Si
la comunicación es escenario privilegiado de la dominación,
su abordaje como campo de estudio implica plantearse de qué
lado se está .
Desde una matriz teórica trabajada por Gramsci primero y por
Williams después, Martín-Barbero inscribe lo
comunicacional en la cultura y lo cultural en lo político, es
decir piensa la articulación de lo político en lo
cultural y lo comunicativo.
De tal modo, sigue a Williams al pensar que la práctica
intelectual no puede comprenderse al margen de la producción y
reproducción general, tanto cultural como social, y por ello
es que se pregunta por el modo en que dicha práctica establece
relaciones de dominación y subordinación. Así,
analizar la producción intelectual es analizar los modos que
ésta participa de los procesos sociales de construcción
de hegemonía.
Es decir, por el modo en que la práctica
intelectual se realiza y posiciona frente al poder con sus
particularidad histórica en pos de un determinado proyecto
político, en sus distintas manifestaciones. Por eso,
criticar la teoría dominante es enfrentar aquello que
racionaliza ,
y lo que ella racionaliza es la dominación cultural.
Para
Martín-Barbero, pensar la práctica comunicativa en
América Latina supone romper el cerco teórico y
político que impone la teoría dominante y su pretensión
de neutralidad. Romper con este cerco es romper con la trampa que
supone el intento de explicar los procesos de comunicación
por fuera de los conflictos históricos que los engendran, los
dinamizan y los cargan de sentido .
Sin embargo, como el mismo autor reconoce, lo distintivo no es sólo
este posicionamiento crítico sino el alineamiento de esta
criticidad en un proyecto más amplio en el más amplio
proceso de liberación: denunciar y dar armas, despertar
y trazar estrategias .
Poner al descubierto el proyecto político-económico que
la teoría naturaliza y universaliza, pero ir más allá:
la ruptura teórica implica exigencias concretas a nivel
del proyecto que guía la investigación como proyecto
general de transformación de la realidad investigable .
Desde
allí ya se perfila una primera tarea intelectual, que se
vuelve político-epistemológica, al dedicarse a la
crítica de las formulaciones teóricas del empirismo
funcionalista y del determinismo tecnológico, para quienes lo
social se vuelve extrínseco, pero también al abandonar
el marxismo mecanicista que reduce la superestructura ideológica
a mero reflejo de la base económica, por un lado, y el
inmanentismo estructuralista, por el otro. La
positivización de la realidad, funcionalista tanto como
marxista, transmuta la racionalidad mercantil en científica.
Por ello, Martín-Barbero piensa que exigirle a la
Universidad producción teórica no puede hacerse sin
poner en crisis el estatuto que lo científico posee en su
interior .
Pero
si es una labor central desarmar la racionalidad científica
desde la que se construye el conocimiento en el campo de la
comunicación, y su consiguiente anhelo disciplinar, también
lo es revisar el modo en que la dominación se produce en los
procesos de comunicación, y no el modo en que la comunicación
se produce en los procesos de dominación, que había
sido lo habitual hasta ese momento. Por ello, como dirá más
tarde en el prefacio a la quinta edición de De los medios a
las mediaciones, pensar la política desde la
comunicación significa poner en primer plano los ingredientes
simbólicos e imaginarios presentes en los procesos de
formación del poder .
La preocupación teórica, entonces, busca desmontar el
discurso massmediático que nos moldea y nos oprime desde
dentro, desde la complicidad que con él mantiene nuestro
sistema cultural y nuestro imaginario , en una crítica radical de la racionalidad occidental en
Latinoamérica.
Los
tercos hechos o el escalofrío
epistemológico
Con
diversas imágenes, que se reiteran en distintos lugares de su
producción, Martín-Barbero trata de explicar el viraje
de su preocupación teórica. Explicación que por
lo evocativa se convirtió en un señalamiento a los
intelectuales latinoamericanos. Imágenes que, no por
casualidad son recuperadas permanentemente por distintos
investigadores que dialogan con su obra. Esto es muy interesante
porque justamente es desde su misma perspectiva que, como dice
Rossana Reguillo, los autores no son sólo productores de
conocimientos, sino, principalmente creadores de símbolos, de
textos culturales cuya escritura deviene en prácticas
significativas para una comunidad científica .
Imágenes que colocan en centro la realidad social el
contexto y la responsabilidad que le cabe al intelectual frente
a esa realidad, para trabajar desde allí la comunicación
massmediática.
En
la introducción del trabajo analizado, Martín-Barbero
habla del escalofrío epistemológico que le
produjo una experiencia a partir de la cual logró
formular globalmente su trabajo de investigación. Intrigado
por el éxito de un film mexicano (La ley del monte) en
Cali, fue a verlo con otros profesores.
El film era tan
elementalmente melodramático, su contenido tan explícitamente
reaccionario y su lenguaje cinematográfico tan torpe que sólo
en clave cómica era soportable. La gente que nos rodeaba por
el contrario estaba tan metida en el film y tan emocionada que las
interferencias producidas por nuestras risas y nuestros comentarios
les indignaron y quisieron sacarnos de la sala. (...) ...¿qué
relación podía existir entre lo que a ellos les
producía tanta emoción y a nosotros tanto
aburrimiento?, ¿qué veían ellos que yo no vi? Y
entonces, ¿de qué les podía [a los sectores
populares] servir la lectura ideológica que
nosotros [los intelectuales] hacíamos, en el caso de que
fuéramos capaces de traducirla a su lenguaje, si esa lectura
lo sería siempre de la película que nosotros vimos y no
de la que ellos vieron? .
La
clave en el giro que se produce en su obra a partir de los 80 y
a la que bien hace referencia el escalofrío
epistemológico tiene que ver con la sensación
de desencuentro que se produce entre su trabajo intelectual (el
desenmascaramiento de la ideología que estructura los
mensajes, la puesta al descubierto de los circuitos y las
tramas de poder que articulan los medios) y la experiencia social
(el modo en que la gente percibe, siente y vive los procesos de
comunicación).
Esta sensación se potencia
por los cambios producidos en Latinoamérica y que el mismo
Martín-Barbero reconoce. El reflujo de la utopía
revolucionaria y el retorno de fuerzas conservadoras disfrazadas de
neoliberalismo marcan un cambio de rumbo que modifican las
condiciones de la investigación en comunicación. Los
campos de lucha ya no están tan deslindados como hace algunos
años.
Y en muchas ocasiones no está nada claro el
sentido, es decir al servicio de quién o de qué se está
trabajando. La época de las grandes denuncias siempre
necesarias parece dejar el paso a un trabajo más oscuro
pero no menos arriesgado y difícil: la lucha contra la
amalgama ecléctica y la funcionalización de la crítica,
la lucha contra un neopositivismo ambiente que vuelve a oponer, ahora
más ladina y sofisticadamente, el trabajo científico al
trabajo político .
Este
escalofrío epistemológico lleva al autor en
dos direcciones que queremos destacar. Por un lado, la profundización
de la crítica epistemológica, por otro, la revisión
de algunas certezas que concluirán en ciertas rupturas
y desplazamientos teóricos.
Crítica
epistemológica. Continúa aquí con su crítica
al neopositivismo funcionalista de derecha pero
también de izquierda, a su matriz
epistemológica y política, a su racionalidad
científica.
Pero en particular a su enseñanza
universitaria; a los cursos de metodología en los que
predomina una concepción instrumentalista de los métodos
y las técnicas, al margen de la historia, de los
problemas en fueron concebidos, meros recetarios de cientificidad
garantizada, independientes de las condiciones sociales en las que un
problema se investiga.
Esto genera una tendencia al teoricismo que
facilita el escapismo político: hacer investigación
para no tener que pasar a la acción, o mejor, hacer un tipo de
investigación que no nos involucre, una investigación
generalista que no exija práctica alguna, porque
investigando lo particular, sobre lo que es posible intervenir, se
corre el riesgo de descubrir no sólo argumentos para
criticar el sistema sino herramientas para
transformarlo .
Pero también critica la falta de producción teórica
y la abundancia de reproducción y divulgación, otra
manera del escapismo.
Rupturas
y desplazamientos. Destacaremos aquí dos. Por un lado, la
ruptura con una concepción monolítica y fetichizada del
poder, sin fisuras y sin contradicciones, ubicuo y omnipotente, que
garantiza por sí la reproducción del sistema. Idea
fatalista, paralizante y desmovilizadora, con graves consecuencias
teóricas y políticas.
Se trata, tanto en la
teoría como en la acción política, de un
desplazamiento estratégico de la atención hacia las
zonas de tensión, hacia las fracturas que, ya no en abstracto
sino en la realidad histórica y peculiar de cada formación
social, presenta la dominación .
Esto permite dirigir la mirada hacia aquellas luchas sociales que
profundizan las contradicciones: movimientos de derechos humanos,
barriales, campesinos, ciudadanos, etc. Por otro lado, la ruptura que
se produce al reconocer la actividad de los dominados como cómplices
de la dominación (complicidad que es, a su vez, materia prima
con la que trabajan los medios de comunicación), pero también
al reconocer, en esa actividad, resistencia y réplica.
Rupturas y desplazamientos que son, en sí mismos, un desafío
epistemológico que alimentan la crítica.
En
definitiva, frente a la falta de certezas que produjo la derrota de
los movimientos de liberación y la instalación de
dictaduras o democracias controladas en Latinoamérica,
sumadas a la incapacidad de la teoría para dar cuenta de estos
cambios, Martín-Barbero produce este viraje en los 80.
Aprender de la experiencia de los sectores populares. Estudiar
la comunicación/cultura popular amordazada, deformada,
dominada, es estudiar la comunicación/cultura que la
niega y domina, pero frente a la cual hay afirmación y
resistencia, en una lucha siempre desigual y muchas veces ambigua.
Desde allí, orientar nuestras prácticas de intervención
en comunicación alternativa, o mejor, nuestras prácticas
alternativas de intervención en comunicación. Mirada
hecha proyecto: mirar el proceso entero de la comunicación
desde ese otro lugar que es lo popular ,
asumiendo la dimensión política de conlleva la vida
cotidiana, aunque no se exprese en formas organizativas
tradicionales. Es desde aquí que comienza a horadarse el
modelo informacional (con sus emisores-dominantes y sus
receptores-dominados) que ignoraba los conflictos, las
contradicciones y las luchas. Pero al modelo lo fueron minando
los tercos hechos de una realidad social que desde mediados de
los setenta lo hicieron estallar, exigiendo un viraje radical y la
búsqueda de un paradigma alternativo .
Unos
años más tarde, en la introducción de su obra
principal describe el periplo de su trayectoria intelectual, que
reafirma lo que venimos planteando: Lo que aquí llega
trae las huellas de un largo recorrido. Venía yo de la
filosofía y, por los caminos del lenguaje, me topé con
la aventura de la comunicación. Y de la heideggeriana morada
del ser di así con mis huesos en la choza-favela de los
hombres, construida de barro y cañas pero con
radiotransistores y antenas de televisión .
DE
GRAMSCI A WILLIAMS: EL LUGAR DEL INTELECTUAL
Pensar
la comunicación desde la cultura, desde las mediaciones
culturales, supone dirigir una mirada atenta al papel del comunicador
en tanto mediador cultural. En general, desde el paradigma de las
mediaciones se ha puesto el acento en los estudios de recepción,
uso y consumo cultural, relegando el estudio sobre los procesos de
producción de cultura. En particular, el lugar de los
comunicadores y su formación intelectual, sobre todo si
consideramos a la comunicación como un lugar estratégico
desde el cual pensar la sociedad y su transformación.
Conviene
revisar brevemente, entonces, la tradición teórica
desde la que Martín-Barbero reflexiona sobre el papel del
comunicador social.
En
primer lugar, al compartir con Gramsci la idea de que todos los
hombres son intelectuales... pero no todos los hombres tienen
encomendada en la sociedad la función de intelectuales, se
hace necesario tener presente que en todas las sociedades han
existido lo que hoy llamamos intelectuales, aunque seguramente no ha
sido el mismo su grado de especialización ni iguales sus
relaciones sociales. Esto supone poder establecer las
particularidades histórico-sociales del caso en cuestión.
En
segundo lugar, piensa con Williams que no es posible aislar las
tareas que realiza un intelectual del resto de las prácticas
sociales, salvo como distinción analítica a los efectos
de establecer las relaciones que se establecen entre ellas. Como
sostiene Williams: ...las ideas y conceptos
las preocupaciones especializadas de los intelectuales
en el sentido moderno se producen y reproducen en todo el
tejido social y cultural: a veces como ideas y conceptos, pero
también, de manera más amplia, en forma de
instituciones que los configuran, de relaciones sociales
significadas, de acontecimientos culturales y religiosos, de modos de
trabajo y de ejecución... .
Todo
lo anterior presupone, a su vez, una particular conceptualización
sobre la cultura. Martín-Barbero sigue aquí la
perspectiva desarrollada por Williams, al considerar a la cultura
como sistema significante realizado, lo que permite
establecer la siguiente distinción analítica: por un
lado, el estudio de instituciones, prácticas y obras
manifiestamente significantes y, por otro lado, el estudio de las
relaciones de éstas y otras instituciones, prácticas y
obras.
Vale destacar que para Williams lo mismo que par
Martín-Barbero la cultura no puede ser pensada al margen
de la idea de hegemonía que como concepto engloba y supera al de cultura, en la medida que la
práctica cultural y la producción
cultural en nuestro caso específico, práctica
y producción intelectual no se derivan de un orden
social sino que lo constituyen, pensando así a ...la
cultura como el sistema significante a través del cual
necesariamente (aunque entre otros medios) un orden social se
comunica, se produce, se experimenta y se investiga .
LA
FORMACIÓN DE LOS INTELECTUALES/COMUNICADORES
Si
el comunicador es un intelectual en la medida en que contribuye
a mantener o a modificar un concepto universal, a suscitar nuevas
ideas ,
una derivación lógica hecha ya por otros, nos permite
decir que todos los hombres son comunicadores... pero no todos los
hombres tienen encomendada en la sociedad la función de
comunicadores.
Martín-Barbero
ha reflexionado en distintas oportunidades sobre la formación
profesional universitaria de los comunicadores, al repensar las
relaciones entre comunicación y sociedad.
Tratando de superar
la dicotomía entre práctica y teoría que
se expresa en la dicotomía formación profesionalizante
(con amplia formación cultural) y formación
academicista (que busca legitimidad científica), apunta
en otra dirección: hacia el sentido instrumental de la
formación del comunicador que considera a los medios y
con ellos a la comunicación toda como instrumentos
al servicio de la expresión de alguien. Igual da por
izquierda o por derecha, la misma concepción
instrumental y tecnologizante en la que prima una mirada
mediocéntrica.
Pero para Martín-Barbero, que propone
pensar la comunicación como producción de
sentidos y no como transmisión de informaciones,
lo que está en juego en una instancia comunicativa son los
usos sociales de los medios, no la reproducción sino la
producción, lo que supone el reconocimiento de los
conflictos sociales y su articulación en términos de
interpelación y negociación en la constitución
de sujetos sociales en un orden social específico,
considerando en definitiva a la comunicación como una cuestión
de fines y no de medios. Por ello propone que el
comunicador deje de ser el intermediario que debe su
existencia a la separación entre productores y consumidores,
entre emisores y receptores, entre creadores y público, para
ser mediador en la cultura, haciendo explícita la
relación entre la diferencia cultural y la desigualdad social,
sin reducir la primera a la segunda .
Esto supone asumir las contradicciones que la propia práctica
genera y la dimensión política que la formación
implica como eje clave, tal como Martín-Barbero señala
al proponer este comunicador-mediador que se sabe socialmente
necesario, pero culturalmente problemático, en un oficio
ambiguo y hasta contradictorio: trabajar por la abolición de
las fronteras y las exclusiones es quitarle peso a su propio oficio,
buscar la participación de las mayorías en la cultura
es acrecentar el número de productores más que de los
consumidores .
En
la medida en que considera la comunicación un lugar
estratégico desde el cual pensar la sociedad, propone que el
comunicador asuma el rol del intelectual: Frente a la crisis de
la conciencia pública y la pérdida de relieve social de
ciertas figuras tradicionales del intelectual es necesario que los
comunicadores hagan relevo y conciencia de que en la comunicación
se juega de manera decisiva la suerte de lo público, la
supervivencia de la sociedad civil y de la democracia .
Pensar la comunicación desde la cultura es decir, desde
el paradigma de las mediaciones supone claramente una opción
política.
DE
LA ESTRATEGIA A LA TÁCTICA
Diez
años después de la publicación de De los
medios a las mediaciones, Martín-Barbero reflexiona sobre
el lugar del intelectual: Mi reflexión inicia el camino
de vuelta de la comunicación a la filosofía
a fines de los 80, con la caída del muro de Berlín
y la disolución del mundo socialista, con la desubicación
del intelectual, el desdibujamiento de las utopías y la crisis
de la representación política. ¿En nombre de
quién hablan hoy en un tiempo en que el sujeto social
pueblo o nación estallan los intelectuales y los
investigadores sociales?, ¿para quién hablan?, ¿quiénes
los escuchan?
Para responder a estas preguntas se apoya en Michel De Certau y la
diferencia que éste establece entre táctica y
estrategia, según la cual la estrategia es el
modo de lucha del que tiene un lugar propio dónde retirarse y
desde el cual organizar el ataque y la táctica es el
modo de lucha del que, no teniendo un lugar propio al que retirarse,
pelea en el terreno del adversario. Entonces se pregunta: ¿No
es verdad que con el desdibujamiento de las ideologías y las
utopías de las izquierdas, el pensamiento crítico ha
ido perdiendo su territorio propio, y se encuentra hoy
luchando desde el campo que ha construido y domina el adversario? Un
adversario que, al diluirse el territorio de las izquierdas, también
se desdibuja, tornándose borrosos los rasgos que lo
identificaban, haciéndolo vulnerable.
Exilado de su espacio, y
en cierta medida de su tiempo, de su pasado, el pensamiento
crítico sólo puede otear el futuro volviéndose
nómada, aceptando el camino de la diáspora .
Sin territorio propio, de aquí para allá, como
cazadores y recolectores teóricos y políticos,
pero también exiliados, a partir de un descentramiento
de la crítica no sólo en el espacio sino en el tiempo
de nuestras culturas latinoamericanas.
Aquí
vale la pena detenerse un instante y preguntarse por el
desplazamiento que se produjo en el pensamiento de Martín-Barbero.
A lo largo de su obra y de los años, su reflexión sobre
el intelectual va de las certezas a la incertidumbre, del proyecto
político al descentramiento de la crítica cultural.
Es
cierto que la realidad latinoamericana y mundial ha cambiado mucho en
el último cuarto de siglo. También es cierto que la
relación entre propuesta teórica y proyecto político
depende en buena medida de las condiciones socio-históricas.
Del mismo modo es cierto que sin colchón de criticidad
en una sociedad se hace difícil la crítica intelectual.
Sin embargo, cabe preguntarse de qué depende la organicidad
del intelectual a un proyecto político, incluso o sobre
todo desde la perspectiva política que abre el paradigma
de las mediaciones. Denunciar y dar armas, despertar y trazar
estrategias, a fines de los 70 Martín-Barbero
considera que la reflexión critica en Latinoamérica es
una práctica por lo que su índice de
verdad no reside tanto en su validez lógica como en su
capacidad de construir lo real .
O también, la ruptura teórica implica exigencias
concretas a nivel del proyecto político que guía la
investigación como proyecto general de transformación
de la realidad investigable .
A fines de los 90 vale preguntarse, entonces, en qué
medida y hasta qué punto el pensamiento táctico
es una imposición de la hegemonía neoliberal o una
elección intelectual, aunque estas opciones son siempre en
grados relativos. En términos políticos, y a juzgar por
su propia producción intelectual, no parece imprescindible
incluso sugiere cierta contradicción para la
crítica epistemológica el descentramiento que suponen
el nomadismo y la diáspora.
Más aún,
la ruptura política y epistemológica que produce
Martín-Barbero en los 80, se desdibuja junto con
el modo en que ve el desdibujamiento de las utopías,
con lo que el descentramiento pareciera perder capacidad
crítica en tanto proyecto transformador de la realidad
investigable. Probablemente esto se relacione con el modo en que
el autor trabaja la totalidad social a lo largo de su obra,
aunque esto ya es tema de otro estudio.
Sin
embargo, no deja de resultar paradójico que mientras el
pensamiento crítico se desdibuja el paradigma de las
mediaciones se institucionaliza consolidando su terreno propio
en Latinoamérica. Lamentablemente, aquí sólo
hemos revisado algunos pocos textos de Martín-Barbero, algo
que contradice la propuesta misma de los estudios culturales.
En los términos en que lo plantea Williams, habría que
analizar la variación que se produce en estos años en
las relaciones que traba el proyecto intelectual de Martín-Barbero
proyecto al que muchos otros adhieren con la formación
social en la que se inscribe y el campo de la comunicación en
el que se desarrolla, y no solo algunos de sus textos .
Lo que en los términos de Martín-Barbero podría
expresarse como la relación entre movimiento social, proyecto
mediador y campo cultural latinamercano. ¿Cuáles son
los nuevos problemas? ¿Qué proyecto transformador de la
realidad investigable generamos? ¿Cuál es la formación
social que lo impulsa? ¿Cómo se vincula con demandas
sociales, por un lado, y con la institución universitaria que
lo alberga, por el otro? ¿Qué movimiento social lo
reclama? Pensado en estos términos es probable que el proyecto
original haya perdido su impulso transformador y, por lo tanto,
tengamos que trabajar sobre la formación social que lo vuelva
a promover aunque, seguramente, en nuevos términos.
APORTES
PARA LA ENCRUCIJADA ACTUAL
Es
en este sentido, y ya a modo de conclusión, que quisiéramos
recuperar uno de los muchos aportes de Martín-Barbero a la
mirada sobre el intelectual-comunicador. Su consideración
sobre la formación de los comunicadores y las currículas
universitarias; algo que nos permitirá revisar nuestra propia
práctica.
No
es posible pensar al intelectual y sus tareas por fuera de las
instituciones que los forman. Aquí se abre todo un capítulo
que merece otro trabajo si interesa realmente la problemática,
tal como nos parece. En momentos en que nuestras carreras de
comunicación se han puesto de moda mezcla de furor por las
nuevas tecnologías y su promesa de futuro, afán crítico
por denunciar los desmanes que la política genera
y deseos de obtener la formación en cultura general que
ofrece, entre otras cosas, se vuelve una tarea central reflexionar
sobre el papel que deben desarrollar nuestras escuelas y facultades
de comunicación social.
Está pendiente todavía
el debate sobre la vinculación entre las tareas de formación,
extensión e investigación universitaria. Si nuestra
propuesta curricular escinde en campos estancos estas tareas que la
reforma del 18 impulsaba de conjunto, de qué modo
podemos luego reclamar cierto compromiso en tanto intelectuales (en
el sentido desarrollado anteriormente) a nuestros alumnos.
No hay
propuesta académica que no sea a la vez una propuesta
política. Debemos formar comunicadores que ayuden a sostener
y apoyar toda práctica y movimiento cultural que fortalezca el
tejido social, aquella que estimule las formas de encuentro y
reconocimiento comunitario (...) para posibilitar experiencias
colectivas que contrarresten la atomización urbana y alienten
el sentido social ,
que trabaje sobre la desigualdad social y la diferencia cultural, sin
ocultar la primera tras la segunda. Mediador será
entonces el comunicador que se tome en serio esa palabra, pues
comunicar pese a todo lo que afirmen los manuales y los
habitantes de la postmodernidad ha sido y sigue siendo algo más
difícil y largo que informar, es hacer posible que unos
hombres reconozcan a otros, y ello en un doble sentido:
les reconozcan el derecho a vivir y pensar diferente, y se reconozcan
como hombres en esa diferencia. Eso es lo que significa pensar la
comunicación desde la cultura .
En
un texto reciente, vuelve sobre el tema y se pregunta por el lugar
que debe ocupar la universidad en estos tiempos en cambian las
características del saber y del trabajo en una sociedad
marcada por la revolución tecnológica y el mercado
neoliberal, considerando a la universidad como mediadora entre
la formación profesional, la generación de saberes y
los cambios sociales.
La
única salida está en la combinación de
conocimientos especializados con aquellos otros conocimientos que
vienen de la experiencia social y las memorias colectivas.
Evidentemente,
no es posible impulsar este tipo de reforma en el proceso
de formación sin proyecto social, cultural y político
en el que adquiera sentido. Abocarnos a esa tarea es nuestra
responsabilidad como intelectuales, ya que como pensaba Williams al
imaginar el futuro de los Estudios Culturales: el trabajo
intelectual el que Martín-Barbero propone para los
comunicadores y nosotros queremos recuperar críticamente
tiene sentido si lo tiene, simultáneamente, para aquellos para
los cuales no es un modo vida ni una posibilidad de empleo, pero
para quienes es una cuestión de interés intelectual
propio, de su propia comprensión de las presiones que sufren,
presiones de todo tipo, desde las más personales a las más
políticas en términos generales .
Es con ellos y no para ellos que tendrá
sentido nuestro proyecto intelectual, si logra empalmar con un
movimiento por una educación genuinamente democrática y
abierta a las mayorías, que parta de las experiencias y
situaciones de la vida cotidiana de nuestros pueblos, en la
construcción de un mundo libre de injusticias y desigualdades.
BIBLIOGRAFÍA
NOTAS