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Edición electrónica

Edición N° 32 - verano 2004

Desarrollo Local. Educación y promoción social

Por:
Dr. Alberto José Diéguez
*
(Datos sobre el autor)

Texto de la conferencia dictada el dia 9 de Septiembre de 2003, en el Seminario sobre Desarrollo Local y Regional. Universidad de Deusto. Bilbao. País Vasco.


La conferencia se enmarca dentro de un concepto de desarrollo local, ético, equitativo, justo, solidario.

Antiguamente los escritos se hacían en papiros, los que luego eran guardados en rollos. Para poder leerlos hacía falta desenrollarlos y tener el texto total a disposición. La palabra desarrollo etimológicamente quiere decir desenrollar el rollo, es decir poner a disposición la totalidad de los recursos para obtener un conocimiento y un crecimiento. Esto lo aprendí de un profesor argentino.

Ahora nosotros, podemos enseñarles a los europeos que están en esta Convención, que entendemos los latinoamericanos por desarrollo.

Desarrollo es Wayruru.

Wayruru es una palabra aymara, unos de los cientos de idiomas y dialectos existentes en América Latina, hablado por una población que ocupa el sur del Perú y gran parte de Bolivia. Wayruru es una semilla rojinegra existente en el sur del Perú, muy bella, que parece pintada por la mano del hombre y que para estos pobladores es símbolo de riqueza.

Asociada a esta semillita existe una creencia mítico-religiosa, que dice que si juntamos estas semillas en una vasija, generalmente de barro, están se reproducen en cantidad y calidad.

Esto es un muy buen ejemplo de lo que es desarrollo . La vasija es la comunidad local; las semillas de wayruru , somos todos nosotros, que cuando nos juntan, podemos analizar e identificar problemas; debatir y buscar soluciones e involucrarnos para poder definir objetivos en forma autónoma y crecer cuantitativamente y cualitativamente como sociedad, en busca de valores cómo la solidaridad, la igualdad, la equidad, la justicia social, la democracia. Eso para mí es el desarrollo.

El concepto de desarrollo ha sufrido modificaciones en el transcurso de los más de cincuenta años de existencia. De un concepto acuñado por el presidente Truman en el año 1949, centrado en el crecimiento económico, han surgido nuevas dimensiones a partir de fines de los años ´60, comienzos de los ´70, dando paso a nuevos conceptos como el desarrollo humano, el desarrollo sustentable, el desarrollo participativo, el desarrollo integral; el desarrollo local.

Ello fue producto de estruendosos fracasos, en los países denominados “subdesarrollados”. Los países pobres, no sólo no habían podido salir de la pobreza, sino que se habían acentuado las disparidades y las condiciones de marginalidad. Las migraciones campo-ciudad, la exclusión social, el desempleo y el deterioro de los salarios; los conflictos sociales que se desarrollan en el complejo entramado de etnias, clases sociales, relaciones de género y grupos de edad, culturas y religiones, son demostrativas de este fracaso, que no sólo reconoce al modelo de desarrollo, sino también a las políticas de ajuste estructural y a las políticas neo-liberales.

En general el concepto de desarrollo ha estado asociado a la idea de crecimiento económico y el desarrollo era el crecimiento del ingreso per capita, la mejora de los niveles de renta y se había constituido en una idea fuerza para que las zonas y regiones económicamente “subdesarrolladas” alcanzaran los estándares de los países industrializados. En muchos casos la palabra desarrollo, estuvo asociada a las reformas dirigidas a lograr competitividad y a la incorporación del progreso técnico al proceso productivo, es decir a la modernización, como lo podemos ver en los documentos de la CEPAL y del Banco Mundial), pero sin que la población se beneficiara de esa modernización o de la incorporación de nuevas tecnologías.

Hace años atrás tuve la oportunidad de visitar una reserva indígena en el Matto Grosso, en Brasil, acompañado de técnicos de la FUNAI – Fundação Nacional do Indio (Ministerio de Justiçia).

La reserva se encontraba en un claro abierto en la selva, a la que se llegaba por un largo camino de tierra. La población vivía en casas de madera muy precarias; el centro de salud no contaba con medicamentos y fue una de las primeras quejas que nos manifestaron sus pobladores; los libros escolares eran los que se utilizaban en la escuelas de los poblados y ciudades cercanas.

Se había implementado un proyecto de una fábrica comunitaria que producía ladrillos que eran vendidos por intermediación del Estado. La tecnología utilizada en el proceso productivo era moderna; el producto elaborado de buena calidad debido a la composición arcillosa de la tierra y a la cuidadosa elaboración, pero la comunidad poco y nada se beneficiaba de esa producción.

Me llevaron a conocer al cacique. Vivía en forma tan miserable como el resto de la población. Su casa no contaba con enseres. Sólo guardaba unas pocas amatistas que enseguida procedió a mostrármelas. Pero su casa estaba rodeada de un alto muro de ladrillos y su única conexión con el exterior la tenía por medio de una enorme antena parabólica y un aparato de televisión con el cual podía ver los canales de Alemania, Francia, Estados Unidos.

Le pregunté si entendía lo que decían y me respondió que no conocía los idiomas. Imagínense ustedes como se podían procesar las imágenes que se veían si no se conocían los idiomas o el grado de confusión que podía existir en la cabeza de ese dirigente autóctono.

Con este ejemplo no deduzcan ustedes que estoy contra la tecnología, muy por el contrario. La tecnología es útil y debe ser incorporada con prudencia y en la medida necesaria. A esa comunidad indígena le faltaban cosas más importantes en términos de salud, educación, viviendas higiénicas, alimentación adecuada, caminos, agua potable.

He señalado que el desarrollo centralizado no ha producido mejoras y por el contrario se han deteriorado las condiciones de nuestros países. Veamos estas estadísticas.

- Según datos de la CEPAL, el número de latinoamericanos y caribeños en situación de pobreza, es de 210 millones de habitantes.

- En la decada 1980-1990, la pobreza aumentó en la región de 40 millones en 1980, a 290 millones de personas en 1990.

  • Los salarios actuales, son inferiores a los de 1980.

  • En América Latina, el 20 % de quienes tienen mayores ingresos, ganan 23 veces más, que quienes menos tienen.

  • En Colombia, el 7,4 % de la población sobrevive con U$S 1,- diarios.

  • En la ciudad de Caracas, capital de Venezuela, las villas miseria cubren el 55 % del territorio geográfico de esa ciudad. Podríamos seguir dando ejemplos de San Pablo, Buenos Aires, Montevideo,...

  • En Argentina a fines de 1999, antes que de producirse la gran debacle del país, debíamos a los organismos internacionales 150 mil millones de dólares. Esa deuda representaba el 48 % del PBI (Producto Bruto Interno) y el equivalente a 6 años de exportaciones consecutivas.

  • En Argentina 1 de cada 3 personas en edad de trabajar se encuentra desocupada o subocupada.

  • Actualmente según datos de la OIT – Organización Internacional del Trabajo, - en el año 2003 – el 22% de los niños argentinos de entre 5 y 14 años, alrededor de un millón y medio, trabajan, en lugar de ir a la escuela o jugar. Pero lo más grave es que el 40 % de ellos abandona la escuela.

Cómo vemos ese desarrollo no ha mejorado la situación por el contrario, ha traído despoblamiento del medio rural, pobreza, migraciones hacia los centros urbano-industriales, ruptura del tejido social, estancamiento productivo, caída en los precios internacionales de los productos agropecuarios sin precedentes. El desarrollo, las inversiones extranjeras, no han traído más bienestar, ni más felicidad para la gente.

El modelo de desarrollo verticalista, de arriba hacia abajo, planificado por el Estado Central, por los “expertos”, no ha tenido en cuenta las particularidades locales, las necesidades que tienen cada una de las comunidades, no se ha nutrido de las soluciones, de la experiencias que desde hace años y siglos, esas comunidades vienen generando para su subsistencia.

Las soluciones provenientes de los expertos, de una planificación centralizada, no eran, ni podían ser las soluciones que necesitaban las comunidades locales.

Si le compete a esa autoridad central las responsabilidades generales del “centro” (provisión de servicios de apoyo; inversiones de capital infraestructural que desborden los recursos de los individuos y organizaciones locales, etc.), pero la centralización excesiva tiene desventajas notorias, como el exceso de gravitación del centro; los procesos burocráticos asociados al expediente gubernamental, con sus demoras y complicaciones administrativas; las tomas de decisiones; el despilfarro de capacidades y de fuerza de trabajo, etc.

Lo Local.

El desarrollo local, aparece en el escenario del desarrollo, como una propuesta que se contrapone al modelo concentrado de crecimiento de post-guerra. Lo local es un elemento innovador, que posibilita no sólo la democratización de la sociedad, sino también el ejercicio del control y la participación de la gente.

Cómo definir lo local. Para nosotros el término define por una parte las relaciones de producción – aunque estas sean mínimas –, en que los actores sociales ejercen un control decisivo en los aspectos técnico-productivos, la comercialización de excedentes, la distribución y que están sujetas, a negociaciones entre los grupos socioeconómicos asentados en un espacio territorial definido.

Ese concepto de lo local, expresa una identidad colectiva, que se manifiesta en valores y normas, en relaciones de poder, en torno a procesos de generación de bienes y riqueza, socialmente gestionados.

El desarrollo local tal como lo entendemos hoy, no está disociado del planeamiento del territorio; de la movilización de factores (humanos, culturales, educacionales, de producción y trabajo) conducentes a la obtención de los objetivos comunitariamente planeados y de los equipamientos – elementos constitutivos y ordenadores del espacio - y la organización comunitaria.

Pero esta idea tampoco es nueva. La Conferencia de Verano de Cambridge sobre la Administración Africana decía en 1958, que el desarrollo de la comunidad es “un movimiento dirigido a promover mejores niveles de vida para la comunidad, con la participación activa, y si es posible, con la iniciativa de dicha comunidad; pero esta iniciativa debe ser espontánea, promovida por el uso de técnicas, para aumentarla, con el fin de asegurar su respuesta activa y entusiasta al movimiento. Desarrollo de la comunidad incluye todas las formas de mejoramiento. Envuelve también el concepto de actividades de desarrollo en el distrito, llevadas a cabo por el gobierno o por entidades no oficiales.”

Si bien el contexto y la época en que se desarrolla este concepto, son muy diferentes, aquí encontramos los elementos del desarrollo local:

  • Participación activa de la población.

  • Iniciativa y espontaneidad.

A los que podemos agregar:

  • Auto-ayuda organizada.

  • Democratización y empoderamiento (Empowerment).

  • Descentralización democrática.

  • Coordinación de servicios gubernamentales.

  • Innovación en nuevos métodos y tecnologías.

  • Planeamiento estratégico.

  • Desarrollo y organización de la sociedad civil.

  • Organización mancomunada (Planificación y desarrollo regionalizado).

No hay un único y obligatorio modelo de desarrollo, hay variantes relacionadas con la calidad del cambio y con la cantidad de cambio posible, dentro de lo que es un desarrollo local a escala humana, que para mí debería ser autónomo, comunitario, asociativo y sostenible.

En las áreas locales se interrelacionan un conjunto de factores:

Trabajo, Cultura, Habitación, de los que se derivan otros factores esencialmente dinámicos generadores de interacción, como la subsistencia, el intercambio y consumo respectivamente. (Gómez Gavazzo, C., 1959).

Toda tarea tendiente a la promoción y al mejoramiento de la comunidad, supone no sólo el conocimiento de estos factores, sino la posibilidad de su movilización, atendiendo a las aspiraciones de los actores sociales y de los miembros de la comunidad, es decir a las necesidades expresadas y a los recursos disponibles (satisfactores).

Un teórico latinoamericano del desarrollo local, José Arocena sostiene con relación al concepto de área local, que:

...en el territorio hay actores libres, que estos actores se relacionan en complejos sistemas de interacción, que estos sistemas suponen relaciones de poder y procesos constitutivos de identidad. En esa medida, organizar un territorio no es tanto tarea de ingenieros como de sociólogos, psicólogos sociales, trabajadores sociales, educadores y antropólogos’. (1986: 89).

Ese territorio está cargado de huellas del pasado, en el que encontramos la historia de los hombres, sus conflictos, sus intereses, sus creencias, sus formas de trabajar y hacer las cosas. La memoria colectiva posibilita dar sentido a ese pasado, al presente y al proyecto colectivo, expresando los contenidos profundos de la identidad colectiva. De ahí la importancia del desarrollo local y regional al atender al sistema local, constituido por la historia, el territorio, los actores locales.

Una sociedad democrática plantea la exigencia de mejorar las condiciones de vida, impulsando valores que aseguren la igualdad, la libertad y la justicia social de sus ciudadanos.

Dentro de esta caracterización pasemos ahora a enunciar algunos criterios que en mi opinión debería enmarcarse el desarrollo local:

  • Nadie conoce mejor lo que desea y necesita, que la propia comunidad. Por lo tanto debería complementarse la opinión de las comunidades y la de los “expertos” y “especialistas”.

  • La democracia comienza, con la toma de decisiones sobre la orientación del proceso de desarrollo, por parte de las comunidades. Nadie debe ni puede decidir por ellas. Las comunidades (sus integrantes e instituciones) son dueñas de sí mismas.
  • La participación en un proceso de desarrollo local, es posible de realizarse a partir del consenso de toda la sociedad civil (organizaciones de base, sindicatos, clubes deportivos, iglesias, etc.), sin exclusiones.

  • Ni la sociedad política, ni la empresarial, pueden arrogarse la “propiedad” del desarrollo. El desarrollo se entiende en la medida que todos los agentes sociales participan y deciden sobre sus propios destinos. La sociedad civil debe en nuestra visión, articularse con la sociedad política, si deseamos contar con un sólido proceso democrático.

  • La identificación de las principales necesidades, su jerarquización; las prioridades; los recursos existentes; el “estilo” del desarrollo local, deben realizarse en forma participativa y reflexiva.

  • El estilo y las soluciones a las que se arribe, deberían estar encuadradas en criterios de distribución y equidad, por los de crecimiento y productividad y reconocer las diferencias y la diversidad. Por ejemplo en muchos de los programas de desarrollo, los hombres han obtenido un mayor acceso a los recursos económicos y tecnológicos que las mujeres; se han fomentado los cultivos de renta, en general en manos de campesinos varones, en detrimento de los cultivos alimentarios, que estaban en manos de las mujeres; los niños fueron escolarizados y terminaron la educación básica en una proporción mayor que las niñas mujeres.

  • No existen fórmulas preestablecidas para el desarrollo. Las expectativas y valores de un contexto, pueden no servir en otro y ser una fuente de fracasos. Cada comunidad debe asumir la responsabilidad y la orientación del proceso de desarrollo. Este, debe reconocer las diferencias y contemplar la diversidad sociocultural.
  • Cuando hablamos de desarrollo local es preciso no caer en una atomización, que afecte intereses mas generales o se sitúen solo en lógicas economicistas. Lo local está inserto en lo regional. Lo regional en lo nacional. Lo nacional en lo global. Debemos pensar globalmente y actuar localmente.

  • Por último cabe señalar que la educación y el conocimiento, constituyen el eje para consolidar los procesos de desarrollo local, la democracia, la participación, la equidad. La educación popular, en el contexto de un paradigma democrático y no dogmático, se presenta como un elemento fundamental a la hora de concebir el desarrollo local, apuntando a la necesidad de crear sociedades sustentables; aprendiendo a comunicarse con la tierra como un ser vivo; respetando a todas las especies que la habitan; promoviendo la bioética y la biodiversidad; innovando en prácticas que salgan del consumismo, apreciando la producción sin violentar la naturaleza y gestando una ciudadanía activa, solidaria y responsable.

La autonomía personal debe ser alentada, por sobre otras formas que limiten la libertad de los sujetos. La libertad va siempre asociada a la responsabilidad. Este desarrollo local promoverá redes sociales y movimientos que actúen como grupos de presión frente a estructuras conservadoras y retardatarias del cambio social. No escapa a este factor, las preocupaciones por los derechos humanos, por la paz, por la tolerancia, que cobran una especial significación en el plano de lo local.

La dimensión educativa y de promoción social.

Se hace evidente que este desarrollo, necesita de un factor clave para su éxito como lo es la educación. La educación la entendemos como permanente, es decir durante toda la vida y afecta todos los activos relacionados con las personas (actitudes, estilos de participación, las prácticas democráticas, las solidaridades, la creatividad, la reflexión crítica, las normas comunitarias, valores, actitudes, relaciones).

Por educación entendemos en un sentido amplio todos aquellos procesos institucionalizados o no, de socialización del individuo, que se orientan a transmitir determinados conocimientos y padrones de comportamiento con el fin de garantizar la continuidad de la cultura. Pero para mí educación es también cambiar y modificar nuestros mapas mentales a los tiempos actuales, manteniendo todos aquellos valores y elementos válidos y desechando los que interfieren alcanzar mejores condiciones sociales y humanas.

La educación no formal tiene un especial papel que cumplir. Sus objetivos también están ligados a la socialización del individuo dentro de la sociedad. No obstante se actúa en forma menos difusa, menos jerárquica y burocrática; procura un equilibrio entre anarquía y orden. Sus actividades pueden llegar a pequeños grupos, como a toda una comunidad y realizarse en un centro cultural, un club de mujeres, un centro agrario, un centro de salud, una junta vecinal.

La educación viene siendo ignorada, como un elemento de crecimiento y desarrollo. Recientemente he participado de unas Jornadas sobre Educación y Desarrollo y en ella, uno de los conferencistas, refutaba la idea de que la educación fuese un motor de desarrollo y daba el ejemplo de Barcelona. Estas argumentaciones nos retrotraen a los primeros modelos economicistas neoclásicos.

Pero estudios posteriores demuestran que la educación promueve desarrollo a través del:

  • mejoramiento de las condiciones de salud y de nutrición de la población;

  • mayores tasas de participación de la fuerza laboral;

  • tamaño de escolarización de la fuerza de trabajo,

  • nivel de escolarización de la fuerza de trabajo;

  • número de patentes emitidas;

  • del tamaño de los gastos de investigación financiados pública y privadamente.

  • La educación primaria es la base de un proceso hacia una etapa de desarrollo, seguida de la educación secundaria expandida; también podemos señalar a la fuerza de trabajo altamente calificada; a la fuerza de científicos e ingenieros; al personal técnico.

  • Pero podemos agregar que el desarrollo de las capacidades personales (la autoestima, la identidad cultural, la creatividad, la reflexión critica); la cultura de la organizaciones (económicas, sociales, administrativas, ligadas a visiones más dinámicas; a la autonomía de las personas, al estilo democrático, permite contar con un capital humano que posibilite el crecimiento.

El orador que me precedió con su exposición, se refirió también a estos aspectos, cuando nos habló de la necesidad de eliminar procesos innecesarios en las organizaciones; en la necesidad de una relación empresa-empleado más igualitaria; del trabajo en red. Esta idea la podemos trasladar a cualquier tipo de organización, llamase ONG, Ayuntamiento, escuela o club deportivo.

El fortalecimiento de la capacidad de gestión de las organizaciones, la planificación estratégica, las políticas y prácticas de impacto amplio a nivel local y regional, precisan de la educación. De nada vale decir y pensar que la gente debe participar, cuando no hemos arbitrado experiencias educativas para habilitar a participar.

Yo participo en las reuniones anuales de mi comunidad de vecinos y llama la atención el desorden existente, la falta de habilidades sociales para presentar las mociones o pedir alguna aclaración. La gente no sabe participar, porque durante años ese ejercicio le ha sido vedado. La participación comienza en la familia, en el hogar, continúa en la escuela, en las instituciones sociales y precisa ser aprendida, enseñada y respetada.

Tenemos que convencernos de que la educación no es un gasto; la educación es inversión. Y hemos hablado de muchos aspectos intangibles, por los cuales ese proceso educativo no lo vamos a poder ver concretamente, pero sí lo percibiremos en la forma de encarar los procesos del desarrollo local.

En el caso latinoamericano el desarrollo se basa en:

  • Aumentar las exportaciones, pues el motor del crecimiento hoy día, es el mercado internacional.

  • Elevar la competitividad de los productos nacionales;

  • Incorporar la innovación tecnológica;

  • Reconvertir actividades;

  • Garantizar un intercambio igualitario, frente al modelo de exportación de materias primas, sin valor agregado y con precios descendentes.

  • Modernizar el aparato público para que use de manera más eficiente los recursos financieros y sea más eficaz en el logro de sus objetivos.

  • En democratizar la sociedad;

  • Y básicamente en obtener más equidad y justicia social, evitando el empobrecimiento de los sectores populares y la ruptura del tejido social.

Todo ello exige fuerza laboral mas educada y flexible para adaptarse a la velocidad de los procesos tecnológicos y productivos, pero también de una ciudadanía más activa y democrática.

La educación en el contexto del desarrollo local tiene la intencionalidad de actuar como un factor de promoción social, innovador, actualizado. Considera el empleo de las nuevas tecnologías como un factor impulsor, central de la cuestión cultural e identitaria de lo local. Pero además esa educación deberá ser flexible, para poder adaptarse a los incesantes cambios de la época; comprometida con la realidad y los problemas locales, alejada de los modelos jerárquicos, individualistas, competitivos, para dar paso a un modelo pedagógico nuevo, comprensivo, dialógico, cooperativo, creativo, realizado en comunidades de aprendizaje.

Por último ese desarrollo local considera la promoción social y humana, como el resultado de ese desarrollo. Esa promoción es un factor tan importante como la inversión productiva, el consumo o la distribución. Sus efectos se expresan en los cambios mentales, en las formas como se perciben las necesidades y se utilizan los recursos naturales; en la capacidad de iniciativa; y constituyen un capital social, es decir un bien público y no de propiedad privada de los beneficiarios, imprescindible para el logro del desarrollo.

El desarrollo local se encuentra íntimamente vinculado a los procesos educativos, al enriquecimiento de la vida de las personas, a la formación de capital social, al acceso al patrimonio cultural y a la elevación de su bienestar y calidad de vida, pero por sobre todo a la democratización de la sociedad.

Entendemos esto como la profesionalización de los diversos actores sociales (chacarero, productor hortícola, ganadero, hotelero, personal de turismo, etc.), así como la elevación del nivel cultural de la población (alfabetización, culturalización del adulto, formación para el hogar, la educación en valores, la buena comunicación, etc.).

Una sociedad que se desarrolla y se democratiza, no puede prescindir de prestar atención al impulso y expansión de la cultura asociativa de su ciudadanía y a la responsabilidad de ésta en participar y tomar decisiones en los problemas en los que se encuentra involucrada.

Las sociedades autoritarias frente a esta opción, han hecho un ejercicio sistemático de la represión, de la coaptación política y del asistencialismo. Toda la vida social y política de mi país (Argentina) en los últimos cuarenta años, muestran en mayor o menor grado el entrecruzamiento de estos aspectos y aún hoy en pleno proceso democrático la cultura clientelista, la cultura asistencial, el populismo, continúan siendo plenamente vigentes. También muchos de esos procesos podemos verlos aquí en España.

Los valores, los hábitos, las actitudes, las creencias, los comportamientos, sean estos buenos o malos, se consolidan a partir de la educación y en esto tiene especialmente un papel relevante la educación no formal.

Preocuparse en la educación no es solo formar individuos instruidos, cultos sino ciudadanos conscientes y responsables por la marcha de los asuntos comunitarios.

No es por lo tanto una acción dirigida a los sectores marginales o excluídos, sino una acción que involucra a toda la población de un área local y a diversos actores sociales, personas e instituciones. (Arocena, J., l996).

En una cultura en la que priva el individualismo competitivo, la exclusión social, la autosuficiencia, el repliegue a la vida privada y el aislamiento, donde se ha desarrollado la desigualdad económica y la miseria de amplias segmentos de población, donde se degrada sistemáticamente el medio ambiente, aparece la pregunta por cuales son los caminos que debe tomar hoy día la promoción social.

Entendemos que en este marco cultural de acentuación del individualismo, proceso este simultáneo con el avance de la economía de mercado y el retraimiento del Estado; de predominio y valorización de la cultura de consumo, a la promoción social le cabe canalizar su acción a la recomposición del tejido social y a contribuir a la reconstrucción y a la dinamización socio-cultural de la sociedad.

Ignorar las transformaciones que se vienen sucediendo, no es el camino para afrontar la realidad; menos aún desconocer los elementos que subsisten y perduran de la cultura anterior.

Recrear la vida, enriquecerla, generar nuevos proyectos, dotarla de sentido, valorizar las pequeñas cosas, parecieran ser caminos por donde debiera transitar hoy el desarrollo local. Aceptar que cada día nuestra sociedad será más multicultural y pluriétnica, también es parte de ese camino.

La intervención y la promoción social se encuentran también relacionadas fuertemente con los procesos de democratización y de igualdad de la sociedad, con los procesos de fortalecimiento de las instituciones democráticas y de los actores sociales y políticos. Hablamos aquí de la real democracia, aquella que es participativa, autónoma y representativa.

Proponer el desarrollo, la promoción y el enriquecimiento de la vida del hombre en armonía con la naturaleza, por sobre un desarrollo cuantitativo, también parece ser un imperativo para construir una sociedad posible, más humana y responsable con respecto a las generaciones venideras.

Ante un mundo en que las profecías literarias de Orwell (l984) y de Aldous Huxley (Un mundo feliz) parecieran querer cumplirse, se abren nuevas posibilidades de renacimiento humano y nuevos espacios para pensar en poner nuestros saberes al servicio de una mejoría de la vida, de la organización fraternal de la comunidad humana.

La globalización o mejor expresado la planetización, es una nueva situación, es un proceso irreversible que tiene nuevos requerimientos y por los que la humanidad comienza a pensar de una forma diferente al pasado, en forma global.

Hoy se plantea ‘construir el mundo’ desde lo local, desarrollando las organizaciones autónomas y democráticas de los pueblos. Los problemas comienzan también a ser pensados desde lo local.

La época actual plantea la lucha por lograr la democratización integral de la sociedad, así como el reconocimiento de las realidades pluriétnicas y plurilinguisticas , así como las autonomías y realidades culturales de las regiones del planeta. Los planteamientos xenófobos y racistas pertenecen a un negro pasado, próximo a sistemas deleznables como el nazismo e incompatibles con el sistema democrático de vida.

Nunca como antes en la historia de la humanidad, se han multiplicado y consolidado los agrupamientos humanos, constituyendo comunidades construidas en lógicas culturales y étnicas diferentes y en creencias y mitos interrelacionados por los medios de comunicación, los flujos de capital internacional y los bienes de consumo.

El desarrollo es posible y hay que dotarlo de una nueva visión. Esa visión es accionar localmente, pensar globalmente. Esta visión es posible, aproximando el pasado, revisando ese pasado y proyectándolo responsablemente sobre el futuro, unido a nuevos proyectos innovadores, creativos, que privilegien lo humano por sobre lo económico o lo tecnocrático.

El poder transformar el mundo, el poder crear colectivamente, el instalar el paraíso en la tierra, el buscar nuevas formas de humanidad solidaria, fraterna, planetaria, es parte de la tarea que le cabe hoy a la educación y a la promoción social comunitaria, dentro del amplio espectro que constituye el desarrollo local. Tal vez lo más importante sea plantear el desarrollo en términos de felicidad humana, más que de consumismo o de un bienestar centrado en la acumulación inservible de objetos.

Madrid, Septiembre de 2003.



* Datos sobre el autor:
* Dr. Alberto José Diéguez
Doctor en Psicología Social, especializado en Comunitaria. Realizó estudios de postgrado en Sociología Aplicada y en Desarrollo y Extensión Rural. Fue Director de Programas de Desarrollo de Comunidades en Argentina y realizó trabajos de investigación y consultoria en América Latina.

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