Imposible soslayar la invasión imperialista sobre Irak.
Imposible no hacer referencia a este nuevo acto de inmensa impunidad.
La injusticia marca el tono de esta época de tremendo poder militar que ostenta la "Gran potencia" y que hace poner de rodillas a organismos, mandatarios, prelados y pastores. Que se adueña de vidas y territorios sin ningún tipo de maquillaje, impúdicamente. Como en los peores momentos de la historia de la humanidad.
Los socios del Imperio miran sin poder creer lo que las grandes empresas petroleras y la industria de armamentos están haciendo con su "mapa de privilegios".
Temen perder sus prerrogativas.
Los virreyes del poder imperial se rasgan las vestiduras. Pero no reaccionan. No tienen dudas: saben que sus enemigos son los pueblos. Y respetarán este paradigma hasta las últimas consecuencias. No cederán espacio. Antes morirán en su recalcitrante status.
Pero por aquí y por allá asoman las conciencias de millones de seres anónimos que salen a las calles a manifestar a favor de la vida. Que expresan su reclamo a viva voz.
No queda lugar para el temor a las sanciones. ¿Qué puede ser peor que este mundo rapiñado, al borde de la destrución?
Los reclamos ya no surgen necesariamente de la solidaridad. Hasta el más mezquino es obligado a reaccionar, porque ya están aquí. Vienen por más.
¿Quién puede creer que detengan su avance?
¿Quién puede pensar que todo se acomodará cuando el Imperio conquiste Irak?
La humanidad está convulsionada, golpeada, herida. Confiemos en seguir de pie, manifestemos seguir de pie.
Que perdure la lucha... por la Paz y la Justicia.