Este
escrito tiene por objeto exponer algunas de las hipótesis de
trabajo y conclusiones que fuimos realizando en el transcurso del
abordaje diario con personas que se encuentran en situación de
calle. Es un hecho sabido por todos que la rutina y la falta de
tiempo, mucha veces, hacen que olvidemos reflexionar sobre nuestra
práctica. Escribir es, un desafío; la oportunidad para
detenernos a pensar sobre nuestra praxis, estableciendo un punto de
escansión, que nos permita leer retroactivamente nuestro
trabajo, abriendo nuevos interrogantes, explicitando las dificultades
en el abordaje diario (que nunca faltan), que nos posibiliten pensar
nuevas estrategias que hagan posible el enriquecimiento de nuestro
trabajo.
En
primer lugar, resulta incorrecto establecer un conjunto que englobe a
la totalidad de las personas que se encuentran en la calle, ya que
las distintas situaciones van acompañadas de singularidades,
que exceden los límites de categorías esquemáticas.
En todo caso, tratamos de hacer un trabajo preliminar cuyo objeto fue
analizar cada caso, en su particularidad, para desde allí, en
un segundo momento establecer algunas preguntas que permitan
delimitar algunas conclusiones más generales.
Si
bien este trabajo implica un abordaje interdisciplinario por las
múltiples variables que se hallan implicadas en la situación
de estudio, trataré de circunscribirme al campo psicológico,
en la posibilidad de sostener una pregunta por el sujeto, en donde lo
prioritario, a primera vista, parecerían ser las cuestiones
netamente sociales.
La
primera consideración que puede hacerse y que hoy, luego de
casi dos años de trabajo, hasta puede tildarse de obvia, es
que un porcentaje significativo de personas que viven en la calle lo
hace por propia decisión. Sin embargo, al comienzo esto fue
para mí una sorpresa y lo sigue siendo para muchos de los
vecinos que se comunican diariamente con el BAP. Se pone en juego una
elección forzada, como muchas, pero elección al fin.
Esto abre un abanico de preguntas y nos advierte de los riesgos que
implica la proyección de ideales propios. No se trata de
decidir desde afuera qué es lo bueno para el otro. ¿Quién
estaría en condiciones de definir y disponer del destino o la
suerte del otro? o, en palabras de Nietzche, lo mejor puede
ser enemigo de lo bueno.
Por
otra parte, no por obvia, esto deja de plantearnos a los psicólogos
una serie de interrogantes éticos, que muchas veces opacados
en la práctica diaria, desde una lectura crítica, de
ningún modo, pueden desconocerse. Considero que para quienes
nos interesan los enigmas psicológicos, éste es uno de
los sitios más fértiles para plantear preguntas.
Tratándose el nuestro de un programa de adhesión
voluntaria uno no debe olvidar, en este sentido, los límites
de nuestro trabajo. Punto este que, en principio resultaría
sencillo, al estar atravesado por variables complejas, como las
cuestiones de índole política o los reclamos sectarios
de algunos ciudadanos intolerantes, lleva a que sobre la marcha nos
encontremos con problemáticas que nos conducen en muchos casos
a callejones sin salida, que apelando a soluciones tan inmediatas
como fugaces mantienen el statu quo o lo que es peor aún,
impulsan a la omnipotencia y al autoritarismo.
En
este sentido, una primera diferenciación que podemos
establecer es entre aquellos que se encuentran en situación de
calle por propia voluntad y no aceptan bajo ninguna circunstancia
ingresar al programa y por ende tener la oportunidad de reinserción
social y aquellos que por determinadas circunstancias coyunturales,
ya se trate de crisis graves en situaciones familiares o de la vida
de un sujeto o víctimas de circunstancias macroeconómicas
desfavorables como el desempleo no han tenido otra opción que
esta. Esto, de por sí, marca estrategias de abordaje diversas
y distintos límites al trabajo.
De
todos modos, y en otro orden de cosas, considero que, tanto en uno
como en otro caso, no cualquier sujeto, de acuerdo a su historia
particular, dispone en el conjunto de los determinantes simbólicos,
aquellos que hacen posible quedar en situación de calle. En
ello se hayan comprometidos y articulados aspectos que hacen al deseo
del Otro en tanto determinante y a la responsabilidad subjetiva. Está
en juego una economía psíquica particular. A esto
propondría llamarlo, con Freud, una predisposición. Se
trata de series complementarias entre el factor predisponente (lo
constitucional y las vivencias infantiles) y las experiencias
accidentales o traumáticas.
Es
simplificar la cuestión, considerar que los homeless
son consecuencia exclusivamente de las circunstancias socioeconómicas
de una sociedad capitalista en crisis, lo cual por otra parte no
podemos olvidar. Lejos de desconocer la segregación imperante
en la cultura de fin del milenio y el resurgimiento mundial de
movimientos neonazis, no debemos descuidar los casos de
automarginación. En este sentido, y sin la intención de
caer en un reduccionismo psicológico, cobra valor el análisis
que desde este campo podamos realizar de estos casos.
Sin
desestimar la importancia de problemas económicos o la falta
de empleo en las cuestiones de marginación social y recordemos
que Freud sostenía que nada liga más a la
realidad que el trabajo, es necesario tomar en
consideración los automarginados de la sociedad. Se trata de
sujetos que han desistido de todo enlace afectivo, ya sean familiares
o por fuera de dicho ámbito. Se advierte cierta peculiaridad
en la constitución de la economía libidinal de estos
sujetos, un aflojamiento del vínculo libidinal con los objetos
y las cosas, un replegamiento libidinal, concomitante con cierta
caída del Otro. Al respecto, algunos interrogantes que surgen:
¿Qué lugar han tenido en el deseo del Otro? ¿Qué
significa en lo esencial bastarse a sí mismo sin la mediación
del Otro? ¿Qué connotaciones particulares adquieren las
preguntas: ¿Puedes faltarme puedo faltarte? ¿Cuál
es el destino de la libido desasida de los objetos y las cosas?
¿Dónde hallan satisfacción estos sujetos?
Molière,
en una de sus famosas comedias, El Misántropo, nos
ilustra algunos aspectos de estos sujetos:
Mi
aversión es general; aborrezco a todos los hombres. [...] A
veces tengo repentinos impulsos de rehuir, yéndome a un
desierto, al trato de los humanos. [...] ¡Es que los hombres
nunca tienen razón! El disgusto contra ellos es, pues,
oportuno siempre.... [....] Nada se apartará de mi resolución.
Mucha perversidad reina en nuestro siglo y quiero separarme del trato
de los hombres ... ¡Qué los hombres sean así!...
harto sufrir es ya los sinsabores que nos forjan; salgamos de esta
selva y de esta ladronera, y puesto que los humanos vivís como
verdaderos lobos, dígoos, traidores, que no me veréis
entre vosotros más. [...] Mi razón me aconseja
retirarme.
En
otros casos esta peculiaridad de la constitución libidinal no
es tan radical. Los sujetos conservan alguna modalidad de enlace con
los otros, estableciendo ciertos vínculos con redes vecinales
u organizaciones religiosas que le brindan alguna contención y
que les proveen de los recursos mínimos indispensables para la
subsistencia. Un punto interesante a estudiar al respecto es la
connotación particular que adquiere la demanda en estos casos,
en la medida que ella alcanza su máximo nivel de degradación:
la mendicidad, lo cual conduce hacia lo que Freud llamó el
beneficio secundario del síntoma.
Otra
vertiente que también puede ser objeto de estudio es el enlace
que las personas sin techo establecen entre sí en las llamadas
ranchadas. Tomando como referencia los aportes de Freud
en Psicología de las masas y análisis del yo
podemos pensar la identificación con el otro que está
en la misma situación, en donde el lugar del ideal del yo
puede no coincidir con lo que es considerado como bueno para la
mayoría.
Es
decir, esta perspectiva no implica pensar de entrada a las personas
sin techo en tanto una cuestión patológica, sino que
considero que de lo se trata es de algunas peculiaridades en la
constitución subjetiva.
Tampoco
puede establecerse un diagnóstico de estructura desde el
psicoanálisis, ya que este diagnóstico sólo
puede realizarse en transferencia y en el marco del dispositivo.
Dentro
de la casuística de los casos evaluados se destacan la
preeminencia de casos de:
- alcoholismo
crónico
- de
intoxicaciones alcohólicas agudas
- trastorno
psicóticos severos, en particular, los trastornos delirante
alucinatorios
- los
trastornos límites de la personalidad
- melancolías
- síndromes
demenciales orgánicos con sintomatología psicótica
producto de la avanzada edad de las personas que viven en la calle.
Ahora
bien, en la particularidad de cada caso podrá determinarse si
estas patologías son efecto de la situación de calle o
ellas mismas fueron factores que cooperaron en la producción
de dicha situación. Así y para tomar el caso más
gráfico ¿El alcoholismo es causa o consecuencia
(refugio) de la situación de calle?
Se
trata de poder establecer un perfil psicológico en función
de síntomas, apelando a los elementos aportados por la
psicosemiología psiquiátrica, que nos permiten evaluar
las distintas funciones psíquicas y realizar un diagnóstico
sindrómico en el aquí y ahora de la entrevista.
En
cuanto a la estrategia de abordaje, la propuesta es propiciar un
espacio que permita la creación de un vínculo
personalizado entre el psicólogo y el sujeto en situación
de calle, que se constituya en el punto de partida para la vuelta de
la libido hacia nuevos objetos y cosas. Espacio que implica un
desafío profesional y un trabajo continuo de oferta de escucha
que contribuya y favorezca un lugar de circulación de la
palabra que vehiculice la pérdida de un goce mortífero
para el sujeto.