Cuando
se propuso la traducción sin techo al vocablo
inglés homeless (sin hogar) para nombrar el
fenómeno de las personas que pernoctan en calle, la pregunta
que nos hicimos a continuación a partir de la indagación
en el tema y el contacto con las personas en esta situación
era, a qué aludíamos con este sin.
Sin
techo, sin hogar, sin protección, sin comida, sin palabras,
sin otro
Es
así que fuimos contactándonos y abordando las historias
de los sin techo porteños, absorviendo y
posicionándonos desde el sin.
Cuando
desde el año 1997 se incorpora el profesional psicólogo
a los equipos de trabajo de calle con los indigentes, la pregunta
era qué es lo que la escucha psi podría
aportar a esta tarea. A medida que progresamos en el trabajo,
caíamos en la cuenta que la tentación en estas salidas
periódicas a la calle, consistían en aquello mismo que
nos tentaba en el espacio cerrado del consultorio, y mecanismos
similares y conocidos como la resistencia, la persona del analista,
aparecían en la escucha. Esta tentación consistía
en cubrir ese sin, cubrir esa falta. La impronta del
desamparo visual, esos cuerpos agrietados, con escoriaciones, las
escenas repetidas del deterioro psicofísico, la violencia de
la imagen de aquello con lo que nos encontrábamos noche a
noche, en nuestras recorridas nocturnas, nos compulsaba a responder
desde nuestro deseo para ese otro, y es así que
aparecíamos como aquel que tendía la mano, y con la
mano ofrecía el recurso. El recurso era el con:
el techo, la cama, la vestimenta adecuada, la ducha caliente, el
plato de comida, el Hogar
. O algo que cubriera ese sin.
La crudeza de lo real descarnado, esos vientres abiertos frente a
nosotros, nos capturó la mirada, y Lo siniestro
nos petrificó frente a lo indecible. En ese
momento primigenio de trabajo en calle, la tarea consistía en
servir de techo, pero ¿qué falta estábamos
cubriendo?
Ya no escuchábamos, mirábamos
.
Historizando un poco nuestra tarea, al principio, nos habíamos
convertido un poco en vendedores de ilusiones, vendíamos
situaciones ilusorias de confort, al ofrecer recursos que
ni siquiera eran nuestros, eran de Otro, del Estado.
No
obstante, ese Otro, era nuestro resguardo, esa posibilidad de hacer
menos dolorosa esa sensación de frustración que
empezábamos a percibir; menos implicados, ya que veníamos
en nombre de algo, como emisarios de un rey. El tener
algo entre manos (la vacante en un hogar) en nombre del
Otro, nos hacía mas poderosos.
Pero
fue la misma persona sin techo, quien nos desmoronó la
estrategia....
-
No gracias, no voy
yo estoy bien así
..
SIN
PIEL, o el Tango de los Sin Techo
¡Ya sé!
Llegó la hora de archivar el corazón...
De hacer con
la ilusión, que no me va a servir
un lindo paquetito con
una cinta azul,
guardarlo en el baúl y no volverlo a
abrir...
Es hora de matar los sueños,
es hora de
inventar coraje
para iniciar un largo viaje
por un gris
paisaje...
¡sin amor!
Voy a aprender a llorar sin
sufrir,
sin detenerme a mirar una flor,
a encallecer
lentamente
¡igual que la gente sin alma y sin voz!
Voy a
entender que se puede morir,
y latir... al compás del
reloj;
como una máquina fiel
igual que un robot...
¡sin
piel!
Después de haber sentido hasta el dolor.. a los
demás,
de darme sin medir, de amar sin calcular,
llegó
la indiferencia metiéndose en mi piel
pacientemente cruel,
¡matando mi verdad!
Saber que no me importa nada...
de
alguna vibración pasada;
y caminar narcotizado
por un
mundo helado...
¡sin amor!
(SIN PIEL tango de Eladia Blazquez)
Cuando
empezamos a recibir los primeros NO, pasamos por un período
de frustración. Nos preguntábamos cómo era que
alguien que no tiene un techo, prefiriera la indefención de la
acera, la crueldad del frío nocturno, las inclemencias
climáticas, el ruido constante de los transeúntes, los
bocinazos, el corrugado del cartón debajo del cuerpo, a la
panacéa del techo, la comida diaria, la ducha caliente, el
espacio reservado, etc.. ¿Cuál era el techo, y
principalmente, de qué estaban hechas las paredes de estas
personas sin paredes?
Y
noche a noche, día a día
. Las estadísticas
nos decìan que mas de un 50 % de las personas contactadas
pernoctando en calle nos habìan respondido
- No
gracias, no voy
yo estoy bien así
..
Esa
cuesta abajo en nuestra rodada de ilusiones pasadas que no se pueden
olvidar, nos barró de entrada. A partir de ahí,
los profesionales psicólogos que trabajamos en calle con este
tema pasamos por un proceso interesante, durante el cual, empezamos a
sentir que ni los hogares de tránsito para indigentes nos
parecían tan buenos, ni el techo nos pareció un buen
techo. La propuesta, no era nuestra, era de Otro, que en definitiva,
ya no nos parecía tan bueno, ni siquiera parecìa que
estuviéramos ofreciendo la panacea, ni mucho menos. Seguimos
saliendo a la calle pero en cuanto escuchábamos el remanido,
obstinado o indiferente NO del sin techo, volteábamos sobre
nuestros talones desairados y partíamos sin mas, ni más.
Empezamos a identificarnos. Y con la identificación empezó
la violencia, la imagen que potenciaba la escena agresiva, nos
violentaba. Nos proponíamos como imagen anticipatoria de
complitud, enteros, con techo, con recursos, frente a
otra imagen anticipatoria desgarrada y desgarradora, que nos
aterrorizaba.
Justificarlos-nos.
Fue
un momento muy interesante, donde apareció la queja, el NO de
los sin techo, abrió la brecha para la queja. Si bien, la
queja era desde la identificación, por lo menos, había
aparecido la palabra como justificación, como argumento. Ellos
se quejaban de los sistemas de los hogares, nosotros nos quejábamos
del sistema también. La queja, la queja
Y seguimos
saliendo a la calle, un retorno hasta compulsivo
pero nuestra
oferta cada vez estaba mas desafectada y empezamos a desimplicarnos
poco a poco. De hecho, la mano que ofrecía el recurso, se
había convertido en un puño que lo ofrecía
desafectivizado. Ni la palabra del emisario en nombre de un
benefactor servìa de cobertura, ni era lo suficientemente
sustentable como para persuadir al otro, que se nos presentaba
desafiante, desconfiado o en el mejor de los casos, desinteresado, o
indiferente. Asimismo, ya habíamos bebido del mismo néctar,
el desinterés y la indiferencia.
Si
el Estado no cumplía con todas sus promesas, no estaba
empeñada nuestra palabra, sino la palabra del Otro. No había
empeñe, ni empeño.
También
fue una etapa de mucha producción escrita, pero una producción
muy especial, ya que nos compelió a justificarlos-nos frente a
los vecinos, autoridades, etc.. (el Otro) que reclamaban y demandaban
respuestas y resolución a esta problemática. El Rey
empezaba a demandarnos por la inacción respecto a nuestra
misión de emisarios.
En
medio de esta encrucijada, la sensación era que se podía
perder la vida, Después de haber sentido hasta el dolor.. a
los demás, de darme sin medir, de amar sin calcular, llegó
la indiferencia metiéndose en mi piel, pacientemente cruel,
¡matando mi verdad!.
Fue
ahí, un momento antes del tiro del final que no salió
que empezamos a replantearnos el rol del psicólogo. A cambiar
el posicionamiento, a cambiar de órgano, de sentido y de
orientación de la tarea. Teníamos frente a nosotros a
alguien que no demandaba nada, es mas, que ya hacìa rato había
dejado de demandar ese supuesto que un principio ofrecíamos,
el techo. Entonces, la pregunta surgiò nuevamente, ¿qué
demanda esta persona, de qué esta compuesta esa demanda de la
nada?. ¿De què està hecho el techo y las
paredes de quien no tiene techo y paredes, quien carece?, y por
supuesto la pregunta acerca del deseo.
El
retorno a este espacio de reflexión, permitió un pasaje
no por ello menos doloroso a un campo otro, el de la escucha.
Hubo que perder algo para recuperar algo. Fue ahí recièn
que la mano que se tendìó no escondìa algo para
cubrir, (la vacante en un hogar, la frazada, etc), sino para
destapar. Hubo que perder algo (el recurso) para retomar el trabajo
desde otro lugar. Tuvo que caer la mirada gozosa de la escena
terrorífica, para recuperar la escucha. Y la mano finalmente
acariciò , y la oreja escuchò.
Como fenómeno interesante, a continuación, las
personas sin techo dejaron de tener nombre de
intersección de calle, como hasta el momento las
identificábamos
.el que duerme en Guemes y Godoy
Cruz
,
.el que está en Pje Carabelas
.la que está en Bartolome Mitre y Cerrito,
y empezaron a recobrar sus nombres, Juan, Carlos, Francisco, su
historia
El
proceso de subjetivización, significaba volver a implicarse,
pero desde otro lugar, un corrimiento desde la escena mortífera
de la mirada fundacional, o un atravesamiento de esa angustia para
escuchar ese mas alla
y ahí apareció la historia
más allá de la queja y el llanto de indefención.
Y
así volvimos a salir a la calle, esta vez, sin nada que
ofrecer, carenciados, porque en definitiva, la mejor oferta de amor,
es dar a quien no es lo que no se tiene.
Y LA MANO ACARICIO, Y LA OREJA ESCUCHO DE LAS PULSIONES, EL
CUERPO Y EL DOLOR DE YA NO SER.
Cuando
salimos nuevamente a la calle a contactar a los sin techo, ya no
fuimos a ofrecer nada, nada se demandaba, nada teníamos para
ofrecer
La
propuesta actual es salir a escuchar. La siguiente pregunta ya no
era como quebrar ese "NO voy a ir a un Hogar" , sino cual
era el punto de quiebre de ese sujeto, indagar respecto a los
factores predisponentes respecto a su situación, Historizar
el sujeto, historizar la problemática.
En
ese orden de cosas, se hicieron los conteos oficiales de población
sin techo en el área del Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires, y se investigò respecto a la problemática en
otros países.
Del
abordaje de los 1103 sin techo que duermen en las calles de la ciudad
hoy en día, una de las dificultades para el abordaje de la
problemática, es el tema del alcohol. El 70 % de los sin techo
padece de alcoholismo crónico en diversos grados. En algunos
casos, conducta adquirida en calle, según sus relatos, y en
otros, como uno de los puntos desencadenantes del problema.
La
mayoría de las historias son fragmentadas, de desarraigos, de
abandono, y lo que se impone como significativo es la imposibilidad
de construir vínculos estables, ya sean afectivos, laborales,
sociales, etc.. No cualquier persona accede a la situación de
calle. Deben darse ciertas variables a lo largo de la vida. Es cierto
que el grupo de riesgo mas expuesto es el de los hombres, (el 80% de
las personas que duermen en la calle son hombres solos) ya que la
mujer tiene mejores y mas fuertes redes sociales de subsistencia.
Pero es necesario que converjan los predisponentes familiares,
sociales y culturales para que el fenómeno ocurra.
Una
de las características culturales del sin techo
porteño, a diferencia del posicionamiento del homeless de
otros países, es que Juan que duerme en Plaza
Congreso, no solo se tapa con el diario, sino que también lo
lee y se informa. Está orientado temporoespacialmente, sabe
qué pasa con el país, con la política, con la
economía, se queja, conoce el rebusque de los
comedores parroquiales que le pueden ofrecer comida, "el cuento
del tío" como defensa y como mecanismo de supervivencia
para el mangueo, la changa para subsistir,
el alcohol como techo y frazada. Aprendieron a zafar.
Pero la posibilidad de elaborar un proyecto tiene que ver con el día
a día, con lo inmediato. Es interesante, que lo discursivo
ronde en medio de la situación del país, de lo macro
o lo totalmente opuesto, lo micro por ejemplo la
obtención de la comida, el quehacer cotidiano, las pelea por
el zaguán de esta noche. El armar una rutina permite la
supervivencia, la búsqueda de comida, del refugio nocturno:
pero es una supervivencia del día a día, noche a noche.
En síntesis, arma una cultura de lo macro y de lo micro, pero
sabe poco de lo que le pasa a él.
Lo
interesante es cierta posición de no apropiación de la
situación que los atraviesa, y en los casos mas extremos, el
rechazo de lo que les ocurre. Existen estrategias distractivas para
evitar la apropiación de esa realidad. Las fabulaciones sobre
pasados mejores están al corriente del día, fantasearse
mejores, ideales, idílicos, o anestesiar la realidad a través
del alcohol. Casi no hay grises, es un mundo donde las cosas son
blanco y negro.
La
sensación al escucharlos es un como que sintieran pena, pero
no saben por qué están tristes, ni cual es la pérdida
que han sufrido. Es como si fueran habitados por el dolor sin
siquiera saber que algo les duele. Dice Juan David Nasio en el Libro
del Amor y el Dolor
el sujeto alcohólico que
ignora cuan profundo es el dolor que yace en el origen de su sed
compulsiva. Bebe para embriagar su yo y neutralizar así su
capacidad de percepción de las turbulencias que tienen lugar
en el ello. Las turbulencias pulsionales están allí,
pero el yo anestesiado por el alcohol no consigue traducirlas en
emoción dolorosa. Como si el alcohol tuviera el efecto de
neutralizar la función del yo, traductor de la lengua del ello
en la lengua de los sentimientos conscientes
.
De
que hablamos aquí entonces? Hablamos de dolor. Pero de qué
dolor hablamos ?
El
dolor de la existencia, según Lacan se basa en la
insatisfacción del deseo y lo nombra dolor de existir,
y ese dolor es aquel de haber quedado sometido a la determinación
del significante, de la repetición, incluso del destino. Nada
mas intolerable que la existencia reducida a sí misma, a una
concatenación, a un encadenamiento de acontecimientos que se
suceden, dominan y extrañan. Es allí donde flaquea el
deseo de vivir.
El
sujeto que encontramos en las historias de los sin techo, es un
sujeto puro dolor, puro dolor de existencia, arrojado a su destino.
El deseo se cuela corriendo por las brechas de la narrativa de esos
breves circuitos rutinarios de supervivencia, en esa queja por "el
mangazo que no resultò", "la pelea con la vecina
porque le dormí en la puerta"el tipo que me gritó
desde el colectivo, la dádiva que no alcanzó
para los puchos de esta noche "la bronca por el tetra que
me robò el colega de pernocte", "El Gobierno que no
asiste" donde la vida parece que fuera también un
mandato, un puro goce del Otro, del Estado, del Gobierno, de la vida
que lo parió
Es
esa disconformidad, esa insatisfacción, esa hostilidad por la
supervivencia cotidiana, la que rescatamos y con la que trabajamos,
esa pequeña brecha donde además de colar la escucha
significante, es desde donde empezamos a plantearnos que no hay
nada para cubrirla porque es ahí donde hay pulsión
de vida, y es desde donde se abre el juego de la historia. El desafío
es quedarse ahí para escucharla.
Abre,
tu vida sin ventanas
Mira
lo lindo que está el río
Se
despierta la mañana y tengo ganas
De
juntarte un ramillete de rocío
Basta
de noches y de olvidos
Basta
de alcohol sin esperanzas
Deja
todo lo que ha sido
Desangrarse
en ese ayer sin fe
.
Amor,
asómate a la flor
Y
entiende a la verdad que llaman corazón
Deja
el pasado acobardado en el fangal
Que aquí
podemos comenzar
..
(QUEDEMONOS AQUÍ tango
de Homero Expósito)