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Edición N° 29 - otoño 2003

"El principio de Justicia como dilema ético en el sistema de salud actual"

Por:
Couat, Carolina
*
(Datos sobre la autora)


“Hay formas de estar sanos, de enfermar y de morir que no están ajenas a las condiciones de vida de los grupos humanos”.

Juan Samaja.



Durante el desarrollo del presente artículo intentaré hacer una reflexión vinculada a la Etica de la Salud desde un lugar y un campo disciplinar ligado a las Ciencias Sociales, el Trabajo Social. En tal sentido esta mirada hacia la salud y la vida humana la abordaré desde una Etica Social y desde el campo de la Bioética, acotándola a la problematización del Principio de Justicia en la situación sanitaria actual de nuestro país.

Desde este principio, el análisis partirá de la idea de entender a la salud en el marco de un proceso social e histórico que viven los sujetos, determinado por ciertos condicionantes que la limitan y que por tanto, convierten a la salud en un hecho inequitativo, además de considerar el derecho igualitario y de carácter universal de la atención de la salud para todas las personas.

Algunas consideraciones sobre Bioética...

La Bioética es un campo del saber, una disciplina de reflexión ética. Etimológicamente bioética proviene de bios (vida) y ethos (costumbre, lo propio) por lo que podría significar “vida que corresponde” o “lo que corresponde para la vida”. En tal sentido la Bioética “se propone el concepto del paciente como sujeto moral, persona, por lo tanto no es objeto de estudio o investigación sino sujeto, fin en sí mismo; debiendo ser considerado en función de la dignidad ontológica que la vida humana posee” 1

Es así que este nuevo campo del saber en el terreno de la salud no puede circunscribirse o analizarse como una problemática médica sino que son problemas que deben ser estudiados, analizados por equipos de profesionales integrados por diversas disciplinas y que puedan dar una mirada, una reflexión sobre una situación singular compleja

Desde la Bioética como “inter - disciplina” se rompe con el estatuto epistemológico de la medicina, ligado sobre todo a uno de los principios de la Bioética, el Principio de Beneficencia – No Maleficencia, que está relacionado con el origen (hipocrático) de la profesión médica, ‘de hacer el bien excelentemente’. Desde este marco, el paciente es colocado en el lugar de objeto: de conocimiento, de estudio, es el que “no sabe nada” (paternalismo infantil), no es un sujeto, sino un “conglomerado orgánico averiado”, un in-firmus, carente de fuerza, debilitado por su enfermedad.

Así, la Bioética, constituye un nuevo campo del saber donde confluyen varias disciplinas, varias miradas, redimensionando e interpelando a la medicina en su lugar hegemónico, desde una mirada que intenta trascender el terreno biológico.

Este nuevo lugar ocupado por profesionales de las ciencias sociales y humanas (psicólogos, trabajadores sociales) interviniendo en el campo de la Salud, es el que intento construir desde la intervención específica en un Servicio Social de un Hospital Público y mi planteo se da en torno a la cuestión del Principio de Justicia, como uno de los pilares de la Bioética 2, en relación al tema de la equidad en el actual sistema de salud argentino.

Principio de Justicia y Sistema de salud

“El Principio de Justicia involucra al médico, al paciente y sobre todo a la sociedad o al Estado cuya obligación es procurar los recursos suficientes para que todos tengan acceso fácil a la salud; reclamando una distribución equitativa de los recursos y de las cargas entre los ciudadanos para evitar discriminaciones en políticas de salud públicas” 3.


Este es un principio de orden público, social, que se relaciona con los derechos humanos y con una noción de justicia distributiva en torno a la distribución equitativa de bienes escasos, en este caso, sanitarios; lo cual lo convierte en un principio atravesado por criterios jurídicos, políticos, histórico-sociales y que hoy sus fundamentos se desvanecen ante el actual sistema de salud en agonía.

Y es este Principio sobre el que pretendo problematizar a partir de cuestionarme como trabajadora social en el campo de la salud: ¿Qué pasa hoy en los hospitales públicos? ¿Cómo es la atención que se brinda? ¿Cuál es la prioridad? ¿Toda la ciudadanía accede a la salud? ¿Con qué criterios se distribuyen los recursos sanitarios en el Hospital?

En un informe difundido por el IV Congreso Argentino de Salud (15/8/2001) se expresa que “el panorama sanitario se agravó en la Argentina por el aumento de la desocupación y de trabajadores en negro, que no realizan aportes y están fuera del régimen social. Esta es una de las causas por las que se desfinanció el sistema de salud (....) Casi el 70 por ciento de los hogares de menores ingresos carece en la Argentina de obra social y depende exclusivamente del Hospital Público para el cuidado de su salud”.

Hoy nos encontramos con un sistema de salud (si se lo puede llamar así, ya que no funciona como un conjunto ordenado y jerarquizado de partes) costoso, con un gasto de salud equiparable al de algunos países desarrollados; fragmentario, no ha podido constituirse en un sistema homogéneo y organizado debido a la retirada del gobierno nacional que provocó la fragmentación de todo el sistema (subsector público, subsector de la seguridad social y subsector privado); ineficiente, dicha fragmentación genera ineficiencia “ya que la falta de coordinación provoca que se dupliquen innnecesariamente las inversiones en ciertas áreas o tipo de prestaciones en detrimento de otras” 4; inequitativo, en cuanto que el acceso a la atención de la salud no se ajusta a uno de los principios de salud pública como es el de igualdad, hoy observamos un acceso diferenciado y/o estratificado a los servicios sanitarios; y que tiene una tendencia a la privatización de la salud, hoy lo más rentable es privatizar la salud, privilegiando una medicina curativa por sobre la preventiva, favoreciendo la utilización de métodos de diagnóstico y terapéuticas de alta complejidad y de medicamentos.

Este mínimo diagnóstico de la situación actual en materia de salud se da en el marco de esta denominada nueva Cuestión Social, caracterizada por una población cada vez más empobrecida, pauperizada; con familias que no pueden cubrir sus necesidades de vida, una cuestión social que se expresa mediante la desigualdad, la exclusión social, la vulnerabilidad de los sujetos y las familias que ya casi no tienen derecho a pelear por sus derechos y a quienes el Estado no puede garantizarles condiciones de vida dignas.

Es entonces que nos podemos plantear acerca de la legitimidad del Estado. Siguiendo a M. Foucault, “la legitimidad del Estado moderno descansa en su capacidad de hacerse cargo de la vida, de cuidarla, multiplicarla, de recompensar los riesgos...”, lo cual implicaría para el Estado tener la capacidad (y la voluntad política?) para eliminar las disparidades en salud, volviendo accesibles a todos los ciudadanos la totalidad de los servicios de salud y otras condiciones que hacen al concepto más amplio de salud.

Como mencionara anteriormente, entiendo a la salud como una categoría compleja, socialmente construida, determinada no solamente por el patrón biológico sino que es expresión y producto de una construcción social – histórica que se vincula con cierta estructura simbólica, es decir, con los valores, la cultura de una sociedad, sus modalidades de organización, tradiciones, que definen una concepción de salud y el rol y funciones del Estado y de la sociedad civil 5.
En cada sociedad hay una forma particular de entender y comprender el proceso salud-enfermedad. En nuestro país, el sistema de salud está anclado en una estructura social desigual, en el marco de un sistema económico neoliberal al que le resultan sustentables estas condiciones y un Estado Ausente y desmantelado que no contribuye a la constitución y mantenimiento de su capital social.

Frente a esta desprotección social por parte del Estado que no garantiza a los sujetos y las familias las mínimas condiciones para una vida digna y su protección frente a los riesgos sociales (vivienda, trabajo, educación, alimentación), frente a un hospital público desabastecido y rebasado ante la creciente demanda, frente a la existencia de políticas públicas de salud mínimas, residuales y focalizadas de asistencia, se encuentran los pacientes, sujetos de derechos, que no acceden a la atención de su salud.

Según Ginés Gonzalez García “el 20 por ciento más pobre de la población deja de adquirir medicamentos con una frecuencia cinco veces mayor que el 20 por ciento más rico, y muchos argentinos que se sienten enfermos, ni siquiera concurren a los hospitales por no enfrentarse con una revisión médica que terminará en una receta que no podrán pagar”.

Este párrafo me recuerda lo que decía en profesor, el Dr. José Carlos Escudero, que la salud es un fenómeno elástico.....

En este sistema donde prevalece la idea de culpabilidad, la “culpa de la víctima”, del “sálvese quien pueda”, ¿dónde está la ética de la salud?. La relación entre equidad y salud es casi inexistente, porque la concepción de salud actual para este sistema no se vincula con una idea de justicia distributiva, de universalidad, de igualdad, de equidad. Estos principios no resultan “funcionales” para el sistema actual donde se privilegian otros objetivos como la especialización, la inversión en alta complejidad en detrimento de la atención primaria de la salud, convirtiendo a esta última en atención primitiva, por la escasez de recursos humanos y técnicos con que cuenta este nivel de atención.

Es aquí donde nos encontramos con algunas controversias fuertes, como lo expresa el autor Luc Montagnier: “la investigación médica traerá seguramente, soluciones extraordinarias pero tan costosas que plantearán seguramente grandes interrogantes sociales (....) Las consecuencias sociales de esta revolución biológica serán imprevisibles. Está claro que no podrán beneficiarse 10.000 millones de personas, y que lo mejor le tocará a quienes tengan los medios para pagarlo”.

En esta relación entre equidad y salud queda demostrado que las disparidades en relación a la salud de una población están fuertemente asociadas a las diferencias en la posición social ocupada, en las condiciones concretas de existencia. Giovanni Berlinguer, expresa que el tema de la pobreza puede ser considerado como el principal problema de la bioética en cuanto su “ciclo perverso” implica una degradación en las condiciones de vida y la destrucción de la vida individual.

Esta cuestión de la desigualdad ante el derecho a la salud se puede expresar en algunas cifras: tomando como indicador la mortalidad infantil, en 1990 morían 16.8 cada 1000 niños en la Capital Federal, pero en las provincias de Salta, Jujuy, Formosa, Chaco y Catamarca la cifra asciende a más del doble 6

Este acceso profundamente desigual impacta directamente en los sectores más pobres y empobrecidos de la sociedad. A nivel macrosocial se relaciona con la presencia de una fuerte política de “asistencia social” focalizada hacia los sectores más pobres y la ausencia de políticas sociales y de salud integrales, como políticas de prevención primaria y promoción de la salud de carácter universal que tengan como prioridades el mejoramiento de la nutrición, de la vivienda, de la vida urbana, es decir, que contribuyan a garantizar los derechos sociales de todos los ciudadanos.

Si tomamos la noción de ciudadanía, esta se vincula justamente a los derechos civiles, políticos y sociales plasmados en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre (1948) y derechos reconocidos en el Pacto de San Jose de Costa Rica (1960), derechos sociales, económicos y culturales que en Argentina se reconocen en 1986, adquiriendo rango constitucional con la reforma de la Constitución de 1994 en donde se incorporan otras declaraciones internacionales.

Así es que en este contexto y en este planteo de la accesibilidad de los ciudadanos a la salud, nuestro sistema de salud, desde el subsector público tiende hacia una política dirigida una ciudadanía asistida, con ciudadanos asistidos 7 : familias y sujetos titulares de derechos pero expuestos a la vulnerabilidad y labilidad sociales. “Son los sujetos ‘objeto’ de las políticas públicas focalizadas, aquellos que no pueden, y carecen de conductos, de capital social, oportunidades para conformarlo, e integran una sociedad atomizada donde se prioriza el mercado que es quien habilita o no la inclusión”.

Salud y Trabajo Social

Ahora, cómo interpela esta nueva cuestión social a los Servicios Sociales Hospitalarios, al Trabajo Social?

“El trabajo social, desde su intervención, expresa dentro del equipo de salud, la presencia de lo social dentro del proceso salud-enfermedad, mediatizando lo social en su vinculación con la salud o la enfermedad, incorporando a su vez esta cuestión en el equipo de salud o en la institución hospitalaria” 8

Lo social hoy, en una Institución de salud se manifiesta de manera heterogénea, fragmentada, en donde emergen diversas situaciones, nuevos problemas, nuevas demandas relacionadas todas con formas de exclusión, vulnerabilidad, con la falta de seguridad social, con ciudadanías asistidas. Por lo tanto, desde la especificidad del Trabajo Social la propuesta está en poder buscar nuevas formas de intervención, de escucha, de acercamiento al sujeto, de comprensión e interpretación de la problemática social. Esto tiene que ver con poder posicionarnos en un nuevo ‘Modelo de intervención’ que se vincule con las nuevas formas de manifestación que adquiere lo social, atendiendo al impacto en la singularidad y subjetividad, en este caso de los beneficiarios del sistema público de salud.

Hoy resulta prácticamente ineficiente, que en el marco de esta nueva cuestión social planteada, se continúen sosteniendo modelos tradicionales de intervención (más ligados al origen del Trabajo Social) y que tienen que ver con la “administración de recursos entendida como soporte o instrumento de aplicación de las políticas sociales” 9

Estas formas típicas de intervención son las que le sirven, le son funcionales al sistema hospitalario. Un sistema que desde el año 1993 implementó la autogestión hospitalaria a partir del Decreto 578 del Poder Ejecutivo, por el cual el Hospital se convierte en un ente descentralizado que se autogestiona financieramente a través de la recaudación de las Obras Sociales, de realizar convenios, de cobrar por ciertas prestaciones, etc. Este nuevo sistema que focaliza su política en la ‘autonómía’ de los centros asistenciales, con el objetivo de lograr un uso más racional y eficaz de los recursos , en el marco de un contexto macrosocial de crisis, solo genera más discriminación respecto a las posibilidades económicas de los pacientes.

Los servicios sociales, inmersos en este sistema muchas veces se convierten en los órganos que deben cumplir el papel del control, de la detección, de la clasificación de poblaciones de acuerdo a los recursos que dispone cada institución. Es el mismo Decreto que en su Art. 5 inciso ‘g’ establece como requisito: “ Disponer de un Area de Servicio Social que posibilite, entre sus funciones, establecer la situación socio – económica y el tipo de cobertura de la población que demande servicios”. Esto implica que si sólo trabajamos desde ese deber ser impuesto por la normativa, solo somos entes de clasificación o categorización de la población favoreciendo la “homogeneización” de la población que concurre al hospital para adecuar determinado recurso, “solución al problema” Y esta es una forma de intervención que se corresponde con lo que demanda el sistema y la institución.

Desde mi mirada, estas constituyen formas de estigmatizar aún más, de reforzar una forma de atención que se aleja de la singularidad del problema, de lo que vive la persona desde su problema de salud (porque solo se evalúa para clasificar), alejandose de escuchar y plantear o crear nuevas formas posibles de intervención.

Hoy, los Servicios Sociales en el campo hospitalario son los equipos que receptan, canalizan, orientan e intervienen en toda una problemática social de los sujetos que acceden al hospital; problemática ésta agudizada, por un lado, por las condiciones cada vez más extrema de pobreza, precariedad y desprotección, y por otro lado, por parte de la institución, al no poder dar una respuesta o intervención requerida por la necesidad del paciente.
En este sentido, desde mi intervención observo mucha desprotección, complejizándose cada vez más el daño en el sujeto.

Este sistema fragmentario que anteriormente caractericé entre otras cosas, recae en la atención de la salud que debe recibir el paciente. Hoy, con este sistema compuesto en tres subsectores, hay personas que quedan excluidas. Tal es el caso de aquellos pacientes que teniendo una cobertura social, cobertura obtenida por recibir una pensión graciable, por discapacidad, o por tener sólo una cobertura por tener más de 70 años de edad, no pueden acceder sobre todo a la medicación necesaria para cumplimentar un tratamiento, por el hecho que la obra social solo le cubre un porcentaje (que puede oscilar entre el 40 y el 70 % de cobertura) del medicamento, y el coseguro o copago que debe realizar el paciente no lo puede cubrir.

Este puede ser un ejemplo entre multiples situaciones cotidianas que se presentan en un servicio social. Entonces ¿con qué protección cuentan estos pacientes?
Podemos nombrar esto como la desprotección de la protección?
Es un juego de palabras, pero para el paciente no es un juego, realmente no puede acceder a su tratamiento. Y el Hospital, porque es de autogestión y porque no puede hacerse cargo de un paciente de otro subsector (el de la seguridad social) no le puede dar una respuesta. Y aquí nuevamente me planteo, por qué no poder pensar en mecanismos de coordinación entre los subsectores que componen el sistema de salud? Por qué seguir sosteniendo un sistema ineficiente, si con voluntad política se podría lograr? Porque no estamos hablando de un bien material, sino que está en juego la salud de la gente y su derecho igualitario a la atención de salud.

Entonces el desafío está en poder darle un nuevo significado, un nuevo sentido a la intervención desde otro papel, desde un paradigma que se aproxime más a lo subjetivo, a comprender los procesos que vive cada sujeto, comprender la emergencia de las nuevas problemáticas no desde la idea de la clasificación sino de la comprensión, desde el trabajo en red, y desde la inserción en equipos interdisciplinarios como posibilidad de construir nuevas miradas, en torno al proceso salud – enfermedad y poder ofrecer otra atención al sujeto – paciente, desde sus derechos como ser humano y como paciente específicamente.

Tarea difícil, por cierto, en el marco de tanta hegemonía médica, y de representaciones sociales respecto de nuestra disciplina, ubicados en el terreno hospitalario en un lugar de subsidariedad. Porque el trabajo cotidiano me ofrece muchos signos, situaciones que me llevan a comprender que nuestro trabajo no puede estar limitado por los recursos con que dispone la institución o porque un paciente posea una cobertura social, etc.

Este es el dilema que planteo en torno a la relación a la salud y el principio de justicia. No es nada novedoso pero me invadió la necesidad de poder escribirlo, expresarlo e intentar analizarlo. Creo que desde nuestro lugar como trabajadores de la salud, la cuestión pasa por no naturalizar lo que ya está dado, por no dejarnos llevar por la rutina y la cuestión burocrático administrativa, sino problematizar constantemente los modelos de atención ofrecidos, tanto en el hospital como en otras instituciones que manejan las políticas públicas, para no continuar, desde nuestra práctica, reforzando patrones de desigualdad, injusticia y exclusión.


Bibliografía

  • VI Congreso Argentino de Salud , ACAMI, Córdoba, 15/8/2001. Art. “Uno de cada tres argentinos carece de cobertura de salud y cada vez más gente recurre a los hospitales”.

  • Berlinguer, Giovanni. “Etica de la Salud”. Lugar Editorial. Bs. As., 1996.

  • Carballeda, Alfredo y otros autores. Investigación: “Modelos de intervención del Trabajo Social en el campo de la salud: Obstáculos, posibilidades y nuevas perspectivas de actuación”. En Periódico de Trabajo Social Margen Nº 20, verano 2001.

  • Contandriopoulos, André Pierre. “La salud entre las ciencias de la vida y las ciencias sociales.1999.

  • Declaración Universal de los Derechos Humanos. Naciones Unidas, 1948.

  • Decreto P.E. 578/93. Hospital Público de Autogestión.

  • Elías, María Felicitas. Art. “Familias y Ciudadanía”. En Periódico de Trabajo Social Margen Nº 22, invierno 2001.

  • Ferraris, José María. “Fundamentos y principios de Bioética”

  • Pacto San Jose de Costa Rica, Convención Americana sobre Derechos Humanos.

NOTAS

1 Ferraris, José maría. “Fundamentos y Principios de Bioética”.

2 Los tres principios que se postulan en Bioética son: el principio de Autonomía, el principio de Beneficencia y el principio de Justicia.

3 Ferraris, José María. “Fundamentos y Principios de Bioética”.

4 Vidiella, Graciela, 2000, p. 111.

5 André – Pierre Contandriopoulos “La salud entre las ciencias de la vida y las ciencias sociales”.

6 Vidiella, Graciela, 2000, p. 110.

7 Este es un concepto trabajado por los autores Bustelo y Marshall. Trabajan dos modelos predominantes de ciudadanías vinculadas a los derechos civiles y políticos: Ciudadanías Emancipadas y Ciudadanías Asistidas.
Extraído del Art. “Familias y Ciudadanía” de la Lic. M. Felicitas Elías, publicado en Periodico de T.S. Margen Nº 22.

8 Carballeda, Alfredo y otros autores. Investigación: “Modelos de intervención del Trabajo Social en el campo de la salud: Obstáculos, posibilidades y nuevas perspectivas de actuación”. Periodico de Trabajo Social Margen Nº 20, verano 2001.

9 Ib idem.



* Datos sobre la autora:
* Couat, Carolina
Licenciada en Trabajo Social.
Ex- residente del Hospital de Niños de La Plata y Hospital Dr. José Penna de Bahía Blanca.
Trabajadora Social en el Hospital Municipal "Dr. L.Lucero" de Bahía Blanca.
Docente de la Carrera de Trabajo Social (nivel terciario) en Bahía Blanca.

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