Quiénes
Cuando
hablamos de personas preocupadas, es importante señalar que nos referimos a
aquellos que tienen un nivel de compromiso con la situación, se sienten
involucrados, preocupados, creen que tienen que hacer algo. Esto no tiene ninguna relación con el
lugar que ocupan en la Institución de la que provienen, ni jerárquico, ni
funcional.
Así, al
hablar de representantes no nos referimos a las personas que tienen
responsabilidad institucional, sino a aquellos que provienen de una institución
o comunidad y están preocupados por lo que allí ocurre, y quieren pensar, hacer
algo en relación a su preocupación.
Creo que este punto es de suma importancia. Por un lado hay un discurso que alude a
una necesidad de cosa total, completa, en donde se dice “en este tema tienen que
estar todos” “si no estamos todos nada se puede hacer”, y la experiencia no dice
eso, sino que sólo pueden modificar una situación quienes se sienten
involucrados, comprometidos con ella.
Por otro lado
se puede confundir el lugar jerárquico con el referente institucional “si la dirección de la escuela no está
presente nada se puede hacer” “hay que comprometer a la conducción de la junta
vecinal”. En donde se comienza por
el final, dado que muchas veces, la consecuencia de un trabajo institucional es
el compromiso o cambio de actitud o de lugar de quienes conducen esa institución
y no la condición para comenzar.
Por supuesto
que es de mejor pronóstico cualquier trabajo en cualquier ámbito en donde la
mayor parte de las personas estén motivadas, preocupadas, escuchen las
dificultades que aparecen en el lugar donde viven o trabajan.
Pero cuando una Institución, barrio etc. consulta porque hay consumo de
drogas en su lugar, va de suyo que este consumo indica alguna cuestión a
trabajar.
Más allá de
las dificultades individuales de quien o quienes protagonizan un episodio de
consumo de drogas, la elección del lugar y situación no es aleatoria.
El consumo de
drogas no es un hecho solitario, necesariamente apela a otro que acuse recibo de
ese llamado, y como tal, resulta altamente eficaz. Por ello, a poco de empezar a
andar, convocados por el problema del uso de drogas, nos encontraremos con un
hilo conductor que nos señale que cosas son las que, constituyendo un problema
para un grupo, una institución o una comunidad, aparecen encandiladas por la
aparición de sustancias tóxicas.
Cuando recibimos a una directora de escuela preocupada por el consumo de drogas en su
Institución, escuchamos también a alguien que se pregunta por las dificultades
que tiene a diario en el ejercicio de su función, y pide ayuda y sostén para dar
una respuesta cabal desde ese lugar.
En el punto
anterior mencionaba esta idea de qué hacer con quienes no se acercan a las
instituciones y como encontrar esa llave que permita un encuentro.
En principio,
estas preguntas me las hice a partir de reconocer posibilidades y límites de la
institución donde trabajo, en tanto institución pública, monovalente,
especializada en tratamiento y prevención de la drogadicción, por lo tanto,
estas preguntas no aparecen por cuestionar estrategias de encuentro entre grupos
poblacionales e instituciones, como pueden ser operadores de calle, etc., sino a
partir de una lectura de lo complejo de la configuración de esta institución en
particular, con la singular problemática que atiende, que tiene la
característica, esta problemática, de ser mas convocante que otras (que el
alcoholismo, el mal de chagas, la problemática de los niños de la calle), genera
mas rápidamente un involucrarse en los otros, con la consiguiente compulsión a
hacer algo y rápido.
En este
marco, y hechas estas aclaraciones, me refiero q vecinos que consultan por una
preocupación respecto del consumo de drogas de chicos de su barrio.
Hablan de los
chicos de la esquina. Aquellos que se juntan a tomar cerveza, fumar marihuana o
inyectarse, según sea la realidad de la comunidad de donde provienen.
Así como hay
familias que nos consultan cuando sienten un olor extraño en la habitación de
sus hijos, o encuentran objetos desconocidos y otras lo hacen cuando no pueden
evitar que sus hijos se inyecten en el baño, los grupos poblacionales tienen
diferentes niveles de alarma y posibilidades de respuesta, que tienen un
correlato con niveles de alarma y respuesta en otras situaciones de su vida
comunitaria: ¿Cómo reaccionan ante los atropellos policiales? ¿cómo es la relación con las
instituciones que representan al estado en la comunidad: escuela, centros de
salud? ¿de participación? ¿de sometimiento? ¿cómo se manejan ante los problemas
de los vecinos? ¿cómo consiguieron su tierra o vivienda? ¿sienten vergüenza u
orgullo de su experiencia colectiva? ¿sus instituciones los representan? Cualquier parecido entre las respuestas
a estas preguntas de la dimensión barrial a la nacional es pura
coincidencia.
Entonces, me
gustaría aclarar un poco más acerca de esa cuestión de la demanda, que
posibilita un trabajo en común y en donde el tratamiento que le demos a esta
será la clave para responder a las preguntas de ¿con quiénes trabajar? ¿qué?
¿cómo? ¿para qué? ¿dónde?.
Estas
personas que llegan a consulta son en general vecinos, en su mayoría mujeres
preocupados. Cuando estas personas
nos convocan, traen una pregunta que será la llave de todo lo que pueda
desplegarse después ¿ qué nos paso? ¿cómo, cuando cortamos lazos con estos
chicos que hoy nos roban, nos intimidan, nos asustan y ayer jugaban en mi patio?
Esta pregunta apunta a un cuerpo social fragmentado, que contiene y trasciende
las experiencias comunitarias. Es
un grupo al que quieren ayudar y del que se quieren cuidar. Hijos de ellas o amigos de sus hijos, no
es una consulta como madres o como vecinas: madres vecinas/vecinas
madres.
En mi
experiencia no me ha sucedido que esta forma de consulta la hagan dirigentes
comunitarios de organizaciones como juntas vecinales, locales partidarios,
punteros, etc. En estos últimos,
los pedidos tiene mas que ver con un evento, una charla, pero no llegan con
estas profundas preguntas, esta sensación de impotencia, inermidad. Por lo que este concepto de líderes a
los que habría que detectar, no aparece como vía de comienzo de un proceso. Sí es esperable
que en algún momento de este proceso, haya una intersección entre los grupos que
inicialmente demandan en relación al consumo de drogas en su barrio y quienes
conocen,
aglutinan,
organizan movimientos que tienen que ver con los derechos de los pobladores, la
organización de sus luchas, etc.
“Nuestro
problema es el consumo de drogas”, decían los pobladores de una “villa miseria”
del GBA. Un barrio donde la mayor
parte de la población tiene las necesidades básicas insatisfechas, estando por
debajo de la línea oficial de pobreza, donde la violencia social y policial se
lleva cada semana la vida de los mas jóvenes, en donde los mismos señalados como
violentos son las víctimas de la violencia propia y ajena.
No son los
chicos del barrio, hijos del barrio, que están desenganchados de todo proyecto y
en una esquina denuncian todo su malestar quienes se van a acercar a una
propuesta de una “Institución especializada”. Porque ellos denuncian, no piden
“tratamiento”. Los que se movilizan
“por ellos”, en realidad por lo que ellos movilizan en quienes consultan, son
los que pueden destrabar, traducir, reformular esto que aparece ubicado en el
consumo de drogas.
Y así, serán
quienes, a partir de arribar a un diagnóstico de su propia situación, puedan
establecer una serie de problemas, jerarquizarlos, relacionarlos con los actores
necesarios para transitar su tratamiento, discriminar cuales están en la orbita
de su familia, su cuadra, su manzana, su barrio, municipio, provincia,
país.
Por eso, creo
en una prevención que escuche, mas que decir. Porque en la medida que
escucha puede atender aquello que
aparece denunciado por el consumo de drogas. En tanto “diga”, obturará la
posibilidad de trabajar sobre lo que realmente importa.