Parece ser que la peste del medioevo, como forma de cohabitación
del terror, ha regresado en la posmodemidad bajo la forma del Síndrome
de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).
Quisiera acceder al problema, en primer lugar, etimológicamente.
Síndrome significa "conjunto de síntomas que caracterizan una
enfermedad". El término significa "con" ó "conjunto" y "carrera" o
"recorrido" (de donde proviene también dromedario). El síndrome es una
cierta con-currencia.
Por su parte, inmunodeficiencia está compuesta por: inmuno, que
proviene del término latino immûnis, que significa "libre de cualquier cosa"
(como negación de munus, "obligación"). Y deficiencia es derivado de
déficit, que proviene de deficere, "falta".
Finalmente, adquirida proviene de quaerère, que significa "buscar";
también "pedir" o "inquirir".
Me voy a salir, en este acceso, de todo desarrollo técnico o
instrumental sobre el tema, y voy a rozar el problema del SIDA dejando
aquellos padecimientos debidos a un error Técnico o a una falta de
previsión (como son los casos de SIDA debidos a transfusiones
sanguíneas, por ejemplo).
Rastrear eI significado de la sigla SIDA etimológicamente, también
significa validar la etimología que en griego sugiere una aproximación a
lo nodular, a una verdad que podría hallarse más allá de los "regímenes
de verdad"; o un descongelamiento de construcciones eminentemente
ideológicas que recurren (en el concepto, en el nombrar, en el "sentido
preferente") la producción social de un acontecimiento o un padecimiento.
SIDA sugiere "recorrido-con" / "reunión" / "concurso" / "concurrencia",
habla del costo de la libertad: la "falta de libertad", dice algo "buscado".
Como en la peste medieval, rodeada y poblada de mitos y explicaciones
máglcas, eI SIDA también es una forma de castigo. Es el castigo
posmodemo a la Iibertad y a la comunidad.
Extrañamente, las palabras,
más allá de las significaciones sociales, dicen que hemos buscado este
castigo por recorrer con los otros un camino de libertad. Y si observamos
un poco más, eso es lo que significa como estrategia del orden
posmoderno: SIDA habla del precio pagado por intentar recorrer caminos
en conjunto; habla del castlgo por el supuesto "abuso" de la libertad: la
falta de libertad.
Resuena, incluso, una extraña voz similar entre "castigar" /
"castidad", entre castigare/castus. Como que la enmienda para la
extralimitación es la suprema consistencia de la pureza y la virtud. Pero
una enmienda que aporta al autoremedio, al autocontrol. Con lo que se
asegura un orden según las prerrogativas de to autó, de lo mismo.
Una vez más, en Ia posmodernidad, el SIDA pone en el tapete la
vinculación entre castigo y vigilancia. Las figuras anormales e infames
del monstruo humano, el onanista, el incorregible, mostradas por Foucault
en La vida de los hombres intames, tienen ahora un nombre nuevo: los
sidosos, los drogadictos, los homosexuales, los promiscuos; figuras
posmodernas del hedor.
Pero, creo yo que estas figuras guardan relación
con la utopía moderna de la Ilbertad y la comunidad, y por eso deben ser
castigadas y controladas. Incluso guardan relación con Ia platónica syn-guenés, la con-sanguineidad, en su forma posmodema (que puede leerse
como "compartir la jeringa).
En primer lugar, estas figuras están relacionadas con la desmesura,
con la hybris, que como tal también puede significar violencia (cuya
palabra hebrea ha sida traducida por "pecado"). Pero una desmesura
o hybris marcadamente corporal.
La idea de hybris como insolencia implica
la negaclón del verbo "soler", la negación de Io acostumbrado. La
insolencia significa algo desacostumbrado, una irrupción de lo
desmesurado, algo -acaso- revolucionario.
Pero revolucionario en un
nuevo sentido.
Lo trágico de esta desmesura es que la revolución no está
asociada e abruptos cambios sociopolíticos, sino que esta hybris instaura
en el imaginario la idea de una revolución que significa lisa y llanamente
un principio de autodestrucción de los cuerpos. Con lo cual, de paso, se
releva de esta responsabilided al Estado y a la sociedad y la
inmunodeficiencia evoca la individualización y biologización de la
inseguridad planetaria.
Más aun, si el cuerpo en la política (después de haber sido "hablado"
por los sectores dominantes, degradándolo par características culturales,
como en el caso de los "cabecitas negras"), en el escenario político fue
colocado a partir de los cuerpos que faltan, de los cuerpos desaparecidos,
desde los '80 hay un repliegue del cuerpo y una modelización excluyente
del mismo.
El cuerpo pasa a ser una responsabilidad individual, y pasa a
ser obsesivamente cuidado, no expuesto, no comprometido, más que
con imperativos ligados al consumo. Un ejemplo de esto, sumado a la
mediatización de la cultura es la publicidad sobre SIDA de Benetton, en
la cual el objetivo no es en absoluto la prevención, sino la venta del
producto.
El SIDA instaura o contribuye a instaurar, además, un repliegue de
lo comunitario. Hace posible un novedoso miedo, que sin embargo sigue
la cadena de miedos instituidos por una "modernización" que ha observado
siempre el "mito de la pulcritud". Un nuevo miedo al estar nomás. Miedo
que Ilega a paralizar en el mismo momento de su naturalización. Es decir,
más que los miedos ocasionados por desmesuras provocadas por injustas
condiciones de vida socioeconómica, irrumpe una naturalización del miedo
relacianada mas directamente en los cuerpos con el hedor. La propia
naturaleza es portadora del castigo.
La hybris también significa soberbia, que es la razón del pecado
de Adán y Eva, tan fuertemente asociada en el imaginario con la relación
sexual. Pero el SIDA contribuye a estigmatizar toda forma de placer.
Hablo del SlDA ahora como cierta matriz posmoderna de sentido. Tanto
que la hoja de parra ha sido reemplazada por el preservativo.
Pero así como en el caso de Adán (Ia tierra) y Eva (la "mujer") la
soberbia consistió en "destinarse", el SIDA inaugura una forma de hybris,
una nueva forma de pecado (contra las prerrogativas modernas) que
sinifica por Ia imposibilidad, la suspensión absoluta de destinarse, debido
a la eventualidad y la proximidad de la muerte. Acaso la única manera de
destinarse es la elección por la muerte. (Llamativo esto en un mundo
obsesivo por la vida pero gobernado por el riesgo permanente de la
muerte).
La necesaria distinción entre el hombre estoico, animado por las
sucesivas metáforas que Ilevan al "cementerio de la intuición"
representado por el conocimiento científico, y el hombre artista, conciente
de la metaforización y viviendo según la guía de lo intuitivo (distinción
planteada por F. Nietzsche en Sobre verdad y mentira en sentido extramoral)
parece exacerbarse en esta posmodernidad con aristas de alto dramatismo
y con máscaras tecnológicas para el sufrimiento humano.
El SIDA,
decididamente, es el rasgo incomprensible de una sociedad despiadada,
que mientras juzga en su opinión pública con adjetivaciones morales a
las sidosos, los sidosos van extinguiendo su vida por una injusta
enfermedad. Esto es, mientras para el imaginario la enfermedad es un
castigo, es also buscado, por una extralimitación de las "buenas
costumbres", el que la padece está muriendo con una perversa lentitud.
Más importante, incluso de manera radicalizada, es el estoicismo que la
sensiblidad.
Y una vez más, lo que promete la posmodernidad es la tolerancia
de las diferencias, y lo que promueve es el autocontrol para el logro
individual del estoicismo. Esto evoca claramente las grandes
contradicciones y ambigüedades de la modernidad, cuyo diferencial sigue
siendo, contra la humanización, el sufrimiento, la injusticia y la muerte.
Pero, además, el SIDA ha puesto en escena acontecimientos que
no están normados por las ideas regulativas generadas por el imaginario
social; hay mucha ignorancia como marca que retrasa la conformación
imaginaria. Ante estas situaciones de Ias prácticas sociales, siempre se
ha producido descondento o exclusión. En primera instancia, ante lo que
se ignora se prefiere la exclusión como mecanismo de seguridad. Pero,
además, el imaginario colectivo casi siempre se constituye a partir de
conjurar el hedor. Y conjurar el hedor, en este caso del SIDA, provoca la
exclusión de quien lo padece, bajo la figura de un padecimiento buscado.
En definitiva, y siguiendo a Nietzsche, la verdad es un ejército de
metáforas. La verdad sobre la sexualidad (que dicho sea de paso, ha
sldo excluida del discurso, ha sido prohibida) y sobre el placer, supone
sucesivas metáforas, huidas, cubrimientos, que hacen de una sensación
un concepto.
La voluntad de verdad de esta época, respecto del SIDA, sigue
encubriendo un acontecer del ser que implica dolor, sufrimiento y muerte.
Y entonces, trágicamente y una vez más, la verdad deviene mentira,
voluntad que privilegia el acuerdo sobre lo que puede ser dicho y hecho
socialmente, por sobre la existencia y la dignidad de la vida humana.
De un lado, la episteme, como condición de posibilidad del
conocimiento en una época determinada, también va connfigurándose a
través de "políticas en salud" altamente publicitarias y performativas,
que generan prácticas sociales coherentes con nuevas formas de control,
pero que no producen mejores condiciones de salud. Hoy le prevención y
la promoción de la salud van conformándose como estrategias de lucha
contra el nuevo hedor, o como novedosas formas de disciplinamiento y
control de los cuerpos.
En el caso SIDA:
- la prevención de la "relación" con el enfermo, cuestión que amplía el horizonte de significado de la
estigmatización por la necesidad de dominar la vida privada; y
- la
promoción del autocontrol, como táctica para no caer en la situación del
hedor, táctica que es meramente individual y biologista, y que incluso
podría percibirse como forma de promoción del miedo. Por lo demás,
cada uno de los rasgos clásicos del denominado Modelo Médico
Hegemónico se exacerba pero se redefine según las demandas de la
tecnocracia, fundada en la aparente y astuta contradicción entre
glabalización y atomización.
Del otro lado, del lado de la intuición y la sensibilidad, el que padece
el SIDA (hediento, pecador y excluído para la sociedad, de quien debemos
cuidarnos, porque significa el peligro de la destrucción) nos endilga con
la sinceridad de un cuerpo expuesto hasta la herida, la calidad implicada
en la dignidad y en la agonía, como forma suprema de lucha por la
existencia, aún a riesgo de poner en juego la vida