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Edición electrónica

Edición N° 25 - otoño 2002

LA CLÍNICA DE LO SOCIAL

Por:
Lic. Roxana Marina Arias
Lic. Corina Guadalupe Comas
*
(Datos sobre las autoras)


“… si las nuevas formas de la exclusión tienden a naturalizarse y a construir nuevos etiquetantes sociales, se hace necesario analizar la posibilidad de indagar acerca de éstos, quizás en la perspectiva de deconstruirlos, estudiando su conformación histórica, su relación con una identidad “impuesta”, que tal vez no deje ver la propia, la que se relaciona con la propia historia de esos “otros” que históricamente se presentaron en el lugar de la demanda hacia el Trabajo Social.”
(MARTINELLI et al., 1998)


  A través de la revisión histórica del Trabajo Social, intentaremos abordar la “invención” de los sujetos sobre los cuales recae la acción profesional para pensar luego cómo, desde la clínica actual, se construyen estos sujetos en la intervención del Trabajo Social en el campo de la Salud Mental.

De tal modo, proponemos analizar la problemática a partir de casos clínicos en tratamiento ambulatorio en el Hospital de Emergencias Psiquiátricas “Torcuato de Alvear”.

LA INVENCIÓN DE LOS SUJETOS DE LA INTERVENCIÓN SOCIAL

Con la Ilustración las prácticas de control y vigilancia darán origen a un nuevo sujeto de conocimiento(FOUCAULT). Por medio de la razón, la modernidad ilustrada pretendía liberarse del antiguo orden y crear uno nuevo bajo la supremacía de una moral secularizada que sería el fundamento de las primeras formas de intervención en lo social.

Podemos citar aquí la obra de Phillippe Pinel, en la cual se consideraban las causas morales de la locura; introduciendo el “tratamiento moral” e insistiendo en la importancia de la instrucción.

El desarrollo del siglo XIX culmina con la primera crisis del capitalismo y de las promesas de la Ilustración. Ante el riesgo de fractura, desde el seno de las Ciencias Sociales se genera la pregunta acerca de la capacidad para mantener el orden social y con ello aparece en escena la problemática de la integración, tema alrededor del cual a lo largo del siglo XX se irá desarrollando la tradición sociológica.

Desde allí se sustentará la tecnologización del espacio cotidiano. La intervención del Estado sobre lo social, que al decir de Jacques Donzelot constituye un híbrido entre lo público y lo privado, promoverá un nuevo campo de prácticas: la medicalización del espacio urbano y la asistencia a los pobres se convertirán en el objeto fundamental de una acción estatal basada en un saber específico y racional.

En este marco comenzaron a formarse los agentes profesionales de la asistencia cuyas prácticas estuvieron impregnadas por las formas de ayuda que se encarnaban en la caridad y la filantropía, las que aportaban a la nueva profesión un saber empírico y una fuente de legitimación.

Prevención, ajuste y disciplinamiento se encuentran en los orígenes del Trabajo Social, junto a la clasificación científica de la pobreza, la distinción entre lo normal y lo patológico y la moral como legitimadora de las acciones. La normativización de la vida cotidiana y el control de las poblaciones consideradas “de riesgo” constituyen entonces marcas de origen que mantendrán su impronta en el ulterior desarrollo disciplinar.

No obstante, en las últimas décadas la función de tutelaje y de administración de recursos ejercida históricamente por el Trabajo Social comienza a cuestionarse. El quiebre del modelo de sociedad nos enfrenta hoy a una crisis de legitimidad y sentido que atraviesa toda la estructura de la acción social, inclusive a los sujetos sobre los que se ejerce la intervención.

La crisis es de orden estructural e involucra también una dimensión de orden antropológica. Se trata tanto de una crisis de las instituciones que hacen funcionar el vínculo social y la solidaridad, como de una crisis de las formas de relación entre Estado y sociedad y los modos de constitución de identidades individuales y colectivas.

“… en las prácticas de los trabajadores sociales en hospitales psiquiátricos, hoy es posible observar la relación entre precarización y las problemáticas de salud mental. La irrupción de estas nuevas cuestiones aún no ha sido estudiada a fondo, pero marca la existencia de nuevos impactos en la subjetividad de los procesos sociales. Estos generan nuevos interrogantes hacia las diferentes disciplinas.” (MARTINELLI et al., 1998)

La noción moderna de riesgo fue dejando su lugar a la idea de vulnerabilidad que, según Robert Castel, refiere a situaciones en las cuales se combinan la precarización del trabajo y la fragilidad de los soportes relacionales. Es decir, la vulnerabilidad se encuentra definida por la singularidad de cada situación, la masividad del fenómeno y los aspectos macroeconómicos que la signan. Jean-Paul Fitoussi y Pierre Rosanvallon plantean que en el malestar contemporáneo se superponen dos padecimientos: uno que procede de las conmociones socioeconómicas y otro que remite a los efectos destructores del individualismo moderno, que conlleva el desmoronamiento de las instituciones, la fragilización de los vínculos comunitarios y la tendencia a la fragmentación.

Ante estos hechos, el papel del Trabajo Social comienza a redefinirse, dado que se requieren nuevas formas de escucha, mirada, análisis e interpretación de los problemas sociales.

SITUACIONES DE VULNERABILIDAD: LA HISTORIA DE A.

Es habitual que lleguen al Servicio Social del hospital pacientes con problemáticas sociales que no se corresponden con la idea de “caso social” vigente en el imaginario, la cual está fuertemente ligada con la pobreza estructural, con poblaciones homogéneas que fueron el objeto de asistencia de un Estado con fuerte intervención en lo social.

Junto a ello nos encontramos con situaciones que dan cuenta de una historia personal que posiblemente no estuvo signada por la carencia de recursos económicos, pero que si está marcada por un progresivo desenganche relacional que da lugar a situaciones de vulnerabilidad. Situaciones que sólo pueden ser comprendidas en el análisis de las trayectorias individuales, dado que las formas de clasificación tradicionales ya no resultan eficaces.

Se trata de poblaciones heterogéneas, los individuos que las integran no constituyen un grupo en el sentido sociológico sino que sólo comparten cierto perfil de orden biográfico. Sus vidas han realizado trayectorias que presentan rupturas, siendo estas características de su historia las que los acercan y no su perfil socioeconómico.

“Para captar lo social, hoy en día es preciso despedirse del “hombre medio” de Quètelet y del “hecho sociológico” de Durkheim y otorgar a los datos sus valores individuales.” (ROSANVALLON; pág. 202)

Intentaremos pensarlo desde un caso clínico. A. comparte con otros excluidos la vivencia de un proceso de desocialización y descomposición de lo social, viviendo al margen de los procesos de producción y apropiación simbólica.

Desde hace seis meses vive en un hotel del barrio de Constitución que le fue otorgado por el Programa de “Los sin Techo” dependiente del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Hace cuatro meses concurre diariamente a trabajar en los Talleres Protegidos de Rehabilitación Psiquiátrica y ha retomado su profesorado de arte en la Escuela Nacional de Bellas Artes.

La inclusión en estos ámbitos fue propiciada desde la intervención social en su última internación en este hospital.

Frente a la desintegración de las instituciones clásicas de socialización y el desmantelamiento de los medios que posibiliten la integración laboral junto a una fuerte inscripción relacional, sólo se puede tender a una “inserción” que ponga coto al proceso de caída que va desde la vulnerabilidad a la exclusión.

Tal como plantea Emiliano Galende: “Cuando se incluyen en los tenues programas de inserción laboral ya lo hacen teniendo que asumir esta condición de marginalidad y exclusión.” (GALENDE; pág.179)

A los fines de un análisis de la situación actual, se torna imprescindible volver la mirada sobre la biografía de A. para pensar desde allí una clínica posible de lo social.

Proveniente de una familia con recursos económicos y sociales que posibilitaban una buena calidad de vida, vivía con su esposo y su hija en un departamento de su propiedad en el barrio de Flores de esta capital. Estudiaba bellas artes y daba clases de dibujo.

Realizaba tratamiento psiquiátrico ambulatorio en forma particular, aproximadamente desde el año 1975. Si bien siempre lo hizo en forma discontínua, alrededor de 1989 abandona el tratamiento argumentando falta de medios económicos.

En esta época, A. tuvo que enfrentar importantes cambios en su situación familiar. Se divorció y su hija se mudó con el padre. A. comenzó a vivir sola pero sostuvo un vínculo estrecho con sus hermanas y las familias de éstas.

Según refiere la historia social realizada en la guardia del hospital con motivo de su primera internación en el año 1990: “Se observa cierta actitud continencial en el grupo familiar no conviviente y posibilidades de acompañamiento de la paciente con ayuda externa.”

A raíz de la intervención del equipo tratante, se logró cierta colaboración por parte de la madre de su ex esposo y su hija. Sin embargo, con las sucesivas internaciones, cinco en total, A. fue desvinculándose de su entorno más cercano, cuestión que se agudizó en el último tiempo: “... mi hija no vino... es muy fácil abandonar a una madre... y quedarse con la plata...”

Durante este tiempo A. comenzó a realizar denuncias en la Justicia, contra su ex esposo por alimentos, contra su curadora y contra las instituciones en las que recibió atención. En el hospital se la señala como paciente “querellante”. En tanto el diagnóstico se transforma en “etiqueta” ésta puede ser utilizada para marginar, dificultándose la escucha a partir de este condicionamiento. ¿Podríamos pensar que aquello que A. realmente está poniendo en evidencia es “su caída”?

En la “caída” se juega una parte importante de la crisis de identidad que parece desarrollarse actualmente “… la verdadera patología de esta subjetividad está dada por la necesidad imperiosa de la pertenencia social y los vínculos instituidos y a la vez por la imposibilidad de éstos. El individuo precisa estar con los otros para ser reconocidos y tener la vivencia de existir, a la vez que se enfrenta con la amenaza constante de un no lugar social. Se trata de que el lazo social mismo está bajo la amenaza de su fragilidad creciente y su pérdida, haciendo que los modos de integración con los otros en la vida social se haga crispada…” (GALENDE; pág.251)

En la historia social realizada en guardia en octubre de 1999, durante su última internación se expresa: “En estos últimos meses se deterioraron sus relaciones sociales generándose situaciones conflictivas con la hija.” Respecto a esto A. dice en una carta, quizás apelando a un otro: “... hace seis años y mucho más que estoy sola...”

La vivencia de la pérdida de una trayectoria familiar estructurante incrementa la sensación de abandono y el malestar identitario, en tanto para que la subjetividad se afiance son necesarias las relaciones sociales concretas. El individuo necesita ser reconocido, nombrado y dicho por otros para ser ubicado en un orden de filiación e identidad.

En la biografía de A. las pérdidas en lo relacional se conjugaron con pérdidas materiales. Durante su última internación se vio obligada a vender su departamento para saldar una deuda por expensas, obteniendo una suma de dinero que no le permite acceder a la compra de otra propiedad.

Como corolario del proceso de desafiliación A. se queda sin un lugar material y simbólico, es decir, sin un lugar físico para vivir y sin un núcleo relacional con capacidad de continencia.

La intervención social se orientó hacia la posibilidad de eliminar el padecimiento producido por la fragmentación del lazo social, generando espacios de recreación de vínculos y con ello de reconstrucción de una identidad basada en la propia historia.

Desde esta perspectiva la inclusión de A. en los espacios de formación y laborales no tiene por objetivo lograr su “normalización” sino tomar estos espacios como lugares privilegiados de socialización, recuperándolos como elementos significativos de su mundo subjetivo-social.

Desde la intervención, se trata de cuestionar o impugnar la identidad de “paciente psiquiátrico” indagando en la historia de vida de los sujetos, en su trayectoria social, recuperando con el otro los aspectos de sus condiciones de vida y tratando de comprender las significaciones que le otorga. No se intenta una interpretación psicológica sino buscar las referencias sociales, sus capacidades, sus potencialidades, sus saberes, lo que aparece desde el sujeto como aspectos que le reafirman su identidad y su autonomía (CAZZANIGA; 1997).


LA CLÍNICA DE ¿LO SOCIAL?

La intervención social, tradicionalmente estuvo ligada a la función de mediación en el encuentro entre el sujeto con el objeto de su necesidad. No obstante, hoy se torna ineludible pensar la intervención como una construcción artificial de un espacio-tiempo que se constituye desde la perspectiva de diferentes actores; donde se genera un vínculo que permite acceder al mundo de la vida y reconstruir cualitativamente la necesidad, recreando desde allí la orientación de la acción.

Frente a un espacio social fragmentado y heterogéneo, no regido por la unicidad del Estado, la intervención social debe redefinir los límites de su función: “En consecuencia (los trabajadores sociales), tejen redes de relación, hacen posibles ligámenes afectivos, estructuran el tiempo libre con actividades cuya finalidad es el encuentro, la motivación de intereses… Su trabajo se mantiene no tanto por la posibilidad de acción sobre causas objetivas como por su capacidad de producir un espacio de sociabilidad diferente a las condiciones en que vive su clientela.” (CASTEL; 1984)

Tal vez hoy lo social se defina por la singularidad de trayectorias individuales que no dejan de estar atravesadas por un contexto de fragmentación creciente. Entonces, el horizonte de intervención estaría marcado por el intento de reconstrucción del lazo social en la particularidad de cada biografía. Quizás, de este modo nos estaríamos situando por fuera de las modalidades normativas que apuntaron a dar respuesta a la problemática de la integración desde el origen de la intervención social.

Bibliografía Citada

MARTINELLI, María et al., Informe Final de la Investigación “Modelos de Intervención del Trabajo Social en el Campo de la Salud: obstáculos, posibilidades y nuevas perspectivas de actuación”. La Plata, 1998.

ROSANVALLON, Pierre., La Nueva Cuestión Social. Manantial. Buenos Aires, 1995.

GALENDE, Emiliano., De un Horizonte Incierto. Paidós Psicología Profunda. 1ra. Reimpresión. Buenos Aires, 1998.

CAZZANIGA, Susana., Ficha de Cátedra Trabajo Social I “Metodología. El abordaje desde la singularidad”. Facultad de Trabajo Social-Universidad Nacional de Entre Ríos. Paraná, 1997.

CASTEL, Robert., La Gestión de los Riesgos. Editorial Anagrama. Barcelona, 1984.

Bibliografía General

BASAGLIA, Franco., Razón, Locura y Sociedad. Siglo XXI Editores. 8va. Edición. México, 1986.

CARBALLEDA, Alfredo., Práctica del Trabajo Social; nuevas formas de pobreza; crisis y administración de recursos; en Desde el Fondo Cuadernillo Temático N°4 “La Pobreza”. Facultad de Trabajo Social-Universidad Nacional de Entre Ríos. Paraná, 1996.

El proceso de análisis y la intervención en Trabajo Social; en Revista Escenarios N°2. Universidad Nacional de La Plata.

Del Desorden de los Cuerpos al Orden de la Sociedad. Editorial de la Universidad Nacional de La Plata. Buenos Aires, 2000.

CASTEL, Robert., La Gestión de los Riesgos. Editorial Anagrama. Barcelona, 1984.
La dinámica de los procesos de marginalización: de la vulnerabilidad a la exclusión; en “El Espacio Institucional”. Lugar Editorial. Buenos Aires, 1991.
De la integración al estallido de lo social: emergencia, apogeo y retirada del control social; en “El Espacio Institucional 2”. Lugar Editorial. Buenos Aires, 1992.

CAZZANIGA, Susana., Ficha de Cátedra Trabajo Social I “Metodología. El abordaje desde la singularidad”. Facultad de Trabajo Social-Universidad Nacional de Entre Ríos. Paraná, 1997.

DONZELOT, Jacques., La Policía de las Familias. Pre-Textos. 2da. Edición. España, 1998.

FITOUSSI, Jean-Paul y ROSANVALLON, Pierre., La Nueva Era de las Desigualdades. Manantial. Buenos Aires, 1997.

GALENDE, Emiliano., De un Horizonte Incierto. Paidós Psicología Profunda. 1ra. Reimpresión. Buenos Aires, 1998.

LIPOVETSKY, Gilles., El Crepúsculo del Deber. Editorial Anagrama. 4ta. Edición. Barcelona, 1998.

MARTINELLI, María et al., Informe Final de la Investigación “Modelos de Intervención del Trabajo Social en el Campo de la Salud: obstáculos, posibilidades y nuevas perspectivas de actuación”. La Plata, 1998.

ROSANVALLON, Pierre., La Nueva Cuestión Social. Manantial. Buenos Aires, 1995.



* Datos sobre las autoras:
* Lic. Roxana Marina Arias
Lic. Corina Guadalupe Comas

Trabajadoras Sociales. Residentes de Trabajo Social. Hospital de Emergencias Psiquiátricas Torcuato de Alvear, Buenos Aires.

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