El
ingreso progresivo y en un momento abrupto del río, a
diferentes barrios de la ciudad, fue provocando un desorden
progresivo en la población. Personas y familias que luchaban
por salvar pertenencias y sus vidas, se confundían con
ciudadanos solidarios que se sumaban a brindar ayuda rescatando a
quien pudieran. Paralelamente a esto, por una emisora local, un
funcionario del gobierno municipal hablaba de una situación
controlada ´, a la que había que quitar dramatismo.
Esto comenzaba a develar la falta de autoridad (estar al servicio,
comprometido con la población)y la ausencia de un Estado
responsable.
Es
justo señalar que en la tarea de rescate se hicieron presentes
instituciones pertinentes, como por ejemplo bomberos, COBEN, entre
otras, pero guiados por el mandato social que les dio origen, y no
como parte de una política o planificación ante
situaciones como las vividas.
El
mismo funcionario insistirá, para salvar responsabilidades,
que lo sucedido era impredecible, que no existía un organismo
de control que haga seguimiento. En esto no se equivocaba, ya que los
estudios realizados y presentados no fueron tomados en cuenta por
diferentes gobiernos a la fecha, mas allá que Santa Fe, está
abrazada por dos ríos.
Días
más tarde el funcionario desmentirá un presunto
suicidio. No hubiera sido una actitud digna, sino cobarde al no
asumir su responsabilidad. Renunciar podría tomarse de igual
manera. Pero se hubiera tenido una actitud quizás más
digna al dejar su lugar a otro, que con actitud e ideas diferente
enfrente esta situación, culminando así una gestión
con desaciertos e ineficacia. ¿Cómo seguir confiando en
este funcionario? O las diferencias partidarias con quien lo
reemplazaría (o quizás las internas de su partido)
están por encima de las actitudes, valores y dignidad que debe
tener una persona? No necesita cargar más su mochila: está
repleta de evacuados que han perdido su hogar, como de los muertos
oficiales confiados en la situación controlada.
EN
UN PAIS DE MUDOS SE ESCUCHA UN GRAN SILENCIO ....
En
líneas generales podemos decir que gobernar es el control
político e institucional del cambio social,indicando la
posibilidad de orientar los procesos e intervenir sobre las
variables, de programar objetivos y prever resultados, en fin, de
garantizar coherencia interna a todo proceso social en vías de
transformación.
En
la actualidad sin embargo el mismo concepto pasó a ser
sinónimo de administrar. En estos tiempos hacer un uso
racional de recursos es de suma importancia, pero no suficiente. El
arte de gobernar o la política en un
sentido amplio es mucho más que esto. Y si así no
fuera, una administración eficiente requiere del más
capacitado, en definitiva de los mejores.
Durante
mucho tiempo ante los malos ejemplos todos no conformamos con
actitudes austeras y manejos honestos. El silencio, lo parco que
puede ser una persona, se nos presentó como virtud e
inteligencia política, cuando se exigía sólo las
condiciones antes señaladas. En los momentos de crisis como
los acontecidos, es cuando realmente llega al límite de la
capacidad e inteligencia que se tiene.
Sabemos
que un gobernante no puede reunir todas las condiciones -como ser
profesional y político a la vez- pero sí es responsable
de quiénes pone en funciones en Ministerios o áreas
específicas. Aquí algunos de los que han hecho de la
actividad política su opción de vida, confundiendo lo
que en esta tarea de entrega y respeto a dirigentes es la lealtad con
obsecuencia, trataron de cambiar lo que era y debe ser asumir una
responsabilidad de quién gobierna y elige a su gente, por una
actitud de coraje y valentía. Sin tener en cuenta que la
autocrítica y el reconocimiento de errores habla de la
grandeza de cualquier persona. Si tuviera que calificar esto, diría
sencillamente que quien puso la cara hizo lo que
debía hacer, ya que es responsable de las personas que designó
en diferentes funciones.
Un
hecho degradante en todo lo que vivimos lo constituyeron las
actitudes mezquinas y rapaces. Ocultar, acopiar mercaderías
destinada a quienes han quedado sin nada, descubre una limitación
e insensibilidad en las prácticas o formas de hacer política.
Pone al descubierto la distancia entre quiénes conducen y
nuestro presente o realidad. O dicho de otra manera a la
realidad y sus problemas hay que ponerle piloto automático
para poder seguir lidiando con las internas partidarias. Lo
coyuntural de las inundaciones mostró la falta de previsión
en las contingencias por las que puede atravesar o enfrentarse un
gobierno, pero también la falta de planificación.
Podríamos
preguntarnos ¿qué función cumplieron y cumplirán
la Unidades de Descentralización? En su momento no pocos
insistieron que descentralizar no era alejar a la gente de las
instituciones a su servicio, sino llevar las soluciones más
cerca de los problemas. Lejos de esta apreciación, casi
idealista, el cercamiento con tejido y la vigilancia apostada en sus
entradas pasaron a ser todo un símbolo de una institución
que tendría que tener sus puertas abiertas a la comunidad.
La
disparidad en las tareas asignadas a cada unidad; la
ausencia de reconversión funcional del personal, asignación
específicas de funciones y estructura de misión y
funciones; ausencia de directivas técnico-administrativas que
orienten las actividades; inadecuada relación entre extensión
territorial, densidad poblacional y potencial de demanda de cada
zona eran,
entre otros, el resultado anticipado de la metodología
organizativa del área social de la provincia. Esto sí
se sabía.
Esto si se informó a los funcionarios. Ahora,
los problemas que se presentaban en los días normales de
trabajo y morían en meros trámites
burocráticos, se ven potenciados ante la emergencia. Es tarde
para discutir sobre lo que se dejó de hacer o cambiar. Es el
momento de dar respuestas inmediatas. El problema que se suma es que
quienes deben actuar y resolver son los mismos que no lo hicieron en
su momento.
El
río trajo sufrimiento, dolor, arrasó con viviendas,
personas, y puso al descubierto la miseria y limitación de
funcionarios y gobernantes. El caudal de agua sigue pasando, lo
deseable en estos momentos sería que termine de arrasar con lo
último que queda para poder refundar una nueva
Santa Fe: un miserable modelo de hacer política.
LOS
INVISIBLES (LA GENTE QUE ES EN SÍ TAN NECESARIA)
El
agua no diferenció condición social alguna. Fue como el
inicio de un juego de billar. Pegó en la periferia, y la
población se dispersó por la ciudad, más allá
de tratar de amontonar evacuados -improvisadamente- en los centros
que se abrían, algunos de los cuales como la estación
Belgrano no reunían las condiciones mínimas de
habitabilidad. Con dolor fuimos testigos de la vergüenza que se
siente pedir alimentos, medicamentos, colchones, ropa ,
de quienes estaban hasta hoy estaban acostumbrados a conseguirlos con
su propio sueldo. Otros como contracara pudieron comer hasta tres
veces al día, cosa impensable en lo cotidiano, ya que se
dependía de la recolección de cartones vidrios u otros
elementos de valor de venta. Aquí vivenciamos dos actitudes
frente la asistencia: las de quienes quienes ya tienen -fruto de
condiciones objetivas de vida- una predisposición a la ayuda
estatal o privada; y la participación obligada
que produce una cierta insatisfacción en la medida en
que afecta la dignidad y autoestima de los beneficiarios.
Párrafo a parte deberíamos preguntarnos que sucede con
quienes sin estar afectados por el agua dependen de la ayuda del
gobierno para subsistir. ¿Habrán sido víctimas
del acopio de mercadería?
Rapidez,
eficacia y responsabilidad en la organización no se
transmitió desde los organismos y sus respectivos
funcionarios. Lejos de ello, fueron las instituciones, en su
particularidad, las que asumieron esta tarea. Es de destacar que como
siempre las personas de estas instituciones -civiles como estatales-,
sin preguntar por horas extras o compensatorios, hicieron y hacen
todo el trabajo. Los jóvenes, para quienes la turba moralista
siempre tiene quejas y reclamos, nos dieron clase de solidaridad y
responsabilidad. Como Juan, que fue obligado a irse a dormir después
de tres días de trabajo ininterrumpido. O Paola, que sin
secarse su ropa, y su familia autoevacuada, colaboraba con quienes
estaban pasando la misma situación.
Un
hecho destacable en todo esto es el papel desarrollado en un
principio por las emisoras de radio locales de AM: informando,
solicitando -por que no encausando- recursos dispersos, proponiendo
alternativas ante las dudas e incertidumbre. Todo esto en un marco de
total prudencia y solidaridad.
En
la ciudad comenzamos a ver y conocer caras e historias de vida
diferentes. Muchos con asombro descubrieron el otro Santa Fe:
el de la pobreza, marginación, el hambre. El río rompía
con las fronteras de diferentes mundos. El espacio
urbano-social se nos desestructuraba con toda crudeza.
La
reconstrucción de Santa Fe no será solo material, sino
además social y simbólica.