Bien sabido es que las bases de la Argentina moderna fueron previstas sobre el asentamiento planificado de extranjeros, quienes - vistos como colonizadores y futuros propietarios de la tierra - asegurarían el poblamiento equilibrado y lo largo y ancho del país.
No fue ésta la concreción si bien el país se abrió a la Europa de la Revolución Industrial y con ello a la necesidad de habitar el territorio. La Argentina recibió entre 1861 y 1879 a 160.000 extranjeros -18-; y 841.000 inmigrantes entre 1881 y 1890. En 1895 la población total del país era de 3.954.000 habitantes y 7.885.000 en 1914. (GERMANI apud ROUQUIE; 1987:31).
Según estudios realizados proporciones del 70 a 80% de extranjeros, se asentaron en diferentes áreas geográficas -19- centros urbanos y categorías socio económicas, atendiendo a lo señalado en páginas anteriores. El caudal inmigratorio de base francamente latina, se constituyó - en un 80% de españoles e italianos -20-.
Las tierras ganadas al indio luego de 1890 se vendieron, en el mejor de los casos, a bajo precio y por adelantado para pagar los gastos de la expedición que comandara el Gral. ROCA -21-; también fueron entregadas por el gobernante a quienes las conquistaron o formaron parte del grupo expedicionario.
De este modo el torrente inmigratorio, vio alejarse el sueño del "farmer" y pasó a engrosar la población asalariada urbana, contratada como mano de obra barata para la agricultura en sus modalidades de puesteros y trabajadores estacionales. Integraron un proletariado numeroso y concentrado en el puerto y junto a ellos los naturales del país mayoritariamente mestizados, ocupados como asalariados urbanos y campesinos.
Los extranjeros de la urbe y el campo perdidas las esperanzas de la tierra propia carentes de representación política y ejercicio del voto, mostraron condiciones para luchar por sus reivindicaciones promoviendo no pocos enfrentamientos en el escenario social y político de principios de siglo.