Al igual
que otras disciplinas, nuestra profesión viene interrogándose desde hace ya
tiempo,acerca del sentido de lo social. Qué es lo social? Qué características y
condiciones asume lo social hoy? Cuál es el significado del sujeto social hoy?
Las certezas en las respuestas a estos interrogantes quedan hoy relativizadas
dada la profundización de la crisis de la constitución de lo social, lo que
constituye un nuevo escenario para nuestras profesiones.
En este
nuevo escenario social, se nos hace imposible acudir a una doctrina que ofrezca
una explicación sólida del mundo. Los interrogantes y preocupaciones que
acompañaron al Trabajo Social en su recorrido, se vuelven a presentar hoy, quizá
con más fuerza, signados por lo acuciante de la exclusión social en sus
diferentes formas y expresiones. Esta es la “cuestión social” en la que se
centra hoy nuestra intervención.
La
intervención demandada es la que requiere de un análisis particular.
Las
demandas están relacionadas con la satisfacción de necesidades mínimas
indispensables de las personas.
Estas
personas solicitan la intervención de un Trabajador Social planteando una
necesidad relacionada con el impacto de la pérdida de espacios de socialización
o de inserción social ( ante la retirada del Estado, la demanda se centra en lo
asistencialista, relacionado con la inmediatez y la carencia).
La cuestión es si esta necesidad puede
generar otro tipo de intervención ligada a una propuesta de construir un espacio
crítico-reflexivo, es decir aportar a la construcción de nuevas
subjetividades.
La
heterogeneidad de lo social implica una necesaria mirada a la singularidad de
cada sujeto social, entendiendo como sujeto social a la constitución “con
otros”, a la “desindividuación”. Ese sujeto que trae en su demanda una
representación de malestar, solicitando un “acompañamiento en el hacer” para que
ese malestar se atenúe.
Nuestra
intervención debe atender la
demanda de los sujetos intentando una construcción compartida que, partiendo
desde su malestar, configure un proceso en el que se posibilite “nombrar”, “
hacer ver”, “resignificar” ese malestar para transformarlo (valorando aquéllo
que la/las persona/s tiene/n y aporta/n).
Malestar
que nos toca a todos, a las personas con quienes trabajamos y a nosotros
mismos.Quizá por las reiteradas pérdidas que venimos padeciendo (legitimidad de
las instituciones; lazos sociales; integración social; empleo; proyectos).
Malestar que al ser resignificado y comprendido les/nos facilitaría una
construcción subjetiva de mayor responabilidad para ejercer sus/nuestros
derechos y responsabilidades , como sujetos crítico-reflexivos.
Esta forma de intervención frente a la
diversidad en la igualdad nos permite construir la validez de la intervención
misma. Validez que requiere del análisis de la fragmentación social, en tanto
“lugar de intervención”.
Castel
decía que “...la crisis hace que el lazo social se enfríe...”
Yendo a la
problemática de la drogadicción, así como a cualquier otra problemática social,
nos enfrentamos cotidianamente a la
cuestión de la fragmentación, ya que el sufrimiento de los sujetos con quienes trabajamos se relaciona con
un profundo “enfriamiento de lazos sociales” con respecto a los otros sujetos, a
las otras instituciones.
Es ahí
donde Trabajo Social puede hacer un importante aporte en tanto se reconozca a este sujeto como
un sujeto histórico- social, que se construye a partir de relacionarse con otros, en
términos de lazos sociales.
Entonces,
la intervención deviene también como ese espacio de integración en el que voy a
detenerme en aquellos lazos sociales debilitados (productores de malestar) para
descubrir posibles vías de transformación de la realidad subjetiva.
Y digo, que
tanto en esta problemática como en cualquier otra, la intervención estaría
centrada en “hacer ver”, en “resignificar”, la posibilidad de construir o
reconstruir el entramado social a fin de que este sujeto logre
“proyectarse” en el marco de un
proceso de transformación.
Si
acordamos en la cuestión de la heterogeneidad que prima en lo social, acordamos
también que todos los adictos no son iguales. Por el contrario, existen muchos
adictos, que resultan irrepetibles, y con cada sujeto tendremos que trabajar a
partir de la singularidad de su historia de vida, de su propia fragmentación, de
su posibilidad de construcción crítico-reflexiva.
Por último,
y para que “lo imposible no se transforme en lo social”, digo que tenemos
que repensar estas cuestiones en nuestra propia cotidianeidad de trabajo. Para
no quedar a expensas de la salida puramente asistencialista que el sistema
genera, y que nos entrampa en la imposibilidad..
El
repensarlas implica caminar, estar de pie en esta realidad, defendiendo y
valorando aquello que nos constituye como personas: el trabajo.
Para
terminar, y hablando de caminar... quiero compartir con ustedes un fragmento de
Eduardo Galeano que dice:
“...Ella está en el horizonte...
me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más
allá.
Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.
Entonces...¿para qué sirve la utopía?
Para eso sirve...para caminar...”