Lo
que sigue es una primera aproximación a la temática, a
partir del trabajo de campo y del marco teórico en
elaboración, al promediar el primer año de la beca .
Se busca rastrear los supuestos que acompañan al uso de la
categoría en el ejercicio profesional, con el fin de propiciar
su discusión. Para ello me centraré en la forma en que
se refieren los entrevistados a la categoría necesidad, a
partir de tres cuestiones (que se ordenan de acuerdo a la reiteración
en las entrevistas efectuadas hasta el momento):
1. Se
identifica a las necesidades sociales en una perspectiva integral
asociada a la esencia humana.
2. Se
las identifica a partir del discurso de los derechos sociales,
tales como derecho a la alimentación , la vivienda,
etc. con dificultad para conceptualizarlas sin referencia a
algún ámbito de actuación práctica.
3.
Se las asocia a la igualdad de oportunidades.
En la mayoría de
las respuestas resulta dificultoso realizar una abstracción
acerca del concepto, pues inmediatamente surgen categorías de
apoyo, como justicia, bienestar, pobreza, etc. Parecería ser
en este sentido que el concepto tiene un carácter polisémico.
Es preciso considerar que
sólo en dos (2) de las instituciones que se incluyen en el
estudio, cuentan los trabajadores sociales con espacio de reflexión
sobre la propia práctica. Allí hubo menos dificultades
para conceptualizar las necesidades, presentando los profesionales
sólidos argumentos de su posición en la entrevista.
1.
Con respecto a la esencia humana se parte del supuesto que
las necesidades del ser humano son las mismas (pocas y clasificables)
en todas las sociedades y lo que varía son las respuestas
otorgadas, esto es, los satisfactores utilizados. Tal planteamiento
remite a un punto candente del debate en las ciencias sociales.
Contrariamente, otros autores, como Giddens y Walzer ,
sostienen que las necesidades cambian inevitablemente de acuerdo con
el momento histórico y la sociedad, ya que las mismas son
procesadas a través de los significados que los hombres
atribuyen a los hechos y donde es clave la dimensión cultural.
Sin embargo, surge una
contradicción en este punto en el discurso de los
entrevistados, ya que al momento de explicitar los métodos
más usuales para identificar las necesidades, la totalidad de
los entrevistados señalaron los métodos de LP (Línea
de Pobreza) y NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas) que son
indicadores cuantitativos con notables limitaciones de tipo teórico.
Ninguno de estos profesionales señala esta situación,
la cual coincide con el actual estado de cosas de la temática.
Existen avances teóricos como el de Agnes Heller y A. Sen sin
un específico correlato en los métodos.
Las implicancias más
notorias de este uso de los métodos habituales de medición
de la pobreza, radica en la asociación casi mecánica de
la pobreza con un atributo que se describe con prescindencia de otro
tipo de relaciones. Esto permite asociarla a un estado y
reificarla, como sinónimo de carencias materiales y de
insatisfacción.
En
esta perspectiva, se puede señalar que en casi todas las
instituciones relevadas se efectúan actividades
predominantemente asistenciales, lo cual reforzaría el sentido
de las necesidades como carencias materiales. Sólo en dos de
las instituciones se realizan actividades de promoción
entendidas como actividades que tienden a la búsqueda
de alternativas democráticas a partir de los intereses de los
actores involucrados en un marco de negociación conjunta
y actividades de tipo comunitaria, en el ámbito judicial y en
el educativo ( que son las mismas instituciones en las que existe el
espacio de reflexión referido anteriormente)
2.
En cuanto a las
necesidades como derecho se vuelve interesante el discurso de
un entrevistado que representa al conjunto de las respuestas de este
ítem:
los derechos a
la salud no tienen hoy una vigencia práctica
Se observaría en este punto, como emerge la crisis de
sentido del Estado del Bienestar, el desdibujamiento de lo
universal y la resurrección de la práctica
particularista en las políticas sociales, lo cual tiene
fuertes repercusiones en el modo de entender las necesidades ligadas
a una cuestión individual, casi volátil. Consecuencia
de las disputas en el campo político cultural ,
logra imponerse como legítima una visión del mundo
donde el sujeto depende de sus destrezas y habilidades individuales,
conforme a la propuesta del Estado Neoliberal Asistencialista .
En todo caso, su reproducción queda a cargo de su propia
persona o su grupo primario. Aquí se observa que el ejercicio
profesional se vincula aùn hoy y mayoritariamente, al ámbito
público estatal (aunque las ONGs crecen como campo
incipiente) lo cual suscita la dificultad para revisar los
sentidos que construyen las políticas sociales que desde
allí se ejecutan, y donde son los procesos reflexivos los que
permiten desentrañarlos en la propia práctica
profesional.
3.
En cuanto a la igualdad de oportunidades, se puede rastrear
este discurso en las bases del liberalismo político y en la
teoría de la Justicia de Rawls .
Para este pensador, los principios de la justicia pueden brindar a
los sujetos un mínimo de bienes primarios e igualdades básicas
en un pasaje de la posición original al Contrato
Social. La justicia es concebida como equidad e imparcialidad,
estableciéndose criterios para orientar la distribución
de los bienes y libertades básicas. No se cuestiona la
desigualdad estructural generada en el capitalismo, sino que ésta
debe ser subsanada a favor de los menos favorecidos, mediante el
accionar del Estado, ente re-distribuidor por excelencia. Esta
argumentación ha sido uno de los fundamentos ético-filosóficos
para el despliegue del Estado de Bienestar.
En las entrevistas que
analizamos puede agregarse además que la categoría
aparece ligada a la noción de justicia social, con
una carga semántica que se construye desde el Justicialismo
de mediados de siglo hasta nuestros días, donde se vincula las
necesidades con la política ( con la ciudadanía social
hoy en creciente repliegue) y a su satisfacción se la concibe
como un derecho.
Necesidades ¿
de quién?
La
tríada propuesta por el Celats Usuario/Trabajador Social/Institución resulta
interesante para pensar las necesidades. Este esquema permite dar
cuenta de la imposibilidad de pensar aisladamente a cada uno
de sus elementos. Por ello, propongo hacer el ejercicio de imaginar
las lógicas de estas instancias funcionando por separado en
vinculación con las necesidades:
Si atribuyésemos
que la necesidad la define la Institución, debemos
reconocer que eliminamos toda posibilidad de los otros actores
implicados, los cuales serían meros receptores y ejecutores
pasivos del accionar institucional. Pero las instituciones son
prácticas rutinizadas por lo cual no podrían
imponerse en ausencia de actores que la reproducen y la dotan de
significado.
Si atribuyésemos
que la necesidad se define del lado del Usuario, una primera
cuestión a observar es que éste se encuentra en una
situación de poder asimétrica con respecto al
profesional.
En este sentido, una
entrevistada remarcaba:
una vez un
hombre me vino a pedir beca y él resulta que tenía
celular
La entrevistada
también tenía celular y sonó recurrentemente
durante el desarrollo de la entrevista. En todo caso habría
que indagar la significación del celular en la vida del sujeto
y no juzgar acríticamente su uso, quizás por ser
pobre. Esto me impulsa a tematizar sobre el poder
diferencial de los sujetos asistidos y los profesionales
siendo estos los puntos de acceso (siguiendo a Giddens) entre los
actores profanos y los sistemas expertos, y el dilema ético
que esto suscita ya que se jerarquizan y deciden las necesidades del
otro desde una lógica heterónoma.
Y en el contexto
actual de crisis parecería ser que la lógica de la
focalización (la cual supone que se asignan los recursos a lo
más pobres entre los pobres) se instala cómodamente en
la profesión, arrinconando el ejercicio profesional en una
compulsión a la acción casi dadivosa, en una especie de
administración de la pobreza. Es válido preguntarse
entonces: ¿Es posible jerarquizar las necesidades de los
sujetos con quienes intervenimos, sin caer en la omnipotencia? Y si
fuera posible ¿cuál es el criterio?, ¿qué
tiene más peso: lo básico?, ¿es aceptable como
umbral lo básico? Cuestiones que merecen una profunda
reflexión.
Pero además
surge aquí, un nudo representacional, el del Usuario. ¿Qué
hace que un Usuario se acerque a una institución: percibir que
allí se le puede dar respuesta a su demanda o no vislumbrar
otro camino para la resolución de un problema? Pero el esquema
en ambos casos sería del tipo X necesita Y para obtener Z,
que tambalea ráudamente debido a la complejidad que inmiscuye
la interacción cara a cara, donde lo que se ve no es lo que
parece.
En este espacio de encuentro con el otro confluyen diferentes
formas de percibir y ser en el mundo, otras lógicas, no
siempre racionales, subjetividades, sentimientos que no son
neutralizados, dinámicas desviadas,
contrahegemónicas, que permiten posibilidades
distintas a la profesión y son la clave para entender las
necesidades articuladas en los procesos sociales.
Si, por último,
atribuyéramos que la necesidad la define el Trabajador
Social se observaría que el lugar más conflictivo
en la tríada le toca a él, debido a las mediaciones que
adquiere el carácter de su accionar que lo ubica en medio de
intereses en disputa, pero también es cierto que desde allí
y desde una índole reflexiva es posible resignificar los
contenidos y las prácticas de la intervención. Es aquí
donde es preciso atender al proceso de constitución de las
necesidades, que puede expresarse en tres momentos (inmanentes a
la intervención en Trabajo Social):
Atender a las
demandas y la lucha por establecer el estatuto público
de una necesidad ( el cual no acepta en principio que las
necesidades establecidas en el discurso público hegemónico
sean adecuadas ya que no podrían serlo, dado que niegan las
necesidades de los sectores más postergados).
La lucha por poder
interpretarlas.
Recién
ahí asignar los recursos tal como señala Nancy
Fraser,
Como hemos tratado de
mostrar, resulta dificultoso pensar las lógicas de la tríada
por separado. La cuestión de las necesidades confluye en este
espacio tridimensional con la complejidad propia de los procesos
sociales. Procesos sociales a los que el profesional del Trabajo
Social tiene un privilegiado acceso, debido a su acercamiento a las
prácticas sociales que convergen en el espacio de la
intervención.
Reflexiones finales
Una primera reflexión
general con respecto a los supuestos utilizados sobre las
necesidades en el campo, indicaría que en los discursos de los
profesionales se filtran representaciones construidas en torno a las
necesidades que no siempre son desentrañadas. Poco se sabe
del complejo debate en el que se inscribe la temática a pesar
de ser constitutiva, tal como señalaron los entrevistados y
admitir que es necesario seguir elucidando los
motivos. En este sentido resulta vital la construcción de los
espacios reflexivos para el ejercicio profesional. Este es el camino
que surge como desafío.
Mi apreciación
personal con respecto a la profesión es que la posición
de la disciplina en el punto neurálgico del conflicto y la
legitimidad de las relaciones sociales, abre nuevos canales, debido a
su acercamiento privilegiado a las prácticas sociales y
los universos simbólicos donde es posible reconstruir las
voces del conflicto junto a los sectores más postergados, en
un camino de construcción conjunta. Labor esencialmente
interpretativa que reafirmaría su calidad de sujetos
políticos, sujetos socioculturales y no ya, la de objeto
no participante. Se genera la paradoja de que las condiciones que
posibilitan el desarrollo profesional en la vida cotidiana de los
otros, asociadas en principio al control social, son las mismas que
permiten un ejercicio profesional diferente: un ejercicio crítico.
Este es el camino que he tratado de seguir en esta reflexión.