EL
PACTO FAUSTIANO ENTRE CIENCIA E IDEOLOGIA NEOLIBERAL
El funcionamiento de la ciencia en los países industrializados
es muy diferente del modo como ésta opera en los del Tercer
Mundo. En los primeros, la ciencia es una institución social
sólidamente asentada, motivo por el cual no es de extrañar
que durante la segunda mitad del Siglo XX haya acompañado las
tendencias políticas y económicas de esas sociedades.
La preeminencia de la ideología social demócrata en
esos países, no ha impedido que la ciencia sufra un marcado
giro economicista. El estudio de las derivaciones políticas
globales de estas tendencias; en esencia la instrumentalización
de la ciencia como parte del sistema de dominación que los
países avanzados han impuesto a los subdesarrollados, es muy
importante. En los países subdesarrollados, en cambio, la
ciencia prácticamente no juega ningún papel. A pesar de
ello, el asunto de su utilización con fines no científicos
es de gran interés, ya que son los países periféricos
quienes sufren con máxima intensidad los efectos de estas
políticas.
En términos muy generales, se puede decir que, a partir de la
Segunda Guerra Mundial, se han establecido y coexisten dos sistemas
de generación de conocimiento científico y gestión
de la ciencia 1: Uno clásico y otro, que podemos
llamar postmoderno, que empieza con la Segunda Guerra Mundial. En el
primero, el acceso a las corrientes principales del conocimiento y la
idoneidad científica se basa en un largo proceso de
adiestramiento centrado casi enteramente en las universidades. En
este modelo, la gestión de la ciencia se cimienta en una
jerarquía estrictamente científico-académica y,
en general, los investigadores se mantienen aislados de los
movimientos políticos, sociales y económicos externos
al ámbito universitario. Esta es la manera según la
cual se desarrolla la investigación científica en la
Argentina, donde el corporativismo y la política de
aislamiento se justifican con el argumento falaz de que los
científicos necesitan de un ambiente aséptico para
desarrollarse.
El segundo régimen de generación de conocimiento
científico no es, pues, del todo nuevo; sin embargo, en los
últimos 20 años ha adquirido un carácter
dominante. Lo que identifica a este modo de investigación
científica, es la intrusión, en la administración
de la ciencia y en la mente de los investigadores, de las
categorías y los discursos característicos de la
economía fundamentalista de mercado, como ser: mercadeo,
bolsa, patentamiento, secreto comercial, etc. A pesar de que estas
categorías conviven malamente con el ethos de la ciencia
clásica, los investigadores las han aceptado porque les
resultan útiles a la hora de justificar decisiones
estrictamente monetarias con las cuales ellos también ganan.
Esta alianza entre ciencia y economía de mercado ha
promocionado avances científicos significativos, es cierto,
pero sólo en áreas que son económicamente
atractivas para las grandes empresas. Sin embargo, todo indica, que
el entusiasmo de los grupos financieros por la ciencia no es
solamente cultural, sino que esconde el propósito de
utilizarla para imponer su ideología neoliberal en el mundo.
Como consecuencia del triunfo de esta estratégia a nivel
mundial, y a pesar del arrollador avance científico, la
humanidad en su conjunto está sufriendo terribles daños
y su propia existencia está en peligro. Por otro lado, los
científicos, al aceptar acríticamente teorías
económicistas de escaso o nulo valor científico y dejar
vía libre a los intereses financieros, no solamente han
subvertido los valores tradicionalmente asociados con la ciencia,
sino que han permitido que los nuevos actores: los poderes economicos
y militares, hayan terminado por convertirse en la autoridad última
de las decisiones.
En este nuevo contexto, el rol de los científicos, de ser
central, ha pasado a ser subsidiario. Las decisiones científicas
básicas no vienen motivadas por la racionalidad valorativa,
centrada en la búsqueda de la verdad y el deseo de mejorar la
condición humana; sino por la racionalidad instrumental. La
racionalidad instrumental es una visión sesgada y pobre de
esta categoría, pero es muy ventajosa para estructurar un
discurso, que llamamos el discurso dominativo racional con base en la
ciencia, del cual hablaremos más adelante.
Decíamos que, como resultado de los espectaculares avances
científicos, la comunidad científica de los países
centrales ha adquirido un gran predicamento y desempeña una
función social muy importante. En realidad, la ciencia ha
acabado por dominar el modo de percibir el mundo y sus problemas, no
sólo por parte de los científicos mismos, sino del gran
publico también. La confidencia de la gente en la racionalidad
de la ciencia, ha hecho que cualquier discurso cientificista
(acompañado de estrategias de marketing cuando es necesario)
baste para que pasen a ser aceptadas como una componente esencial del
imaginario social teorías, como las libremercadistas, de
dudosa calidad científica.
En el Fausto, la mas conocida de las obras de Goethe, el
personaje principal: Fausto, es un hombre dispuesto a arriesgarlo
todo, incluso su alma, por ampliar el conocimiento humano; tanto que
acaba por hacer un pacto con el Diablo para alcanzar la sabiduría.
Con la ciencia del Siglo XX ha ocurrido algo semejante; ante la
necesidad de disponer de equipamiento cada vez mas sofisticado, de
grandes capitales y dado el dominio que los intereses financieros
ejercen sobre las instituciones del mundo; la ciencia ha terminado
por establecer un pacto faustiano con la economía neoliberal.
La metáfora no es antojadiza, puesto que, en efecto, el
balance histórico global del siglo XX muestra que sus avances
científicos han quedado concentrados en unos pocos países
y se han conseguido al precio de una degradación humana en
otros nunca antes vista en la historia.
Centenares de millones de
personas en los países subdesarrollados están siendo
virtualmente exterminadas por el modo en que los neoliberales
pretenden organizar la vida económica del mundo. Es
claro, pues, que la ciencia postmoderna, siendo parte importante de
las políticas económicas que han llevado a tal
desastre, no sólo ha sufrido una grave devaluación
moral sino que ha perdido autonomía y se ha convertido en
funcional a los procesos de dominación y control diseñados
por los países centrales.
El papel de racionalizador que los neoliberales han previsto para la
ciencia, se basa en que la mayoría de la gente (incluidos la
mayoría de los científicos), supone erróneamente
que la argumentación científica siempre es lógica,
racional, libre de valores y, además, infalible. El lego,
pero no sólo él, acepta lo que los científicos
le dicen con el mismo espíritu de asombrosa credulidad con que
anteriormente aceptó las especulaciones teológicas del
brujo o del sacerdote. Está convencido de que tiene que creer
en la ciencia no por el peso de la evidencia empírica, sino
por la autoridad intelectual del experto.
Estas convicciones son
completamente falaces y se pueden demoler con la ayuda de la
epistemología de la ciencia; sin embargo, no es necesario,
con el sentido común se consigue lo mismo. En efecto, sabemos
que incluso el grupo humano más dedicado e incorruptible no es
inmune a las falacias colectivas y a los espejismos masivos. El
ejemplo mas patente de esto lo constituye el caso de los científicos
de la Alemania nazi, muchos de los cuales se prestaron a justificar
la implantación del racismo y la eugenesia como políticas
de estado con argumentos científicos. Por tanto, la ciencia y
la técnica se pueden usar para justificar cualquier tipo de
atrocidades.
En este caso particular, el nazismo se limito a darle fuerza de ley a
políticas que los científicos ya habían
considerado como racionales y justas. En el mismo sentido, los
mecenas neoliberales, han conseguido justificar
legalmente medidas altamente inmorales, con el solo argumento de que
están avaladas por la racionalidad y la lógica de las
ciencias económicas. Así, pues, en la alianza fáustica
entre la ciencia y la ideología neoliberal, la ciencia se ha
convertido en el Fausto.
Este pacto faustiano ha contribuido también a la instauración
de lo que el intelectual servio Gosovic 2 llama la
Hegemonía Global Intelectual- HGI. Con la ayuda de la
racionalidad de la ciencia y el poder económico como actores
centrales y los medios masivos de comunicación, la utilización
de un lenguaje tecnocrático y técnicas de mercadeo,
como actores secundarios; la coalición ciencia-economía
neoliberal ha ido evolucionando hasta instituirse como un
imperialismo explicativo científico único
del mundo. La hegemonía global intelectual constituye un
instrumento esencial, sea para anular el pensamiento critico, el
disenso y la oposición, sea para favorecer el proceso de
globalización neoliberal centrado exclusivamente en los
intereses financieros.
Hay que reconocer que la estrategia de ataviar
a la ideología liberal de un carácter supuestamente
científico, ha sido exitosa y se ha convertido en un arma
tremendamente eficaz a la hora de deslegitimizar la critica social y
el rol de la política en los procesos de desarrollo. El
objetivo último del discurso hegemónico es lograr que
la opinión publica del mundo acepte sin objetar las recetas y
prescripciones del Banco Mundial y el FMI: disciplina fiscal,
privatización de firmas estatales, liberalización del
comercio externo y patente de corzo para los banqueros.
La
ingeniería genética, la tecnología del ADN
recombinante y los alimentos transgénicos
Los Alimentos Transgénicos o Genéticamente Modificados-
AGM, son vegetales o animales cuya constitución genética
ha sido modificada artificialmente con el fin de incluir genes
adicionales a su patrimonio genético original, de manera tal
que sus descendientes pueden heredar estos genes como si fueran
propios.
La esencia del proceso consiste en introducir segmentos de ADN (Ácido Desoxiribo Nucleico) de una clase de células en
el ADN de otra especie celular. Cuando las células de la
segunda especie se dividen, los segmentos que contienen el nuevo
ADN se duplican también y, de esa manera, acaban siendo
transferidos a las células hijas. Lo que se consigue de esta
manera es una amplificación selectiva de un gen entero
o de un fragmento particular de ADN.
Los organismos así obtenidos: células bacterianas,
animales o vegetales, se llaman: organismos transgénicos.
Cuando estas plantas o animales se destinan a la alimentación
humana o animal, estamos en presencia de los alimentos transgénicos.
LOS
ALIMENTOS TRANSGÉNICOS Y LOS DERECHOS DE LOS AGRICULTORES
El tema de los alimentos transgenicos tiene muchas facetas y es
interesante por si mismo, pero aquí sólo lo
utilizaremos como un ejemplo paradigmático de la utilización
de lo que denominamos: el sistema de Dominación Racional.
Como era de esperarse, en los países avanzados y, también,
en el Brasil, se ha desatado una gran discusión sobre la
cuestión de los AGM. En cambio en la Argentina, el tercer país
productor de transgénicos, ni se habla del asunto. Es
satisfactorio que se haya abierto el debate, ya que no existe ningún
campo de la ciencia y la tecnología que impacte tanto sobre
las vidas de los ciudadanos como los avances de la genética.
Hay dos bandos enfrentados: grupos de ecologistas que se oponen al
uso indiscriminado de transgénicos y, del otro lado, las
industrias transnacionales proveedoras de los AGM, como Monsanto o
Cargill.
Hasta hace poco, los opositores centraban sus ataques en contra de
los transgénicos en dos aspectos: (1) en sus posibles efectos
perjudiciales para la salud humana y (2) en sus impactos nocivos
sobre el medio ambiente. Sin abundar en argumentaciones científicas,
resulta claro que no puede ser completamente inofensiva para la
naturaleza ni para el hombre la aceleración y manipulación
de procesos genéticos que, para alcanzar un cierto equilibrio,
han requerido millones de años de evolución; Por tanto
los temores están plenamente justificados. Sin embargo,
últimamente, han surgido nuevas amenazas, más
preocupantes aún que las anteriores, ya que tienen que ver con
los derechos humanos de millones de personas y la autonomía
alimentaria de los países. Estos peligros consisten en:
severas restricciones a la autodeterminación de los
agricultores de todo el mundo a disponer de sus propias cosechas,
anulación de sus derechos de propiedad a las mismas y la
apropiación de las especies nativas y de la biodiversidad con
fines estrictamente comerciales y a favor de unas pocas compañías.
La preocupación por el impacto de estas tendencias no es
especulativa y exagerada; al contrario, ya hay ejemplos concretos de
que ellas pueden ser solo el preludio de males peores. La
transnacional Monsanto ha entablado- y ganado en primera instancia-
un pleito contra el agricultor canadiense Percy Schmeiser por
cuestiones relacionadas directamente con los AGM. Ver más
detalles en: http://www.percyschmeiser.com Monsanto acuso a Schmeiser de hurto y de infringir leyes de
patentes a causa de que- señala la empresa- éste no
hizo nada para impedir que sus plantas de colza fueran polinizadas
accidentalmente con las semillas de una colza
genéticamente modificada producida por la transnacional.
Lo absurdo del caso, es que las semillas de la colza transgénica
de la Monsanto, no fueron utilizadas concientemente por Schmeiser,
sino que llegaron a su campo transportadas por el viento, las aguas,
los pájaros, las abejas o cayeron de los camiones que las
acarreaban. Una vez en tierras de Schmeiser, se cruzaron con las
plantas del agricultor y de esta unión nació una
cosecha que consistía en colza GM y colza normal, esta última
propiedad exclusiva de Schmeiser. A pesar de eso, el juez
sentenció que no importaba la manera según la cual la
colza transgénica llegó al campo; como las plantas de
Scheismer fueron fertilizadas por las semillas transgénica de
la Monsanto, toda la cosecha, aunque se trate de una combinación
de la especie natural y la transgénica, pertenece a la
compañía. Por lo tanto, debe pasar a su poder.
Este veredicto es altamente peligroso, puesto que, por
motivos obvios, es prácticamente imposible evitar la
contaminación de plantas normales con el polen de las
transgénicas. Por consiguiente, queda abierta la posibilidad
que, en principio, todas las cosechas del mundo podrían pasar
a ser propiedad de las transnacionales productoras de semillas
transgenicas.
El litigio entre Monsanto y el agricultor no es un caso aislado, algo
semejante ha ocurrido en Dakota, USA, con la soja transgénica.
Resulta, pues, que el peligro que se cierne sobre los pequeños
agricultores del mundo es real. Para entender a cabalidad el asunto
de los AGM, hay que situar el problema en un contexto más
amplio; el tema está ligado a un acontecimiento que está
pasando casi desapercibido: la Organización Mundial del
Comercio está trabajando para implementar el llamado: Acuerdo
Multilateral de Inversiones-A.M.I. La única función del
AMI, es la de proteger a las empresas transnacionales contra la
ingerencia de las leyes de los Estados nacionales y los derechos de
las personas en sus transacciones.
El objetivo básico del AMI,
es el de limitar o anular el accionar de todas las estructuras
colectivas, instituciones, o países, que las transnacionales
consideren capaces de entorpecer la lógica del mercado puro
mundial. En la Argentina, la presión del Fondo Monetario
Internacional y del Banco Mundial para que se deroguen las leyes de
Subversión Económica y la de Quiebras, con el único
fin de liberar a los banqueros de cualesquier estorbo legal a sus
maniobras, debe verse como un ejemplo altamente sugestivo de esas
políticas.
El caso de Schmeiser es, pues, conmovedor no sólo
por que, en muchos sentidos, representa una versión moderna de
la batalla entre David y Goliat, sino porque es representativo de las
calamidades que afectarán a la humanidad a partir de la
inmoral y ciega alianza entre ciencia, técnica y negocios,
originada en el anarco-capitalismo promovido por la ideología
neoliberal.
La Ciencia y la Técnica como Instrumentos de la Dominación
Racional del Mundo
El concepto de dominación racional, ha sido
introducido en la teoría sociológica por Max Weber 3
como parte del andamiaje teórico que construyó para
describir el origen y la naturaleza del capitalismo moderno. De
acuerdo con Weber, parte, por lo menos, de la historia de Occidente,
se puede explicarse como un continuo proceso de racionalización;
entendiendo por racionalización, la puesta en
vigor de la racionalidad medios-fines o instrumental. Sin embargo,
nosotros emplearemos las categorías de dominacióny
racional en un sentido diferente al de Weber. Por tanto,
el concepto de dominación racional como lo
entendemos aquí, tampoco será el de Weber.
Weber enriqueció el debate en torno a la teoría
marxista al distinguir: lo estrictamente económico,
de lo relacionado con la economía, y estas dos
categorías, de lo condicionado por lo económico.
Por hechos estrictamente económicos, Weber entiende
aquellas instituciones en las cuales el aspecto económico
es lo único esencial y que han sido creadas de modo deliberado
con esos fines.
La
Racionalidad en Weber y en los Neoliberales
El termino racionalidad fue utilizado por Weber, en su
libro Economía y Sociedad, con el fin de modelar o
representar lo que él llamaba: el tipo ideal de
actuación. Se trataba de describir las acciones que, según
él, caracterizarían el comportamiento de las
burocracias occidentales y de las instituciones del capitalismo
avanzado.
Weber tenía una concepción dual, amplia y
rica de la racionalidad. Según él, era necesario
distinguir entre la racionalidad instrumental y la
racionalidad valorativa. Definía a la
primera como la capacidad de elegir los medios para llegar a ciertos
fines. En cambio, un comportamiento es valorativamente
racional cuando se efectúa de acuerdo con los deberes y las
exigencias impuestas por los valores intrínsecos de la
sociedad donde vive el agente. A pesar de que Weber insistió
que ambos modelos de acción tienen la misma importancia y que
no es posible reducirlos el uno al otro, o eliminar uno a favor del
otro; los liberales argumentan que las dos acepciones de la
racionalidad weberiana son antinómicas, lo cual es falso.
El concepto dual de racionalidad de Weber fue modificado por los
economistas neoliberales 4. Estos empezaron por olvidar
, simplemente, todo lo que tenga que ver con la racionalidad
valorativa; al mismo tiempo que diseñaron una versión
de la racionalidad instrumental cuya única virtud es la de ser
tremendamente útil para su programa político-económico.
La hipótesis fundamental de esta versión, afirma que lo
único que mueve a los individuos es el afán de lucro y
la obtención de satisfacciones materiales.
A pesar de que
hasta para el sentido común más elemental resultaría
chocante, o, por lo menos, altamente extravagante, postular que el
origen de una cualidad tan importante para la vida en sociedad como
lo es la de ser racional, sea una pulsión patológica;
los neoliberales no se han amedrentado. A esta pulsión la
llaman el individualismo metódico y, según
ellos, los individuos que la poseen tienen todo tipo de virtudes.
Entre estas, la de ser racional por definición y la de poder
tomar decisiones económicamente optimas a partir de la
información de que disponen.
A partir de su tesis de racionalidad, los teóricos del libre
mercado infieren un montón de cosas. Por ejemplo, que, es
lícito utilizar a otras personas, a las instituciones o al
medio ambiente como si fueran instrumentos en tanto y en cuanto
sirvan para un fin económicamente racional. Esto es, todo
puede ser utilizado como si fuese ganado, utensilios de trabajo o
cosas cuando las consideraciones económicas lo requieren.
La versión neoliberal del concepto de racionalidad ha sido
formalizada en la llamada: Teoría de la Elección
Racional, la cual se ha convertido en el sustento esencial del
llamado enfoque economico de la vida en sociedad y
del mundo. A partir de los axiomas de este enfoque económico,
los economicistas neoliberales han propuesto las más
inverosímiles teorías; como la que demuestra
que, de hecho, la esclavitud era buena para los esclavos. Mediante la
utilización vergonzosa de un arsenal de especulaciones y
dogmas no corroborados por la experiencia, los teóricos del
lassez faire, han convencido a mucha gente de que las personas
pueden adquirir las virtudes de los maximizadores racionales de
utilidad únicamente en una economía de mercado
libre
La investigación empírica ha demostrado, sin
embargo, que la hipótesis de racionalidad no tiene ningún
sustento empírico. Aparte de que tales teorías son
incapaces de dar cuenta del altruismo, cualidad que se manifiesta
incluso en los animales, se pueden hacer otras críticas
demoledoras a las hipótesis básicas de la ideología
liberal. Por una parte, la suposición de que los individuos
poseen información perfecta y tiempos infinitos para tomar
decisiones, es, obviamente, irreal. Por otra, los test experimentales
han demostrado que, en la mayoría de los casos, la gente no
mide correctamente lo que le conviene desde el punto de vista
económico.
En el mundo real, no existe, pues, en ningún
sentido, nada que mínimamente se parezca a los maximizadores
racionales de utilidad de los neoliberales 5. Según
el economista J.K. Galbraith, de la Universidad de Texas, los
indicios empíricos contradicen por completo las principales
premisas de la teoría neoliberal. Galbraith considera dicha
desconexión entre teoría y realidad como prueba de
un..colapso tan completo y profundo de la teoría
económica preponderante, que los economistas
[neoliberales] sólo pueden ocultarlo negándose de
entrada a discutir las cuestiones teóricas 6 .
En estas circunstancias, no es sorprendente de que el nuevo orden
económico mundial basado en el libre mercado, no este dando
los frutos que prometía, ni siquiera recurriendo al expediente
de forzar a que la realidad a que se adapte a la teoría por
medio de la fuerza, como lo hacen los teóricos del Banco
Mundial y del FMI.
La insistencia en un tema, aparentemente tan teórico,
filosófico y poco vinculado con nuestra realidad diaria, como
el de la racionalidad en un ensayo como este, puede parecer fuera de
contexto. Pero esto no es así de ninguna manera. En realidad,
la hipótesis de racionalidad constituye uno de los
fundamentos esenciales de la visión neoliberal del mundo y
tiene efectos prácticos muy concretos. En efecto, esta visión,
a través del enfoque económico, a pesar de
su manifiesto carácter quimérico, ha sido canonizada
por los economistas del Banco Mundial y del FMI y constituye su
Biblia y recetario. Con semejante teoría a su disposición,
los banqueros se pueden dar el lujo de afirmar que todas las medidas
que imponen a los países subdesarrollados son
científico-racionales. Resulta, pues, que la inofensiva
teoría de la racionalidad afecta permanentemente nuestras
vidas.
No se trata de que los especuladores financieros invoquen
reflexivamente a la teoría de la elección racional a la
hora de tomar sus decisiones. En realidad esta gente se mueve por
impulsos viscerales y no sobre la base de teorías. Sin
embargo, la posesión de una teoría que justifica su
accionar como si fuera científico y racional, ha contribuido a
acallar o minimizar las críticas en su contra. El razonamiento
implícito según el cual los neoliberales justifican las
más inmorales acciones, es mas o menos como sigue 5:
Puesto que, por definición, el hombre es un maximizador
racional instrumental de utilidad, solo debe preocuparse por los
fines de sus acciones, no por los medios necesarios para llevarlas a
cabo. En otras palabras, dado un fin financiero racionalmente
justificable, cualquier medio para alcanzarlo es válido.
Inversamente, piensan ellos, como el comportamiento guiado por
normas éticas o morales nunca se orienta exclusivamente según
los fines, es irracional (esta no es una conclusión
nuestra, sino la de Elster 7, un sociólogo europeo
muy conocido); como si la bondad y la solidaridad estuvierán
sometidas a juicio y la racionalidad fuera el juez.
De estas consideraciones, se infiere que al maximizador racional de
utilidad le está permitido todo. Puede decidir
oportunísticamente y no necesitará subordinar sus
intereses ni a las normas morales ni al derecho. Por
consiguiente, sobornar, falsear datos, traicionar, practicar
un capitalismo rapaz, etc., no son acciones intrínsecamente
malas, sino qué, en el peor de los casos, deben verse sólo
como daños colaterales, o externalidades
racionalmente justificables.
Si estas conclusiones parecen
exageradas, basta leer las confesiones del ex Presidente del Banco
Mundial y Premio Nóbel de Economía, Joseph Stiglitz 8
sobre cómo operan las entidades internacionales de crédito,
para convencerse de que no lo son. En todo caso, con esos argumentos,
con la ayuda de muchos investigadores de grandes universidades
americanas y europeas, de instituciones como el Premio Nóbel
de Economía que desde su creación,
sistemáticamente, ha premiado a los más conspicuos
fanáticos del neoliberalismo: von Hayek, von Mises, Friedman,
Samuelsón, Stiglitz y otros- y de los militares, si fuese
necesario; los teoricos del Banco Mundial y el FMI han logrado
imponer sus modelos y convencer a los dirigentes políticos del
Tercer Mundo que sus decisiones no sólo son científicamente
impecables, sino que se pueden justificar como si fueran
racionales. Por ejemplo, von Mises decía que si
la realidad no se adapta a sus modelos, tanto peor para la realidad.
La
Dominación Racional
Según Weber, la dominación racional es un
sistema formal, legal constitucional, basado exclusivamente en la
racionalidad instrumental. El concepto de dominación racional
que nosotros proponemos no es exactamente igual. En esencia,
entendemos por dominación racional, la basada, por una parte,
en el dominio de lo estrictamente económico sobre toda otra
consideración y, por otra, en la racionalidad
instrumental de la ciencia como herramienta justificatoria de
decisiones. El sistema de dominación racional es una creación
del liberalismo económico más radical, y ha sido
diseñada con el fin de resolver un problema practico: el de
justificar la aplicación del poder y de la fuerza del Estado y
de las grandes compañías para legitimar acciones y/o
decisiones económicas en favor de los grandes grupos
financieros. El rol de la ciencia en este modelo es el de
racionalizar decisiones estrictamente económicas; en
el sentido de apuntalarlas por medio de argumentos basados en su
supuesto carácter científico. La dominación
racional y el discurso hegemónico intelectual global están
relacionados entre sí a través de la racionalidad de la
ciencia, pues esta hace de puente entre estos paradigmas y sirve como
justificativo de ambos discursos.
La contribución de la ciencia a la dominación racional
se entiende mejor en términos de las posturas de Marcuse 9
en relación con la ciencia. En su libro El Hombre
Unidimensional, Marcuse describe la función de ciencia en
la sociedad capitalista avanzada como limitada a reducir los
problemas humanos a términos estrictamente técnicos. En
estas condiciones, el aporte de la ciencia es exclusivamente
instrumental, ya que sólo se ocupa de proponer instrumentos,
sin referencia a la realidad social y su rol resulta complementario y
subsidiario de la racionalidad económica. No obstante eso, y a
pesar de su subsidiaridad, en un contexto dominado por intereses
financieros, el papel de la ciencia, es importante puesto que pone a
disposición del poder económico su predicamento, con
la ayuda de la cual resulta muchísimo más fácil
validar y hasta legitimizar decisiones. Con este apoyo, el
liberalismo económico radical se ha asegurado que incluso
medidas capaces de devaluar la condición humana hasta extremos
nunca vistos en la historia de la humanidad, parezcan admisibles.
El concepto de dominación racional constituye un marco
conceptual muy útil para el análisis de los problemas
planteados por la imposición de las nuevas tecnologías
de amplio impacto: genética, nuclear, armamentística,
de marketing financiero y otras, en una postmodernidad dominada por
el fundamentalismo de mercado. Esto se debe a que, lejos de ser
avances estrictamente científicos, cuando son cooptadas por
los ideólogos neoliberales, estas tecnologías se
pueden transformar en las herramientas ideales para la dominación
racional del mundo y esto es especialmente cierto en el caso de
los AGM .
En efecto, por una parte, podemos ver que las leyes de protección
de la propiedad intelectual, aplicadas a las patentes sobre alimentos
transgenicos satisfacen plenamente la definición de Weber de
lo estrictamente económico; en el sentido que ellas se crean y
aplican haciendo total abstracción de cualquier otra
consideración que no sea el crudo interes material de las
empresas. Una prueba de ello es que, a pesar de su carácter
manifiestamente antijurídico, se han aprobado en el parlamento
de U.S.A. En realidad, estas leyes constituyen aberraciones legales
por otra razón más: su objetivo último es la
usurpación, con fines estrictamente comerciales, de un bien
inalienable y de propiedad universal: la vida.
El
debate sobre los AGM
Como ha pasado poco tiempo desde su implantación, todavía
no se han demostrado en forma irrefutable las secuelas negativas a
largo plazo del uso de los AGM; aunque tampoco se han podido
descartar su posibilidad. El debate continua, pues, abierto. Sobre
este tema se llevó a cabo en Edimburgo el año 2000 un
simposio en el que participaron cerca de 400 expertos de todo el
mundo, entre los cuales había representantes de grupos
ambientalistas y ONG. Al final, el moderador, un Premio Nóbel
de Medicina, el Dr. John Krebs, preguntó a la audiencia si
había alguien que pudiera mostrar evidencias de que los
transgénicos producen daños a la salud. Nadie
respondió. Sin embargo, la pregunta de Krebs carece de
sentido, ya que el tiempo transcurrido a partir de la aparición
de los transgénicos, no es, de modo alguno, suficiente para
dar respuesta a estas inquietudes. A pesar de eso, en un caso
particular: el maíz transgénico de origen americano,
el Parlamento Europeo sometió la cuestión a debate y,
en una resolución, emitida en Estrasburgo el 9 de abril de
1997, vetó su utilización. Su argumento fue que:
[en su uso] las presiones económicas y comerciales han
prevalecido sobre las consideraciones de salud pública y de
protección del medio ambiente. Observemos que
hubieran podido decir: En su uso ha prevalecido la dominación
racional...., y el significado hubiera sido el mismo. Mas
adelante, respondiendo, en cierto modo, a Krebs, expresa que:
No existen [todavía] estudios profundos sobre los
efectos a largo plazo de las manipulaciones genéticas y
subsisten, en el caso del maíz transgénico, serias
dudas sobre su seguridad.
También una Real Comisión sobre Modificaciones
Genéticas en Agricultura y Medicina del gobierno de Nueva
Zelandia 10, ha arribado a conclusiones semejantes. En
esencia, la Comisión concluyó que las modificaciones
genéticas deben prohibirse cuando representen un riesgo
para los agricultores.
Estas prevenciones están en línea con el caso del
agricultor canadiense, donde quedo demostrado indiscutiblemente que
la implementación de AGM en manos de empresas monopólicas
produce impactos negativos en las libertades y derechos de
los productores agrícolas.
LA
filosofía detrás de laS prácticaS de la
clonación Y DEL LIBREMERCADISMO
Hasta aquí los aspectos científico-políticos.
Desde el punto de vista filosófico, la teoría económica
neoliberal y el dominio sobre toda la Biología de la
tecnología de los AGM y la clonación de humanos,
representan la culminación de la agenda reduccionista
radical. En efecto, el reduccionismo neoliberal postula que todas
las manifestaciones humanas son reducibles a fenómenos
económicos, mientras que la pretensión del biológico
es reducir la vida a sus manifestaciones fisicoquímicas. Ambos
tienen de común su identificacion de los seres vivos con las
máquinas. Según el reduccionismo biológico, el
despliegue de todas las manifestaciones de la vida, incluyendo los
sentimientos, las emociones y los valores, estarían
determinados por la información contenida en el ADN. La
replicación es considerada como el rasgo esencial de lo vivo
y, por tanto, sólo los genes serían la esencia de la
vida; las otras estructuras celulares sólo servirían
como soportes del material genético.
El hecho de que la ciencia ha conseguido resultados espectaculares
sobre la base de un enfoque estrictamente analítico, parece
constituir un fuerte argumento a favor del reduccionismo. No
obstante, también hay buenas razones para poner en duda este
paradigma. En realidad, no hay casos demostrados de que el
programa reduccionista haya tenido éxito. Por ejemplo, el
logicismo, el intento de reducir toda la matemática a la
lógica, no pudo cumplir ni siquiera el primer paso: solo las
partes más elementales de la matemática se dejaron
reducir a la lógica. Por otra parte, también es un
hecho que, hasta ahora, ningún proceso biológico ha
podido ser explicado en términos estrictamente físicos
La reduccionista, es, pues, una visión extremadamente
simplificada e ingenua de los sistemas biológicos en general y
del hombre en particular. En realidad, la naturaleza y las sociedades
han demostrado ser históricas; lo cual significa que los
fenómenos vitales son procesos caóticos y abiertos en
el tiempo. La interacción entre los eventos genéticos y
el medio ambiente, produce una enorme complejidad y variedad; debido
a esto, aun los sistemas vivientes más simples poseen lo que
se puede llamar individualidad. Esta propiedad hace que,
con el transcurrir del tiempo, el sistema puede cambiar tanto que
nunca podremos aspirar a reproducirlo como era originariamente;
mientras que con cualquier sistema físico esto se puede
lograr. Por lo tanto, dada la condición abierta de los
procesos evolutivos, todas las pretensiones de control tecnocrático
de hombres y naturaleza acabarán por entrar en bancarrota.
Por otro lado, la postura reduccionista radical, nunca será
legitimable, ya que no resulta satisfactoria para el gran numero de
personas, no necesariamente religiosas, que creen que las dimensiones
de la experiencia humana no pueden ser explicadas exclusivamente en
términos económicos o físico- químicos.
De hecho, todas las tradiciones morales, culturales y religiosas
consideran a la vida como algo mas que un conjunto de entidades
individuales- átomos, moléculas o genes- débilmente
interconectadas. El estatus especial que todas las civilizaciones,
ideologías y religiones han atribuido a la vida humana, es, en
realidad, lo único que ha permitido la supervivencia de la
especie. Es bueno recordar, también, que, cuando se
acoplan el reduccionismo biológico con el economicista, como
ya lo hicieron los nazis y como lo demuestra el caso de Percy
Schmeiser versus Monsanto, los resultados son terribles. Por
consiguiente, el reduccionismo radical en la forma del
fundamentalismo de mercado, al considerar a los seres vivos como
simples mercancías de las cuales las compañías
pueden disponer a su antojo, constituye el mayor peligro de todos los
tiempos para la humanidad.
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