(para el hemisferio sur) Drogas: ¿más de lo mismo? Por:
Las representaciones sociales dominantes confieren a las drogas una serie de atributos todos negativos, homologando incluso el consumo de drogas con la muerte. Claro que cuando se percibe este hecho socialmente, es en referencia, siempre, a las drogas ilícitas (aquellas cuyo consumo está penado).
Lo que parece más difícil de ver, aunque las cifras sean muy ilustrativas, es que las drogas más consumidas en la Argentina son el alcohol y los psicofármacos, cuya venta y consumo está socialmente motivado y aceptado. -1- En el caso de "las drogas" pareciera imperar un razonamiento estrictamente secuencial, que más allá de la sustancia y de las cantidades consumidas nos coloca "inevitablemente" en un camino que nos lleva de las drogas blandas a las duras y de estas a la muerte "La droga es un camino de ida no te subas", "La droga te mata", etc", y del uso experimental u ocasional a la adición, en un viaje sin escalas y sin retorno. Lo que siempre parece soslayarse es que entre muchos de los efectos posibles que el consumo de drogas conlleva, hay uno que ha desvelado a los hombres a lo largo de la historia, la búsqueda del placer. Si el consumo de drogas, causa placer nos cuesta mucho pensar que un discurso basado en el "no te drogues" como mandato, pueda ser cumplido. Intentemos dar una mirada para ver que sucede en nuestro país con las respuestas que el sistema terapeútico - asistencial ofrece a las personas que usan drogas. Los servicios de atención basan sus prácticas en un modelo abstencionista, teniendo como objetivo prioritario el abandono del consumo de drogas. Con los matices que se quiera, el usuario de drogas aparece como un enfermo por causa conocida, al que debe curarse sobre la base de impedir su acceso a la sustancia dañina causante. La condición de ingreso a los tratamientos es la suspensión del consumo, lo cual nos ubica en una situación paradojal, aquellos que concurren a un servicio con el objetivo de dejar de consumir deben hacerlo antes de comenzar el tratamiento. Bajo el gran paraguas de la abstención, aunque con diversas modalidades, profesionalizadas o no, guiadas por principios religiosos o coordinadas por "ex", hoy la oferta parece ser más de lo mismo. Los servicios y los programas de atención parecieran responder a la lógica del todo o nada. La política en el tema drogas se viene debatiendo entre considerar al usuario de drogas como un delincuente, y por lo tanto merecedor de la pena legal, o por otro lado considerarlo como un enfermo sujetándolo a prácticas terapeúticas y médicas, ambas tendencias en un marco en el cual la prioridad es, como ya dijimos, la abstención al consumo de drogas. El uso de drogas ha persistido a lo largo de los años, (y en los últimos años muy a pesar de una política millonaria que no ha logrado disminuir ni el tráfico, ni la producción ni el consumo) ; por supuesto que la modalidad del consumo ha ido variando como se han ido modificando los contextos culturales y sociales en que ese uso se desarrolla, hoy en día las condiciones de acceso a las sustancias son tan decisivas como lo consumido. De hecho, la situación actual de ilegalidad que ciertas drogas revisten genera condiciones de consumo, acceso a las sustancias y calidad de las mismas que conlleva efectos mucho más perjudiciales que los producidos por la propia sustancia. A la luz de esto que hemos venido desarrollando, la pregunta es ¿Cómo pensar nuestras prácticas? ¿Seguiremos reproduciendo estereotipos y sosteniendo discursos que parecen más dirigidos a quienes los emiten que a quienes deberían ser los destinatarios, o seremos capaces de proponernos en primera instancia escuchar las demandas de aquellos a quienes se pretende atender? ¿Podremos ofrecer una diversidad de servicios que apunten a diferentes necesidades?. Quizás, en este campo más que en otros, sabemos poco acerca de lo que el otro necesita, pareciera poder más los prejuicios y los mitos construidos alrededor de un tema que sirvió y sirve para justificar prácticas de las más diversas índoles. ¿Podemos pensar en servicios de atención que sean más accesibles para los usuarios?, ¿Qué abran más opciones que el abandono del consumo?, ¿Se podrá pasar a usos más organizados de las sustancias ?, ¿Será posible un servicio que priorice aumentar la autonomía y la responsabilidad sobre el propio cuerpo ? Ante la abstención , como único discurso y práctica , creemos importante explicitar otras posiciones basadas en un respeto por los derechos de las personas, pensando que la única meta ha ser perseguida no puede ser abandonar el consumo, sino que existen otra serie de metas más próximas y posibles que ayuden a mejorar las condiciones de vida de las personas que usan drogas, basándose en la diversidad de personas y de proyectos que cada uno puede tener para con su vida. Fuera de posiciones moralistas y prejuiciosas que señalan la verdad sobre el bien y el mal, y ante el avance de posturas que deciden sobre la autonomía de nuestro placer y de nuestro cuerpo.
NOTAS
Bibliografía
* Datos sobre los autores: * Paula Goltzman Trabajadora Socia. Integrante de la Asociación Intercambios * Pablo Cymerman Psicólogo. Integrante de la Asociación Intercambios Volver al inicio de la Nota |
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