Marzo/2002
Este trabajo sólo
pretende exponer una serie de reflexiones sobre las llamadas
campañas de prevención de la drogadicción,
su efecto en la sociedad y como podrían ser utilizadas para el
refuerzo o la incentivación del consumo.
La idea aquí no
es hacer un análisis sobre cómo realizar trabajos
preventivos con relación al tema de la drogadicción, ni
sobre los factores individuales, sociales, políticos,
culturales, económicos, históricos, etc. que llevan a
que exista la drogadicción, pero deberemos tener en cuenta
todos estos elementos al realizar las reflexiones planteadas en el
inicio.
Desde el área
de las ciencias sociales se han realizado importantes aportes sobre
la relación que existe entre los factores individuales y la
sociedad, planteándose que el acto de la drogadicción
puede aparecer como una opción en la búsqueda de
una identidad en una sociedad que presenta un escenario
conflictivo y de incertidumbre en el que el individuo está
inmerso en un estado de perplejidad y temor.
También podemos
decir que históricamente hemos escuchado hablar, y hemos
hablado, sobre la importancia de la prevención. O sea, sobre
la importancia de pre-ver, de anticiparse a... Y el objetivo de esta
anticipación ( que genera la posterior intervención) es
que una determinada situación que hemos pre-visto o anticipado
no se presente.
Obviamente desde esta
óptica es fundamental la realización de prevención
y, de acuerdo a la definición que realicemos de la población
destinataria de nuestra tarea preventiva será la modalidad de
intervención profesional que adoptemos. Cuando el tamaño
de la población destinataria implica un número muy alto
de personas debemos adoptar modalidades de intervención que
nos posibiliten hacer llegar el mensaje preventivo en forma masiva y
¿qué utilizamos generalmente? Los medios de
comunicación o carteles, afiches, etc. Máxime si
hablamos de un tema tan abarcativo como la drogadicción.
Analizando la historia
de la drogadicción y de su prevención podemos decir que
(excepto en épocas remotas en que las drogas tenían una
connotación religiosa y su uso era ritual) la sociedad le ha
atribuido a las drogas un poder especial: el de
transformar a sus consumidores y tornarlos violentos,
delincuentes, peligrosos para la sociedad,
etc.
Consumir drogas,
entonces, estará mal y será peligroso para los
otros (los no consumidores).
Se define así
lo que está bien y lo que está mal, quienes son
buenos y quienes no, de quienes hay que cuidarse y, por
ende, de quienes hay que alejarse, a quienes hay que excluir porque
son peligrosos y no son como nosotros.
Aún a partir de
la década del 80 en que el drogadicto comienza a ser
considerado como un enfermo esta visión continúa.
¿Cuál es
el tratamiento aplicable a los adictos?
Coincidentemente con
esta concepción sobre las drogas y sus usuarios, aparece,
entonces, la forma de tratamiento: el disciplinamiento, la exclusión.
En algunas épocas sólo como castigo, en otras para
tratamiento y rehabilitación. O sea que para alejarlo
de las drogas hay que alejarlo de la sociedad. Lo
excluiremos de las drogas y de la sociedad; lo alejaremos de sus
malas amistades, de sus conocidos, de su familia y de
nosotros (así también nos protegemos y evitamos
que nos contagie).
Estos conceptos fueron
históricamente utilizados en la realización de trabajos
de prevención, en los mensajes que aún hoy se
transmiten supuestamente con el objetivo de prevenir la drogadicción.
La estrategia
predominante de prevención aplicada en las distintas épocas
es la de transmisión de mensajes sobre los riesgos y daños
que la droga causa y sobre qué pasará con quienes la
consuman. Son mensajes cargados de fatalismo (igual situación
se da con el HIV/SIDA).
Podemos decir,
entonces, que estos mensajes son destinados a todos los no
drogadictos ya que el objetivo sería que quienes no sufren los
efecto de las drogas no lleguen a sufrirlos.
Pero... ¿qué
pasa con los adictos en estos mensajes? ¿qué papel se
les atribuye?
Aquí podríamos
señalar que en las campañas de prevención que se
realizan se acepta la drogadicción como un problema que afecta
a un grupo importante de personas, y se piensa la prevención
desde un punto de vista que no tiene en cuenta al adicto sino que se
enfoca en quien aún no tiene el problema.
Yo creo, sin embargo,
que este tipo de prevención usa al adicto, lo
coloca como ejemplo de lo que no debe hacerse, de lo que la sociedad
rechaza, lo separa del resto de la población, continúa
diferenciándolo negativamente, acentuando, de este modo, su
exclusión porque no es como nosotros. De esta
forma el mensaje emitido, y a partir de él la sociedad, no
colabora con una futura inclusión, coloca más
obstáculos en la posibilidad del adicto de volver a ser
incluido socialmente.
Ahora bien, como
contrapartida de esto puede decirse que también a partir de
este uso del adicto en estos mensajes preventivos, estaríamos
dándole a los usuarios de drogas una definición que los
identifique, estaríamos dándoles un lugar que, aunque
sea en el marco de la exclusión igual, creo, es un lugar: el
de violento, el de delincuente, el de
peligroso, etc. Estaríamos dándoles una
identidad.
A su vez este lugar
(de violento, de peligroso, etc.) también coloca al adicto en
el lugar de sujeto temido por otros, temido por los no adictos, y con
ello le otorga poder. Puede lograr, a partir de ese poder, alcanzar
cosas que si no fuera drogadicto no podría. La sociedad,
entonces, de este modo a la vez que lo excluye le otorga poder.
Si partimos de la
base, como señalamos en párrafos anteriores, de que la
drogadicción es una opción en la búsqueda de
identidad aquí, entonces, estaríamos, a través
de campañas de prevención, dándole a los adictos
esta identidad; tal vez no la identidad que nosotros o ellos
desearíamos pero no por ello deja de ser una identidad.
¿Podemos,
entonces, decir que si bien el objetivo manifiesto de las campañas
de prevención de la drogadicción que se realizan
actualmente sería algo así como evitar que el
mayor número de personas consuma drogas, existiría
otro objetivo no manifiesto que podría ser reforzar la
exclusión de los drogadictos en la sociedad? ¿o
que aparecería otro objetivo no pensado, no previsto, que
sería dar a los adictos una identidad como tales?.
A partir de estos
pensamientos podemos decir que el lugar de drogadicto
podría, entonces, llegar a ser un lugar deseable
para muchos, puede haber quienes piensen la drogadicción como
una opción para sí, como un desafío, como la
forma de ocupar un lugar en un grupo o en una sociedad, como el modo
de tener algún poder, como una forma de lograr algo que siendo
como la sociedad dice que deben ser no han logrado, o sea como el
modo de alcanzar una identidad.
¿Es tan loco
esto?
Por otro lado también
podemos hacer otra lectura si nos preguntamos ¿puede haber
alguien que desee que existan más adictos? ¿pueden ser
intencionales los metamensajes que señalamos se emiten en
estas campañas preventivas? ¿por qué alguien
querría hacer ello?
Se me ocurren
diferentes razones pero sólo señalaré las 2 que
me parecen más abarcativas:
las drogas son un
objeto de consumo y los objetos de consumo implican la intervención
de un mercado: materias primas, producción, distribución,
venta, etc. O sea, que a mayor cantidad de consumidores mayores
ganancias económicas para quienes manejan ese mercado.
El adicto se
torna dependiente a la sustancia, a la droga, por ende quien tenga
la posibilidad de facilitar su acceso a esa droga que necesita
tendrá poder sobre él. A mayor cantidad de drogadictos
mayor poder de los dueños de las sustancias.
Estas campañas
preventivas que se llevan a cabo en forma masiva tampoco escapan a la
obligatoriedad de ser aprobadas por los que detentan el
poder, ya que ello les permite utilizar para su beneficio los
mensajes (o metamensajes) que se brinden a la población: ej:
nosotros somos buenos ellos no, nosotros sabemos qué es lo
mejor para usted y su familia, si no hace lo que le decimos será
castigado, etc.
Finalmente, y como
conclusión, señalaré que en este tipo de
abordaje de la prevención, creo que lo que se realiza más
que evitar el consumo de drogas es excluir aún más al
adicto y darle o reafirmarle una identidad de drogadicto,
darle un lugar en la sociedad (a partir de la exclusión) : el
de peligroso, el de delincuente, el de enfermo, etc.
Creo que el trabajo
preventivo realizado hasta ahora sobre la drogadicción,
utilizando mensajes que alertan sobre el peligro de la droga, si bien
no ha logrado los resultados esperables a la hora de evitar el
aumento de la drogadicción, debemos pensar que tal vez halla
podido ser eficaz para que quien es adicto no quiera dejar de serlo y
quien no lo es halla encontrado una forma de alcanzar la buscada
identidad.-