Conozco a Marta en octubre del `96, cuando se inicia su etapa de admisión. En el momento de la primera entrevista no conozco casi nada acerca de ella. Priorizo la concreción de
un encuentro a la lectura de su historia clínica. Me sorprende su aspecto,
más similar a una paciente de
internación que al de alguien que circula por
Hospital de Día. Muestra una imagen de descuido y abandono; parece
lejana, como ausente, en otro lugar.
Lo primero que surge en su presentación es la relación conflictiva
que mantiene con su familia. Menciona recriminaciones, presiones, gritos y
golpes sobre los que no quiere hablar. "Estoy enganchada con los
problemas familiares y siento que no puedo escaparme de ellos". "No sé
defenderme". Marta vive con su madre,
"...siempre gritando, acusándome de
todo", su padre "...No se puede hacer cargo
de nada: es como un gatito. Mi mamá dice que es
autista", y su hermana mayor "...me golpea con zapatos en
la cabeza... no me deja comer en la
mesa...". Todos se oponen a su
tratamiento.
La preocupación central que
marca Marta en este momento es la de obtener un empleo, poder
autosostenerse económicamente. Según ella, esto
le permitirá disolver la tensiones en su casa. Tiene 30 años y su historia
laboral es extensa: trabajó como administrativa, dio clases, tuvo un
comercio propio. Interrumpió sus estudios de Derecho a raíz de su primer
crisis por la que fue internada en el Moyano.
Menciona a una pareja con la
que convivió y rompió hace un año y
medio pero de la que tampoco quiere hablar.
Se refiere a Hospital de Día
como su última esperanza. Viene caminando porque no dispone de dinero para
el pasaje.
Dice haberse quedado con pocos amigos y recurre a ALCO
(Asociación de lucha contra la obesidad) para
obtener algunos.
"Quiero ponerme en
actividad, pero una actividad organizada, donde haya un orden... Me gustan los
lugares donde no hay despelote..."
- "NADA VALE LA PENA"
Marta ingresa a Hospital de
Día. Relativiza persistentemente la
eficacia del tratamiento haciéndose eco de
las presiones de su familia. Habla de una angustia que no puede controlar,
que le hace permanecer en la cama, de un desgano que la paraliza.
"No tengo ganas de enfrentar
el mundo... No tengo fuerzas para modificar la realidad..." "Antes tenía ilusiones, ahora tengo solamente frustraciones"
Marta dona sus órganos
al INCUCAI, quiere sentirse bien pensando que otro vive gracias a ella.
"Me gustaría ser una persona
muy viejita para que me falte poco para morir..."
"Me hubiera gustado haber
podido formar una familia... tener un hijo... Ahora ya es muy tarde..."
Paralelamente a este sentir,
Marta insiste en su necesidad de obtener algún recurso económico que la
libere de "sentirme una carga para mi
familia". Por este motivo, concurre a
AMIA, institución que conoce por haber trabajado allí al finalizar el colegio
secundario. Tiene posibilidades de obtener un subsidio temporario pero no
logra concurrir a la segunda entrevista:
"Es una situación muy
incómoda... siempre estuve acostumbrada a manejar mi propio dinero".
"Siempre hice cosas para los demás... nunca le encontré sentido
a hacer algo para mi..."
En este tiempo afianza su amistad con Diana, a quien conoce de
Consultorios Externos del Hospital y ante una agresión física por parte de
su familia, decide pasar una semana en su casa. No quiere permanecer allí
más tiempo:
"Tengo miedo de volver a mi
casa y que me hagan sentir culpable... pero no quiero ser una carga para Diana...".
"Me siento un gran paquete y
no se que hacer conmigo".
Su discurso oscila permanentemente entre la denuncia hacia su
familia y el sentimiento de culpa que esto le genera, apropiándose de
las palabras de su madre y su hermana para con ella.
"Me fui de mi casa con el
cuerpo pero no con el alma"
"No se si los demás
esperaban mucho de mi o yo prometí demasiado... Me siento como si le
hubiera fallado a todo el mundo"
Habla de una Marta pasada y omnipotente que se contrapone a
"una Marta viejita" que no puede
responder a "...un para qué tan grande que
me frena"
Transmitía en las entrevistas
una sensación de impotencia y desasosiego.
A este inicio del tratamiento
de Marta, yo traía algunas cuestiones, que en ese momento pensaba me
bastarían para organizar la dirección
de mi intervención. Partía de
contemplar la misma en relación a los objetivos
del dispositivo que constituye el último eslabón en el tratamiento del
paciente: rehabilitación y resocialización.
Pensaba que mi trabajo estaría focalizado en la reconstrucción de
la red vincular del paciente, la articulación de los recursos necesarios para
la consolidación de cierto grado de independencia, la recuperación y
afianzamiento de habilidades que le permitieran su inserción laboral, incluyendo
a la familia en este proceso.
Pero me enfrenté a una
situación que implicó reformular los
ejes generales de mi trabajo. Marta se desenvolvía eficazmente y por sí sola en la obtención de recursos institucionales, poseía una gran facilidad para
relacionarse con los otros y generaba vínculos por los lugares donde circulaba.
Por otro lado, se había acordado dentro del miniequipo tratante y en
función de considerar la conflictiva familiar, mantener por fuera del dispositivo al grupo conviviente; sólo se convocaría
a la hermana menor al espacio de Grupo de Familiares.
En este punto me preguntaba
qué pesquizar, qué elementos ubicar.
Ciertamente consideraba que la demanda no es algo que está ahí esperando
ser descubierto, sino aquello que es plausible de construirse, pero por
momentos resultaba complicado orientarse en este tránsito. Para este tiempo,
las sospechas entre profesionales del equipo acerca de la especificidad del
"abordaje social" estaban al
descubierto. Apelé a una frase de Nietzche:
cansado de buscar, me senté a esperar... En mi caso, fue a escuchar.
Podía empezar a delimitar los
núcleos significativos en el relato que traía Marta: su posicionamiento
dentro de la familia, su vínculo con el dinero -y el papel que éste jugaba
en el grupo- y aquello que, ella entendía, constituía su malestar.
- "UN ATAQUE DE ACTIVIDAD"
Realiza una buena inserción
en Hospital de Día. Participa activamente de todas las actividades y
organiza con un compañero con el que tiene gran afinidad (pertenece a la
colectividad judía, estudia derecho y tiene su misma edad), un taller de
música semanal que se sostiene a lo largo
del verano. Incrementa su actividad social por fuera del Hospital y comienza
a interesarse por mejorar su aspecto físico, concurriendo a clases de
gimnasia.
Empieza a trabajar dando clases de apoyo en contabilidad y
matemática a partir de un anuncio en la
revista Segundamano y vecinos conocidos. Decide retomar la carrera de Derecho.
"La actividad me distancia de
la angustia. Me hace no pensar..."
"Quiero encontrar actividades
que me gratifiquen"
En el centro de este despliegue de actividades, las entrevistas
con Marta continuaban signadas por un sentimiento de angustia, al que hace
permanente referencia.
Explicaba sus acciones en
términos de huída de su casa y al
mismo tiempo para satisfacción de su familia, más puntualmente su madre.
"Yo tengo que ir a trabajar,
no me puedo dar el lujo de venir acá"
"Pienso que mi hermana Karina
y el marido me quieren porque yo los ayudé mucho económicamente
cuando tenía el negocio"
Los proyectos que no involucran un beneficio material para su
entorno, imprimen en Marta un sentimiento de culpa.
"Siento mucha culpa su salgo y me divierto... pienso que tendría
que estar haciendo algo por mi familia".
"Mi familia dice que yo
necesito trabajo, no tratamiento..."
Enmarcado en este sentimiento, aparece el temor por no poder
enfrentar lo que se propone:
"Hago las cosas mal... Hago
siempre las cosas a medias... No sirvo para completar un proyecto".
Duda permanentemente de su capacidad para llevar adelante lo que
se plantea:
"Hay gente que sirve para vivir
y otra que no, como yo"
En este período del
tratamiento decido abordar dos ejes. Por un lado trabajo con la organización de sus
actividades cotidianas extra-hospitalarias en función de sus tiempos,
sus prioridades, necesidades y deseos apuntando a desarticular la sensación
de frustración que le ocasionaba "no
poder con todo".
En este orden, el
equipo consideraba que Marta estaba en una etapa "hipomaníaca" y que era necesario acotarla. Con el terapeuta individual se acuerda exigirle elegir
determinados espacios grupales y comunitarios debiendo resignar otros.
Por otro lado, intervengo allí
donde Marta visualiza la presión de su
familia y explicita no encontrar el modo de desprenderse de ella. Busco
fortalecer el espacio de su tratamiento como un lugar propio, independiente,
sostenido por ella misma, enfrentándola al modo en que, desde el inicio, la
familia obstaculizó su consecución.
Se plantea el lugar que ocupa
Marta en esta familia donde aparece lo
económico como elemento central de su dinámica. Las alianzas y
obediencias parecían estar más sujetas a
los bienes que a otro tipo de lazos. La relación con la familia ampliada se
había quebrado por "cuestiones de negocios". Ella podía visualizar su incomodidad de ser proveedora de dinero y de no trabajar para si, pero se
quejaba de no lograr modificar su posición. Se trataba, entonces, de
ubicar a Marta en este punto donde conseguía resistir el mandato de su familia.
- "ME SIENTO MUERTA"
A mediados de marzo la hermana menor de Marta, Karina, decide ir
a vivir a Israel con su esposo y sus hijos ante una oferta de la Embajada,
que le facilitaría empleo y la posibilidad
de estudiar. Este hecho la angustia profundamente. En primer término,
su madre y su hermana le recriminan a Marta no poder ayudar
económicamente a Karina para que pueda quedarse
en Buenos Aires. Por otra parte, guarda una relación muy estrecha con su
sobrina Susana, a quién refiere haber cuidado durante mucho tiempo
mientras su hermana "estaba mal" y
cree no "poder soportar" que esté lejos.
"Sin Susana y sin mi hermana
la vida no tiene sentido. No tengo ganas de vivir... Me siento muy triste y
desganada"
Este episodio implica que Marta comience a hablar de
acontecimientos pasados, de su infancia y
adolescencia. Refiere hechos de violencia entre sus padres y entre Karina y su esposo.
"Para mi mamá y mi hermana
es natural que el hombre le pegue a la mujer... Yo no soporto la
violencia. Cuando conozco a un hombre lo primero que le pregunto es si golpea a las mujeres..."
Por este tiempo, Marta había
obtenido el subsidio de la AMIA, continuaba dando clases y concurriendo a
la facultad. Había comenzado a ocuparse de su cuerpo y estaba bajando
de peso. La partida de su hermana la retrotrae a las crisis anteriores
por las que debió ser internada y manifiesta temor por que esto vuelva
a ocurrir.
Le preocupa su "desinterés" e intenta "imponerse responsabilidades" . Cobra fuerza su miedo a no poder llevar adelante sus proyectos.
"Tengo miedo a no poder
sostener mis proyectos y no poder dejar de hacer lo que espera mi mamá de mi..."
Habían pasado 4 meses de
tratamiento, y yo junto con Marta, percibía que empezábamos a desandar
lo trabajado en ese período. El desgano y el agotamiento que ella mostraba
se iban apropiando del contenido de las entrevistas. La partida de su
hermana irrumpía contundente sobre los movimientos que Marta iba esbozando.
Me preocupaba perder la dirección de mi intervención, no pudiendo visualizar
con claridad los espacios donde ella aún se manifestaba comprometida con
enfrentar lo que la angustiaba.
Me centré en realizar con
ella una recorrida por todos los momentos de su paso por Hospital de Día,
desde la crisis que motivó su derivación
-de la que nunca había deseado hablar- hasta la actualidad. Pretendía
que resignificara sus acciones dentro del proyecto personal de modo que le
permitiera pensarse por fuera del proyecto familiar; partíamos de cuestionar su papel de responsabilidad en la partida de su hermana. Aposté a que apareciera aquello de lo que Marta no quería hablar por la angustia que
le generaba, pero que había empezado a mencionar: sus crisis y su ex-pareja.
- "ME ASUSTA VIVIR"
Marta parece decidida a encontrar UN LUGAR para ella, aunque
refiere esto le provoca "miedo y angustia". En esta época insiste el miedo:
"Tengo miedo a repetir la
historia de mis padres..."
"Miedo a tener hijos"
"Miedo a cuando se termine
el tratamiento"
"Miedo a relacionarme con
los hombres"
"Miedo a estar sola... a no
ser querida"
"Miedo a enfrentarme con el
mundo"
En cada momento donde se le devela el motivo de su angustia,
encuentra un modo de explicarla y percibe posibilidades de sortearla,
Marta se enfrenta al miedo.
Comienza a hablar de sus parejas.
"Mi primer novio lo tuve a los
18 años; era un chico de la colectividad. Con él estuve 4 meses pero no
tuve relaciones porque tenía miedo... A los 19 años conocí a Jorge, que me lo presentó una amiga... Me gustaba mucho porque era muy inteligente,
estaba a punto e recibirse de psiquiatra... El tenía 35 años... A mí
me daba miedo esta relación porque la
veía como muy formal... me daba miedo el compromiso... en esa época tenía mucho miedo a las relaciones con los hombres..."
"A los 20 años conocí a Juan...
Entró al negocio a comprar un
guardapolvo..."
Sobre Juan comenta que fueron amigos durante mucho tiempo.
Cuando ella tiene 23 años y él 42, le dice
que está enamorado de ella. En este momento ubica Marta su primer
crisis. Luego de este episodio se reencuentra con Juan y tiene con él relaciones
sexuales por primera vez. Refiere que este hecho le genera culpa a ambos:
"Claro, él era como un viejo degenerado".
"Siento culpa por haberlo
hecho. Si mi mamá se entera se muere. Siento que la defraudé... Me daba
culpa que mi pareja no me golpeara como a Karina y a mi mamá..."
Habla acerca de lo que le fue inculcado por sus padres en torno a
las relaciones sexuales.
"Ellos siempre me dijeron
que acostarse con un hombre sin casarse era algo malo, feo, sucio... era
de puta"
"Los hombres te usan y
después te dejan..."
En función de estas
afirmaciones, Marta dice haber "huído de
los hombres" cuando se daba cuenta
de que no iba a poder "controlar sus
sentimientos".
En el transcurso de las
entrevistas en las que relata sus relaciones de pareja aparece Jaime, un hombre
con el que estaba saliendo, pero no había querido mencionar. Lo había
aceptado porque era lo que quería su madre:
era de familia judía.
"Lo dejé porque no me
gustaba... Bah, me parecía que yo no le gustaba... que
le interesaba nada más porque tenía que casarse con una chicajudía... Yo salía para probar...
Mi mamá decía que lo tenía que
aprovechar porque no entiende como se fijó en mi, que soy gorda, fea
y maleducada..."
Romper esta relación, pone a
su madre "furiosa" y Marta lo
vivencia como un triunfo, en tanto pudo enfrentarse a un requerimiento de
su madre. Relata episodios en que los hombres les regalan flores que ella le
obsequia a su madre:
"Siempre elegía los hombres
pensando en lo que le gustaría a mi mamá... Era como si fuera que
los hombres eran para ella..."
Continúa su relación con
Juan, pero no sabe en qué términos está
con él.
"Es el hombre más importante
de mi vida... Es el padre que no tuve y a veces el hombre que me gusta..."
"Era como un tío, un
papá, me trataba como si tuviera 5 años..."
La relación con Juan y lo
que ésta implicaba para su madre
ocuparán gran parte del decir de Marta en
esta época. Considera que fue la única
persona que la puso frente a una disyuntiva: su propio deseo o el de su
familia. Refiere que también él fue el
único que motivó un cuidado por la
cuestión estética. Relata que cuando
era más joven iba a bailar, pero sólo
para acompañar a su hermana Karina, y se
"quedaba sola en un rincón oscuro"
"En mi casa la linda era
Karina, los hombres eran para ella..."
Alude en varias oportunidades a costumbres de la cultura
zefaradí. Menciona que la familia de la
mujer debe otorgar dinero para poder casarse y que su hermana Karina no pudo
hacerlo con su primer novio por falta de aquel. Ella asocia esta idea:
"Yo siempre sentí que debía pagar para
que me quieran". Dice admirar a la
gente religiosa por "su voluntad y el
respeto hacia el otro".
El relato de Marta es cíclico
y por momentos abrumador. No logra desprenderse de las palabras de
su madre y cuando consigue enfrentarse a ella, la culpa la devuelve a un
estado de profunda angustia y temor.
Recordé a Jaime Ceballos, el
protagonista de Las Buenas Conciencias,
novela de Carlos Fuentes; no pude dejar de asociarlo a este momento
de Marta: "No he tenido el valor. No he podido ser lo que quería... No
puedo quedarme sólo con mi fracaso; no lo aguantaría; tengo que apoyarme
en algo... Me someto al orden, para no caer en la desesperación..."
Había sin embargo algo en
Marta que continuaba enfrentándose a este orden. Lograba pronunciarse
contra aquello que ella sentía, la
sujetaba, aunque se sospechara "incapaz"
de revelarse.
- "ELLOS HICIERON SU VIDA, SE CASARON, TUVIERON HIJOS,
UN NEGOCIO... YO TAMBIEN TENGO DERECHO"
Los padres de Marta deciden ir
a vivir a Israel y su hermana mayor a Brasil. Le entusiasma la idea de
"alejarse" de su familia al mismo
tiempo que teme "no poder estar sola".
Duda en un principio acerca de la posibilidad de seguir a su familia pero
resuelve quedarse:
"Hay cosas a las que no renunciaría por nada: mi país, mi idioma, la gente que conozco..."
En este período pasa mucho
tiempo en la casa de su amiga Diana porque no quiere escuchar más las
recriminaciones de su madre y planea ir a vivir con otra amiga, Alicia.
Proyecta un microemprendimiento con compañeros del Hospital de
Día. Por ahora, imparte clases de apoyo y trabaja por las tardes en una
fábrica de almohadas. Recibirá el subsidio
de AMIA hasta fin de año. Organiza su dinero y refiere que
"es la primera vez que respeto mi presupuesto".
Tiene una relación breve con
un compañero del hospital:
"Es la primera vez que no
tengo rechazo al contacto físico con otro hombre que no sea Juan... Me
dio dolor cortarla, pero siento que me sirvió para darme cuanta de que
podía estar con otro hombre... Igual me da culpa... no sé... culpa por sentir
deseo, placer..." "Se me confunde lo que me
enseñó mi mamá con lo que yo pienso..."
Le propone a Juan ser
"solamente amigos" porque "ahora se que
hay cosas que puedo hacer sin él..."
Relata estar contenta por haber logrado ingresar al Templo, ya que
no lo hacia desde su ultima crisis.
"Antes no podía ir porque sentía que
todos me miraban y me culpaban por lo de Juan"
Plantea por primera vez el
deseo de una familia propia.
Esta época constituye el
período final de mi trabajo con Marta, no
por su alta, sino por exigencias de mi rotación por el servicio.
Mi intervención estaba dirigida a sostener a Marta en su proyecto
de independencia y su decisión de quedarse en Buenos Aires a pesar de las
exigencias de su familia; oponerle a sus temores la afirmación de su
capacidad de gestión y obtención de
recursos, que mantuvo a lo largo de toda su historia personal.
Desde un inicio la estrategia
de tratamiento se orientó a desarticular los mandatos familiares allí donde
Marta lograba esbozar su cuestionamiento. Se trataba de resquebrajar un
entramado de disposiciones familiares en el que ella refería sentirse atrapada.
La cuestión implicaba desandar
los puntos significativos del modo en el que Marta fue
constituyéndose como sujeto moral
a partir de prescripciones que, emanadas de su
familia, se amparaban en un una serie de valores y conductas sustentadas
por su adscripción religiosa. A partir de las instancias donde Marta emitía
su queja se podía perfilar un reposicionamiento frente a lo que
se le presentaba como un imperativo.
Creía necesario, como ya lo
señalé, incidir en el lugar donde
Marta se desdibujaba en la figura de su madre y su familia, acompañándola a
hilvanar una historia propia y posible. Dentro de las sensaciones de
opresión y angustia en las que ella se describía
podía encontrar la brecha desde donde resistir al mandato que se le
imponía y construir otra mirada sobre
sí misma.
N de la R: todos los nombres han
sido cambiados para preservar la privacidad de los pacientes.