripta. Se trata de conocer los verdaderos intereses de los pobres y humildes, que las acciones y prácticas se basen en sus propias necesidades.

  • PRAGMATISMO. En este sentido, la elaboración teórica debe acompañar pero nunca retardar o alejarse de la práctica, el contacto con la realidad. La realidad es el dinamismo y el lugar donde se desarrolla la intervención y se produce el conocimiento no sólo científico, sino “el conocimiento de la vida”.

  • NO TRATAR A LOS POBRES COMO POBRES. Consiste básicamente en comprender y considerar la dignidad humana del pobre. Por ser pobre, no merece menos o tiene que conformarse con lo que tiene.

  • EL ASISTIDO ES ALGUIEN QUE SUFRE Y NO PUEDE ESPERAR. La urgencia del asistido a veces se topa con burocracias incomprensibles, llenado de formularios y demás trámites agotadores y frustrantes. Desmantelar la burocracia y agilizar los mecanismos de acción es fundamental en las instituciones sociales.

  • HACER JUSTICIA. El Trabajador Social debe comportarse como quien le da a alguien lo que le corresponde, como el ejercicio de un derecho, con total humildad, y su acción no debería ser vista como una concesión, “un regalo”, etcétera. En este sentido, el hacer justicia implica reconocer como un ideal político el avance hacia la justicia social.

Ayer y hoy

El contexto en que vivimos es evidentemente muy distinto a los tiempos en que esta trabajadora social ejercía su acción. Aquél Estado de Bienestar no sólo hacía política social brindándoles servicios y ayuda a los humildes, sino que existían mecanismos más amplios también como las políticas de salarios y la expansión de los derechos de los trabajadores.

Hoy la matriz del Estado, evidentemente ha cambiado. La focalización, la descentralización y la privatización ha sustituido a aquél esquema de políticas universales y reivindicadoras. Asistimos a la situación dramática de los recortes de los planes de acción social, de los planes alimentarios básicos, el presupuesto social es considerado un gasto y no una inversión.

Entonces, en contextos tan distintos. ¿Tiene sentido evocar la acción de una mujer tan alejada, en cierta medida, de nuestras míseras realidades?

Estoy convencido que sí. Cuestionar el sentido de esta evocación sería similar a no reconocer la necesidad de recordar al padre de nuestra Patria, San Martín, en contextos donde nuestra dependencia se acrecienta.

Recordarla implica reconstruir un capítulo aun no lo suficientemente explorado en la historia de la profesión de trabajador social. Así, en momentos como este, cobra sentido analizar la acción de una mujer que es recordada sobre todo por los humildes de nuestro pueblo.

Este trabajo quiere ser simplemente un pequeño aporte a la discusión y un intento de rescatar del olvido a una genuina representante de la profesión de Trabajo Social en nuestro país.

Evita tuvo una utopía: La Justicia Social.

“Yo sé que mi trabajo de ayuda social no es una solución definitiva de ningún problema.

La solución será solamente la justicia social. Cuando cada uno tenga lo que en justicia le corresponde entonces la ayuda social no será necesaria. Mi mayor aspiración es que algún día nadie me necesite...”

¿Y para qué sirven las utopías?- afirma Eduardo Galeano. Para caminar, para seguir andando.

En este contexto tan difícil, construyamos las nuestras.

3- EL PADRE CARLOS MUGICA. Para pensar desde el Trabajo Social

“Disentía, y se enojaba, con aquellos cristianos que hacen tan espiritual su relación con Dios que la religión se transforma en opio y se aleja de los problemas concretos de los hombres. Repetía que si la religión no sirve para cambiar el mundo no sirve para nada. Su compromiso con sus ideas y su coherencia de vida lo llevó a la muerte. Puedo afirmar, sin temor a equivocarme que Mugica dio la vida por su fe y por los pobres y por eso es un mártir de nuestro tiempo”.

Artículo del Padre Luis Farinello: “Padre Mugica, un mártir de nuestro tiempo”.

“La figura de Carlos Mugica merece una reivindicación histórica. Pero además el testimonio de su vida encierra un mensaje de vigencia increíblemente actual.

Reivindicación histórica porque su vida, al ser de un compromiso insobornable, incomoda a muchos, por lo que, sin darnos cuenta, hemos permitido que un manto de silencio cubra su historia. Incomoda a la Iglesia, por ser un cura que abrazó una causa política, a los peronistas, por su inquietante vecindad con los montoneros, a los montoneros por su repudio al enfrentamiento con Perón y a sus métodos violentos, a los acomodados, por su amor a los pobres y su cuestionador compromiso con ellos”.

Por José Luis Arana.

Introduccción

La figura del padre Carlos Mugica ha permanecido, igual que la de tantos luchadores populares, prácticamente ignorada dentro de la facultad de trabajo social. Esto puede explicarse por la lejanía a veces evidente que separa a la universidad del pueblo. Cabe recordar lo que Camilo Torres les decía a los estudiantes “ustedes deben ascender a la clase popular”. Aquí pretendo rescatar lo realizado por este auténtico cura del pueblo, enmarcado en una corriente dentro de la Iglesia que se propuso considerar y luchar por la dignidad de los más pobres.

La intención es que el pensamiento del Padre Carlos Mugica ayude a ver cosas de sobre nuestra tarea y a repensar críticamente algunos debates estériles que siguen formando parte de nuestra formación profesional. Mientras tanto, nos olvidamos de lo más importante, del pueblo “que está solo y espera”, como diría alguna vez Scalabrini Ortiz. Vamos a ver qué sale.

Los sacerdotes del tercer mundo

El movimiento de sacerdotes para el Tercer Mundo se inicia en 1967, cuando un grupo de 18 obispos lanzan un mensaje para concretar en sus países el llamado universal del documento llamado "Populorum Progressio".
A la Populorum Progressio, siguieron los documentos de Medellín y, en nuestra patria, el documento del episcopado de abril de 1969, que hace la siguiente reflexión: "Después de un largo proceso histórico que aún hoy tiene vigencia se ha llegado en nuestro país a una estructuración injusta; la liberación debe hacerse en todos los terrenos en los cuales hay opresión, el terreno jurídico, el político, el económico, el social y el cultural".

Los miembros del Movimiento, sacerdotes, ejercen su ministerio pero sin dudas la nota distintiva es que acompañan a sus hermanos en la situación de pobreza. Acompañan al pueblo. El fin es evangelizar, llevar a Dios a los pobres y promover un cambio radical y urgente de las estructuras sociales injustas. Las denuncias de las injusticias del capitalismo liberal se dan en la totalidad de los documentos emitidos por la agrupación.
Jorge Huergo resalta el carácter popular de los sacerdotes del tercer mundo:
“... la línea popular tiene más que ver con un descubrimiento del pueblo peronista, a través -más que de la pastoral de los "curas obreros", copia de modelos europeos- del trabajo pastoral en las villas miserias y barrios pobres. Sacerdotes (Pascale, Mayol, Mujica. Ricciardelli, Artiles, Rossi, Vernazza, etc.) y obispos (Di Stéfano, Cafferatta, Brasca, de Nevares, Angelelli, Devoto, Zaspe, etc.) comienzan a ver la represión de la dictadura, la injusticia y la dependencia real. Por eso su pastoral está unida a la protesta y la denuncia y se la llama profética”.
“...Los miembros de esta línea popular valoran lo religioso y lo político popular y parten del contacto con los pobres, por eso se refieren a lo concreto” 10.

El padre Mugica y sus compañeros pertenecientes a la agrupación se destacaron ayudando al pueblo humilde en villas de emergencia, denunciando las desigualdades en la sociedad argentina y llamando a un papel activo de compromiso al cristianismo. El padre Carlos no sólo era revolucionario hablando sino sobre todo en la práctica. Su acción y compromiso con lo más humildes le valió la persecución de los sectores retrógrados y antipopulares y la muerte.

El padre Carlos fue un verdadero servidor del pueblo. En el apartado siguiente, extraeremos algunas citas suyas sobre algunas consideraciones acerca del pueblo y la cultura popular, y las obras de acción social de las que participaba ayudando a los más humildes. Quizás tenga algo que decirnos aquel hombre que no dejó de ayudar un momento a su querido pueblo, que cultivó por él una veneración en la villa 31 de Retiro que aún perdura en nuestros días.

Para pensar desde el Trabajo Social

En su libro, Peronismo y cristianismo, el padre Carlos Mugica vuelca algunos conceptos que pueden servirnos para reflexionar y, sobre todo, para pensar “en popular”.

“...algunos van a las villas y piensan “hay que exacerbar el hambre del pueblo, para que desesperado...” Dicen esto porque nunca pasaron hambre. Es una forma de despreciar al pueblo” 11.

Esta cita nos pone en la necesidad de revisar la vieja y clásica antinomia en Trabajo Social entre asistencia y asistencialismo. No podemos dejar de atender lo urgente argumentando que eso sería perpetuar el sistema y las estructuras desiguales. El pueblo llega con necesidades urgentes y hay que tratar por todos los medios de brindar una respuesta. Porque son derechos sociales que deben efectivizarse.

Es muy común una actitud demasiado crítica de los estudiantes cuando ingresan a instituciones, considerando sus prácticas como asistencialistas. Pocas veces nos detenemos a pensar por qué entonces la gente acude a las instituciones. Porque, aunque sea limitadamente, pueden cubrir algunas de sus necesidades. Pero lo que no hay que perder de vista es que cambiar las estructuras es una empresa social compleja que excede a una institución, y mucho más a un grupo de estudiantes o profesionales de Trabajo Social.

Además, aspirar a un cambio estructural no puede significar desantender las necesidades concretas y urgentes. Helder Cámara, sacerdote tercermundista brasileño, explicaba que “antes de hablarle de Dios a la gente, hay que darle un techo”. Mejor que decir es hacer.
Muchas veces las ideas revolucionarias un tanto trasnochadas nos hacen perder contacto con el pueblo. Funciona entonces la misma idea del “cambio estructural” como un verdadero opio que aleja de los problemas concretos. El padre Carlos fue un ejemplo en atender la urgencia, en reclamar y apoyar concretamente los pedidos de vivienda (favoreciendo ocupaciones de departamentos vacíos, por ejemplo) y las necesidades urgentes de su pueblo. Este “empaparse de pueblo” no significó que no pudiera soñar y actuar políticamente por un cambio de estructuras. Pero para que las estructuras cambien, hay que comenzar por querer y ayudar al que está al lado.

Este pensar abstracto y no situado en el pueblo nos hace muchas veces alejarnos de él. El padre Carlos hablaba de los prejuicios de los intelectuales y universitarios para con las clases populares:

“Decimos que no tienen consistencia ideológica (hablando de los vecinos del barrio), porque claro, esa gente habla como el pueblo, no habla como nosotros, intelectuales que tenemos ideas claras, precisas y a menudo bastante abstractas” 12. Aparece muchas veces en la universidad una virtual necesidad académica de hablar complicado y en abstracto. No puede cuestionarse el saber académico y metodológico, pero sí el hecho de considerar a la facultad como un monopolio del saber, marginando el popular, el “saber hacer”, el conocimiento de la vida. Este tipo de lenguaje académico y exclusivista nos aleja de nuestro pueblo, y suele poner anteojeras a los estudiantes en cuanto a no advertir las potencialidades que indudablemente tienen los sectores populares. Muchas veces nos detenemos a considerar la ignorancia del pueblo, pero los que no comprendemos somos nosotros. Veamos un ejemplo en esta situación que describió el padre Carlos Mugica:

“Recuerdo cuando discutí con un coronel sobre el plan de erradicación de villas, que hoy habría que llamarlo plan de radicación porque después de cinco años, en la zona de Retiro, que al comienzo tenía 30.000 personas, hoy hay 50.000. El coronel me decía: ‘A la gente de las villas hay que llevarlas a una vivienda transitoria porque no están en condiciones de vivir en casas definitivas’. Y yo le dije que ojalá nunca adquirieran nuestras pautas culturales, que mantuvieran su cultura original sin contaminarse con la nuestra 13. Esta situación que contaba el padre Mugica nos pone en la necesidad de considerar el papel que puede desempeñar el etnocentrismo (evaluarlo todo desde nuestra cultura) en nuestra profesión, como imposición al otro de lo que “debería ser” o “lo que conviene socialmente”, prescindiendo de su opinión y de su cultura concreta. Hay que remover todos los prejuicios que a veces se tienen acerca de la cultura popular. Sin este paso, la tan mencionada participación y protagonismo de los individuos queda desdibujada hacia prácticas demasiado dirigistas y que imponen ciertos modelos culturales más cercanos a los europeos que a los de nuestro pueblo.

A lo largo del libro del que se extraen estas citas, el padre Carlos Mugica habla de la religión comprometida y del rol del sacerdote en la sociedad convulsionada donde le tocó vivir. Aunque habla del sacerdote, esto no quita que pueda hacerse extensivo a todas las profesiones, y a la nuestra en particular:

“Y aquí está definido el rol del sacerdote: ayudar al hombre a ponerse de pie. No pararlo. Él solo se tiene que poner de pie. Ayudarlo a ayudarse: esa es la misión del sacerdote” 14.

A MODO DE CIERRE... “El estudiante se libera del “fubismo” cuando empieza a sentirse hombre antes que estudiante, e hijo del país y hermano de sus hermanos antes que miembro de un sector magistral; cuando el grupo social estudiantil comienza a disolverse en la multitud y sentirse parte de ella, comprendiendo que sólo aprende una técnica que lleva a la profesión, como otras técnicas que llevan al oficio o al negocio, a la empresa o a la chacra. En una palabra, cuando se demuele su condición de élite... Cuando empieza a pensar como argentino que es estudiante, y no como estudiante, que es además argentino” 15.

Arturo Jauretche

El ejemplo del padre Carlos Mugica es el de una persona que supo entregarse y dejar todo por su pueblo. Su vida está llena de contenido para nuestra profesión, contenidos que pueden no tener que ver necesariamente con aspectos técnicos, pero sí en cuanto a los valores y motivos que movieron su acción.

Un cura de pueblo. Un hombre que supo ser muchas veces “la voz de los que no tienen voz”, del olvidado pueblo al que sucesivos gobiernos siguen intentando sepultar, pero que no se resigna a morir. Y continúa resistiendo...

Para pensar desde nuestra profesión, el padre Carlos nos deja algunas pistas para continuar reflexionando. Usted lector podrá sacar también sus propias conclusiones. Personajes tan grandes no pueden abordarse nunca acabadamente. Por eso es un error no aprovecharlo para nuestra formación profesional, siendo una vida tan rica en práctica y en concepciones que puede dar lugar a discusiones renovadas y al enriquecimiento mutuo. Como aspectos para considerar, caben destacar los siguientes:

-BAJAR LA OMNIPOTENCIA. El Trabajo Social no puede alejarse de las necesidades concretas del pueblo. La estructura social no nos puede hacer olvidar de las personas, de sus necesidades y problemas. Bajar la omnipotencia puede ayudar a definir mejor los objetivos de nuestra intervención, de otro modo muy abstractos y a veces imposibles de concretar. “Quien mucho abarca, poco aprieta”, dice el dicho popular con indudable sapiencia.

-DEMOLER LA CONDICIÓN DE ÉLITE. Para un trabajador social o el estudiante es indispensable “empaparse de pueblo”, desde una posición humilde y en actitud de aprendizaje. Por mucha formación y cultura que tengamos, en ocasiones nos damos cuenta cómo un humilde hombre, sin haber ido ni al secundario, sabe mucho más que nosotros. Tiene más conocimiento de la vida. No hay trabajador social, ni médico, ni maestro que se forme con libros. “En la cancha se ven los pingos”, dice el sabio dicho popular. Y para el trabajo social no hay otra cancha que el pueblo.

-SER PARTE DEL PUEBLO. Cuando se demuele la condición de élite, el Trabajador Social es uno más del pueblo. Uno más que tiene su técnica, su conocimiento, sus saberes, para aportarlo en función de las necesidades de la comunidad y de las personas que atiende. Hablamos del Trabajo Social, pero puede hacerse extensivo a todas las profesiones. Un trabajador social del pueblo, un psicólogo del pueblo, un maestro, un médico del pueblo. O, como lo fue el padre Carlos, un cura del pueblo.

“Sólo el pueblo en su múltiple acción organiza su conciencia. El mismo pueblo engendra sus ciencias, sus artes, sus instituciones y sus dirigentes, que en humilde sujeción deben servirlo y ayudarlo en un movimiento dialéctico por el cual toman del pueblo la cultura, los objetivos, las esperanzas y temores, y los devuelven nuevamente al pueblo para que en su praxis cotidiana elabore y discierna lo que le fue dado.

El Trabajo Social debe servir, no desde afuera sino desde su mismo seno, al pueblo que le da vida, lo alimenta y lo sostiene” 16.

NOTAS

1 Eva Perón. La razón de mi vida. El Cid Editor. 1982. Página 7.

2 Ib. Páginas 31-33.

3 Ibíd. Pág 135.

4 Ibid. Página 136.

5 Ibid. Pág. 153-154.

6 Ibid. Pág. 144.

7 Ibid. Pág. 153.

8 Ibid. Pág. 167.

9 Ib. Pág. 161

10 Huergo, Jorge. Posibilidades de las prácticas sociales en la época del neo-disciplinamiento
Notas para un Anti-collage. Primera parte. Publicado en revista Margen n° 2. Marzo 1993.

11 Mugica, Carlos. Peronismo y cristianismo. Editorial Merlín, Buenos Aires, 1973.

12 Ibidem.

13 Ibidem.

14 Ibidem.

15 Jauretche, Arturo. Los profetas del odio y la yapa. Editorial Corregidor. Buenos Aires, 2000.

16 Bosch M. L y Coelho S. T.. Para un servicio social servidor del pueblo. Editora Patria Grande. Buenos Aires, 1976.



* Datos sobre el autor:
* Sebastián Giménez
Estudiante de trabajo social. Profesor de enseñanza primaria (maestro)

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