La comunicación
como transmisión de informaciones
De
manera abrumadora, el paradigma dominante dentro del marketing en
general, y del marketing político en particular, conceptualiza
la comunicación de un modo en que llamaremos genéricamente
transmisión de informaciones por oposición al
que mencionaremos como producción de significaciones.
Esta
manera de pensar la comunicación tiene su origen en la teoría
matemática de la comunicación propuesta por Shannon y
Weaver
y retrabajada desde distintas disciplinas.
Una
gran cantidad de autores describieron y analizaron críticamente
el modelo desarrollado por Shannon y Weaver ;
Rodrigo Alsina sintetiza las características de este esquema:
El proceso de la comunicación se inicia en la fuente del
mensaje que es la que genera el mensaje o la sucesión de
mensajes a comunicar. La fuente de información selecciona a
partir de un conjunto de posibles mensajes el mensaje deseado. A
continuación el transmisor opera sobre el mensaje y lo
codificará transformándolo en señal capaz de ser
transmitida a través de un canal.
El canal es simplemente el
medio utilizado para la transmisión de la señal desde
el transmisor hasta el receptor. Es el medio físico que
permite el paso de la señal. Es precisamente en el canal donde
puede incidir la fuente del ruido. (...) Cuando la señal es
recibida por el receptor se lleva a cabo la operación inversa
a la del transmisor reconstruyendo el mensaje a partir de la señal.
El receptor recibe la señal y la transforma de nuevo a su
naturaleza original de mensaje. El destino es el punto final del
proceso de la comunicación. El destino es el ente al que va
dirigido el mensaje.
Si
bien este modelo fue pensado para la comunicación entre
máquinas ,
debido a su simplicidad, entre otras razones, rápidamente fue
utilizado para explicar la comunicación humana. En seguida fue
enriquecido con diversos aportes, tales como las ideas contexto,
retroalimentación, la influencia de los grupos de pertenencia
de los receptores, la importancia de las características
personales de los receptores, etc. Pero, como dice Mata, pese a
todos los enriquecimientos, pese a todos los nuevos ingredientes
psicológicos, lingüísticos y sociológicos
que se le añadieron, no dejó de constituir una matriz
cuya linealidad y carácter instrumental puede cuestionarse
desde otras perspectivas de comprensión de los hechos
comunicativos.
Baste
un ejemplo al azar: por comunicación de marketing se
entiende el conjunto de señales emitidas por la empresa
a sus diferentes públicos.
Para
nuestro propósito conviene recordar que lo sustantivo en esta
concepción de la comunicación es la conceptualización
de código que realizan Shannon y Weaver.
La lógica
conjuntista-identitaria
Para
Castoriadis, la lógica identitaria o lógica de
conjuntos domina lo real. Todo el pensamiento heredado se constituye
desde esta matriz, por lo que la sociedad no puede representar
y representarse, decir y decirse, hacer y hacerse, sin poner en
funcionamiento esta lógica. Pero poner en funcionamiento esta
lógica, supone en sí mismo el funcionamiento de dos
instituciones básicas: legein y teukhein.
La lógica conjuntista-identitaria es lógica de la
determinación. Entonces, lo histórico-social siempre es
pensado como conjunto de elementos distintos y definidos que se
relacionan entre sí mediante relaciones bien determinadas.
Pero
a pesar de que para Castoriadis la sociedad no es ni puede ser un
conjunto ni un sistema de conjuntos jerarquizados de una manera
determinada sino alteridad-alteración del espacio y del
tiempo, creación permanente de lo nuevo y distinto, existe
siempre asimismo una dimensión del hacer/representar social
que es y no puede dejar de ser coherente con la
lógica identitaria o lógica de conjuntos, pues esa
dimensión es precisamente puesta en y por esta lógica.
El
lenguaje como toda la realidad histórico-social es
impensable al margen de la lógica conjuntista-identitaria
porque en parte está constituida por ella. Sin embargo, el
mismo lenguaje es vehículo para su cuestionamiento, aunque
vale tener presente que el hacer y el representar social son dos
aspectos indisociables de lo histórico-social.
Lenguaje: entre
lengua y código
La
institución de la sociedad es institución de un mundo
de significaciones. Creación de significaciones y creación
de imágenes o figuras que son el soporte de aquellas. Las
significaciones en una sociedad son instituidas en y por su lenguaje.
El lenguaje posee una doble dimensionalidad: el lenguaje es
lengua en tanto significa, es decir, en tanto se refiere a un magma
de significaciones. El lenguaje es código en tanto organiza y
se organiza identitariamente.
En
tanto código, el lenguaje establece términos y
relaciones entre términos prácticamente unívocas,
en sentido identitario y conjuntista. El lenguaje no podría
ordenar el mundo en conjuntos si no fuera, a su vez, un sistema de
conjuntos.
De este modo, las significaciones están
constituidas, en parte, como código: la inmensa mayoría
de las palabras de un lenguaje representa una codificación, la
institución de un conjunto de elementos o términos
distintos y definidos en lo perceptible, ya sea la instauración
en este último de entidades o propiedades separadas, fijas y
estables como tales y, simultáneamente, la institución
de un conjunto de términos de lenguaje (palabras o frases), y
la instauración de una correspondencia biunívoca entre
los dos conjuntos.
Aquí, es indiferente que los términos seas cosas,
procesos, estados, individuos o clases, reales o racionales, o que la
correspondencia biunívoca no sea perfectamente biunívoca.
Pero
para Castoriadis, las significaciones no son elementos ni forman
conjuntos. Que las significaciones sólo pueden ser
significación en la medida en que son aprehensibles como si
fueran algo distinto y definido no debe llevar a confusión. La
significación solo puede ser descripta como un haz
indefinido de remisiones interminables a otra cosa (sean
significaciones o no-significaciones). Una lengua no se cierra sobre
sí misma; es el código lo que de manera ficticia se
cierra sobre sí, determinando significaciones. Pero remisiones
de remisiones, la significación plena de una palabra es
todo lo que, a partir o a propósito de esa palabra, se puede
decir, pensar, representar o hacer socialmente.
La comunicación
como producción de significaciones
En
la perspectiva de Castoriadis, no hay historia sino del hecho de que
los hombres comunican y cooperan en un medio simbólico. La
historia no existe sino en y por el lenguaje, es creación de
significaciones nuevas. Que la historia sea el terreno en el
que las significaciones se encarnan y en el que las cosas
significan, no deja ni la sombra de duda. Pero ninguna de estas
significaciones jamás está acabada y cerrada en sí
misma, remiten siempre a otra cosa; y ninguna cosa, ningún
hecho histórico puede entregarnos un sentido que estaría
de por sí inscrito en ellos.
Por lo que hay historia allí donde aparece la sorpresa de lo
incalificable.
Si
bien la comunicación como tal no aparece específicamente
tematizada por Castoriadis, a partir de su producción puede
ser examinada como producción de significaciones y como
posibilidad de significaciones nuevas, hasta entonces incalificables.
Este
aspecto de lo histórico-social en tanto
producción/creación de significaciones, muestra
como la sociedad instituyente está constantemente en acción;
pero también, cómo esta acción que sólo
existe en tanto instituido siguiendo la lógica
conjuntista-identitaria no bloquea el hacer social instituyente
continuado.
Citando al propio Castoriadis: Para que haya
comunicación social (y, además, pensamiento) es
necesario y suficiente que haya equivalencia en cuanto al legein
(y también, en cuanto al teukhein) de lo que,
en cada uno, corresponde al signo social y que esta equivalencia
mediatice el acceso a las significaciones.
Es
posible encontrar en el pensamiento de Castoriadis una perspectiva
desde la cual la comunicación excede permanentemente la mera
transmisión de informaciones. Concepción esta
última en la que domina la lógica
identitaria-conjuntista y a través de la cual la realidad es
determinable y determinada, el lenguaje es
código y la comunicación simple utilización
de dicho código, y a partir de la cual la sociedad y el
lenguaje se autonomizan y objetivan en un sentido positivo como
cosas diferentes: decir y hacer.
Concepción en la
que el sentido está en el hacer y el decir es mero
intermediario neutral y neutralizante de lo social.
Pero
no hay un sentido auténtico que explique el hacer humano y la
vida. Más todavía, la vida y el hacer contingente de
los hombres y mujeres no puede ser captado por fuera del sentido que
encarnan. La creación imaginaria de
significaciones nuevas actúa en hacer social como sentido
organizador de las prácticas y las relaciones sociales. Es en
el espacio público en que la comunicación supone
reconocimiento y autorreconocimiento.
A
partir de esta nueva comprensión de la comunicación, es
posible concebir al mundo como una pluralidad ordenada de
lo diverso, en la que el poder se expresa estableciendo lo verdadero
y lo falso, lo útil y lo inútil, lo permitido y lo
prohibido. Pero también es a partir de esta concepción
que la historia y por consiguiente, nuestro presente
puede ser interpretada y transformada. Esto supone la comunicabilidad
del espacio público en el que la política se realiza.
Decir
y hacer social, dos maneras indisociables de reconocernos como
sociedad. Como dice el propio Castoriadis: el trabajo de los
hombres (tanto en el sentido más estricto como en el sentido
más amplio) indica por todos sus lados, en sus objetivos, en
sus fines, en sus modalidades, en sus instrumentos, una manera cada
vez más específica de captar el mundo, de definirse
como necesidad, de plantearse en relación a los demás
seres humanos.
La política
Si
revisamos al azar un diccionario especializado cualquiera encontramos
que la palabra política registra dos acepciones: por un
lado, arte, doctrina u opinión referente al gobierno de
los Estados, y por otro, actividad de los que rigen o
aspiran a regir los asuntos públicos .
Consecuentemente, se considera político lo relativo
a la política, al experto en asuntos de gobierno
y al dirigente o afiliado de un partido político .
Para
Ezequiel Ander-Egg, con la palabra política, se puede
estar haciendo mención a la filosofía política,
a la ciencia política y al arte o práctica de la
política.
La filosofía política hace referencia
a los principios rectores conforme a los cuales se ha de organizar la
sociedad. Por su parte, la ciencia política (denominada
también politología o politicología) tiene por
objeto el estudio científico de los fenómenos
relacionados con el fundamento, organización, ejercicio,
objetivo y dinámica del poder en la sociedad; según
otros, su finalidad es el estudio de todo lo referente al Estado.
Como arte, técnica o praxis, por último, designa
aquellas actividades humanas que se realizan con el fin de obtener o
ejercitar el poder dentro de las estructuras gubernamentales, lo que
permite el mantenimiento, reforma o cambio radical de un determinado
orden de convivencia. Dicho de otro modo, hace referencia tanto al
ejercicio efectivo del poder estatal como a las actividades que se
realizan para alcanzar, ejercitar y conservar el poder .
En
esta forma de pensar la política subyace la idea de que el
poder reside en unos institutos políticos legales estructura
y ordenamiento jurídico-institucional, nacidos del
contrato social, a través de los cuales este poder se
organiza y se ejercita en una sociedad. Es decir, la política
como el funcionamiento de estos institutos. Pero, como señala
Sergio Caletti, esta manera de pensar la política la
reduce primero a la organización jurídica del Estado,
luego a su administración, y luego a los conflictos por su
gerenciamiento .
Esto restringe la política a la ingeniería de
procedimientos, realizada por agentes especializados bajo unas reglas
específicas, agotándose en el funcionamiento de las
instituciones de nuestra democracia republicana.
La política y
lo político
En
toda sociedad existe un poder explícito encargado de asegurar la vida y el orden social en contra de todo aquello que lo ponga en peligro, sea en acto o en potencia.
Este
poder explícito funciona por igual a nivel de las
representaciones, los sentimientos y las finalidades. Castoriadis
vincula este poder explícito con instancias
explícitamente instituidas que puedan tomar decisiones
sancionables en cuanto a lo que hay que hacer y a lo que no hay que
hacer, es decir que puedan legislar, ejecutar, dirimir
los litigios y gobernar .
Es decir, define sus dispositivos particulares, sus modos de
funcionamiento y las sanciones legítimas que puede poner en
movimiento. Por último, y fundamentalmente, señala que
este poder explícito es el garante instituido del
monopolio de las significaciones legítimas en una sociedad .
Es
con relación a esta noción de poder explícito
que Castoriadis define primero lo político y luego la
política. Para él, lo político es una
dimensión del poder explícito siempre presente
en toda sociedad, debido a la existencia de instancias que
puedan emitir imperativos sancionables ; es decir, todo aquello que concierne a ese poder explícito (los modos de acceso a éste, la forma apropiada de
administrarlo, etc.) .
Por su parte, la política es la puesta en tela de
juicio de las instituciones establecidas, la actividad
colectiva, reflexiva y lúcida que surge a partir del momento
en que se plantea la cuestión de las validez de derecho de las
instituciones .
De un lado, lo político permite analizar, por ejemplo,
las dictaduras militares latinoamericanas, incluso a pesar del hecho
de estar caracterizadas por instaurar un poder que anula las
instituciones jurídico-políticas fundamentales. De otro
lado, la política se asemeja a la democracia en la
medida que ésta es considerada el régimen de
auto-institución explícito y lúcido, tanto como
se pueda, de las instituciones sociales que dependan de una actividad
colectiva explícita. Más aún, en los
regímenes democráticos, lo político en
tanto poder explícito es reabsorbido por la
política en tanto actividad lúcida y
deliberante que se propone explícitamente la creación
de instituciones deseables, en la medida en que la estructura y
el ejercicio del poder explícito se ha convertido al
menos en principio y en derecho en objeto de deliberación
y decisión colectiva y, por lo tanto, en cuestionamiento de lo
establecido.
Aquí
aparece un cambio sustancial en la consideración de la
política en este nuevo sentido que involucra lo
político; por un lado, permite romper con la idea de
la política como actividad diferenciada/fragmentada de lo
social (entre otras muchas actividades como la económica, la
artística, la científica, la comunicacional, etc.) de
la que se ocupan algunos profesionales especialistas, y por otro,
permite otorgarle espesor político a todas las prácticas
sociales, en la medida en que suponen otras tantas instituciones
sociales y su puesta en duda.
De este modo, la política se
convierte en un aspecto constitutivo de la vida social en tanto la
experiencia humana cotidiana legitima, cuestiona o transforma el
orden social establecido .
Una dimensión de la vida social en la que los individuos
confrontan y dirimen sus diferencias en pos de proyectos
histórico-sociales más o menos explícitos, más
o menos conscientes, instituyendo lo colectivo común y
su ordenamiento cada vez. Esto permite, a su vez, evitar la reducción
de la política a los procedimientos político-jurídicos
de las instituciones democráticas, los que si bien derivan de
estas actividades constitutivas de la política, no las
sustituyen.
Sin
embargo, mantendremos a la vez el uso de lo político
toda vez que la política remite en su uso habitual en
la medida en que la práctica política se especializa y
profesionaliza a la problemática de la representatividad
y la organización jurídico-institucional, enmascarando
otras manifestaciones sociales del poder (económico, militar,
comunicacional, científico-tecnológico, cultural, etc.)
vinculadas al cuestionamiento, o no, del orden establecido.
Pero,
además, lo político involucra todos los problemas
relacionados con la dominación política en una
sociedad, estableciendo articulaciones variables con los institutos
políticos de gobierno. Esto incluye a todas las decisiones que
abarcan y afectan al conjunto social, así como a las
características que asume el orden y el conflicto a partir de
esas decisiones.
Así,
la política es mucho más; evidentemente, mucho más
que el manejo especializado de unos institutos de gobierno.
El marketing político
En
la perspectiva del marketing político, la democracia se
confunde con el mercado capitalista
y la sociedad se extravía en la urdimbre de los intercambios
mercantiles. El hacer político y comunicacional adopta los
procedimientos de una operación de ingeniería en la que
dominan las habilidades de especialistas semejantes a los que
intervienen en el mercado, cuando no son los mismos. El marketing
político se vuelve marketing a secas.
Cualquier
manual de marketing sirve para ilustrar el punto: ...es el
proceso social, orientado hacia la satisfacción de las
necesidades y deseos de individuos y organizaciones, por la creación
y el intercambio voluntario y competitivo de productos y servicios
generadores de utilidades.
Así
de lo que se trata es de satisfacer las necesidades de los clientes.
Para ello, es necesario conocer lo que los clientes demandan.
Esta demanda siempre se expresa de manera individual y es una
elección individual, por lo que el marketing se basa en el
principio de la soberanía del consumidor.
Complementariamente, desde el punto de vista empresario, ...el
marketing es el proceso de posicionamiento de una marca para hacer
máximo su valor,
obviamente a través del intercambio voluntario y
competitivo.
Siguiendo
esta lógica, las comunicaciones de marketing son las
distintas técnicas que permiten a las empresas emitir mensajes
que puedan ser recibidos y actuados por receptores previamente
fijados.
Es decir, siguiendo la nomenclatura del marketing, para vender un
producto no alcanza con ofrecerlo a un precio interesante y atractivo
a través de un canal de distribución bien organizado,
es imprescindible hacer conocer la oferta, poner de manifiesto sus
ventajas distintivas y estimular la demanda. Sólo resta
establecer la equivalencia entre ciudadanos y consumidores y
tendremos los cimientos del marketing político.
Para
Sergio Caletti, el núcleo problemático central del
marketing político se basa en cuatro cuestiones
complementarias que sintetiza en cuatro ideas: estrategia,
sondeo, oferta y fedd-back.
El
marketing se relaciona con la idea de estrategia. Toda
estrategia supone un plan coherente que determina hechos y acciones
que busca lograr unos objetivos previamente establecidos a partir de
ciertas condiciones y recursos. Una noción instrumental que,
desarrollada según la lógica neoliberal, considera las
relaciones sociales y políticas en términos de
costos/beneficios, pérdidas/ganancias.
Así, las
estrategias de comunicación son juzgadas como el más
económico y accesible de los recursos con que parece factible
modificar casi cualquier relación de fuerzas en el plano del
discurso entre distintas posiciones de enunciación,
estableciendo ventajas comparativas y sustituyendo la legitimidad
argumental por los efectos controlados de sentido de las operaciones
comunicativas.
Sondeo
La encuesta de opinión constituye la herramienta
complementaria de cualquier estrategia de comunicación pública
y política. A partir de la técnica del sondeo, la
opinión pública se vuelve una suma de opiniones
individuales de ciudadanos tratadas como una muestra estadística,
depositando así el carácter público
de la opinión en la empresa que procesa e interpreta esas
opiniones individuales. Esto impacta de lleno, además, en el
modo en que se considera la representación política
ciudadana.
Oferta
La política del mercado domina en el mercado de la política.
El mercado electoral al igual que el mercado a secas es
el de una multitud de votantes que expresa su confianza (o
preferencia) por una u otra de las elites ofertadas dentro de
un menú dado.
Feed-back.
Coherente con la concepción de la comunicación como
transmisión de informaciones, la comunicación en
el marketing (incluido el político) se basa en un sistema de
emisión asistido por procedimientos de retroalimentación
que informan sobre los efectos producidos para así corregir la
emisión siguiente. Por un lado, los políticos muestran
a los ciudadanos sus ventajas comparativas, en tanto operación
de venta; por otro, las elites políticas conocen a
través de la institución del sondeo el
humor de los ciudadanos respecto de las actividades de los políticos,
en tanto demanda social.
En
el mercado neoliberal, el marketing político recae en los
especialistas de la comunicación política, en la medida
en que se ubica en uno de los extremos de la tensión que
planteábamos al comienzo: la política como la actividad
de los políticos y el funcionamiento de los institutos
políticos legales y la comunicación como transmisión
de informaciones entre las elites políticas y los ciudadanos.
Como sostiene Héctor Schmucler, la política-mercado
se ha vuelto el espacio donde determinados profesionales ejercen su
saber para orientar el acto decisorio del ciudadano
elector/consumidor: votar/comprar.
La dimensión
ética
Como
para Castoriadis la política tiene que ver con el poder, si
hay división del trabajo en la política habrá
gobernantes y gobernados, dominantes y dominados y por
consiguiente, desigualdad social. Lo mismo podríamos decir con
respecto a la comunicación: constitutiva de las relaciones
entre el mercado capitalista y la democracia liberal, la cultura
mediática prohija comunicadores especializados como
intermediarios entre las elites políticas y la
ciudadanía. La sola existencia de especialistas y
profesionales de la política y la comunicación habla de
las características de lo público en nuestra sociedad
actual.
Pero
la idea de especialistas profesionales produce un borramiento ético.
El mercado neoliberal no habilita la reflexión ética:
el experto de la comunicación y la política vende
sus conocimientos y habilidades, hace lo mejor posible su trabajo
y no tiene por qué preocuparse por otra cosa que no sea el
desarrollo de la estrategia que posibilite el posicionamiento
del servicio político ofrecido por el
candidato-marca.
Como
sostiene Schmucler, el convencer se reemplaza por el vender.
Mientras que el convencimiento tiene algo gratuito, relacionado con
el compromiso y la voluntad y por lo tanto inseparable del
espacio de la ética, la venta sólo establece la
condición de ganar, borrando cualquier rastro ético. El
marketing supone un equilibrio entre beneficio y ética que
concluye en la desaparición del segundo a manos del primero.
El
mercado capitalista borra los problemas éticos o, en el mejor
de los casos, los confina coherente con la privatización
de lo público en la esfera privada, único lugar
en el que tiene cabida la pregunta: ¿qué debo hacer?
El
accionar ético siempre tiene arreglo a valores, que actúan
como máximas. Si me pregunto qué debo hacer,
simultáneamente, cuestiono la ley: el código de
comportamientos ha sido roto. Esta interrogación de
origen ético se vuelve política en la medida en
deviene proyecto de autonomía.
La libertad como
autonomía es la posibilidad de elegir y elegir es un
acto político. Como el mismo Castoriadis dice: ...el
respeto de los compromisos recíprocos no es sólo una
manifestación de responsabilidad respecto de uno mismo y los
demás, sino a su vez exigencia política surgida de la
existencia de una colectividad de sujetos que buscan autonomía
y quieren vivir bajo leyes que ellos mismos se den.
En
este sentido no hay ética que no suponga una política y
la política se realiza en el espacio de lo público; por
excelencia, el espacio del autorreconocimiento social, atravesado de
mil maneras por la cultura mediática.
Lo público y
lo privado en un proyecto de autonomía
Castoriadis
propone distinguir tres esferas en las que se realizan las relaciones
entre el individuo y la sociedad: una esfera privada, oikos;
una esfera público/privada, agora; y una esfera
pública/pública, ecclesia. En el oikos se
realizan las actividades familiares, lo que ocurre dentro de nuestras
casas; el agora es el lugar que está fuera del dominio
político, es un espacio público pero también
privado porque allí los ciudadanos no resuelven
nada en sentido estricto, pero donde se traban todo tipo
de relaciones que poseen, sin dudas, una dimensión política
y comunicacional; la ecclesia es el lugar donde se resuelven
los asuntos comunes, el lugar de la deliberación y la
decisión, el espacio en el que se realiza el poder público
(el gobierno, el congreso, los tribunales).
Para
Castoriadis, la democracia puede definirse como el devenir
verdaderamente público de la esfera pública/pública.
Sin embargo, en nuestras democracias liberales oligarquías
liberales, para Castoriadis, la esfera pública compone
una esfera privada. Lo verdaderamente importante se resuelve a
espaldas del pueblo, donde el poder efectivamente reside, en un
espacio aislado, no visible para las mayorías. Lo público
sobreviene negocio privado. En estricto sentido castoridiano, no hay
verdadera comunicación ni verdadera política; sólo
gerenciamiento de los consensos instituidos por la lógica
conjuntista-identitaria.
Sin
embargo, no hay nada de natural en las relaciones que se
establecen entre las tres esferas mencionadas. Estas relaciones están
instituidas por lo histórico-social de manera, casi siempre,
implícita.
Se
establecen, de este modo, unas particulares relaciones entre régimen
político y régimen de comunicabilidad, a partir de los
cuales una sociedad se autorrepresenta, y que deben ser
desnaturalizadas, criticadas, denunciadas y transformadas.
El
hacer político y comunicacional que supone el marketing
político está marcado por la estrechez de la lógica
conjuntista-identitaria, al reducir lo político a la actividad
que realizan los políticos y al restringir lo comunicacional a
la labor que desarrollan los comunicadores, ambas en un sentido
especializado y profesionalizante. Lo político aparece como
algo aparte de lo social y la comunicación como la herramienta
técnica que permite su conexión, siguiendo los
razonamientos del mercado capitalista: establecimiento de la demanda
social y posicionamiento de la oferta política. Por un lado,
ecclesia y oikos como esferas separadas, vinculadas
sólo por el accionar transmisor/traductor de los medios de
comunicación y sus comunicadores; por otro lado, un agora
convertido en un espacio limitado a los intercambios de particulares
centrados en el consumo sin trascendencia política.
Sin
embargo, el pensamiento de Castoriadis habilita otras lecturas. En la
medida en que la política puede ser impugnación del
orden existente, cuestionamiento de lo dado, y la comunicación
creación de significaciones, emergencia de lo nuevo y
distinto, lo privado y lo público se condicionan mutuamente.
El modo en que es ocupado y utilizado el espacio público/privado
el agora como lugar de reconocimiento y
autorreconocimiento social habilita una praxis política
y comunicativa como proyecto de autonomía social e individual.
Esto implica trabajar para que la ecclesia garantice y
promueva la mayor esfera posible de actividad real autónoma
tanto de los individuos como de los grupos que ellos formen,
cualquiera sea su índole por lo tanto la mayor extensión
posible de la esfera privada y la esfera privada/pública.
En
la medida en que autonomía es instauración de
otra relación entre el discurso del Otro y el discurso del
sujeto,
es imprescindible abrir un espacio para la palabra, un espacio para
el fluir de las representaciones y los sueños, para la
construcción cada vez del mundo común.
Apropiación
del poder por parte de la colectividad, supresión de la
división del trabajo político, libre circulación
de información políticamente pertinente,
descentralización de las decisiones, son indispensables para
el proyecto de autonomía.
Si
otro hacer/representar social es no sólo posible sino
deseable, nuevas instituciones son imprescindibles y ello únicamente
es probable a través, simultáneamente, de la creación
de nuevas significaciones. Para ello es vital ensanchar nuestra
mirada sobre la comunicación y la política: hacer de la
esfera pública un espacio de comunicación y de
política, espacio de reconocimiento y de disputa por lo común;
en definitiva, proyecto de autonomía.
NOTAS