Espero
poder compartir algunas ideas que resulten interesantes como para
entender a nuestros adolescentes en este proceso social que vivimos.
Voy
a procurar una relación conceptual entre adolescente, familia
y sociedad. Mi intención es analizar cómo este contexto
social actual impacta en la familia constituyéndola en un
espacio de ciudadanía asistida; en la escuela como matriz de
identidades subalternas y en las instituciones caracterizadas por la
pérdida de sentido y legitimidad.
En
este contexto abordaré la situación de los adolescentes
desde dos marcos conceptuales opuestos: Adolescencia como período
de oportunidades o población de riesgo; participación o
exclusión; singularización o invisibilización;
logro de la propia identidad social como autoatribución o
crónica anticipada como alteratribución que refiere a
embarazo y suicidio adolescente, consumo de drogas y la violencia.
Creo
que es importante en primer lugar tener algunos puntos de acuerdo.
Por ejemplo acordar en que estamos todos inmersos en una subcultura
de violencia.
Como
hecho signitficativo del proceso social en el que vivimos, hay una
conducta de violencia instalada en el tejido social, como presente en
cada acto humano que se realiza; y naturalizada por otro lado. Es
decir que, de tan reiterada, resulta casi imperceptible.
Vale
la pena decir a modo de ejemplo -y esto no es jerarquizar sino
simplemente dar ejemplos desde lo cotidiano de esta subcultura de la
violencia- que asistimos a accidentes de tránsito con
características francamente alarmantes por el daño y
las muertes que se producen; la violencia callejera, la cantidad de
robos, de daños a la propiedad y a las personas...
Otro -visto desde otro ángulo- podría ser la presión
que ejercen desde el punto de vista económico las naciones más
poderosas sobre las más débiles.
La
Argentina no escapa a este ejercicio de la violencia, somos víctimas
y sujetos de la colonización cultural, y del FMI.
Por
otro lado, somos sujetos de un proceso de adolescentización,
como dice Guillermina González. La sociedad se vuelve
adolescente y esto se convierte también en una forma de
violencia. ¿Por qué? Porque en los procesos naturales
de crecimiento y desarrollo se espera que sea una sociedad de adultos
la que reciba al adolescente.
Y
en realidad hay una sociedad que cada vez más se quiere
parecer al adolescente. Hasta usa las tecnologías -en esto la
Medicina es muy importante, por supuesto fogoneada desde los medios
de comunicación- con un discurso perverso de "seamos
eternamente jóvenes".
En
el aspecto exterior, en lo físico, mediante las cirugías
estéticas; y también en el interior, en lo
orgánico.Quizás como ejemplo un poco trivial podría
mencionar a Marcela Tinayre rejuvenecida con el embarazo de su último
hijo, pasados los 50 años. Esta cosa de no sólo ser
joven por fuera sino que también por dentro, "mis
ovarios son jóvenes". No es la única, el año
pasado se conoció el caso de una mujer italiana que a los 60
años concibió un hijo mediante fertilidad asistida. Hay
como una imposición de permanecer jóvenes a como
dé lugar.
Y
esto es un acto de violencia, porque vemos una sociedad donde la
brecha generacional desaparece, porque no hay adultos que se
contrapongan al adolescente, que lo puedan interpelar, negociar con
él esa edad llena de potencia y de gran creatividad, en la que
además tienen la idea de que para poder desplegarse deben
destruir mucho de lo que ya está hecho.
Es
necesario negociar con ellos, darles un espacio, pero no a costa de
que todo sea destruído.
En
el lugar de esa negociación nos encontramos no con un adulto,
sino con un "adolescente" frente a otro adolescente. No hay
posibilidad de realizar esta negociación.
Es
posible ser ciudadano en esta subcultura de violencia:
Vale
la pena preguntarnos acerca del status de ciudadano, y relacionarlo
con la adolescencia.
Veamos
qué ocurre en Educación. En nuestro sistema educativo,
sólo triunfan los que tienen más posibilidades, sólo
van quedando en las escuelas aquellos que tienen con qué
quedarse. No se quedan todos. Los padres, docentes y alumnos saben
que en realidad el sistema está pensado para que triunfen "los
mejores".
Y a la vez las escuelas están repletas de chicos que concurren
para recibir útiles, comida, atención de la salud, etc,
en un proceso de acceso a una ciudadanía asistida donde por
ejemplo la política económica es el fin y no la
herramienta; donde el presupuesto es el que determina si se invierte
o no en educación, salud o acción social; en protección
a la niñez, a la vejez, en programas de trabajo para las
mujeres y adolescentes. En esta ciudadanía asistida se
inscribe la vida de las instituciones.
Bustelo
analiza la relación entre las formas de la organización
democrática y las formas de la producción y la
economía, y propone los conceptos de ciudadanía
asistida y emancipada.
La
ciudadanía emancipada es la de titularidad plena de derechos,
y la ciudadanía asistida es la del ejercicio de sus derechos a
partir de un tutelaje, a partir de la asistencia de otros. En la
ciudadanías emancipadas que favorecen las democracias activas,
las democracias en donde la participación es la herramienta
del progreso, en donde hay movilidad social, en donde la solidaridad
es el nexo que nos une con los demás. En esas ciudadanías,
los derechos no están puestos en juego, no se cuestionan. Son
parte de uno mismo. Cuando uno se representa a sí mismo, lo
hace como titular de derechos. En las ciudadanías asistidas,
la restricción en el uso del derecho está dada por la
estratificación social, porque no hay movilidad social, no hay
participación, la herramienta que se ha puesto a trabajar no
es la inclusión, sino la exclusión, el "para
afuera".
Proceso
de exclusión que afecta a la familia como primera organizadora
del sujeto, de este yo interno, y a la escuela como organizador
social del adolescente.
Esto
no quiere decir que este tema de la ciudadanía asistida no lo
veamos en el resto de las instituciones, como la institución
Justicia, la Política, fuerzas de seguridad, Salud, porque lo
vemos en todas las instituciones.
La
familia fue la célula social, el espacio a cuidar en la
protección del Estado, el espacio vincular privilegiado. Hoy
la familia es también depositaria de ciudadanía
asistida.
Dice
la Profesora Elías: la familia puede ser uniparental, única
o doble proveedora, nuclear, extensa, ensamblada, heterosexual,
homosexual.
Todas
las formas de familia están cuestionadas y cada forma de
familia sufre la ausencia de política social pensada para
mejorar su calidad de vida.
En
la escuela también pasan cosas:
La
escuela, según Vigotsky, se parece más a un desierto
que a un cuartel. Es un desierto donde los jóvenes vegetan en
una lucha por no encontrar ni motivación ni interés.
¿Por qué usa estas dos formas? Desierto por vacío
de sentido, por no crecer nada, por la monotonía. ¿Por
qué cuartel? Porque en algún momento, el contrato que
la escuela tenía con la sociedad era el de disciplinar para
acceder a la cultura. Hoy no existe esta posibilidad. Porque el
modelo económico ha rebajado hasta el mínimo la demanda
de incorporación de los egresados del sistema educativo a la
producción, ya no necesita de ese disciplinamiento. Sólo
van quedando los mejores, y los que pueden quedarse.
Y
paradójicamente, la escuela está luchando por no ser un
depósito de chicos y el lugar de las prácticas
asistenciales.
Prácticas
asistenciales, que en realidad nos llenan de una doble imposibilidad.
Por un lado no se cumplen los aprendizajes esperados, los que se
esperan que la escuela provea, las situaciones de enseñanza y
aprendizaje. Y por el otro, tampoco se cubren las necesidades básicas
que estos chicos que acuden a las escuelas están demandando
por la crisis que ya es muy prolongada. Entonces es una asistencia
inconclusa.
Por
ejemplo, el comedor escolar es una práctica asistencial
cotidiana. Dar de comer, que es un derecho social, el derecho a la
alimentación. ¿Quién lo está cumpliendo?
El Estado a través de la escuela, que es una institución
con una misión que le es propia, la de enseñar, la de
promover el acceso de los chicos en la cultura. Entonces, este
trastocamiento de los papeles a cumplir por las instituciones produce
malestar hacia adentro porque el vínculo que se genera no es
específicamente en términos de aprendizaje, sino entre
el que asiste y el que es asistido.
Este
nuevo vínculo también es una matriz de identidad, pero
tal como lo dicen las Lic. Redondo y Thisted es una identidad
subalterna. O como propone Bustelo una ciudadanía asistida.
Así como la familia está atravesada por una crisis en
donde lo que se produce es una identidad distinta a la que se pensaba
que se producía dentro de la familia, en la escuela también
se está dando este cambio en la producción de las
identidades.
Acuerdo
con el Lic.Alfredo Carballeda sobre la crisis de sentido y
legitimidad de las instituciones. Todas las instituciones están
atravesadas por una crisis de identidad; han perdido lo específico
que tienen que cumplir, y ya no son tan legítimas como lo
fueron pensadas para la organización social.
Entonces
prefiero en lugar de hablar de los adolescentes en riesgo, yo diría
que son las instituciones las que están en riesgo; tal cual
afirma Sara Slapak.
Y
prefiero hablar de la adolescencia como un período de
oportunidades. Porque la adolescencia en realidad es un modo distinto
de pensar, una pasión distinta, y una forma distinta de
actuar. Cuando hablamos de esta formas distintas, estamos hablando de
esta potencialidad, de esta fuerza que está creciendo (el
cuerpo es el vehículo donde esta fuerza se dispara) y el
adolescente está reclamando nada más y nada menos que
un lugar en esta sociedad adulta.
El
tema no es sólo cómo lo reclama., sino quién lo
escucha y desde dónde.
Si
pensamos el período de la adolescencia como el de las
oportunidades o como la población en riesgo.
Si
lo pensamos como el período de las oportunidades tenemos que
hacer algo desde nosotros adultos, que es plantarnos frente al
adolescente y encararlo. Dice Winnicot que encararlo es
ponerle la cara al adolescente, pero no la cara que nosotros
queremos, sino la cara que él está demandando para
entrar al mundo del adulto. Esto sería un proceso de
inclusión.
Si
lo pensamos como una población "en riesgo" lo que
aparecerá es el prejuicio de jóven peligroso, puede
poner en riesgo nuestras relaciones y nuestros vínculos.
Entonces hay que -de algún modo- regular la entrada a la
sociedad adulta, hay que buscar formas alternativas o diques para ir
regulando su entrada a la adultez. Y esto no es inclusión sino
exclusión; nos quedamos con el adolescente en la periferia.
En
muchos de los discursos que se escuchan cuando se habla del
adolescente y su futuro, sobre todo en campañas políticas,
oímos muy a menudo: "para los jóvenes que son el
futuro de nuestra partria". Hay letras de rock que dicen que "el
futuro ya llegó y es un palo" o "hay jóvenes
en los balcones y también en los cajones". ¿Qué
quiere decir? Que en realidad no esperemos mucho más, porque
los jóvenes están acá y entre nosotros.
¿Qué
hacemos? Sólo hay una posibilidad: la de singularizarlos.
SIngularizarlos significa pensar en todo adolescente más allá
de sus notas externas, más allá de su presentación
ante el adulto, de su grupo de pares, más allá de sus
formas de desenvolvimiento. De lo contrario es una crónica
anticipada de vida. Los propios adultos lo ponemos en estado
vulnerable.
La
sociedad, la familia y la escuela cuando no registramos singularmente
el desarrollo de los chicos,no registramos que va atravesando un
itinerario marcado por el fracaso escolar, la deserción, el
aislamiento y la pseudo inclusión en sectores de menor calidad
de educación y capacitación. No es lo mismo pensar en
un joven en la escuela estudiando, con un proyecto de terminar el
Polimodal e intentar el ingreso a la Universidad, que pensar un joven
de un sector popular, sin estudio o desertor, sin empleo; porque
llegamos a la conclusión de desempleo, malas compañías,
riesgo, drogas y violencia.
Y
esto no habla ni bien ni mal de nosotros. Habla de cómo nos
vamos compenetrando de ese itinerario que es el de la crónica
anticipada de vida. Y probablemente el adolescente no nos defraude y
termine en este itinerario, finalmente delinquiendo, finalmente
llegando a alguna situación de violencia. Pero los datos
anteriores de su historia nos pasaron inadvertidos. Y he aquí
nuevamente esta demanda permanente que tenemos que hacernos los
adultos. No es sólo demandarle al jóven que crezca, que
madure. Nosotros deberíamos permanecer como adultos atentos a
este itinerario de vida del adolescente.
Pienso
en el impacto de la publicidad, en sus mensjaes de gran excitación,
de erotización . Nuevamente el cuerpo -que fue nuestro primer
vehículo de contacto, nuestra forma de insertarnos en el
mundo- en la adolescencia es el centro de interés y la imagen
a copiar.
El
cuerpo perfecto, musculoso, delgado, siempre bronceado, ese es el
cuerpo de la publicidad, y es el vehículo en donde se instalan
los mayores ideales para la adolescencia. ¿Es producto de sí
mismo, o es producto de un mensaje construido en la sociedad y
reproducido a través de los medios radiales, gráficos,
televisión, cine?.
Digo,
si estamos hablando del cuerpo sobreexcitado, erotizado, idealizado,
estamos hablando de una subcultura de violencia, y de una sociedad
adulta que le encantaría seguir siendo siempre joven.
Podemos
pensar en el altísimo índice de embarazo adolescente,
el índice creciente de suicidio adolescente, de consumo de
drogas, de SIDA; en la violencia puesta en el cuerpo del otro: las
violaciones y perversiones; y en los delitos: robos y asesinatos.
Quisiera
no extenderme porque quizás alguien quiera hacer algún
tipo de preguntas al panel; por eso lo dejo planteado así
brevemente, pero digo que hay un hilo conductor en estas situaciones
de embarazo y suicidio adolescente, consumo de drogas y SIDA y en los
casos de violencia contra el cuerpo del otro.
El
dato es la pérdida del proyecto de vida. Es muy didícil
en tiempos de tanta incentidumbre, donde nosotros nos sentimos a
veces atrapados en un sinfín de acontecimientos que no podemos
alcanzar a dar sentido, que nos desbordan, encontrar el sentido a la
vida, encontrarle la posibilidad a la superación del miedo que
nos produce el futuro, a proyectarnos, a llevar adelante nuestros
ideales o a fracasar. En las charlas o espacios de reflexión
con los adolescentes en las escuelas -cuando se aborda la temática
del suicidio- aparecen estos miedos.
Como
supervisora de los Equipos de Psicología he tenido que
intervenir en situaciones de suicidio de chicos, y la pregunta que
angustia es ¿qué es lo que se puede hacer?
Propongo
construir un espacio de diálogo, poner en palabras el impacto
que nos produce el suicidio; dejar que los chicos expresen sus
dificultades al imaginarse un futuro en el mundo que estamos
viviendo. Es difícil proyectarse en la vida.
Cuando
abordamos el tema del embarazo adolescente encontramos que pese a que
creemos que puede ser una cuestión de falta de información,
es todo lo contrario. No es falta de información porque en
algún momento de su escolaridad los chicos se contactan con
educación sexual.
La
falta de expectativas, sobre todo para las chicas, hace que tener un
hijo sea una forma de realización personal, un por qué
estar en la vida. También tiene que ver con una cuestión
de género. SI para la mujer sólo la maternidad es lo
que la realiuza plenamente; para la adolescente, la maternidad le da
un sentido de estar en la vida. Su cuerpo es un instrumento que le
permite salir de algunas cuestiones emergentes, como puede ser un
circuito familiar en donde lo displacentero es tan alto que la
búsqueda del hijo la ilusiona con la posibilidad de salir .
Un
estudio muy interesante de Alatorre Rico analiza la relación
entre embarazo adolescente y pobreza; sobre 700 encuestas a madres
jóvenes, entre 13 y 15 años, lo que está claro
es que cuando el embarazo adolescente se repite de generación
en generación, los condicionantes del embarazo adolescente se
potencian en la tercera generación, la de los nietos, y se
perpetuan las desventajas económicas. La mujer queda presa de
una identidad afirmada por la maternidad y por fuera de la escuela y
la capacitación. Tienen menos posibilidades de acceder a la
educación y a la capacitación. Se reproduce la pobreza.
En
Villa Gesell, que es uno de los lugares donde tengo oportunidad de
trabajar como supervisora, uno de los Jardines de Infantes comenzó
a desarrollar un trabajo porque era muy difícil establecer
pautas de convivencia en los grupos, aún en los más
pequeños. La pregunta era por qué tanta agresividad.
Un
dato significativo fue la edad de los padres de los chiquitos, que
rondaban los 18 años. Eran padre y madre adolescentes, que a
su vez eran hijos de madres adolescentes. Esto dio lugar a una
experiencia muy interesante, porque empezaron a comprender que la
dificultad para relacionarse de los nenes en el Jardín tenía
relación con la cultura de crianza de sus mamás, con su
crecimiento interno, con su capacidad para ser portadoras de la
cultura -la cultura en términos de normas para convivir-
necesaria para poner un límite a sus propios hijos.
También
en relación a la violencia sobre el cuerpo adolescente, el
consumo de drogas está relacionado con el proyecto de vida; y
también la sanción social es fuerte sobre los chicos
que se drogan.
Y
aquí siempre cuando se habla de drogas y de consumo de drogas,
no debemos olvidarnos del narcotráfico; ya que un adolescente
puede consumir porque pero hay un adulto que está vendiendo
drogas
Entonces,
que la mirada sea amplia, y la sanción se refuerce sobre quien
corresponde. Y que no sea la exclusión o la mirada de la
desconfianza o el aislamiento para el que consume, y el que vende
siga traficando libremente.
Por
último,algo que tiene que ver con la Ley. Hoy está en
debate si hay que bajar la edad para que los adolescentes sean
imputados de un delito. No es ése el debate que tenemos que
dar.
No
niego que la violencia sea problemática, no quiero poner a los
adolescentes como ángeles, pero tampoco debemos ponerlos como
demonios.
Siempre
son problemáticos, pero no me olvido que los criamos nosotros,
y que en todo caso son el espejo de la violencia que supimos
conseguir.
Hoy
el chico del supermercado, que seguramente muchos vimos por
televisión, de 14 años, que participó del robo
con rehenes, que se tomó todo, que ejerció la violencia
amenazando con un arma, que no podía salir de pie para
entregarse, mientras fue víctima no lo vimos, no lo
escuchamos. Cuando pasó a ser victimario le pusimos nombre y
apellido, tuvo cara y ahora algunos pretenden que esté
encerrado de por vida.
Propongo
reconstruir su historia, singularizarlo, rearmar esa persona que fue
desde lo vincular primario; veríamos que es el seguimiento de
su itinerario de vida como crónica anticipada.
Es
cierto que hay necesidad de sanciones, y es cierto que para vivir y
desarrollarnos es necesario tener un mínimo de seguridad y una
cultura de paz que nos permita crecer, pero también es cierto
que se dan tremendas situaciones de injusticia.
Para
los que trabajan con los chicos saben que es cada día más
creciente la demanda de intervención por abuso, por
violación, por castigo físico. Mientras esto ocurre,
estamos como certificando que tarde o temprano la violencia va a
explotar en medio de nosotros.
La
idea es como adultos: estar ahí, escucharlos, poder ser
acompañantes adultos del proceso que están viviendo;
favorecer canales de participación, permitirles tomar la
palabra. Porque tener la palabra es tener poder, quien tiene la
palabra tiene una forma de comunicarse y esto es el triunfo del
lenguaje. Cuando el lenguaje fracasa, comienza la acción, la
violencia.
Favorecer
acciones como esta que lleva adelante UNI-CO, esta ONG que como
muchas están protagonizando el cambio significativo en el
escenario social. Favorecer las acciones de la participación
popular, del desarrollo de las sociedades de fomento, del club
barrial, de los clubes del trueque, de los microemprendimientos, de
la recuperación de las fiestas barriales, de las tradiciones.
En
cada una de estas acciones locales se pueden generar canales de
acceso para los adolescentes, para que puedan alcanzar en plenitud la
ciudadanía, que no queden atrapados como quedamos muchos de
nosotros en estas ciudadanías asistidas, en donde creemos que
somos titulares de derecho, pero en realidad estamos viviendo un
"como si".