Santa
Fe, noviembre de 2002.
El
diccionario dice que crisis es riesgo, dificultad, peligro, alarma,
miseria, desequilibrio, depresión...Si bien los argentinos
decíamos que estábamos acostumbrados a vivir de
crisis en crisis, sin dudas lo que comenzamos a transitar
durante los últimos días del año 2001 es la
crisis.
Se
habla, simultáneamente, de distintas fallas: de las
instituciones que hacen funcionar el vínculo social y la
solidaridad (crisis del Estado), de las formas de relación
entre la económica y la sociedad (crisis del trabajo) y de los
modos de constitución de las identidades individuales y
colectivas (crisis del sujeto) .
La crisis es, por estos días, el pincel que retrata la triste
postal argentina.
Es
cierto que la encrucijada en la que hoy nos encontramos no data de
hace un año sino que se trata de una crisis estructural,
producto de errores y omisiones pasadas que no es posible superar con
medidas correctivas. Los medios de comunicación parecen
descubrir recién ahora, cual revelación divina, que en
nuestro país a niños que se mueren de hambre. Las
noticias de los diarios tienden a escandalizar y, desde ese lugar,
pueden servir como herramienta de presión para que se
intervenga de manera paliativa al menos- en la situación,
pero en general no se llama a reflexionar acerca de que el problema
no es coyuntural sino que es consecuencia de decisiones políticas
y de estructuras socio-económicas injustas.
El
Trabajo Social, en tanto presupone la existencia de un espacio
específico de intervención: el espacio social, no puede
desvincularse de las manifestaciones de la cuestión social,
las que constituyen obstáculos a los que los sujetos se
enfrentan en el momento de satisfacer sus necesidades. La
intervención de Trabajo Social es una construcción
socio-histórica desde la perspectiva de diferentes
actores, donde se genera un vínculo que permite acceder al
mundo de la vida y reconstruir cualitativamente la necesidad,
recreando desde allí la orientación de la acción .
El
objeto de estas páginas es analizar las perspectivas de
intervención profesional presentes en el marco de la crisis
actual, a partir del caso del Servicio Social del Hospital de Niños
Dr. Orlando Alassia de Santa Fe :
¿qué funciones se asumen y adjudican?, ¿cuáles
son los imaginarios que se producen y reproducen sobre Trabajo Social
en la institución? ¿qué sujeto construye la
práctica profesional? ¿cuál es el horizonte de
intervención?
Intentaré
trabajar sobre la interpretación de lo obvio, de
lo cotidiano, con el propósito de que sea un aporte para la
construcción de intervenciones cada vez más expertas y
eficaces que posibiliten actuar en las grietas que se van
abriendo en esta crisis.
El
diccionario también dice que crisis significa cambio,
arranque, transformación...
La
cuestión social.
La
cuestión social se expresa con mayor claridad en el marco de
constitución del sistema capitalista y se entiende como la
expresión de la relación contradictoria entre
capital/trabajo, en la que se ponen en juego los distintos modos de
organización económica, social, política y
cultural de una sociedad en un momento determinado.
Desde
hace más de 20 años asistimos a la concreción
del viejo proyecto liberal que proclamaba que el desarrollo social
debía ser regido por las leyes del mercado. El Estado se
achica a su más mínima expresión
cumpliendo con dos roles: el de reprimir y el de administrar.
El
discurso liberal se fundamenta en la idea de que el mercado será
responsable de la salida de la crisis del Estado. Las políticas
de privatización, descentralización, desregulación,
reforma administrativa, reducción del gasto público,
regionalización instituidas en la década del 90,
son expresiones claras de la retirada de la intervención
estatal para mantener el pleno empleo. Así, los problemas
generados en los últimos años, retratan la cuestión
social contemporánea: precariedad laboral, desocupación,
vulnerabilidad, empobrecimiento, exclusión.
Según
datos oficiales, la mitad de los argentinos son pobres. El 21,5 % de
la población activa no tiene empleo y el resto tiene
dificultades para mantenerlo. De los 12,5 millones de niños y
adolescentes, 8.600.000 son pobres, de los cuales 4.138.000
pertenecen a familias indigentes, o sea que no acceden a la
alimentación básica. En Argentina, para el INDEC, son
pobres las familias de 4 integrantes que ganan menos de $626 y son
indigentes los que ganan menos de $266 .
De estos números se desprende que las ideas de equidad o
justicia social no tienen ningún lugar dentro del planteo
neoliberal.
Durante
el Estado Social estos valores, aparentemente, se encontraban a la
orden del día en los proyectos políticos a través
de la propuesta de Keynes de aumento de la demanda efectiva, pleno
empleo, desarrollo de políticas sociales universales,
crecimiento de los servicios públicos, protección de
los derechos sociales. Pero este modelo de industrialismo
sustitutivo, de Estado interventor, entra en crisis en la década
del 70 por la manifestación de cambios económicos,
políticos, sociales y culturales enmarcados dentro de la
crisis mundial que planteó la búsqueda de una
reestructuración de los Estados nacionales. Las recurrentes
crisis de legitimidad, dadas por los sucesivos golpes militares, las
prácticas clientelares, la ineficiencia y alto costo
atribuidos a este modelo son algunos de los factores internos que
acompañaron la caída del Estado Social.
Se
comienza, entonces, a reeditar el viejo modelo liberal orientado a la
desregulación global de la economía y del mercado de
trabajo y a una redefinición de las políticas públicas,
siendo revisada la función redistributiva y paliativa del
Estado.
Es
decir, se diluye la idea de Estado Social y con ella se desintegran
los principios de la solidaridad (obras sociales, jubilaciones) y
fracasa la concepción de los derechos sociales a través
de los cuales se pueda dar respuesta a la situación de los
desafiliados .
Hoy, el Estado, es una máquina de indemnizar
a partir de subsidios, planes de empleo, cajas de alimentos que son
disputados en la carrera de la pobreza en donde,
generalmente, gana el que tiene más necesidades
básicas insatisfechas y, muchas veces, el clientelismo
partidario y gremial son los caminos más cortos y seguros para
llegar a la meta. Se trata de políticas sociales residuales y
disminuidas que no llegan a todos los que las necesitan ni en
proporción, extensión y calidad apropiadas.
La
salud pública forma parte del conjunto de medidas que el
Estado debe poner en práctica con el fin de estructurar la
sociedad de forma más justa y, de ese modo, tender a aliviar y
mejorar la situación de los económicamente más
vulnerables. Hoy, mientras la Constitución Nacional parece
resignar su título de ley suprema para convertirse en
un catálogo de derechos, el derecho a la salud carece
de valor: el hospital público, con su presupuesto devaluado en
pesos, tiene que atender a más gente que quedó sin
cobertura de obra social y comprar medicamentos e insumos que, cuando
se consiguen, cotizan en dólares. Así pues, se escucha
a diario que las instituciones están en crisis o
las instituciones están enfermas. Se puede decir
que el trabajo en el Hospital Alassia está atravesado por un
doble padecimiento de la enfermedad: la de los pequeños
pacientes y la sociopolítica.
Esto
se vincula con la idea de que las instituciones clásicas
del Estado y las prácticas que en ella se desenvuelven podrían
estar inscriptas en una crisis de representación y
de legitimidad .
La misma tiene que ver con la incapacidad de abordar los problemas
sociales actuales (VIH, desempleo, drogadicción), no solo por
la falta de recursos económicos sino también por la
dificultad de dar cuenta de ellos desde miradas y lecturas complejas.
De
esta forma ante el precario presupuesto con el que cuenta el
Hospital, el Servicio Social debe focalizar la atención,
generalmente, en familias de escasos ingresos económicos (no
superan los $400) y sin cobertura de obra social .
Son
madres y padres desocupados o subocupados que se encuentran sin la
protección que suponía pertenecer a la clase
trabajadora. Siguiendo el planteo de Robert Castel, la cuestión
social contemporánea se define a partir del derrumbe
salarial. El mismo debe ser interpretado desde la idea de que si el
trabajo es más que el trabajo, el no trabajo es más que
el desempleo; por lo que nos enfrentaríamos no sólo a
una mutación de nuestra relación con el trabajo sino
también de nuestra relación con el mundo. El autor
explica en su libro -La metamorfosis de la cuestión
social- que una característica menos espectacular pero
más importante es la precarización laboral: contratos
por tiempo determinado, trabajo de jornada parcial, provisional, son
algunas de las formas particulares de empleo por las que transitan la
mayoría de los sujetos nutriendo una zona de vulnerabilidad
social de la que será muy fácil caer en el desempleo y
la desafiliación.
Ahora
bien, aunque las familias que llegan al Servicio Social comparten la
experiencia, casi idéntica, de ser excluidos del mercado
laboral y, paradójicamente, incluidos en programas de
asistencia, no es posible encontrar categorías que definan de
manera homogénea a la población con la que se trabaja.
Esto tiene relación con las ideas que introducen Rosanvallon y
Fitoussi al decir que la exclusión es el resultado de un
proceso, no un estado social dado
y que la estadística tradicional, concebida en otro contexto
socio-histórico, se revela inepta para describir este
nuevo universo social
que no se representa más con la imagen de la sociedad de
clases, compartimentada, jerarquizada, de movimientos lentos. De
acuerdo con este planteo lo que habría que comprender ya
no son únicamente identidades colectivas relativamente
estables, sino también trayectorias individuales y sus
variaciones en el tiempo .
Nos
encontramos así con trayectorias singulares reflejadas en
configuraciones familiares heterogéneas: familias con más
de 7 hijos, familias tipo (4 personas); otras con madres
a cargo del ingreso económico del hogar (matrifocalismo), o
abuelos, o tíos. Se trata de padres analfabetos pero también
con estudios terciarios. Son changarines, empleados estatales,
privados o cuentan con planes Jefas y Jefes de Hogar. Sus
hijos van a la escuela, muchos son repetidores, otros
abandonan para hacer changas y ayudar en casa. Son
familias de la zona rural, de ciudades pequeñas del norte
santafesino y de la capital de la provincia. El acceso a los
servicios básicos de luz eléctrica, agua potable y
cloaca es diferente. La construcción de las viviendas es de
ladrillo, con techo de zinc, baño interno y varios dormitorios
pero también las hay de chapa, barro, lona, con letrinas
instaladas en el exterior y un dormitorio que debe ser compartido por
toda la familia.
Estamos
frente a una constitución de la familia atravesada por nuevas
cuestiones de orden social, económico, político,
generándose una crisis del modelo de familia moderna.
Esta sufre una serie de modificaciones que son producto de la
crisis socioeconómica y de la asunción de nuevos
papeles por parte de la mujer y los niños en la sociedad. Pero
al interior de la familia se reproduce la crisis societal en términos
de sus expresiones si se quiere sintomáticas, conflictos
graves, situaciones de violencia, desmembramiento de vínculos,
situaciones de abandono, maltrato, etc .
A
las poblaciones que fueron objeto de la asistencia estatal durante
años, siendo habitual su tránsito por los Servicios
Sociales, se suman las historias familiares que no estuvieron ligadas
a la carencia de recursos económicos, pero que están
marcadas por el doble desenganche laboral y relacional que las
conduce a situaciones de caída. Se trata de un mayor deterioro
de los denominados pobres estructurales y la emergencia
de los nuevos pobres generándose así las
nuevas formas de pobreza.
Considero
que cada vez se está más cerca del planteo de Agnes
Heller cuando caracterizaba a las sociedades medievales y decía
que, en aquellos tiempos, los sujetos nacían con un fardo
de necesidades del que no podían desprenderse y al que estaban
predestinados. La autora explicaba que con la modernidad eso se rompe
dado que los sujetos nacen desnudos de necesidades
preestablecidas. El deterioro socioeconómico actual parece
trasladar, en la máquina del tiempo, a grandes grupos
poblacionales.
Si
bien las cuestiones analizadas hasta aquí se muestran como
dificultades, también constituyen posibles vías de
intervención en lo social. La cual deberá estar signada
por abordajes singulares y heterogéneos desde la perspectiva
de las trayectorias individuales.
El
Servicio Social en el Hospital de Niños.
Los
imaginarios.
El
Hospital Alassia es una institución atravesada por la
complejidad social y, al mismo tiempo, es un micro-reflejo de los
modos de hacer y pensar que se reproducen a nivel macro. En esta
organización conviven diferentes grupos, compuestos por
personas que producen, reproducen, crean y circulan, portando
intereses y puntos de vista distintos, a veces, hasta contrapuestos.
Foucault dirá que en las instituciones, donde se establecen
relaciones entre sujetos, lo que se pone en juego son relaciones de
poder.
En
toda organización hay espacios formales y otros no
tan formales que expresan lo que la institución
debe ser, lo que se espera que sea, y lo que está siendo,
otorgándole un significado social.
En
el caso del Servicio Social, lo formal estaría
dado por el organigrama que describe el lugar que ocupa el mismo en
la jerarquía institucional, la programación interna que
establece los roles y funciones instituidos, los horarios de
atención, los cuadernos, legajos, informes y demás
instrumentos donde son registrados los datos de los pacientes, etc.
El
espacio simbólico se constituye a partir de todo aquello que
trasciende lo obvio institucional pero que también incide en
la perspectiva de Trabajo Social que se asuma. Me refiero tanto al
lugar físico que ocupa el Servicio como a los rumores, ideas y
valoraciones que circulan al interior del Hospital. Aquí un
componente esencial es el imaginario que reproducen los
distintos actores institucionales acerca de la intervención
del Servicio Social en el Hospital de Niños. Es decir, desde
este Servicio se crea un conjunto de imágenes y
representaciones (generalmente inconscientes) que se interponen en
las relaciones entre éste y los demás grupos y sujetos
de la organización. A partir del imaginario que circule se
establecerá lo que el grupo tiene permitido y lo que está
prohibido, lo que es legítimo y lo ilegítimo, lo que
debe y lo que no debe hacer.
Las
representaciones que los otros tienen acerca de Trabajo
Social en esta institución se vinculan con la forma en que se
legitima el espacio profesional. Es decir, ¿para qué
creen que está el Servicio Social?, ¿qué
demandan?, ¿qué imaginario reproducen acerca de la
profesión?. Observemos las siguientes situaciones:
Situación
1: Un integrante del Consejo de Administración del hospital se
refirió a las trabajadoras sociales como visitadoras
sociales y dijo: ...uds. tienen que investigar,
investigar si la gente tiene o no obra social, si es cierto que ganan
lo que declaran en el informe socio-económico. Esa es su
función.
En
primer lugar, utiliza una de las más primitivas denominaciones
de la profesión: visitadoras sociales. No es
extraño encontrarse hoy en día con una gama diversa de
nombres con los que se bautiza a Trabajo Social. Sin dudas las
huellas que la historia va dejando es lo que nos da identidad, y esta
es una profesión con apenas un siglo de existencia, por lo que
esas huellas además de ser frescas han perpetuado
algunas cuestiones: la neutralidad del espacio de intervención
(...), el objetivo marcado de tutelar e individualizar a la población
asistida, la feminización de la profesión, que responde
a una proyección de lo privado al espacio público
(...) .
Pero también es cierto que, en los últimos años,
se ha avanzado significativamente en la consolidación de
Trabajo Social como disciplina a partir de la construcción de
su espacio en el campo de las Ciencias Sociales, de la posibilidad de
generar discursos propios y una intervención profesional
fundada. Si bien se trata de pequeñas conquistas
el desafío seguirá siendo el de asumir el ejercicio del
poder en vías de legitimar nuestro saber.
En
segundo lugar, nos adjudica una función absolutamente
tecnocrática cuando afirma que lo que deben hacer los
trabajadores sociales del Hospital es, básicamente,
confeccionar informes socio-económicos que,
puestos como medios de espionaje estatal, forman parte del conjunto
de respuestas mecánicas generadas para el abordaje de las
demandas que llegan al Servicio. Así, la intervención
de Trabajo Social se reduciría a investigar la
situación socio-económica de las familias de los
pacientes, entendiendo por investigación al procesamiento de
datos y elaboración de informes. En realidad, esto no sería
investigar sino completar un multiple choise que,
perfectamente, podría ser elaborado por una computadora que
reemplace la tarea del profesional. Al vincularlo con lo anterior
vemos que históricamente se situó a la intervención
en una posición binaria entre el hacer y el conocer,
restringiéndola a un hacer reflexivo. Desde esta lógica
(positivista)se prioriza el método como estandarización
de respuestas y no como una construcción singular.
Si
esta es la idea de Trabajo Social que circula en el Hospital, cuál
será la concepción de sujeto que se reproduce: ¿la
de un ciudadano con derechos o la de un poseedor de rasgos
típicos ?
Susana Malacalza da pistas para pensar por donde pasa la construcción
del sujeto actual: ...más allá de la relación
económica que degrada las condiciones de vida, es necesario
tomar en cuenta los efectos de las organizaciones; las instituciones
van dejando de lado la idea del hombre entero y lo impacta y lo
interpela desde la segmentación (...) mientras que la realidad
cotidiana lo sumerge en un aislamiento cada vez mayor .
Me parece interesante comprender este planteo desde la idea de que
las relaciones de poder atraviesan todo el tejido social y, por lo
tanto, están presentes en la intervención de Trabajo
Social. La manera en que cada profesional signifique la relación
que establece con el sujeto determinará la dirección de
su intervención: favoreciendo una relación de poder
definida desde la dominación y el control o, construida desde
acciones alternativas que produzcan en los sujetos el fortalecimiento
de su identidad, autovaloración, protagonismo y solidaridad.
Situación
2: Otro miembro del Consejo, sin ser trabajador social, quiso
involucrarse (sin éxito alguno) en la decisión acerca
de la organización de la práctica de las alumnas de
2do. año de la Escuela de Servicio Social de Santa Fe. Planteó
que las alumnas estuviesen en el hospital trabajando de voluntarias
en la sala de juegos y completando planillas administrativas que nada
tenían que ver con el rol del trabajador social en la
institución.
Nos
encontramos aquí con una concepción de Trabajo Social
relacionada con la vieja herencia asistencialista que orientó
a la profesión en función de valores y normas
desarticuladas de una perspectiva teórica-metodológica
vinculándola con la caridad cristiana y el voluntarismo. Se
trata de una perspectiva arraigada sólidamente a la historia
de la profesión desde sus orígenes, cuando la
intervención social tenía por objeto reparar las
fracturas sociales (...) pero sin alterar en profundidad la lógica
de fondo que las generaba .
A partir del surgimiento del Estado como regulador de las relaciones
sociales, en el marco del modelo capitalista, se van generando crisis
y conflictos que dan lugar a que surjan diferente disciplinas
sociales, que recortan parcelas de la realidad como objetos de
estudio, justificando el orden social vigente, suministrando
informaciones claves para la dominación y/o control de lo
diferente y/o desviado .
Si bien continúa siendo muy fuerte la identificación de
Trabajo Social con las funciones de tutela y administración de
recursos ligadas, a su vez, a la caridad y la filantropía,
desde hace unos años ha comenzado a cuestionarse. Aparece así
otra perspectiva que propone asumir la intervención desde un
compromiso ético que recupere los valores históricos de
la profesión, como la defensa de la dignidad humana y la
construcción de lazos solidarios, acompañándolos
de configuraciones teóricas sólidas para realizar
lecturas complejas de lo social.
Situación
3: En la programación elaborada por el Servicio Social se
plantea como reflexión final que los condicionamientos
que se detectan para el cumplimiento en tiempo y forma de las tareas
del Servicio Social son (...) la excesiva e inadecuada demanda de los
distintos servicios del hospital (...) quienes al no tener una
real comprensión del Trabajo Social (...).
Esta
última observación podría aportar a la
comprensión de las anteriores. Los interrogantes que surgen
son: ¿por qué no se sabe qué es el Trabajo
Social? ¿quiénes son responsables de transmitirlo? ¿de
qué manera?. Una de las trabajadoras sociales del Servicio
reflexiona: ...por ahí todavía no conocen bien
cuáles son nuestras funciones, pero saben que estamos....
Si no se conocen cuáles son las funciones: ¿ a quiénes
ven los otros?, ¿quiénes son esos que están?
Sin
duda la reproducción de estos imaginarios vulneran el espacio
profesional construido en el Hospital de Niños, pero la
legitimación de este espacio no depende sólo de las
representaciones que los otros tengan de Trabajo Social
sino también, y sobre todo, del trabajo cotidiano del Servicio
Social que avance hacia ese horizonte. Debemos responsabilizarnos de
la modificación de discursos y prácticas que definen
quiénes somos y, en consecuencia, los espacios de poder que
construimos al interior de las instituciones.
La
intervención profesional
La
intervención en Trabajo Social es un proceso histórico-social
generado a partir de la relación sujeto-necesidad, mediada por
una metodología y categorías de análisis que
permiten su elaboración intelectual .
La intervención parte de un acto, la demanda, y se funda en
ese movimiento entre teoría y empiria en función de
producir modificaciones.
Muchos
pacientes atendidos en los consultorios externos, en la guardia o en
los servicios de internación, llegan al Servicio Social
buscando satisfacer diversas necesidades. Las mismas varían
entre la gestión de medicamentos, materiales descartables,
estudios médicos, pasajes, leche, hasta intervenciones
vinculadas con las problemáticas de maltrato y adolescencia.
La intervención profesional está centralizada en la
demanda coyuntural (de las familias de los pacientes, de otros
profesionales, de los administrativos, de otras instituciones).
Rosanvallon y Fitoussi explican que hoy la preocupación
central es la cuestión social, esa es la urgencia. La
encrucijada en la que nos encontramos exige que actuemos ya y, los
trabajadores sociales somos uno de los primeros en correr tras la
urgencia todo el tiempo.
En
el Servicio Social se demanda la gestión de recursos, tales
como medicamentos, pasajes, ropa, y también la intervención
coyuntural en una situación de maltrato o en otra que
involucre problemas relacionados con la adolescencia.
Se
realizan seguimientos de las situaciones singulares, coordinando
intra y extramuros las intervenciones, pero siempre es la demanda
coyuntural el punto de partida de la intervención. Esa es la
función prescripta. Redactar legajos de los pacientes,
orientar en trámites..., certificados de
escasos recursos..., informes sociales para las diversas
solicitudes médicas...y con destino a otras instituciones...;
son algunas de las tareas establecidas en el documento de
programación del Servicio.
Lo
que se dice es tan importante como lo que no se dice. En el escrito
mencionado no se habla de la necesidad de generar propuestas
vinculadas con el desarrollo de una actitud investigativa: entendida
como un proceso de abstracción de los datos de campo, un
movimiento crítico del cuestionamiento a lo dado, de búsqueda
de nuevas categorías de análisis, un complemento
fundamental para la intervención.
El
trabajo en los Comité de Maltrato Infantil, Adolescencia y
Cuidados Paliativos se percibe como un espacio oxigenante,
que permite pensar en otras cuestiones que la tarea diaria impide.
Allí es posible profundizar en las situaciones singulares,
trabajar con otras disciplinas, darle otros tiempos a la
intervención. Sin embargo, no existe un espacio instituido
destinado a pensar, desde la abstracción teórica, el
trabajo cotidiano de los trabajadores sociales. No hay tiempo
se repite a diario, y la demanda coyuntural sigue siendo la gran
protagonista en la intervención profesional.
Pienso
que es legítimo cuando se dice que no hay tiempo,
yo agregaría no hay suficientes trabajadores sociales en
la institución para abordar las diferentes situaciones
que se presentan a diario. Pero estos condicionantes no pueden ser
justificativos permanentes de la imposibilidad de generar estrategias
de intervención distintas, que permitan construir espacios
individuales y grupales de interpretación y análisis.
Malacalza dice que Trabajo Social debe potenciarse, entre otras
cosas, a través de mantener y ampliar el espíritu
crítico, la búsqueda incesante, la inconformidad
permanente, la creatividad transgresora, de manera de superar la
rigidez institucional que encasilla el quehacer profesional poniendo
obstáculos a los esfuerzos de una mayor profesionalización .
Una
de las profesionales plantea como horizonte ... ir más
allá de lo administrativo... ojalá yo pueda lograr el
trabajo extramuros, hacer visitas, y no guiarme sólo por los
legajos e informes de colegas. No hay aquí un
corrimiento de lo instituido, ya que al plantear el tema de las
visitas domiciliarias se continua centralizando la mirada en el
hacer, pero considero que lo que se dice es fundamental: el trabajo
de campo es uno de los pilares esenciales para construir con expertez
y eficacia la intervención profesional. Los autores Varela y
Álvarez Uría se refieren a este tema al plantear que
los servicios sociales burocratizados no son ya un instrumento
eficaz para luchar contra la desigualdad
y, que muchos trabajadores hacen explícita la
insatisfacción que les produce dedicarse exclusivamente a
trámites burocráticos, a arreglar los papeles de la
gente, a realizar un trabajo de parcheo porque dentro
de una serie de problemas de fondo no se tiende a asumir cuáles
son las causas .
La
perspectiva que predomina es la de la intervención mecánica
(demanda-recurso), desde donde se define a Trabajo Social como una
profesión limitada a un saber hacer. Esto se
relaciona con el enfoque pragmático que ha recorrido
históricamente a la profesión y que, en el Servicio
Social del Hospital, se manifiesta en la generación de
intervenciones paliativas sobre las demandas sociales. Creo que el
desarrollo de una labor profesional firme en su intervención y
resolutiva en las decisiones está ligada a la producción
de conocimientos propios, a la posibilidad de argumentar, cuestionar
y conceptualizar ese hacer.
Se
presentan dos expresiones que tienen que ver con la construcción
del imaginario social acerca de la profesión y que determinan
la perspectiva de intervención propuesta:
...nosotros
trabajamos con lo anecdótico...
...cuando
intervenimos se comparte la idea de tomar cada situación (por
la que atraviesan las familias de los pacientes) como si nos pasara
con nuestros hijos...
Como
decía antes, esta perspectiva está fuertemente
arraigada al pragmatismo desde donde sólo se necesita
describir el problema para comprenderlo y actuar sobre él. Una
buena relación profesional empática, la experiencia
anterior o el sentido común serían suficientes para
intervenir profesionalmente.
Surge,
entonces, el siguiente interrogante: ¿qué nos
diferencia a los trabajadores sociales de una persona con capacidad
de relato y buena voluntad?, ¿se precisa ser trabajador social
para decir que una persona que gana $ 150 mensuales, tiene 8 hijos y
no cuenta con cobertura de obra social necesita que el Estado compre
la medicación para un miembro de su familia? Si se precisa,
porque lo anecdótico no es lo que define a la profesión.
Creo que la intervención debe ser orientada en función
de valores éticos pero siempre articulados a la construcción
de lecturas complejas de lo social a partir de la abstracción
de los datos mediante herramientas teóricas, epistemológicas
y metodológicas.
Es
necesario superar la faz mecanicista de la intervención,
buscando instituir el ejercicio de una actitud investigativa que
brinde nuevas herramientas teóricas que complejicen las
distintas propuestas de intervención; y den más
oxígeno. El desafío seguirá siendo el de
construir una intervención que no esté únicamente
ligada al hacer, lo que es reducirla a la asignación
mecánica de recursos; es reducir al sujeto de derecho a un
demandante; es reducir al trabajador social a un
procesador de información e intermediario
entre sujeto y decisor, que se vale de instrumentos como
el informe social a través de una rutina institucional.
Además, el horizonte de intervención estaría
determinado por el compromiso en la reconstrucción del lazo
social desde el abordaje de las trayectorias singulares. Una posible
vía de entrada pasaría por la cuestión de la
identidad y la integración, entendidas como la articulación
entre el pasado y el proyecto futuro y, como la construcción
de la memoria colectiva y de un destino compartido. Quizá sea
aquí por donde pase la pequeña revolución
de los trabajadores sociales.
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