El tema de la
identidad en relación a la disciplina del servicio social
Se
considera que las profesiones de ayuda lleven adelante la propia
intervención, a través de una continua y multiforme
conexión entre las instituciones proyectándose en una
producción de sentido acerca de la lectura, la relevación,
y la interpretación de necesidades hacia las cuales están
llamadas a individualizar respuestas.
El trabajo social expresado en
las profesiones de ayuda, parece consistir, cada vez más, en la
gestión (gerenciamiento) de la complejidad ,
elemento del cual se teoriza una continua expansión paralela
al desarrollo de la sociedad, no como consecuencia de este último, sino como elemento estructural del proceso mismo.
En
efecto-sostiene Morin-hay una complejidad cuando son inseparables los
diferentes componentes que constituyen un todo (como aquella
económica, aquella política, sociológica,
psicológica, afectiva, mitológica) y cuando hay un
tejido interdependiente, interactivo e inter-retroactivo entre las
partes y el todo y entre el todo y las partes.
La gestión de sistemas
complejos requiere un elevado nivel de profesionalidad, un adecuado
manejo de instrumentos profesionales y la utilización de
diversas claves de lectura de la realidad social.
Cabe preguntarse
entonces, si el paradigma teórico de la identidad, entendida
en este contexto como identidad colectiva en relación a la
dimensión profesional, pueda-a traves de las categorías
de complejidad y pertenencia-favorecer una reflexión en
mérito a la doble exigencia, madurada desde el servicio
social:
- la necesidad de
poseer un cuerpo teórico adecuado, un campo cognitivo
específico;
- la necesidad de
componer una intervención adecuada en relación a los
puntos de mayor fragilidad presentes en la dimensión social.
Esto
significa partir del presupuesto que el servicio social no exista
sólo como dimensión profesional, sino que tenga también un
estado incipiente como disciplina, con
una propia autonomía teórica y que se manifiesta sobre
la intervención social.
Pero al sostener esta afirmación,
no se puede no evidenciar los multiples puntos en común que
el servicio social tiene con otras disciplinas, campos semánticos
contiguos, sino comunes para ciertos aspectos, de frente a una cierta
diferenciación dentro de sus propios confines.
Como sostenía
Elisa Bianchi al definir el servicio social: una disciplina
de síntesis que, para conocer e interpretar la realidad de las
personas, de los contextos sociales, de las relaciones recíprocas
y para intervenir sobre ellas, se relaciona con diversas
disciplinas, con diversas metodologías, con diferentes
lenguajes, con diversas corrientes de pensamiento al interno de
ellas.
Pero como el problema
de la multidisciplinariedad no puede ser reducido a una simple
combinación entre disciplinas, deviene necesario profundizar
la reflexión sobre la propia especificidad epistemológica,
a través de una relación dialéctica con las
otras disciplinas, cambiando de lugar la confrontación desde
el terreno de los intereses hacia aquel de las competencias.
Se piensa que los
actuales cambios registrados en la realidad social puedan producir,
en un futuro próximo, una demanda cada vez más amplia de
perfiles profesionales capaces de interaccionar entre diversas
disciplinas y con diversos perfiles, llevando
la confrontación hacia un terreno de competición solidaria.
Ello sugiere para la disciplina del servicio social, por un lado, la
oportunidad de pensar en una diferenciación mayor, de
proyectar y buscar sinergías entre modelos diversos; mientras por el otro evidencia la necesidad de
crear un mayor anclaje de la reflexión teórica en una
dimensión autónoma, que busque en la confrontación
aquellas compatibilidades y convergencias que puedan subsistir en el
campo de las ciencias sociales.
Sobre
este tema Folgheraiter afirma: cada profesión, debe
tener
..,una ciencia propia, y bien diferenciada que le haga de
soporte. Debe poder demostrar que dispone de una propia matriz para
la elaboración y el desarrollo del conocimiento, de un propio
código de selección/lectura, de la realidad .
Parece entonces poder afirmar, en acuerdo con este autor, la
necesidad de que los conocimientos racionales requeridos para una
acción profesional competente, deban estar estrechamente
conectados a un núcleo central que le contradistinga la
identidad.
Pero no siempre la
ciencia de referencia dispone de un
cuerpo teórico sistemático, es así como la conciencia
de la identidad del trabajo social pertenece a aquellos que lo
practican y en menor medida a quien hace referencia a él,
desde el exterior.
Para contrarrestar, parece importante que exista un área de
reflexión específica, peculiar, destinada a conocer y
comprender qué cosa le compete hacer a esta profesión,
a elevar el grado de claridad epistemológica, a hacer que la
cultura teórica se consolide objetivamente y se difunda sobre
un plano de conciencia entre sus miembros.
Como
contribución a ello, la reflexión elaborada de la
Sociologia de las profesiones, en su evolución histórica,
subraya la importancia de esta dimensión teórica, como
primera entre los requisitos necesarios para definir un status
profesional. .
En particular el esquema de análisis propuesto por
Prandstraller a través de los parámetros de
inclusión-exclusión entre las profesiones, parece
resaltar la necesidad de disponer de un paradigma cognitivo como
soporte de un saber experiencial.
En tal sentido debe leerse el
requisito de poseer un skill profesional fundado sobre
campos teóricos definidos (
)formando un sistema
coherente del cual la forma profesional trae su identidad cognitiva,
con bases y soportes en una formación sufiecientemente
identificable.
En relación en
cuanto hasta aquí se ha sotenido, se podría deducir
cómo el saber profesional tenga la necesidad de identificarse
con un paradigma cognitivo de confines definidos y permanente en el
tiempo, para lograr coherencia, pertenencia y reconociemiento.
Ello
permite llevar adelante un proceso de identificación respecto
a un saber compartido y al mismo tiempo favorece un proceso de
diferenciación de los otros componentes cognitivos y
comportamentales . Pero, ¿cuáles se consideran que puedan ser
los nodos centrales que componen el campo cognitivo del servicio
social que permitan el desarrollo de una identidad disciplinar y
profesional mayoritariamente legitimada?
De la claridad
del objeto al desarrollo de la pertenencia.
El requisito de
definición de un más riguroso status epistemológico,
que legitime mayormente el rol disciplinar, parece pertenecer no sólo
a la disciplina del servicio social, sino también a aquellas
contiguas, afines, con las cuales condivide un campo semántico
y un acercamiento interdisciplinar en la individuación de las
claves de lectura y de los esquemas interpretativos de referencia.
La necesidad de tomar al individuo en su globalidad a través
de un tratamiento multidisciplinar y multidimensional, parece
confirmada también, por la última definición de
Servicio Social elaborada y compartida por la Federación
Internacional de Servicio Social (IFSW; Montreal, Julio, 2000) y que
sustituye la precedente, delineada en 1982 .
En ella, de hecho, se delinea un rol profesional ligado a una acción
promocional que tiende hacia el cambio, una capacidad de resolver los
nodos problemáticos creados en las relaciones humanas y la
posibildad de desarrollar y favorecer en la población las
condiciones de bienestar.
A través de la utilización de
teorías de las ciencias sociales, el servicio social
profesional interviene en aquellas situaciones en que la población
interacciona reciprocamente con su proprio ambiente. Los principios
ligados a los derechos humanos y a la justicia social representan el
fundamento de la acción profesional.
La historia del
servicio social, sea en la óptica profesional que en aquella
disciplinar, parece haberse desarrollado al interior de dos
paradigmas de referencia: por una parte el trabajo en favor de la
promoción de las personas, en la búsqueda de formas de
solidaridad activa, concibiendo el care como la capacidad
de tener en cuenta las necesidades de las personas y de su contexto
de referencia; por otro lado se revela la insistencia en promover
políticas sociales y animación de la participación
entendidas como utilidad comunitaria, como elaboración de
ventajas complesivas capaces de incidir sobre los contextos locales y
sobre los recursos de pertenencia.
En el proceso de
ayuda, la intervención del servicio social está
dirigida a una dimensión específica de la necesidad,
aquella de la autonomía y responsabilidad, y a un específico
aspecto de la respuestas, aquel de la globalidad capaz de leer esas
dimensiones y activarlas. Compartiendo la atención que muchos
autores ponen en el objeto del servicio social, definiendolo como: la
relacion entre la persona, su autodeterminación y un sujeto
que está dentro de una comunidad ,
se considera oportuno subrayar cómo emerge la triple
focalización- hacia el individuo, la organización y la
comunidad- como característica fundante del hacer profesional,
y de los orientamientos teóricos y deontológicos de
referencia.
Su acción, de hecho, se despliega en el prevenir y
resolver situaciones de necesidad, en un sistema de welfare dentro
de un contexto comunitario
En tal acción se considera que haya una responsabilidad
directa del profesional en correspondencia con una diversa relación
entre individuo y ambiente, en la cual se evidencia una óptica
unitaria de cada situación humana y la perspectiva de la
complejidad como contexto social de referencia.
En tal sentido, la
interpretación correcta de servicios sociales, no se refiere
tanto a intervenciones para responder a patologías sociales en
acto, cuanto, más bien, a la formulación de elementos
constructivos en una sociedad compleja. El punto de observación
del servicio social, permite poner en evidencia cómo la mayor
dificultad que encuentran las personas
que se dirigen a los servicios, la mayoría de las veces, esté
representada por la necesidad de componer respuestas en modo global a
las necesidades relevadas.
Para que pueda configurarse este espacio
de recomposición, se considera necesario que existan
particulares competencias sea de parte de los asistentes sociales que
de parte de los usuarios, a los cuales viene reconocida la capacidad
de sentirse responsables, ayudándoles además a ejercitar tal
responsabilidad.
A la atención que se da, al hecho
problemático presentado por el usuario -sea éste individuo,
familia o comunidad- es necesario ofrecer prestaciones válidas
para sostener su crecimiento y su autonomía.
La noción de
complejidad incorpora la exigencia de desarrollar un pensamiento y un
tratamiento multidimensional a la relación de ayuda, con el
fin de favorecer la comprensión de los múltiples
aspectos de los cuales la realidad misma está compuesta,
aspectos que es necesario distinguir, y, al mismo tiempo hacerlos
comunicantes Complejidad es sinónimo de
irreductibilidad a un único criterio de indágine
cognoscitiva y de intervención práctica, dado que una
exploración de un sistema complejo llama en causa y moviliza,
la comprensión de una globalidad de puntos de vista, de
perspectivas explicativas, cada una idónea para dar cuenta
de aspectos particulares
La noción de
unidad, como condición intrínseca de sujetos, se
traduce, entonces, en la posibilidad de reconocer a la persona la
potencialidad de desarrollar autonomía y responsabilidad, la
capacidad de devenir un sujeto de la propia vida .
De frente a una exigencia cognoscitiva e interpretativa expresada
por la disciplina del servicio social, los esquemas teóricos
generales a los que se considera poder hacer referencia, pasan a ser
aquellos ineherentes al hombre, y a su pertenencia a un contexto
específico, a un sistema social.
Como evidencia, Dal Pra
Ponticelli afirma que el objeto de conocimiento y de intervención
del servicio social está representado por el hombre y
por su contexto de pertenencia, respecto a los cuales son
requeridas capacidades cognitivas y competencias, a fin de poder
tomar sea los aspectos de complejidad que los de unicidad existentes
en cada situación social
A través de tal
impostación, el ser humano se configura como un sujeto a
respetar y promover, titular de capacidades, de responsabilidades, de
necesidades, de una autonomía que se debe estimular, un sujeto
en grado de sostener una relación de ayuda, una colaboración,
un partenership con una finalidad a desarrollar.
Se delinea así,
la necesidad de pensar una relación profesional capaz de
facilitar las relaciones y promover una red de recursos comunitarios,
o para decirlo en palabras de Donati: la capacidad de proponerse como
guia relacional
Unitariedad y
complejidad parecen ser entonces, los elementos que mayormente
caracterizan el objeto del servicio social, el mínimo comun
denominador, respecto al cual las diversas teorizaciones
disciplinares, deben partir y dirigirse.
Los acercamientos teóricos
al interno de estos paradigmas, pueden representar aquel campo
cognitivo del cual la forma profesional trae su identidad cognitiva,
los valores y orientamentos culturales comunes, de los que
descienden el significado y las líneas guías de las acciones y
los comportamientos profesionales, considerandose que ellos puedan
favorecer la consolidación de una pertenencia disciplinar y
profesional.