si las nuevas formas de la exclusión tienden a naturalizarse y
a construir nuevos etiquetantes sociales, se hace necesario analizar
la posibilidad de indagar acerca de éstos, quizás en la
perspectiva de deconstruirlos, estudiando su conformación
histórica, su relación con una identidad impuesta,
que tal vez no deje ver la propia, la que se relaciona con la propia
historia de esos otros que históricamente se
presentaron en el lugar de la demanda hacia el Trabajo Social.
(MARTINELLI et al., 1998)
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A
través de la revisión histórica del Trabajo
Social, intentaremos abordar la invención de los
sujetos sobre los cuales recae la acción profesional para
pensar luego cómo, desde la clínica actual, se
construyen estos sujetos en la intervención del Trabajo Social
en el campo de la Salud Mental.
De tal
modo, proponemos analizar la problemática a partir de casos
clínicos en tratamiento ambulatorio en el Hospital de
Emergencias Psiquiátricas Torcuato de Alvear.
LA
INVENCIÓN DE LOS SUJETOS DE LA INTERVENCIÓN SOCIAL
Con
la Ilustración las prácticas de control y vigilancia
darán origen a un nuevo sujeto de conocimiento(FOUCAULT). Por
medio de la razón, la modernidad ilustrada pretendía
liberarse del antiguo orden y crear uno nuevo bajo la supremacía
de una moral secularizada que sería el fundamento de las
primeras formas de intervención en lo social.
Podemos
citar aquí la obra de Phillippe Pinel, en la cual se
consideraban las causas morales de la locura; introduciendo el
tratamiento moral e insistiendo en la importancia de la
instrucción.
El
desarrollo del siglo XIX culmina con la primera crisis del
capitalismo y de las promesas de la Ilustración. Ante el
riesgo de fractura, desde el seno de las Ciencias Sociales se genera
la pregunta acerca de la capacidad para mantener el orden social y
con ello aparece en escena la problemática de la integración,
tema alrededor del cual a lo largo del siglo XX se irá
desarrollando la tradición sociológica.
Desde
allí se sustentará la tecnologización del
espacio cotidiano. La intervención del Estado sobre lo social,
que al decir de Jacques Donzelot constituye un híbrido entre
lo público y lo privado, promoverá un nuevo campo de
prácticas: la medicalización del espacio urbano y la
asistencia a los pobres se convertirán en el objeto
fundamental de una acción estatal basada en un saber
específico y racional.
En
este marco comenzaron a formarse los agentes profesionales de la
asistencia cuyas prácticas estuvieron impregnadas por las
formas de ayuda que se encarnaban en la caridad y la filantropía,
las que aportaban a la nueva profesión un saber empírico
y una fuente de legitimación.
Prevención,
ajuste y disciplinamiento se encuentran en los orígenes del
Trabajo Social, junto a la clasificación científica de
la pobreza, la distinción entre lo normal y lo patológico
y la moral como legitimadora de las acciones. La normativización
de la vida cotidiana y el control de las poblaciones consideradas de
riesgo constituyen entonces marcas de origen que mantendrán
su impronta en el ulterior desarrollo disciplinar.
No
obstante, en las últimas décadas la función de
tutelaje y de administración de recursos ejercida
históricamente por el Trabajo Social comienza a cuestionarse.
El quiebre del modelo de sociedad nos enfrenta hoy a una crisis de
legitimidad y sentido que atraviesa toda la estructura de la acción
social, inclusive a los sujetos sobre los que se ejerce la
intervención.
La
crisis es de orden estructural e involucra también una
dimensión de orden antropológica. Se trata tanto de una
crisis de las instituciones que hacen funcionar el vínculo
social y la solidaridad, como de una crisis de las formas de relación
entre Estado y sociedad y los modos de constitución de
identidades individuales y colectivas.
en las prácticas de los trabajadores sociales en hospitales
psiquiátricos, hoy es posible observar la relación
entre precarización y las problemáticas de salud
mental. La irrupción de estas nuevas cuestiones aún no
ha sido estudiada a fondo, pero marca la existencia de nuevos
impactos en la subjetividad de los procesos sociales. Estos generan
nuevos interrogantes hacia las diferentes disciplinas.
(MARTINELLI et al., 1998)
La
noción moderna de riesgo fue dejando su lugar a la idea de
vulnerabilidad que, según Robert Castel, refiere a situaciones
en las cuales se combinan la precarización del trabajo y la
fragilidad de los soportes relacionales. Es decir, la vulnerabilidad
se encuentra definida por la singularidad de cada situación,
la masividad del fenómeno y los aspectos macroeconómicos
que la signan. Jean-Paul Fitoussi y Pierre Rosanvallon plantean que
en el malestar contemporáneo se superponen dos padecimientos:
uno que procede de las conmociones socioeconómicas y otro que
remite a los efectos destructores del individualismo moderno, que
conlleva el desmoronamiento de las instituciones, la fragilización
de los vínculos comunitarios y la tendencia a la
fragmentación.
Ante
estos hechos, el papel del Trabajo Social comienza a redefinirse,
dado que se requieren nuevas formas de escucha, mirada, análisis
e interpretación de los problemas sociales.
SITUACIONES
DE VULNERABILIDAD: LA HISTORIA DE A.
Es
habitual que lleguen al Servicio Social del hospital pacientes con
problemáticas sociales que no se corresponden con la idea de
caso social vigente en el imaginario, la cual está
fuertemente ligada con la pobreza estructural, con poblaciones
homogéneas que fueron el objeto de asistencia de un Estado con
fuerte intervención en lo social.
Junto
a ello nos encontramos con situaciones que dan cuenta de una historia
personal que posiblemente no estuvo signada por la carencia de
recursos económicos, pero que si está marcada por un
progresivo desenganche relacional que da lugar a situaciones de
vulnerabilidad. Situaciones que sólo pueden ser comprendidas
en el análisis de las trayectorias individuales, dado que las
formas de clasificación tradicionales ya no resultan eficaces.
Se
trata de poblaciones heterogéneas, los individuos que las
integran no constituyen un grupo en el sentido sociológico
sino que sólo comparten cierto perfil de orden biográfico.
Sus vidas han realizado trayectorias que presentan rupturas, siendo
estas características de su historia las que los acercan y no
su perfil socioeconómico.
Para
captar lo social, hoy en día es preciso despedirse del hombre
medio de Quètelet y del hecho sociológico
de Durkheim y otorgar a los datos sus valores individuales.
(ROSANVALLON; pág. 202)
Intentaremos
pensarlo desde un caso clínico. A. comparte con otros
excluidos la vivencia de un proceso de desocialización y
descomposición de lo social, viviendo al margen de los
procesos de producción y apropiación simbólica.
Desde
hace seis meses vive en un hotel del barrio de Constitución
que le fue otorgado por el Programa de Los sin Techo
dependiente del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.
Hace
cuatro meses concurre diariamente a trabajar en los Talleres
Protegidos de Rehabilitación Psiquiátrica y ha retomado
su profesorado de arte en la Escuela Nacional de Bellas Artes.
La
inclusión en estos ámbitos fue propiciada desde la
intervención social en su última internación en
este hospital.
Frente
a la desintegración de las instituciones clásicas de
socialización y el desmantelamiento de los medios que
posibiliten la integración laboral junto a una fuerte
inscripción relacional, sólo se puede tender a una
inserción que ponga coto al proceso de caída
que va desde la vulnerabilidad a la exclusión.
Tal
como plantea Emiliano Galende: Cuando se incluyen en los
tenues programas de inserción laboral ya lo hacen teniendo que
asumir esta condición de marginalidad y exclusión.
(GALENDE; pág.179)
A
los fines de un análisis de la situación actual, se
torna imprescindible volver la mirada sobre la biografía de A.
para pensar desde allí una clínica posible de lo
social.
Proveniente
de una familia con recursos económicos y sociales que
posibilitaban una buena calidad de vida, vivía con su esposo y
su hija en un departamento de su propiedad en el barrio de Flores de
esta capital. Estudiaba bellas artes y daba clases de dibujo.
Realizaba
tratamiento psiquiátrico ambulatorio en forma particular,
aproximadamente desde el año 1975. Si bien siempre lo hizo en
forma discontínua, alrededor de 1989 abandona el tratamiento
argumentando falta de medios económicos.
En
esta época, A. tuvo que enfrentar importantes cambios en su
situación familiar. Se divorció y su hija se mudó
con el padre. A. comenzó a vivir sola pero sostuvo un vínculo
estrecho con sus hermanas y las familias de éstas.
Según
refiere la historia social realizada en la guardia del hospital con
motivo de su primera internación en el año 1990: Se
observa cierta actitud continencial en el grupo familiar no
conviviente y posibilidades de acompañamiento de la paciente
con ayuda externa.
A
raíz de la intervención del equipo tratante, se logró
cierta colaboración por parte de la madre de su ex esposo y su
hija. Sin embargo, con las sucesivas internaciones, cinco en total,
A. fue desvinculándose de su entorno más cercano,
cuestión que se agudizó en el último tiempo:
... mi hija no vino... es muy fácil abandonar a una
madre... y quedarse con la plata...
Durante
este tiempo A. comenzó a realizar denuncias en la Justicia,
contra su ex esposo por alimentos, contra su curadora y contra las
instituciones en las que recibió atención. En el
hospital se la señala como paciente querellante.
En tanto el diagnóstico se transforma en etiqueta
ésta puede ser utilizada para marginar, dificultándose
la escucha a partir de este condicionamiento. ¿Podríamos
pensar que aquello que A. realmente está poniendo en evidencia
es su caída?
En
la caída se juega una parte importante de la
crisis de identidad que parece desarrollarse actualmente
la verdadera patología de esta subjetividad está dada
por la necesidad imperiosa de la pertenencia social y los vínculos
instituidos y a la vez por la imposibilidad de éstos. El
individuo precisa estar con los otros para ser reconocidos y tener la
vivencia de existir, a la vez que se enfrenta con la amenaza
constante de un no lugar social. Se trata de que el lazo social mismo
está bajo la amenaza de su fragilidad creciente y su pérdida,
haciendo que los modos de integración con los otros en la vida
social se haga crispada
(GALENDE; pág.251)
En
la historia social realizada en guardia en octubre de 1999, durante
su última internación se expresa: En estos
últimos meses se deterioraron sus relaciones sociales
generándose situaciones conflictivas con la hija.
Respecto a esto A. dice en una carta, quizás apelando a un
otro: ... hace seis años y mucho más que estoy
sola...
La
vivencia de la pérdida de una trayectoria familiar
estructurante incrementa la sensación de abandono y el
malestar identitario, en tanto para que la subjetividad se afiance
son necesarias las relaciones sociales concretas. El individuo
necesita ser reconocido, nombrado y dicho por otros para ser ubicado
en un orden de filiación e identidad.
En
la biografía de A. las pérdidas en lo relacional se
conjugaron con pérdidas materiales. Durante su última
internación se vio obligada a vender su departamento para
saldar una deuda por expensas, obteniendo una suma de dinero que no
le permite acceder a la compra de otra propiedad.
Como
corolario del proceso de desafiliación A. se queda sin un
lugar material y simbólico, es decir, sin un lugar físico
para vivir y sin un núcleo relacional con capacidad de
continencia.
La
intervención social se orientó hacia la posibilidad de
eliminar el padecimiento producido por la fragmentación del
lazo social, generando espacios de recreación de vínculos
y con ello de reconstrucción de una identidad basada en la
propia historia.
Desde
esta perspectiva la inclusión de A. en los espacios de
formación y laborales no tiene por objetivo lograr su
normalización sino tomar estos espacios como
lugares privilegiados de socialización, recuperándolos
como elementos significativos de su mundo subjetivo-social.
Desde
la intervención, se trata de cuestionar o impugnar la
identidad de paciente psiquiátrico indagando en la
historia de vida de los sujetos, en su trayectoria social,
recuperando con el otro los aspectos de sus condiciones de vida y
tratando de comprender las significaciones que le otorga. No se
intenta una interpretación psicológica sino buscar las
referencias sociales, sus capacidades, sus potencialidades, sus
saberes, lo que aparece desde el sujeto como aspectos que le
reafirman su identidad y su autonomía (CAZZANIGA; 1997).
LA
CLÍNICA DE ¿LO SOCIAL?
La
intervención social, tradicionalmente estuvo ligada a la
función de mediación en el encuentro entre el sujeto
con el objeto de su necesidad. No obstante, hoy se torna ineludible
pensar la intervención como una construcción artificial
de un espacio-tiempo que se constituye desde la perspectiva de
diferentes actores; donde se genera un vínculo que permite
acceder al mundo de la vida y reconstruir cualitativamente la
necesidad, recreando desde allí la orientación de la
acción.
Frente
a un espacio social fragmentado y heterogéneo, no regido por
la unicidad del Estado, la intervención social debe redefinir
los límites de su función: En consecuencia
(los trabajadores sociales), tejen redes de relación, hacen
posibles ligámenes afectivos, estructuran el tiempo libre con
actividades cuya finalidad es el encuentro, la motivación de
intereses
Su trabajo se mantiene no tanto por la posibilidad de
acción sobre causas objetivas como por su capacidad de
producir un espacio de sociabilidad diferente a las condiciones en
que vive su clientela. (CASTEL; 1984)
Tal
vez hoy lo social se defina por la singularidad de trayectorias
individuales que no dejan de estar atravesadas por un contexto de
fragmentación creciente. Entonces, el horizonte de
intervención estaría marcado por el intento de
reconstrucción del lazo social en la particularidad de cada
biografía. Quizás, de este modo nos estaríamos
situando por fuera de las modalidades normativas que apuntaron a dar
respuesta a la problemática de la integración desde el
origen de la intervención social.
Bibliografía
Citada
MARTINELLI,
María et al., Informe Final de la Investigación
Modelos de Intervención del Trabajo Social en el Campo
de la Salud: obstáculos, posibilidades y nuevas perspectivas
de actuación. La Plata, 1998.
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Pierre., La Nueva Cuestión Social. Manantial. Buenos
Aires, 1995.
GALENDE,
Emiliano., De un Horizonte Incierto. Paidós Psicología
Profunda. 1ra. Reimpresión. Buenos Aires, 1998.
CAZZANIGA,
Susana., Ficha de Cátedra Trabajo Social I Metodología.
El abordaje desde la singularidad. Facultad de Trabajo
Social-Universidad Nacional de Entre Ríos. Paraná,
1997.
CASTEL,
Robert., La Gestión de los Riesgos. Editorial Anagrama.
Barcelona, 1984.
Bibliografía
General
BASAGLIA,
Franco., Razón, Locura y Sociedad. Siglo XXI Editores.
8va. Edición. México, 1986.
CARBALLEDA,
Alfredo., Práctica del Trabajo Social; nuevas formas de
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Fondo Cuadernillo Temático N°4 La Pobreza.
Facultad de Trabajo Social-Universidad Nacional de Entre Ríos.
Paraná, 1996.
El
proceso de análisis y la intervención en Trabajo
Social; en Revista Escenarios N°2. Universidad Nacional de La
Plata.
Del
Desorden de los Cuerpos al Orden de la Sociedad. Editorial de la
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CASTEL,
Robert., La Gestión de los Riesgos. Editorial Anagrama.
Barcelona, 1984.
La
dinámica de los procesos de marginalización: de la
vulnerabilidad a la exclusión; en El Espacio
Institucional. Lugar Editorial. Buenos Aires, 1991.
De
la integración al estallido de lo social: emergencia, apogeo y
retirada del control social; en El Espacio Institucional
2. Lugar Editorial. Buenos Aires, 1992.
CAZZANIGA,
Susana., Ficha de Cátedra Trabajo Social I Metodología.
El abordaje desde la singularidad. Facultad de Trabajo
Social-Universidad Nacional de Entre Ríos. Paraná,
1997.
DONZELOT,
Jacques., La Policía de las Familias. Pre-Textos. 2da.
Edición. España, 1998.
FITOUSSI,
Jean-Paul y ROSANVALLON, Pierre., La Nueva Era de las
Desigualdades. Manantial. Buenos Aires, 1997.
GALENDE,
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Profunda. 1ra. Reimpresión. Buenos Aires, 1998.
LIPOVETSKY,
Gilles., El Crepúsculo del Deber. Editorial Anagrama.
4ta. Edición. Barcelona, 1998.
MARTINELLI,
María et al., Informe Final de la Investigación
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de la Salud: obstáculos, posibilidades y nuevas perspectivas
de actuación. La Plata, 1998.
ROSANVALLON,
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Aires, 1995.