Vivimos un nuevo milenio, un nuevo siglo, un nuevo año,
muchos de los adultos mayores ni se imaginaban presenciar este
momento trascendente en la historia de la humanidad, primero oyeron,
las primeras voces radiales y se deleitaban con los clásicos
radioteatros posteriormente el boom de la televisión y el
mundo se sombró con la llegada de la luna, así son
testigos de la revolución tecnológica vivida en el
siglo XX, sin embargo los problemas sociales se agudizaron y
permanecen con otros matices, tenemos problemas similares en
contextos diferentes, es decir problemas globalizados.
La cultura consumista y el enfoque neoliberal han
hecho profundizar crisis sociales y cada vez son más los que
menos tienen y viceversa la riqueza se concentra en unos pocos.
También dejamos de ser personas lugareñas,
hemos perdido muchas costumbres, de tener amplias relaciones
vinculares, fidelidades y amistades, nos hemos convertido en personas
anónimas, nos identificamos por nuestras tareas cotidianas o
más directamente por nuestro rendimiento económico,
estamos inmerso en una nueva era en la evolución del hombre,
pasamos del homo sapiens hasta llegar al homo
economicus que tan bien enfatiza Martiné Xiberras,
increíblemente si algo en común tienen estos estadios
de la evolución humana es la supervivencia del más
apto, hoy las personas deben subsistir día a día y el
salvajismo de los primitivos hoy se da en la violencia social
sostenida.
En el modelo vigente de hoy las condiciones y el
tipo de trabajo constituyen nuestra etiqueta, nuestra identidad, es
en el entorno de nuestras actividades donde se pone en evidencia
nuestra personalidad y nuestra relación sociocultural.
Con este panorama las personas mayores dependen de
sus propias capacidades de intercambio, de negociación
permanente con las posibilidades que les ofrece el medio y la
comunidad.
Por otra parte, la división de la población
en grupos etarios que tienen por objeto medir y prever los
conflictos, como consecuencia del crecimiento demográfico,
siendo una herramienta estadística de mero análisis
ahora se convierten en los patrones legitimadores de la marginalidad
dando lugar a una nueva forma de estratificación social.
Un ejemplo desgarrador es que para obtener un puesto
de trabajo la edad debe comprender entre los 18-35 años como
máximo sumado a la competitividad en términos de
conocimientos.
Los adultos mayores en este mar de odiseas y
penurias son como marineros que se echan a la mar tomando rumbos
inciertos con la finalidad de satisfacer sus propias necesidades.
En tal sentido, las personas mayores comienzan a
integrarse a sus grupos de pares en números crecientes
impulsados por las necesidades de diversa índole de la
condición humana, pero con la comprensión de saber que
es una vía que les permite su autorrealización y asumen
roles antes insospechados, desde pasar a ser una individualidad a ser
miembro de una grupalidad. La adopción de nuevos hábitos
es posible en la medida en que las condiciones de adaptación
le resulten sumamente aceptables en una atmósfera agradable,
animadora y en la que preferentemente se conquista su propia ilusión
de cambiar, siempre en un encuadre de respeto y decisiones de la
persona.
Por eso recordamos que la participación es un
proceso social de ejercicio de derechos y responsabilidades, en el
caso de los adultos mayores, los centros de jubilados y Pensionados
se constituyen en espacios de práctica de la libertad
cotidiana.
Pero la participación no se gesta de un día
a otro requiere de adaptación, de negociaciones de intereses
personales y grupales, qué nos aporta y qué
sacrificamos en esta relación.
Haciendo una mirada de las experiencias grupales de
nuestra región nos encontramos en que el adulto mayor mira
exclusivamente los inconvenientes y las molestias que le produce el
aprendizaje o el ejercicio, muchos se quedan en el camino por el
escepticismo, descreimiento, en gran parte por tener incorporados una
imagen negativa del envejecimiento, quienes se animan a trabajar para
obtener el premio del después pueden darse cuenta que vale la
pena el esfuerzo de lo invertido porque ven realizados sus deseos y
metas de adaptarse placenteramente a nuevas vivencias.
Pero también la actitud tendiente a la
comodidad es un obstáculo y un desafío a enfrentar, ir
modificando sus matrices de aprendizaje adquiridos a lo largo de su
vida no es tarea fácil pero no imposible de ser receptores de
los beneficios de las políticas sociales asistencialistas del
Estado Benefactor a ser protagonistas de sus propios proyectos
sociales gestionados y sostenidos en el tiempo desde sus estructuras
de base, nos da la pauta de que con una planificación
estratégica e identificando los nudos críticos grupales
y personales de los adultos mayores es posible concretar y generar
alternativas de acción en vista de satisfacer las
destacándose el manejo de los tiempos estratégicos es
decir en el aquí y ahora valorizándose el tiempo del
adulto mayor, trabajándose y planificando en un ambiente
impredecible por las circunstancias de la muerte, que tornan
cambiantes los procesos constructivos de los grupos y repercuten en
las capacidades anímicas del grupo, asimismo constituyen el
punto de partida del aprendizaje social.
De esta manera, las agrupaciones de adultos mayores,
revisten su importancia vital a la hora de ser portavoces y
transmisores de los reclamos de sus socios y, le da una identidad al
adulto mayor que lo hace parte no sólo de un grupo sino que
son partícipes de los frutos que se consiguen, esa práctica
concreta de la libertad cotidiana, de la lucha de todos los días
de sus derechos, del aprendizaje de las experiencias compartidas
junto a nuestro asesoramiento profesional interdisciplinario hacen
que los adultos mayores tengan las herramientas indispensables para
su mejor desenvolvimiento en cada acto de la vida civil, por eso para
empezar a valorizar el rol del adulto mayor, es menester dejarlo al
tanto a la altura de los acontecimientos y que sepa defender su lugar
social con fundamentos y convicción, con los reclamos de sus
derechos y el aprovechamiento de su capacidades, esto implica asumir
también su función social como ciudadano portador de
derechos y responsabilidades y a través de la educación
social, pretendemos generar nuevas instancias de reflexión y
aprendizaje mutuo, de intercambio de experiencias y por sobre todas
las cosas, una formación ciudadana, siempre desde un encuadre
protagónico del adulto mayor como agente socializante de
incorporación de nuevas formas de cualidades participativas
tendientes a ir teniendo una mayor inserción eficaz y
eficiente en el entorno social vigente.
Estamos en tiempos de cambios vertiginosos, también
es el tiempo del adulto mayor y es este tiempo el que nos marcará
las posibilidades reales de concreción social de los objetivos
de los adultos mayores, nuestra tarea profesional es acompañarlos,
formarlos en sus requerimientos y orientarlos en la búsqueda
de sus proyectos tanto personales como grupales y en este sentido en
el futuro se irán constituyendo en un grupo de poder, a la
hora de las planificaciones sociales de las políticas
públicas.
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