La situación sobre
la cual me detendré a reflexionar, tiene como espacio la
guardia de un Hospital Público del Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires. Es allí donde realizo tareas de guardia de 24
hs. como técnica en hemoterapia. Si bien mi permanencia dentro
de ésta institución, no es de largo tiempo, en los
últimos 6 años, no ha dejado de impactarme cómo
fue en aumento la demanda de atención en relación a
accidentes por causas violentas o externas.
Las categorías
“causas externas” o “causas violentas” poseen
la característica de una ausencia de criterios unificados para
considerarlas. Se hace referencia tanto la generalidad de dicha
categoría como la arbitrariedad de la dicotomía
interno/externo “¿Cómo se llama la violencia en
el campo de la salud, sobre todo la violencia letal? ¿Acaso
muertes por causas externas?” Si estas son causas externas ¿Son
las únicas? Si a mi me contagian una infección ¿Eso
es una causa interna o externa?
Hagámonos otra
pregunta, si las muertes por violencia son causas externas, entonces
¿debería haber internas? Preguntas que aún
resultan difíciles de responder.
Esta categoría de
muerte por causas externas es la modalidad de cómo la
violencia letal se registra en el campo de la salud, principalmente
genérica y distractora que posibilita equiparar la/s
violencia/s a “causas externas”.
En el campo de la salud
pública, existió y existe un enfoque tradicional que se
basó en el análisis exclusivo de las enfermedades y
muertes consideradas “naturales”, centrándose en
un enfoque individual (el enfermo), donde “lo social”
como factor externo (exposición o riesgo) no es abordado con
demasiada atención.
Desde el campo biomédico,
centrado fuertemente en lo normativo, se enfatiza en la necesidad de
un cambio de conductas individuales, donde los accidentes violentos
quedan situados en el mismo plano de padecimientos que el cáncer
o las enfermedades cardiovasculares, confiriéndoles el mismo
estatus teórico que enfermedades tradicionalmente concebidas,
definidas y tratadas exclusivamente en términos biomédicos.
Se reduce la complejidad
del problema a una dimensión física, a una conducta
individual, en lugar de posibilitar un abordaje que recupere e
integre las dimensiones y relaciones sociales del problema
(económico, político, ideológico y de
significación) que genere un análisis interpretativo y
de intervención que involucre a las diversas disciplinas e
instituciones.
Los contextos sociales
específicos y las particulares condiciones de vida de grupos o
localidades, son componentes indispensables para el abordaje de los
procesos de salud-enfermedad, los cuales vinculados a las condiciones
de vida de los procesos sociales contextualizan y condicionan la
aparición y el desarrollo de los padecimientos y daños
a la salud.
Concebir lo social no
como un factor sino como el carácter en sí de los
procesos de salud-enfermedad implica reconocer, así como
también definir, los problemas de salud en relación con
las particulares condiciones de vida, de trabajo y de acceso
diferencial a recursos materiales y no materiales de los sujetos y
grupos en los cuales se expresa. Recuperar esta concepción
tiene una doble implicancia. Por un lado reconocer el carácter
estructural, universal y variable de los procesos de
salud-enfermedad- atención en las diferentes clases sociales.
Por otro lado el carácter diverso de tal proceso que se
expresa en las modalidades con las cuales los diferentes grupos
sociales perciben, categorizan y significan la salud, los diferentes
daños, padecimientos y las respuestas a los mismos que irán
configurando el sentido o las prácticas para atenderlos,
evitarlos o tratarlos.
Por lo tanto
consideraremos a los “accidentes por causas externas o
violentas” no como eventos producidos por factores externos a
lo que los individuos se exponen mediante conductas de riesgo, sino
como hechos sociales que resultan de complejas relaciones entre
múltiples procesos de diferentes niveles.
Los accidentes violentos
o por causas externas no solo han aumentado cuantitativamente, sino
que manifiestan variaciones cualitativas, aumentan las tasas globales
de suicidio y homicidio, aumenta la violencia en la familia, en las
escuelas. A la persistencia de condiciones básicas de
violencia (exclusión, desempleo), se suma el incremento de la
intolerancia: en las discusiones domésticas, en el fútbol,
en la calle, en el trabajo.
La complejización
de la violencia, el entrecruzamiento y la potenciación de las
diferentes violencias y los diferentes actores, establecen un límite
cada vez más difuso entre la violencia familiar, la violencia
callejera y la violencia política.
En estos contextos,
observamos que la salida más simple que se encuentra es la
búsqueda de un culpable, todo un sistema de poderes que
legitiman el uso de más violencia “para combatir a la
delincuencia”. Organismos estatales que se descentralizan con
la idea de un mayor control sobre el territorio en el cual opera,
organismos privados de seguridad que visualizan un contexto que deja
altas ganancias.
Sin embargo, más
que pensar en la causalidad, en la búsqueda de un culpable,
habría que buscar contextos explicativos, determinar en qué
conjunto de condiciones racionalmente comprensibles se desarrolla
esta dinámica. Con la búsqueda de la causalidad se
llega fácil a la limpieza social ¿Quién es el
causante de esta violencia creciente? Los jóvenes marginales
de tal grupo social, entonces encerrémoslos, matémoslos.
De la misma manera de que
buscamos la causalidad de la violencia, establecemos una relación
mecánica, directa, unidireccional entre violencia y pobreza.
Sin embargo existen países como por ejemplo Bolivia (Viau, S.
Página 12) donde encontramos altos índices de pobreza y
bajos índices de violencia, situación que daría
cuenta de que no existe una relación mecánica entre
estos dos conceptos, porque lo que genera violencia no es la pobreza,
sino la desigualdad. En la relación neoliberalismo-violencia,
este último término es un factor esencial potenciado
por el endiosamiento del consumo.
El Estado como ejecutor
de esta ideología genera violencia, con el objetivo de
mantener el orden establecido dando lugar a la judicializacíon
de la pobreza, dando paso al Estado de penitencia que establece
estrategias de encierro, de disciplinamiento moralizador o de
indiferencia como modalidades de intervención.
La noción de
intervención en lo social implica una serie de mecanismos,
dispositivos, acciones que se irán construyendo en cada
momento histórico, los cuales están atravesados por el
contexto, por los conceptos, por las ideas, por las nociones que se
formularán sobre el problema a intervenir, que irán
construyendo el pensamiento social y la cuestión social, donde
el Estado siempre ha sido el propulsor “desde sus orígenes
el Estado moderno instala una serie de instituciones especializadas
en intervenir sobre necesidades específicas de los sectores
tradicionalmente tipificados como pobres. Estos constituyen el objeto
preferencial de la política social del estado”
La palabra “intervenir”
implica “venir entre” o “interponerse” por lo
tanto la intervención es sinónimo de mediación,
intersección, apoyo, cooperación o intromisión,
ingerencia, intrusión, coerción o represión, y
son estas tres últimas con las cuales relaciono la modalidad
de intervención del Estado frente a la problemática de
la violencia.
Cuando pienso en
accidentes violentos lo primero que me viene es sensación de
dolor, pienso en ruidos, en golpes, en impacto, en violencia. Las
muertes por causas externas corresponden a homicidios, suicidios y
muertes accidentales, palabras que engloban infinitas situaciones.
Este hecho suele presentarse de manera frecuente en hombres más
que en mujeres y dentro de las edades los adolescentes y los jóvenes,
suelen ser el blanco preferido.
Ahora bien, comencemos a
indagar sobre el concepto de violencia y para ello nos preguntamos
¿Qué es la violencia? La violencia como hecho, como
caso concreto, siempre existió, sin embargo la búsqueda
de una categoría o concepto que pudiese definirla resulta
complejo. Violencia no solo implica el hecho en sí mismo, sino
el intervenir sobre este, el tipo de control que se ejerce.
La falta de un concepto
claro y preciso sobre la violencia donde aparece vinculada al hecho
en sí, a lo concreto, provoca una objetivación de la
misma que hace que para referirnos a ella debamos recurrir a un
ejemplo, transformando al concepto en una sola palabra pero que
otorga diferentes significados. En este sentido, la realidad de la
violencia existe desde el punto de vista de cada uno y cambia según
quien la hable, la evalúe, la interprete, la intervenga; por
lo tanto la realidad de la violencia cambia según como cada
uno la perciba, aún no habiendo un sujeto que la enuncie.
La violencia y el hecho
violento aparecen mediatizados por la ideología, dando lugar a
que lo violento se vincule con aquello que sale de la norma, al mismo
tiempo que se va naturalizando.
Entonces la violencia
ejemplificada por medio del ingreso de personas con heridas de armas
blancas o armas de fuego en el hospital, es el hecho que me motivó
a realizar este ensayo, no solo el hecho en sí mismo en tanto
hecho violento, sino el dispositivo de intervención que
genera. Intentaré vincular la violencia con una forma de
intervención ligada a lo normativo, sobre aquello que se sale
de la norma o es anormal socialmente.
Llamadas telefónicas
hechas por vecinos, familiares que piden ambulancia con urgencia,
autos que ingresan a la guardia a toda velocidad, mientras tocan
bocina, son algunas de las formas que alertan sobre un “herido
de bala”. La modalidad del ingreso será condicionante
para la posterior intervención.
Cuando el SAME recibe el pedido de ambulancia e informa sobre la situación,
alerta a todo el equipo de guardia, sobre todo médicos y
enfermeros; sin embargo, cuando las denuncias son anónimas,
cuando no existe alguien que acompañe al “herido”,
el dispositivo de intervención trascurre de una manera
desordenada, eso sí, antes que nada se deberá avisar a
la policía. La intervención policial será otro
de los dispositivos que determinarán la atención. Según
el caso, la persona será esposada o custodiada por un oficial,
será culpable o inocente en el hecho. La policía será
la encargada de determinar la causa del hecho, indagará sobre
el mismo, mientras que los médicos determinarán el
tratamiento.
Existen diferencias
ideológicas respecto a las maneras de ver y las normas que
estructuran la violencia, estas diferencias ideológicas se
corresponden con el significado que le otorguen quienes la definan,
quienes intervengan desde el lugar de poder que ocupe. Cada una de
las personas que intervenimos lo hacemos de maneras diferentes y de
lugares de poder distintos.
La muerte como paradigma
de la violencia es el resultado objetivo que necesariamente se
inscribe en un contexto subjetivo-cultural que se encargará de
otorgarle sentido.
Las respuestas
institucionales a la violencia comúnmente tienen el propósito
de soluciones restitutivas, a fuerza de leyes que reprimen a la
realidad existente, profundizando el carácter criminógeno.
Cuando las respuestas institucionales resultan inadecuadas suelen
generar nuevas instancias de violencia y ésta suele ser una de
las características de intervención sobre los heridos
de armas de fuego o blancas; ya que las mismas están
atravesadas por categorías estigmatizantes.
Hagamos una pausa y
detengámonos a reflexionar sobre el concepto de estigma. Para
E.Goffman (1963) el estigma será entendido como una clase
especial de relaciones entre atributo y estereotipo, atributo que
resultara desacreditador.
Todas las sociedades
establecen los medios para categorizar a las personas, atributos que
serán percibidos como corrientes y naturales en los miembros
de cada una de esa categorías.
Es así que el
medio social establecerá las categorías de personas que
en él se pueden encontrar, posibilitando que en el intercambio
social rutinario podamos tratar con “otros” previstos sin
necesidad de dedicarles una atención o reflexión
especial. Por lo tanto cada vez que nos encontramos con extraños
las primeras apariencias nos permitirán prever en qué
categorías se hallan y cuáles son sus atributos o sea
su identidad social.
El término
identidad social incluye atributos personales como “la
honestidad” y atributos estructurales como “la
desocupación”, a partir de aquí comenzaremos a
juzgar con expectativas normativas sobre el otro.
Este tipo de actitudes
suelen ser constantes a la hora de categorizar, determinar la
“identidad social” del sujeto que ingresa al hospital con
una lesión provocada por un arma blanca o de fuego y será
uno de los condicionantes claves a la hora de intervenir.
Cuando normales y
estigmatizados comienzan a interactuar, cuando tratan de mantener un
encuentro que implique dialogar juntos, ambas partes deberán
enfrentar directamente las causas y los efectos del estigma. Es así
que generalmente el sujeto herido, en tanto estigmatizado ya por la
causa misma de su lesión, deberá ocultar e incluso
mentir sobre el hecho, dado que según cuál sea la
percepción del médico, del policía, del
enfermero, se irá construyendo y definiendo el tipo de estigma
que se le otorgará.
La incertidumbre del
estigmatizado surge no solo porque ignora cuál será la
categoría atribuida, “chorro”, “falopero”,
“chico malo”, “villero”, “ladrón”,
sino porque sabe que según cuál fuese ésta será
el tipo de atención que recibirá.
Si la persona puede
hablar, deberá responder a preguntas que realizarán los
enfermeros, los médicos y la policía de manera
diferente y en distintos momentos. Generalmente son los enfermeros
los que reciben al “herido de bala”, ellos establecen el
primer contacto, el cual se extenderá hasta tanto sea
trasladado a otro lugar. Son ellos quienes relevarán datos en
relación a su nombre, edad, nacionalidad y sobre el hecho,
también se encargarán de desvestirlo, revisar y guardar
los objetos que se encuentren entre sus ropas, sobre todo papeles y
documentos que den cuenta de la identidad social del sujeto. Todo lo
encontrado será guardado en una bolsa, en caso de encontrar
drogas, armas o balas, se deberá dar cuenta a la policía.
Es el enfermero quien realiza la primera intromisión,
intervención sobre el cuerpo, sobre el paciente.
Es probable que en todos
estos momentos el estigmatizado sienta la sensación de no
saber qué es lo que realmente los demás piensan de él,
durante todos estos contactos el individuo estigmatizado pasará
a ser exhibido. El sujeto quedará expuesto ante los normales,
quienes irán invadiendo su intimidad, situación que se
agrava con las conversaciones que los extraños autorizados
entablan con él.
El médico
interviene en escena de manera discontinúa, a veces suele
preguntarle directamente al “paciente”, sin embargo es
común que todas las preguntas estén dirigidas hacia el
enfermero o hacia un tercero presente.
Todos tendemos a
identificar a las personas según las características
que nosotros consideramos importantes, pero en esta situación,
lo que me inquieta son las que entran en juego en este tipo de
intervención. Características que irán
construyendo, inventando al sujeto de intervención de una
manera estigmatizante.
Si la intervención
en lo social implica una nueva forma de conocer, de saber, de generar
discursos de verdad, yo me pregunto ¿Qué tipo de sujeto
de intervención estamos construyendo?
Este tipo de intervención
posee una similitud a la intervención sistemática que,
organizada y fundamentada será la generadora de dominios de
saber, donde el poder que se ejerce sobre el sujeto posibilita la
construcción de éste en tanto objeto de intervención.
A partir de esto el sujeto pasa a ser una cama, dejarán de
llamarse Juan, Pedro, para pasar a ser el “herido de bala del
jueves, del sábado”.
Todo un dispositivo de
control sobre su cuerpo que quedará asentado en la historia
clínica, un proceso de expropiación no solo de su
cuerpo sino también de su historia, de sus relaciones sociales
durante la estadía en el hospital. Su historia clínica
pasará a contener datos que permitan llevar el control de su
tratamiento, de su recuperación, a través de un
dispositivo tecnológico, aunque precario, que medirá
cada valor corporal. Soluciones médicas para “comportamientos
de anormalidad”. La intervención médica como
forma de control social, regula a los comportamientos anormales que
son definidos socialmente.
Los accidentes por causas
externas generan un tipo de intervención que se construye a
través del control, no solo del cuerpo sino también de
su historia. Una historia que circula en varias versiones, que fueron
relatadas, modificadas por los distintos actores en juego. Es así
que enfermeros, policías, médicos, familiares irán
construyendo la identidad social de este sujeto de intervención.
Si la intervención
en lo social tiene su fundante en la demanda y la misma deberá
tender a la desnaturalización, entonces la demanda de atención
en relación a accidentes por causas externas o violentas,
específicamente heridas de armas blancas y armas de fuego, nos
plantea el desafío de evitar su naturalización. Un
desafío que plantea vincular la violencia del espacio
microsocial con una violencia estructural desde lo macro social.
La intervención en
lo social implica una mirada hacia la institución, el hospital
como herramienta de poder que legitima cierto tipo de intervención,
que construye cierto tipo de relaciones sociales, que facilita a
través de ciertos tipo de prácticas sociales la
construcción de la identidad social del sujeto.
Pienso que ampliar la
visión que construimos sobre ese sujeto, implica la
reconstrucción de hechos o acontecimientos que precedieron al
momento de su ingreso. Acontecimientos que den cuenta de su vida
cotidiana, de su biografía, dándonos pistas sobre la
comprensión y la explicación de la violencia, del mundo
de aquel sujeto que demanda intervención.
El abordaje de una manera
integral de estos acontecimientos, como expresión del aumento
de fracturas en lo social implica la reflexión de estos
problemas sociales, interpelando la dirección de la
intervención, el sentido de la misma.
La búsqueda del
sentido de la intervención implicará un proceso de
diálogo entre intervenir y contexto, acontecimientos que den
cuenta y vinculen desde lo micro social, desde lo particular, lo
macrosocial, lo colectivo, desde la violencia individual hacia la
violencia estructural.
Intervenir en lo social
desde una perspectiva socio histórica, significa un campo
amplio de significaciones, de miradas diferentes sobre un mismo
mundo, donde cada sujeto construye esa significación según
acontecimientos históricos que fueron dando sentido a su vida,
acontecimientos que van configurando representaciones sociales.
Intervenir es dialogar
con diferentes campos de saber, intercambio que requiere de un
trabajo entre distintas disciplinas, donde cada una de ellas ocupará
un lugar de poder a partir de la cual se irá construyendo
nuevas instancias de comunicación.
Una forma de comunicación
que otorgue sentidos diferentes, que desplace los sentidos
posibilitando una nueva manera de nombrar a la problemática de
la violencia, al mismo tiempo que va interpelando a la sociedad y al
Estado. Un desafió para ambos en la construcción de
nuevos sujetos, de nuevas sociedades.
Una intervención
que direcciona su mirada hacia aquello que esta oculto, intentando
que la violencia pase a formar parte de la agenda pública pero
con una perspectiva diferente proponiéndose unir aquello que
esta separado, desvinculado, unificando y relacionando la cuestión
social en tanto violencia con sujetos vulnerables a su padecimiento.
Solo la intervención
que acceda a las subjetividades, que se expresa en el orden de lo
simbólico, que se inscribe en lo real, que indague en el
imaginario, estará apostando a una sociedad sin coerción,
sin opresión, sin violencia.
ANEXO
Orden de causas de
defunción en la población de 10 a 24 años.
Ciudad de Buenos Aires
año 1998
Nº
de Orden
|
Causas
|
%
|
1º
|
Causas
externas
|
58,7
|
2º
|
Tumores
|
13,2
|
3º
|
Sistema
respiratorio
|
8,5
|
4º
|
Infecciones
|
3,8
|
5º
|
Sistema
circulatorio y nervioso
|
3,8
|
|
Otras
|
12
|
Total
|
|
100
|
Fuente:
Elaboración a partir de datos de la dirección de
estadísticas para la salud. Módulo de Capacitación
en Demografía y Epidemiología, Secretaría de la
Salud. GCBA. 2000
Orden de
defunciones por causas externas específicas y valores
relativos según sexo entre 10 y 24 años.
Ciudad de Buenos Aires
– Lista Arg. IV 1998
Nº
de orden
|
Causa
de muerte
|
Varones
%
|
Mujeres
%
|
Total
%
|
1
|
Accidentes de
transporte
|
80,7
|
19,3
|
100
|
2
|
Intención no
determinada
|
88,9
|
11,1
|
100
|
3
|
Agresiones
|
96,0
|
4,0
|
100
|
4
|
Suicidios
|
75,0
|
25,0
|
100
|
5
|
Otros accidentes
|
75,0
|
25,0
|
100
|
6
|
Otras causas externas
|
60,0
|
40,0
|
100
|
Fuente:
Elaboración a partir de datos de la dirección de
estadísticas para la salud. Módulo de Capacitación
en Demografía y Epidemiología, Secretaría de la
Salud. GCBA. 2000
Relación
varón-mujer en causas externas específicas entre 10 -
24 años
Lista Arg. IV 1998
Causa
de muerte
|
Relación
varón:mujer
|
Accidentes de
transporte
|
4:1
|
Intención no
determinada
|
8:1
|
Agresiones
|
24:1
|
Suicidios
|
3:1
|
Otros accidentes
|
3:1
|
Otras causas externas
|
1.5:1
|
Fuente:
Elaboración en base a datos de la Dirección de
Estadísticas para la Salud, Secretaría de Salud.
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
BIBLIOGRAFÍA
-
Andrada, Carlos. La
Violencia. Una Mirada Diferente. Editorial Mimeo. Buenos Aires.
1993.
Basaglia, Franco. La
Institución de la Violencia. Editorial Barral.
Bianco, Jorge Eduardo.
Mortalidad por Accidentes y otras Violencias en Jóvenes
Varones de la Ciudad de Buenos Aires: Una perspectiva
socio-antropológica de los diferenciales de género.
Buenos Aires. 2002.
Carballeda, Alfredo. Del
desorden de los cuerpos al orden de la sociedad. Editorial de la
UNLP. 2000
Carballeda, Alfredo. La
intervención en lo social – Exclusión e
integración en los nuevos escenarios sociales. Editorial
Paidos Tramas Sociales. 2002.
Conrrad, Peter y otros.
Psiquiatría Crítica. La Política de la Salud
Mental. Editorial Critica. Grupo Editorial Grijalbo. Barcelona 1982.
Freidson, Eliot. La
Profesión Médica. La Enfermedad como Desviación
Social. Editorial Península. Barcelona 1978.
Goffman, Erving.
Internados. Ensayo sobre la Situación Social de los Enfermos
Mentales. Editorial Amorrortu. Buenos Aires. 1º edición
1961.
Goffman, Erving. La
Identidad Deteriorada. Editorial Amorrortu. Buenos Aires. 1º
edición 1963.
Neto, José Paulo
y otros. Nuevos Escenarios y Práctica Profesional – Una
Mirada Crítica desde el Trabajo Social. Editorial Espacio.
2002.
Viau, Susana. La
Inequidad en Saldo Rojo. Entrevista a Saúl Franco. Articulo
periodístico Página 12
NOTAS