Resumen
El presente trabajo
analiza el concepto de cuidador de ancianos contrastándolo con
la práctica concreta de cuidados. Intenta describir y explicar
el modo en que los cuidadores formales conciben la práctica de
cuidado a ancianos dependientes internados, caracterizando sus
principales problemas y consecuencias para su propia salud.
A través de la
metodología cualitativa se pretende comprender la perspectiva
del cuidador directo, entiendo que la internación geriátrica
de larga estadía (ILE) es un diálogo en el que
participan diversos actores.
De acuerdo a los
resultados de la investigación psicosocial que se viene
realizando en la ciudad de Mar del Plata, y a la extensa
bibliografía sobre la ILE , en dicha perspectiva se destaca
el deterioro que sufren las personas que realizan la tarea de
cuidador redundando en la baja calidad del servicio que prestan.
Introducción
El aumento de la
población anciana en el país y en la ciudad de Mar del
Plata, como enclave geróntico, ha originado el incremento de
la internación geriátrica y sus problemas derivados. La
crisis socioeconómica a su vez trae aparejado el colapso de
los servicios estatales para la atención de esta problemática.
Según datos del
ultimo censo, el 13.4 % de nuestra población es mayor de 60
años, siendo el 30 % de esta franja comprendido por personas
con mas de 75 años. En la ciudad de Mar del Plata un 16% de
la población es mayor de sesenta años. El 44% de
aumento de este grupo en la década del ’80, se explica
por la migración constante de jubilados hacia nuestra ciudad,
que comparten expectativas de bienestar y ocio recreativo respecto
de la tan mentada imagen de ciudad feliz. (de los Reyes, Roose,
Berruti, Buzeki, 1999)
Como
contrapartida dramática de tales expectativas, Mar del Plata,
presenta un crecimiento de la institucionalización de ancianos
debido a la alta incidencia de demencias y de diferentes grados de
deterioro físico y cognitivo en la franja que va de los 65
años en adelante.
El análisis de
entrevistas a cuidadores de ancianos y del registro de observaciones
participantes tanto en el Hogar Municipal de Ancianos de la ciudad de
Mar del Plata como en diversos geriátricos privados de la
ciudad, nos permite acercarnos a la realidad de la ILE y a sus
diferentes problemáticas. En el presente articulo analizaremos
las dificultades de la práctica concreta del cuidador directo
de ancianos y los discursos que contribuyen a su construcción.
El
concepto de cuidador de ancianos
La
ILE constituye un proceso en cuya construcción participan
diversos actores sociales. En este dialogo de perspectivas
encontramos a los ancianos internados, sus familiares (cuidadores
familiares que constituyen el apoyo informal), los profesionales y
cuidadores del ámbito del geriátrico, los directivos y
encargados de las instituciones de internación geriátrica
(quienes conforman el aspecto formal de los cuidados) y por ultimo
las personas que trabajan científica o técnicamente
sobre la problemática, tengan menor o mayor injerencia sobre
ella.
Con el término
cuidador se alude a aquella persona que asiste o cuida a otra
afectada de cualquier tipo de discapacidad, minusvalía o
incapacidad que le dificulta o impide el desarrollo normal de sus
actividades vitales o de sus relaciones sociales (Flórez
Lozano et al, 1997)
El
tema de los cuidadores de ancianos surge en la Asamblea Mundial por
el Envejecimiento, llevada a cabo en Viena en el año 1982. Los
cuidadores de ancianos serian personas que realizan los llamados
heterocuidados. Es decir, que el cuidador de ancianos cuida la salud
de otro, otro que es en este caso un viejo.
Hugo Valderrama, geriatra
y creador del Movimiento de Formación de Cuidadores de
Ancianos de la República Argentina, comenta que el que cuida
no se agota por cuidar , sino por dejar de ser el, por no tener mas
tiempo para si. Utiliza el termino cuidador para referirse
específicamente a las personas que realizan tareas de apoyo al
personal de enfermería y a equipos gerontológicos de
trabajo. (Valderrama, 1999) En el desarrollo teórico que
realiza, adelanta el tema del desgaste o sobrecarga que sufre todo
cuidador por el acto mismo de cuidar.
Por
otra parte, es necesario diferenciar entre los cuidadores a los
directos de los indirectos.
Los
primeros serian quienes tienen una relación mas próxima
con los ancianos, entre ellos podemos mencionar a los profesionales,
mucamas, encargados o directivos de geriátricos y a los
familiares y amigos del anciano. Entre los segundos, incluimos a un
tipo de cuidador no contemplado en la bibliografía como
categoría diferenciada, y que comprendería a los
servicios sociales estatales encargados de la atención
sanitaria, los organismos de gobierno con poder legislativo y de
control de instituciones relacionadas con la tercera edad, y las
organizaciones no gubernamentales como expresión organizativa
de la comunidad para la atención de sus integrantes más
necesitados. (de los Reyes, Roose, Berruti, Buzeki, 1999)
Si bien en nuestra
investigación utilizamos el término cuidador para
referirnos a toda persona responsable del bienestar del anciano,
comenzando por el Estado y terminando por quienes lo asisten
directamente, en este trabajo, hablaremos de cuidador para referirnos
exclusivamente a los cuidadores directos que trabajan dentro de la
institución. Esta conceptualización incluye a toda
persona que realiza una tarea para contribuir a la calidad de vida
del anciano en el contexto de la ILE.
Hablaríamos
entonces de cuidadores que constituyen además , el personal de
una organización. Cuestión que a diferencia de lo que
ocurre con los familiares, complejiza la situación , ya que
como se observa en las entrevistas, el cuidador directo no solo es
responsable del bienestar del anciano ante el anciano mismo, sino
también ante las autoridades del establecimiento y los
familiares.
Vemos
como, el concepto mismo de cuidador se va deconstruyendo y
reconstruyendo en el seno del discurso científico para
diluirse en la práctica concreta de cuidados en donde alcanza
una dimensión mucho mas compleja aun.
La
práctica de cuidado
La práctica de
cuidado implica un proceso interpersonal que se constituye a partir
de una asimetría . La asimetría básica se define
entre un sujeto que es capaz de decidir con mayor libertad que el
otro. Cuidar de otro, es una acción que intenta reconstruir la
autonomía del sujeto vulnerable. Para ello es necesario
informar, dar la mayor cantidad de conocimiento para que la persona
y/ o su entorno puedan decidir a lo largo de este proceso. Cuidar de
alguien es en definitiva, ayudarle a ser, en su singularidad y
especificidad (Torralba i Roselló, 1998).
De acuerdo al análisis
de las entrevistas, es posible afirmar que el cuidador establece un
fuerte compromiso emocional para sostener su tarea, pero este
compromiso muchas veces se transforma en una relación
defensiva que termina por entorpecerla. La tarea ya no es vivida
con satisfacción sino que se transforma en una carga
deteriorante para la persona que la realiza y por lo tanto, para la
persona a quien va dirigida.
Para desarrollar
correctamente su trabajo, el cuidador requiere no solo capacitación
especifica, sino también reflexión y contención,
espacios para permitirle recurrir a una creatividad saludable, para
convertir las dificultades en habilidades para resolver problemas.
(Bertone, 1999) Existen dos elementos en juego en el trabajo del
cuidador, por una parte los conocimientos técnicos y por la
otra los aspectos relacionales. La calidad del trabajo implica una
adecuada integración entre ambos. Una integración del
saber teórico y racional sobre la vejez con las emociones que
se movilizan en el trabajo concreto con viejos.( Cifuentes Cáceres,
R., Merchan Maroto, E., Suarez Gayo, F. 1992)
Si la problemática
que vive el cuidador en su trabajo no encuentra una adecuada
canalización, no solo redunda como dijimos, en el deterioro de
los cuidados al anciano sino en el deterioro de su propia identidad
como cuidador, que debe ser capaz primero del autocuidado. El
cuidador se convierte en una persona que no puede cuidarse a si
misma.
Es así como son
frecuentes situaciones, citadas en numerosos estudios, tales como
el ausentismo por depresión y otras patologías de corte
medico o psiquiátrico. Se ha comprobado que el 70% de los
cuidadores en instituciones gerontológicas tienen una caída
de su sistema inmunológico. (Hitzig,1993, Cifuentes Cáceres,
R., Merchan Maroto, E., Suarez Gayo, F. 1992)
El cuidador directo y
sobre todo el personal auxiliar, que realiza labores primarias de
higiene y alimentación, termina siendo el sector fundamental
y también el mas vulnerable de la institución. En parte
por la insuficiente formación , en parte por la relación
de asimetría con el resto del personal y sobre todo por las
diferentes problemáticas que resultan del contacto directo con
el anciano.(Fishman, Waitz, Slutzky, Zaidemberg y Vinocur,2001) Las
problemáticas detectadas en las observaciones y entrevistas ,
se refieren a la dificultad de trabajar con personas que muchas
veces se encuentran en condiciones miserables, personas con carencias
afectivas , dolencias somáticas y psíquicas que las
llevan muchas veces a la queja indiscriminada o a la indiferencia
psicótica, personas que de acuerdo a la construcción
social de la vejez, están esperando la muerte, y la mayoría
de las veces, efectivamente muriendo en la institución.
Como es de esperar , la
percepción subjetiva de la tarea varia de un cuidador a otro,
mientras algunos la asumen como insatisfactoria, aludiendo a
cuestiones como la imposibilidad de empatizar con el anciano cuando
tiene incontinencias o agrede constantemente. Otros dicen
disfrutarla, haciendo hincapié en la ternura que les despierta
el desvalimiento afectivo o físico del anciano y la
satisfacción que logran al poder repararlo. Sin embargo, en
estos casos, se asume la necesidad de canalizar el monto de ansiedad,
muchas veces excesivo, que dicha satisfacción conlleva.
En este contexto, no son
improbables los sentimientos de culpa por sentir rechazo, por
intentar evadir la situación o la angustia por la excesiva
involucración y consiguiente perdida de distancia. Al respecto
se ha observado que existen dos tipos de conductas en relación
a los ancianos: el pegoteamiento, en donde se trata al paciente como
a una figura parental o el alejamiento y la evitación que da
por resultado una atención efímera.(Osman, 1993)
Otro aspecto que hace a
la construcción social del cuidador y de su práctica,
y que alimenta los frecuentes sentimientos de culpa en los cuidadores
es la referida a las creencias de sentido común respecto del
cuidado de ancianos. Se considera que esta es una tarea que debe
salir del corazón, que es innata y condicionada por la buena
voluntad, por lo tanto no retribuida, en donde el sujeto de la acción
puede hacer de alguna manera, lo que siente.(Bertone, 1999)
En este sentido, cabe
destacar que el perfil de empleado valorado por propietarios y
directores de geriátricos, se centra mas en determinadas
características de personalidad que en la formación
académica especializada. De acuerdo a las entrevistas
realizadas a directivos, propietarios y encargados de geriátricos,
el aspecto central que tienen en cuenta a la hora de contratar
personal es la actitud hacia el anciano, menospreciando el nivel de
capacitación. Se considera que en el mejor de los casos, lo
que se necesita aprender se aprende en el ejercicio mismo de la
tarea. Se alude al amor por los ancianos, el carisma , los dones
especiales, etc. como aspectos claves en la tarea de cuidado y al
adiestramiento del personal en el inicio de su actividad en la
institución como una de las características que hacen a
la carrera del cuidador. (Berruti, Buzeki, 2002)
Por
otra parte, vemos como el cuidador directo es objeto de los mismos
prejuicios que sufre el anciano internado. Nos referimos al trato
conmiserativo, infantilizante y muchas veces de desprecio. Al
respecto son particularmente elocuentes las formas que directivos,
propietarios y encargados utilizan para referirse a ellas, ya que los
cuidadores en su mayoría son mujeres. Entre estas formas son
recurrentes términos como mamitas, chicas, diminutivos
de nombres propios, etc. Si por un lado se dice valorarlas mucho por
sus características personales, tales como la paciencia, la
dedicación, etc., por el otro son objeto de explotación
en tanto reciben exiguas remuneraciones o son objeto de desprecio por
no tener la calificación que por otra parte no pareciera ser
importante a la hora de contratarlas.
Un ultimo aspecto
resaltado en las entrevistas a cuidadores directos se refiere a los
motivos por los cuales la persona desarrolla esta actividad. La
gerontología es en muchos casos un área residual donde
terminan trabajando aquellos que no consiguen trabajo y no una
orientación primaria (Muchinick,
1984) Aquí es posible observar
como los intereses económicos superan a los vocacionales
(Berruti, Buzeki, 2002)
Ya
sea en ámbitos públicos o privados, pero sobre todo en
los primeros, a lo largo de los relatos, se destaca como el trabajo
con ancianos comenzó a ser interesante en la medida en que se
pagaba mas que otros trabajos realizados anteriormente. Asimismo, lo
vocacional aparece resaltado en las motivaciones tanto de los
cuidadores directos como de directivos y encargados. Entre las
motivaciones que los primeros señalan a la hora de explicar
por que se dedican a esta actividad, es posible observar la presencia
de actitudes anticipatorias y reparatorias. Las primeras aluden a la
necesidad de ser cuidado en la vejez del mismo modo en que uno ha
cuidado al anciano, y las reparatorias al hecho de cuidar al anciano
por lo que no se ha cuidado a otros. (Muchinick, 1984) Es así
como muchos entrevistados recuerdan haber cuidado a sus familiares, o
mencionan repetidamente la enfermedad de algún anciano de la
familia.
Siguiendo
las manifestaciones explícitas de los entrevistados, se
acuerda en forma de declaración sin compromiso, en definir al
cuidado como una forma de vinculación que consiste sobre todo
en escuchar, requiere de conocimientos científicos tanto como
de actitudes y valores que privilegien el mejoramiento de la vida y
el despliegue de las potencialidades mas allá de las
incapacidades. Sin embargo, en la práctica, y de acuerdo al
registro de observaciones, el cuidado aparece como una modalidad
automática referida más a cuestiones básicas de
higiene y alimentación para el anciano internado, sin incluir
el resto de las necesidades tanto del anciano como del cuidador.
Resulta al menos inquietante, escuchar a personas tan castigadas
por los avatares de la institución, hablando de los cuidados
especiales que requiere un anciano dependiente.
Conclusiones
El presente trabajo
intentó describir y explicar el modo en que los cuidadores
formales construyen su práctica de cuidado y como estas los
construyen a si mismos como objetos de deterioro mas que de
preservación. La práctica del cuidado de ancianos, se
construye a partir de diferentes discursos, desde el científico
hasta el de sentido común, vehiculizados tanto por los
diferentes cuidadores directos e indirectos.
Desde el sentido común
se define al cuidador como la persona capaz de dar amor
gratuitamente, abnegadamente. Desde el discurso científico el
cuidador es la persona con conocimientos y actitudes específicos
para llevar a cabo la tarea de rehabilitar y preservar. En la
práctica cotidiana, el cuidador es la mayoría de las
veces, una mujer. Una mayor proporción de mujeres que trabaja
por una escasa remuneración, que realiza una tarea que muchas
veces las satisface, pero que por sobre todo las pone en contacto
directo con el sufrimiento de un viejo.
Lo que es puesto como
ideal para el cuidado de ancianos tiene su contrapartida en el
descuido del cuidador. La práctica con ancianos requiere no
solo un especial bagaje de conocimientos y recursos emocionales, sino
también una serie de espacios de psicoprofilaxis, de
contención y recreación para quienes los asisten.
Espacios que no existen actualmente en ninguno de los geriátricos
observados de la ciudad y que son ampliamente reclamados, incluso por
muchos directores y encargados de las instituciones.
Si el verdadero
objetivo de la ILE es lograr una adecuada atención de la
ancianidad dependiente , requiere en principio preservar la salud del
cuidador mismo, mejorando de ese modo, la calidad del servicio que
pretende brindar.
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