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Edición N° 25 - otoņo 2002

Algunas consideraciones psicológicas preliminares en torno a las personas que viven en la calle

Por:
Lic. Silvina Alberino


PRIMERAS HIPÓTESIS Y ALGUNOS PLANTEOS

Este escrito tiene por objeto exponer algunas de las hipótesis de trabajo y conclusiones que fuimos realizando en el transcurso del abordaje diario con personas que se encuentran en situación de calle. Es un hecho sabido por todos que la rutina y la falta de tiempo, mucha veces, hacen que olvidemos reflexionar sobre nuestra práctica. Escribir es, un desafío; la oportunidad para detenernos a pensar sobre nuestra praxis, estableciendo un punto de escansión, que nos permita leer retroactivamente nuestro trabajo, abriendo nuevos interrogantes, explicitando las dificultades en el abordaje diario (que nunca faltan), que nos posibiliten pensar nuevas estrategias que hagan posible el enriquecimiento de nuestro trabajo.


En primer lugar, resulta incorrecto establecer un conjunto que englobe a la totalidad de las personas que se encuentran en la calle, ya que las distintas situaciones van acompañadas de singularidades, que exceden los límites de categorías esquemáticas. En todo caso, tratamos de hacer un trabajo preliminar cuyo objeto fue analizar cada caso, en su particularidad, para desde allí, en un segundo momento establecer algunas preguntas que permitan delimitar algunas conclusiones más generales.

Si bien este trabajo implica un abordaje interdisciplinario por las múltiples variables que se hallan implicadas en la situación de estudio, trataré de circunscribirme al campo psicológico, en la posibilidad de sostener una pregunta por el sujeto, en donde lo prioritario, a primera vista, parecerían ser las cuestiones netamente sociales.

La primera consideración que puede hacerse y que hoy, luego de casi dos años de trabajo, hasta puede tildarse de obvia, es que un porcentaje significativo de personas que viven en la calle lo hace por propia decisión. Sin embargo, al comienzo esto fue para mí una sorpresa y lo sigue siendo para muchos de los vecinos que se comunican diariamente con el BAP. Se pone en juego una elección forzada, como muchas, pero elección al fin. Esto abre un abanico de preguntas y nos advierte de los riesgos que implica la proyección de ideales propios. No se trata de decidir desde afuera qué es lo bueno para el otro. ¿Quién estaría en condiciones de definir y disponer del destino o la suerte del otro? o, en palabras de Nietzche, “lo mejor puede ser enemigo de lo bueno”.

Por otra parte, no por obvia, esto deja de plantearnos a los psicólogos una serie de interrogantes éticos, que muchas veces opacados en la práctica diaria, desde una lectura crítica, de ningún modo, pueden desconocerse. Considero que para quienes nos interesan los enigmas psicológicos, éste es uno de los sitios más fértiles para plantear preguntas. Tratándose el nuestro de un programa de adhesión voluntaria uno no debe olvidar, en este sentido, los límites de nuestro trabajo. Punto este que, en principio resultaría sencillo, al estar atravesado por variables complejas, como las cuestiones de índole política o los reclamos sectarios de algunos ciudadanos intolerantes, lleva a que sobre la marcha nos encontremos con problemáticas que nos conducen en muchos casos a callejones sin salida, que apelando a soluciones tan inmediatas como fugaces mantienen el statu quo o lo que es peor aún, impulsan a la omnipotencia y al autoritarismo.

En este sentido, una primera diferenciación que podemos establecer es entre aquellos que se encuentran en situación de calle por propia voluntad y no aceptan bajo ninguna circunstancia ingresar al programa y por ende tener la oportunidad de reinserción social y aquellos que por determinadas circunstancias coyunturales, ya se trate de crisis graves en situaciones familiares o de la vida de un sujeto o víctimas de circunstancias macroeconómicas desfavorables como el desempleo no han tenido otra opción que esta. Esto, de por sí, marca estrategias de abordaje diversas y distintos límites al trabajo.

De todos modos, y en otro orden de cosas, considero que, tanto en uno como en otro caso, no cualquier sujeto, de acuerdo a su historia particular, dispone en el conjunto de los determinantes simbólicos, aquellos que hacen posible quedar en situación de calle. En ello se hayan comprometidos y articulados aspectos que hacen al deseo del Otro en tanto determinante y a la responsabilidad subjetiva. Está en juego una economía psíquica particular. A esto propondría llamarlo, con Freud, una predisposición. Se trata de series complementarias entre el factor predisponente (lo constitucional y las vivencias infantiles) y las experiencias accidentales o traumáticas.

Es simplificar la cuestión, considerar que los “homeless” son consecuencia exclusivamente de las circunstancias socioeconómicas de una sociedad capitalista en crisis, lo cual por otra parte no podemos olvidar. Lejos de desconocer la segregación imperante en la cultura de fin del milenio y el resurgimiento mundial de movimientos neonazis, no debemos descuidar los casos de automarginación. En este sentido, y sin la intención de caer en un reduccionismo psicológico, cobra valor el análisis que desde este campo podamos realizar de estos casos.

Sin desestimar la importancia de problemas económicos o la falta de empleo en las cuestiones de marginación social y recordemos que Freud sostenía que “nada liga más a la realidad que el trabajo”, es necesario tomar en consideración los automarginados de la sociedad. Se trata de sujetos que han desistido de todo enlace afectivo, ya sean familiares o por fuera de dicho ámbito. Se advierte cierta peculiaridad en la constitución de la economía libidinal de estos sujetos, un aflojamiento del vínculo libidinal con los objetos y las cosas, un replegamiento libidinal, concomitante con cierta caída del Otro. Al respecto, algunos interrogantes que surgen: ¿Qué lugar han tenido en el deseo del Otro? ¿Qué significa en lo esencial bastarse a sí mismo sin la mediación del Otro? ¿Qué connotaciones particulares adquieren las preguntas: ¿Puedes faltarme – puedo faltarte? ¿Cuál es el destino de la libido desasida de los objetos y las cosas? ¿Dónde hallan satisfacción estos sujetos?

Molière, en una de sus famosas comedias, “El Misántropo”, nos ilustra algunos aspectos de estos sujetos:

“Mi aversión es general; aborrezco a todos los hombres. [...] A veces tengo repentinos impulsos de rehuir, yéndome a un desierto, al trato de los humanos. [...] ¡Es que los hombres nunca tienen razón! El disgusto contra ellos es, pues, oportuno siempre.... [....] Nada se apartará de mi resolución. Mucha perversidad reina en nuestro siglo y quiero separarme del trato de los hombres ... ¡Qué los hombres sean así!... harto sufrir es ya los sinsabores que nos forjan; salgamos de esta selva y de esta ladronera, y puesto que los humanos vivís como verdaderos lobos, dígoos, traidores, que no me veréis entre vosotros más. [...] Mi razón me aconseja retirarme.”

En otros casos esta peculiaridad de la constitución libidinal no es tan radical. Los sujetos conservan alguna modalidad de enlace con los otros, estableciendo ciertos vínculos con redes vecinales u organizaciones religiosas que le brindan alguna contención y que les proveen de los recursos mínimos indispensables para la subsistencia. Un punto interesante a estudiar al respecto es la connotación particular que adquiere la demanda en estos casos, en la medida que ella alcanza su máximo nivel de degradación: la mendicidad, lo cual conduce hacia lo que Freud llamó el beneficio secundario del síntoma.

Otra vertiente que también puede ser objeto de estudio es el enlace que las personas sin techo establecen entre sí en las llamadas “ranchadas”. Tomando como referencia los aportes de Freud en “Psicología de las masas y análisis del yo” podemos pensar la identificación con el otro que está en la misma situación, en donde el lugar del ideal del yo puede no coincidir con lo que es considerado como bueno para la mayoría.

Es decir, esta perspectiva no implica pensar de entrada a las personas sin techo en tanto una cuestión patológica, sino que considero que de lo se trata es de algunas peculiaridades en la constitución subjetiva.

Tampoco puede establecerse un diagnóstico de estructura desde el psicoanálisis, ya que este diagnóstico sólo puede realizarse en transferencia y en el marco del dispositivo.

Dentro de la casuística de los casos evaluados se destacan la preeminencia de casos de:

  • alcoholismo crónico

  • de intoxicaciones alcohólicas agudas

  • trastorno psicóticos severos, en particular, los trastornos delirante – alucinatorios

  • los trastornos límites de la personalidad

  • melancolías

  • síndromes demenciales orgánicos con sintomatología psicótica producto de la avanzada edad de las personas que viven en la calle.

Ahora bien, en la particularidad de cada caso podrá determinarse si estas patologías son efecto de la situación de calle o ellas mismas fueron factores que cooperaron en la producción de dicha situación. Así y para tomar el caso más gráfico ¿El alcoholismo es causa o consecuencia (refugio) de la situación de calle?


Se trata de poder establecer un perfil psicológico en función de síntomas, apelando a los elementos aportados por la psicosemiología psiquiátrica, que nos permiten evaluar las distintas funciones psíquicas y realizar un diagnóstico sindrómico en el aquí y ahora de la entrevista.

En cuanto a la estrategia de abordaje, la propuesta es propiciar un espacio que permita la creación de un vínculo personalizado entre el psicólogo y el sujeto en situación de calle, que se constituya en el punto de partida para la vuelta de la libido hacia nuevos objetos y cosas. Espacio que implica un desafío profesional y un trabajo continuo de oferta de escucha que contribuya y favorezca un lugar de circulación de la palabra que vehiculice la pérdida de un goce mortífero para el sujeto.



* Datos sobre la autora:
* Silvina Alberino

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