(para el hemisferio sur) Uso de drogas: prácticas profesionales cuestionadas Por:
En este trabajo, nos proponemos revisar la influencia en las prácticas profesionales de la asociación del uso de drogas ilegales con enfermedad, a fin de favorecer un análisis crítico de nuestras intervenciones. Asimismo, presentamos el resultado de algunas investigaciones referidas a las prácticas de los usuarios de drogas -particularmente de cocaína- a modo de contribución a su desmitificación.
La construcción del uso de drogas como problema social encuentra fundamento en diversos procesos económicos, políticos y culturales. Muchos análisis sobre el uso de drogas han eliminado su complejidad para reducirla, naturalizarla y circunscribirla a la interpretación jurídico-penal o psiquiátrica. Las prácticas profesionales de diferentes disciplinas reproducen esos saberes lo que se expresa en estereotipos que contribuyen al desarrollo de procesos de estigmatización social de individuos y conjuntos sociales. Resulta pertinente emplear el concepto de construcción social en los procesos de salud-enfermedad-atención, definido como "el proceso de condicionamiento recíproco entre las representaciones y las prácticas, desarrolladas tanto por los `especialistas del campo' (curadores) -incluidos los distintos niveles de organización institucional- y los diversos conjuntos sociales. A su vez, por representación social entendemos la articulación entre los modos de percibir, categorizar y significar (dar sentido)" (Grinberg et al., 1993). Diversas investigaciones han mostrado que la representación social de la enfermedad se describe como un estado que aparece bruscamente y que ha sido producido por una causa externa, que en general es de carácter social aún para la enfermedad mental. Se asocia también a la inactividad. Esta concebido como un fenómeno destructivo. Está relacionada con la pérdida del rol social, con la dependencia de otro y con la angustia (Páez et al., 1991). Para algunas personas la misma enfermedad es una manera de actividad. Este último aspecto puede relacionarse con los procesos de estigmatización social y resulta bastante claro cuando analizamos muchas de las historias de quienes se definen como "ex adictos".
Entre los estereotipos más habituales, el fetiche de las sustancias y la tentación de simplificar confunden cualquier uso de drogas con adicción y descartan las sutilezas del estilo en el uso, presentando soluciones preventivo-asistenciales que se circunscriben a la droga y no a los sujetos en los contextos donde se da el uso.
Autores alemanes contemporáneos como Scheerer y Schivelbusch, renuncian al uso de las palabras "droga", "psicoativo" o sus semejantes a favor de la denominación de sustancias de gozo/usufructo, por tratarse aquéllas de términos muy cargados semánticamente a lo largo de siglos de embates ideológicos. Este último término parece encarnar con mucha propiedad la razón de las dificultades (o imposibilidades) de prevenir el uso de esas sustancias por ser éstas primariamente productoras de placer. Ese concepto apunta también a las complejas posibilidades de las intervenciones preventivo-asistenciales orientadas a la disociación entre la búsqueda del placer y la compulsión, o a la reducción de los riesgos de un uso no controlado por las estrategias microculturales de autopreservación.
Con respecto a la adopción de medidas preventivas por parte de los usuarios de drogas, la experiencia internacional ha mostrado que las acciones deben fundarse en un conocimiento más preciso de sus prácticas, ya que en torno al consumo de drogas se desarrollan un conjunto de acciones, reglas, valores y rituales.
Se halló un enorme rango de diferencias en la cantidad de droga usada, la frecuencia, duración, intensidad y las razones para el uso. No obstante, se identificaron cuatro patrones generales de uso: la inhalación de cocaína; fumar crack/pasta base; cocaína inyectable y mascado de hojas de coca.
El comportamientos de fumar pasta base o crack es mucho más minoritario en los países estudiados y se observó principalmente entre los desempleados, "homeless", los pobres y otros grupos minoritarios y socialmente aislados como trabajadoras del sexo y chicos de la calle.
La pasta de coca (pasta, pasta basuca o basuco) se usa casi exclusivamente en Sudamérica aunque se la reportó también en el estudio de Corea. Se dice que involucra uso diario y a menudo se fuma en forma continua y descontrolada. Se la considera más dañina que la cocaína inhalada. El uso de pasta de coca estaría aumentando en los países andinos, en especial Ecuador.
Aunque se informa uso inyectable de cocaína en la mayoría de los centros, sigue siendo una práctica minoritaria en la mayoría de las localizaciones fuera de USA. El clorhidrato de cocaína se inyecta como solución o en una mezcla o "cocktail" (combinada con heroína como "speedball" o con metadona). Se lo identifica con los desempleados y otros grupos de bajo status socioeconómico y poblaciones aisladas socialmente. El uso inyectable requiere especial atención debido a la diseminación de virus como el VIH, hepatitis B y C. Los usuarios de drogas por vía endovenosa están extremadamente marginalizados en la mayoría de los países y se los desprecia como "junkies". Las tasas de uso inyectable parecen relativamente estables en los países estudiados y en descenso en algunos países debido al VIH/SIDA. En Río de Janeiro y San Pablo el uso inyectable de cocaína se ha hecho común aunque parece estar produciéndose un cambio por el uso de crack.
El consumo de hojas de coca está enteramente integrado en la cultura tradicional andina. Para la mayoría de los usuarios mantiene su carácter sagrado. Sus usos principales son:
El uso es muy estable, comienza en la adolescencia y no se interrumpe en toda la vida.
En los países estudiados la mayoría de los servicios de tratamiento están pobremente coordinados, a menudo son culturalmente inapropiados e ineficaces en lograr la "rehabilitación". A diferencia de la heroína -para la cual la metadona es una respuesta reconocida y efectiva- la dependencia de cocaína no tiene un tratamiento tipo de sustitución. La mayoría de las personas que sufren problemas relacionados con la cocaína se recuperan de ellos sin recibir ningún tratamiento formal. Las principales características de los programas de tratamiento se analizaron según su orientación y entrenamiento de los equipos.
Los resultados del estudio referido resultan especialmente útiles para contextos como el nuestro, en el que la política pública en el campo de las drogas ilegales ha centrado su intervención en la penalización del usuario y el tratamiento compulsivo de muchos de ellos. Esa lógica paradojal da sustento a parte de las construcciones que hacen que muchos de los trabajadores de este campo digan que "los adictos son irrecuperables", mientras continúan desarrollando un conjunto de intervenciones supuestamente orientadas a esa "recuperación" que nunca se producirá. En estos casos suele depositarse la responsabilidad en el "adicto" y su familia en lugar de cuestionar la propia práctica. Otro estereotipo clásico relaciona el uso de drogas con descontrol sexual, lo que le agrega otra connotación desfavorable en relación con el fenómeno del VIH/SIDA. En lo que se refiere a las conductas sexuales diferenciales entre las personas que usan drogas y las que no lo hacen, un análisis de diversas investigaciones permite enunciar que "la mayoría de las explicaciones acerca de la relación entre el uso de drogas y la conducta sexual no pueden distinguir entre los efectos famacológicos y las percepciones populares de los `efectos' de las drogas en la conducta sexual. Los determinantes de la relación entre uso de drogas y riesgo sexual permanecen inciertos". La población a la que suele accederse más fácilmente, y a partir de la cual se ha construído la información existente en la Argentina, es la que participa en instituciones de tratamiento del uso de drogas, en el sistema carcelario o en el ámbito hospitalario. En un estudio del organismo gubernamental francés de lucha contra el SIDA, se estima en tres años el período que precede al primer contacto de un usuario de drogas con una institución sanitaria y social -siendo las más frecuentes la guardia hospitalaria de emergencia o la prisión- y en seis años la primera consulta a un centro de tratamiento. Muchos usuarios jamás realizan este recorrido (Fournié, 1993).
Para desarrollar una tarea preventivo-asistencial es necesario oponerse a la tentación de naturalizar el fenómeno y articularlo con técnicas de intervención que simultáneamente se justifiquen y se den fundamento. Por tanto la actitud preventivo-asistencial debe atender a la complejidad y diversidad de los usos, ya que el discurso uniforme y pretendidamente seguro no sólo es inadecuado sino fuente de otros sufrimientos como alimento de los procesos de estigmatización social.
Bibliografía
* Datos sobre las autoras: * Diana Rossi Trabajadora Social. Especialista en problemáticas infanto juveniles. Investigadora UBA. Secretaria académica de la carrera de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales. UBA * Graciela Touzé Trabajadora social. Presidenta de la Asociación Intercambios. Docente de la carrera de Trabajo Social. Facultad de Ciencias Sociales, UBA. * Silvina Carro Trabajadora Social. Docente de la carrera de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales. UBA. Volver al inicio de la Nota |
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