El
título de este artículo da cuenta de un enunciado en el
que se expresan, por lo menos, tres aspectos centrales que
manifiestan tensiones internas y que al articularse ponen de
manifiesto una problemática considerable y compleja. Intentaré
desarrollar el tema realizando un recorrido por lo que considero
configuran los grandes ejes: las profesiones, profundizando en
Trabajo Social, el equipo, abordando la interdisciplina y el campo de
intervención, en este caso, la salud. Desde allí
consideraré algunas conclusiones.
i.- Las profesiones son producto del movimiento modernizador de las
sociedades. La complejización de la vida social,
fundamentalmente en el marco de los sistemas capitalistas trae
aparejado, entre muchos nuevos fenómenos, la necesidad de la
racionalización del saber de las prácticas sociales. Se
está frente a un modo nuevo de dar respuesta a diferentes
problemas y esta búsqueda de los medios más adecuados
para el logro de fines (tal el concepto que Max Weber otorga a la
racionalización), supone una expansión paralela del
saber racional, un saber técnico acerca de los medios .
Este saber moderno desplaza al conocimiento empírico,
conocimiento obtenido en forma práctica, que es el
característico de las comunidades tradicionales,
desplazamiento que como bien sabemos, no es eliminación.
Si
bien las profesiones van surgiendo en distintos momentos y son
producto de complejos mecanismos, van adquiriendo un rasgo común:
responden a necesidades y urgencias sociales que estructuran un
objeto específico de intervención. En torno a ellas se
constituye además, un campo disciplinar que como conjunto de
saberes explica científicamente un recorte de la realidad en
el que cada objeto particular se configura, y otorga las herramientas
necesarias en el plano metodológico para el conocimiento y
acción.
El
programa de la ciencia moderna, donde las ciencias naturales durante
mucho tiempo han ejercido su hegemonía (y de hecho todavía
dan pelea respecto de un estatus diferente y superior en relación
con las ciencias sociales), favorece el parcelamiento de las
profesiones, o dicho de otra manera, marca los territorios de
conocimiento y de ejercicios profesionales.
Un
análisis en particular merecen las profesiones que intervienen
en el campo de lo social por la problemática que deriva de la
inserción de las mismas en las ciencias sociales. He
mencionado la conflictiva relación que históricamente
se ha dado entre las ciencias naturales y las ciencias sociales y
humanísticas, cuestión que presentó resoluciones
diferentes y que desde mi punto de vista en algunos lugares, todavía
persiste como dificultad.
En
efecto, si pensamos que las ciencias naturales, también
denominadas ciencias duras, le llevan a las ciencias sociales casi
doscientos años de diferencia en su aparición en el
escenario de la vida social, rápidamente podríamos
decir -quizás desde el sentido común- que se trata en
todo caso de procesos de consolidación diferenciales. Si
profundizamos el análisis desde el punto de vista
epistemológico, veremos que la cuestión es más
profunda ya que en realidad se trata de una acusación desde
las ciencias naturales hacia las sociales que niega el carácter
científico de las mismas, alegando para esto, entre otros
tópicos:
- la imposibilidad de la objetividad, ya que el objeto de estudio (el
hombre en sentido genérico) es de la misma naturaleza que
aquel que intenta conocerlo (el investigador).
- la multiplicidad de métodos que se utilizan en el proceso de
construcción del conocimiento.
- las dificultades internas para llegar a consensos respecto de las
teorías.
Desde
las ciencias sociales se responde de diferentes modos. En el siglo
XIX y de la mano de Compte se encuentra la primera salida a esta
problemática. El positivismo que él confiere a las
ciencias sociales otorga a las mismas la posibilidad de homologar su
estatus al de las ciencias naturales ya que según el autor es
factible utilizar el mismo método (el método
experimental), e incorporando conceptos de la física y de la
biología, entrega a estas ciencias la posibilidad de
intervenir en pos del orden y el progreso. Una segunda vía de
solución viene de la mano de las corrientes antipositivistas
que separan a ambos campos científicos, reconociendo
diferencias epistemológicas entre ellos sin que esto anule el
criterio de cientificidad para las ciencias sociales: mientras éstas
últimas comprenden la realidad social, las ciencias naturales
explican en términos de leyes universales sus objetos que dada
su naturaleza permite este tipo de especulación. Los últimos
cuarenta años son testigos de constantes crisis en todo el
espectro científico, donde las diferencias en las perspectivas
epistemológicas paulatinamente van teniendo lugar. Lo
interesante de resaltar en este punto es que a las circunscripciones
de "objetos" según disciplinas, se le suma a las
profesiones inscriptas en las ciencias sociales la constante lucha
por su estatus.
Trabajo
Social participa de estas determinaciones, que por su propio proceso
de constitución disciplinar adquieren características
particulares. Su aparición como una nueva práctica de
intervención en el espacio social asistencial, ese campo
híbrido entre lo público y lo privado, que la ubica en
la incomodidad -para darle un nombre- de trabajar con un sector
social, pero respondiendo en su calidad de profesional asalariado a
un tercero (estado, instituciones privadas, ONG, empresas, etc.), la
más de las veces con un mandato de parte del empleador de
control social, la enfrenta a nudos de gran complejidad que tensionan
su práctica cotidiana. Intentaré expresar alguno de
ellos, para luego retomarlos en relación con la inserción
de los trabajadores sociales en los equipos interdisciplinarios.
-
Respecto de su objeto de intervención: litros de tinta y kilos
de papel se han usado desde Trabajo Social para dar cuenta de este
aspecto sin que podamos todavía hoy hablar de ciertos
consensos. Desde la intervención en el dolor humano
(tal la consideración que realiza el Dr. Germinal Rodríguez
en un artículo de 1927 en el diario La Nación cuando
fundamenta la necesidad de la creación de una escuela de
Servicio Social en la Argentina), pasando por las necesidades
sociales, los problemas sociales y hasta las clases oprimidas, la
discusión además de haber sido planteada con
insolvencias teóricas como manifiestan algunos de estos
breves ejemplos, ha quedado en enunciaciones generales.
Es muy
probable, sin restarle importancia al tema, que este verdadero
desvelo (al igual que la cuestión del método) está
más ligado a esa preocupación por la cientificidad
heredada del pensamiento de la ciencia hegemónica, como
mencionaba antes, que por identificar esa "mirada particular que
me permite decir y hacer con voz propia", y desde allí
dialogar con otros saberes. De cualquier modo este "nudo"
no es simple, ya que su ambigüedad trae aparejado esa especie de
condición de todólogos que en la práctica
cotidiana se transforma para los trabajadores sociales, en un hacerse
cargo de todo aquello que no es objeto de intervención de los
demás profesionales, habida cuenta de esa parcelación
de la que hablaba antes, donde el adjetivo de social que
portamos en nuestro título habilitaría a resolver todo
aquello que entraña marginación, pobreza y exclusión.
El punto de debate radica, desde mi perspectiva en despejar
teóricamente el concepto de lo social.
-
Respecto de la presentación como técnica que nos legó
el positivismo: la naturaleza interventiva de Trabajo Social y la
fuerte influencia del positivismo en la configuración desde
sus inicios del campo disciplinar, instala a la profesión como
técnica, esto es como mero hacer, provocando por una parte una
división entre el conocer y la acción, relegando a
Trabajo Social a una destreza en el manejo de técnicas e
instrumentos, y colocándolo en un lugar subsidiario respecto
de lo teórico. Algunos insumos provenientes de diferentes
disciplinas bastan como repertorio conceptual que luego operan en una
suerte de categorizaciones cristalizadas acerca de los sujetos que
demandan la intervención, los diagnósticos y los
"tratamientos". Por otra parte ese lugar de técnicos
coloca a los trabajadores sociales como auxiliares de otras
profesiones, levantando las "evidencias" que surgen de la
vida cotidiana de los sujetos para poder diagnosticar el "tipo
de caso" en que se está trabajando y en los proyectos de
investigación terminamos siendo los mejores encuestadores. En
este aspecto el punto de debate se centra en la resignificación
de la naturaleza interventiva de Trabajo Social, o en todo caso qué
entendemos por intervención.
-
Respecto de los desplazamientos de los atributos benefactores y
caritativos de las prácticas asistenciales históricas,
hacia Trabajo Social: la intervención social como mecanismo de
reparación de las fisuras que en términos de
desigualdades sociales se dan en la sociedad, fue configurada desde
diversas lógicas siendo la caridad y la filantropía las
que han permanecido con más fuerza en el tiempo. Trabajo
Social como profesión no es una variante mejorada de las
mismas, es una nueva práctica que se formaliza en un momento
histórico particular (la consolidación del sistema
capitalista), y presenta diferencias sustantivas respecto de
aquellas, ya que el carácter racionalista y científico
aparece como significativos (cuando los médicos higienistas
proponen la creación de escuelas para formar estos
profesionales en muchos países de América Latina y en
particular en el nuestro, lo hacen con la convicción de la
necesidad de una intervención que pudiera estudiar las causas
de la pobreza y proponer con criterios racionales alternativas de
superación).
No obstante esto, la fuerte presencia de las
otras prácticas de asistencia y el encomendar
preponderantemente a las mujeres esta misión por los atributos
construidos respecto de las mismas en la sociedad patriarcal
(abnegación, sensibilidad, instinto maternal, etc.) produce
una operación de desplazamiento hacia la profesión. De
esta manera en el propio imaginario de Trabajo Social, el necesario
compromiso social se convierte en la imposibilidad de poner los
límites a las demandas y la aceptación medianamente
pasiva de bajos salarios o la incorporación a una institución
en carácter de ad honorem, se re interpretan en una suerte de
identificación con los que menos tienen. Visto desde afuera
estas identificaciones suponen una homologación de prácticas
y la posibilidad de pensar que cualquier persona de buena voluntad
puede ocupar ese lugar. Aquí el punto de debate tiene que ver
con una diferenciación clara entre ética, y
voluntarismo o "moral sacrificial".
Estos
aspectos apuntados que seguramente son algunos entre muchos más,
han influido notoriamente en las prácticas profesionales y en
particular cuando los trabajadores sociales integramos equipos de
trabajo en las instituciones. A manera de una posición
respecto de los puntos de debate apuntados me interesaría
dejar brevemente algunas reflexiones para luego incorporarlos en la
problematización del lugar de Trabajo Social en los equipos de
salud.
- El concepto de lo social: dos modos de conceptualizar lo social darán
significación en forma diferenciada aunque por cierto
articulada a la problemática apuntada. Por una parte si
entendemos lo social como toda actividad o relación
intersubjetiva que teje la vida colectiva no existiría
división tajante entre las prácticas profesionales, e
incluso entre las diferentes prácticas científicas ya
que el trabajo y la producción que las mismas realizan son
actividades eminentemente sociales.
Están insertas en una red
de relaciones sociales de donde emergen los problemas que ellas
tratan de resolver sea, vía intervención o
investigación y sus resultados vuelven a esa misma red. Si
consideramos lo social como ese conjunto de prácticas que
surge en relación con la existencia de ciertas poblaciones con
necesidades básicas insatisfechas, "pobres", o que
presentan obstáculos para su reproducción social, y la
necesidad de hacerse cargo de ellas, ese espacio que se articula
expresándose como diferente de la esfera económica y
política, entre lo público y lo privado, entonces
estaríamos frente a un hecho que podríamos llamar "lo
social asistencial" .
En este plano los trabajadores sociales abrevamos, ya que se trata
de nuestro campo de intervención. Ahora bien, se trata de un
campo compartido por otras profesiones que trabajan en el ámbito
de lo público: médicos, psicólogos,
psicopedagogos, enfermeros, terapistas ocupacionales, agentes
sanitarios, entre otros. En todo caso se trata de recortar esa mirada
particular, que desde mi perspectiva se constituye en las condiciones
de vida de los sujetos involucrados en la intervención, tanto
materiales como simbólicas que permiten la construcción
teórica del objeto de intervención. El objeto de
intervención no es algo dado de antemano, sino una
problematización teórica que se realiza en relación
con una referencia empírica, en este caso las condiciones de
vida de los sujetos que demandan la intervención.
- El concepto de intervención profesional: el modo en que
podemos superar la división conocimiento y acción, en
otras palabras dar un salto cualitativo del lugar de la técnica,
supone reconocer que en la intervención siempre está
presente, y más todavía antecediendo, una matriz
teórica que operando como régimen de la mirada
estructura los procedimientos (le dan contenido) en relación
con la intencionalidad que se pretende. El método en todo caso
es una mediación entre teoría y empiria, y presenta una
coherencia intrínseca. De esta manera se requiere de un examen
constante de las categorías que usamos, reconocer la trama
teórica que le da contenido a fin de ponerla en tensión
con la realidad que abordamos, y buscar la pertinencia de los
instrumentos con que contamos para no caer en la racionalidad
instrumental, esa que pone énfasis en los medios sin tener en
cuenta los fines últimos. La realidad no habla por sí
misma, excepto que le preguntemos desde algún lugar teórico,
pero tampoco se trata de hacer contestar a la realidad lo que
queremos que ella diga. Es un ejercicio de tensión, de
retraducción permanente entre categorías teóricas
y empiria.
- Diferenciación entre ética y voluntarismo: nuestra
profesión reconoce desde sus inicios el lugar de la dignidad
humana. Seguramente que este valor tan importante no siempre ha
tenido para los trabajadores sociales el mismo contenido, es más,
considero que ciertos valores que estructuraron la práctica
profesional desde siempre, en no pocas oportunidades fueron tomados
desde lo abstracto y de este modo han impedido reconocer las causas
últimas que están a la base de los problemas sociales
que manifiestan los sujetos. Creo pertinente recuperar que una
postura ética desde la profesión significa otorgar
contenido a estos valores reconociendo las causas por las cuales
cierto segmento de la población se encuentra en condiciones de
necesidad y de asistencia instalando el tema de los derechos. Y es en
este plano que cobra importancia la actitud profesional desplegando
todos nuestros saberes y la dimensión política para
reconocer y dar lugar a los otros, el derecho a ejercer
derechos, así como defender nuestros propios derechos como
trabajadores.
ii.- El tema de lo interdisciplinario presenta larga data. Mucho se
ha escrito, mucho se ha dicho, y en la práctica concreta, no
siempre los intentos llegan a buen puerto. Algunas de las
características comentadas en el apartado anterior operan como
obstáculo para su concreción.
Según
Follari, lo interdisciplinario es la conjunción de lenguajes
diferentes, que hablan de cosas distintas, en términos
diferentes y por lo tanto implica un arduo esfuerzo, mancomunar
puntos de vista, acercar diferencias de significado de las palabras y
construir un marco .
Nora Elichiry afirma que el vocablo "inter" da cuenta de un
nexo del que se espera cierta totalidad, partiendo del objeto real y
no de las disciplinas dadas. Desde estas consideraciones respecto de
lo interdisciplinar, podemos analizar algunas de las dificultades que
una empresa como esta presenta:
-
La fuerte estructuración que presentan las disciplinas en
relación con el legado de la ciencia hegemónica, que se
traduce en las formaciones académicas de los profesionales. La
limitación de los objetos de conocimiento e intervención
dificulta el trabajo del "nexo" del que habla Nora
Elichiry. Es probable que en el ámbito de la investigación,
este nexo tenga mayor experiencia de trabajo, pero en la práctica
profesional, el mismo se expresa generalmente como interconsulta.
Esta dificultad es de orden epistemológico.
-
La organización administrativa de las instituciones públicas
donde en los organigramas, que responden a las lógicas
tayloristas (separación y jerarquización) encontramos
generalmente la división en departamentos, direcciones o
secciones, que agrupan por profesiones (Departamento de Servicio
Social, de Psicología, Médico, etc), lo que estructura
una forma de trabajo que favorece la parcelación. El "nexo"
aparece entonces como derivaciones. Estamos frente a un problema
administrativo, que articula concepciones epistemológicas y
políticas.
-
Las diferentes consolidaciones que las disciplinas y por ende las
profesiones presentan en los campos de intervención. Estas
diferencias se encuentran en relación con los estatus
adquiridos en el ámbito científico, los prestigios, las
"presentaciones" que se han hecho de ellas en la sociedad y
las representaciones sociales que circulan acerca de las mismas. Al
interior de los equipos estas diferencias aparecen con verdaderas
asimetrías en el ejercicio del poder. Los que deciden y "los
chicos de los mandados". El problema se convierte en lo
cotidiano como político.
Estos
obstáculos, no siempre de fácil remoción,
ameritan una fuerte autocrítica entre todos los actores a fin
de llegar a diálogos profundos entre los diferentes saberes.
Desde todos los espacios debemos contribuir a esto, y especialmente
los ámbitos de formación deberán realizar
esfuerzos para transferir otros modos de pensar y hacer, respetando
las especificidades pero teniendo como objetivo los trabajos en
complementariedad.
Por
otra parte, es interesante repensar el campo de intervención
de los equipos interdisciplinarios en el ámbito público.
Los objetos complejos deben abordarse con herramientas complejas. Los
problemas sociales presentan de por sí una gran complejidad,
acentuada en la actualidad dadas las transformaciones operadas en el
contexto. Dice Tenti Fanfani al respecto: ... la complejidad de
los nuevos problemas sociales hace que ninguna profesión en
particular sea capaz de dar respuesta global a los mismos", y
frente a ello el autor llama la atención a la formación
profesional diciendo "... es sintomático... (que) la
formación de los especialistas no haya tomado suficientemente
en cuenta la necesidad de desarrollar en sus graduados las
habilidades necesarias para el trabajo en equipos inter -
disciplinarios".
Aquí
se hace necesario volver al concepto de lo social asistencial que
mencionara mas arriba como ese conjunto de prácticas que
surgen en relación con la existencia de sectores sociales que
manifiestan necesidades insatisfechas y la voluntad institucional de
hacerse cargo de ellas. Este campo se manifiesta en el espacio
público estatal y/o público societal, y en él
participan todos los profesionales que trabajan en el mismo, por lo
tanto todos estos actores tienen como horizonte de intervención
este social asistencial, que se expresa en los llamados problemas
sociales. De este modo, si bien se puede reconocer desde las
diferentes disciplinas aspectos de incumbencia específica, la
comprensión de las situaciones que se abordan merecen un
análisis complejo que ponga en juego las especificidades de
los saberes profesionales en clave de integralidad, para luego
identificar las intervenciones particulares desde una perspectiva de
complementariedad. Desde esta perspectiva no hay una disciplina
particular que interviene en lo social, en todo caso habría
una mirada disciplinar que se hace cargo de ciertos
aspectos de lo social.
iii.- Los equipos interdisciplinarios en el campo de la salud pública
reproducen las determinaciones que he apuntado en los párrafos
precedentes, y se encuentran atravesados a la vez, por las
transformaciones estructurales a las que nos hemos visto sometidos
desde hace más de dos décadas. En este sentido, cabe
apuntar algunas cuestiones:
- En primer lugar vale decir que los cambios de enfoque acerca de las
políticas públicas que se han dado en los últimos
años (de políticas sociales universalistas a las
focalizadas), la retirada del estado de los espacios de protección
social, los problemas de financiamiento, han devaluado ciertos
ámbitos, entre ellos el de la salud pública. La
institucionalidad social que en mayor o menor medida contenía
la cuestión social hasta hace tiempo atrás se va
desvaneciendo, sin que emerjan nuevas reglas de juego pactadas por
los diferentes actores sociales en un sentido de integración.
Cada día parece quedar más claro la existencia de dos
andariveles: un grupo reducido que concentra la riqueza, producto del
pacto entre los dominantes, y la inmensa mayoría que queda
como excedente sin posibilidades de concertación.
Esta situación expone peligrosamente a la población
argentina e interpela la noción misma de sociedad.
-
En segundo lugar y como consecuencia de lo anterior las instituciones
en general y las de salud en particular, viven una especie de
estallido: junto a las dificultades apuntadas que se traducen en
escasez de personal, partidas insuficientes, problemas de
infraestructura, se observan cambios significativos en las demandas.
No sólo se incorpora el sector social que sufre la movilidad
social descendente (desocupados, trabajadores precarizados, solicitud
de prácticas de gran complejidad que no cubren las obras
sociales), sino que se diversifica el tipo de demanda, apareciendo
situaciones recalificadas en tanto conflictividad y magnitud (malos
tratos, violentaciones diversas, requerimiento de alimentos, aumento
de padecimientos psíquicos, etc.).
- En tercer lugar resulta conveniente decir que hoy en no pocas
oportunidades, ese otro con el que trabajamos, (aquel
que acude por asistencia), se convierte en un espejo en el que nos
vemos reflejados: precarizados, sufrientes, angustiados, lo que
incorpora un plus subjetivo a una práctica de por
sí dificultosa.
Estos
últimos aspectos señalados recoloca la cuestión
de la interdisciplinariedad, como desafío a construir, pero
también como estrategia necesaria de intervención y de
resistencia. Dicho de otra manera, la interdisciplina en estos
nuevos escenarios no sólo da cuenta de una
perspectiva epistemológica que trasciende las parcialidades
impuestas por las improntas positivistas, sino que se convierte en
condición de posibilidad para abordar la complejidad de las
demandas, y a la vez permite la contención grupal de los
profesionales tanto como la elaboración de alternativas
políticas de conjunto.
iv.- Para Trabajo Social el tránsito por estas experiencias
presenta diversas características, exitosas algunas,
frustrantes en muchos casos. Cuando se trabaja en los espacios
hospitalarios es frecuente que al trabajador social se le asigne la
misión de conectarse con los familiares del paciente, provea
de pasajes, resuelva la cuestión de los medicamentos,
reinserte en algún lugar al que fue dado de alta,
realice diversos trámites frente a la justicia, entre otras
actividades. En el primer nivel de atención, lo que en alguna
oportunidad se pensó como Atención Primaria de la
Salud, pareciera que existe un espacio de mayor libertad, aunque el
desborde de las problemáticas que hoy llegan al mismo, y el
reducido número de profesionales (tanto de nuestra
especificidad, como de otros), dificultan la posibilidad de
estructurar intervenciones comunitarias. Desde mi punto de vista y
sin desconocer las limitaciones a las que nos vemos sometidos, es
imperioso reconsiderar nuestras estrategias de intervención en
clave interdisciplinaria, independientemente de los espacios en los
que trabajamos y de la presencia de otros profesionales.
Por
una parte, en los lugares donde las misiones están
establecidas, al trabajador social le cabe desplegar sus
conocimientos teóricos a fin de expresar con claridad esa
"mirada particular que permite decir y hacer con voz propia, y
desde allí dialogar con otros saberes. La capacidad de
argumentar, la rigurosidad teórica, la intervención
responsable, posiciona de otra manera y otorga condiciones para el
ejercicio de poder, en este caso poder decir, poder hacer, poder
construir. Son las prácticas sociales diferentes las que
logran remover las representaciones sociales, por lo que las
prácticas profesionales fundadas y coherentes permitirán
recuperar desde otro lugar a Trabajo Social en un equipo de salud.
Por
otra parte, en los espacios institucionales donde no se cuenta con
otros profesionales, el desafío radica en construir el equipo,
trabajando interinstitucionalmente. En la práctica del día
a día, es muy común que realicemos articulaciones con
profesionales de diferentes instituciones u organizaciones, el punto
sería transcender la articulación
(interconsulta o derivación) hacia una construcción
interdisciplinaria. Nuestra tradición en la elaboración
de diagnósticos, los saberes acerca de la vida cotidiana, la
relación directa con la población nos colocan en un
lugar casi privilegiado como para proponer y defender proyectos que
trasciendan el asistencialismo, aún en épocas de
retracción y fragmentación. La cuestión pasa, en
todo caso por ser propositivos, recuperando la voluntad política
que subyace en la profesión. No nos olvidemos que más
allá del encuadre reformista que dominó la aparición
de Trabajo Social en el escenario mundial, las primeras trabajadoras
sociales participaron activamente de la formulación de leyes
de protección social, tanto en Estados Unidos como en
Inglaterra .
En
síntesis, la interdisciplina constituye una herramienta
necesaria para intervenir en lo social hoy. No es desde la soledad
profesional que se pueda dar respuestas a la multiplicidad de
demandas que se presentan a las instituciones, como tampoco es
posible mantener una posición subalterna dentro de los
equipos. Tanto la impotencia como la omnipotencia se constituyen en
actitudes duales que niegan el carácter complejo de la vida
social y en consecuencia obstruyen la posibilidad de intervenciones
coherentes, creativas y contenedoras de la utopía. Esa, que
según el poeta se manifiesta como horizonte, cuanto más
se camina, más se desplaza, pero que contiene siempre la
esperanza de estar transitando por la vida, en este caso, por la vida
profesional.
Reconquista,
1 de junio de 2001.-