Mejor decir "las urgencias", para que el plural preserve la idea de lo
singular de cada una, y acentúe lo relativo de una noción que intenta
generalizar una clínica tan rica y diversa.
De todos modos, se pueden trazar algunas líneas típicas, que ayudan a
situar y a soportar nuestra práctica en este campo.
Empezaría diciendo, que hay urgencias, en tanto, para el sujeto del
lenguaje, es posible desesperar, es posible llegar a esos confines donde ya
no hay palabra, donde el tiempo de pensar se eclipsa, y sólo se avizora,
con apremio, el momento de concluir.
Aguda ruptura de la normalidad cotidiana; despertar del sujeto a una
pesadilla sin fin; insomnio que persiste, incurable, denunciando que, para
ese sujeto, ya no hay lugar en el Otro. Súbitamente se ha vuelto un
extranjero, para quien no hay hospedaje.
Puede corresponder a la clínica de la angustia, si el deseo, yendo más allá
de la ley, lleva al enmarcamiento de un real siniestro, haciendo vacilar el
fantasma y sacudiendo la identificación narcisista; si la certeza del
objeto es correlativa de un borramiento del Otro, así como de sus
resurgimientos superyoicos, cuando el sujeto deseante, llegado a ese
encuentro, sobreviene "objeto real" para otro que falta y que es revivido
allí como Otro "de goce".
O bien puede tratarse de la clínica de las psicosis, si lo que sobreviene
es la vivencia de fin de mundo, experiencia catastrófica, distinguible de
la angustia, en tanto, en principio, aquí no hay marco, no hay borde que
circunscriba a un goce extraño, que invade mortíferamente; si el sujeto
está objetalizado, desolado en una nadificación, o perplejo, sólo seguro de
la autorreferencia de un lenguaje que le habla alucinatoriamente.
También cabe mencionar los riesgos de una identificación al objeto, en la
clínica de los duelos patológicos, toda vez que, para el sujeto, llegar a
ser ese objeto perdido, único e insustituíble, entraña la posibilidad de
una salida absoluta, la de perderse irremediablemente con él.
En cualquier caso, nos encontramos con una situación subjetiva apremiante y
comprometedora. Factor común de "peligrosidad para si y para terceros",
como fuera consagrado tanto por legistas como por psiquiatras. He aquí el
"diagnóstico de situación" prevaleciendo en un primer momento, por sobre el
"diagnóstico de estructura", en función de una primera decisión de
urgencia. Porque no es el hecho de diferenciar si es neurótica o psicótica
la estructura lo determinante para dicha decisión, sino las coordenadas de
la situación expuesta, básicamente, la relación entre el sufrimiento del
paciente y su contención posible.
Se trataría del "peligro" del acto, que pudiera concluir el sufrimiento, a
falta de palabra que funcione de límite. Acto que se asoma o se precipita
como único tope posible, o como única vía de borramiento. Corto circuito
lógico, que deviene sinónimo de la urgencia propiamente dicha. Y más allá
de las formas que puede adoptar, dicho acto no deja de responder a la
lógica subjetiva del "intento de curación", tal como Freud entendiera al
delirio.
Clínicamente será valioso apreciar su dimensión de acting-out o de pasaje
al acto, según la relación al Otro en juego- presente o no- en función de
orientarnos para un tratamiento posible.
A propósito de esta relación al Otro, sostengo que no hay clínica de las
urgencias sin "lo Institucional" como término en correspondencia, sea lo
que fuere, lo que opere allí como tal: Hospital, Iglesia, Fuerza Pública,
Familia, en fin, todo aquello que pueda operar "en Nombre del Padre",
alojado y apaciguado, "normalizando" la locura.
En principio, entonces, la lógica misma de las urgencias determina al Otro
en el lugar del hospedaje, respuesta del "hospital", por ejemplo, y valga
aquí dicho término en su pleno sentido etimológico. "Contención",
psicofármacos, internación o "derivación" : Tiempo médico, Tiempo del Amo,
con la característica, muchas veces, de forzamiento en mayor o en menor
grado.
Paciente, a menudo, traído y forzado, lo que inevitablemente plantea
cuestiones éticas en general, y para el analista en particular.
Ahora bien, puedo pensar también, que en "lo forzado" de este tiempo, en el
que se opera por fuera del sujeto, se revela la primordial imposición del
lenguaje sobre la criatura humana, que de allí en más, quedará a atada
inevitablemente a su "morada". Tiempo anterior, lógicamente, a la
emergencia del sujeto, que las urgencias testimoniarian.
Razones del Discurso del Amo, necesarias en esta clínica del sufrimiento
agudo, en cuya estructura el analista es tomado y se deja llevar, investido
de un poder que considerará un ropaje provisorio, sabiendo que
identificarse a él, consolidarse en " el Otro" para un sujeto, sería "una
canallada", como lo expresara Lacan oportunamente.
Tiempo mostrativo, también, si observamos que reiteradamente en ese
encuentro entre el paciente en urgencia y el Otro (Institución o sucedáneo)
se desarrolla una escena pública, en la cual, la mirada, ya sea "en
guardia", ya sea parte de la obscenidad, tiene un papel importante. Porque
el desborde del sujeto, tiende a que lo privado trascienda y devenga
público, objeto de mostración, "cuadro" clínico.
Luego, la reaparición del pudor y la vergüenza, es el signo que acompaña,
muchas veces, la salida de la crisis.
Por otra parte, y más allá del límite que es pertinente poner al exceso
mostrativo, entiendo que esta escenificación, en relación a la mirada del
Otro, esta dimensión de acting que pueda adquirir el padecimiento, podría
funcionar, en alguna medida, como puente entre la soledad de la urgencia y
una eventual reinserción en el Otro.
En síntesis: Cierta instrumentación de un lenguaje que fuerza, a la vez que
aloja e hipnotiza; y cierta función de lo imaginario, armando una escena,
operando articuladamente con lo simbólico y acorde a cada caso, resulta ser
una respuesta ajustada a razones estructurales, y por ello, eficaz en este
tiempo de normalización. El tiempo del síntoma vendrá después. Y con él, en
las neurosis, la interpretación y el trabajo elaborativo en transferencia,
desde la particularidad del síntoma hacia los singular del sujeto. En las
psicosis, el trabajo de sostener una estabilización, a pesar de las
vicisitudes de la transferencia psicótica y sus desafíos.
Dejarnos perforar en nuestro saber, abrimos a intervenciones "no standards"
que intenten ser fieles a cada caso; reconocer lo necesario, muchas veces,
del recurso médico, como así también prever las fascinaciones del poder que
nos delegan, son algunas enseñanzas posibles.
Y en estos giros de discurso, tal vez un analista pueda advenir, allí donde
era el amo.