Siguiendo
a Carlos M. Vilas
puede decirse que la política social neoliberal se caracteriza
por tres aspectos fundamentales:
*Privatización:
la privatización incluye las
de los servicios públicos (luz, gas, teléfono,etc.) y
la de los fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP), entre otras. Por
otro lado, como afirma Vilas, la privatización de los
servicios sociales es inequitativa, pues sólo los grupos de
mayores recursos pueden hacerse cargo de sus costos. El
deterioro continuo de la red de servicios públicos que aun
presta el Estado, tiende a dejar a los sectores que no pueden
afrontar los costos de los sistemas privados, sin una adecuada
atención.
Además,
como afirma Ricardo Sidicaro, en la medida que las empresas
públicas realizaban más actividades que la producción
de bienes o servicios, su privatización dejó al Estado
con menos instrumentos para responder a demandas sociales cuyos
perfiles no necesariamente eran nítidos .
La privatización, la enajenación del Estado de sus
recursos, lo ha dejado en una situación desfavorable tanto
presupuestariamente como en su función social. Concretamente,
de política social.
Junto a
la privatización, lo que está apareciendo también
es la desestatización de las obligaciones que antes tenían
al Estado como garante. Así, ante el retiro o debilitamiento
del Estado en materia de política social, aparece un actor
importante: las ONG. Estas organizaciones están expandiéndose
en nuestra Argentina. Comedores populares, sociedades civiles,
cooperativas de trabajo, son ejemplos de este nuevo modo de
organización que está operando en la sociedad producto
de la crisis aguda que se está viviendo. Son emprendimientos
sin ninguna duda positivos y que pueden alcanzar algún impacto
en las poblaciones donde desarrollan sus intervenciones. Sin embargo,
no hay que perder de vista que es el Estado el que debe garantizar
los servicios y los derechos atendidos por las ONG. Las ONG, para
decirlo de forma más clara, no están obligadas a
prestar el servicio que prestan ni cuentan con los medios y el poder
de decisión del Estado. No debemos perder de vista entonces la
interpelación al Estado, ya que en materia de política
social y más en una crisis tan grave como la que vivimos, su
superación no puede quedar a cargo de organizaciones privadas.
* Focalización:
como consecuencia de la contracción a los fondos asignados a
política social, se procura que los mismos se administren más
eficientemente y lleguen a quiénes los necesitan. La
focalización implica racionalizar el sistema de apoyo
social del Estado a los sectores más pobres, lo que se
traduciría en una mayor agilidad en las operaciones, mayor
eficiencia en el uso de los recursos (sobre todo por reducción
de costos de gestión y ejecución) y un uso más
tecnificado de la información social en función del
impacto del gasto sobre el bienestar de los beneficiarios .
Analicemos
los datos del INDEC del año 2002. Según ellos, y en
cuanto es una fuente oficial y, en consecuencia, parcial, en la
Argentina existen hoy 19 millones de pobres. ¿Cómo se
puede focalizar hoy en Argentina sobre semejante cifra, que incluso
podría ser mayor? ¿Quiénes son hoy los sectores
más pobres en la Argentina? Esto pone en la necesidad
a la política social neoliberal, entonces, de establecer entre
los pobres, quiénes son los más pobres. La política
social focalizada razona así.
Hay que elegir a los más
pobres de los pobres. Entonces, tenemos el recurso conceptual
de dividir a los pobres en personas cuyos ingresos están por
debajo de la línea de la pobreza e indigentes (NBI). En este
sentido, las cifras del INDEC determinaron que existen en la
Argentina 9 millones de personas con necesidades básicas
insatisfechas. ¿Se puede focalizar sobre 9 millones de
personas? Es un número demasiado amplio. Y así,
tendríamos que recurrir a otro recurso conceptual, para
diferenciar entre más y menos indigentes, lo que sería
ya ridículo y morboso. Por otra parte, si se pudiera atender a
los indigentes. ¿Cómo evitar que las personas que hoy
son pobres lleguen a la indigencia, cuando hayan vendido su auto
modelo antiguo y sus pertenencias de antigua clase media?
Este
razonamiento de la política focalizada nos marca que en el
país no hay otra alternativa que aceitar la distribución
del ingreso. Esto no hay otro ente capaz, por lo menos hoy, de
ejecutarlo que el Estado. No es un problema de si la focalización
es funcional o no al sistema, sino que la focalización en
Política Social es hoy simplemente inviable. No se puede
realizar. ¿Cómo se elige a los más pobres de
los pobres cuando la cifra es tan grande?
La
política social de distribución de ingresos no es
misteriosa y se basa en la política de empleo y de salarios,
complementado con un sistema impositivo progresivo (donde los que
tengan más, paguen más; y los que tengan menos, paguen
menos o no paguen).
* Descentralización: la descentralización, si bien puede tener aspectos
positivos como una adecuación de las políticas sociales
al lugar donde se implementan, entre los negativos se cuenta que
muchas veces el Estado Central delega en las provincias y estas en
los municipios, responsabilidades pero no recursos.
¿Qué
municipio daría abasto, por otra parte, para atender a tanta
expansión de la desocupación, de la pobreza y la
miseria? Esto también cuestiona la viabilidad de la
descentralización, constituyéndose entonces en un
desembarazo del Estado de sus obligaciones, transfiriéndolas a
sus menores niveles de organización.
También se
transfieren estas obligaciones a las ONG. Estos esfuerzos sin duda
meritorios de la sociedad civil no nos deben hacer caer en una
sobrevaloración de estos movimientos y de sus posibilidades
para atacar la pobreza. Dependen en cierta medida de donaciones (de
organismos internacionales, empresas privadas o particulares) o de
aportes estatales, en disminución. En tanto muchas de estas
ONGs dependen de la actividad del mercado interno (excepto las que
son financiadas por los organismos internacionales), sus fondos no
son para nada seguros y esto puede tener consecuencias sobre la
prestación de los servicios. Esto no significa negar que
muchas de ellas han encontrado caminos para subsistir y continuar
prestando sus servicios en medio de la crisis. En todo caso,
igualmente, sus impactos concretos en la lucha contra la pobreza son
limitados. Como es natural. Semejante empresa requiere de una entidad
social más amplia y con potestad para hacerlo: el Estado, aun
desarticulado como está (Sidicaro, 2001).
Por
esto, no se debe dejar de interpelar al Estado para que retome sus
funciones. Por supuesto que hay que democratizarlo, para que el poder
de decisión no recaiga sobre unos pocos, sino sobre todos, y
en particular los más humildes.
Apostar
a una redistribución de ingresos que debe encarar el Estado no
significa esperar que este monopolice el control de las instituciones
sociales. Los aportes de las ONG pueden ser muy valiosos y son muy
valiosos en nuestra coyuntura, en tanto que contienen el enorme
impacto de la crisis sobre los sectores más vulnerables.
Pero
distribuir el ingreso es la acción a emprender para lograr una
inclusión de los sectores hoy postergados de la Argentina.