A partir
del relato se infiere un diagnóstico situacional del
microsistema familiar (que es dinámico y flexible de acuerdo a
los cambios que transita la familia) y de las instituciones y
profesionales intervinientes. De este diagnóstico se
desprenden numerosas variables para analizar así como
distintas instancias de intervención profesional: familiar,
institucional, políticas sociales, etc.
Nos
parece importante no perder de vista para nuestra reflexión la
Convención de los Derechos del Niño, cuando coloca a la
familia " como el elemento básico de la sociedad y medio
natural para el crecimiento y el bienestar de todos sus miembros y en
particular de los niños
y para ello..debe recibir la
protección y asistencia necesarios para poder asumir
plenamente sus responsabilidades dentro de la comunidad
estableciendo
la obligación primaria en el Estado.
Con
relación al sistema familiar podemos decir que
estamos frente a una familia que podemos definir como vulnerable,
en la que encontramos los siguientes indicadores: historia personal
de cada miembro adulto, constitución de la pareja, relaciones
distantes y escasas con la familia de origen, proceso de migración
con sus implicancias, discapacidad auditiva con sus efectos también
a partir de la modalidad comunicacional interna y con el entorno
social, graves dificultades de salud de un hijo. Estos factores y
otros (laboral, económico, habitacional) afectan y exponen
notablemente a la dinámica, funcionamiento y estructura
familiar.
Consideramos
que en esta familia, existen obstáculos para reproducir
cotidianamente su existencia en determinadas condiciones sociales
(dificultades en el aspecto sanitario, en el orden laboral,
comunicacional, económico, habitacional, vinculación
con el medio, de información, de orientación concreta).
El caso
que nos ocupa demanda e interactúa con un importante número
de instituciones estatales provinciales, municipales, vecinos,
iglesia, medios de comunicación, entre otros.
Sabemos
por la realidad social y el análisis macrosocial que conocemos
y nos atraviesa, que el desplazamiento del Estado de bienestar en la
actualidad, hace que los programas o políticas sociales
(nacionales, provinciales y municipales) utilizando el argumento de
un "espíritu austero" desarrollen respuestas o
medidas limitadas , atendiendo situaciones coyunturales o "a la
población de mayor pobreza, acreditada con informes sociales"
transformando al sujeto en ciudadano asistido y colocando
al trabajador social en una función que podría
denominarse como detector de pobres.
Si
observamos las instituciones que actúan en
nuestro relato, podemos decir que su intervención refleja
claramente el mandato de las políticas de exclusión
(atención focalizada, sujeto receptor pasivo, etc.). Tomemos
como ejemplo una de las dificultades de esta familia y la política
que aplica la institución que debería dar una
respuesta: el aspecto habitacional. La intervención de esta
institución pone de manifiesto la violencia de las políticas
actuales ya que al no poder cumplir la familia con el requisito de
tiempo de residencia debe quedar excluida de la posibilidad de acceso
a una vivienda. No es prioridad de la institución (IPV) el
derecho de acceso a una vivienda digna sino cumplir con las
reglas de poder institucional y de más arriba.
Esta
política habitacional evidencia criterios de focalización
y conlleva implícitamente la generación de
procesos de exclusión y desigualdad de oportunidades , dado
que mientras se prioriza a la población meta se deja de lado a
sectores que no cumplen con los requisitos definidos
institucionalmente .
Se
evidencia que el jefe de familia debió ejercer presión
y demandar en forma permanente a las instituciones, las que aún
conociendo la situación de vulnerabilidad de la familia
reprodujeron, desde su estructura de poder, la posición de
demandante y de dependencia (que alguien genero ... ¿quién?
¿la familia? ¿las instituciones?, ¿las políticas
sociales de las que mencionábamos más arriba?). Esta
reproducción es violencia que genera, en este caso, una
respuesta, un reclamo de derechos, desde la violencia. Esto nos hace
pensar que este padre de familia, o su compañera, han
deambulado por las distintas instituciones reiterando o presionando
atención para distintas situaciones límites o buscar
satisfacer sus necesidades materiales y no materiales, ello implica
que ¿no son sujetos de derecho?
Julio
responde, reacciona con violencia a la violencia institucional y a
partir de ello (de su reacción) las instituciones lo definen a
él mismo como violento. Se espera que Julio
reaccione pasivamente, con sumisión, a la falta de respuestas
acordes a sus necesidades, a la no escucha de la institución.
Los otros (instituciones, personal, profesionales) determinan qué
es lo que esta familia necesita, qué es lo que puede pedir,
cuáles son sus derechos, cuál es el modo en que deben
presentarse y en que deben responder ante las instituciones. Se exige
aceptación y sumisión a la violencia institucional. Se
exige aceptación y sumisión ante el poder de las
instituciones y de sus representantes (dentro de los cuales estamos
incluidos los Trabajadores Sociales).
Es
relevante tener en cuenta el papel y poder de los medios de
comunicación cuya intervención, en esta situación
familiar, ha sido un beneficio positivo, porque han movilizado lazos
de solidaridad y respuestas en la comunidad, en los vecinos y en la
iglesia, quiénes tuvieron un escenario de importancia: como
contención material pudiéndose vislumbrar una
alternativa de lazos vecinales o comunitarios a favor de la
cooperación (y no al individualismo), alternativa que no se
observa en las instituciones estatales.
Advertimos
que el sistema familiar, ante su condición de vulnerabilidad y
relacionado con la actuación y la violencia de las distintas
instituciones, ha presentado situaciones de riesgo para sus miembros.
Ante las presiones de las instituciones y la violencia institucional
(dependencia, acreditación de pobreza, falta de trabajo,
subordinación, etc) por la que está atravesada la
familia podríamos afirmar que llegó un punto en el que
se manifiesta la intolerancia y negligencia dentro de ella y entre
sus miembros (ej. los modos de colocar límites, la falta de
cumplimiento con el tratamiento médico de Juani). Ello nos
lleva a pensar en la necesidad de intervención profesional a
partir de contención y tratamiento para trabajar la modalidad
comunicacional que actualmente presenta indicadores de detección
respecto a posible violencia intrafamiliar, de igual manera se
deberían abordar los miembros frente a las vivencias que han
tenido y están expuestos los niños.
Ahora
bien, pasemos a pensar en la intervención de los
Trabajadores Sociales frente a lo planteado hasta aquí.
Si bien
el relato hace hincapié en la intervención del
Trabajador Social hospitalario creemos que de él puede
inferirse el accionar o quehacer profesional de otros Trabajadores
sociales a partir de su inserción en una institución ,
en particular del ámbito estatal.
En
primer lugar cabe señalar que existe poder en las
intervenciones de los trabajadores sociales y que este poder puede
ejercerse hacia los sujetos, la institución, las políticas
sociales y al macrosistema. Una forma de aplicar esta modalidad es
cuando el profesional se suma (aunque sea por momentos) a las
afirmaciones institucionales desde un lugar de poder. Define, rotula,
estigmatiza a la familia (y sobre todo al jefe de familia) a partir
de pre-juicios: es violento, la familia debe ser
controlada, deben ser reprendidos. Se asume
la función de controladores y disciplinadores.
En este punto el trabajador social se convierte en reproductor del
modelo de control y exclusión institucional. Reproduce la
violencia institucional y social de las políticas sociales
focalizadas que mencionáramos anteriormente por un lado y por
el otro reproduce, reafirma, la identidad de control y
disciplinamiento que los otros, la institución le
otorga a su actuación profesional.
No
olvidemos que la violencia social tiene una estrecha relación
con el poder y que se reproduce a través del abuso o exceso al
momento de ejercerlo sobre el otro o los otros. Esta
modalidad de interacciones de subordinación están
instituidas, más allá del marco normativo o códigos
de organización de las instituciones, como por ejemplo
,ejerciéndose de manera violenta (visible o invisible)
imponiendo criterios o saberes, subestimando las carencias de los
beneficiarios o de una franja importante de la población
atravesada por la pobreza. Dentro de este marco institucional y
analizando el significado depoder, ¿qué
relación existe con la intervención del T. S.?¿Cómo
evitamos esta utilización del poder?
Por un
lado debemos tener en claro y reconocer que esto nos sucede antes que
nada. Siempre hablamos de lo que se debe o no hacer en nuestra
práctica profesional pero también siempre nos paramos
como si nosotros estuviéramos fuera, ajenos a las
posibilidades de equivocarnos y ser partes de la reproducción
el modelo que criticamos.
Por otro
lado debemos plantearnos que nuestra intervención social podrá
tomar 2 caminos: se ajustará, se acomodará a esa
modalidad para reproducir el modelo institucional o buscará
otras estrategias de intervención para hacer coincidir sus
objetivos profesionales y negociar con el perfil institucional.
Recordemos
que no trabajamos en forma autónoma , respecto a la libertad
de pensamiento y de acción, recibimos un mandato institucional
y se producen obstáculos entre el objetivo institucional (que
depende de la función que cumpla: asistencial, coyuntural,
preventiva, entre otras) y los objetivos o encuadre del TS. Allí
es dónde hoy nos encontramos, en crisis, con incertidumbre, y
nuestras respuestas o actuar profesional debe definirse entre el
conformismo o la interpelación, nos adaptamos al sistema o
resistimos mediante un posible proceso colectivo profesional, espacio
que debemos reconstruir y recuperar.
Creemos
que lo primero que debemos hacer los trabajadores sociales es
reconocer y re-conocernos, tal vez admitir que, aunque sea
inconscientemente, en algún momento de nuestra práctica
somos reproductores o respondemos al modelo y a la identidad
profesional que la institución en la que estamos insertos
laboralmente nos atribuye. Lo importante es darse cuenta de ello para
corregirlo.
Estamos
en crisis de pensamiento, de allí la importancia de revisar
nuestra construcción histórica y distintos procesos de
identidades de la profesión, con avances y retrocesos, motivo
de ello hoy nos encontramos con estos replanteos: de la teoría,
la práctica social, nuestras ideologías y
redefiniciones del Trabajo Social. ¿qué priorizamos en
nuestro accionar profesional e intervenciones?
Aquí
se nos presenta otro interrogante: tenemos una institución que
focaliza, selecciona, restringe sus servicios y una población
que demanda esos servicios ¿cuál debe ser la
intervención del Trabajador social frente a estas situaciones?
Consideramos que en este punto la institución le asigna al
profesional el lugar de mediador(mediador sin poder de
decisión dado que ya está establecido por la
institución lo que puede o no acordar) entre ella y la
familia que demanda.
De
acuerdo a la funcionalidad de la institución puede suceder en
algunas intervenciones profesionales y en este tipo de intervención
habría 2 elementos antagónicos: una institución
que focaliza, selecciona, restringe y una familia que demanda un
derecho que parece no serle concedido si no integra la población
meta (a veces aunque la integre igualmente queda excluida de ese
derecho). ¿Es, entonces, el trabajador social el que debe
intervenir para que la institución pueda llevar adelante su
objetivo, por ejemplo, de brindar o negar tal o cual servicio? ¿Es
el papel del trabajador social el de defender a la
institución?. ¿Qué pasa en este caso con los
derechos del ciudadano? Obviamente que tenemos en claro que no
cualquier institución puede, o se encuentra preparada, para
dar cumplimento a cualquier derecho de una persona, pero entones, si
la institución en la que el trabajador social ejerce su
profesión no es la indicada para cubrir la demanda (sea ésta
material o no) que una familia le presenta ¿la intervención
profesional se limita a la derivación a la institución
adecuada? Entonces, y para decirlo gráficamente,: ¿le
damos a la familia una palmadita en el hombro, un papel donde hay
escrita una dirección (y tal vez el nombre de un colega), les
decimos buenos días y continuamos con lo nuestro?
Por otro
lado, ¿qué pasa si la institución en la que
estamos trabajando sí es la que debe dar respuesta al derecho
que una familia reclama pero nosotros sabemos que probablemente no lo
hará porque la familia no responde a la definición
institucional de su población meta? Podríamos plantear
algunas alternativas de actuación profesional (podrían
haber muchas más) que variarán de acuerdo a la
ideología, al marco de referencia conceptual, al enfoque
metodológico, a la modalidad de intervención social y
básicamente de acuerdo a la posición que el trabajador
social ocupa en la institución:
¿El
T. S. explica a la familia que esa no es la institución que
debe darles la respuesta y los despide?.
¿El
T. S. explica que esa institución no podrá darles la
respuesta y los deriva a otra institución para que averigüen
si esa otra podrá?
¿El
T. S. explica la situación a la familia buscando los
términos para que ésta comprenda que no tendrá
la respuesta que busca y no reaccione con más reclamo, para
que acepte pasivamente la negativa?
¿El
T. S. explica a la familia que esa institución debería
ser la que les diera la respuesta que buscan pero que, por el
momento, no podrá y los deriva a otra institución a
presentar la solicitud tratando de que acepten pasivamente la
negativa y derivación?.
¿El
T. S. se enfrenta a la institución, le dice a la familia que
él no puede hacer nada y que ellos deben pelea por sus
derechos?
¿El
T. S. busca, junto a la familia, diferentes alternativas que puedan
ayudarla en el acceso a su demanda, teniendo en cuenta las
posibilidades de la institución en la que trabaja y de las
otras instituciones de la comunidad?
Esto nos
llevaría a pensar o analizar el rol profesional: objetivos y
función del TS vs .Objetivos y/o cobertura institucional que
depende de las políticas sociales del Estado.
Convenimos
que todas las instituciones que deben atender a las demandas
coyunturales están funcionando con un mandato y lineamientos
para re- producir ciudadanos asistidos. Así el TS debe
definirse en su qué hacer y de acuerdo a ello será
cuestionado. En este contexto el modelo no necesita profesionales que
interpelen o se quejen, por ello opta por auxiliares o técnicos
u operadores que cumplan los deberes sin cuestionar y que
se tornan, entonces, más manejables para cumplir
con el modelo institucional.
Debemos
reconocer también que las instituciones atraviesan una crisis,
están fragmentadas y sufren incertidumbres, que esa carencia o
confusión de identidades que padecen, a la hora de aplicar sus
supuestas respuestas a la comunidad reproducen
incredibilidad y las personas, tanto los trabajadores como los
usuarios, sienten la incoherencia entre lo que dicen y hacen.
Consideramos
que la decisión sobre la intervención profesional a
adoptar se vincula con la ideología del Trabajador Social y su
visión sobre los derechos de las familias, de los ciudadanos.
El trabajador social se enfrenta cotidianamente a estas decisiones en
su lugar de trabajo ¿trabaja con la familia para que acepte la
decisión de la institución más allá de
los derechos que le asisten o busca con la familia alternativas que
le permitan acceder a sus derechos?
Tal vez
aquí sea donde se presente la utopía que nos haga
continuar ejerciendo nuestra profesión o que nos lleve a
pensar que intentarlo no tiene sentido: no pretendemos que el
ciudadano se adapte al sistema sino que el sistema se encuentre al
servicio de los derechos del ciudadano.
Continuando
con el análisis podemos señalar que en el caso en
particular que presentamos intervienen muchas instituciones (y
creemos que ello es lo habitual en la mayoría de los casos que
diariamente se nos presentan a los trabajadores sociales) y éstas
tienen una característica común: casi por unanimidad,
en casi todas ellas, la demanda de la familia no es recepcionada por
un trabajador social (particularmente en el caso de Tierra del Fuego
algunas de estas instituciones ni siquiera cuentan con trabajadores
sociales). Para acceder al trabajador social la familia debe sacar un
turno, exigir su presencia o esperar que la institución
resuelva que el profesional debe intervenir.
Tal vez
debiéramos plantearnos ¿no debería ser al revés?
¿no deberíamos ser los trabajadores sociales los que
recepcionáramos la demanda y a partir de ello determináramos
si corresponde nuestra intervención profesional y cómo
debería ser esa intervención?.
Queremos
aclarar que sabemos que existen Servicios Sociales con Trabajadores
sociales en los que la población puede acceder a ellos con
sólo golpear a su puerta pero, en muchas ocasiones, aunque
existan servicios de admisión o el acceso pueda ser directo
ello no es tan fácil por motivos relacionados al
funcionamiento y de organización institucional (sobrecarga de
trabajo de los profesionales, tamaño de la demanda de la
población, cantidad de profesionales, horarios, tiempo real de
trabajo, etc.)
Cabe
entonces preguntarnos ... ¿Por qué dejamos que los que
no son trabajadores sociales (o la institución) decidan por
nosotros, decidan si lo que esa persona necesita tiene que ser
resuelto o evaluado a partir de la intervención de un
trabajador social y que resuelvan hasta qué tipo de
intervención deberíamos tener? ¿Será
porque de este modo nosotros evitamos responsabilidades? ¿por
falta de definición profesional? ¿por costumbre? ¿por
sobre-adaptación institucional?
Podríamos
ensayar una respuesta diciendo que esto es como preguntar porqué
no descubrimos la droga para tal enfermedad con tantos avances
científicos. Sabemos que existen otros intereses En nuestro
campo social puede suceder algo similar. La institución se
organiza y en esta organización un técnico, un
auxiliar, un no profesional se puede manipular o someter más
fácilmente que un profesional. El Trabajador Social en
ocasiones interpela actuando del lado de los derechos del sujeto y
esto molesta, más aún si señala las
responsabilidades del Estado y las garantías que deben brindar
a la población. Esto es un mal del sistema neoliberal.
También
podemos responder que si aceptamos este modelo de intervención
no nos cabe duda que estamos siendo reproductores de la violencia
institucional ejercida tanto contra las familias que se acercan a
solicitar un servicio como hacia nosotros mismos como profesionales.
Permitimos que sea la institución la que desde su poder
resuelva cuándo y cómo debemos intervenir
profesionalmente.
Los
trabajadores sociales de las distintas instituciones muchas veces
aceptamos que frente a tal o cual demanda debemos realizar una
visita al domicilio de la familia, es más es la
institución la que decide que debemos ir y para qué
debemos hacerlo. Decide nuestra intervención y el objeto de
ella.
¿Podemos
evitar/modificar esto? ¿Podemos escapar de esta trampa que nos
continúa transformando en reproductores de obstáculos
en el acceso a los derechos de los ciudadanos e incluso en el acceso
a nuestro derecho a construir nuestra identidad profesional, a
decidir cómo actuar profesionalmente frente a cada situación?
Creemos
que cuando tenemos definido nuestro objeto de intervención con
los sujetos, su problemática social e interrelación
ello es posible. De allí el replanteo sobre la actuación
profesional sobre una base de principios de acción, respetando
los derechos del sujeto autónomo y con sus capacidades para
resolver sus conflictos.
Pensamos que uno de los modos de construir desde la intervención
profesional podría pasar por la construcción de
un tejido socio-profesional, tejido en el que participe un
trabajador social de cada una de las instituciones que intervienen en
una familia. A ello lo denominamos coordinación y
cooperación entre profesionales. ¿Tiene sentido
que el trabajador social de cada institución efectúe
una visita domiciliaria para recolectar información que casi
siempre la institución u otro colega tenía con
anterioridad? Creemos que tendríamos que replantearnos cuál
es el objeto de efectuar una visita domiciliaria ya que ello también
hace al modo en que nos posicionamos profesionalmente en la
institución y también se relaciona con el respeto a
nuestros derechos y a nuestra identidad como profesionales. La visita
domiciliaria ¿es para completar una encuesta que la
institución exige y que generalmente lo que contiene son datos
formales y económicos? ¿es para obtener un mejor
conocimiento de la familia con la que vamos a trabajar? ¿vamos
a trabajar con esa familia o nuestra intervención se limitará
a pedir a las autoridades que le otorguen, o no, el servicio que
alguien de esa familia se acercó a solicitar?
Creemos
que esto es todo un tema por sí solo ¿por qué
una visita domiciliaria? ¿cuál es su objetivo?.
Pensamos que la visita domiciliaria es una técnica y parte del
proceso metodológico del TS, y no debemos facilitar que
los otros invadan o determinen en qué momento se debe
proceder o actuar con esta técnica. Debemos clarificar
nuestros objetivos y función, fundamentar nuestras
intervenciones, respaldarlas con nuestro discurso y nuestras
acciones, por escrito (Informe). Son nuestras herramientas de trabajo
y sustentan a la profesión. Se relaciona con nuestra posición
y revalorización personal y de colectivo, para recrear estas
identidades que hoy somos nosotros los que debemos construir
No
olvidemos que los otros también nos dan identidades!!!
Un
párrafo final para la función de los Colegios
profesionales en este contexto. Creemos que son ellos la institución
que debe respaldar, contener, e incluso presentar ante las
autoridades distintas modalidades de intervención de los
profesionales del Trabajo Social que nos permitan replantear nuestra
función, nuestra posición, nuestra identidad, dentro de
las instituciones y llevar adelante la defensa de nuestros derecho a
ejercer nuestra profesión a partir de la decisión de
cada uno de nosotros sobre el modo que consideramos profesionalmente
correcto para cada caso.
Tal vez
algunos consideren que estamos siendo un poco duras con estos
planteos y muchos colegas sientan que ellos no merecen estas
reflexiones o críticas, les pedimos disculpas, pero lo que
estamos tratamos de hacer es que cada uno de nosotros nos sinceremos
con nosotros mismos, que pensemos hasta qué punto vemos o
vivimos estas situaciones en el desarrollo de nuestro ejercicio
profesional y muchas veces la reproducimos aún de modo
inconsciente.
Recordemos
que estamos en una crisis de saberes y de una realidad social que nos
atraviesa día a día en nuestras intervenciones, y esto
nos debe movilizar, no paralizar, para que comencemos a ejercer una
actitud crítica y de interpelación sobre las
representaciones sociales dominantes y las nuestras como
profesionales del TS., reconstruir espacios e identidades para
resistir y crear nuevos saberes que beneficiarán al TS.
No nos
cabe duda que a partir de ello podremos adoptar las decisiones
profesionales adecuadas para no contribuir a la exclusión sino
trabajar por la necesaria integración.