Quizás
conocen parte del relato que los invito a compartir. Sin embargo, a
riesgo de ser reiterativa, ordenar esta historia y discutirla en
conjunto podría ayudarnos a pensar acerca de los límites
de la intervención y reflexionar acerca de lo iatrogénico
que puede resultar dejar de lado este aspecto.
Fue
bastante costoso decidir sobre quién escribir, por ello, la
elección de este caso tiene que ver con el hecho de
considerarlo paradigmático de aquellas situaciones que emergen
en la sala de internación: los pacientes sociales.
Martín
fue uno de mis primeros pacientes en la Sala de Adolescencia. Uno de
esos pacientes heredados desde la Residencia. Desde hacía
más de dos semanas, su equipo tratante estaba única y
exclusivamente constituido por una trabajadora social, teniendo al
Jefe del Servicio como referente para cualquier cuestión que
se suscitara en torno a la medicación. Esta era su quinta
internación psiquiátrica, la que cursaba desde el mes
de febrero.
A
lo largo de sus internaciones en este hospital, Martín había
ganado fama de paciente agresivo y querellante. Ciertamente, en su
nutrida historia clínica es posible encontrar un abanico de
registros que abarcan desde episodios de excitación
psicomotriz propios de su cuadro psiquiátrico hasta su
implicación en peleas con otros pacientes, motines,
fugas para comprar bebidas alcohólicas, actitudes
sospechosas de ingreso y consumo de marihuana en el hospital y
amenazas: ... anticipa que si mañana a las 21 hs.
cierran la puerta de la sala de guardia va a romper todo a patadas,
alega que no está preso y que el hospital no es una cárcel...
La
última internación había sido decidida por el
equipo como medida de protección. Hacía sólo
cinco días que había sido externado, cuando vuelve al
hospital relatando una discusión con su padre por problemas de
dinero, situación que lo había llevado a consumir
alcohol y marihuana: se lo interna por no contención
familiar y alto riesgo de recaída.
Inmediatamente
se convoca a una trabajadora social, que había realizado el
seguimiento social en Hospital de Día, a formar parte del
equipo tratante para pensar estrategias y posibles lugares de
residencia de Martín en una futura externación, dadas
las dificultades familiares a nivel económico y de salud.
En
una primera recorrida por la biografía de Martín, ésta
parecía ser la decisión acertada. Su madre se
encontraba internada en el Hospital Moyano, su hermana mayor en el
Hospital Estévez, una de sus hermanas menores concurría
a una escuela especial, su padre había sido amputado hacía
dos años y como consecuencia de ello lo habían
obligado a solicitar la jubilación por
invalidez. En una vivienda precaria cercana a Fuerte Apache vivían
la abuela paterna, el padre, la madre (cuando no estaba internada) y
los ocho hermanos de Martín.
En
principio Martín afirmaba no tener deseos de volver a su casa.
La violencia psicológica ejercida por su
padre (antes también física, pero desde que lo habían
amputado ya no podía golpearlo), la indiferencia de sus
hermanos, para ellos yo no cuento, cada uno hace la suya,
y la preocupación que le generaba ver a su madre y hermana
internadas en hospitales psiquiátricos, lo llevaron a demandar
un hogar donde ir a vivir luego de la internación.
Se
mantienen entrevistas con el padre y la madre de Martín,
quienes acuerdan con la derivación, argumentando que los
problemas familiares y económicos hacían difícil
la convivencia: Martín gasta mucho. Se pide
entonces al Juzgado que arbitre los medios necesarios para hacer
efectiva la derivación a un hogar o una casa de medio camino
para adolescentes.
Con
el transcurso del tratamiento Martín comienza a evolucionar
favorablemente, plantea que quiere cursar el secundario y se le
otorgan permisos de salida para que pueda concretarlo. Sin embargo,
la espera que se produce durante la evaluación del Consejo de
la Niñez, la Adolescencia y la Familia da lugar a la aparición
de nuevas situaciones conflictivas a raíz de la inobservancia
de Martín respecto de las pautas de convivencia y las normas
institucionales, las que se interpretan como reproducción
de conductas aprendidas en su medio marginal. No obstante
se decide que se quede internado en el hospital dado que el
riesgo de actuación sería mayor si se lo expulsa.
Como
consecuencia de los distintos episodios Martín es contenido
física y farmacológicamente en diversas ocasiones.
Luego
de su evaluación, el Consejo de la Niñez, la
Adolescencia y la Familia se expide alegando que la situación
debe ser considerada por la obra social del paciente (su padre es
empleado del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires).
Corría el mes de mayo y Martín continuaba internado por
causas sociales. El Juzgado intima a OSBA a hacerse cargo de la
situación, quienes deniegan la beca argumentando que la
Resolución Nº 247/96 Programa Médico
Obligatorio les reserva tal derecho cuando no cuentan con
instituciones propias.
En
medio de estas marchas y contramarchas, Martín se entera por
una tía que había fallecido su abuelo materno. Ante la
noticia se lastima superficialmente con un vidrio y comienza a pedir
que su padre firme el alta.
El
Jefe del Servicio lleva el caso a la Dirección del hospital.
¿La respuesta obtenida? El Director se comunica con personal
del hospital que además se desempeña como delegado
gremial en la obra social para ver qué puede hacer
y sugiere indagar sobre las funciones de la Asesoría
Tutelar del GCBA para poder plantear allí el caso.
En
este punto comienzo a intervenir. En la primera entrevista Martín
refiere estar cansado de esperar la derivación
a la casa de medio camino y pregunta ¿por qué
se metieron IMOS y el Consejo del Menor?. Intento
reconstruir con él el proceso que se venía realizando
desde febrero con relación a estas gestiones y me comprometo a
mantenerlo informado. Dice sentirse molesto por estar retenido
en el hospital dada la burocracia de la derivación.
Relata
situaciones de violencia familiar. Habla de lo triste que lo ponen
las crisis de su madre, se refiere con especial cariño a su
abuela paterna y comenta con entusiasmo sus experiencias laborales.
Martín
me pide que autorice permisos de salida para el fin de semana porque
una paciente lo había invitado a su casa. Allí me
cuenta que hace varios meses está saliendo solo porque ningún
familiar responsable puede venir a firmar la autorización. En
esos permisos ha ido de visita a su casa o a la casa de otros
pacientes con los cuales ha entablado amistad.
Por
otra parte, hace preguntas respecto de la medicación. Planteo
ésto al Jefe del Servicio y en la siguiente reunión de
equipo se designa a la médica (residente rotante) que se hará
cargo del tratamiento.
En
los días posteriores Martín comienza a hablar de la
posibilidad de pasar el día del padre con su familia, dado que
su madre y su hermana también estarían allí.
Luego de un tiempo volvería a dormir en su casa, situación
que generaba cierta ansiedad dado que, según Martín,
podrían repetirse las discusiones con su padre o quizás
no encontrara bien a su madre. Acordamos que frente cualquier
inconveniente podría regresar antes del permiso. Me pide
entonces que avise a enfermería que él estaba
autorizado a volver antes para evitar
problemas...
Pero
a tan sólo una semana de estar trabajando con Martín
nos encontramos con nuevos problemas. Se lo acusaba de
haber cometido un nuevo hecho delictivo: el
incendio de una palmera ubicada en el jardín de la sala de
adolescencia.
Mantengo
una entrevista en la cual Martín manifiesta estar triste
y enojado porque lo acusan a él y señala que
ésta es una situación frecuente: si alguien
rompió un vidrio, fue Salas, si a alguien le robaron, fue
Salas, si alguien puso música fuerte, fue Salas... Salas,
Salas, Salas, siempre Salas. Da su versión de lo
ocurrido: yo estaba en sala de mujeres tomando mate con unas
amigas, venía para acá y ví que salía
humo, pensé que era de la chimenea que está enfrente al
comedor, pero después ví que no era de ahí y
empecé a correr. Quería pasar para avisar a enfermería,
pero caían ramas con fuego y no me animé. En eso vino
un padre que sí se animó a pasar y le avisó a
los enfermeros, cuando salieron me vieron a mí. Le
pregunto si no se le ocurrió entrar a la sala por la otra
puerta y me responde que se quedó paralizado cuando vio el
fuego.
Martín
se encontraba intranquilo, esperando el reto del Jefe del
Servicio. Demanda adelantar el permiso de fin de semana, frente a lo
cual respondo que sería conveniente respetar el acuerdo
previo, más allá del incidente de la palmera.
Minutos
más tarde la médica tratante y yo somos convocadas a
una reunión en la Dirección, junto a la terapeuta de
familia de otro presunto implicado en el hecho. Historia
clínica en mano, íbamos preparando la estrategia
de defensa cuando se nos ordena: la estrategia es:
Salas fue el culpable. No ha lugar a objeción. La
racionalidad instrumental mandaba señalar a Martín como
único autor del hecho, así
logramos que se vaya de una vez (del hospital). Más
perplejas que Martín mirando el fuego, nos encontramos siendo
testigos de un juicio injusto.
Acto
seguido, el Director se comunicó con la Juez reclamando la
inmediata derivación del paciente a otra institución.
Al cabo de unas horas recibimos un oficio en el cual se citaba al
paciente y su asistente social a una audiencia con Su Señoría
para el día siguiente.
No
puedo dejar de relatar las peripecias por las que atravesamos hasta
llegar al Juzgado. La primera reacción de los profesionales de
la sala, especialmente mis colegas fue: ¿vas a ir
sola?, ¿y si se pone agresivo?, ¿y si intenta
escaparse?. La nota de color: ¿en qué
vehículo vamos? Dado que la ambulancia no está
disponible para este tipo de situaciones, por orden del Jefe del
Servicio tuve que hacerme cargo de tramitar por Cooperadora el pago
de un remisse que nos transportara hasta Tribunales. Otra discusión
por esas horas fue si debía ir también un médico.
En tanto la psiquiatra del equipo no se encontraba en el hospital, y
ante la insistencia de mis colegas de planta, en medio del caos del
office de profesionales, el Jefe del Servicio alzó la voz para
preguntar: ¿quién quiere ir con Corina al
Juzgado?. Afortunadamente, un residente rotante se ofreció
como voluntario, aún cuando desconocía la
situación clínica y social de Martín.
Entre
tanto, Martín esperaba intranquilo pero perfumado la audiencia
en la cual una señora, a quien había visto en un par de
ocasiones, decidiría su futuro.
Ya
en la suntuosa oficina de Su Señoría, Martín
tiene por primera vez la posibilidad de hacer oír su
descargo ante una autoridad. Luego de intercambiar
criterios con la Juez, ésta se comunica con la Dirección
del Hospital Borda con la idea de solicitar una vacante en una casa
de medio camino que allí funcionaría, según
versiones que le habían llegado. Frente a la inexistencia de
tal recurso, le ofrecen una vacante en Hospital de Noche, a confirmar
la semana siguiente. Por su parte, la Juez solicita que el Hospital
Alvear se haga cargo del tratamiento ambulatorio del paciente en
Hospital de Día u otro dispositivo que incluya la problemática
de rehabilitación socio-ocupacional. También, se
compromete a intimar por segunda vez a OSBA para que otorgue la beca
y fija fecha de audiencia para la próxima semana.
Martín
sale de permiso tal como había sido previsto, y al regresar
dice que le agrada la idea de ir a Hospital de Noche, porque sabe que
en su casa se descontrola. Sin embargo le preocupa la
oposición de su padre: no quiere que vaya a vivir a
otro lugar.
Luego
de esta entrevista Martín, la médica tratante y yo
partimos hacia el Juzgado. En tanto el incidente de la palmera
había pasado al olvido decidimos hacer uso silencioso
del transporte público. En la segunda audiencia la Juez
redacta el oficio por el cual se dispone el traslado inmediato del
paciente a Hospital de Noche y su admisión a Hospital de Día
del Alvear, con el objeto de no producir un abrupto corte de los
lazos que Martín había establecido en este hospital.
Esto último desató la ira de los directivos del
hospital dado que una Juez se arrogaba el derecho de opinar sobre
cuestiones de salud mental. Sin embargo ordenan el ingreso a Hospital
de Día, bajo la indicación de dar el alta por abandono
de tratamiento frente al primer incumplimiento en la asistencia por
parte de Martín.
Todo
parecía estar encauzado, salvo por algunos detalles. En su
último permiso de salida, Martín había
olvidado documentación personal en su casa, la
cual era requerida para efectivizar la derivación.
Para
aclarar algunas cuestiones que preocupaban a Martín, me
comunico telefónicamente con el padre quien sumamente
indignado plantea que vendrá a hablar con el Jefe del Servicio
dado que éste había acusado a su hijo de tráfico
de drogas, incendio de una palmera, y lo inyectaron por represalia.
Puntualiza categóricamente que su hijo no va a ir a
ningún hogar, más allá de lo que una jueza pueda
decir. Pregunto entonces cuándo podría
acercarse al hospital y me responde que lo hará cuando
quiera.
Martín
insiste en su preocupación por la oposición del padre
respecto de su derivación a Hospital de Noche y dice que no
quiere ir a su casa a buscar sus documentos por temor a discutir
y descontrolarse. Lo agobia la incertidumbre. Está el
oficio pero la derivación no se realiza, él quiere irse
del hospital pero su padre no acuerda... Y volvemos a empezar...
Luego
del almuerzo Martín estaba escuchando música hasta que
una paciente le desenchufa el grabador argumentando que así no
puede dormir. Ante su enojo, Martín golpea un armario y rompe
la puerta, llaman a la Guardia, lo medican y él mismo pide
contención física.
Más
tarde, Martín hablará de este episodio y dirá
que se reconoce tenso por la indefinición
de la fecha de su derivación y la preocupación que le
genera establecerse a un lugar que no conoce. Plantea que está
triste por lo sucedido, que su situación le da mucha
bronca y que tiene dificultades para controlar sus impulsos
cuando se enoja.
Más
allá del oficio, los sucesivos llamados telefónicos y
todo medio que pudiera instrumentarse, la derivación
continuaba demorada. Los profesionales de Hospital de Noche se
negaban a admitir un paciente sin haber evaluado previamente la
situación.
Me
entero por Martín que el Jefe del Servicio había
solicitado la ambulancia del hospital para realizar el traslado. Al
mismo tiempo recibo un llamado de una profesional de Hospital de
Noche, quien desaconseja el traslado ya que de ese modo Martín
sería ingresado a la guardia del Hospital Borda, sumando una
internación psiquiátrica innecesariamente.
Tras
fallidos intentos de comunicarnos con el Jefe del Servicio, la médica
y yo decidimos suspender el traslado a fin de evitar una situación
iatrogénica mayor para Martín, a quien explicamos la
situación. Martín reacciona con indignación por
todas las vueltas que se están dando y expresa que
en esas condiciones prefiere que le den el alta y volver a su casa,
descreído ya de la posibilidad de obtener una vacante en
Hospital de Noche. Repite constantemente que si la derivación
sigue demorando preferiría volver a su casa.
Al
día siguiente es evaluado por dos profesionales de dicho
dispositivo, comenzando el proceso de admisión.
Martín
sale de permiso el fin de semana y al regresar plantea que no desea
ir a Hospital de Noche porque estuvo muy bien en su casa, y que su
padre se acercará hasta el hospital para firmar el alta. Sin
embargo, en el transcurso de la entrevista solicita que el equipo
tratante cite a su padre para explicarle en qué
consiste Hospital de Noche porque él en realidad
prefiere no volver a vivir en su casa. Además cuenta que
discutió con el padre porque éste quiere que
vaya a vender medias a la calle y me cuelgue en el cuello el
certificado de discapacidad para que si tengo algún problema
con la policía vean que puedo trabajar en la calle por
discapacidad. Martín refiere también sentirse
muy triste frente a recuerdos persistentes de su abuelo y su amigo ya
fallecidos, y al aburrimiento que le genera estar
internado. Dice que tiene muchos problemas que resolver.
Desde el equipo tratante ofrecemos que se abra un espacio
psicoterapéutico, que Martín acepta.
Por
su parte, citamos al padre con quien mantenemos una entrevista en el
interior del remisse, dado que en ese momento no tenía a su
disposición la silla de ruedas. En principio, el padre de
Martín expresa que necesita hablar con el Jefe del Servicio
para aclarar una serie de cuestiones referidas a su disconformidad
con el manejo que se ha hecho de las distintas situaciones en las
cuales su hijo se vio involucrado. Señalamos que está
en todo su derecho de hacerlo y planteamos nuestro criterio respecto
a la derivación de Martín, destacando la temporalidad
de Hospital de Noche como recurso habitacional y terapéutico.
El padre del paciente dice entender nuestras razones y no querer
interferir con el tratamiento, ustedes son las que saben,
pero reconoce que le cuesta separar lo que piensa de lo que siente,
frente a lo cual solicitamos que trate de brindar a Martín
todo el apoyo que sea posible.
Martín
concurre a conocer Hospital de Noche y vuelve expresando su
disconformidad: me aburrí, me deprimí... el
más chico tiene 30 años, de ahí para arriba...
me quiero ir a mi casa... quiero que me den el alta.
Ese
fin de semana sale de permiso. Vuelve antes, angustiado y con
bronca por una pelea con su padre: mi
papá me echa en cara todo lo que me da violentamente, ya no me
pega, pero me maltrata psíquicamente. Cuenta además
que lo afectó ver mal a su madre, no obstante, días más
tarde demanda permisos prolongados por estar cansado
de permanecer en el hospital.
Más
allá de su situación familiar, y de las razones que
pudiéramos ofrecer desde el equipo tratante, ahora Martín
planteaba que no quería continuar con la admisión a
Hospital de Noche sino que solicitaría el alta al Jefe del
Servicio para volver a su casa y continuar tratamiento en este
hospital.
La
orden judicial había dado lugar una serie movimientos que
estaban generando efectos adversos tanto en las
instituciones como en las personas involucradas. ¿Responder a
las demandas variables de Martín? ¿Hacer cumplir sin
más el oficio judicial? Supervisamos el caso y se concluye en
la importancia de ubicar el lugar del Juez en el tratamiento y sus
determinaciones como lugar de tercero que imprime cierta legalidad a
la cual hay que remitirse.
Evaluamos
la pertinencia de solicitar una nueva audiencia con la Juez a fin de
que Martín pudiera expresar su decisión, a la cual
concurren también el padre y la hermana menor de Martín.
Allí, la Juez redacta el oficio por el cual se ordena el alta
judicial del paciente y su inclusión en Hospital de Día,
estableciendo el compromiso de Martín y su padre respecto de
la continuidad del tratamiento.
Martín
es externado y por segunda vez admitido en Hospital de Día,
donde se toma toda la libertad de concurrir cuando él lo
decide o cuando tiene dinero para costear el viaje. Sigue preocupado
por la salud de su padre, haciéndose cargo de la situación
de su madre y su hermana mayor, sufriendo los problemas económicos
de su familia. Sin embargo, algo en su aspecto ha cambiado, ya no
tiene el rostro crispado por la impotencia que le generaba el
encierro.
Cuando
lo encuentro en el parque del hospital recuerdo las reuniones de
equipo, las audiencias, las entrevistas y me encuentro argumentando,
algunas veces repitiendo el discurso institucional, explicando lo
nocivo que resultaba para Martín vivir con su familia.
Entonces me pregunto cuánto de mi intervención se
constituyó fundamentalmente en intromisión en la
trayectoria que Martín iba trazando según las
circunstancias se lo posibilitaban. Cuántas veces ofrecí
razones para justificar que lo bueno era separarlo de su
familia, sin reparar en el hecho de que tal vez Martín no
necesita más que ser acompañado para, según su
propio tiempo, construir su recorrido.
Finalmente
no me queda más que agradecer Martín, porque supo
enseñarme a cuestionar la omnipotencia de mi intervención.
A él le dedico este trabajo.